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¿Religión
a la carta o religión "kitsch"?
JUAN
GONZÁLEZ-ANLEO
Catedrático de Sociología
de la Universidad Pontificia de Salamanca
Tomado
de LA
VANGUARDIA 08/04/2001
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La
quinta parte de los españoles que se declaran católicos "fieles"
creen en la reencarnación. Si tienen o no tienen una idea clara sobre su
sentido correcto no lo dice el estudio "España 2000. Entre el localismo y
la globalización", en el que aparecen otras perlas de parecida rareza:
-El 14% de los ateos dice creer en Dios (?); una tercera parte de los católicos
"fieles" no cree en una vida después de la muerte, ni en el cielo ni,
aún menos, en el infierno, y aunque el 82% de los españoles se declara católico,
sólo una tercera parte asiste a misa al menos una vez al mes, sólo un 46% cree
en un Dios personal, y el 27% identifica a ese Dios con el revelado en
Jesucristo.
-¿Incoherencias? El mensaje de la Iglesia no llega a los fieles, o lo hace con
cuentagotas. Sólo uno de cada cuarenta jóvenes menciona a la Iglesia como uno
de los lugares donde se oyen las ideas importantes sobre la vida.
-Y ese mensaje es mal aceptado. Menos de la mitad de los españoles confía en
la Iglesia católica, y aunque la desconfianza institucional se ha generalizado
en toda Europa, sorprende que la gente confíe más en el Parlamento, la policía
y las fuerzas armadas que en la Iglesia en la que fueron bautizados, recibieron
su primera comunión, se casaron, bautizaron a sus hijos y dieron el último adiós
a sus difuntos.
Cuando decae la fe, crecen la credulidad y el recurso a lo esotérico. Esta
rendición del espíritu, junto con una secularización que debilita el control
de las iglesias sobre sus fieles, y la autonomía frente a instituciones,
creencias y prácticas, explica la emergencia de las religiones a la carta. Sin
olvidar la fuerte influencia de la pluralización religiosa, que derriba las
vallas y permite asomarse al jardincillo espiritual del vecino, echar una
ojeada, comparar y poner en duda "lo dado siempre por supuesto"
(Berger).
Y ya tenemos servida la religión a la carta, religión pastiche,
"patchwork", cóctel.... Y, a veces, "kitsch", como cuando
una pareja casada por la Iglesia celebra la primera comunión de su niña con un
rito civil, penosa parodia del católico. La religión a la carta, mezcla de
ingredientes y condimentos de diversas tradiciones religiosas o
para-rreligiosas, respeta muchas vigas maestras de la noble arquitectura
original. La creencia en el Dios de la Biblia, la aceptación de una benévola
escatología, sin infierno, "los sacramentos blandos", como el
bautismo, la primera comunión, el matrimonio o los ritos funerarios. (Sufren
aguda anemia "los sacramentos duros", de compromiso personal como la
confesión, o de reafirmación de la identidad y militancia cristianas, como la
confirmación.) Y el culto a la Virgen y los santos, los ritos y fiestas de la
religión popular, la misa, todo eso tan vital que Günter Grass echa en falta
en el protestantismo y que le atrae en el catolicismo, como le atrae "una
muchacha".
Estos elementos perviven en la religión a la carta, pero al "consumidor
religioso rey" le apetecen exquisiteces foráneas para enriquecer su menú:
"el libre examen", cuasi protestante, de toda norma moral dictada por
el magisterio; aires posmodernos de la "new age", como la confianza en
el poder salvador de la tecnología y de la ciencia, el recurso a la psicología
transpersonal y profunda o el encanto de un ecumenismo envolvente; la eterna
fascinación por lo oscuro y esotérico, como las cartas, la astrología o el
tarot. Un 25% de los españoles cree en los amuletos. Las sectas no han
aprovechado el declive de la religión oficial pero una quinta parte de los jóvenes
españoles juzga a los mormones, los testigos de Jehová y los Hare Krishna
formas religiosas válidas. Y así, con variantes a gusto del consumidor rey,
reza la religión a la carta en este nuevo siglo.
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