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Reflexión - Nº 5 - Enero 2002

  "En esto
   conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

          
Juan 13, 35

 

Una Espiritualidad en lo cotidiano   

José Luis Graus josete@bch.navegalia.com

La vida, la importante, se juega en lo cotidiano, en lo de cada día. Cada amanecer es una nueva oportunidad para trabajar por el Reinado de Dios. Cada anochecer es un nuevo espacio para reconocer nuestra fragilidad y limitación hecha carne en el cansancio y sabernos amados por Aquel que acoge incondicionalmente nuestra fragilidad.

 Una vida que se va fraguando en el Espíritu de Jesús Resucitado, precisa de lo cotidiano como espacio privilegiado de acción. Una vida impulsada, animada por el Espíritu de Aquel que nos amó primero, sabe que sólo puede cobrar sentido desde los múltiples rostros que cada día van cruzándose en su camino.

 Acudir cada mañana a las fuentes de nuestra espiritualidad es necesario para poder refrescarnos y dejar el entumecimiento propio del sueño. Acudir por la noche a estas fuentes, supone reconocer la necesidad de reconfortar nuestra vida fatigada de la lucha diaria y hasta de nosotros mismos.

 Vivir cada momento como si fuera el último que tenemos para amar, para dar la vida, hace que lo cotidiano cobre una intensidad inusitada que encuentra sentido en la mirada buena de una buen Dios que es Padre, Hermano y Espíritu.

 Hemos recibido el regalo de la espiritualidad de lo cotidiano, o mejor, de la espiritualidad en lo cotidiano. El regalo de reconocer la brisa suave, susurrante de Dios en los acontecimientos diarios. Desde ahí creo que hemos recibido el regalo de cientos de millones de espirtualidades en lo cotidiano y de lo cotidiano. Tantas como creyentes, tantas como modos de reconocer la presencia de Dios en medio del dolor y del sufrimiento cotidiano. Tantas como búsquedas esperanzadas hay cada día de la justicia y la paz regaladas por Dios. Tantas como proyectos fraternos se van entretejiendo entre hombres y mujeres que deciden seguir a Jesús en modos comunes.

 Esto nos anima a tener los ojos abiertos para ser capaces de reconocer la riqueza de vivir en una Iglesia amplia, abierta, que acoge y promueve las múltiples espiritualidades en lo cotidiano. Pero sobre todo nos anima a apoyarnos unos a otros en la necesidad de andar por el camino de Dios en lo cotidiano. Nos anima a saber que la presencia liberadora de Jesús en nuestra vida sencilla producirá el milagro de ver convertidas las armas en podaderas y que la opción preferente de Dios por las personas que sufren pobreza es posible en lo cotidiano desde su Espíritu vivo entre nosotros.


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