44 - Julio, 2005. Bienaventuranzas         

 

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ECLESALIA

01/07/05

MATRIMONIOS HOMOSEXUALES

José Sánchez

ECLESALIA

05 y 08/07/05

RETOS PARA NUESTRA MISIÓN EN LA NUEVA SITUACIÓN ECLESIAL

José Sánchez

ECLESALIA

06/07/05

BIENAVENTURANZAS DEL SIGLO XXI

Francisco Barco Solleiro

ECLESALIA

07/07/05

ORACIÓN DE DIOS

Joaquín Autrán

ECLESALIA

12/07/05

¿ABANDONAR LA HOMOSEXUALIDAD?

Javier Vives Solbes

ECLESALIA

13/07/05

LA PRAXIS Y LA MÍSTICA NOS UNEN. LA TEOLOGÍA NOS SEPARA

Gonzalo Haya Prats

ECLESALIA

14/07/05

CON EL DEBIDO RESPETO

Eubilio Rodríguez

ECLESALIA

20/07/05

SINGAPUR, LONDRES, EL G-8 Y EL DIVINO SALVADOR

Jon Sobrino

ECLESALIA

22/07/05

MARÍA MAGDALENA: PRIMER TESTIGO APOSTÓLICO DE LA RESURRECCIÓN

Emma Martínez

ECLESALIA

26/07/05

EL PENSAMIENTO DE J. RATZINGER

J. I. González Faus

ECLESALIA

29/07/05

ORACIÓN POR LA UNIDAD

Juan de Dios Regordán

 

ECLESALIA, 1 de julio de 2005

MATRIMONIOS HOMOSEXUALES

CARLOS LANUZA

ECLESALIA, 01/07/05.- En Estados Unidos, hasta bien entrados los años 60, los afro-americanos eran considerados como ciudadanos de segunda. No podían ir a los mismos colegios que los blancos, ni subir en los mismos autobuses, ni optar a ciertos trabajos. Durante siglos se habían construido sesudas teorías acerca de la superioridad del hombre blanco sobre el negro. La inmensa mayoría de la gente así lo creía, muchas veces por ignorancia, inercia o pereza intelectual. La lucha por los derechos civiles de esa minoría fue larga y enconada pero finalmente se consiguió; ahora, muy poca gente pondría en duda la igualdad de derechos de negros y blancos.

Algo similar ha ocurrido con los homosexuales. Durante siglos han sido considerados como enfermos, pervertidos, traidores a su sexo, y la homosexualidad como “inclinación objetivamente desordenada”, “pecado gravemente contrario a la castidad”, “pecado nefando”, etc. Por esas y otras razones han sido insultados, encarcelados, violados, castrados, mutilados, quemados o gaseados.

Hoy, en nuestro país, los homosexuales intentan tener los mismos derechos que los demás ciudadanos. Y, al igual que los negros americanos o los de Sudáfrica, no lo están teniendo fácil porque hay sectores de la población que están empeñados en evitarlo.

En primer lugar, los obispos españoles, con sus documentos y cartas pastorales, han hecho todo lo que se puede hacer para paralizar u obstaculizar cualquier Proyecto de Ley de este tipo e influir en las conciencias de los católicos.

Desde luego ninguno de esos documentos y cartas son fruto de un diálogo profundo, sincero y sin prejuicios entre la Iglesia y el colectivo homosexual. Son documentos en los que hay mucha doctrina y poca compasión, mucha Ley y poco corazón. El derecho canónico se quiere imponer al civil, como en tiempos que todos recordamos.

También ciertos funcionarios se consideran avasallados y amenazados en sus derechos porque tendrán que casar, contra su voluntad, a homosexuales. ¡El mundo al revés! ¡Como si una pareja homosexual quisiera que los casara un juez homófobo!

Hay quien afirma que los matrimonios homosexuales ponen en peligro la institución familiar. No entiendo en qué medida los derechos de unos pueden poner en peligro esos mismos derechos en otros. Nadie ha dicho todavía que los matrimonios homosexuales en Holanda y Dinamarca, hayan acabado con la institución familiar en esos lugares ni la hayan debilitado.

Nadie que desee el matrimonio puede estar en contra del matrimonio. Y si los homosexuales pagan los mismos impuestos que los demás, ¿por qué el Estado no puede ofrecerles los mismos derechos? No nos engañemos. No hay crisis de la familia; hay crisis del concepto rígido e inflexible que algunos tienen de cómo tiene que ser una familia.

Otros esgrimen el argumento etimológico. Efectivamente la palabra matrimonio significa etimológicamente “defensa / gravamen de la madre” (matri munire). Sin embargo, es absurdo pensar que el problema pueda residir en una palabra. Las lenguas son algo vivo que va evolucionando con el tiempo. Si el significado ha quedado obsoleto, se cambia o se amplía y ya está. Lo que los homosexuales piden no es que su unión sea etimológicamente correcta sino que puedan acogerse a la institución matrimonial, que les ofrece iguales derechos que a los demás.

Otros utilizan argumentos fisiológicos basándose en que una pareja homosexual no puede procrear. Y yo me pregunto: ¿qué pasa con los matrimonios tradicionales que no pueden tener hijos? ¿Son por ello menos matrimonios? La esencia de una relación de pareja, del tipo que sea, es siempre el amor. He conocido parejas homosexuales rebosantes de amor el uno por el otro, con una fidelidad y una madurez que muchos matrimonios tradicionales querrían para ellos.

En resumen, no me parece que haya argumentos serios para no aceptar y respetar el matrimonio de homosexuales. Es una cuestión de igualdad y justicia. Bienvenido sea.

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ECLESALIA, 5 y 8 de julio de 2005

RETOS PARA NUESTRA MISIÓN EN LA NUEVA SITUACIÓN ECLESIAL

JOSÉ SÁNCHEZ, jesuita, doctor en teología, j.sanchez.z@jesuits.net

MÉXICO.

ECLESALIA, 05/07/05.- Millones de personas seguimos de cerca el deceso del papa Juan Pablo II y vimos llegar a su fin un pontificado sumamente largo y acontecido en medio de un sinnúmero de vicisitudes eclesiales e históricas. Fuimos testigos del homenaje no sólo eclesial sino mundial, cualesquiera que hayan sido sus proporciones, de este papa polaco, quien marcó de una manera particular a las generaciones del último cuarto del siglo XX. La llegada de Joseph Ratzinger al pontificado, ahora como Benedicto XVI, ha generado, tanto antes como después de su elección, diferentes acercamientos a la situación de la Iglesia y a los retos que enfrenta ésta de cara a una sociedad que ha evolucionado vertiginosamente y que plantea a la Iglesia preguntas desafiantes e interrogantes a los que ésta no ha acabado de responder.

Si analizamos con cierto detenimiento los desafíos que se le presentan a la Iglesia, caeremos en la cuenta de que no son sólo numerosos, sino tan complejos como ineludibles. Si ya el mismo número de fieles de la Iglesia católica, con todo su aparato burocrático, hace ya de por sí difícil una reforma rápida y adaptada a las circunstancias actuales, la tendencia a apegarse a prácticas tradicionales, tanto válidas como obsoletas, hace todavía más complicado mover una comunidad mundial que no sólo contiene diferentes comunidades locales que se mueven a velocidades diferentes, sino que contienen en sí tradiciones culturales muy variadas y multiformes.

Por ello resulta tan atrevido plantear los retos que tiene la Iglesia católica hoy. Consciente sin embargo de la provisionalidad y de la parcialidad del contexto desde el cual hablo, y ayudándome de varios analistas que han aportado su propio punto de vista al respecto, resumo en seis los retos principales que tiene la Iglesia católica hoy. Pienso fundamentalmente en la Iglesia católica occidental, y considero en el conjunto nuestro contexto latinoamericano. No obstante, dada la distribución geográfica de los creyentes católicos en el mundo, la respuesta adecuada a estos retos tendrá repercusiones en la Iglesia universal y podrá ser una palabra que dé esperanza a la humanidad en su conjunto.

Primer reto: la mundialización. La primera afirmación que podemos hacer de esta presentación es que la Iglesia es una de las instituciones mejor preparadas para afrontar los retos de la mundialización. Ésta puede ser una afirmación sorprendente considerando la perplejidad que nos invade frente a un mundo en donde se están derrumbando todas las fronteras. Sin embargo, existen y han existido siempre en la Iglesia católica dos perspectivas que la posibilitan para afrontar esta realidad ineluctable: su propia catolicidad y la perspectiva histórica y escatológica del Reino de Dios. Desde la primera perspectiva, la catolicidad, en su esencia misma, consiste en el sentido universal e incluyente de la misión cristiana, alimentada por la perspectiva del amor universal de Dios, que quiere que todos los hombres se salven. Aunque hayan existido ciertos grupos – e incluso, desgraciadamente todavía existan – dentro de la misma Iglesia que hayan creado un espíritu de ghetto o que hayan condenado a ciertas poblaciones o creencias distintas a las suyas, el cristiano siempre se verá cuestionado por el Evangelio en sus intentos de levantar muros frente a su propio hermano. La perspectiva de la fraternidad universal y de nuestra filiación fundamental con respecto a Dios Padre-Madre servirá siempre como un punto crítico de cualquier tipo de exclusión. Visto desde una perspectiva positiva, el movimiento de inclusión que debe caracterizar el movimiento cristiano hacia el otro como otro ha de impulsar y despertar su creatividad en toda actividad en la que esté involucrado con sus semejantes. Esto está intrínsecamente ligado a una segunda perspectiva, la del Reinado de Dios, que no sólo reafirma la perspectiva católica, sino que la complementa, al retomar el Evangelio como utopía a realizar en el mundo y al servir como referencia crítica a toda realización parcial en que se verifique del Reinado de Dios. Por otra parte, la perspectiva escatológica del Reinado nos hace renunciar a todo voluntarismo o pelagianismo que crea que este Reinado es obra nuestra; al contrario, nos abre a este Reinado como don recibido de lo alto, lo cual nos somete a la fidelidad a la palabra divina y a una escucha permanente de los signos que Dios nos revela en la misma historia humana, reconocidos en Vaticano II como “signos de los tiempos”.

Por lo anterior, la Iglesia está en una posición privilegiada para llevar adelante lo que Howland Sanks llama “la misión social de la Iglesia”. Esta misión social, en la situación actual eclesial, tiene cuatro vertientes desde la perspectiva universal:

  1. Promover el desarrollo de la particularidad de las iglesias locales, en donde se realiza la universalidad de la Iglesia. Cada iglesia deberá realizar en su propio contexto cultural, social, religioso, político, la misión inclusiva de la Iglesia siguiendo principalmente el modelo evangélico y no el modelo romano. La apertura a nuevas formas de inculturar el Evangelio y de dialogar con las culturas locales es indispensable para que la iglesia local realice su propia forma de encarnar la palabra de Dios.
  2. Promover el despliegue de carismas personales y colectivos en la comprensión de que la auténtica realización humana se realiza en comunidad y en comunión con los demás seres de la creación.
  3. Ampliar permanentemente la perspectiva de las comunidades locales hacia marcos regionales, nacionales e internacionales, haciendo dialogar frecuentemente la realización local con otras realizaciones y mostrando la validez de unas y otras (con ello se fortalece y se relativiza al mismo tiempo la propia identidad).
  4. Hacer caer en la cuenta de la dialéctica entre la unidad humana o eclesial parcialmente realizada y la escatológica. Esto puede ayudar particularmente en el diálogo ecuménico, donde se pueden seguir encontrando puntos de entendimiento y realizando algunos signos de comunión y de reconciliación.

Segundo reto: la democratización. Aunque la Iglesia no sea una democracia, el impulso creciente de la sociedad occidental y la relación que siempre ha existido entre los modelos sociales vigentes y la historización de la Iglesia en esos contextos obliga a extender los beneficios de la sociedad occidental hacia las estructuras internas de la Iglesia. ¿De qué modo y en qué áreas podemos vislumbrar esta democratización? Esta democratización está en relación proporcional con la promoción de la participación del creyente en las instancias eclesiales. La apertura a esta participación implica:

  1. Darle mayor palabra a los laicos en la vida pastoral, principalmente en las instancias decisorias, como los consejos diocesanos y parroquiales. Aunque el obispo o el párroco tengan un rol esencial a jugar en estos consejos, la apertura a la participación de los laicos en la toma de decisiones de lo que incumbe a la parroquia o a la diócesis habría de ser una práctica eclesial habitual.
  2. Conceder y promover ministerios más diversificados. La extensión de la palabra ministerio a los servicios proporcionados por los laicos en el ámbito eclesial no es en la práctica una batalla ganada. De hecho, éste es uno de los puntos espinosos actuales en la relación entre la Iglesia jerárquica y los bautizados, porque se está dando en la práctica una transición entre un modelo construido sobre el binomio sacerdote-laico a un modelo de una Iglesia pluri-ministerial. Sin entrar aquí en una discusión a detalle sobre las dificultades teológicas concretas en torno a este tema, podemos sin embargo adelantar los terrenos en los que la Iglesia ha de extender su ministerialidad:

1)     Ministerios litúrgicos. Si ahora sólo son reconocidos como ministerios instituidos el lectorado y el acolitado, los ministerios litúrgicos habrían de extenderse en su aplicación (y de hecho ya lo están en la práctica en algunos lugares) a otros ministerios que enriquecen la celebración comunitaria: canto, peregrinaciones, religiosidad popular, oraciones, rosarios, novenarios, etc.

2)     Ministerio bíblico. Aunque las Comunidades Eclesiales de Base promovieron en un tiempo la lectura bíblica, se requiere además preparar al pueblo de Dios con seriedad no sólo para que conozca mejor la palabra de Dios, sino para que asuma este ministerio particular de darla a conocer en sus ambientes específicos.

3)     Ministerio ecuménico. Habría que preparar a agentes pastorales para el estudio de las diferentes confesiones cristianas y de la propia confesión, así como para realizar el diálogo y la colaboración conjunta con diferentes creyentes, cristianos y no cristianos.

4)     Ministerios de solidaridad. Los ministerios son identificados con servicios que se realizan a la Iglesia misma. La extensión de los ministerios a ámbitos sociales ya era considerado por Pablo VI en Evangelii Nuntiandi (EN 73), pero los ministerios en este terreno no han sido reconocidos oficialmente por la institución. Habría que reflexionar sobre la pertinencia de esta concesión a los cristianos que colaboran en la defensa de los derechos humanos, económicos, políticos; de igual modo tendríamos que pensar en las consecuencias de nombrar ministerio eclesial a la participación del creyente en organizaciones sociales o políticas que tengan que ver con un mayor bien común también como un ministerio eclesial.

5)     Ministerios pastorales. Cada vez más laicos participan, sobre todo en parroquias europeas, en sustitución de sacerdotes para suplir la atención pastoral en diferentes rubros: visita y cuidado sacramental de los enfermos; organización de la caridad; oraciones para difuntos, bautismos, preparación para matrimonios, catequesis. Sin embargo, en los países del Tercer Mundo la identificación de este tipo de servicios con el sacerdote o el diácono dificulta la participación del laico en estas áreas tan abandonadas. Por ello las propuestas que se les hagan para que vengan en ayuda del clero en estos dominios requerirán un cuestionamiento de la identidad del clérigo y del laico, así como la delegación de estas funciones tradicionalmente identificadas con el presbítero. Implica, entre otras cosas, una conversión de la jerarquía eclesial, un cambio de mentalidad en los fieles, una cesión del poder por parte del presbiterado y el establecimiento de nuevas normas de funcionamiento de estos nuevos agentes pastorales.

  1. Intercambio de experiencias parroquiales y diocesanas. La mundialización nos obliga a salir de nuestros cotos cerrados para comenzar a construir una comunión plural y la riqueza de la sinfonía de carismas que el Espíritu concede a la Iglesia.
  2. No hay que olvidar que, en el Tercer Mundo, el pobre es el sujeto protagónico de esta construcción comunitaria. Esto se puede vislumbrar desde distintas ópticas:

1)     Socialmente: es el más necesitado de los otros. Es fuente de unión de los esfuerzos por construir un mundo nuevo.

2)     Humanamente: es el más necesitado de una afirmación existencial y de una aceptación de su valía y de su persona, y de encontrar un lugar en el mundo.

3)     Eclesiológicamente: aunque esté sólo nominalmente bautizado, conserva una fe vigorosa, alimentada por la misma tradición cultural latinoamericana.

4)     Teológicamente: su propia experiencia de sufrimiento, de fragilidad y de condición humana quebrantada le da un potencial de expresión de la presencia de Dios en su vida. Claro está, si es que lo ayudamos a vivir una experiencia de redención.

  1. Ayudar a otros agentes (clases medias, universitarios, intelectuales) a que entren en contacto con esta construcción desde abajo, para que puedan influir en sus ambientes respectivos (sabiendo que su presencia en medio de los pobres no durará tal vez mucho tiempo).
  2. Considerar que los cambios en la Iglesia no se han alcanzado, salvo raras ocasiones, desde la jerarquía. Las transformaciones eclesiales han sido provocadas principalmente por los santos, por los investigadores, por las órdenes religiosas o por transformaciones sociales que cuestionan a la Iglesia desde fuera.

Tercer reto: la misericordia. Vivimos en una sociedad que se encuentra no sólo desorientada política y socialmente, sino muy fragilizada en sus individuos mismos. Seguimos constatando que los problemas de supervivencia en nuestra población están lejos de resolverse, y que seguimos siendo testigos de una inmensa pobreza, de exclusión, de bajos salarios, incluso de hambre en las poblaciones más marginadas. Pero también comprobamos la existencia de familias fracturadas, matrimonios deshechos, hijos abandonados, jóvenes desorientados y solos. La pobreza, la marginación, el sufrimiento han adquirido un rostro más diversificado. Desde esta perspectiva, necesitamos ser una Iglesia llena de compasión y de misericordia:

-          Que sepa ayudar a que la humanidad experimente el perdón que ofrece Dios a todos los hombres y mujeres de este mundo.

-          Que no sólo se acerque al débil y lo cure, aliente y apoye, sino que se haga su compañero de camino.

-          Que ofrezca una nueva imagen de Dios, porque siguen existiendo, en ámbitos amplios de nuestra sociedad y a falta de una experiencia de encuentro con el Dios de Jesucristo, imágenes distorsionadas, equívocas, hirientes, de un Dios lejano, juez, indiferente, frío, cruel, cómplice inmóvil del sufrimiento del hombre en el mundo.

-          Que se vaya haciendo de nuevo una Iglesia creíble, justo en medio de la crisis de instituciones, al mismo tiempo que humana. Necesitamos compartir a la humanidad el modo en que Dios nos ha liberado, la confianza que Él tiene todavía en nosotros, su amor incondicional y su compañía cercana en medio de nuestro pobre barro carnal.

-          Que sepa dar una palabra de esperanza “contra toda esperanza”. Pedro Casaldáliga cree que en medio de la mucha desgracia, miseria, violencia que seguimos encontrando a nuestro alrededor, “lo que el mundo necesita es una gran palabra de esperanza, de compasión y de ternura que nos haga sentir la misma ternura de Dios”.

-          Que se confíe al Señor y que se deje llevar por el Espíritu, que es fuerza en la debilidad. Codina pone tres manifestaciones de la fuerza que da el Espíritu en la debilidad: fidelidad (permanecer en su amor), perseverancia (paciencia histórica ante las dificultades de la vida) y esperanza (la fuerza del futuro que ilumina el presente).

Cuarto reto: inserción en espacios nuevos. El modelo parroquial está entrando en crisis en varios lugares de nuestra sociedad occidental. El modelo sacramental, litúrgico y verticalista no ofrece respuestas a los deseos de los creyentes de participar más activamente en la construcción de la Iglesia y de la sociedad. Esta Iglesia sacramental tiene cada vez menos adeptos y menos eco en el corazón de los creyentes. Necesitamos entrar y penetrar espacios donde se está jugando la vida de los hombres: movimientos, grupos, organismos, espacios donde la gente se reúne y lucha por su existencia. Siempre, en esta perspectiva de una encarnación renovada, nos hemos de preguntar cómo vincularnos con ellos y cómo vincularlos a una pastoral de conjunto. En medio de una reinserción en la vida del hombre de todos los días, podremos desarrollar la capacidad de adaptarnos a la rapidez de los cambios sociales y de los modelos económicos. Podremos aprender de las nuevas formas de relacionarse que tiene la gente; podremos escuchar los sueños y las frustraciones de las nuevas generaciones y podremos caminar con ellos en la construcción de modelos alternativos de sociedad.

Quinto reto: actualizar y fortalecer nuestra reflexión teológica crítica. Necesitamos retomar y profundizar nuestro aporte en la reflexión teológica crítica para poder decir una palabra en temas que en la actualidad son candentes y que la sociedad plantea a la Iglesia: pastoral de divorciados, eutanasia, convivencia homosexual, aborto, inseminación in vitro, relaciones prematrimoniales, control de la natalidad, relación entre economía y justicia, moralidad del nuevo modelo económico internacional, etc. Requerimos de especialistas en varios de estos dominios, para poder decir una palabra desde una perspectiva evangélica al mismo tiempo que científica y seria. En lo que respecta a los no especialistas, necesitamos actualizar nuestra teología y nuestra reflexión, y volvernos a preguntar, con valentía y con el propósito de renovarnos internamente, cómo nos interpelan estos temas en nuestra actual situación apostólica, comunitaria y social.

Sexto reto: promover los derechos humanos en la Iglesia. No sólo hemos de intensificar la lucha al exterior, sino que hemos de emprenderla también al interior. Los temas que se encuentran todavía en el tintero y que requerirán una toma de posición más adaptada a los tiempos actuales, siempre en fidelidad al Evangelio y a la tradición genuina de la Iglesia. Temas como:

-          Hombres casados que pueden ingresar al presbiterado.

-          Derechos humanos de las mujeres (incluyendo el presbiterado).

-          Derecho a disentir en la Iglesia.

-          La realidad de la represión al pensamiento de los teólogos y la revisión de los mecanismos que se establecen para entrar en relación con ellos y para juzgar su ortodoxia o heterodoxia.

-          Derecho a la participación en la elección de párrocos y de obispos. Búsqueda de mecanismos para que los creyentes tengan incluso una palabra o una participación activa en la elección del mismo Papa.

Los retos, si los analizamos en detalle y con profundidad, nos pueden dejar la sensación de que van más allá de nuestro alcance y de que poco podemos hacer para afrontarlos. Pero su dificultad y su complejidad no nos han de desanimar; al contrario, nos han de hacer ver que una verdadera reforma de la Iglesia implica una participación cualificada de los creyentes en todos los ámbitos y, sobre todo, que sintamos que esta Iglesia es nuestra Iglesia, nuestra casa, nuestra familia, y que ella es nosotros mismos en movimiento y que todos nosotros somos responsables de su avance o de su anquilosamiento en la historia actual.

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ECLESALIA, 6 de julio de 2005

BIENAVENTURANZAS DEL SIGLO XXI

FRANCISCO BARCO SOLLEIRO

SEVILLA.

ECLESALIA, 06/07/05.- Bienaventurados los sobrios, los austeros, los que consumen sólo lo necesario, los disponibles para los otros en sus necesidades, porque ellos son Justos.

Bienaventurados los que no contaminan, los que trabajan por conservar el planeta, porque ellos son verdaderos Hijos de la Tierra.

Bienaventurados los que se ponen en lugar de los otros, porque ellos sabrán acoger a los necesitados y serán llamados Hermanos.

Bienaventurados los que se esfuerzan y trabajan por establecer relaciones solidarias y estructuras democráticas, porque ellos abrirán nuevos caminos y serán llamados Hijos de la Paz.

Bienaventurados los que se afanan por buscar nuevas relaciones entre las personas, un nuevo modelo de organización social y un código ético para una civilización planetaria donde las fronteras sean caminos de entendimiento, porque son nuestros Poetas y Profetas.

Bienaventurados los que se arriesgan y padecen incomprensión por compasión con los marginados, porque ellos son Humanos.

Bienaventurados los que no se ocupan todo el día del negocio y ofrecen su tiempo sin pedir nada a cambio, los que no se corrompen, los que denuncian con grave riesgo de sus vidas la corrupción, el engaño, los abusos, las violaciones, los totalitarismos, porque ellos crearán las riquezas necesarias y son nuestros caminos.

Bienaventurados los que acogen al que tiene SIDA, al rechazado por inmigrante, por su color, etnia, pobreza, porque no tiene techo, por su orientación sexual, al que nadie presta, ni alquila casa, porque de ellos es el futuro de esperanza.

Bienaventurados los parados, los que tienen un contrato de esclavitud y un salario de miseria, los enfermos abandonados, los ancianos solos, las madres separadas y abandonadas que nadie quiere contratar, las mujeres maltratadas, los niños esclavos, los niños de la calle, los niños maltratados y violados, los pueblos oprimidos, las afectados por las guerras, los olvidados de esta tierra, los juzgados y encarcelados injustamente, los perdedores…, cuando oigamos sus gritos para exigir y luchar por un mundo justo, por otro mundo posible. Sin su justicia y rehabilitación no existe naturaleza humana posible, su urgente rehabilitación nos hará dignos y libres.

Bienaventurados los que ofrecéis información, los preocupados porque todos aprendan, los abiertos a las opiniones y al diálogo, porque vosotros hacéis posible la comprensión, la solidaridad y el amor.

No podemos servir a dos señores, estamos en una encrucijada y encontraremos el camino si tenemos un corazón humano y escuchamos el grito de los que sufren, el lamento de nuestra tierra violada. Eclesalia.

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ECLESALIA, 7 de julio de 2005

ORACIÓN DE DIOS

JOAQUÍN AUTRÁN, jautran@ole.com

MADRID.

ECLESALIA, 07/07/05.- Me doy un paseo por los barrios, entro en casas, prisiones, en el metro, en chabolas, en salones oscuros y solitarios... veo el mundo. Los ojos y los corazones se vuelven a Mi con interrogantes de angustia, soledad, necesidad, desorientación... y quiero dar respuesta.

Miro al mundo y me vuelvo a ti, hombre, para rezarte, para orarte y convocarte, para poner ante ti todas estas realidades, para que veas por mis ojos y sientas con mi corazón.

Necesito tus oídos porque quiero escuchar las historias de los 80 años de Rosario, y devolverle una sonrisa para que sepa que no está sola, que no sobra.

Necesito tus brazos porque quiero dar un abrazo y proteger al niño que mira asustado al mundo que le agrede.

Necesito tus palabras porque quiero saludar y llamar por su nombre a José, el que pide en la puerta del metro y es invisible para los ojos de los que vais corriendo detrás del reloj.

Necesito tus manos porque quiero darle una palmada de ánimo a David, que a pesar de sus recaídas lleva 15 días sin consumir.

Necesito tu trabajo porque quiero meter la mano en el bolsillo y ayudar a María, que trabaja sin parar y a su marido Manuel que lleva 5 años en paro y tienen tres niños.

Necesito tu corazón porque quiero acoger a Reinaldo, que tuvo que dejar su país porque no tenía futuro y se ha convertido en un sin papeles.

Te necesito a ti porque quiero explicarles a Marta y Juan que a pesar de que no pueden comprar un piso, Yo tengo un mensaje de amor y libertad para ellos. Te necesito a ti porque quiero acariciar al que no recibe caricias, nombrar al que no tiene nombre, gritar con el olvidado, cantar con el que está alegre y luchar con el que lucha por la justicia.

Necesito que les digas que son el centro de mi Reino, te rezo para que seas mis manos, mis ojos, mis oídos y mi boca.

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ECLESALIA, 12 de julio de 2005

¿ABANDONAR LA HOMOSEXUALIDAD?

JAVIER VIVES SOLBES

MURCIA.

ECLESALIA, 12/07/05.- “Hola: Me llamo Javier Vives y soy miembro de una asociación de gays y lesbianas de Murcia. Hace unos meses recibimos con sorpresa un correo electrónico de un sacerdote español animándonos a abandonar nuestro estilo de vida homosexual, de acuerdo con la moral de la Iglesia Católica. Le escribí una respuesta bastante elaborada, con tono respetuoso y un espíritu dialogante, sincero y razonador, que busca la verdad. Creo que el documento que le mandé contiene reflexiones interesantes de cara a conseguir que poco a poco la Iglesia Católica, y otras religiones, vayan cambiando su actitud moral hacia las relaciones homosexuales. Pienso por tanto que sería positivo que estas reflexiones se difundan más allá del ámbito homosexual y llegue al ámbito de la Iglesia Católica y me pregunto si sería posible incluir este texto, aunque sea parcialmente en alguna sección de vuestro informativo Eclesalia. Os lo mando íntegramente a continuación. En él hago referencias a fragmentos de la carta que nos envió dicho sacerdote”.

 

Murcia, 6 de febrero del 2005

Sinceramente te agradezco muchísimo que te pongas en contacto con nosotros. Agradezco la intención de darnos ánimo... pero eso no lo necesitamos (no si es para luchar contra nuestra homosexualidad, cosa que no tenemos intención de hacer).

Pienso que el hecho de que hablemos es muy positivo. Creo que intercambiar opiniones y puntos de vista es la mejor forma de acercarnos a la verdad y el correo electrónico es un buen medio para ello, ya que nos permite expresar bien nuestras ideas, entender bien las del otro, meditar acerca de ellas y ver en qué cosas y por qué pensamos diferente (cosa que desgraciadamente se hace muy poco). La verdad es única... y si hay diferencias de visión respecto a cómo puede ser ésta, es porque en algo acertamos y nos equivocamos nosotros y en algo acertáis y os equivocáis vosotros. Saber los aciertos del otro y ayudar al otro a ver sus errores es muy positivo. En este sentido, no considero esto como una ayuda hacia nosotros, los homosexuales (como parece que lo planteas)... sino un intercambio de puntos de vista de igual a igual y con la predisposición de (en caso necesario y poco a poco sin que suponga un trauma) ser capaces de renunciar a ciertos axiomas en los que basamos nuestro entendimiento de la vida (o al menos relativizarlos y entender y valorar los axiomas en los que otros apoyan su forma de entender la vida y que también a veces pueden ser válidos). En resumen, creo que un diálogo de tipo socrático es mucho más fructífero que una batalla dialéctica de tipo sofista (esto ocurre cuando el diálogo se convierte en una batalla donde lo que se busca no es la verdad sino imponer tus criterios al homólogo y hacerle creer que uno tiene la razón).

También me gustaría aclarar que lo que te digo aquí es sólo una simplificación de la compleja, amplia y diversa realidad de la homosexualidad, al igual que pasa con cualquier fenómeno sociológico o antropológico. Digamos que, sin olvidar que es sólo una simplificación, es necesario hacerla para poder estudiar dicha realidad y poder acercarnos a algunas conclusiones. Asimismo, también te aclaro que las posibles valoraciones que pueda hacer respecto a ciertos comportamientos son sólo un planteamiento relativo a mi vida y eso no significa que crea que también sea aplicable a la vida de todos los individuos, es decir no universalizo mis planteamientos morales a diferencia de cómo hacen muchas religiones.

Primeramente, en contestación a tu primer párrafo, el tema que me preocupa no es la homosexualidad, sino el hecho de que a lo largo de la historia y en nuestros días, haya personas que sufran por que haya ámbitos (entre los cuales está la Iglesia Católica) que les hacen sentir culpabilidad por su homosexualidad, inútilmente.

Hablas acerca de que me siento raro y distinto hacia los demás por ser homosexual. Me temo que supones demasiadas cosas... En mi caso concreto, me sentía raro y distinto ante los demás hasta que afortunadamente conocí a gente homosexual, como yo, en el Colectivo NO TE PRIVES (Colectivo de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales de la Región de Murcia) y como vi que eran personas normales, muy diversas y válidas, gracias a ello empecé a sentir y a pensar que ser homosexual no era nada malo... y desde entonces me siento bastante bien en ese sentido. Creo que éste es el proceso de normalización por el que pasan muchos homosexuales, cada vez más. Respecto a “luchar para salir de esta situación”... La homosexualidad no se considera enfermedad, en el ámbito profesional psicológico o médico, desde los años setenta, como posteriormente te explico. Yo creo que las técnicas para "salir" sólo sirven para reprimir o eliminar el deseo homosexual y no generan deseo heterosexual.

También haces el razonamiento de que la homosexualidad ”no es una situación normal ya que el cuerpo del hombre y de la mujer están hechos para realizar la unión sexual los dos sexos opuestos y no los dos del mismo sexo. Los órganos genitales y otros órganos son diferentes y complementarios del hombre a la mujer y viceversa”. En un asunto tan complicado como es el ser humano y sobre todo sus relaciones afectivo-sexuales, no te aconsejo que hagas razonamientos tan simplistas. Es cierto que la complementariedad de los órganos sexuales de ambos sexos es un componente interesante en dichas relaciones sexuales y eso está muy bien. Pero por otro lado, no somos animales. El ser humano trasciende a nuestro cuerpo. Las relaciones sexuales no sólo son penetración vaginal: también puede haber otro tipo de cosas que pueden ser igualmente satisfactorias como el contacto, las caricias, los besos, la masturbación mutua, escuchar la voz del otro y qué dice, etc. Me resulta curioso que la Iglesia Católica, que defiende tanto la espiritualidad, use un razonamiento basado en criterios anatómicos de los genitales. Además, pienso que la sexualidad o las relaciones afectivo-sexuales tienen sentido incluso aunque el objetivo no sea la reproducción, como explico más adelante.

Por otro lado, ¿qué significa para ti la palabra "normal"? Esta palabra puede tener varios significados. Si hablamos de normalidad desde un punto de vista estadístico, somos alrededor de un 10-15 % de la población (me refiero a personas que sienten como homosexuales). No somos lo más frecuente, pero somos bastantes. Si hablamos normalidad desde un punto de vista moral... ese es un tema muy complicado del que espero que vayamos hablando.

Respecto a lo que dices acerca de ir a un psicólogo, te indico que en el año 1973, la homosexualidad fue eliminada de la lista de enfermedades mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana (y esto a pesar de que Estados Unidos es más conservador que Europa). Actualmente la homosexualidad ya no está considerada como una enfermedad, en el ámbito científico y profesional de la psiquiatría y la psicología. No entiendo cómo la iglesia se mete en asuntos que pertenecen al saber científico y no a la fe.

Asimismo, en siguientes párrafos de tu carta, veo que las nociones que tienes respecto al mundo homosexual no son demasiado adecuadas, posiblemente debido a falta de datos. Imagino que no conoces a muchos homosexuales ni has percibido suficientemente los diversos ámbitos homosexuales (el ambiente de la noche o las páginas web eróticas dan una visión incompleta). Te animo a que visites páginas web de colectivos homosexuales (como el nuestro, www.geocities.com/cnoteprives, o bien la del COGAM) y, principalmente, a que te pongas en contacto con el grupo de homosexuales cristianos del COGAM. Te contesto con algunas aclaraciones al respecto, que intento que se adecuen al máximo a la verdad, a pesar de que ésta sea amplia, diversa y compleja, como en cualquier fenómeno sociológico o antropológico, como ya indiqué antes:

- El ámbito homosexual es muy amplio y diverso. No se puede generalizar. Es cierto que en algunos ámbitos (amplios, desde mi punto de vista), hay promiscuidad. Pero también hay gente que busca también una estabilidad con una pareja. Hay gente que busca sólo sexo, la hay también que busca sólo una pareja estable y la mayoría combina ambos deseos (es decir les gustaría tener pareja, pero también les apetece de vez en cuando sólo sexo).

- Es cierto que en el ambiente (discotecas), respecto al ámbito homosexual masculino (gays), el sexo es lo más fácil y lo difícil es encontrar pareja. También hay otros ámbitos, (aunque menos numerosos, actualmente) donde hay mayor predisposición a buscar una relación más estable (principalmente los Colectivos de Gays y Lesbianas).

- Por otro lado, no podemos confundir la homosexualidad masculina (gays) con la femenina (lesbianas). Las lesbianas tienen más tendencia a la fidelidad en la pareja y nunca o casi nunca buscan sólo sexo.

- En mi opinión la promiscuidad o el morbo no son malos. Creo que, en una visión global de la vida del ser humano, vivir experiencias de este tipo en una etapa joven, puede ser positiva. Porque de esta forma se tienen experiencias, se aprende, se hace uno más fuerte y eso es una forma de madurar y tener unas bases que permitan poco a poco tener relaciones más estables. Personalmente, en nuestra compleja sociedad repleta de estímulos, información y experiencias de todo tipo, no soy partidario de los noviazgos primerizos (sin previas experiencias) que luego se convierten en matrimonios.

- Desde mi punto de vista, y esto es solo una opinión personal, no es muy enriquecedor quedarse estancado en una etapa promiscua. Y esto es lo que le pasa a algunos gays, que incluso con 40-50 años todavía basan gran parte de su vida en el sexo promiscuo. Por otro lado, todavía no conozco a ninguna lesbiana que responda a este perfil.

- Respecto a las parejas homosexuales, suelen durar menos que las parejas heterosexuales (sin embargo hay de todo y hay también parejas homosexuales muy duraderas). De cualquier manera, no por ello dejan de tener valor las relaciones que sólo duran unos meses o unos años. Compartir durante un tiempo nuestras vidas con otra persona es también muy bonito y nos aporta muchas cosas, que nos enriquece como seres humanos.

- Respecto a los celos y a que se cruce una persona por el camino, es frecuente en el ámbito homosexual. Sin embargo, al igual que he dicho antes, no siempre ocurre así y también puede ocurrir en las parejas heterosexuales. No es bueno generalizar.

En resumen, admito (sólo parcialmente) tus apreciaciones respecto a la vida afectiva, sexual y afectivo-sexual de los homosexuales, en cuanto a que dichas cosas ocurren (con mayor o menor frecuencia según el caso y el contexto) pero disiento respecto a que ocurran siempre en todos los ámbitos de la homosexualidad. Por otro lado, dichos comportamientos también ocurren, aunque reconozco que quizás menos, en el ámbito heterosexual.

Comparto contigo que algunos de dichos comportamientos o actitudes, que criticas, no sean muy deseables, satisfactorios o enriquecedores (esto es sólo mi opinión personal y no quiero imponer a nadie mi moral). Sin embargo, pienso que te confundes al plantear las causas, ya que pienso que, al menos parcialmente, son debidos a causas ajenas al hecho homosexual en sí. A continuación te expongo las causas que yo considero más razonables.

- Primeramente, la presión social ha hecho que los homosexuales hayamos estado reprimidos desde la infancia y eso ha hecho que sintamos desagrado o vergüenza por ella en la edad cuando la sexualidad se va desarrollando. Esto hace que en muchos casos, nuestra madurez afectivo-sexual llegue más tarde y con problemas (que cada uno debe ir resolviendo). En esta represión, por cierto, participa activamente la Iglesia Católica.

- Pienso asimismo que otra de las causas es la liberalidad, es decir tener unos criterios morales diferentes a los secularmente tradicionales de nuestra cultura (la liberalidad no es necesariamente negativa o indeseable en mi opinión). Ésta lleva consigo por un lado una mayor promiscuidad. Por otro lado, también lleva consigo que las personas que tienen deseo homosexual tengan un comportamiento homosexual (si fuesen seguidores de la moral tradicional, serían célibes o bien se casarían con un hombre o una mujer). De esta forma vemos que entre tres factores, la liberalidad, la promiscuidad y los comportamientos homosexuales, uno de ellos (la liberalidad) es la causa de los otros dos (la promiscuidad y los comportamientos homosexuales) y así se explica el hecho de que promiscuidad y comportamiento homosexual coincidan en muchos casos. Tú sin embargo te confundes con el orden causal ya que como piensas que promiscuidad y comportamiento homosexual coinciden siempre (como ya te explico anteriormente esto no es así, no se puede generalizar) deduces que el comportamiento homosexual es la causa de la promiscuidad.

- Por otro lado, desde un punto de vista estadístico (con esto me refiero a que estoy hablando de una clara tendencia que diferencia a la población femenina y a la masculina y no me refiero a que esa diferencia afecte a todos los individuos hombres y todos los individuos mujeres, es decir no estoy generalizando) los hombres y las mujeres (independientemente de su orientación homosexual o heterosexual) tienen actitudes afectivo-sexual es diferentes. Por ejemplo, en la carretera entre Orihuela y Murcia hay infinidad de clubes de alterne (para hombres) mientras que todavía no conozco ninguno para mujeres (hay alguna mujer que se va de vez en cuando con algún chapero, pero son casos aislados). Otro ejemplo es que los gays tienen zonas de encuentro (cruising, como se le llama indebidamente) en playas o parques, tienen cuartos oscuros, en algunas discotecas de ambiente, así como saunas, mientras que las lesbianas no (oí decir que en Barcelona hay una sauna para mujeres, pero es algo aislado y seguro que con un planteamiento menos promiscuo). Así vemos que (al menos actualmente en nuestra sociedad) la población femenina es menos promiscua que la masculina, tanto en ámbito homosexual como heterosexual. Eso explica que generalmente en las parejas heterosexuales y en las parejas homosexuales femeninas haya más fidelidad que en las homosexuales masculinas. Todo esto por supuesto sin caer en las generalizaciones, ya que también hay parejas de gays en las que hay fidelidad y también hay parejas heterosexuales donde se ponen bastante los cuernos (principalmente el hombre).

- Otro aspecto a tener en cuenta, y creo que es el más importante de todos los que estoy exponiendo, es el de la formación de una familia con hijos. Creo que cuando en una familia hay hijos (a los cuales puedes llegar a querer más incluso que a tu pareja) la fidelidad y la estabilidad adquieren más importancia porque se hacen más necesarias para la consecución de un proyecto a largo plazo, consistente en educar y cuidar a unas personas a las que quieres muchísimo y que te necesitan. Y no sólo se hace necesaria sino que además ese proyecto común (esas personitas que necesitan a los dos o a las dos) une muchísimo. Asimismo, creo que a veces la falta de fidelidad o de estabilidad en las parejas se debe a que las personas buscan sensaciones (nuevas sensaciones) que (junto con otros componentes de nuestro entorno) contribuyan a llenarles la vida; es como el deseo de viajar (la necesidad que todos tenemos a veces de cambiar las sensaciones del entorno físico y social que nos rodea). A este respecto, estoy seguro de que tener hijos en la mayoría de los casos llena tanto que ya no es tan necesario buscar esas sensaciones en otro compañero sexual o afectivo-sexual ajeno a tu pareja heterosexual u homosexual.

- Por último, puede que, efectivamente como tú dices, haya también alguna causa implícita en las relaciones homosexuales relacionada con algunos de los anteriormente mencionados comportamientos o actitudes (que tú criticas y que no son muy deseables, satisfactorios o enriquecedores tampoco para mí, pero que te vuelvo a repetir no son generalizables). Es decir en sentido estricto y siendo fiel a la actitud de búsqueda de la verdad que procuro que se extienda en toda esta exposición, no puedo excluir este posible origen causal, pero siempre junto a las otras causas que te he citado. De cualquier manera, en caso de que exista, intuyo que no es tan determinante como tú planteas. Como ejemplo te repito algo que ya te he escrito anteriormente: “Es cierto que la complementariedad de los órganos sexuales de amos sexos es un componente interesante en dichas relaciones sexuales y eso está muy bien. Pero por otro lado, no somos animales. El ser humano trasciende a nuestro cuerpo. Las relaciones sexuales no sólo son penetración vaginal, también puede haber otro tipo de cosas que pueden ser igualmente satisfactorias”.

Creo que las relaciones afectivo-sexual es o simplemente sexuales también pueden tener sentido por sí mismas (sin implicar necesariamente la reproducción): desde la simple obtención de complacencia, pasando por ser una forma de comunicación, relación o afectividad entre los seres humanos, hasta incluso (pero no estoy muy informado) creo que según algunas religiones la práctica del sexo puede ser una forma de misticismo (esto está relacionado con el Kamasutra). Igualmente, tomar un buen vino o una buena tarta de chocolate tienen también sentido en si mismo (sin implicar necesariamente la nutrición) ¿Quién no ha disfrutado alguna vez un poquito de la comida sólo por la complacencia que le produce (sin pensar en su utilidad nutricional? Las relaciones afectivo-sexual es (incluso las que no persiguen la reproducción) son importantes, hasta el punto de que creo que la ausencia de este tipo de relaciones puede afectar negativamente a la salud mental a través, por ejemplo, de la aparición de neurosis (es decir manías), a no ser que se sublime el deseo sexual mediante, por ejemplo, experiencias místicas, la oración a Dios, la entrega total al prójimo, etcétera. En este sentido, el celibato puede ser algo positivo, como es el caso de los sacerdotes o religiosos/as, que me parecen muy admirables; supongo que esa renuncia es un sacrificio que ofrecen a Dios y es una forma de acercarse a Él. De cualquier manera, pienso que la complejidad del ser humano hace que haya varios caminos para acercarnos a Dios y cada uno debe encontrar el camino al que mejor se adecue, en función de sus características personales (ya sean físicas, psicológicas o espirituales). Hay muchas personas que somos homosexuales, es decir que sólo sentimos deseo sexual por personas de nuestro propio sexo y no podemos sentirlo por personas del sexo contrario y tampoco queremos o sentimos la necesidad de que nuestro camino sea tener experiencias místicas, la oración a Dios o la entrega total al prójimo. Para tener relaciones afectivo-sexual es (tan necesarias, como he dicho antes) debemos hacerlo a través de relaciones homosexuales. El hecho de reprimirlas (o sanar, como tú lo llamas) es la amputación de un elemento importante en nuestras vidas.

Suponiendo incluso que la homosexualidad sea una forma afectivo-sexual menos perfecta que la heterosexualidad, cosa que habría que ver, creo que siempre es mejor que la ausencia de relaciones afectivo-sexual es. Imagínate una persona inválida. Tiene dos opciones. La primera de ellas es postrarse en la cama, no salir nunca de casa. La otra es utilizar una silla de ruedas (que no es algo natural, ya que lo natural es andar con las piernas) para poder tener una vida más complaciente y plena (a pesar de los inconvenientes que pueda tener, como no poder hacer senderismo o ir a correr). En el caso de la homosexualidad (repito que en caso de que fuera una forma menos perfecta) también tenemos dos opciones. Una de ellas es reprimir nuestra componente afectivo-sexual , no tener nunca relaciones. La otra es tener relaciones homosexuales (que en tu opinión no es algo natural) para poder tener una vida más complaciente y plena (a pesar de las carencias que tú dices que hay, las cuales ya he comentado anteriormente). Creo que en ambos supuestos la segunda opción es la que mucha gente elegiría y creo que es la más lógica.

Finalmente, frente al planteamiento que tú haces, consistente en que el comportamiento homosexual es intrínsecamente perjudicial y que la única opción es minimizarlo o, mejor incluso, eliminarlo, yo planteo otra vía. Creo que es más adecuado favorecer y cuidar el desarrollo afectivo-sexual de la persona, a través de la educación plural y sin excesiva represión, sólo en su justa medida, para que en el futuro su mundo afectivo-sexual (ya sea homosexual o heterosexual) sea los más sano posible. Pienso que, en este sentido, la Iglesia Católica podría desarrollar un papel importante respecto a la homosexualidad. La Iglesia Católica realiza muchísimas acciones admirablemente altruistas: desde el apoyo a personas y a familias en parroquias de España, hasta la labor tan importante que realizan las misiones en lejanos países, pasando por gran cantidad de hospitales. Al igual que la Iglesia apoya y aconseja a las personas a llevar lo mejor posible su vida matrimonial o familiar, igualmente creo que también podría participar activamente en ayudar a muchos homosexuales a desarrollar su vida afectivo-sexual de la forma más positiva y sana posible (y en la única forma que pueden hacerlo, que es a través de relaciones homosexuales lo más sanas que sea posible). Pienso que esta actitud sería más constructiva y ayudaría más al prójimo, en lugar de ponernos trabas, como hacéis actualmente.

En resumen, si bien no prohibís la homosexualidad, ni castigáis a los homosexuales, os empeñáis en mantener y difundir por doquier el mensaje cuyo contenido es el mismo del correo que nos enviaste y que básicamente es: La homosexualidad es una enfermedad que hay que curar. El hecho de que mantengáis ese mensaje contribuye a mantener una actitud, en nuestra sociedad, represora de la homosexualidad. Esta represión es la que hace (como ya te comenté antes) que los homosexuales tengamos a veces ciertas carencias o comportamientos, que a su vez pueden hacer parecer que la homosexualidad sea en sí misma una patología. Afortunadamente, este sistema retroalimentado poco a poco va desapareciendo; sobre todo próximamente cuando se legalice el matrimonio homosexual. Me gustaría que la Iglesia Católica oficial cambiase su actitud respecto a nosotros y de esa forma contribuir a que más rápida y fácilmente se normalice la homosexualidad, y lo que ello supone respecto a tener una vida afectivo-sexual sana.

Un saludo cordial.

Javier Vives Solbes, saberio@arrakis.es

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ECLESALIA, 13 de julio de 2005

LA PRAXIS Y LA MÍSTICA NOS UNEN. LA TEOLOGÍA NOS SEPARA

GONZALO HAYA PRATS, gonzalohaya@telefonica.net

ECLESALIA, 13/07/05.- No me refiero solamente a protestantes y católicos sino a todas las religiones, e incluso a los que se proclaman laicos o ateos.

Las teologías nos separan porque son elaboraciones intelectuales impregnadas de racionalismo. La praxis y la mística nos unen porque brotan directamente de la conciencia, del software que traemos de fábrica, de “la imagen y semejanza de Dios”. Esta es la opinión que quiero explicar, aunque en pocas palabras..

Es de sobra conocida la colaboración de las diversas confesiones religiosas con las organizaciones laicas en la asistencia social a enfermos, drogadictos, niños de la calle, mujeres maltratadas...Las víctimas del reciente tsunami se albergaron indistintamente en iglesias, mezquitas, templos o escuelas.

Pocas personas rechazarán la vida de Jesús o de los profetas. Tienen mucho de praxis y poco de teología.

¿Por qué nos separan las diversas teologías cuando las diversas místicas tienen una concepción muy semejante de Dios?

Los místicos constatan la diversidad de nuestra experiencia cotidiana pero perciben, de forma muy semejante, una Unidad superior que nos abarca. Sean los místicos cristianos, la Cábala judía, el Sufismo musulmán, el Taoísmo, o el mal llamado animismo. Otra cosa es cómo lo explica cada uno y qué vías proponen para alcanzarlo.

-          “¿Qué puedo hacer, musulmanes? Pues no me reconozco a mí mismo. No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán. No soy de Oriente ni de Occidente, ni de la tierra, ni del mar.... No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del infierno... No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado. He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno; al Uno busco, al Uno conozco, al Uno veo, al Uno llamo” (Rûmi, místico sufí)

-          “El cielo, la tierra y yo, tenemos la misma raíz; las diez mil cosas y yo somos de la misma substancia” (Sêng-Chao)

-          Todos encuentran a Dios en la naturaleza

Haiku japonés: En lo incesante/ del sonido del aguaestá Buda!

            ¡Oh, qué divina! / La luz del sol / Entre las tiernas hojas verdes.

         El Buda es... la luna de esta noche / en la flor del cerezo!

Evangelio: Lc 12,24-277 “Contemplad los cuervos. Ellos ni siembran, ni siegan ni tienen graneros, y Dios los alimenta” “Contemplad los lirios cómo crecen. Ni trabajan, ni hilan. Pero cierto que ni Salomón en toda su magnificencia se vistió como uno de éstos”.

San Juan de la Cruz: Cántico espiritual

Mil gracias derramando

pasó por estos sotos con presura

y yéndolos mirando,

con sola su figura,

vestidos los dejó de su hermosura.

Y no crean los humanistas laicos que al hablar de trascendencia hablamos de algo exterior, heterónomo. El Dios trascendente constituye el núcleo más profundo del hombre: “intimior intimo meo”, lo más profundo de mi mismo yo, como afirma san Agustín.

¿Concordancia demasiado vaga?

El amor puede ser vago, abstracto, falso, si no va acompañado de obras. “El que dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso”. Pero si el amor va acompañado de la praxis, no es algo abstracto. La concordancia mística de las religiones es un amor acompañado de la praxis, y por tanto es una concordancia satisfactoria y auténtica.

¿Son inútiles las explicaciones?

Son necesarias para comunicarnos, para coordinar con lógica nuestras intuiciones. Pero la lógica es válida para asegurar una coherencia interna; no es válida para garantizar la exclusividad de lo que afirmamos.

Nuestros conceptos y nuestro lenguaje son orientativos, son interpretaciones, no logran transmitir toda la realidad, ni siquiera todo lo que captamos de la realidad. Percibimos un misterio que no acabamos de comprender y que no logramos explicar:

“Lo más bello que podemos experimentar es lo misterioso. Tal es el sentimiento básico que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. Quien no lo conoce y no es capaz de admirarse, de asombrarse, es como un muerto y sus ojos se han apagado” (Albert Einstein)

El mal está en convertir la razón en instrumento único y exclusivo para determinar la verdad. La realidad se nos muestra como contradictoria, como dialéctica, porque no podemos abarcar con una línea recta –una deducción secuencial- los diversos polos de la realidad infinita e inexpresable. Hasta un racionalista como Maimónides confesaba que sólo los sabios llegaban a percibir la verdad, a veces y como un destello transitorio.

En filosofía no logramos integrar el racionalismo aristotélico con el idealismo platónico. En teología no sabemos conciliar la bondad de Dios y el problema del mal, ni un Dios infinito con la multiplicidad de la creación -¿fuera o dentro de ese infinito?- aunque este problema no preocupa a los cristianos ni al evangelio.

¿Hemos de despreciar la razón, las filosofías, las teologías? No, pero hemos de tomarlas como hipótesis, como interpretaciones que se acercan a la realidad sin excluir otras interpretaciones.

La física tiene dos interpretaciones para explicar la transmisión de la luz: por ondas o por corpúsculos; cada teoría explica determinados experimentos. Las teologías son teorías para explicar nuestra religación con la trascendencia. Ninguna explica todos los aspectos de Dios.

Volvamos a lo simple

Para un cristiano la revelación de Dios es una persona, Jesús de Nazareth. Su vida se entiende fácilmente y nos atrae porque conecta con nuestro sentido ético y místico. Como en las cámaras acorazadas de seguridad, la huella de Jesús coincide con la huella grabada en la pantalla de nuestra conciencia. Igualmente la vida de Buda, Zoroastro o Mahoma encuentra eco en el corazón de otros pueblos.

Vivamos y concelebremos con entusiasmo las religiones –las explicaciones- que nos ayudan a desarrollar esos modelos. Pero no las convirtamos en cuchillos que nos separen de otros. Ellos también se basan en una mística y una praxis conforme a la huella de nuestro mismo Dios.

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ECLESALIA, 14 de julio de 2005

CON EL DEBIDO RESPETO

"Mi opinión sobre el Sínodo diocesano de Madrid que acaba de terminar"

EUBILIO RODRÍGUEZ, Grupo preparatorio “San Fermín”, Grupo sinodal nº 12

MADRID.

ECLESALIA, 14/07/06.- Con el debido respeto, me propongo dar mi opinión sobre el Sínodo diocesano de Madrid que acaba de terminar. Opinión que depende, entre otras cosas, de las expectativas que uno se había formado, expectativas que a su vez vienen condicionadas por la percepción que se tiene del “estado de la cuestión” sobre el papel de la Iglesia hoy en nuestra sociedad, sobre cómo poner en práctica el Concilio Vaticano II en esta sociedad y en esta Iglesia.

Según esa percepción, se priorizarán unas u otras medidas a tomar, y , en consecuencia, la opinión sobre los resultados del Sínodo. Creo que el primer fallo del Sínodo ha sido precisamente no haber debatido, al comienzo del mismo, sobre ese “estado de la cuestión” y dar por hecho que todos aceptamos los análisis de la sociedad madrileña de hoy y del papel que la Iglesia ha de jugar en la misma, que se han presentado en las ponencias.

Simplificando mucho la cosa, y con todas las comillas precisas creo que esta problemática se presenta hoy de dos maneras: la manera como la presentan los que podríamos llamar “testimoniales” y la presentada por los que llamaré “misioneros”. Simplificando las cosas, porque unos y otros están por la misión y el testimonio. Los “testimoniales” consideran que lo urgente y fundamental es el anuncio del Evangelio, la confesión de Jesucristo resucitado, medida suprema de todo lo humano, y hacerlo en comunión con la Iglesia. Los “misioneros” están de acuerdo con estos objetivos, pero creen que, para que ello se pueda realizar en lo concreto de nuestro tiempo y nuestra sociedad, hace falta que previamente la Iglesia y los cristianos asumamos críticamente pero con simpatía los valores de esta cultura e, insertos en ella, nuestras prácticas sean coherentes con el Evangelio que anunciamos.

ESTADOS DE LA CUESTIÓN

1.- Para los “testimoniales” (representados en mi opinión, por casi todos los ponentes y buena parte de la asamblea sinodal), el “estado de la cuestión” parece ser el siguiente: durante la aplicación del Concilio Vaticano II, en los años 60 – 70 se cometieron muchas equivocaciones. En consecuencia, sus planteamientos y propuestas pretenden poner en práctica el Concilio, corrigiendo esas equivocaciones. Simplificando mucho consideran que:

- la presencia de los cristianos en el mundo, después del Concilio, como “fermento en la masa” supuso una pérdida de identidad. Asumimos la cultura moderna, y sus diversas iniciativas y organizaciones, sin ninguna actitud crítica. La crítica se ejercitó solamente al interior de la Iglesia.

- en el terreno dogmático el diálogo con las distintas corrientes de la modernidad se tradujo en una disolución del “depósito de la fe” en las diversas corrientes ideológicas entonces predominantes.

- una cultura moderna y unas ideologías que, en los últimos años, han demostrado – en su opinión – su fragilidad y sus contradicciones por haber abandonado la inspiración cristiana y eclesial de unos valores que surgieron en el “humus” de la tradición cristiana.

- el proyecto cristiano, después del Concilio, se disolvió y desapareció en los distintos proyectos que estaban presentes en la sociedad (liberal, democrático, socialista...) sin aportar nada nuevo y original. El fermento se disolvió sin transformar la masa, la sal perdió su sabor. El cristiano entró en el mundo en actitud vergonzante, sin atreverse a plantear nada específico desde su fe, ocultándola, viviéndola con complejo de inferioridad.

- al interior de la Iglesia, consideran que se multiplicaron las críticas, las descalificaciones de todo lo que fuera autoridad, tradiciones, costumbres, ritos...; se iniciaron cambios en todos los terrenos, sin apenas criterios, cambiar por cambiar, o eliminar tradiciones sin sustituirlas por otras nuevas. Lo cual creó – en su opinión – un desconcierto generalizado.

2.- Para los “misioneros”, a este “estado de la cuestión” le faltan algunos datos. Lo consideramos demasiado simplista y precipitado. Nuestra percepción de la cultura moderna, de la realidad de la sociedad y la Iglesia madrileña es distinta.

Puede ser cierto que el postconcilio trajera un nivel de desconcierto. Pero un desconcierto que consideramos normal y legítimo cuando se trataba de “abrir las ventanas” y reconducir una institución con tantos siglos de historia – para lo bueno y para lo malo – como la Iglesia católica. Una cosa era acordar las orientaciones y objetivos en las sesiones del Concilio y otra más compleja sería llevarlas a cabo en la realidad de la vida.

Esta tarea supondría enfrentarse a muchas tradiciones, que habían perdido su vigencia, a intereses creados, a prejuicios, a maneras de pensar y de hacer que durante mucho tiempo se habían tenido como inamovibles. Tarea más compleja aún si se considera que las consecuencias no afectaban sólo al interior de la propia Iglesia, sino también a las implicaciones sociales y hasta políticas que se derivaban de esos cambios. Particularmente en una sociedad como la española, en la que el peso histórico de la Iglesia ha sido y sigue siendo relevante.

Pero fueron precisamente muchos de esos cambios los que posibilitaban que sectores de la sociedad con los que yo me relaciono, tradicionalmente alejados o enfrentados con la Iglesia, comenzaran a imaginar que quizás la Iglesia podía ser otra cosa que la experiencia que ellos habían vivido o les habían transmitido sus mayores: una Iglesia cerrada en sí misma, comprometida en visión del mundo, proyectos e intereses con la derecha social y política, hasta tomar partido por ella durante la guerra civil; una Iglesia incapaz de conectar con las preocupaciones y expectativas de la gente de la calle, ni de adaptar sus formas y su lenguaje a la mentalidad de hoy.

Empezaron a tener ciertas expectativas en una Iglesia que sabía reconocer sus errores históricos y ofrecer algunos gestos, símbolos y lenguaje que les resultaba comprensible, porque previamente se había tomado la molestia de interesarse con obras y palabras por la vida y los problemas concretos de esa gente. Porque se había atrevido a releer el Evangelio desde esa inserción y a replantear tradiciones y prácticas, lenguaje y celebraciones.

Al interior de la Iglesia, el descubrimiento conciliar del “pueblo de Dios” y la legitimidad de la opinión pública trajo consigo la buena costumbre de pensar y, en consecuencia, de disentir algunas veces. Seguramente ello ha dado origen a equivocaciones, pero ¿quién, que piense, no se equivoca?. La forma de afrontarlo no es eliminar el pensamiento, sino confrontarlo en el diálogo. Sin excluir que, en último término y porque hay que tomar decisiones, haya una voz autorizada que arbitre una solución, aunque sea provisional.

La salida a este posible desconcierto, no era – en mi opinión – eliminar el debate y volver al pasado; tampoco aceptar beatamente todos los cambios, sino sentarnos a valorar, a discernir, desde el Evangelio y las orientaciones básicas del Concilio, el recorrido de los últimos años, interpelarnos mutuamente, reconocer errores y aciertos por una y otra parte. Esa, al fin y al cabo, ha sido la práctica eclesial tradicional en momentos similares (Hech. 1/15-26; 6/1-7; 15/1-35 ...) Desde esta valoración-discernimiento y desde una visión lúcida de la sociedad madrileña de hoy y el papel que la Iglesia ha de jugar en ella, podríamos haber planteado una cuantas líneas de fondo, prioridades básicas, que serían luego concretadas en los distintos campos de actuación.

En mi opinión no se ha hecho esto. Se ha dado por bueno, sin debatirlo, el primer “estado de la cuestión” y, en consecuencia, las líneas de fondo, las prioridades básicas que proponía. Muchos de los comentarios que hago a continuación fueron presentados en el Sínodo, pero no pasaron a votación de la asamblea, ya que considero que las modificaciones y nuevas propuestas que no encajaban en aquellos presupuestos no se han tenido en cuenta. Terminado el Sínodo, creo que muchas de estas cuestiones siguen vigentes y las conclusiones y propuestas sinodales no facilitarán su resolución. Así pues, esta es mi opinión sobre el Sínodo. Con el debido respeto, por supuesto.

PROPUESTAS DEL SÍNODO

Ponencia primera

En la lógica, pues, de los “testimoniales”, la Ponencia primera (“Acoger y vivir el don de la fe con un impulso nuevo”) considera que las causas de la debilidad de la presencia de los católicos en esta sociedad son :

- “la cultura hegemónica que nos pide que reduzcamos el influjo de nuestra fe y convicciones morales al ámbito de nuestra vida privada ... que intenta convertir al hombre en centro autosuficiente y medida última de la realidad y construir un humanismo sin Dios y sin Cristo.

- el crecimiento entre los creyentes de una especie de “apostasía silenciosa”, por desidia ante la vocación bautismal.

- las divergencias doctrinales y disciplinarias que dificultan la acogida y vivencia de la fe.”

En consecuencia proponen:

- “Fomentar la acogida más personal de la fe, la vocación y el compromiso bautismal. Se trata de la prioridad pastoral primera y actualmente más urgente.

- Vivir la alegría del encuentro con Cristo, medida suprema de lo humano, en cuyo seguimiento crecemos en humanidad, verdad, libertad, fraternidad y amor.

- Fomentar la conciencia de pertenencia a la Iglesia.

- Hacer sentir a todos los fieles y grupos cristianos la urgencia de intervenir públicamente en el debate cultural, educativo y social en comunión con la Iglesia.

- Hacer un llamamiento general a los intelectuales e instituciones académicas cristianas para que contribuyan a la construcción de una cultura que, inspirada en el Evangelio, proponga en términos actuales el patrimonio de valores y contenidos de la Tradición católica.

- Fomentar la confesión pública de la fe cuando sea necesario y formarse para saber dar razón de la esperanza cristiana y de las enseñanzas morales de la Iglesia, especialmente en lo referente a la familia”.

Estoy de acuerdo con la “música” de la mayor parte de estas propuestas.El problema es la “letra”: su desarrollo en los análisis y orientaciones de la misma Ponencia y la forma concreta en que muchas de ellas se están ya llevando a cabo en la diócesis. Algunos ejemplos :

Considero un fallo básico la ausencia en los análisis de la ponencia de un mínimo de autocrítica. La culpa siempre la tienen los otros : la cultura hegemónica, el disenso, la “diáspora cultural de los católicos”. Claro! Eso tiene la ventaja de que justifica nuestra pereza mental a la hora de tener que imaginar los cambios exigidos a la propia institución eclesial.

No estoy de acuerdo tampoco con la condena simplista y global de la cultura moderna sin un discernimiento sereno y objetivo de sus luces y sombras. Si pretendemos que la fe esté presente en el debate público de manera significativa, no basta estar personalmente convencidos y proponérnoslo con todo empeño. Es preciso que sus propuestas resulten significativas y apreciables por los distintos grupos y culturas presentes a los que nos dirigimos. Para ello es necesario que, previamente, la experiencia cristiana haya sido acogida y hecha carne propia por personas insertas en esas culturas y en sintonía con sus valores. El lugar social y cultural desde donde se acoge la fe y “se da razón de la esperanza” es fundamental a la hora de transmitirla; es condición imprescindible para comunicarla en un lenguaje inteligible y que no resulte extraño o anacrónico.

No acabo de entender lo que se entiende por “cultura católica”, cuando el Concilio Vaticano II afirma que “la Iglesia, en virtud de su misión y naturaleza no está encadenada a ninguna forma particular de cultura humana o sistema político, económico o social... y así puede ser, por esta universalidad peculiar, el lazo que estreche íntimamente a las diversas comunidades y naciones” (G.S. 43)

Por otra parte, no se advierte ninguna actitud crítica ante las realizaciones históricas y actuales a que esa presunta “cultura católica” ha dado y está dando lugar en las formas de organizar la sociedad y de actuar en ella, o en los mensajes y estilos transmitidos por sus instancias educativas o sus medios de comunicación. ¿Nos consideramos sin pecado y superiores a los demás? (Luc.18/9; Jn. 8/7). ¿No tenemos nada que cambiar? En este caso, ¿para qué un Sínodo?

En cuanto a la llamada “apostasía silenciosa”, ¿El fenómeno de la indiferencia o no religiosidad es siempre una pérdida? ¿No puede posibilitar una visión “desencantada” del mundo en línea con la aportación secularizadora del cristianismo? ¿No está desafiando a los creyentes para que nos planteemos cuestiones fundamentales?: reconocer las propias desviaciones históricas y aceptar “otros” valores; convocarnos a un trabajo creativo de búsqueda de sentido, de interioridad, de espiritualidad y de nuevas formas para hacer presente y transmitir aquí y ahora el “depósito de la fe”. Puede ser una ocasión favorable para revitalizar aspectos esenciales de la fe cristiana como vivir una religiosidad encarnada, valorar profundamente lo humano o remover falsas seguridades

Claro que “Jesucristo es la medida suprema de todo lo humano” o que hay que “fomentar la conciencia de pertenencia a la Iglesia”. Pero cuando la concreción de estas propuestas se identifica, en la práctica, con la eliminación de todo disenso, cuando se considera la “diáspora cultural de los católicos” como una desgracia y se pretende que nos presentemos ante la sociedad unidos cultural, educativa, socialmente (¿también políticamente?) se está dando un paso que hace muy difícil la pertenencia eclesial en un mundo y en una Iglesia, afortunadamente, cada vez más plurales y complejos.

Ponencia segunda

La Ponencia segunda (“¿Cómo anunciamos el Evangelio a los alejados y a los no creyentes?”) propone:

- “Vivir la unidad en la propia comunidad diocesana y con la Iglesia universal, bajo la guía de nuestros Pastores, como condición imprescindible de la misión.

- Y, desde ahí, educar la conciencia de que el cristiano, con su presencia y su palabra, es luz para que los hombres se encuentren con Cristo.

- Fomentar la difusión de los contenidos sociales, culturales y religiosos acordes con el Evangelio a través de los medios de comunicación social y promover con ese fin medios de inspiración católica o de propiedad de la Iglesia.

- Impulsar la creación de foros de diálogo cultural capaces de ofrecer una valoración de la actualidad desde una perspectiva cristiana.”

Estando de acuerdo con estas propuestas, me parece que pasan por alto algunas cuestiones importantes. Echo en falta, en primer lugar, una exposición que recoja de manera objetiva (no apologética y exculpatoria) la situación actual, los procesos y causas que dieron origen a ese “alejamiento” o “no creencia” de aquellos a los que se pretende comunicar el Evangelio, y que, en muchos casos, crecieron y fueron educados en las instituciones eclesiales. Ese análisis objetivo, lúcido (“la verdad nos hará libres”, también a nosotros) ¿no podría dar algunas pistas para nuestra actuación en el futuro? Es preciso, por respeto a la realidad y a las personas, tomar conciencia y saber interpretar estas situaciones personales, sociales, espirituales; estos momentos vitales de aquellos a los que nos dirijimos.

 En segundo lugar, teniendo en cuenta que, en nuestras sociedades, no es tanto la lejanía geográfica la que determina hoy la dimensión misionera, cuanto la distancia cultural y religiosa, habría que plantear el modelo de actuación eclesial, siguiendo las orientaciones básicas del Decreto “Ad Gentes” del Vaticano II ( sobre la actividad misionera de la Iglesia) en términos de presencia misionera, de diálogo intercultural e interreligioso.Se trata de anunciar el Evangelio a sectores y ambientes de nuestra sociedad que ya no se reconocen en la tradición católica, o de otros que se están incorporando a esta sociedad y provienen de otras formas de vivir el cristianismo o de otras culturas y tradiciones religiosas.

Los cristianos, y la Iglesia como institución, ha de injertarse en esos grupos humanos y sus culturas propias, para poder transmitir de nuevo el Evangelio en un lenguaje que les resulte significativo hoy y aquí, “como Cristo, por su encarnación se solidarizó con las condiciones sociales, culturales de los hombres con quienes convivió” (A.G. 10). No vivir al margen o en paralelo, organizándonos nuestra propia sociedad y mundo cultural y pretendiendo luego imponerlo desde arriba.

Cuanto a la presencia pública de la Iglesia. Aquí se plantea el testimonio de la propia Iglesia como institución en la “plaza” de la ciudad secular; no sólo la cuestión del testimonio personal de los cristianos individualmente considerados. Se trata, por ejemplo, de la imagen social que transmite la Iglesia en las escuelas de titularidad católica, en sus medios de comunicación... Constituye un testimonio decisivo teológicamente ya que la Iglesia (sus planteamientos y actuaciones) es mediadora, transmisora de gracia, es el “rostro de Cristo” en el hoy y el aquí de cada sociedad , y decisivo también sociológicamente en una cultura mediática como la nuestra.

Estoy de acuerdo en “fomentar, sostener y promover aquellos medios en los que se reconoce más fácilmente una visión de la vida acorde con el Evangelio”. El problema es cuando esa visión de la vida que aparece en esos medios – como ocurre ahora – está más acorde con los análisis, la ideología y los intereses de los sectores de la Derecha social y política que con el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia.

¿De qué se está dando testimonio? ¿qué se está anunciando? ¿El Evangelio o el programa de una facción del Partido Popular? (ni siquiera de todo el Partido Popular). ¿Por qué no pasó una propuesta que planteaba: “Que los medios de comunicación de la Iglesia cuiden las siguientes condiciones: abiertos a todas las tendencias, instrumentos de diálogo, reconciliadores, difusores de los diversos testimonios cristianos presentes en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad”?

O, en relación con las prácticas institucionales de la propia Iglesia diocesana, ¿no hay nada que corregir? ¿Por qué, por ejemplo, se rechazó repetidamente la propuesta siguiente: “Avanzar, en la Iglesia de Madrid, en mayor justicia social con los trabajadores con los que se mantienen relaciones laborales (profesores de Religión, trabajadores de sus Centros de enseñanza, del propio Arzobispado, de Instituciones religiosas, de Caritas ...)”

Finalmente, creo que los que mejor pueden comprender la cultura de esos sectores sociales alejados y transmitirles el Evangelio en su propio “idioma” son los cristianos que comparten su vida, su trabajo, sus preocupaciones, su mundo cultural. Considero necesario que los pastores, al elaborar sus orientaciones doctrinales, tengan en cuenta la experiencia y opiniones, el lenguaje de estos cristianos representativos de tales medios sociales, si no quieren exponerse a que sus palabras resulten de otro tiempo y de otro lugar social y por lo tanto no interesen a nadie, por muy doctrinalmente ortodoxas que sean. Tampoco pasó la propuesta siguiente : “Que los pastores de la Iglesia, al elaborar sus orientaciones, tengan en cuenta la experiencia y la opinión de los que están viviendo directamente las situaciones o sean expertos en los avances consolidados de la ciencia”

Ponencia tercera

La Ponencia tercera trató el tema de la catequesis y la liturgia (“¿Qué catequesis ofrecemos? ¿Cómo celebramos la fe”?). En ella se propone:

- “Disponer de un Directorio diocesano de iniciación cristiana, al servicio de la comunión eclesial... que garantice la coordinación de toda la diócesis y sea asumido convenientemente en la programación pastoral.

- El Catecismo de la Iglesia católica es la medida segura para que la transmisión de la fe sea verdaderamente católica y apostólica... Los catecismos de la Conferencia Episcopal española y los materiales catequéticos diocesanos son textos oficiales de referencia.

- La iniciación cristiana necesita de educadores cristianos sobre todo dotados de una profunda fe y de una clara identidad eclesial”

- Y en cuanto a las celebraciones: “Asegurar que todos los sacramentos se celebren dentro del marco de referencia que son los libros litúrgicos: Misal, leccionarios y rituales... sin olvidar la necesaria adaptación que los mismos rituales contemplan”.

- Cuanto a la oración: “Impulsar la liturgia de las Horas en las comunidades cristianas y el culto eucarístico fuera de la Misa, la “lectio divina” y prestar atención especial a las experiencias orantes de la religiosidad popular”.

De acuerdo con todo, pero creo que no se ha dado la relevancia suficiente a otros elementos de la problemática que estamos viviendo en la tarea catequética. Son los que – en mi opinión – refleja acertadamente Juan de Dios Martín Velasco en su libro “La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea”, Ed. Sal Terrae, Madrid, 2002, pag. 85-126.

Resumo:

Atención a los destinatarios:

“La transmisión de la fe está regida por la atención a sus destinatarios, Lo que conlleva conocerlo de la mejor manera posible y tener en cuenta, a la hora de presentarle el cristianismo, todas sus particularidades: su historia, su biografía, su cultura, su diversidad y complejidad con todo lo que ello comporta en relación con su mentalidad, su forma de razonar y de sentir, su capacidad estimativa y los valores que orientan su vida...

La ignorancia de esas condiciones culturales de los destinatarios puede llevar a los transmisores a la condición de extraños y "alienados", y en consecuencia "in-significantes", en relación con aquellos a los que pretenden comunicar su fe. No se trata de una adaptación que pierda su fuerza crítica y profética sino de situar esa crítica donde corresponde y a hacerla como corresponde. No en función de mundos ajenos a los culturalmente constituidos por el contexto en que se proclama.(I P. 3/16) Es verdad que ninguna adaptación justificará la traición o adulteración del mensaje. Pero también es verdad que no hay peor traición que proponerlo de forma que no pueda ser escuchado o que se dificulte su recepción...

La comunidad cristiana:

Una comunidad comprometida en la transmisión de la fe no logrará despertar la adhesión sin un trabajo creativo de expresar la realidad en la que cree, en nociones, representaciones, imágenes, símbolos y formas de vida en los que sus contemporáneos puedan reconocerse, les resulten significativos y puedan percibir así la verdad última que los creyentes identificamos y veneramos como Dios ...

La transmisión de la fe es un proceso eminentemente social que no puede realizarse al margen de la comunidad. Los historiadores de la primera expansión del cristianismo afirman que el procedimiento por excelencia para esa extensión fue la irradiación de las comunidades por medio de su existencia misma. Para ello la comunidad cristiana no puede constituir un mundo artificial y aislado del mundo en el que discurre la vida real de las personas y la historia de la humanidad, ni puede permanecer desinteresada de la transformación de las condiciones de vida en la dirección de un mundo más humano y a la espera del advenimiento del Reino...

Medios y recursos para la transmisión:

Enraizar la transmisión de la fe en las experiencias humanas fundamentales : La importancia de la experiencia, y la conexión de las experiencias religiosas con las experiencias humanas fundamentales, manifiesta un primer "lugar" hacia el que orientar la propuesta de la fe.. Para superar una incomunicación que muchas veces parece irremediable, para romper el hielo de una indiferencia que parece hacer imposible el contacto, la comunicación de la fe podrá en muchos casos comenzar por explorar ese terreno común, ayudar a los destinatarios de esa propuesta a su descubrimiento e identificación”.

Y, en cuanto a las celebraciones y la oración, no se aceptaron propuestas como las siguientes:

- “Las celebraciones han de partir de la vida y volver a la vida. En su lenguaje, en sus signos y símbolos han de resultar significativas para que la comunidad pueda participar en ellas activamente”

- “Favorecer la creación de nuevos tipos de celebraciones, respetando la inmutable, que resulten significativas, por sus contenidos y sus formas, para las diversas culturas presentes hoy en nuestra sociedad”

- “La oración cristiana no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios (“Novo Millenio Ineunte”, 34). Así pues, hemos de educar en la práctica de una oración que sepa conjugar la presencia, el compromiso y el testimonio en los distintos ambientes de vida y trabajo con la contemplación y la celebración personal y comunitarias”

¿Por qué no se aceptaron? ...

Ponencia cuarta

La Ponencia cuarta abordó el tema de la comunión eclesial (“¿Cómo vivir la comunión en la Iglesia?”). Algunas de sus propuestas:

- “Intensificar en los diferentes grupos su conciencia de estar viviendo la comunión eclesial, diferenciándola de otras formas de agrupación humana.

- La comunión eclesial es presencia de la una y única realidad de comunión proveniente de Cristo.

- Quienes tienen responsabilidad pastoral están especialmente llamados a vivir en la Iglesia el seguimiento y la obediencia de la fe.

- Evitar contraposiciones que lleven a una falta de estima por la Iglesia.

- Valorar todo lo que refuerza o hace visible la unidad del pueblo de Dios alrededor de su obispo, en comunión con el sucesor de Pedro... evitando que se introduzca la sospecha entre los fieles y sus obispos y pastores.

- Procurar que todo juicio crítico sobre la vida cristiana se sitúe en el contexto de una propuesta positiva de experiencia eclesial”

En mi opinión, se pasan por alto las situaciones reales que están dificultando hoy la comunión eclesial. A lo largo de la Ponencia hay una "música difusa" que:

- tiende a identificar la comunión eclesial con la adhesión incondicional y la obediencia con la sumisión ciega, que considera necesariamente negativas las discrepancias, el disenso y los conflictos al interior de la Iglesia.

- no plantea los cambios que pueden exigir en el interior de la iglesia la presencia de los cristianos en el mundo de la política, del trabajo, de la ciencia...

- la organización y funcionamiento eclesial que se presupone en la ponencia y en sus propuestas está estructurado sobre el esquema " clérigos - laicos".

Creo que la comunión eclesial no excluye la posibilidad del disenso y el conflicto; incluso, a veces, lo hace necesario, ya que todos hemos de estar "al servicio de la verdad del Evangelio": Así fue desde los primeros tiempos de la Iglesia:

"Cuando Pedro llegó a Antioquía tuve que encararme con él porque era reprensible. Antes de que llegaran ciertos individuos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquellos, se retrajo y se puso aparte, temiendo a los partidarios de la circuncisión.

Ahora que, cuando yo vi que su conducta no cuadraba con la verdad del Evangelio, le dije a Pedro delante de todos:

- Si tú, siendo judío, vives a lo gentil y no a lo judío, ¿Cómo fuerzas a los gentiles a las prácticas judías?" (Gal 2/11-14)

Así lo reconoció el Concilio: "También actualmente conoce la Iglesia cuánta distancia separa el mensaje por ella predicado y la humana debilidad de aquellos a quienes está confiado el Evangelio. ... Sea cual fuere el juicio de la historia acerca de esos defectos, debemos ser conscientes de ellos y combatirlos con firmeza para que no lesionen la difusión del Evangelio-(G.S .43)

La comunión eclesial, por tanto, no excluye el mantener una actitud crítica ante las equivocaciones y defectos de 1a Iglesia y su jerarquía, ni la valentía de expresarlo públicamente. Lo contrario equivaldría, para los cristianos, a vivir la comunión como una unión simbiótica, infantil, que anula el pensamiento y la propia personalidad de un sujeto adulto y corresponsable. Para la institución, supondría la parálisis de la propia Iglesia en la autosuficiencia y la autosatisfación.

Creo también que habría que abordar los cambios y adaptaciones culturales que la presencia de los cristianos en los distintos campos de compromiso puede plantear al interior de la propia Iglesia, aunque ello traiga consigo, lógicamente, problemas, conflictos y reajustes. El Concilio reconoció lo que la Iglesia ha recibido históricamente de los pueblos y culturas con los que ha entrado en contacto: "La Iglesia no ignora cuánto ha recibido de la historia y evolución del género humano: la experiencia de los siglos, el avance de las ciencias, los tesoros escondidos en las diversas formas de cultura humana" (G..S. 44)

La experiencia de los cristianos en la política, en la vida sindical y asociativa, en el mundo de la ciencia, en las relaciones interculturales e interreligiosas... les hace descubrir una serie de valores y modos de funcionamiento que, en no pocos casos, pueden y deben ser trasladados a la comunidad cristiana, para que esta sea y se manifieste, en lo concreto de cada grupo humano, como la "Iglesia del Verbo Encarnado".

El paso de la primera Iglesia a los gentiles y su evangelización fue posible porque el cristianismo supo asumir los valores de la cultura pagana. Hubo conflictos, pero se solucionaron sobre la base de una interpelación y enriquecimiento mutuos. Si, por ejemplo, la propuesta 40 de la Ponencia cuarta plantea, para la vida social y política: "Rechazar que se reduzca al silencio la voz de la conciencia por vía de su exclusión del debate y de la vida pública", ¿por qué este no ha de valer también para el funcionamiento al interior de 1a propia Iglesia?

Y, en esta línea, creo que habría que plantearse, por fidelidad al Evangelio y a la cultura democrática, una forma menos piramidal y clerical de funcionamiento eclesial: Dice el Concilio Vaticano II: "Los laicos tienen el derecho, más aún, también a veces la obligación de manifestar su parecer sobre aquellas cosas que se relacionan con el bien de la Iglesia... Los pastores reconozcan y promuevan la dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia...

De esta manera se robustece en los seglares el sentido de su propia responsabilidad, se fomenta el entusiasmo y se asocian más fácilmente las fuerzas de los laicos a la obra de los pastores. Pues estos últimos, ayudados por 1a experiencia de los laicos, pueden juzgar con mayor precisión y acierto tanto los asuntos espirituales como los temporales, de suerte que la Iglesia entera, fortalecida por todos sus miembros, pueda cumplir con mayor eficacia su misión a favor de la vida del mundo" ("Lumen Gentium", 37).

Considero que el esquema de organización eclesial "clérigos - laicos", que se presupone en la ponencia, no se corresponde con la tradición de la primera Iglesia, en la que se da un reparto de responsabilidades y ministerios (1 Cor. 12; Ef 4/11 - 16) en el que no se anulan unos a otros sino que han de vivirse en una relación recíprocamente enriquecedora. Ni se corresponde con la experiencia de no pocos movimientos y comunidades eclesiales actuales, en las que el sacerdocio se vive ya como un ministerio, junto a otros, y entre todos van construyendo la comunidad o el movimiento. Finalmente, la experiencia de nuestro tiempo aconseja, para que una institución sea eficiente, la especialización de tareas y para que respete los derechos de la persona, que sus miembros puedan participar en sus decisiones y en su funcionamiento. ¿Qué dificultad hay en incorporar estos modos de funcionamiento en la Iglesia?

"El padre Congar - teólogo del Concilio - concluía que la exigencia de democracia "integra una exigencia de fidelidad a la fe católica", legitimada por la práctica antigua (Hech. 1/20-26; 6/1-7; y otros ) y no fruto maligno de "peligrosas concesiones al espíritu del mundo" y a los regímenes políticos nacidos como consecuencia de la "abominable" Revolución Francesa, como dicen los lefevrianos, falsificando la historia de la misma Iglesia que pretenden defender. Por el mismo motivo el Concilio recuperó del tesoro antiguo de la Iglesia, algunos elementos constitucionales que con el tiempo se habían eclipsado, por ejemplo, la colegialidad episcopal, la sinodalidad, el criterio de subsidiariedad: decisiones adoptadas "por coherencia teológica con la vocación de la Iglesia", no por "sociologismo" o "democratismo".

Y en 1983 el Código de Derecho Canónico prolonga estas razones de "coherencia teológica" ratificando el antiguo principio eclesiológico "democrático" en la estructura de la Iglesia latina. El Canon 119 retoma el criterio primitivo de que "Lo que tiene que ver con todos, debe ser aprobado por todos" ("Quod autem omnes uti singulos tangit, ab omnibus approbari debet") y reconocía el derecho fundamental de los fieles a ser consultados sobre la vida de la Iglesia y sobre el nombramiento de los responsables, admitiendo el derecho de libertad de opinión y de crítica en el interior de la Iglesia.

Siguiendo el empuje del Concilio (y de la consiguiente recuperación de la antigua tradición) considero positiva la petición que va creciendo en el pueblo cristiano en el sentido de que se abran en los diversos niveles de la Iglesia nuevos espacios de participación que vayan introduciendo un sentimiento y una cultura democrática. Especialmente se reclama que los laicos, hombres y mujeres, tomen parte en la elaboración de las decisiones, si no en la toma de las mismas, sobre todo cuando traten de la misión de la Iglesia y de su vida interna.

Finalmente, y en relación con los problemas que a algunos nos plantean las formas concretas de vivir la comunión eclesial, permítaseme una pregunta indiscreta: ¿Qué presencia tienen, en los medios de comunicación eclesiales o en las plataformas eclesiales más autorizadas, las opiniones y planteamientos de católicos que no sean – por decirlo de manera simplificada – de la “Derecha económica, política y social”?. ¿Por qué fue desestimada una propuesta nueva que pedía : “que los medios de comunicación de la Iglesia (generales y diocesanos) acojan y reflejen en sus programas la diversidad cultural, social y política de los católicos de Madrid, considerando este pluralismo como una riqueza, consecuencia lógica de la inserción del Evangelio en los distintos grupos humanos de nuestra sociedad” ?

Se está dando – en mi opinión – con esta estrategia una vuelta a posiciones preconciliares. Se elimina, por la vía del silenciamiento, a todo un sector de la comunidad eclesial que tiene derecho a pensar y actuar de otra manera y a expresarlo y debatirlo en su interior. En nombre de la comunión eclesial, precisamente, se eliminan sus condiciones de posibilidad, al hacerla coincidir con la defensa de los planteamientos e intereses de un grupo cultural, social y político concreto.

 “La caridad había de reunir a la Iglesia de Dios en todo el orbe de la tierra. Por eso, así como entonces un solo hombre, habiendo recibido el Espíritu Santo, podía hablar en todas las lenguas; ahora, en cambio, es la unidad misma de la Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, la que habla en todos los idiomas... y anuncia , con aquel maravilloso milagro, la propagación de la Iglesia católica por todos los pueblos y lenguas ... ” (Lectura de Laudes de Pentecostés)

Considerábamos como una riqueza adquirida en las orientaciones del Concilio Vaticano II el legítimo pluralismo cultural y político de los católicos, por el que una misma fe puede conducir a compromisos culturales y políticos diferentes. Por lo visto, estábamos equivocados.

¿Mi opinión sobre el Sínodo de Madrid? Considero que, al no haber abordado abiertamente, eclesialmente, con profundidad, estas cuestiones y algunas más, que considero importantes en el hoy de nuestra Iglesia, este Sínodo ha sido una ocasión fallida. Lo siento. Por supuesto, dicho sea todo con el debido respeto y sin ánimo de ofender. 

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ECLESALIA, 20 de julio de 2005

SINGAPUR, LONDRES, EL G-8 Y EL DIVINO SALVADOR

JON SOBRINO

SAN SALVADOR (EL SALVADOR).

ECLESALIA. 20/07/05.- Para ver cómo anda nuestro planeta no hay más que recordar lo que ha pasado del 6 al 8 de julio: Singapur, Londres y el G-8. Muchas son las reflexiones que provienen normalmente desde el Occidente que se llama democrático, y que ahora ya no se atreve a llamarse cristiano. No por ello dejan de ser, a veces, reflexiones sensatas, pero por lo general son más encubridoras que iluminadoras, más al servicio del Occidente de abundancia que de los pobres de este mundo. Nosotros queremos hacer otro tipo de reflexiones que se suelen silenciar o que se descalifican como idealistas y utópicas -y quizás no les falta algo de razón a los críticos. Son reflexiones utópicas e idealistas, y son sobre todo indefensas ante el poder con que se difunden las reflexiones “políticamente correctas”. Al final haremos una breve memoria del Divino Salvador.

Londres. 7 de julio. La injusticia, la barbarie y el horror son evidentes. Es evidente que el dolor de las víctimas y de los supervivientes debe llegar al fondo del corazón. Y es también evidente que hay que buscar -con justicia y razón- seguridad para que no se repita esta barbarie que pone al planeta entero en vías de mayor deshumanización. Desde El Salvador, desde la represión y guerra en el pasado, los diez homicidios diarios en la actualidad, lo comprendemos bien. Dicho esto, he aquí las reflexiones indefensas.

a) Nada de lo anterior exime preguntarse el “por qué” de esta barbarie. El que sea aberrante no excluye razones que la expliquen en algo, y no hacer esas preguntas es comenzar con falta grave de honradez con lo real, mantener la hybris, la arrogancia, que tanto combatió Pablo: la visión de la realidad que tiene Occidente es la única visión o al menos la más verdadera. Así habló Bush el 11 de septiembre, Aznar el 11 de marzo...

b) Siguiendo con reflexiones utópicas, ¿por qué no releer nuestra historia de Occidente, sus gruesos y duraderos pecados, con ocasión de estas tragedias? ¿Por qué -para garantizar la seguridad- intentar sólo la vía de la tecnología, de la inteligencia policial y del potencial bélico, y no intentar la vía de la conversión, dar pasos de pedir perdón y perdonar, de reconciliarnos? Si sólo se sigue las primera vía habrá más Afganistán, más Iraq, y también más Londres.

c) Lo hemos dicho varias veces. Occidente sabe muy bien que hubo un 11-S y un 11-M, ahora recordará el 7-J, pero no le interesa en absoluto recordar un 7-O (7 de octubre de 2001 cuando la comunidad internacional democrática bombardeó Afganistán) ni el 30-M (30 de marzo de 2003 cuando un grupo de países demócratas bombardearon a Iraq). Recordar esto no es utópico ni idealista. Es el mínimo de honradez con lo real. Y mientras ignoremos el calendario de los pobres -su existencia- no habrá solución.

d) Sí se han expresado algunas razones para lo de Londres: los terroristas islámicos en definitiva no aceptan “el modo de vida” de Occidente. Indudablemente esto no justifica lo que hicieron. Pero sí remite a una pregunta más honda: ¿no habrá otras personas y grupos humanos, nada terroristas, nada fanáticas religiosamente, a quienes no les gusta el modo de vida de Occidente? Sobre eso volveremos al hablar de Singapur. Pero digamos ya que es un dogma fundamentalista occidental que a todos les tiene que gustar el mundo de abundancia de Occidente.

e) Recordemos una cita de obispos, brasileños y mexicanos, después del bombardeo contra Afganistán. No hacen política, y no les asusta la verdad.

“Lo que se está gastando en la operación militar contra Afganistán sería suficiente para liberar a esa nación y a muchas otras del hambre, la miseria y la destrucción a que están sometidas, inaugurando relaciones de respeto y cooperación, de ayuda y solidaridad, y no agravando sufrimientos e implantando nuevas semillas de odio e incomprensiones...

Guerra y venganza contra otra nación soberana, prácticamente indefensa, de manera unilateral e imperialista, por uno o más países, que son al mismo tiempo parte y juez, destruyen las bases de la convivencia internacional e instauran la ley de la selva y del más fuerte, destruyendo las salvaguardas del derecho...

La prolongada indiferencia internacional ante las situaciones de inhumana miseria que afectan a una parte mayoritaria y creciente de la población mundial está dejando una huella de sufrimiento y de muerte por todo el mundo, y también está generando resentimientos y protestas contra un reducido número de países que imponen este nuevo orden internacional, del que ellos disfrutan con el apoyo de organismos internacionales y de sus políticas de ajuste económico...”.

Lloremos a las víctimas de Londres y trabajemos para que no se repita. Y pongamos al Occidente de abundancia en el camino del que hablan estos obispos.

G-8. En otro lugar de este número se analiza en más detalle lo ocurrido. Aquí sólo queremos hacer unas breves reflexiones, de las idealistas y utópicas.

a) No sorprende que se junten los países más ricos, ahora son siete más uno que quiere serlo, para decidir sobre todo el planeta, sobre su vida y su muerte. ¿No está aquí la raíz de la perversión de la democracia? ¿Qué palabra tienen los pobres de este mundo? ¿A qué tribunal pueden acudir, democráticamente, a pedir justicia?

b) Un analista llama al G-8 “circo”, con algunas oportunidades que hay que aprovechar. Pero las cosas no están para reír. Que a Bush le guste o no el calentamiento de la tierra, es una cosa. Pero que un país sea eficazmente amo y señor hasta del frío y del calor, es para llorar. Y dicen que la próxima guerra será por el dominio del agua.

c) No sé si lo repetiría hoy, pero en 1989 el Padre Ellacuría terminó una conferencia hablando de “otros continentes” -se refería al primer mundo- “que no tienen esperanza y que lo único que realmente tienen es miedo”. A los grandes, miedo produce el terrorismo, evidentemente, pero miedo produce también el que miles de gentes se junten durante las reuniones del G-8, y se gastan muchos millones de dólares en autodefenderse. Y viene la pregunta: si los siete o los ocho realmente tienen la voluntad de resolver los graves problemas de este mundo, ¿por que será que las manifestaciones, grandes, numerosas, recurrentes, se perciben como amenazantes? ¿Será que todos los manifestantes son desagradecidos y se han vuelto locos? ¿O será que los siete o los ocho -dejados a su libre voluntad- no están decididos a salvar a este mundo?

d) Una reflexión muy personal. Ojalá los grandes ayuden, pero que lo hagan de puntillas y con la máxima humildad. Este año, 2005, hablan de Africa casi como si fuesen sus salvadores. ¿No llevan hablando de Africa y su tragedia, durante 30 ó 40 años, voluntarios, médicos y enfermeras, sencillas religiosas, modestos comités de solidaridad? Y sobre todo ¿no son los propios africanos y africanas, el pueblo pobre organizado desde las iglesias o la sociedad civil, quienes dan nombre, dignidad y existencia a Africa? Los grandes podrán dar dólares a Africa -y ojalá lo hagan con eficacia. Pero en el mundo occidental, quien ha dado nombre, dignidad y existencia a Africa no son ellos. Son la buena gente de siempre, que, estén lejos o estén cerca físicamente, se asocian a los africanos y africanas, se dan las manos y el corazón para que salga fuera de sus fronteras la verdad de su realidad, tanto sufriente como esperanzadora. Suerte es para estos solidarios haberles conocido. Han servido en silencio. Y cuando hablan, no es para hablar de ellos y sus grandezas, sino de sus hermanos y hermanos africanas.

Singapur. Extrañará mezclar a Singapur con Londres y el G-8. Pero no están del todo desconectados.

a) En Singapur se efectuó la elección de los juegos olímpicos del 2012. Y se convirtió en un símbolo de la apoteosis del mundo de abundancia. Parece que éste ya no sabe hacer nada sin pompa deslumbrante y faraonismo, aunque según los casos se supere estéticamente el síndrome de Hollywood. En otras palabras, Singapur no sólo ha costado una millonada, sino que es un símbolo de la “civilización de la riqueza”, ante la que hay que rendirse y agradecer sus beneficios.

b) A esto responderán que Singapur -como los mundiales, y otros acontecimientos faraónicos, como bodas reales, inauguraciones presidenciales...- genera empleo, pero siempre queda la pregunta de por qué la humanidad no puede generar empleo en formas más austeras y normales. Se dirá que ofrece un espectáculo relajante y un entretenimiento merecido, y que les encanta a los pobres, pero queda la pregunta de por qué la humanidad no inventa otras formas de entretenimiento y gozo más sencillas, más al alcance de todos, que reproduzcan menos la parábola del ricachón y el pobre Lázaro. Se dirá que promueve la unidad de los pueblos, pero queda la pregunta de por qué esa unidad gira alrededor de Londres, París, Madrid y Nueva York, y no alrededor de Kabul, La Habana y Kinshasa.

c) Y los grandes de este mundo estaban ahí. Siempre en primera fila, siempre protagonistas, siempre con aires de benefactores de la humanidad. ¿No será posible volver al sentido común, a la austeridad, al gozo de ser familia humana, sin dejarse deslumbrar por todo lo que sea poder?

d) En resumidas cuentas Singapur es una poderosa expresión -junto a otras-, de la “civilización de la riqueza”. Para proclamar sus bondades a Occidente quizás le gustaría más que se hablara de la “civilización de la democracia”. En otros ámbitos, como el eclesial y religioso, se suele hablar de la “civilización del amor”. Ellacuría, analítico y utópico a la vez, hablaba de la “civilización de la pobreza”. Con ello no quería repartir pobreza obviamente, sino denunciar a una civilización de la riqueza que no ha generado bienes suficientes para las mayorías y que no ha civilizado. Y no veía otra forma de hacer real históricamente la “civilización del amor”.

El Divino Salvador. El 6 de agosto celebraremos la fiesta del Divino Salvador, modesta, popular, sin grandes pretensiones. No se compara en nada a lo que hemos dicho hasta ahora. Y sin embargo puede traer cosas muy buenas a nuestro mundo si recordamos que el Divino Salvador no es otro que Jesús de Nazaret.

En medio de Singapur, Londres y G-8, nos propondría la humanización como tarea primaria, y nos exigiría que pongamos a los pobres del mundo en el centro de la sociedad. Bueno es que estos pobres lleguen algún día -Dios sabe cuándo- a ser “ciudadanos” de democracias, pero más urgente es ponerlos en el centro. Y quizás nos diría Jesús de Nazaret que Ellacuría tenía razón, que hay que trabajar por una “civilización de la pobreza”.

“La civilización de la pobreza rechaza la acumulación del capital como el motor de la historia y la posesión-disfrute de la riqueza como principio de humanización, y hace de la satisfacción universal de las necesidades básicas el principio del desarrollo y del acrecentamiento de la solidaridad compartida el fundamento de la humanización”.

“Esa civilización de la pobreza es la que realmente da espacio al espíritu, que ya no se verá ahogado por el ansia de tener más que el otro, por el ansia concupiscente de tener toda suerte de superfluidades, cuando a la mayor parte de la humanidad le falta lo necesario. Podrá entonces florecer el espíritu, la inmensa riqueza espiritual y humana de los pobres y los pueblos del tercer mundo, hoy ahogada por la miseria y por la imposición de modelos culturales más desarrollados en algunos aspectos, pero no por eso más plenamente humanos”.

Sirvan estas reflexiones idealistas y utópicas para recordar al Divino Salvador.

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ECLESALIA, 22 de julio de 2005

MARÍA MAGDALENA: PRIMER TESTIGO APOSTÓLICO DE LA RESURRECCIÓN

(Mc 16,1-8. 9-11; Mt 28, 1-20; Lc 24, 1-12; Jn 20, 1-19)

EMMA MARTÍNEZ

MADRID.

ECLESALIA, 22/07/05.- Las fuentes evangélicas guardan memoria y hacen justicia a otro de los “escándalos” que Jesús, ahora resucitado, seguía provocando: las primeras testigos del acontecimiento nuclear del cristianismo, que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, somos nosotras las mujeres.

Este era el acontecimiento decisivo para conceder el título apostólico, (Act 1,21-22) ser testigo de la Resurrección. Es que Jesús sigue siendo Él mismo, el que derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, el que da la vuelta a los valores establecidos, y proclama los nuevos valores del Reino.

No es sorprendente que una y otra vez “ellos no nos creyeron” y Jesús resucitado les echó en cara su incredulidad (Mc 16,14). No fue fácil para los judíos aceptar este dato escandaloso y sorprendente, las mujeres no teníamos credulidad para declarar ante los tribunales ¿cómo íbamos a tenerla para un acontecimiento de esta categoría?.

Hoy quiero narrarte mi experiencia inolvidable. Yo estaba allí ante el sepulcro vacío llorando amargamente, cuando me pareció escuchar pasos, alguien se acercaba, yo sólo quería estrechar en mis brazos su cadáver y se lo habían llevado; por eso cuando escucho una voz que me preguntan <<Mujer por qué lloras?, ¿a quién buscas?>>, sólo atiné a contestar: <<porque se han llevado a mi Señor y no sé donde lo han puesto>>. A ¿quién iba a buscar?, no tenía ni que pronunciar su nombre…

Pero de pronto… escuché mi nombre como sólo Él sabía pronunciarlo… ¡Era él!, no tenía la menor duda, vivía, Dios estaba de su parte y lo había rehabilitado y con él todo lo que defendió y por lo que luchó.

Jesús estaba vivo, la muerte no había podido con Él y en Él todos/as estamos convocados/as a la resurrección. Toda la esperanza secular de mi pueblo estalló en mi interior como un volcán. Dios es fiel y no abandona a los suyos al poder de la muerte.

Él era “el mismo”, no tenía dudas pero ya no era “lo mismo”, su presencia tenía unas características desconocidas para mí hasta entonces, nuestra relación iba a tener a partir de este momento una forma nueva, la forma del amor que no tiene fronteras, la de la presencia amorosa de quienes se saben juntos aunque estén a muchas leguas de distancia física.

Tuve la seguridad inquebrantable de que ahora sí iba a tener la experiencia de saborear un amor más fuerte que la muerte, un amor que ni los ríos pueden anegar con sus aguas, ni el fuego arrasar con su fuerza. Él estaba vivo para siempre, y ya no tenía que viajar en su búsqueda porque, de ahora en adelante, donde yo esté Él estará en mí y a donde yo vaya Él irá conmigo ya nada, ni la muerte podrá separarnos.

Esto fue lo más importante que me pasó en mi vida, y ésta experiencia te puede alcanzar en cualquier momento, si no te ha alcanzado ya. Tú no dejes de buscarle, no dejes que se apague el amor, no pierdas la esperanza. El está presente como El Viviente en el corazón de la Historia que tanto ama.

María Magdalena.

Emma Martínez: EMMAMART@teleline.es

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ECLESALIA, 26 de julio de 2005

EL PENSAMIENTO DE J. RATZINGER

JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS, responsable del área teológica de Cristianisme i Justicia

ECLESALIA, 26/07/05.- Quisiera ofrecer una aproximación periodística al pensamiento del nuevo papa, por si sirve a creyentes o no creyentes, que quizá no saben a qué atenerse a partir de lo que oyen, y tampoco están obligados a leer su extensa obra. Voy a sistematizar unos textos tomados de El nuevo pueblo de Dios. La mayoría son comentario al Vaticano II. Los sistematizo en seis capítulos de actualidad, más aquello que los fundamenta.

1.- El cristiano. Para explicar la identidad cristiana combina Ratzinger dos respuestas que otros se empeñan en contraponer: "La primera dice: el que tiene la caridad lo tiene todo. Eso basta de manera completa, simple y absoluta... El 'sacramento del hermano' aparece aquí como el único camino suficiente de salvación, el prójimo como la 'incógnita de Dios', en que se decide el destino de cada uno. Lo que salva no es que uno conozca el nombre del Señor (Mt 7,21); lo que se le pide es que trate humanamente al Dios que se esconde en el hombre" (p. 391).

El problema de esta respuesta tan exacta es que "nadie tiene realmente la caridad (cf. Rom 3,23). Todo nuestro amor está una y otra vez corroído y deformado por el egoísmo". Precisamente por eso "aquí viene la segunda respuesta del Nuevo Testamento que dice: sólo una cosa es menester, que abramos las manos y aceptemos el regalo de Su misericordia. Este movimiento de abrirse para recibir el regalo del amor representativo del Señor lo llama Pablo 'fe'...". Esta respuesta deja claro que hay una fe de actitud que es anterior a la fe de contenidos (una "fe antes de la fe" la llama Ratzinger) que: "es lo contrario de aquella actitud que los antiguos llamaban hybris, la negación de la propia complacencia y de la justicia a fuerza de brazos" (p. 392).

Por eso, "el Nuevo Testamento dice a la par que 'la caridad por sí sola basta' y que 'sólo la fe basta'... Ambas afirmaciones juntas expresan una actitud de salir de sí mismo, en que el hombre comienza a dejar a las espaldas su egoísmo y avanza en dirección al otro. Por eso, el hermano, el prójimo, es el verdadero campo de prueba de esta disposición de espíritu; en su "tú" viene al hombre de incógnito el "tú" de Dios (p. 393).

De ahí brota una conclusión fundamental: "no se es cristiano para sí mismo sino para los otros, o más bien: sólo se es [cristiano] para sí mismo cuando se es para los otros" (397).

2.- La iglesia. De acuerdo con esa visión del cristianismo, lo primero que debe saber la Iglesia es que "es falsa, ante todo, la divinización del sistema y de las instituciones. Ni el sistema ni la observancia de un sistema salvan al hombre; sólo lo salva lo que está por encima de todos los sistemas y lo que representa la apertura de todos los sistemas: el amor y la fe " (p. 394).

De aquí se sigue que: "como signo del amor divino, la Iglesia... no puede ser círculo esotérico, sino que es esencialmente un espacio abierto... una realidad dinámica" (p. 399). Precisamente "el no estar ligada a una forma de este mundo, le da fuerza para dirigirse a todo el mundo" (p. 422). Observaciones muy importantes ante la tarea actual de desoccidentalizar al cristianismo.

Por ser así, "lo que necesita la Iglesia de hoy y de todos los tiempos no son panegiristas de lo existente, sino hombres... que amen a la Iglesia más que a la comodidad e intangibilidad de su propio destino". Pues "la verdadera obediencia no es la obediencia de los aduladores... que evitan todo choque y ponen su intangible comodidad por encima de todas las cosas" (p. 292). Por eso pregunta Ratzinger si el que no haya gente que se atreva a hablar con libertad "es signo de mejores tiempos o signo de un menguado amor al que no se le quema ya el corazón por la causa de Dios en este mundo... un amor que se ha hecho romo y no se atreve ya a abrazar el sufrimiento por la amada" (p. 290).

Con este mismo amor se preguntaba él si a la Iglesia de hoy "no habrá que reprocharle que, por exceso de solicitud, declara demasiado, reglamenta demasiado; y tantas normas y reglamentos han contribuido más bien a abandonar el mundo a la incredulidad que no a salvarlo de ella... En otras palabras: que a veces pone harto poca confianza en la fuerza victoriosa de la verdad.., se atrinchera en seguridades externas en lugar de confiar en la verdad que vive en la libertad y no necesita de tales precauciones" (p. 294-95).

Ratzinger sabe también que una de las tareas de hoy es descentralizar el papado: "La Iglesia, que es el pueblo uno de Dios, se compone de los muchos pueblos de este mundo que... aportan la riqueza de sus diversos dones a la ciudad única y escatológica de Dios... La Iglesia única se compone de muchas 'iglesias' en los lugares y regiones del orbe, y sólo la variedad de las iglesias que mantienen la mutua comunión en el vínculo de la unidad, de la caridad y de la paz, constituye la unidad cumplida de la Ecclesia catholica" (p. 423). Esta tesis "lleva a la intuición concreta de la mutua responsabilidad de las iglesias particulares entre sí: la responsabilidad por los miembros no es asumida únicamente por la cabeza (con la que en este caso se significa al papa y a la iglesia principal de Roma), sino también por los miembros mismos, es decir, que las iglesias particulares asumen la responsabilidad de unas para con otras" (p. 424).

3.- El mundo. El Vaticano II pidió a la Iglesia una triple apertura: "a las fuentes, a los otros cristianos y a los interrogantes de la humanidad entera" (321). Por ello, "la Iglesia debe hablar, pensar y ser de manera que los otros puedan percibir y entender la palabra que les dirige" (p. 318).

Ratzinger insiste con frecuencia en que el esquema bíblico de la fe en el judeocristianismo es el de "los pocos por los muchos (o por todos)". De acuerdo con eso "el mundo debe ser aceptado y respetado como tal por la Iglesia... por la sencilla razón de que la Iglesia no es Cristo". Por eso "no es posible entenderla como fin en sí misma, sino que pertenece esencialmente al orden de los medios... Por eso, la autoridad eclesiástica no puede suplir la pericia en los órdenes respectivos de la realidad, sino únicamente reconocerla... Tampoco puede suplir la competencia científica de la teología, sino que debe también reconocerla y darla por sentada como tal" (p. 330).

4. La teología. Una palabra pues sobre la teología. En primer lugar, "el mensaje cristiano se propone siempre en lenguaje humano... en un repensar la palabra divina dentro de lo humano; no se propone nunca en su absoluta e incontaminada pureza divina... En el kerygma [mensaje transmitido] hay siempre algo que en realidad no es kerygma sino una elaboración humana". Por eso "se impone en cada época la escucha paciente de lo que la humanidad sabe de hecho" (327).

Precisamente por eso, "casi todos los documentos [del Vaticano II]" muestran una apertura que sobrepasa la que Ratzinger llama "teología de encíclicas: una forma de teología en que la tradición parecía lentamente estrecharse a las últimas manifestaciones del magisterio papal". Frente a eso la voluntad del Concilio fue: "no mirar las fuentes [cristianas] únicamente en el espejo de la interpretación oficial de los últimos cien años, sino leerlas y entenderlas en sí mismas,... escuchar los interrogantes del hombre de hoy como tales y partiendo de ellos repensar la teología y, por encima de todo esto, escuchar la realidad, 'la cosa misma', y aceptar sus lecciones" (p.318-19). Por ello, una enseñanza del magisterio eclesiástico "que naciera del miedo al riesgo de la verdad histórica o al riesgo de la realidad misma, sería cabalmente una teología apocada, una teología de poca fe desde su punto mismo de partida" (p. 320).

5.-La reforma litúrgica. No caben aquí las respuesta que da Ratzinger a los empeñados en volver al latín en la liturgia. Pero sí podemos notar que derivan de una determinada concepción de ésta: "el culto divino más auténtico de la cristiandad es la caridad" (346). Por esta razón, "la liturgia no tiene por fin llenarnos, entre temor y temblor, del sentimiento de lo santo, sino enfrentarnos con la espada tajante de la palabra de Dios: no tiene por fin procurarnos y un marco bello y festivo para el recogimiento callado y la meditación, sino introducirnos en el "Nosotros" de hijos de Dios y, con ello, en el anonadamiento de Dios que descendió hasta lo ordinario... (p. 341). Y esto significa que "para la reforma litúrgica se requiere una gran capacidad de tolerancia dentro de la Iglesia... El soportarse mutuamente... la anchura de la caridad, son los únicos medios que pueden crear el espacio en que el culto cristiano madure en verdadera renovación" (p. 346).

6.- las religiones de la tierra. Pero no sólo espacios para el culto: también para la convivencia entre: "Para el cristiano de hoy se ha hecho algo inconcebible que el cristianismo, más exactamente la Iglesia católica, sea el único camino de salvación; con ello se ha hecho problemático desde dentro el absolutismo de la Iglesia... Que todos los hombres 'buenos' se salvan es hoy.. evidente". Y ello por una razón que brota de la más antigua tradición cristiana: "la salvación del hombre consiste en ser amado por Dios, mas para el amor no hay ningún título jurídico, ni se apoya tampoco en excelencias morales o de cualquier tipo" (pp. 367-69).

"Las religiones del mundo se han convertido en interrogante que se le plantea al cristianismo, que debe repensarse ante ellas en su pretensión y recibir así... por lo menos un servicio de purificación " (p. 402).

Todo lo expuesto se fundamenta en lo que significa Jesucristo y lo que Él revela de Dios. Veámoslo para concluir.

7. Jesucristo y Dios.

7.1. En su Introducción al cristianismo había escrito Ratzinger que "la persona de Jesús es su doctrina, y su doctrina es él mismo". Pues bien: sobre esa persona escribe ahora: "la orientación existencial de Jesús, su verdadera esencia, se caracteriza por el 'a favor de'. Si la salvación consiste en hacernos como él, en tal caso debe presentarse concretamente como participación en ese a favor de" (p. 396). Ratzinger retoma aquí, para hablar de Jesucristo, el término teológico de "pro-existencia", que proviene del protestante D. Bonhoeffer ("Jesús el hombre para los demás") y del católico de Alemania Oriental H. Schürmann; y que es también fundamental por ejemplo en la cristología de Jon Sobrino.

7.2. "El primer gran ensayo de una teología cristiana, el discurso del diácono Esteban en Hch 7... hace ver que Dios no está de parte de la institución, sino del lado de los que sufren y son perseguidos a lo largo de toda la historia; y demuestra la legitimidad de Jesucristo cabalmente por insertarlo en la línea de los perseguidos, de los profetas de la historia" (p. 279).

Como conclusión, he aquí una presentación de la fe que es fiel y abierta al diálogo. Quizá alguien arguya que esta visión es del Ratzinger "joven" que hoy ha cambiado de modo de ver. A eso caben dos respuestas: es difícil pensar que haya cambiado precisamente en los textos aquí citados, porque casi todos ellos son comentarios al Vaticano II (por eso los elegí); y no se le hace un favor a Ratzinger diciéndole que ha abandonado al Vaticano II. En segundo lugar: en el caso de que el hoy Benedicto XVI ya no piense así, sigue siendo verdad que cuando pensaba así, era un teólogo católico autorizado, muy reconocido y totalmente ortodoxo. Por tanto, es absolutamente legítimo profesar esas opiniones en el seno de la Iglesia. Eclesalia 26 de julio de 2005.

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ECLESALIA, 29 de julio de 2005

ORACIÓN POR LA UNIDAD

JUAN DE DIOS REGORDÁN DOMÍNGUEZ

ALGECIRAS (CÁDIZ).

ECLESALIA, 29/07/05.- Somos muchos los que, amando a la Iglesia, queremos que cambie para cumplir su misión de Servicio al Evangelio y al hombre actual. La Oración por la Unidad es un mandato del Maestro. Sin embargo, si alguien, encerrándose en sí mismo, creyera que lo fundamental es protegerse del mal del mundo y se atreviera a decir: “¡Te doy gracias, Señor, no soy como esos...!” estaría instalando su tienda en una nube de bienestar egoísta. Sería autocomplacencia y no oración La parábola del fariseo y el publicano lo describe bien. Pero, al orar, cualquiera puede caer en algún tipo de oración patológica: rezar con los labios y mantener el corazón cerrado al amor, buscar sólo el reconocimiento público, idolatrar lugares como únicos sitios de oración, practicar el culto y despreciar al prójimo, confundir oración con palabrería sin compromiso, crearse un dios a medida. Ahora se fomentan métodos y maneras de orar que pueden ayudar, siempre que se empleen bien, tenga contenidos coherentes de relación entre lo humano y lo divino y lleve a la conversión personal. Hoy más que nunca, es necesaria la oración que lleve a la conversión interior, paso hacia la unidad exigida por Jesús en Juan 17.

Según Jesús de Nazaret, “Llega la hora en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre quiere. Dios es espíritu y sus adoradores han de adorarlo en espíritu y en verdad” (.Juan 4,23-25). Jesús enseña que la oración, la mortificación y la limosna deben desvestirse de todo aparato exterior: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para que os vean…cuando oréis, no seáis como los hipócritas que prefieren orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para exhibirse entre los hombres... tú, cuando ores entra en tu habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que ve en lo secreto … no charléis como los gentiles, que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería…vuestro Padre conoce vuestras necesidades…” (Mt. 6,1-8).

Los seguidores de Jesucristo deben tener como signo exterior que los distinga: la caridad “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Que como yo os amé, así también os améis mutuamente. En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros” (Juan 13,34-35). Y el otro signo nos lo expresa Jesús en Juan 17,21: “Que todos sean una cosa: como tú, Padre en mí y yo en ti, que también ellos sean una cosa en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste… Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en la unidad, y así conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí…”

A la hora del cambio, la Iglesia tiene dos pilares fundamentales: el rezo común y meditado del Padre Nuestro por parte de los creyentes (Mateo 6,9-14) y el camino de unidad emprendido por Benedicto XVI con la dedicación clarividente del Cardenal Walter Kasper para volver a las fuentes: “Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2,42). El mundo actual para creer en Dios pide a la Iglesia gestos sinceros de autenticidad que muestren que es la fuerza del Espíritu la que está marcando el camino. “Y todos los creyentes vivían unidos, tenían todo en común... partían el pan en las casas, tomaban juntos el alimento con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor ante todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día los que se salvaban” (Hechos 2,44-47). 

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Nos seguimos leyendo en septiembre...

La redacción de ECLESALIA se toma un pequeño respiro en este mes de agosto de 2005 durante el cual no enviaremos nuestro informativo, evitando también de este modo la saturación de correos en estas fechas veraniegas de España.

En septiembre volveremos a enviar ECLESALIA y a compartir nuestra apuesta por una Iglesia al aire del Espíritu, renovada y renovadora, con sabor a pueblo, Dios al fondo y Cristo en medio, nunca excluyente y siempre fraterna.

Paz y bien

 

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