Carlos Fresneda Carlos Fresneda (Madrid, 1963) trabaja para el diario madrileño El Mundo desde su fundación. Actualmente es el corresponsal de este periódico en Nueva York. Su libro La vida simple, que reseñamos en la sección de recensiones de este número, es un buen manual para iniciarse en el conocimiento de este movimiento mundial (pero especialmente estadounidense) que propugna una vida más sencilla. Cada semana publica varios artículos, normalmente en la contraportada, entre los que incluye temas relacionados con la compleja vida moderna y las originales alternativas que algunos inventan para hacerla mas "vivible". He aquí algunos ejemplos. Pueden buscarse otros en www.elmundo.es. Pueden ser buenos materiales para hacernos pensar y darnos ideas. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar... Sábado,
27 de enero de 2001 HOY
EN INTERNET 24
horas desconectado de la Red El
domingo se celebra el Día Internacional Sin Internet CARLOS
FRESNEDA .Corresponsal NUEVA
YORK.- Queda con los amigos. Date una vuelta por el barrio. Estira las piernas
en un parque. O vete a la montaña. Respira aire puro. Corre, salta, vuela. Pero
no se te ocurra conectar el ordenador y engancharte a Internet. Disfruta de tu
libertad virtual, aunque sólo sea por 24 horas. Mañana,
domingo, se celebra el primer Día Internacional Sin Internet (1) y la Red ha
servido, precisamente, para hacer sonar el tam-tam y difundir el mensaje por
más de 10.000 ciudades. Organizan
el evento los británicos de dobe.org (2) , dispuestos a sacar a los cibernautas
de sus cavernas electrónicas y ayudarles a reconectar con el mundo real. "Los
hombres hemos vivido siempre en pequeños grupos tribales", afirma Nicholas
Albery, padrino de la idea. "Poco a poco, hemos ido rompiendo ese tejido
social y nos hemos ido aislando de la gente más próxima. Las nuevas
tecnologías han acelerado ese proceso, y así nos va. Gran parte de las
enfermedades mentales y de las neurosis que padecemos hoy en día se deben a la
falta de Vitamina T, el alimento tribal". Albery
ha elaborado incluso un interesante cuestionario con el fin de que cada usuario
pueda medir su grado de desconexión con su entorno más inmediato: "¿Con
cuántos vecinos has charlado durante la última semana? ¿Cuándo fue la
última vez que hiciste algo por la mejora de tu comunidad o de tu barrio? ¿Con
cuánta gente que no sea miembro de tu familia podrías contar si cayeras
enfermo?". La
comunidades on line no son más que un sucedáneo, opina Nicholas.
"Necesitamos perentoriamente el cara a cara, la proximidad de la tribu, el
contacto real. Según un reciente estudio en Alemania, unos fuertes lazos
sociales son una garantía para una vida larga y sana". Lo
insano es encerrarse un domingo entre cuatro paredes. Perder el tiempo de chat
en chat. Practicar compulsivamente el ping-pong electrónico (léase e-mail).
Bucear en todas las webs que no pudimos ver durante la semanana. En definitiva,
encontrar siempre una excusa para engancharse a la pantalla. "Tiene
mucho sentido utilizar la Red para alejar a la gente de la Red", alegan los
impulsores del Día Internacional sin Internet, quienes incurren muy
conscientemente en la paradoja de contar con su propia página web. Con una
clara advertencia, eso sí: "Utiliza si quieres Internet y el e-mail para
hacer los contactos y los preparativos del día D. Pero el 28 de enero del 2001
hazte un regalo: desconéctate". Los
chicos de doBe.org confían en aprovechar el eco de la iniciativa para hacer
reflexionar (3) a los cibernautas sobre el poder hipnótico de la Red y la
necesidad poner las nuevas tecnologías al servicio del mundo real. Como
lema del día sin Red, las palabras de Brian Eno: "Internet puede ser tan
compulsivo como la comida basura: nunca tienes suficiente de lo que no
quieres". (1)
www.internet-free-day.org Viernes,
9 de febrero de 2001 NUEVA
YORK/TESTIGO DIRECTO 'Recaderos'
de Manhattan Los
neoyorquinos no tienen tiempo para hacer la compra o llevar al perro a la
peluquería. La empresa más próspera de la Gran Manzana es la 'recadería' CARLOS
FRESNEDA La
Nueva Economía ha clavado sus espuelas sobre los neoyorquinos. El tiempo ya no
vuela; se evapora. El 38% de la gente se come la pausa del almuerzo y el 22%
consume más de 11 horas al día al pie del cañón: prohibidísimo hacer una
escapadita para bajar a la farmacia, recoger el traje del tinte o comprarle un
regalo de cumpleaños a la mujer o al marido. Tan
mal anda la cosa que la profesión con mayor proyección de futuro es sin duda
la de recadero: por 15 dólares, tarifa mínima (unas 2.600 pesetas), le hacemos
todo aquello para lo que usted no tiene tiempo. Desde llevar el coche al
mecánico hasta esperar la visita del fontanero, o recoger a los niños en el
cole, o ir a la peluquería con la perra. Al
recadero Bernard Moore nos lo encontramos en medio de Manhattan, al volante del
furgón de los NY Errands. A su lado viaja la lanuda perra Zoe, inmaculada
después del lavado y peinado. Zoe vive en la parte alta de Manhattan, pero su
dueño tiene especial querencia por un centro de estética canina en la otra
punta de la ciudad. Para situaciones como ésta tenemos a los chicos de NY
Errands, dispuestos a llegar donde haga falta con tal de satisfacer a su
apremiadísima clientela. "Eso
sí, algunas veces nos vemos obligados a poner nuestros límites", se
explica Peter London, al frente de un nutrido ejército de 60 errabundos.
"No nos prestamos a espiar a nadie, ni tampoco facilitamos señoritas de
compañía. A lo más que hemos llegado es a llevar una muñeca hinchable a una
fiesta de despedida de soltero". Hay
gente que llama con encargos que te meten el corazón en un puño, como la
anciana que quería regalarle a su marido moribundo el último gran manjar de su
vida... "Como le gustaba la carne, decidimos llevarle un filetón de Smith
& Wollensky. Al cabo de cuatro semanas, nos telefoneó la señora para
decirnos que su marido había muerto, pero que siempre recordaría la ilusión
con la que despachó aquella cena". Peter
London no pensaba verse en situaciones como ésta cuando decidió crear los NY
Errands, va para dos años. El tipo de recados que se imaginaba eran mucho más
prosaicos, del tipo "lléneme la nevera con lo que sea", "lleve
estos paquetes a la oficina de correos" o "cómprele una corbata de
Ferragamo a mi marido". Con
el tiempo, el espectro de la recadería se ha ido ensanchando y subdividiendo en
cuatro grandes categorías: servicios en espera, servicios locales, compras
especiales y encargos a medida. El paquete de mayor éxito es el destinado a las
nuevas madres: entrega a domicilio de pañales y potitos para bebé tres veces a
la semana. Subiendo también enteros entre los padres trabajadores, la recogida
de niños en el cole o la puntual entrega del almuerzo en el recreo. "El
tiempo es el bien más escaso hoy en día", apunta Peter, 32 años, cliente
habitual de su propia recadería. "Un neoyorquino dedica seis horas a la
semana a hacer recados, casi siempre sábados y domingos. Nosotros les
devolvemos ese tiempo a un precio razonable". Tres o cuatro recados por
semana es la media de los clientes, aunque hay adictos, como el broker William
B. May, que usan a los errands hasta 10 veces al día y se dejan al mes 7.000
dólares. El
hambre de tiempo, tan extendido en Nueva York, comienza a ser una epidemia. No
es extraño que las empresas de recadería florezcan incluso en este invierno
aciago de la Nueva Economía. En Los Angeles funcionan los Chores-N-More y en
Dallas circulan los Runaround. E incluso se acaba de publicar la guía Cómo
Empezar y Operar un Servicio de Recadería. Sábado,
17 de marzo de 2001 NUEVA
YORK/TESTIGO DIRECTO La
Gran Manzana ya es biológica CARLOS
FRESNEDA Los
neoyorquinos se han apuntado a hacer la compra en un enorme supermercado de
comida ecológica, sin pesticidas ni fertilizantes. La
hilera de coles biológicas se extiende hasta el infinito. El olor a albahaca lo
impregna todo. Las montañas de manzanas gala -sin pesticidas ni fertilizantes-
son una invitación al pecado orgánico. En la pared leemos los 10 mandamientos
de la comida ecológica: protege la biodiversidad, protege la salud, protege a
los pequeños agricultores... Y los dependientes nos invitan a la acción
social: "¡No a los productos modificados genéticamente!". El
supermercado del futuro está aquí, se llama Whole Foods Market y acaba de
abrir sus deslumbrantes 10.000 metros cuadrados en Nueva York. La Gran Manzana
se ha vuelto descaradamente biológica. Health food frente a fast food. La
comida ecológica es un boyante negocio que mueve más de un billón de pesetas
todos los años. En el 2010, dicen, el 20% de los americanos comerá así. Fina
Thomas se resiste a dejar la carne, aunque se ha propuesto examinar con lupa
cada filete. "Aquí no ha estallado la psicosis de las vacas locas, pero la
gente cada vez se lo piensa más", afirma la vecina de Chelsea, que llegó
hasta el Whole Foods Market de la mano de su hija, vegetariana. "Lo que me
resulta increíble es que a estas alturas sigamos comiendo animales engordados
con hormonas y antibióticos". Después
de mucho dudar entre pollo y ternera, Fina se queda con media libra de vaca. Eso
sí, con la garantía de que ha crecido comiendo pastos a cielo abierto en una
granja como las de antes. Aunque tenga que pagar algo más. "Como he
decidido comer menos carne, eso que me ahorro". El
mostrador carnívoro no se lleva más que una mínima tajada del súper natural.
Aquí lo que prima es la tierra. Vergel de vegetales, frutas y flores a la
entrada. Increíble surtido de granos, legumbres, algas, panes de levadura madre
y derivados de la soja. En
la sección de platos para llevar sorprendemos a un tal Oscar Marigiano, 32
años, sirviéndose sopa de zanahorias con gengibre, arroz integral y tofu
balsámico. ¡Que aproveche! "Tener esto a mano me ha salvado la vida.
Antes me traía todos los días la comida de casa, y eso me hizo ganarme la fama
de raro entre los compañeros de oficina. Ahora se están pasando todos a la
comida natural, y raro es el día que no me los encuentro por aquí". Una
avalancha de neoyorquinos ha tomado al asalto el súper natural en los pocos
días que lleva abierto. La Gran Manzana contaba ya con un celebradísimo
mercado de granjeros y con una galaxia de tiendas de comida sana, pero nada
comparable a esto. No en vano, Whole Foods Market presume de ser la mayor cadena
mundial de supermercados orgánicos, con 120 almacenes en todo el país,
comiéndole cada vez más terreno a la mentalidad de Coca Cola y Mc Donald's. El
boom de la comida sana ha tardado más de 15 años en gestarse. "Aquí
empezó todo por un escándalo en el uso de los pesticidas para la fruta",
se explica David Lannon, vicepresidente de la compañía. "Es triste, pero
siempre tiene que ocurrir algo así, como las vacas locas en Europa, para que la
gente reaccione". La
calidad tiene un precio, claro, y los productos ecológicos pesan más de la
cuenta en la cesta de la compra. "Pero la diferencia es cada vez menor, del
10% al 15%", añade Lannon. Las
paredes están llenas de panfletos informativos y de recetas para los neófitos.
Los consumidores más comprometidos se apuntan al Take Action Center y
contribuyen a causas como la campaña contra los alimentos transgénicos:
levanta la voz, defiende tus derechos, habla con tus dólares... Domingo,
15 de abril de 2001 TRABAJO
/ LOS AGOBIADOS AMERICANOS HAMBRE
DE VACACIONES HAY
ALGO en lo que EEUU envidia a Europa: las vacaciones. Hartos de trabajar 320
horas más por año que los europeos, algunos americanos se están movilizando.
España, el país de la UE con más días libres junto a Austria, es uno de sus
modelos CARLOS
FRESNEDA. Nueva York Juliet
Schor tuvo que venir a la vieja Europa para rejuvenecer su espíritu y darse
cuenta de todo lo que se estaba perdiendo.Economista y profesora en Harvard, no
sabía lo que era cogerse un mes entero de vacaciones. Y como ella, millones de
americanos, habituados a tomarse como mucho nueve o 10 días al año, cuando no
resignados incluso a seguir trabajando durante todo el verano, y también en
Navidades, "porque uno crece con este culto enfermizo al trabajo, se
habitúa a no desconectar nunca y acaba pensando que es lo normal". Dos
años en Holanda, donde el 42,2% de la población activa opta por trabajos con
jornadas a tiempo parcial y donde, como media, se trabaja hasta 400 horas menos
al año que en Estados Unidos ¡50 jornadas de ocho horas! , le hicieron cambiar
radicalmente de opinión. Juliet piensa ahora que las vacaciones son "un
derecho humano básico" y está intentando convencer a sus compatriotas
para que abran los ojos e imiten el humano, saludable y festivo modelo europeo. Veintidós
millones de desplazamientos, un 85% de ocupación hotelera, cuatro millones y
medio de familias en movimiento y un 43% de los habitantes de poblaciones de
más de un millón de habitantes fugados. Los datos de ésta y de anteriores
Semanas Santas en un país como España son impensables en EEUU, donde la
vacación se reduce al Good Friday, equivalente a nuestro Viernes Santo. De
manera que la profesora Schor volvió y escribió un libro titulado The
Overworked American, algo así como El agobiado americano.Juliet recuerda que
sus compatriotas trabajan al año casi 2.000 horas, unas 320 más que los
europeos. Según Schor, los americanos de hoy se desloman incluso más que los
japoneses inventores del karoshi o muerte por exceso de trabajo , que han pasado
de echar una media de más de 46 horas semanales en 1999 a 40, y han conseguido
que en su calendario laboral los días festivos pasen de 10 a 15. La
economista de Harvard le demuestra a los suyos cómo en Suecia o en Alemania se
toman de cinco a seis semanas pagadas de vacaciones y nadie se rasga las
billeteras. La máquina productiva sigue su curso. La gente tiene mucho más
tiempo libre. ¡Esto es calidad de vida! Pero
lo que más sorprendió a Juliet fue la naturalidad con que los europeos nos
tomamos el reposo anual. "Eso es algo casi inconcebible en Estados
Unidos", apunta. "Aquí no hay legislación que ampare a los
trabajadores. Cada cual se lo monta por su cuenta y funcionamos con la idea
absurda de que el Gobierno no debe inmiscuirse en un asunto tan peregrino como
las vacaciones". EEUU
ni siquiera ha ratificado la convención 132 de la Organización Internacional
del Trabajo, que establece que las vacaciones anuales remuneradas de al menos
tres semanas son un derecho de cualquier trabajador. Mientras que los europeos
vienen reclamando el derecho a unas vacaciones pagadas desde 1910 y lo vieron
sancionado en la primera mitad del siglo XX en España en 1926, tal y como
recoge la profesora de Derecho del Trabajo Pilar Charro en su tesis doctoral
sobre las vacaciones , los americanos aún andan a la cuarta pregunta. ¿Por
qué? Schor lo achaca a la mentalidad calvinista y a la cultura del exceso:
"Los americanos estamos metidos en un círculo vicioso de trabajo y
consumo. En vez de aprovechar el progreso económico de los últimos años para
avanzar socialmente, no hemos hecho otra cosa que acelerar la máquina. Hoy por
hoy, trabajamos un mes al año más que en 1973. Y cuando los franceses han
conquistado las 35 horas semanales, nosotros vamos de cabeza hacia las 50".
Así
les va. El 80% de los estadounidenses reconoce que trabaja "muy duro"
y el 67% admite que necesita "unas largas vacaciones".Durante la
borrachera económica de los años 90, nadie pareció darse cuenta de ello.
Ahora, en plena resaca postecnológica, es cuando comienzan a mirar con envidia
a Europa y creen llegado el momento de reclamar más tiempo libre. La
iniciativa, curiosamente, ha partido de una revista de viajes con toque
aventurero: Escape. Hace poco menos de un año, el director, Joe Robinson, se
marcó un manifiesto, Hambre de vacaciones, que tuvo una apabullante respuesta
por parte de los lectores. La
revista decidió lanzar entonces una campaña, Work for life (trabajar para
vivir) y logró el apoyo de una decena larga de asociaciones. El objetivo es
llegar a las 500.000 firmas y presentar una iniciativa popular en el Capitolio
para reclamar el derecho a las cuatro semanas mínimas de asueto que reconoce la
práctica totalidad de las legislaciones europeas. "Esta
injusticia social se tiene que acabar, y debe hacerse por ley, como en
Europa", proclama Joe Robinson, el profeta del ocio, que lleva rumiando la
idea desde que en 1994 publicó el artículo ¿Por qué los alemanes tienen seis
semanas de vacaciones y ustedes no?. El
año pasado decidió pasar directamente a la acción, nada más cazar al vuelo
una desconcertante conversación en el aeropuerto de Milwaukee. Protagonistas:
dos ejecutivos de treinta y tantos años, mientras devoraban un sándwich de
pescado en un Burger King: -
Una cosa que siempre me he preguntado es el tema de las vacaciones. No sé si me
tomo los suficientes días... ¿Sabes si nuestra compañía tiene una política
específica sobre el tema? Revelador.
Dos trabajadores de alto nivel no tienen ni idea de cuántas vacaciones pueden
cogerse al año cuando en España, según el Centro de Investigaciones
Sociológicas, el 57% de la población entiende que hay que salir de vacaciones
todos los años incluso a costa de "sacrificios considerables". El
intercambio de impresiones encendió la mecha revolucionaria en Robinson:
"Trabajadores y viajeros del mundo, uníos. Vamos a sacar este tema tabú
del armario. Vamos a preguntar a quién corresponda por qué los americanos
tenemos tres veces menos vacaciones que los alemanes, los británicos, los
franceses, los holandeses, los italianos, los suecos, los españoles, los suizos
o incluso los australianos". La
norma no escrita en las grandes compañías americanas es de 9,6 días el primer
año y 17 días al cabo de una década. En los pequeños negocios, la cosa se
queda tan sólo en ocho días al año. Y eso por no hablar de los millones de
inmigrantes que trabajan seis o siete días a la semana y nunca sabrán lo que
son unas vacaciones, pagadas o sin pagar. Las
multinacionales van por libre, y no es extraño que un puesto directivo venga
acompañado de un suculento paquete de vacaciones a la europea. Pero la nueva
economía ha cambiado también las reglas, y la presión laboral es hoy mucho
mayor que hace 10 años: uno de cada cinco americanos renuncia a las exiguas
vacaciones, casi siempre motivados por el hipercompetitivo entorno. "La
tecnología nos está atrapando en una espiral de adicción al trabajo",
denuncia Joe Robinson. "Todos estamos pagando nuestra parte en este
maratón. El estrés es ya el causante del 19% de las bajas laborales en este
país. Un reciente estudio acaba de descubrir un fenómeno cada vez más
habitual: gente sana que llama al trabajo diciendo que está enferma porque
considera que tiene derecho a más días libres". ESTRÉS
LABORAL Pero
más preocupante es la tendencia contraria que algunos expertos laborales llevan
dos o tres años anunciando y que se ha bautizado como presentismo: trabajadores
inseguros y obsesionados con su labor que se sienten obligados a ir a la oficina
más horas de las establecidas, incluidos fines de semana, y aun cuando están
enfermos. Nadie ha establecido en qué porcentajes se da y se coincide en que
afecta, sobre todo, a personas de talante ya de por sí inseguro, pero el
problema existe a ambos lados del Atlántico y la Comisión Europea advierte de
él en una guía sobre estrés laboral editada en 1999. No
es, pues, extraño que adalides del descanso como la profesora Schor o Joe
Robinson encuentren apoyos. Asociaciones religiosas se han embarcado en otra
iniciativa paralela, Free Time / Free People (Tiempo Libre / Gente Libre). La
idea de fondo es rebelarse "contra esta economía que en lugar de servir a
las necesidades humanas nos está deshumanizando" y reclamar más tiempo
"para la familia, la vida en comunidad, la participación ciudadana y el
crecimiento espiritual". "El
bache de tiempo libre entre Europa y América sigue creciendo", atestigua
el profesor sueco Orvan Lofgren, autor de un singular estudio comparativo sobre
las vacaciones (On Holiday). "Eso es algo que siempre me ha llamado la
atención, pues a los americanos les gusta divertirse también. Pero aquí,
cuando mencionas la palabra holiday, casi todo el mundo entiende que se trata de
un fin de semana prolongado, de tres o cuatro días a lo sumo, y que en ese
periodo tan comprimido caben todas las vacaciones". Lofgren
habla también de la mayor capacidad de presión de los sindicatos europeos...
"En un cierto momento histórico, el Estado asumió que las vacaciones son
un derecho. Esa conquista es mucho más difícil en EEUU, donde hay mucho recelo
a la intervención del Gobierno". Pero
el desfase tiene también una sesuda explicación antropológica o, al menos,
así lo piensa el profesor Mark Liechty, de la Universidad de Illinois: "La
cultura americana está cimentada en el logro, y la gente tiende a desarrollar
su identidad en el trabajo. La mayoría de los americanos trabajan para consumir
al mismo tiempo que para construir su yo, mientras que en Europa la vida laboral
se subordina habitualmente a las demás esferas sociales". ACCIÓN
DE GRACIAS El
resultado es que esa sensación de parálisis estival que se percibe en una
ciudad como Madrid durante el mes de agosto, o de simple pausa navideña, apenas
se percibe en Estados Unidos.El reloj sólo se detiene durante la semana de
Acción de Gracias, un mes antes de las Navidades, y a puentes de tres días los
festivos caen siempre en lunes se les llama "vacaciones". Ese
choque cultural entre el veraneo de toda la vida y las holidays a la americana
lo experimentó en sus carnes Adolfo Estévez, que hace tres años hizo las
maletas y decidió trasladarse a San José, California, a trabajar como
programador en una empresa de software.Desde entonces sólo ha tenido tiempo de
regresar en un ocasión a España, donde consumió una eternidad de 12 días,
juntando vacaciones y libranzas. "Aquí
la mentalidad es muy distinta", reconoce Adolfo, de 34 años. "El
trabajo lo invade todo, y eso de salir media hora a tomar un café o una
tortilla es algo que no va con este estilo de vida. Todo lo más, sales a
echarte un pitillo y vuelves. El tiempo es dinero". ¿Las vacaciones? El
primer año sí las eché de menos; ahora, ni me acuerdo". "¿Vacaciones
para qué?", que diría el ideólogo anónimo de la nueva economía.
"Vacaciones para refrescar y recrear", respondería David Compton, que
predica los beneficios del tiempo libre en la Universidad de Utah: "Para
recargar las baterías, buscar la satisfacción interior, participar en
actividades que procuren el placer o la felicidad... Demasiado tiempo bajo
continua presión es el mejor camino hacia el estrés y hacia la enfermedad
física y mental". Trastornos
gástricos, infartos de miocardio, depresiones, asma, migrañas, jaquecas,
úlceras, dermatitis, problemas sexuales, deficiencias en el sistema
inmunológico... Hasta cánceres pueden surgir o empeorar como consecuencia del
estrés laboral. La Unión Europea ha calculado que las pérdidas derivadas del
estrés en el conjunto de los estados miembro se elevan por encima de los 20.000
millones de euros al año (aproximadamente 3,3 billones de pesetas). La
solución pasa, en parte, por tomarse unas buenas vacaciones, y los
norteamericanos parece que empiezan a tomar conciencia.Ahora bien, ¿cuántas
vacaciones hay que tomarse al año? Desde la descansada Europa podemos dar
alguna idea para empezar. "No hay un mínimo o un máximo ideal de
vacaciones", sugiere Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española de
Estudios sobre Ansiedad y Estrés. "¿Un mes? Ésa es la convención, y no
vamos a decir que menos. Habrá quien se aburra, pero lo cierto es que a la
mayoría se le hace corto". Cortísimo. * * * Con
información de Víctor Rodríguez. ESPAÑA
ES EL SUEÑO AMERICANO GARANTIA
LEGAL EEUU.
Este país carece de leyes que regulen las vacaciones y no ha ratificado el
convenio 132 de la Organización Internacional del Trabajo, que establece:
"Toda persona a quien se aplique el presente convenio tendrá derecho a
vacaciones anuales pagadas". ESPAÑA.
Además de haber ratificado el Convenio 132 en 1972, España reconoce el derecho
a vacaciones pagadas desde 1926. Entonces, el descanso era de una semana. Hoy
este derecho está salvaguardado por la Constitución (art. 40.2) y el Estatuto
de los Trabajadores (art. 38). DURACIÓN
EEUU.
A falta de textos legales que regulen lso periodos de vacaciones, la práctica
generalizada es de 9,6 días el primer año y 17 al cabo de una década de
trabajo. En los pequeños negocios la media baja a ocho días. Con todo, el 21%
de los empleados americanos renuncia a sus vacaciones. ESPAÑA.
El Estatuto español fija un mínimo de 30 días naturales de vacaciones, el
periodo más largo de toda la UE por detrás de Austria, que reconoce cinco
semanas. El calendario laboral español, con 14 días festivos, es el más
generoso de Europa. JORNADA
EEUU.
Los trabajadores masculinos norteamericanos a tiempo completo realizan una media
de 49,9 horas semanales; las mujeres trabajan 42 horas. ESPAÑA.
El colectivo más agobiado, los hombres empleados a jornada completa, trabajan
42,9 horas a la semana, casi una hora y cuarto menos al día. Los
norteamericanos trabajan 1.966 horas al año; los españoles, 1.765. ESTRÉS
EEUU.
Entre el 15% y el 19% de las bajas laborales que se producen en Estados Unidos
están relacionadas con el estrés. La mayoría de los trabajadore (60%) se
siente oprimida por el tiempo. ESPAÑA.
Las bajas por estrés en los países de la Unión Europea, incluida España, se
estiman en un 10% del total. Según el Ministerio de Trabajo, sólo el 30% de
los españoles percibe su labor como "frecuentemente estresante". Martes,
24 de abril de 2001 A
más tiempo en la guardería, mayor agresividad Superar
las 30 horas semanales favorece los problemas, según un estudio en EEUU CARLOS
FRESNEDA / Corresponsal NUEVA
YORK.- Cuanto más tiempo pasan los niños en las guarderías, más
posibilidades tienen de comportarse de un modo agresivo y desafiante a edades
tempranas. A esta conclusión ha llegado un grupo de psicólogos después de
seguir la pista de 1.300 niños en 10 ciudades estadounidenses. Aunque
los expertos no se atreven a aconsejar un tiempo máximo de estancia, lo cierto
es que los niños que pasan de las 30 horas semanales en una guardería son
bastante más proclives a "participar en peleas, dar muestras de crueldad o
tener un comportamiento explosivo", según el psicólogo Jay Belsky, autor
del estudio. El
informe, sufragado por el Gobierno norteamericano y presentando esta semana en
la Society for Research in Children Development, ha servido para reavivar el
eterno debate sobre los pros y los contras de las guarderías y alimentar de
paso el dilema trabajo/familia. Equilibrio
roto "Cuando
alguien decide llevar a un niño a un centro, siempre hay una cuestión de
fondo, y es cómo encontrar un equilibrio entre la vida laboral y la vida
familiar", sostiene el psicólogo Robert Pianta, profesor de la Universidad
de Virginia. "Pues
bien, este estudio permite deducir que cuanto más tiempo pase en una
guardería, ese equilibrio se rompe, al menos desde el punto de vista del niño.
La solución es obvia: más envolvimiento familiar". Los
niños americanos, de tres meses y medio a los cuatro años, pasan una media de
26 horas semanales en manos ajenas. El 96% de los padres y el 65% de las madres
trabajan, y el tiempo consumido en la oficina ha ido a más en los últimos
años (49 horas ellos, 42 ellas). "Es obvio que necesitamos una política
de empleo más comprensiva con las necesidades de las familias", apunta Meg
Lewis, portavoz de la National Association for Working Women. "Hay que
prolongar los permisos de paternidad y no discriminar social ni económicamente
a quienes trabajan a tiempo parcial". Menos
presión Pero
las madres trabajadoras también están divididas, y estos días se han
escuchado voces disonantes como la de Helen Blank, de la Children Defense Fund:
"Muchas mujeres trabajan precisamente por sacar a sus hijos de la pobreza,
o para poder pagar la hipoteca o el seguro médico. Lo que necesitan son unas
guarderías asequibles y de calidad... y menos presión social". Las
conclusiones del informe son igualmente válidas en familias con escasos o con
suficientes recursos económicos. El 17% de los niños que pasan más de 30
horas en las guarderías muestran "importantes problemas de conducta"
entre los cuatro años y medio y los seis años. La cifra se rebaja al 6% entre
los niños que pasan menos de 10 horas semanales. Jueves,
3 de mayo de 2001 NUEVA
YORK / TESTIGO DIRECTO ¡Pura
pierna! Las
"tricicletas", conocidas como "Pony cabs", se imponen como
alternativa a los taxis tradicionales para disfrutar de un paseo por Nueva York
sin contaminar CARLOS
FRESNEDA Tan
curtidas como las de Miguel Indurain, las piernas de Henry Muñoz. Todos los
días trajinando siete u ocho horas por Manhattan a golpe de pedal. Calle
arriba, calle abajo. "Parece plano, pero hay cuestas". Aunque no hay
cuesta que se resista a los poderosos gemelos de Henry, cuatro años a los
mandos de estas exóticas tricicletas -los Pony cabs- que son ya parte del
paisaje de la Gran Manzana. "¿Un
paseíto?". Pasmosa habilidad la de Henry para entrarle a los paseantes.
"¿Que sois tres? No importa. Puedo llevar hasta cuatro...". Se
resisten, Henry, se resisten. "No lo dudéis, muchachos, éste es el taxi
del futuro. Sin malos humos, a tracción humana. ¡Pura pierna!". Dicho
y hecho. El gracejo del colombiano es irresistible. No en vano, antes que
taxista a pedales fue male stripper, como los Full Monty, y desde entonces se
debe siempre al público, su público. Verle
maniobrar por Manhattan con su tricicleta de cinco cambios es todo un show, de
los que no se estilan en Broadway. Y con éstas enfilamos Park Avenue, y subimos
el repecho de la calle 34, que le obliga a levantar el culo del sillín, que no
es sillín convencional, sino dos rodillos que tienen la virtud de masajearle
los glúteos sobre la marcha: "Lo vi en una revista y me lo hicieron tal
cual. ¿Qué te parece?". Cambiamos
de tema, viramos hacia la derecha. Nutrido grupo de féminas camina por la
acera. "¿No te llega el perfume?". Henry es todo pituitaria y pupilas
a los mandos de la tricicleta. "¡Ah, qué delicioso! Tremenda viene la
primavera". Corre
una brisilla muy agradecida por las calles de Nueva York. Henry te invita a
cerrar los ojos y a sentir el viento de cara. "Olvídate de la
contaminación: estas corrientes se lo llevan todo... No saben lo que se pierden
los que van en coche: esta ciudad es para respirarla a fondo. Yo no la
cambiaría por nada". Pasamos
por el Empire State. Ataja por la calle 33, aprovechando una trampa sólo para
bicicletas. "Les reto a los taxistas, y muchas veces llego antes".
Taxista gitano, importador de piñatas, cantante aficionado... Oficios todos por
los que pasó el triciclista de Bogotá: divorciado y bohemio. "Porque, eso
sí, para dedicarte a esto hay que ser un poco aventurero". Henry
pedalea hasta en diciembre, abriendo surcos en la nieve. "Con esto no me
hace falta seguro médico. Salud total, chico. Ni un mal resfriado". Ni un
pequeño accidente siquiera... "Lo del tráfico infernal de Nueva York es
un tópico. Los conductores te respetan muchísimo. Los taxistas son todos del
tercer mundo y están habituados a sortear bicicletas ¿Acaso sientes
peligro?". En absoluto. Descendemos
por la Séptima Avenida, dejándonos llevar. Regla elemental: "Después de
una subida viene siempre una bajada". Y si no, que se lo digan a los
yuppies de Wall Street... "También nos cogen los ejecutivos cuando están
apurados, no creas. Bajamos mucho a las torres gemelas y al Batery Park. Aunque
el negocio está por la noche, allá en Broadway. Los famosos nos prefieren a
las limusinas. Un compañero mío llevó hace poco a Leonardo Di Caprio y a
Martin Scorsese. Para mí, todos los clientes son estrellas". Despunta
allá en lo alto la polar, y arranca como quien dice la etapa reina. A Henry
Muñoz le tira la noche como la tinta al calamar. Hoy se siente inspirado: con
un poco de suerte se levantará 400 dólares (74.000 pesetas). El
negocio va a toda rueda. Arrancaron seis, y este verano llegarán a los 30 pony
cabs. Se los trajo el astuto George Bliss de Honolulu, pasando por Florida.
Empezaron como una cosa anecdótica para los turistas, pero están empezando a
calar en la Gran Manzana: el mejor antídoto contra el calentamiento global. Ultima
parada: la librería Barnes & Noble de la Sexta con la 23. Llegamos
agradecidos, oxigenados y sobrados de tiempo. Henry se ha ganado de sobra la
propina, por piernas y por simpatía. La próxima carrera, nos advierte, la
amenizará cantando Granada. "A lo mejor no le llego a Plácido Domingo,
pero te juro que lo hago mejor que Julio Iglesias". Martes,
22 de mayo de 2001 NUEVA
YORK / TESTIGO DIRECTO El
"chef" en casa Hartos
de la "fast food", los neoyorquinos disponen ahora de un servicio de
cocinera a domicilio que les prepara la comida de toda la semana CARLOS
FRESNEDA Ocho
de la tarde en Manhattan: la hora en que todos los ascensores se impregnan de
olor a pizza recalentada, fritanga china, grasientos tacos y demás viandas
incomestibles de esas que te llevan a casa. A uno de cada tres neoyorquinos le
falta el tiempo y la energía para hacerse la cena, y así les va, el estómago
reblandecido en ketchup, glutamato sódico y salsa mexicana. Judy
Parker, 45 años, 12 horas diarias de trabajo en el hospital, era una de tantas
adictas a la comida para tragar y callar. Su salud se estaba fundiendo en el
microondas, y su paladar no cesaba de enviarle mensajes al hipotálamo:
cualquier cosa por una cena casera como las de antes. Fue
un día, comiendo con su madre, cuando a Judy se le encendió una lucecita a la
altura del esófago... "Hija, llama a este número y te cambiará la vida.
Pregunta por la chef Connie y dile que vaya un día a cocinar a casa." Seis
meses después, en la casa de Judy Parker en el alto Manhattan, huele a
rodaballo marinado en miso y sake, envuelto en sésamo, con un toque de salsa de
cacahuete y unas gotas de gengibre que perfuman la cocina y alimentan hasta al
maltrecho ascensor, tan habituado a las idas y venidas del insípido fast food. La
artífice del milagro gastronómico se llama Connie Rousseau, y hasta aquí se
ha llegado por la mañana pertrechada de su equipo de cacerolas y sartenes. La
compra también corre por su cuenta: a elegir entre un menú de 20 platos. Su
clienta, Judy Parker, no tiene más que llegar y sentarse en la mesa. Doscientos
dólares (unas 38.000 pesetas) viene a cobrar Connie por dejar la comida hecha
para toda la semana. "Aunque lo que ganas en paz mental y en tranquilidad
de estómago no tiene precio", apostilla Judy mientras olisquea los
pimientos rellenos, el pollo especiado, los rollos de vegetales en hojas de
plátano y las vieiras con alcaparras. Lo
de Connie, sangre caribeña en las venas, tiene tanto de pasión como de
"trabajo social". Hace dos años que dejó atrás el fogón de los
restaurantes y se lanzó a una aventura mucho más personal, la del chef en
casa: "La gente me confía su paladar, y yo procuro proporcionarles salud,
calidad y placer... y eso por no hablar del tiempo y de las preocupaciones que
se ahorran". Connie
tiene también algo visionaria: no hay más que mirarla a los ojos trasparentes.
Chef en casa, la carrera con más proyección del próximo milenio (pronostican
las revistas culinarias). Más de 5.000 cocineros a domicilio se reparten ya la
tarta norteamericana, y la idea está cuajando entre nuestros vecinos europeos,
cada vez más sensibilizados con lo que se meten entre pecho y espalda. La
historia arrancó allá por 1988, cuando David MacKay y Susan Titcomb decidieron
crear en San Diego "Personally Yours". Cocineros personales para hacer
de todos los días ocasiones especiales... Tres años después se crea la
Asociación Nacional de Chefs a domicilio y en 1994 comienza la explosión. Hoy
por hoy, funcionan servicios similares en todas las ciudades, con nombres tan
sugerentes como "El Gourmet del día", "¿Qué hay de cena? o
"La comida de mamá". Connie
se adapta a todas las exigencias, para eso está: "Algunos de mis clientes
son vegetarianos, otros son ya mayores y me piden que cocine sin grasa, también
trabajo para familias enteras y tengo que amoldarme a los niños". Le
decimos que muy bien, pero que a razón de 20 dólares por plato principal, eso
del cocinero en casa nos sigue pareciendo un lujo neoyorquino. Connie
nos invita a hacer cálculos y a sumar las compras en el supermercado, lo que se
nos va todos los días comiendo fuera, el tiempo que perdemos, los sinsabores y
las preocupaciones... "Creéme, hasta yo he llegado a la conclusión de que
mi servicio me es rentable. Antes comía sobre la marcha, como casi toda la
gente. Ahora he decidido hacer de chef en mi propia casa una vez a la
semana". ¡Que aproveche!
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