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Chinchachoma,
el que decidió hacerse niño de la calle
Juan
Yzuel
Si ha habido un
hombre, recientemente, que optara con todo su vida por los niños más
marginados, ese ha sido Alejandro García Durán, más conocido entre los
chavos de las calles de México como Chinchachoma.
Murió el 8 de julio de 1999. Hemos preparado esta
selección de artículos y una serie de enlaces a otras páginas para que
este testigo nos anime a todos a ser generosos en "dar la vida"
por los niños y niñas más pobres. |
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Conocí
a Chinchachoma en Nueva York, en el año 1984, en uno de sus viajes a dar
la tabarra a la ONU para que atendiera mejor las necesidades de la
creciente multitud de niños de la calle, meninos da rua y toda la
dolida infancia que, con mil nombres, va poblando las grandes ciudades de
los países más empobrecidos. Más tarde tuve la ocasión de visitar con
él algunos hogares en México y, luego, escuchar el testimonio de mucha
gente que vivió y trabajó con él.
Es imposible intentar
plasmar en unas líneas el legado de Chincha, como todos lo
conocíamos. De escolapio de colegio y parroquia misionera saltó a ser
niño de la calle, a entrar voluntariamente en un orfanato para ser como
un chavo más, a recoger a los chicos y chicas de la calle, a desarrollar
su propio sistema de rehabilitación de las drogas a través de castigarse
cada vez que un niño se drogaba en vez de castigar al niño para que el
dolor lo "pariera" y se sintiera amado...
Para
que podamos entrar en su alma de místico nos deja varios libros escritos,
cuyos titulares son ya todo un resumen de su vida: Mis siete queridas
mujeres públicas, La porción olvidada de la niñez mexicana, El Cristo
de Chinchachoma... De este último reproducimos una página.
Pero su legado más hermoso son, sin duda, los miles de chicos y chicas
que lo llaman papá en el sentido más auténtico de la palabra.
Ellos, y a los centenares de educadores (o tíos y tías) de los
Hogares Providencia de México, son el testimonio vivo de que su vida, su
opción radical por los niños más pobres, ha dado mucho fruto.
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Mi Dios está escupido
y da asco de ver
(Sacado
de El Cristo del Chinchachoma, cap. I)
Una de las características de mi Cristo, de las
más relevantes, es que está escupido.
Hay
una anécdota de Murillo, que viendo a un maestro pintar un Cristo
maravilloso le dijo que cómo podría él pintar muy bien y le respondió
el pintor: Ama mucho lo que pintes. Pues Murillo amó mucho a María y la
pintó.
Sólo
he pintado un cuadro del Cristo. Es el Cristo Escupido. Tiene la cara
tapada (los ojos) y el rostro lleno de salivazos. Recuerdo que cuando lo
estaba pintando un niño se acercó al cuadro y quiso quitar la venda de
los ojos o pegaba la venda.
Como
no soy pintor, recurrí al gran remedio y pequé la venda en el cuadro.
No,
no es un Cristo bello. No, no es un Cristo hermoso, pero ¡qué Cristo!
Firme, potente, la cabeza recta, como quien es dueño de la situación, y
está vejado, escupido.
Este
es mi Cristo. EL CRISTO ESCUPIDO.
Si, ya sé, me dirás lector amigo, que por qué me fijé en este pasaje
de la Escritura. Que por qué doy y empiezo mi visión del Cristo Escupido
como la primera. Ya verás, ya verás, sigue atento.
Un
día, me acuerdo, me acerqué en el Consejo Tutelar de Menores a los niños
y les hice una encuesta. Mis encuestas son curiosas y vivenciales y, entre
las preguntas, una muy importante fue ésta "¿A cuántos de ustedes
les han escupido en la cara?" Levantaron la mano unos 15 ó 20, un
porcentaje de aproximadamente un 10 a un 15%.
Estaban
escupidos. Les dije: "A Jesús lo escupieron, y saben por qué?"
No sabían responder, uno dijo: "Porque nos han escupido a
nosotros". "Sí, así es, porque les han escupido a ustedes,
porque los ama".
He
visitado muchos y variados penales y cárceles desde el tiempo de mi
seminario y, desde que conocí a mi Cristo Escupido, siempre pregunto:
"¿A cuántos los han escupido?", y siempre me encuentro algunos
parejos a mi Cristo que también los han escupido, normalmente los pobres.
Me
gusta decirles, "te amo a Ti porque te escupieron y te pareces a mi
Dios, a mi Jesús Escupido". ES BELLO.
Una
vez en un sermón a gente muy, muy religiosa, les estaba anunciando mi
Cristo y les dije:
"Mi
Dios da asco, es como una mierda, de la que todo el mundo huye, se parece
más a un gusano que a un hombre" (Esto lo dice la Escritura)
"Mi Dios, mi Cristo está escupido, es un rey de burla y de pitorreo.
No sé si ustedes conocen a Jesús, pero quiero que sepan que está
escupido y da asco de ver. Mucha gente se va de su lado porque lo quieren
ver en un trono, pero no lo quieren ver escupido y les pasa como al bueno
de Pedro, que lo niegan.
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EL PADRE CHINCHACHOMA
NOS ENTREGÓ SU ESPÍRITU
Ismael
Gómez Gordillo M., M.Sp.S.
Murió,
de repente, en julio pasado, el Padre Chinchachoma —Alejandro García—
religioso escolapio (Orden de las Escuelas Pías). Se dedicaba a los «niños de
la calle» para ayudarlos a su propia recuperación. No quiero escribir aquí de
cómo organizó esta red nacional de los hogares Providencia, sino del
significado de su persona y labor.
Que
dejó una huella significativa para nuestra sociedad y para cualquier sociedad
lo evidencian las miles de personas a quienes dolió su muerte y a los cientos
de cientos que acompañaron sus restos a san Jeronimito, templo que fue su
centro espiritual, de donde salía su energía y a donde llegaban sus «hijos»
redimidos.
Español
de origen, mexicano por opción, universal de corazón, nos deja veredas de
redención en medio de esta selva densa de explotadores y explotados que es
nuestro mundo mercantilmente globalizado.
Con
su vida y su audacia —a ratos molesta e impertinente— nos señala, ante
todo, la dignidad de sus muchachos y su preferencia por ellos, que nos restriega
en los ojos la de Cristo mismo por los marginados de su tiempo.
Ha
sido PROFETA que nos ha anunciado la Buena Nueva, la Bien Aventuranza, la Buena
Aventura de que Dios ama a los pobres al grado de merecer su vida y su muerte de
religioso (consagrado a Dios para los hombres). Pero también es una denuncia a
nuestra vida cristiana acomodaticia, interpretada para una paz cuyo sinónimo es
pasividad, inquietada como por mosquitos en cada semáforo con respuestas
asistenciales, parecidas más a gestos de quitarse de encima algo molesto, que
de interés por superar una lacra social. Este profeta, en fin, supo renunciar a
una vida tranquila, equilibrada y rutinaria que le ofrecía su carisma genérico
de escolapio (Escuelas), para buscar ampliar dicho carisma al aprendizaje más
fundamental: el de recuperar la imagen y semejanza de Dios en su rostro y corazón.
Ha
sido muy SACERDOTAL en dos sentidos: por convertir en "ofrenda agradable a
Dios Padre todopoderoso" la vida de estos muchachos considerados lacra
social, y también muy «sacerdote» por hacer centro de su ministerio a la
Eucaristía y los otros Sacramentos cultuales, no para ejercer poder a través
de ellos, sino para sanar y fortalecer los corazones rotos y desilusionados con
el consuelo de Dios mismo (Segunda Carta a Corintios, capítulo primero).
Pero
sobre todo el Padre Chinchachoma fue PASTOR al estilo de Jesús, conviviendo con
sus ovejas descarriadas, comiendo con pecadores (como Cristo con Mateo y los
publicanos), vistiendo al harapiento, visitando al encarcelado mientras buscaba
su liberación, dando de comer austeramente al hambriento advenedizo, hospedando
con pobreza y tibio corazón al callejero, guiando de las cañadas oscuras a los
valles dorados de vida y trabajo digno a la grey que su Señor le confió. Tuvo
que desplegar la prudencia de la paloma y la astucia de la serpiente en nuestro
ambiente de lobos.
No se
trata de canonizarlo someramente, sino de imitarlo humildemente. A él le
importaría poco (o nada) nuestra alabanza; preferiría nuestro convencimiento
de que más vale encender una chispa que maldecir la oscuridad.
Si es
válida la máxima evangélica de Cristo Jesús: "lo que hicieren al más
pequeño de éstos a mí me lo han hecho", entonces en el cielo el
Resucitado lo ha de estar abrazando agradecido y ofreciéndole abundancia de
gracias para repartir a quienes opten por promover a los pobres, convivir con
los pobres o vivir para los pobres.
Ya
pasó el tiempo de hacer de este tema objeto de escritorio e incluso de
inquisiciones doctrinales: lo que interesa es que "los ciegos vean, los
cojos anden, lo sordos escuchen y los muertos resuciten", palabras más,
palabras menos que el Jesús de nuestro tiempo responde a las dudas de los Juan
Bautista de nuestra Iglesia, a través de la obra del padre Chinchachoma y de
muchos otros que, ¡oh paradoja!, son perseguidos por los buenos.
No
faltará quien se esfuerce por hacernos notar las barbas desaliñadas de
Chinchachoma, sus palabras soeces, su falta de «compostura» como religioso, la
libertad en el uso del dinero, el espíritu de confrontación con autoridades
civiles (policías, juzgados, etc.) y todo lo que el entorno de «niños de la
calle» arrolla consigo. Yo sin embargo lo catalogo entre "los limpios de
corazón" —máxima de las Bienaventuranzas de Jesús— porque vio a Dios
en el fondo del alma de esos chamacos y se comprometió a transformar su rostro
deformado, desilusionado, resentido y de delincuente —quizá—, en rostro
digno, de hijos de Dios.
El
Padre Alejandro García, «Chinchachoma», por sobrenombre cariñoso, agota su
especie; es muy laudable, pero poco imitable, pues resultaríamos su caricatura.
No obstante nos deja un sendero abierto que puede convertirse en carretera de
solidaridad salvífica cuyos hitos serían:
-
esos niños valen
la pena una vida entera consagrada a su promoción;
-
más vale actuar
poco y bien, que despotricar contra sistemas sociales, cruzados de brazos;
-
su promoción
consiste en hacerlos valer por sí mismos organizadamente, y no sólo en
subsidios aislados —siempre bienvenidos;
-
el rostro de
Cristo resplandece más en estos niños sucios e ignorantes transformados en
hombres esforzados y de mejora social, que en esos niños bonitos con
carreras, que se van echando a perder por la adicción al consumismo de
cosas, placeres y prepotencias;
-
el proceso tiende
a multiplicarse por mano de los mismos niños, ahora jóvenes o señores
hechos y derechos, por vía de contagio, sin necesidad de aparatosas
estructuras y fideicomisos.
Por esto y por mucho más propongo al Padre Chinchachoma aquí como «signo de
los tiempos», que nos abre horizontes de vida —contra la muerte, el
derrotismo y el apocamiento de espíritu— hacia el siglo XXI y se transforma
en camino de verdad, como su Maestro Jesús. Como el Crucificado, el Padre
Chinchachoma no «murió», sino que más bien "nos entregó su espíritu".
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