La
palabra salvación trae resonancias de contenido espiritualista y ultramundano.
Y, por otra parte, la salvación no vendría de dentro sino de fuera. El
salvador o redentor sería necesario para sacar al hombre de su ruina o de la
prisión de su pecado. Un salvación en la que el ser humano no cuenta apenas
nada y sin más alternativa que la de dejarse salvar. En el fondo, una salvación
que detrae toda esperanza interna y sumerge en impotencia y radical desestima de
sí mismo. Los conceptos más
tradicionales pueden ser enriquecidos con nuevos significados. Es el caso de
“salvación”. ¿Qué entiende hoy la gente por salvación? ¿Qué entienden
los cristianos? ¿Quién salva? ¿A quién? ¿De qué? Si atendemos al origen de la palabra salvar, parece que significa lo mismo que sanar, restaurar, conservar. Salud y salvación serían poco menos que sinónimos. Ahora, lo contrario de salud es enfermedad y la enfermedad significa debilidad, flaqueza o perturbación de una u otra función necesarias para el normal funcionamiento del ser humano. Pero, el ser humano es una totalidad y la salud o enfermedad no puede entenderse reductivamente, es decir, sólo desde el cuerpo o desde el alma, pues siempre ambos están sanos o enfermos, más-menos sanos o enfermos. Esta totalidad abarca todo lo que es la persona como sujeto individual, histórico, social, cultural y político. De modo que cuando una persona enferma, su enfermedad repercute en la sociedad o, viceversa. La relación es mutua e interactiva. Salvar, pues, sería en esta perspectiva curar, restaurar, conservar el bienestar y armonía del ser humano en su totalidad. Una sociedad enferma es una sociedad desajustada, alterada en alguna de sus funciones, como por ejemplo, cuando se empeña en organizar la convivencia desde la desigualdad, la injusticia, la avaricia, la despiadada competencia, la ley del más fuerte, la represión. En ella se han introducido virus operativos antinaturales. Y eso, lo queramos que no, influye negativamente en los ciudadanos. Un individuo enfermo es un sujeto desajustado, no concertado en sus naturales exigencias, incoherente entre lo que piensa y hace, frustrado, en desarmonía consigo mismo. Y esto, se quiera o no, incide negativamente en la “salud” de la sociedad. Pues bien, volver ese estado de alteración individual o social a su normal funcionamiento es salvar el orden perdido, restaurarlo y conservarlo. Vistas así las cosas, ¿quién es el salvador? Pienso que el hombre y nada más que el hombre. La salud-salvación tiene una meta: arranca desde un inicio débil y camina hacia una plenitud. Pero a esa meta se llega recorriendo el camino humano, empeñándose en todo lo humano, apostando por lo que uno es, en fidelidad al propio ser. La propia naturaleza humana es artífice y maestra de ese camino, pues a ella Dios la ha dotado de inteligencia y amor, de libertad y responsabilidad para seguir el camino correcto, contando también con los senderos que, engañosamente, la humanidad ha ido abriendo en esa marcha. Los cristianos seguimos también ese único camino, pero contamos con que, en un momento de la historia, se ha puesto a caminar con nosotros (“se hizo uno de los nuestros”) un aldeano de Nazaret, que se llama Jesús. El recorrió el mismo camino, pero aportó novedades sustanciales, que se extendieron al universo y duran entre nosotros. El no anula la experiencia ni la sabiduría de ese caminar propiamente humano, sino que, asumiéndolas, las enriquece con nueva luz, energía y esperanza. El señala la meta de un camino que lleva al logro de una salud y salvación humanas, que los cristianos consideramos plenas. Al comienzo de este tercer milenio la salud-salvación en perspectiva cristiana cobra rostro y traducción moderna en el pensamiento y pautas del concilio Vaticano II. Me limito a señalar el camino que, con mojones claros, traza el concilio para asegurar la salud-salvación individual y social. 1.
Las pautas del Papa Juan XXII, el Papa bueno Jesucristo es el reparador de la salvación humana - La Iglesia debe manifestarse en esta época como administradora de salvación - Lo que se exige hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio – La Iglesia católica siempre viva y siempre joven percibe el ritmo del tiempo, en cada siglo se adorna con nuevo esplendor, irradia nuevas luces, logra nuevas conquistas, aún permaneciendo fiel a sí misma - La Iglesia debe capacitarse cada vez más para solucionar los problemas del mundo contemporáneo – La Iglesia se propone aclarar los principios doctrinales y ofrece la posibilidad a todos los hombres de buena voluntad de fomentar pensamientos y propósitos de paz - Ilumina a los hombres con la luz de Cristo y hace que se conozcan mejor a sí mismos , llevándoles a comprender su propio ser, su propia gran dignidad y el fin que deben buscar - Ella aparece como intérprete y baluarte del orden moral y como defensora de los deberes y derechos de todos los seres humanos y de todas las comunidades políticas.(Convocatoria del Concilio, 25 de Diciembre de 1961, Números 1 al 10). 2.
Mensaje del concilio a todos los hombres Buscamos renovarnos a nosotros mismos para manifestarnos más conformes al Evangelio de Cristo y trataremos de manifestar a los hombres de estos tiempos la verdad pura y sincera de Dios , amándolos como a hermanos, en actitud de servicio, pues la Iglesia no fue instituida para dominar sino para servir, y pondremos nuestra alma y nuestro trabajo al servicio de todo lo que se refiere a la dignidad del hombre y ante todo de los más pobres y débiles, de modo que aparezca a todo el mundo la faz amable de Jesucristo -. Dos problemas principales del concilio serán denunciar todas las injusticias e indignas desigualdades y asegurar le bien inmenso de la paz, pues todos los hombres, de cualquier raza y nación, somos hermanos - Pedimos a todos los hombres de buena voluntad que colaboren con nosotros para instaurar en el mundo una sociedad humana más recta y fraterna ( Números 2,7-10, 12). 3.
La salvación en algunos documentos conciliares LUMEN GENTIUM (Luz
de las Naciones) Cristo es la luz de los pueblos, que resplandece sobre la faz de la Iglesia, por lo que el concilio se propone presentar con mayor precisión su naturaleza y misión universal -Cristo inaugura el reino de Dios en la tierra , presente y activo en el mundo, y a entrar en él son llamados todos los hombres-La Iglesia debe anunciar este reino, es en la tierra como germen y principio del mismo - La Iglesia , como Cristo, es destinada a recorrer su camino en pobreza y persecución y avanza continuamente por la senda de la penitencia y renovación -. Llevando a cabo el mandato de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia consigue que todo lo bueno que se encuentra sembrado en el corazón y en la mente de los hombres y en los ritos y culturas de los pueblos , no sólo no desaparezca, sino que se purifique, se eleve y perfeccione -La Iglesia continúa la obra restauradora de Cristo, nos instruye acerca del sentido de nuestra vida temporal y en ella labramos nuestra salvación -. Y debe enseñar a los fieles que el verdadero culto no consiste tanto en la multiplicidad de actos exteriores cuanto en la intensidad de un amor activo (Números 1, 3,5,8,17,41). GAUDIUM ET SPES
(Gozo y Esperanza) Cristo, el hombre perfecto, esclarece el misterio del hombre. En El la naturaleza humana asumida (con la Encarnación se une con todo hombre) no queda absorbida sino elevada a una dignidad sin igual. Se hizo uno de los nuestros, dando con su camino sentido a la vida y a la muerte. Como Cristo llegaremos a la resurrección. Esta es la vocación suprema del hombre que Dios, en la forma por El sólo conocida, ofrece a todo hombre- El concilio no puede dar mayor prueba de solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar con ella acerca de todos sus problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a su disposición su poder salvador y colaborar para lograr la fraternidad universal. La Iglesia, sin impulso alguno de ambición terrena, sólo desea dar testimonio de la verdad y servir - Dios ha querido que todos los hombres constituyan una familia y se traten como hermanos, de modo que el amor es el primero y mayor mandamiento. El hombre no puede entregar la plenitud de sí mismo sino es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.–Quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia, social política e incluso religiosa, deben ser objeto de nuestro amor y respeto. Cuanta más humana y caritativa sea nuestra comprensión íntima de su manera de ser, mayor será la facilidad para establecer con ellos el diálogo- Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino -La espera de una nueva tierra no debe amortiguar la preocupación de perfeccionar esta tierra. El progreso temporal interesa en gran medida al reino de Dios, pues los bienes de la dignidad humana , la unión fraterna y la libertad, como todos los otros frutos excelentes de la naturaleza humana y de nuestro esfuerzo volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal.- La Iglesia pretende ayudar a todos para que, con una más clara percepción de su entera vocación, tiendan a una fraternidad universal profundamente arraigada. La exposición del concilio deberá ser continuada y ampliada en el futuro - Para ser señal de fraternidad y consolidar el diálogo, la Iglesia debe promover dentro de sí misma la mutua estima, el respeto y la concordia reconociendo todas las legítimas diversidades. Los lazos de unión son mucho más fuertes que los motivos de división. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo ( Números 1, 3, 24, 27, 28, 29 32, 38, 43,91).
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