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Galería de testigos - Nº 3 - Diciembre 2000

  "En esto conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

             
Juan 13, 35

A partir de este número iremos glosando el tema de portada en un "testigo". Envíanos sugerencias.

 

Chinchachoma,
el que decidió hacerse niño de la calle

Juan Yzuel

   Si ha habido un hombre, recientemente, que optara con todo su vida por los niños más marginados, ese ha sido Alejandro García Durán, más conocido entre los chavos de las calles de México como Chinchachoma.
  
Murió el 8 de julio de 1999. Hemos preparado esta selección de artículos y una serie de enlaces a otras páginas para que este testigo nos anime a todos a ser generosos en "dar la vida" por los niños y niñas más pobres.

Conocí a Chinchachoma en Nueva York, en el año 1984, en uno de sus viajes a dar la tabarra a la ONU para que atendiera mejor las necesidades de la creciente multitud de niños de la calle, meninos da rua y toda la dolida infancia que, con mil nombres, va poblando las grandes ciudades de los países más empobrecidos. Más tarde tuve la ocasión de visitar con él algunos hogares en México y, luego, escuchar el testimonio de mucha gente que vivió y trabajó con él.

      Es imposible intentar plasmar en unas líneas el legado de Chincha, como todos lo conocíamos. De escolapio de colegio y parroquia misionera saltó a ser niño de la calle, a entrar voluntariamente en un orfanato para ser como un chavo más, a recoger a los chicos y chicas de la calle, a desarrollar su propio sistema de rehabilitación de las drogas a través de castigarse cada vez que un niño se drogaba en vez de castigar al niño para que el dolor lo "pariera" y se sintiera amado...

 

      

     Para que podamos entrar en su alma de místico nos deja varios libros escritos, cuyos titulares son ya todo un resumen de su vida: Mis siete queridas mujeres públicas, La porción olvidada de la niñez mexicana, El Cristo de Chinchachoma... De este último reproducimos una página.

       Pero su legado más hermoso son, sin duda, los miles de chicos y chicas que lo llaman papá en el sentido más auténtico de la palabra. Ellos, y a los centenares de educadores (o tíos y tías) de los Hogares Providencia de México, son el testimonio vivo de que su vida, su opción radical por los niños más pobres, ha dado mucho fruto.

       


Mi Dios está escupido
y da asco de ver

  (Sacado de El Cristo del Chinchachoma, cap. I)   

  Una de las características de mi Cristo, de las más relevantes, es que está escupido.
       Hay una anécdota de Murillo, que viendo a un maestro pintar un Cristo maravilloso le dijo que cómo podría él pintar muy bien y le respondió el pintor: Ama mucho lo que pintes. Pues Murillo amó mucho a María y la pintó.
       Sólo he pintado un cuadro del Cristo. Es el Cristo Escupido. Tiene la cara tapada (los ojos) y el rostro lleno de salivazos. Recuerdo que cuando lo estaba pintando un niño se acercó al cuadro y quiso quitar la venda de los ojos o pegaba la venda.
       Como no soy pintor, recurrí al gran remedio y pequé la venda en el cuadro.
       No, no es un Cristo bello. No, no es un Cristo hermoso, pero ¡qué Cristo! Firme, potente, la cabeza recta, como quien es dueño de la situación, y está vejado, escupido.
       Este es mi Cristo. EL CRISTO ESCUPIDO.

       Si, ya sé, me dirás lector amigo, que por qué me fijé en este pasaje de la Escritura. Que por qué doy y empiezo mi visión del Cristo Escupido como la primera. Ya verás, ya verás, sigue atento.
       Un día, me acuerdo, me acerqué en el Consejo Tutelar de Menores a los niños y les hice una encuesta. Mis encuestas son curiosas y vivenciales y, entre las preguntas, una muy importante fue ésta "¿A cuántos de ustedes les han escupido en la cara?" Levantaron la mano unos 15 ó 20, un porcentaje de aproximadamente un 10 a un 15%.
       Estaban escupidos. Les dije: "A Jesús lo escupieron, y saben por qué?" No sabían responder, uno dijo: "Porque nos han escupido a nosotros". "Sí, así es, porque les han escupido a ustedes, porque los ama".
       He visitado muchos y variados penales y cárceles desde el tiempo de mi seminario y, desde que conocí a mi Cristo Escupido, siempre pregunto: "¿A cuántos los han escupido?", y siempre me encuentro algunos parejos a mi Cristo que también los han escupido, normalmente los pobres.
       Me gusta decirles, "te amo a Ti porque te escupieron y te pareces a mi Dios, a mi Jesús Escupido". ES BELLO.
       Una vez en un sermón a gente muy, muy religiosa, les estaba anunciando mi Cristo y les dije:
       "Mi Dios da asco, es como una mierda, de la que todo el mundo huye, se parece más a un gusano que a un hombre" (Esto lo dice la Escritura) "Mi Dios, mi Cristo está escupido, es un rey de burla y de pitorreo. No sé si ustedes conocen a Jesús, pero quiero que sepan que está escupido y da asco de ver. Mucha gente se va de su lado porque lo quieren ver en un trono, pero no lo quieren ver escupido y les pasa como al bueno de Pedro, que lo niegan.

 

EL PADRE CHINCHACHOMA
NOS ENTREGÓ SU ESPÍRITU

Ismael Gómez Gordillo M., M.Sp.S.


    
Murió, de repente, en julio pasado, el Padre Chinchachoma —Alejandro García— religioso escolapio (Orden de las Escuelas Pías). Se dedicaba a los «niños de la calle» para ayudarlos a su propia recuperación. No quiero escribir aquí de cómo organizó esta red nacional de los hogares Providencia, sino del significado de su persona y labor.

Que dejó una huella significativa para nuestra sociedad y para cualquier sociedad lo evidencian las miles de personas a quienes dolió su muerte y a los cientos de cientos que acompañaron sus restos a san Jeronimito, templo que fue su centro espiritual, de donde salía su energía y a donde llegaban sus «hijos» redimidos.

Español de origen, mexicano por opción, universal de corazón, nos deja veredas de redención en medio de esta selva densa de explotadores y explotados que es nuestro mundo mercantilmente globalizado.

Con su vida y su audacia —a ratos molesta e impertinente— nos señala, ante todo, la dignidad de sus muchachos y su preferencia por ellos, que nos restriega en los ojos la de Cristo mismo por los marginados de su tiempo.

Ha sido PROFETA que nos ha anunciado la Buena Nueva, la Bien Aventuranza, la Buena Aventura de que Dios ama a los pobres al grado de merecer su vida y su muerte de religioso (consagrado a Dios para los hombres). Pero también es una denuncia a nuestra vida cristiana acomodaticia, interpretada para una paz cuyo sinónimo es pasividad, inquietada como por mosquitos en cada semáforo con respuestas asistenciales, parecidas más a gestos de quitarse de encima algo molesto, que de interés por superar una lacra social. Este profeta, en fin, supo renunciar a una vida tranquila, equilibrada y rutinaria que le ofrecía su carisma genérico de escolapio (Escuelas), para buscar ampliar dicho carisma al aprendizaje más fundamental: el de recuperar la imagen y semejanza de Dios en su rostro y corazón.

Ha sido muy SACERDOTAL en dos sentidos: por convertir en "ofrenda agradable a Dios Padre todopoderoso" la vida de estos muchachos considerados lacra social, y también muy «sacerdote» por hacer centro de su ministerio a la Eucaristía y los otros Sacramentos cultuales, no para ejercer poder a través de ellos, sino para sanar y fortalecer los corazones rotos y desilusionados con el consuelo de Dios mismo (Segunda Carta a Corintios, capítulo primero).

Pero sobre todo el Padre Chinchachoma fue PASTOR al estilo de Jesús, conviviendo con sus ovejas descarriadas, comiendo con pecadores (como Cristo con Mateo y los publicanos), vistiendo al harapiento, visitando al encarcelado mientras buscaba su liberación, dando de comer austeramente al hambriento advenedizo, hospedando con pobreza y tibio corazón al callejero, guiando de las cañadas oscuras a los valles dorados de vida y trabajo digno a la grey que su Señor le confió. Tuvo que desplegar la prudencia de la paloma y la astucia de la serpiente en nuestro ambiente de lobos.

No se trata de canonizarlo someramente, sino de imitarlo humildemente. A él le importaría poco (o nada) nuestra alabanza; preferiría nuestro convencimiento de que más vale encender una chispa que maldecir la oscuridad.

Si es válida la máxima evangélica de Cristo Jesús: "lo que hicieren al más pequeño de éstos a mí me lo han hecho", entonces en el cielo el Resucitado lo ha de estar abrazando agradecido y ofreciéndole abundancia de gracias para repartir a quienes opten por promover a los pobres, convivir con los pobres o vivir para los pobres.

Ya pasó el tiempo de hacer de este tema objeto de escritorio e incluso de inquisiciones doctrinales: lo que interesa es que "los ciegos vean, los cojos anden, lo sordos escuchen y los muertos resuciten", palabras más, palabras menos que el Jesús de nuestro tiempo responde a las dudas de los Juan Bautista de nuestra Iglesia, a través de la obra del padre Chinchachoma y de muchos otros que, ¡oh paradoja!, son perseguidos por los buenos.

No faltará quien se esfuerce por hacernos notar las barbas desaliñadas de Chinchachoma, sus palabras soeces, su falta de «compostura» como religioso, la libertad en el uso del dinero, el espíritu de confrontación con autoridades civiles (policías, juzgados, etc.) y todo lo que el entorno de «niños de la calle» arrolla consigo. Yo sin embargo lo catalogo entre "los limpios de corazón" —máxima de las Bienaventuranzas de Jesús— porque vio a Dios en el fondo del alma de esos chamacos y se comprometió a transformar su rostro deformado, desilusionado, resentido y de delincuente —quizá—, en rostro digno, de hijos de Dios.

El Padre Alejandro García, «Chinchachoma», por sobrenombre cariñoso, agota su especie; es muy laudable, pero poco imitable, pues resultaríamos su caricatura. No obstante nos deja un sendero abierto que puede convertirse en carretera de solidaridad salvífica cuyos hitos serían:

  • esos niños valen la pena una vida entera consagrada a su promoción; 

  • más vale actuar poco y bien, que despotricar contra sistemas sociales, cruzados de brazos;

  • su promoción consiste en hacerlos valer por sí mismos organizadamente, y no sólo en subsidios aislados —siempre bienvenidos;  

  • el rostro de Cristo resplandece más en estos niños sucios e ignorantes transformados en hombres esforzados y de mejora social, que en esos niños bonitos con carreras, que se van echando a perder por la adicción al consumismo de cosas, placeres y prepotencias;

  • el proceso tiende a multiplicarse por mano de los mismos niños, ahora jóvenes o señores hechos y derechos, por vía de contagio, sin necesidad de aparatosas estructuras y fideicomisos.


Por esto y por mucho más propongo al Padre Chinchachoma aquí como «signo de los tiempos», que nos abre horizontes de vida —contra la muerte, el derrotismo y el apocamiento de espíritu— hacia el siglo XXI y se transforma en camino de verdad, como su Maestro Jesús. Como el Crucificado, el Padre Chinchachoma no «murió», sino que más bien "nos entregó su espíritu".


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