El
Hijo del Hombre
no tiene dónde reclinar la cabeza...(Lc. 9, 58)
Ésta
es la respuesta de Jesús a alguien que se le acercó deseando ser su discípulo.
Esta frase tiene una doble dimensión. Por un lado hace referencia a aquellos
que intentamos responder a la llamada recibida, pero por otro nos obliga a mirar
en la realidad actual a la cantidad ingente de hijos de hombre que no tienen dónde
reclinar sus cabezas.
Empezaremos
nuestra reflexión por este punto. Pretendemos en este segundo número de Discípulos
mirar un poco más en profundidad la realidad de todas aquellas personas que por
una u otra causa se han visto obligadas a dejar su tierra, que han abandonado su
familia, su país porque no tenían dónde reclinar la cabeza y lo que es peor,
cuando han llegado a los países “más ricos”, se encuentran que siguen sin
tener un lugar dónde reclinar su cabeza.
Nos atrevemos a pensar
que Jesús no inventó un estilo de
vida, creemos que lo que hizo fue optar
por un estilo de vida. Se situó en el camino, al margen, en la periferia, donde
verdaderamente se encontraba la pena y el sufrimiento. Quizás Jesús antes de
decirle a aquel que quería seguirle la frase
que nos ocupa hoy habría visto a mucha gente que no tuviera dónde reclinar su
cabeza; la mirada de Jesús es una mirada que lo penetra todo, que lo invade
todo. Esa mirada quedaría afectada de algún modo y en lo profundo de su corazón
descubriría la llamada del Padre a estar con ellos, con aquellos que no tienen
dónde reclinar la cabeza.
Pero el ser y el estar de
Jesús no es un ser y un estar parcial, la única forma que tiene Jesús de ser
y estar es la forma que tiene Dios de ser y estar y es hacerse como uno de
ellos. Cuando Jesús descubrió la vida de aquellos que no tenían dónde
reclinar la cabeza; leprosos, ciegos, pecadores... en ese momento Jesús se
siguió haciendo carne y acampó entre nosotros.
Por eso mirar a Jesús
es, sin duda, mirar a los que en nuestra realidad actual no tienen dónde
reclinar la cabeza. En nuestras sociedades cada vez son más las personas que no
tienen dónde reclinar la cabeza según los estudios de prestigiosas
organizaciones humanitarias.
Por medio de estas líneas
nos gustaría hacer presentes a los inmigrantes como ya hemos dicho con
anterioridad y en ellos deberíamos descubrir a Jesús inmigrante. Nos tocará
escuchar en alguna ocasión aquello de “fui extranjero y no me acogisteis”.
Pero sin duda las
palabras de Jesús también tienen un planteamiento que nos afecta directamente.
Seguir a Jesús, ser sus discípulos, supone no tener dónde reclinar la cabeza.
Ser capaces de vivir en lo provisional, sin la seguridad de un lugar en el que
poder descansar. No tener nada, no poseer ya que sólo Dios basta y quien a Dios
tiene nada le falta, significa poder vivir desde la acción de gracias, desde la
gratuidad más absoluta del que vive la propia existencia como don, como regalo
y por tanto lo que se es y se tiene es partido y compartido con el hermano y más
aún cuando éste ha venido de lejos y el camino es largo.
Poder llegar a vivir como
el hijo del hombre que no tiene dónde reclinar la cabeza, sin duda es don de la
Gracia y en nuestra súplica al Padre debemos pedir esto con insistencia. Pero
al tiempo es vivir con la confianza de que sólo desde el seguimiento de Jesús
podremos hacer real la existencia del reinado de Dios entre nosotros.
Que todo aquel que viene
de lejos y no tiene dónde reclinar la cabeza pueda ser acogido por nosotros ya
que lo nuestro no es nuestro, está al servicio del reino. Esto es tan difícil
que estas palabras pueden sonar huecas y vacías y sólo si somos capaces de
mirar a los ojos de Jesús hecho carne en las personas desplazadas por diversos
motivos y somos capaces de ver al hijo del hombre que no tiene dónde reclinar
la cabeza podremos compartirlo todo, dejar nuestras ataduras y seguir en camino
luchando por un mañana mejor.
En cualquier caso
lo importante no es lo que aquí podamos reflexionar sobre esta cuestión, sino
lo capaces que seamos de ponernos frente al evangelio y frente a la vida para
dar respuesta a la llamada del Padre.
Proponemos
a continuación unas pautas para la reflexión, el diálogo, la oración:
-
¿Cuál
es nuestra experiencia con la realidad de la inmigración.
-
¿Cómo
resuena en nosotros la cita del evangelio que reflexionamos?
-
¿Qué
relación descubrimos entre una y otra?
-
Necesito
poco y lo poco que necesito lo necesito poco.
-
¿Qué
compromisos concretos podemos adquirir desde esta realidad?
-
Ora
deseando ser discípulo del Hijo del Hombre...
Volver
al sumario del Nº 2
Volver a Principal de
Discípulos
|