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Poesía - Nº 6 - Abril 2003

  "En esto
   conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

          
Juan 13, 35

 

Aroma de
mandrágoras

(Cantar de los cantares)

 

 Por: Emma-Margarita R. A.-Valdés
Del libro "Versos de amor y gloria".
Biblioteca de Autores Cristianos, BAC)

Ver otras poesías en www.emmamargarita.freeservers.com

          **********

Aroman el encuentro las mandrágoras.

Desperté, por tu amor, bajo el manzano

y hallaré el dulce mosto de tu boca

en el macizo de las balsameras.

Déjame ver tu bello rostro

entre las hendiduras de los riscos,

por las grietas de peñas escarpadas,

en las guaridas negras de los fieros leones

o en las montañas de los leopardos.

 

Antes de que refresque el día

y nos cubran las sombras,

construyamos la casa inmaculada

con pilares de hierro

y artesonado de ciprés.

Tú serás fuente en mi jardín

y yo seré un vergel de nardos,

de canela, de cinamomo,

de incienso, de azafrán y de áloe.

 

Ya han cesado las lluvias torrenciales,

han pasado los tiempos.

Hoy arrulla la tórtola en la tierra,

el rito de la poda se ha cumplido,

la higuera echa sus brotes y florece la viña.

Soy racimo de alheña, tu nombre es mi color

y mis manos destilan miel

en tu acervo de trigo y azucenas,

en la palmera erguida de tu talle.

 

Antes de que refresque el día

y nos cubran las sombras,

ábreme, amor, la puerta. Tengo

mi cabeza cubierta de rocío

y en mi cuerpo desnudo la escarcha de la noche.

Mis ojos son palomas ciegas.

Cobijo entre mis pechos lágrimas de tu mirra.

Te ofrezco mi odre, virgen

como el pomar del sol.

 

Ya el campo verdeguea,

ya renacen los lirios en el valle.

Rasga tu carne mineral,

dame el oro de tus caricias fértiles

con las piedras de Tarsis de tus dedos.

Deseo en mi ánfora expectante, núbil,

tu marfil, tus zafiros,

y las columnas de alabastro

de tu estatua en humano renacer.

 

Antes de que refresque el día

y nos cubran las sombras,

estaremos unidos

en los macizos de las balsameras.

Llegaré luminosa, ardiente,

con tus saetas fúlgidas.

Sedienta de tu voz

beberé el dulce mosto de tu boca

pues ya exhalan su aroma las mandrágoras.  


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