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Señor, dame tu
mano y ayúdame a rehacer mi vida
VIA CRUCIS
DE
LA CÁRCEL
Por Raúl Revilla,
pasionista. Capellán de la cárcel de Zuera, (Zaragoza)- 2007
raulrevillac (arrroba) hotmail.com |
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1ª.- Estación.- Jesús es
condenado a muerte.
Ya estamos otra vez: El juez, el reo, los testigos, los traslados de un sitio
para otro, la alarma social, el reclamo popular que pide que le crucifiquen.
Aquí sabemos mucho de todo eso. Sabemos mucho de voces que te acusan, de manos
que te apuntan, de dedos que te señalan…
Jesús, condenado.
Y condenado a muerte.
Y condenado a morir en la cruz, donde mueren los peores.
Pero ¿quién somos nadie para condenar a nadie?
¿Quién tiene las manos suficientemente limpias como para tirar piedras contra
nadie?
Cristo condenado a muerte, ayúdanos a sobrellevar con paz y resignación nuestras
condenas; y no permitas que seamos de los que se pasan la vida condenando a sus
hermanos.
2ª.- Estación.- Jesús carga con
el pesado madero de la Cruz.
¿Cuánto pesa una Cruz?
Las que llevamos al cuello, apenas pesan unos gramos. Ni nos damos cuenta de que
las llevamos. Algunas veces hasta son de oro. Te encanta que te regalen una.
¿Cuánto pesa una Cruz?
La que Jesús tuvo que cargar sobre sus hombros, sólo el palo horizontal, donde
le clavarían las manos, dicen que pesaría entre 25 y 30 kilos.
La cruz que llevaba cargada sobre el alma era mucho más pesada: Sólo Él sería
capaz de soportar su peso.
¿Cuánto pesa la cruz que llevas sobre tus hombros? ¿Y la que llevas en el alma?
¿Cuántos meses pesa? ¿Cuántos años? ¿Cuántas arrobas de tedio, de aburrimiento,
de nausea, de soledad…? ¿Cuánto pesa un primer, un segundo, un tercer grado?
¿Cuánto pesa el permiso que no acaba de llegar…?
Cristo cargado con la Cruz, ayúdanos a llevar nuestra cruz amarga por la cuesta
empinada de la vida. Tú llevaste la cruz de nuestros pecados; enséñanos a
nosotros a llevar la cruz de nuestras responsabilidades.
3ª.- Estación.- Primera caída de
Jesús bajo el peso de la Cruz.
Es demasiado, Señor, para uno sólo. Tú eras el Todopoderoso; pero quisiste
asemejarte a nosotros en todo. También en nuestra debilidad. Y claro, la cruz en
la que has puesto todos nuestros pecados pesa demasiado para apoyarse en un solo
hombro.
Y claro: Las fuerzas te fallaron.
¡Señor, si yo te hablara de caídas…! En eso tengo más experiencia que tú! He
rodado tantas veces por el suelo…!
Una caída me trajo a este mundo de soledad.
No me gustaba reconocer mi debilidad.
Me gustaba sacar pecho y creer que estaba de vuelta en todo.
A mí no me podía pasar lo que a otros les había pasado.
Y aquí estoy caído en tierra, esperando una mano amiga que me ayude a
levantarme. Pero esa mano no siempre llega.
Señor, dame tu mano y ayúdame a rehacer mi vida.
4ª.- Estación.- El encuentro con
la Virgen María.
Cuando los discípulos han desaparecido, cuando los que creías amigos tuyos no
aparecen por ningún sitio, allí está la Madre que sale a tu encuentro.
A Ella no le importa que la señalen con el dedo y que digan que es la madre del
condenado. “.-Qué educación le habría dado para su Hijo terminara así.” “Qué
ejemplo habría recibido de sus padres…?”
Acaso no pueda hacer nada por su Jesús; pero quiere estar a su lado participando
de alguna manera de su sufrimiento.
En el momento de los milagros, del gozo y de la alegría ya aparecerán por todas
partes los coristas devotos del folklore religioso.
En el Tabor, en el jolgorio del Domingo de Ramos ya aparecerán otros. Ahora la
que no puede fallar es la Madre Dolorida. La noche de amargura va acrisolando a
los amigos verdaderos.
Señor: En estos días de abandono y soledad por los que estoy pasando, que sepa
ver en María a la madre que nunca falla.
Cuando sufro la ausencia de tantos que creía mis amigos, que busque en Ti al
amigo que nunca falla.
Que tu compañía y tu presencia, Señor, me dé la fuerza necesaria para sentirme
vivo y seguir caminando
5ª.- Estación.- Simón de Cirene
le ayuda a Jesús a llevar la Cruz.-
Un poco a regañadientes; pero Simón de Cirene es un hombre que te ayuda a llevar
la cruz.
Es cierto que lo hace por que le obligan; pero tal vez sintiera la alegría de
haber ayudado a otro hombre a llevar la cruz que no se merecía.
Todos necesitamos de un amigo que nos ayude a soportar la cruz de cada día… Y
todos podemos ser un poco cireneos que ayuden a sus hermanos en los momentos
difíciles, en los momentos desesperados.
Yo no sé la alegría que pudo inundar el corazón del Cireneo cuando, al final del
camino, retiró su hombro. No conozco el brillo de tu mirada agradecida por lo
que había hecho. Pero me viene a la memoria el texto de San Pablo: “Hay más gozo
en dar que en recibir”.
Enséñame, Señor, a disfrutar y ser feliz haciendo favores a mis hermanos, aunque
piense que no se lo merecen.
6ª.- Estación.- La Verónica
enjuga y limpia el rostro de Jesús.
Una gota de agua para los labios sedientos…
Una palabra amistosa para el hombre solitario…
Una sonrisa… una palmada en el hombro… ¡qué poca cosa es!; pero qué cosa tan
necesaria para quien nada tiene.
Camino del Calvario aparece una mujer.
Ni siquiera sabemos su nombre. La Verónica le llamamos.
Una mujer que se acerca a Jesús para limpiarle el rostro de sudor, de sangre, de
salivazos… Y de lágrimas, sobre todo de lágrimas.
Como tu Madre, tampoco ella tiene vergüenza en dar la cara por ti.
Las risas, las burlas, lo que puedan decir o pensar, lo que está de moda en un
momento determinado, lo progre… cuenta poco. Es más importante lo que dicta la
conciencia.
Señor, en el ambiente hostil en el que me toca vivir ahora, en un mundo en el
que cuentas bastante poco para la mayoría de las personas, ayúdame a dar la cara
por Ti. Sí: A dar la cara por ti… aunque alguna vez me la partan.
A Ti te la partieron primero.
7ª.- Estación.- La segunda caída
de Jesús bajo el peso de la Cruz.-
¿Fue un tropiezo? No sería nada extraño…
¿Acaso una zancadilla? A veces hay quien disfruta viendo caer a un hermano… y
hasta se divierte pisoteando al más débil… Hay estamentos de poder que, para
afirmar su grandeza, no les importa pisotear aún más a los que están ya
hundidos…
Posiblemente fue que ya no podía más. Así de sencillo:
Demasiado dolor…
Demasiada sangre vertida…
Demasiada fiebre…
Quiso vivir la realidad humana con todas las consecuencias, y no había de hacer
trampas. Cristo-Dios, sí ; pero también Cristo-Hombre. Nadie como Él podrá
entender nuestras debilidades.
Cristo, caído en tierra por segunda vez, enséñame a reconocerme humano, pobre,
débil…Que no sea de los que van por la vida mirando a todos por encima del
hombro. Haz que me reconozca un pobre pecador de la común especie, y que
comprenda también las debilidades de los hermanos.
8ª.- Estación.- Jesús consuela a
las piadosas mujeres de Jerusalén.
Otra vez un grupo de mujeres… ¡Siempre las mujeres a la hora de curar, de
acompañar, de consolar!...
Y los hombres… ¿Dónde estaban? Pedro, el bravucón que no había de negarle aunque
le negasen todos…; Juan y Santiago, los llamados hijos del trueno…; Tomás,
Felipe, Mateo… Los discípulos… Los de la cena en casa de Zaqueo… Los que querían
proclamarle rey…, Los de las aclamaciones del Domingo de Ramos…
O se habían pasado al bando contrario donde soplaban vientos favorables… o
habían huido con el rabo entre piernas a esconderse en la madriguera más segura.
A la hora del dolor, el sexo débil es el fuerte y el que da la cara. Los hombres
tienen cosas mucho más importante que hacer… Tienen que discutir sobre los
grandes problemas del mundo: La guerra, el petróleo, la devaluación del dólar…o
quién va a ganar la liga este año.
Y luego, en algunos casos… “la maté porque era mía”… “Cariño: se me fue la mano,
no debiste contestarme”… “O mía o de nadie”…
Señor, enséñanos a tratar a las mujeres -hermanas, novias, esposas, madres…-
como seres humanos, y como seres humanizadores de la sociedad. Que aprendamos la
lección de su trabajo silencioso, de su dedicación a los hijos, de su asistencia
al que sufre.
9ª.- Estación.- La tercera caída
de Jesús.
Una, dos, tres… ¿Cuántas fueron las
caídas?
La tradición nos habla de tres. Tampoco sería extraño que hubiera tenido que
llegar a rastras.
Lo cierto es que, después de cada caída, hubo un levantamiento, un ponerse en
pie y un seguir caminando…aunque fuese temiendo la siguiente caída.
Muchas veces hemos oído que lo más lamentable no es caer, sino cogerle gusto al
suelo, sentirnos cómodos en el barro, no importarnos estar envueltos en la
porquería.
Señor, desde lo más profundo de nuestra miseria, levantamos los ojos a ti. A
hacia ti alzamos nuestras manos suplicantes. Dinos como a Lázaro que nos
levantemos. Grítanoslo muy fuerte, que tenemos tapados los oídos y tu Palabra
hace tiempo que no resuena en el corazón.
10ª.- Estación.- Jesús llega a la
cima del Calvario y es despojado de sus vestiduras.
Era lo único que le quedaba: Las cuatro ropas que cubrían su cuerpo desgarrado.
Nunca había tenido gran cosa: Ni siquiera un lugar donde reclinar su cabeza…
¿Un manto y unas sandalias? Supongamos que sí.
¿Dinero? Judas era el administrador.
¿Amigos? Habían desaparecido.
¿Sangre? Poca le quedaba ya.
¿Vida? Apenas le quedaba ya un hilillo.
No hizo falta que hiciera testamento.
Una túnica ensangrentada, agarrada a sus heridas como un esparadrapo. Y esa es
la vestidura que los soldados le arrancan sin piedad. Despojado hasta casi de su
propia piel…
¿De cuántas cosas, Señor, me tengo que desarraigar?
¿A cuántas esclavitudes tengo el corazón pegado?
¿Cuántas cosas me son necesarias para convencerme de que estoy vivo? “Sólo una
cosa es necesario de verdad: Dios”. Eso decías… por lo menos...
¿A cuántas cosas tengo el corazón pegado?
Arráncame, Jesús, este montón de esclavitudes, aunque grite de dolor y vuelva a
correr la sangre por las paredes del alma.
11ª.- Estación.- Jesús es clavado
en la Cruz.
Cristo agradece el vino aquel que anestesiaba, siquiera un poco, a los
condenados; pero no lo toma. Acepta la muerte con amor, como la madre que quiere
parir con plena conciencia de lo que está haciendo.
¿Cómo suenan los martillos cuando clavan un madero?
Cuando taladran un pie, cuando agujerean una mano, ¿hasta dónde salta la sangre?
El dolor pierde su nombre cuando alguien es crucificado. Pero es casi un
sacramento cuando ese dolor se padece perdonando.
Desde entonces, clavados en la Cruz de Jesús están todos nuestros dolores. Y
todo nuestro dolor puede ser redentor, si lo hacemos unidos a Cristo. El dolor
no es bueno; pero si lo sufrimos por amor, al estilo de Jesús, entonces el dolor
es amor del santo.
Señor, en el mundo hay mucho dolor; dolor de todos los estilos, de todas las
gentes. Y tengo miedo al dolor, como le tuviste tu la noche de Getsemaní.
Líbrame del dolor… o dame fuerza para sobrellevarlo. Pero sobre todo, Señor,
líbrame de crear dolor, de hacer sufrir a nadie. Hay ya en el mundo bastante
sufrimiento: No hace falta que la industria del dolor progrese tanto. Y mucho
menos que yo contribuya a ello.
12ª.- Estación.- Jesús muere en
la Cruz.
El testamento de Jesús. Sus últimas voluntades, dictadas desde la Cruz.
“.- Padre, perdónales porque no saben lo que hacen.” Y es verdad: Muchas veces
no sabemos lo que hacemos. Y seguimos sin aprender a perdonar.
“.- Hoy estarás conmigo en el paraíso.” Tu perdón es para todos; también para el
ladrón que moría a tu lado.
“.- He ahí a tu Madre…He ahí a tu hijo…” Nos la diste como madre, y no
encontramos el punto de sentirnos como hijos.
“.- Padre, ¿Por qué me has abandonado?” Algo sabemos aquí de abandonos. Pero
Cristo no tuvo visitas, ni cartas, ni llamadas, ni esperanza en nada humano…
“.- Tengo sed” Y, sin embargo, eres el único que puedes apagar nuestra sed.
“.- Todo está cumplido” Por tu parte, todo está cumplido. Por la nuestra,
todavía tenemos que tomarnos en serio tu Pasión y Muerte.
“.- A tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu.” Y nosotros, también, a imagen
de Jesús, nos ponemos nuestras vidas en tus manos. Haz de nosotros lo que
quieras. Sea lo que sea, te damos gracias, Señor.
13ª.- Estación.- Jesús es bajado
de la Cruz y puesto en brazos de su Madre.
¡Qué destrozo! Eso es todo lo que queda de Jesús.
Ella nos le dio niño en Belén… y así se lo devolvemos: un montón de miembros
rotos que ya empiezan a enfriarse.
Ya no quedan lágrimas ni sangre que derramar; sólo la soledad que enronquece el
alma. Sólo queda un por qué que se lanza contra el cielo: Por qué tanto dolor…
por qué tanto misterio…
¿Por qué esta Madre me recuerda a tantas otras madres con sus hijos muertos?
Irak, Somalia, terrorismos de cualquier idioma…
Todas las guerras son sementera de odios.
Nadie quiere las guerras, óiganlo todos, y menos que nadie los muertos. Armas,
petróleo, droga, dinero… Al final de la cadena siempre hay una madre con su hijo
muerto. Unos mueren y otros condecoran cadáveres. ¡Cuánto luto, Señor. Cuánto
misterio!
Al pie de la cruz, Señor, recordándote en brazos de tu Madre, te suplicamos por
tanta gente que ha muerto sin culpa de ninguna clase; simplemente porque otros
lo quisieron, o porque otros no quisieron mover un dedo para evitarlo.
Señora de los dolores, tienes que seguir siendo madre de tantos seres humanos
que andamos por la vida sin tener un regazo de madre sobre el que reclinar la
cabeza.
14ª.- Estación.- Jesús es
depositado en el santo Sepulcro.
Jornada para el dolor y la esperanza.
La cárcel tiene un poco de sepulcro: Aquí encerrados, esperando que llegue el
día de la resurrección en que podamos volver con nuestras familias, con nuestros
amigos.
Hemos recorrido muchas veces el camino de las lágrimas, Hemos recordado muchas
veces las caídas de nuestro vía crucis particular… y a veces, sólo de pensarlo,
se nos eriza la piel.
Todo ha sido una experiencia de muerte. Pero del pozo se sale… Y de la tumba
también.
Señor, robustece nuestra esperanza.
Sepultados tras los barrotes, también nosotros esperamos el día de la
resurrección, el día en que podamos respirar el aire libre de la calle, de la
familia, de los amigos…
Iluminados por la esperanza de la resurrección, ayúdanos a soportar la pasión
amarga que ahora estamos padeciendo.
Cristo, eres el preso más famoso de la historia. Eres uno de los nuestros. Haz
que nos parezcamos a Ti.
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