«Si
cuando miramos una persona no vemos en ella belleza, no la podremos
ayudar. (...) Cada uno de nosotros está hecho a imagen de Dios, y cada
uno de nosotros es como un icono deteriorado. Pero si nos dan un icono
deteriorado por el tiempo; deteriorado por las circunstancias o profanado
por el odio humano, lo trataremos con reverencia, con ternura, con
humanidad.» A. Bloom, monje ortodoxo.
Los
últimos acontecimientos se han grabado en muchas de nuestras retinas, en
muchos de nuestros corazones, nos han desvelado antiguas imágenes. Imágenes
de mujeres, ancianos, niños, jóvenes, hombres... que desolados, tal vez
sin entender nada, sin saber demasiado, imploraban ser vistos como seres
amados, como personas con identidad propia. Si me permitís el
atrevimiento, diría que son los nuevos iconos, las nuevas imágenes de
los hijos de Dios. Como decía Basilio el Grande, «Lo que el Verbo nos
participa a través del oído, la pintura nos lo revela en silencio a través
de la imagen».
El
Verbo, la Palabra que apela a nuestro oído, a nuestro buen saber
escuchar. Discursos preparados, demagogias improvisadas, palabras vanas,
el ruido de los misiles y de los disparos, los gritos de las gentes ante
el horror y la barbarie de las bombas racimo, ante el dolor de la
tortura... La Imagen, las imágenes, fotografías a color o en blanco y
negro que no esconden lo que sienten sus protagonistas (como las fotografías
que ofrece la cadena http://www.aljazira.it),
que revelan lo que están viviendo, sintiendo, fotografías respetuosas y
bellas que no esconden la verdad, nuevos iconos vivos; seres que sufren en
éste como en todos los enfrentamientos bélicos, que sufren en silencio
porque el grito de la incomprensión y el dolor ya no son grito, y la
palabra ya no puede mediar. Carteles de denuncia, diseñadores gráficos
que idean imágenes antibélicas entre la palabra y el dibujo (las páginas
estadounidenses http://www.waketheworld.org,
http://www.anotherposterforpeace.com,
entre muchas otras que han alzado su voz), todos,
nuevas formas de expresión.
La
imagen más triste. Una mujer ataviada con una túnica, bajando de un camión
con su hijo en brazos, y que se convertirá en la primera refugiada de una
nueva guerra, de cualquiera de las muchas guerras. La mirada perdida en el
infinito, triste, asustada, implorante e interrogante. En sus brazos un niño,
protegiéndolo, transmitiéndole un halo de ternura.
Un
icono. La Virgen de Vladimir (http://www.artehistoria.com/frames.htm
?http://www.artehistoria.com/historia/obras/9263.htm
), pintura anónima, del siglo XII, imagen
popular, conocida como del tipo «elousa», es decir la Virgen de la
Ternura. Sus ojos melancólicos, llenos de añoranza, expresando la
tristeza del mundo. Una de las primeras representaciones de María como
una madre humana. La imagen de la compasión. En http://www.archimadrid.es/vocaciones/secciones/cateque/
vladimir/virgen.htm
nos facilitan un texto de H. J.M. Nouwen,
extraído de uno de sus más hermosos libros que nos aproximan a la oración
a través de los Iconos.
Las
imágenes. Un hombre corriendo desazonadamente de un lado para otro, con
las manos ensangrentadas. Su casa derruida, ¿su familia? Entre los
escombros. Grita, tal vez insulta, tal vez sus palabras, sus gestos,
hieren a quienes menos culpa tienen, o tal vez todos tenemos nuestro grado
de responsabilidad en todo conflicto, en toda muerte violenta. Desolación,
crispación, silencio.
Otra
escena, la congoja de un joven que relata ante miles de jóvenes, ante el
Santo Padre en el encuentro con los jóvenes del fin de semana pasado en
Madrid, cómo perdió a su hermano en un atentado terrorista.
Un
icono. El Cristo Salvador de Zvenigrod, de Rublev (http://www.orthodoxworld.ru/spanish/icona/3/).
Ver a Cristo es ver a Dios y a toda la humanidad. Un Icono que presenta
una imagen muy estropeada. Nouwen, de nuevo, nos dice «... la cara de
Cristo aparece en medio de un gran caos. Una cara triste y al mismo tiempo
preciosa nos mira a través de las ruinas de nuestro mundo». Un icono
maltrecho: la humanidad.
Ante
todo misterio: silencio, contemplación, serenidad, plegaria. Ante los
oficialmente llamados «daños colaterales», realmente convertidos en
heridos y muertos, en huérfanos, en llantos de desesperación... clamor y
de nuevo silencio, para no herir más. Los miles de víctimas se han
convertido en los nuevos iconos.
El
Icono no sólo es una representación de lo sagrado sino el mismo «sacrum».
Las personas, todos los seres humanos, de cualquier credo, etnia, cultura,
ideología... son dignas de ser amadas por todos, tienen derecho a la
vida, a ser respetadas.
Pintar
un Icono, escribirlo (como nos narran en http://www.terra.es/personal/joprisan/entornoalosiconos.htm,
página muy interesante y detallada) pide una actitud de silencio
contemplativo para conectar con Dios. Alejar la mirada y el alma de todo
lo que nos impide acercarnos a Dios. El Icono es un testimonio de la
verdad, es algo sagrado que no todos pueden pintar, se necesita un estado
de gracia. A través del icono, Dios nos habla.
El
Resucitado, Icono de alegría y esperanza, rescata de todas las tristezas, abre los
callejones cerrados, rescata de las cárceles injustas. El Resucitado es
la luz para mirar con esperanza los iconos maltrechos, y es la fuerza para
restaurarlos.
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