+ ISSN 1576-9925
+
Edita: Ciberiglesia
+ Equipo humano
+ Cómo publicar
+ Escríbenos
+ Suscríbete
+ Apóyanos



Poesía - Nº 7 - Diciembre 2004

  "En esto
   conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

          
Juan 13, 35

 

El Dios
en quien yo creo

 

Judith Bautista Fajardo
Poeta y animadora Bíblica Colombiana

senda_interior @hotmail. com  

EL DIOS EN QUIEN YO CREO

 

 

Mirad que como el barro en las manos del alfarero,

así sois vosotros en mi mano

Jeremías 18, 6b

 

 

El Dios en quien yo creo

es quien me da motivos para dar cada paso.

El Dios que me susurra, que aún no he terminado

que me falta un poema, una canción acaso,

que me falta quizás una sonrisa firme,

una mano dispuesta y una palabra amable.

 

Que me falta aún perdonar una ofensa

recorrer otra milla y compartir mi manta.

Que aún me falta crear, inventar otros mundos,

mas sencillos talvez, más nobles y sinceros.

 

El Dios en quien yo creo me crea y nos recrea

y también nos inventa de nuevo cada día

y siente y se estremece con el dolor del pueblo

y canta y gime y grita en mil voces hermanas,

acaso desterradas al borde del camino.

 

Hoy también surgen gritos de angustia y de reclamo

y el viento de la tarde me trae sus gemidos

y de nuevo mi Dios, acongojado,

ha encendido en mil pechos una braza que arde.

                                                                                    

El Dios en quien yo creo, cual paciente alfarero,

de la aurora a la tarde se entrega a su criatura,

y celebra sus fiestas y llora sus dolores

con el corazón puesto en la obra de sus manos.

 

El Dios en quien yo creo,  es fuego que reclama,

espada que penetra más profunda y punzante,

que  aunque dulce en los labios, amarga las entrañas

invitando a entregarse a tiempo y a destiempo.

 

El Dios en quien yo creo, como madre amorosa,

acuna a sus pequeños con dolores de parto.

Y con ellos se pone cada día en camino,

tras la vida abundante que proclama su Reino.

 

 

ME HAS SEDUCIDO SEÑOR

 

 

Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir,

Me has agarrado y me has podido.

Jeremías 20, 7

 

 

Me has seducido Señor,

y me dejé seducir.

 

En cada gesto de amor

que susurraste en mi oído,

en cada Palabra tuya

que me quemaba por dentro,

en cada rostro de hermano

que cruzaste en mi camino.

 

Me enamoraste Señor,  sobre la mesa,

servido, repartido para todos.

 

Me enamoraste Señor, en tu pesebre,

niño, heno y paja, entre animales

pequeño y pobre entre los pobres.

Tu madre enternecida y suave,

el coro de tus primeros visitantes.

 

Me sedujiste, hermano carpintero,

en tu silencio y en tu trabajo diario.

Y bajo el sol tu martillo y tu sonrisa.

 

Me sedujiste, Señor, en tus caminos,

tu andar sin alforja y sin sandalia;

tus amigos, las viudas y el leproso,

tu mano abierta, tu cálida mirada.

Tus gestos, tus palabras,

que anunciaron el Reino,

tu libertad profunda,

tu amor hasta el extremo.

 

Me sedujiste, Señor, crucificado,

tu cuerpo herido,

tus manos, tu costado,

que viven hoy

de tanto haber amado.

 

 

 

 


Volver al sumario del Nº 7          Volver a Principal de Discípulos


Principal | Eclesalia | Discípulos | Jesús | Oración | Acción | Orientación | Educación Música | Enlaces | Solidaridad | Recursos | Portadas | Escríbenos