La vida, la importante, se juega en lo cotidiano, en
lo de cada día. Cada amanecer es una nueva oportunidad para trabajar por el
Reinado de Dios. Cada anochecer es un nuevo espacio para reconocer nuestra
fragilidad y limitación hecha carne en el cansancio y sabernos amados por Aquel
que acoge incondicionalmente nuestra fragilidad. Una vida que se va fraguando en el Espíritu de
Jesús Resucitado, precisa de lo cotidiano como espacio privilegiado de acción.
Una vida impulsada, animada por el Espíritu de Aquel que nos amó primero, sabe
que sólo puede cobrar sentido desde los múltiples rostros que cada día van
cruzándose en su camino. Acudir cada mañana a las fuentes de nuestra
espiritualidad es necesario para poder refrescarnos y dejar el entumecimiento
propio del sueño. Acudir por la noche a estas fuentes, supone reconocer la
necesidad de reconfortar nuestra vida fatigada de la lucha diaria y hasta de
nosotros mismos. Vivir cada momento como si fuera el último que
tenemos para amar, para dar la vida, hace que lo cotidiano cobre una intensidad
inusitada que encuentra sentido en la mirada buena de una buen Dios que es
Padre, Hermano y Espíritu. Hemos recibido el regalo de la espiritualidad
de lo cotidiano, o mejor, de la espiritualidad en lo cotidiano. El regalo de
reconocer la brisa suave, susurrante de Dios en los acontecimientos diarios.
Desde ahí creo que hemos recibido el regalo de cientos de millones de
espirtualidades en lo cotidiano y de lo cotidiano. Tantas como creyentes, tantas
como modos de reconocer la presencia de Dios en medio del dolor y del
sufrimiento cotidiano. Tantas como búsquedas esperanzadas hay cada día de la
justicia y la paz regaladas por Dios. Tantas como proyectos fraternos se van
entretejiendo entre hombres y mujeres que deciden seguir a Jesús en modos
comunes. Esto nos anima a tener los ojos abiertos para
ser capaces de reconocer la riqueza de vivir en una Iglesia amplia, abierta, que
acoge y promueve las múltiples espiritualidades en lo cotidiano. Pero sobre
todo nos anima a apoyarnos unos a otros en la necesidad de andar por el camino
de Dios en lo cotidiano. Nos anima a saber que la presencia liberadora de Jesús
en nuestra vida sencilla producirá el milagro de ver convertidas las armas en
podaderas y que la opción preferente de Dios por las personas que sufren
pobreza es posible en lo cotidiano desde su Espíritu vivo entre nosotros. Volver al sumario del Nº 5 Volver a Principal de Discípulos
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