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Mujer - Nº 1 - Junio 2000

  "En esto conocerán
   todos que sois
   mis discípulos,
   en que os amáis
   unos a otros."

                
Juan 13, 35

Algunas mujeres de las nuestras
nos han sobresaltado

Esther Velasco     
josete@bch.navegalia.com      

En los albores del tercer milenio, la mujer, por todos los rincones del mundo, continúa siendo tratada con profundo desdén, marginada en sus derechos, minusvalorada en sus capacidades, despreciada en su propia naturaleza, ... . Continúa en definitiva, siendo mutilada como persona, sin caer en la cuenta de que dicha mutilación de la mujer supone, a su vez, la degradación del hombre como ser humano.

Desde la fe cristiana, desde la mirada liberadora de Jesús podemos las mujeres creyentes descubrir una nueva dimensión transformadora de nuestro ser mujer, como personas, como Hijas de Dios.

Si nos acercamos al Evangelio desde nuestra propia historia, desde nuestra situación de mujeres decididas a defender nuestra dignidad como personas y manteniendo nuestra esperanza en Dios entramos en un diálogo fecundo y transformador con aquellas mujeres con las que Jesús se relacionó. Del modo en que Jesús se relaciona y se posiciona con las mujeres de entonces podemos hoy ir descubriendo su poder liberador en nosotras. Sus encuentros con mujeres son múltiples, pero vamos a fijarnos en el significado profundo de tres de ellos. En el primero el encuentro con Jesús sana a la mujer encorbada; en el segundo manifiesta una actitud evangélica por medio de la viuda pobre y en el tercero mediante el encuentro con María Magdalena hace constar a las mujeres como protagonistas del anuncio de la Buena Noticia, como hermanas. Seguramente cada una de nosotras y de nosotros hemos sentido la presencia de Jesús en nuestra vida en alguna de estas manifestaciones y posiblemente en todas.

  • "Había allí una mujer que desde hacía 18 años estaba enferma a causa de un espíritu y andaba encorvada, sin poderse enderezar del todo. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad". Y le aplicó las manos. La mujer, en el acto, se puso derecha y glorificaba a Dios" (Lc 13,10-17).
  • Esa espalda doblada es la imagen de todas las opresiones, humillaciones y sometimientos que viven tantas mujeres en el mundo. Cuando Jesús sana, endereza a esa mujer, llama a las mujeres a salir de las situaciones de subordinación, a sacudirse de los hombros roles, funciones y repartos injustos, a mirar de frente y tener el valor de afirmarse y sostenerse unas a otras y a todos aquellos que se encuentran excluidos.
  • "Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobra, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir" (Mc 12, 41).
  • En esta ocasión Jesús se fija en una mujer para ponerla como maestra de discípulos. Jesús encuentra afinidad con ella en el don sin cálculo. Muchas mujeres de nuestro mundo y de nuestra iglesia son un fiel reflejo de ese darse sin medida en su familia, en su trabajo, en sus compromisos, en las tareas eclesiales menos gratas, con su presencia en los lugares de dolor, con el compartir de sus bienes. A ellas también Jesús las pone como maestras de discípulos.
  • Según el evangelio de Juan, una mujer, María Magdalena, es la primera en dar testimonio de la Resurrección de Jesús (Jn 20,11-18). "Vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras".
  • Jesús envía a María Magdalena a la comunidad y le encomienda una misión. Abre delante de ella el futuro y María Magdalena se pone en camino para llevar a cabo la misión de anunciar la buena noticia. Es decir, las mujeres están llamadas a abrir sus responsabilidades en el contexto mundial, en la lucha por el futuro, en la construcción de un mundo nuevo. Con María Magdalena, Jesús invita e insta a las mujeres a abrir caminos nuevos de relación, a que lleve al dominio público esas actitudes cultivadas en lo privado: su capacidad de compasión, de cuidado, de protección de la vida. Es decir, poner sus dones al servicio de toda la Humanidad.

Este diálogo de historia a historia, esta mirada esperanzada, la convicción de que en el Evangelio se encuentra el llamamiento a la vida, el caudal liberador es lo que tiene que empujarnos a mujeres y hombres, cristianas y cristianos a seguir luchando, a seguir buscando alternativas, a seguir apostando por cada mujer dominada, oprimida, humillada.

 

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