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Monseñor Gerardi, obispo y mártir

UN TESTIMONIO...

     Soy párroco de la Iglesia Santa Clara de Asis de la Colonia Justo Rufino Barrios de la zona 21 de la Ciudad de Guatemala. Estuve visitando su página web en internet y me enteré que ustedes tienen información que comparten sobre Monseñor Romero, me pareció muy interesante y me parece importante que ustedes tengan información sobre Monseñor Juan Gerardi Conedera, mártir de Guatemala, quien fue asesinado el pasado 26 de abril de 1998.
     Adjunto les envío mi testimonio, para que ustedes tengan una idea sobre el trabajo de Monseñor Gerardi en cuanto al trabajo de defensa de los Derechos Humanos en Guatemala.    

JOSE HUMBERTO MARROQUIN PEREZ    osojose@infovia.com.gt


Mamá, Gerardi y yo

- Aló, si, aló, con el Sr. Humberto Marroquin, de parte de quien?, quiere hablarle de Chimaltenango, Julia. Un momento por favor. – Betoooo! gritó el compañero, lo hizo mas fuerte al darse cuanta, que jugaba al fútbol en el terreno vecino a la casa de cursillos de Panajachel que servia como seminario de la recién formada comunidad de caminantes en oración. – Betooo!, gritó de nuevo, - si gritó respondiendo, - tenés llamada de Chimaltenango, - "por favor, decí que me llamen mas tarde" , - es urgente, es Julia, - "bien ahora voy ". La chamusca era alegre y despegarse cinco minutos de la misma era perderse mucho, tenía un pantalón rojo de pants, y una camiseta celeste, sudando mucho corrió, subió las gradas e inmediatamente llego al sitio del teléfono, su prisa maá que por el teléfono era volver al fútbol.

- Si, quien habla?, - soy Julia, amiga de tu mamá. - Que bueno que me llamas, como estás? - Bien, lamento llamarte para darte una muy mala noticia, - dime..., hoy 16 de febrero (1982) a las 07:30 de la mañana unos hombres armados se llevaron a tu mamá, y nadie sabe nada, todos estamos mal, y no conseguimos nada de nada. Aquella voz serenó el latido del corazón del chico que aún estaba acelerado por el calor del juego de fútbol que había quedado inconcluso, lo que el no sabía era que aquel partido quedaría inconcluso por el resto de su vida. En aquel momento tenia 17 años, justo el año en que concluía el bachillerato y su mayor ilusión era dejar en manos de su madre el diploma anhelado.

Sintió morir, era lo único y lo más grande que tenía, cuando se fué al seminario debió dejarla, era hijo único y su madre siempre demostró que para ella era su opción de vida. Se sentó justo en el rincón de su pequeño cuarto, era el primero al subir las gradas recién abiertas que llegaban del primero al tercer piso, y el último del lado izquierdo al final del comedor cuando subes por las gradas centrales de la casa.

Lloré, lloré mucho, no sé cuanto tiempo fui capaz de sacar lágrimas, de preguntar ¿donde está? ¿Dios, porqué permitiste esto?, sentí en mi corazón la ansiedad, la angustia y la desesperación, Corrí a buscar a mi superior quería gritar mi verdad, quería salir corriendo, e ir prontamente a la aldea Zaculeu justo al Km.101 de la carretera Interamericana, para ir al lugar de los hechos y buscarle personalmente, conocía cada vereda, camino, bosque, pozo, ojo de agua, etc. Como conocía la palma de su mano, porque vivió desde muy niño junto al lado de su madre, era el 17º año que ella fungía como directora de aquella escuela.

La experiencia de la violencia para la iglesia de Guatemala era un reto, hacia una realidad nueva que con los años le exigió respuestas, y como es lógico, sectores respondieron con mas solidaridad, otros menos, y en algunos casos opciones radicales en los extremos. A mi me correspondió estar viviendo en un ambiente de iglesia alejado de este tipo de realidades, no sabían como actuar, como reaccionar, la ayuda espiritual y el apoyo psicológico fueron limitados. Sin victimismo, debo decir que asumí la experiencia solo, sin terapias, sin sicólogo al estilo del pueblo, los familiares de los desaparecidos en su mayoría no tiene acceso a comer bien, y no tenían educación y menos aún a un proceso psicológico de acompañamiento.

Se hizo difícil para el autor continuar en el seminario por el conflicto anteriormente descrito, fue después de haber vuelto cuando logró un espacio de servicio en la pastoral juvenil Arquidiocesana, y fue justamente allí en una reunión en la casa de las Teresianas, donde conoció a Gerardi; fue impresionante su cercanía a sus sacerdotes, la idea que predominaba en el ambiente era "la pastoral juvenil siente que los sacerdotes no se comprometen con la promoción de los jóvenes".

Siendo muy objetivo en un pequeño análisis y balance sobre los sacerdotes entre otras cosas dijo para finalizar un pequeño párrafo: "después de ir y venir en muchas cosas, entre la exigencia y la inestabilidad de los jóvenes, tomando en cuanta la edad y por ende la formación de nuestros sacerdotes es difícil lograr que todos ubiquemos de la noche a la mañana un cambio... sigan patojos, y apoyen a nuestros pastores... y cuando sea necesario: perdónenlos."

Lo sentí un poco parco como carácter, cercano y lejano a la vez, pero no me cupo la menor duda, de que ese obispo era muy humano. Y eso lo pude experimentar muchos años después, la vida y las circunstancias (Dios, los hermanos, etc.)me llevaron al terminar estudios a varios sitios entre ellos Izabal, San José del Golfo y otros. Izabal fue purificador, liberador, terreno santo, la caridad fraterna de mis hermanos y hermanas de comunidad y trabajo junto a los laicos y laicas fueron curativos.

Tenia sueños horribles, eran tan claros que parecían realidad, al escuchar testimonios y situaciones que habían atravesado otras personas unas que habían sobrevivido, otras escapado y que contaban el sufrimiento de otros, era durísimo; y muchas veces me despertaba gritando, violentamente en mi cama, bañado en sudor como consecuencia del frío de mis sueños y de los 40º de calor en Izabal.

La vi torturada en mis sueños, vi sus muñecas y sus tobillos cercados con alambre de púas, vi sus ojos vendados y su boca sellada con un trapo sucio de sangre y mal oliente; vi sus ojos hundidos y opacos que parecían gritar un socorro que nunca llegó...

Estas y más consecuencias seguían en la vida personal de nuestro autor, hasta llegar al ’88 que fue a continuar estudios en Roma, otra experiencia curativa en aquella olla de presión en la que se había convertido su vida.

Vivir en otra oleada de vida. Otros esquemas sociales, económicos y políticos, abrieron su visión y por supuesto, eso gracias a Dios, y a personas que le estuvieron cerca.

Fué justamente en el año ’95 cuando fue llamado a colaborar en el servicio pastoral de la arquidiócesis, como colaborador en la comisión de Liturgia. Estaban para coordinarla el Padre Carlos Trinidad, luego el Padre Antonio Quiñonez, fue claro que por ausencia de ellos lo llevaron a el allí. Como coordinador de la comisión de Liturgia tuvo mucha relación con Gerardi, después junto a José Luis colmenares y Emilio Oliván coordinaban el trabajo de las comisiones, finalmente Gerardi convocó al Equipo promotor de la Pastoral Arquidiocesana con el apoyo e integración de laicos y sacerdotes. Eso tuvo sus frutos, sobre todo el rodaje de las comisiones, y los encuentros arquidiocesanos de pastoral.

Los encuentros, las convivencias de amistad mas allá del trabajo hicieron en mi nacer un sentimiento de una profunda admiración y un tremendo respeto por ese hombre mártir y Obispo Gerardi. Lo más deslumbrante, su aspecto tan humano, después de las debidas confianzas que nos dió el trabajo y el compartir juntos. Decidí hablarle, yo con nadie sacaba lo que había vivido, por varias razones: 1. No pocas veces se burlaron de mi, alguien dijo una vez que esas lagrimas eran chantajes afectivos. 2. Era considerado peligroso tener un familiar desaparecido 3. Realmente no había encontrado el apoyo, no solo las palabras de ánimo sino el compromiso por intentar dar respuestas concretas a la situación del secuestro de mi madre.

Me animé en uno de los pasillos de la curia y le dije más o menos así: " Gerardi, necesito hablarle mas allá del trabajo hoy quiero decirle un asunto personal." Me miró serio y con una sonrisa entrecortada me dijo: "vamos a mi oficina" se cambió del lado izquierdo de su brazo el pequeño portafolio negro que usualmente llevaba, lo tomó con su mano derecha y erguido enfiló por el pequeño pasillo. No me dijo sentate, solo me señaló con su largo dedo índice la silla de un viejo amueblado de color púrpura, decorado con una lámpara de madera y con tela del mismo color del amueblado, encendió unas luces con baja iluminación, el viento que penetraba por la ventana que daba hacia la 7ª avenida movía bruscamente una vieja cortina y las hojas y documentos de su escritorio se movían... "permitime vos gordo, voy a cerrar eso porque el aire está algo fuerte" al volver se sentó frente a mi, cruzo sus largas piernas, colocó el dedo índice de su mano derecha sobre su mejía y me dijo: "te escucho".

Yo abrí mi corazón entero, me serví con la cuchara grande, aprovechél tiempo, conforme yo abría mi alma y reconstruía hechos que hacia mas de una década habían pasado, los viejos engranajes de mi alma comenzaban a girar lentamente mediante su giro me daban todos los recuerdos, detalles, personas, horarios, sitios, como si hubiese sido ayer mismo cada palabra recorría también un camino, el camino de la no solución, me di cuenta que con más de 6 años de sacerdocio, más experiencias, ese problema no estaba resuelto. Mis ojos llenos de lágrimas que por mas esfuerzo, ejercicios de respiración y contensión eran imposibles de detenerlas, me disculpé por eso y él dijo: "eso es necesario, continúa" y sentí que él estaba inmóvil con un rostro sereno pero serio, aquellos dos hombres que jugaban, se reían a carcajadas e intercambiaban chistes, se habían encontrado en otra dimensión muy desconocida para ambos.

Toda la atención de Gerardi estaba en mi, por primera vez en mi vida, alguien sintió que era importante mi vida, "mi caso". Después de verlo sereno pero inmóvil sentí como que su cuerpo se mecía suavemente como cuando ves un enorme edificio moverse lentamente ante la agresividad del sismo. Yo guardé silencio, limpié mi naríz y sequé los parpados de mis ojos y sentí una serenidad con dolor. Sereno por abrir la herida y dolor por el pus acumulado y la infección que la abrigaba y sobre todo por el dolor que implicaría la curación.

Gerardi movió la cabeza, de norte a sur y dijo pausadamente con voz entrecortada: " no sabia, yo no lo sabia." Posó sus manos sobre su rostro como solía hacer en nuestras reuniones cuando estas ya se habían hecho largas. Y tomó de nuevo la palabra, lo miraba como cuando un niño mira a su padre, con mis ojos bien abiertos ya sin lágrimas, y dijo: " empecemos por el principio. No sabemos dónde está? – no Mons. Prácticamente sigue desaparecida, no apareció ni viva ni muerta? - Así es. "bien, tenemos algo y mucho que hacer".

"Te entiendo, y ahora creo que vos vas a comprender porque queremos que muchos sepan lo que sucedió aquí, primero por rescatar la memoria de las víctimas, porque no fueron perros para que mueran sin nombre y sin dignidad; segundo para que eso no se repita más, porque si las partes en conflicto no aceptan que se equivocaron y piensan que lo que hicieron fue lo mejor de cada uno para defender su ideal o el de la nación, y no reconocen que hicieron mal, en cualquier momento estarán dispuestos a repetirlo porque según ellos, es sólo repetir el bien que antes hicieron. Una de las obras de caridad es sepultar a los difuntos y muchos muertos no pudieron ser sepultados y los desaparecidos qué?"

"Ahora bien" dijo con los ojos abiertos, llenos de ánimo y de esperanza y con su mano izquierda en alto y abierta su palma: "qué quieres?" (me recordó la pregunta de Jesús al ciego Bartimeo) y yo le dije: - primero, curarme y a la vez por lo menos saber algo de la verdad si no se puede toda. "bien, lo primero –me dijo – es ir al lugar, tenemos que recorrer sus caminos, hablar con la gente que quiera hablar contigo, rezar para que el Señor te prepare para afrontar lo que realmente pasó, y gritarle que te ayude cargar con ello". Ni siquiera tenía idea de lo mucho que me iba a hacer sufrir el remedio, algunas veces creí que sería peor que la enfermedad. "Hablá con los de la oficina ODHA yo por mi parte lo haré yo para que los medios y recursos disponibles estén a la disposición de lo que se necesite hacer y allí te orientarán".

No era un hombre de muchos abrazos pero ese día me dio uno, y de nuevo me dijo: "yo no lo sabía, no sabía nada". Me dejó allí y agarró su portafolio, lo metió bajo el brazo izquierdo y enfiló para la salida.

En ese primer encuentro Gerardi me ubicó, sentí un pavor terrible, solo al pensar tener que ir de nuevo a Zaculeu, Tecpán, donde pasé años de mi infancia. Y tener que abrir mi herida. Pero a la vez di gracias a Dios de encontrar a alguien que no solo me dijo: "ánimo" y "rezá por ella", y "que lo siento"; Sino alguien que se comprometió y se metió conmigo a tener pistas para que encontraran por lo menos mi liberación, sino el paradero de mi Madre, porque tampoco estaba a su alcance.

Llegó el día y la hora determinada, fue un amigo médico a quien quiero mucho, por temor a sentirme mal, fue una antropóloga de la ODHA, un amigo de la Comisión de la Verdad de la ONU, un abogado de la ODHA, y yo. Aquello fue terrible y tierno a la vez, vi el lugar, con follaje nuevo, resucitado porque había sido quemado por la guerra, vi a algunos que eran niños como yo allí y pregunté por otros, pero la mayoría habían corrido la misma suerte de mi Madre. Lo mas bello fue ver a mi mejor amigo de infancia y ambos lloramos sin palabras, las únicas validas para ambos fueron: " creí que estabas muerto. Que alegría encontrarte!". Pienso que esa alegría entre mi amigo y yo en otro contexto fue la alegría que sintió el padre del hijo pródigo a quien besó y abrazó porque lo sintió muerto y estaba vivo.

La primera receta de Gerardi ya estaba cumplida, venía la segunda. Si la primera fue dura esta fue peor, decían las personas del lugar: "es poco lo que podemos decir de aquello difícil que pasó" en un español muy pobre, pero suficientemente claro para transmitir la vida. Después de compartir a Gerardi el resultado del primer contacto, dijo que la búsqueda seguía siendo necesaria. La búsqueda era curativa, "encontrar la verdad y decirla es un valor fundamental del Evangelio. Aunque esta resulte dolorosa y difícil. Pero será el único camino para la justicia y la reconciliación". Dijo.

Como siempre y como en el principio, versiones diversas, distractores, etc. Pero aun había algo nuevo, en la segunda visita me afirmaron: "cuando regresamos de donde habíamos huido por la guerra, encontrábamos a los perros con pedazos de personas en su boca, manos, piernas, y cuando eran pedazos grandes los chuchos se los comían allí porque no los podían cargar, solo los arrastraban un poco. Eso era más en el cementerio, pero otros que estaban enterrados solo como 20 cm. Pedazos estaban con los chuchos y pedazos enterrados."

Hubo una rebeldía en mi interior y me pregunté: " ¿Gerardi estará seguro que esto es curativo? Solo Dios sabía que cada célula de lo mas profundo de mi ser se estremecía, pensar a mi Madre allí, en esas circunstancias no sólo era denigrante sino simple y sencillamente terriblemente lamentable, la ironía morir como pero y ser comida por los perros era demasiado duro, solo alguien que lo había vivido podrá entenderlo.

A Gerardi como al Dr. Les decía el resultado del cumplimiento de lo que recetaba, y decía: vamos bien, y como no sabemos nada de ella, decía yo, pero él me dijo: "mira gordo, sentáte, vamos bien porque te estás reconciliando con tu verdad estás identificando tu dolor con el dolor de miles de víctimas y familiares de víctimas de desaparecidos, tu mamá corrió la suerte de un pueblo, no tuvo privilegios y nadie tuvo consideraciones con ella, porque no se tuvieron con nadie, y esa es tu verdad y la verdad de muchos; pero verla, asumirla, sentirla tuya eso ya es ir bien, porque aunque no encontremos nada de ella, te podrás reconciliar con tu verdad y en la verdad del pueblo que es la verdad que Dios conoce, y esta verdad es la que te hace libre."

"Ya escribirás un libro sobre ella, sus valores, etc. Pero ahora tienes que romper con el miedo que a veces te hizo avergonzarte y no decir nada porque era una especie de condena por tener un familiar desaparecido, además, recuerda ‘cuando el miedo se pierde, se pierde de una vez para siempre’ curarse es romper el miedo", y pensé en Juan cuando afirma que el amor es la ausencia del miedo.

Y lógicamente siguió la búsqueda, en uno de los viajes caminamos y caminamos hasta que finalmente llegamos a un bosque enorme y se dijo: "en un espacio de este lugar, puede que esté." Y era justamente un lugar de donde veían salir a los perros con restos humanos. Me resistí a creer eso, hay algo en mi interior que dice que no es cierto o quizá sea mi deseo más profundo de no desear esa suerte para el más sagrado y bello ser humano, como una madre.

Y ciertamente todo eso se lo dí a Gerardi y juntos vimos otras hipótesis conectadas a la coyuntura socio política del área. Según decían habían muchas personas, esposas, hijos, etc. Que se habían quedado solas porque a los esposos y/o papás los habían desaparecido. La Directora compró frijol, maíz y lo repartió entre ellos, en aquella época eso era motivo de sospecha y mala interpretación claro, fue una buena razón para quitarla en medio.

Ella estuvo 17 años allí, lo hizo con mucha preparación, era maestra egresada de la Alameda, convencida de su vocación con orientación rural.

3 días antes de esto, el 13 de febrero de 1982, estuvimos cenando con ella, y le dije " Mami, debes salir de allí, está muy mal la situación" me respondió: "lo estoy valorando... pero sólo hay algo que aún me tiene allí, mis indígenas están solos, todos los abandonaron y si yo los abandono ¿quien estará con ellos?". Pues bien, - dijo Gerardi – basta eso para vos, que Dios siga sanando en vos tu dolor, y por otro lado no dejés envenenar tu alma con versiones que pretendan alejarla a ella de ser como muchos catequistas cristianos y cristianas de verlos como nuestros mártires de Guatemala.

Desde ese momento quise decirle a Gerardi que lo quería mucho, y decía: "el otro lunes se lo diré". El viernes, después de monitorear parte de la presentación del REMHI, quise decirlo. Era imposible, estaba muy ocupado y dije otra vez: "el lunes". Pero ya no me dejaron.

Lo único claro que tengo es que Gerardi me ayudó tremendamente a curarme, y aunque no encontré ni viva ni muerta a mi madre, ese hombre mártir y Obispo fue bálsamo suave para curar mis heridas, fue palanca que permitió encajar la pieza desencajada para que mi teclado pueda sonar la música que Dios quiere sonar a través de mi.

El estilo de escribir el artículo evocó la narración en 3ª persona y luego en primera persona, eso obedece primero a un estilo propio y segundo porque está cargado de cuestiones emotivas, tristeza y dramatismo. Cuando hay momentos muy duros se asumen en primera persona para enfocar el carácter personal. Y en el otro momento se quiere matizar la atención de no provocar solo una carga afectiva que cualquiera puede juzgar como quiera. Esa es la manera como lo viví yo, como lo asumí yo y como Gerardi fue testimonio vivo para poder reconciliarme con mi historia personal y social.

Finalmente, quiero expresar gratitud a Dios y a las personas que de una u otra forma han estado cerca de mi y del pueblo que como Gerardi sin mucha palabra pero con mucho compromiso nos han llevado a recuperar la memoria histórica personal y comunitaria. Gracias a Mario por su testimonio desde la cárcel, a un sin fin de hermanos y hermanas y recordar que la gratitud es la memoria del corazón.

Gracias por los desvelos, esfuerzos, madrugadas, riesgos y sobre todo a Gerardi: gracias por dar su vida por su fe.

Quiero finalizar confesando que ha sido duro recordar y revivir surco a surco este testimonio pero ha sido liberador porque igual que el pueblo de Guatemala aún no hemos perdido la fe, la alegría y la esperanza, y porque aún en este artículo Gerardi fue como un hisopo para curar mi herida. Amén.

JOSE HUMBERTO MARROQUIN PEREZ
SACERDOTE DE CRISTO POR MISERICORDIA DE DIOS,
Y UNCION DEL ESPIRITU SANTO
EN LA IGLESIA CATOLICA DE GUATEMALA

osojose@infovia.com.gt

 

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