32 - Junio, 2003. Utopía        

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Utopía

06/04

¡50 NÚMEROS DE UTOPÍA!

Editorial

Boletín Encomún

06/04

UNA CONVERSACIÓN EN EL METRO

Cristina Plaza Fonseca

Noticias Obreras

06/04

LO QUE HAY DETRÁS DE LAS GRANDES SUPERFICIES

Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera

Revista de Pastoral Juvenil

06/04

CUANDO EL GRUPO NO SIGUE

Cristina Plaza Fonseca

ECLESALIA

01/06/04

PENTECOSTÉS...

Manuel Batalla Gimeno

ECLESALIA

03&04 del 06/04

REFLEXIONES Y BALBUCEOS SOBRE “EL MÁS ALLÁ”

Juan Luis Herrero

ECLESALIA

08/06/04

EL MISTERIO DE DIOS

Manuel Batalla Gimeno

ECLESALIA

09/06/04

DERECHO A DISENTIR

CCP de Granada

ECLESALIA

11/06/04

LAS MUJERES

Ana María Rodrigo

ECLESALIA

11/06/04

LAS MUJERES TAMBIÉN COMIERON

Mª Paz López Santos

ECLESALIA

11/06/04

DÍA DE LA TRINIDAD

María Jesús Estepa

ECLESALIA

15/06/04

MEDITACIONES A LA HORA DEL MATE

Guadalupe Romero

ECLESALIA

17/06/04

RETORNO DE LOS OBISPOS CATÓLICOS ESPAÑOLES A LA MORAL PRECONCILIAR

Asociación De Teólogos y Teólogas Juan XXIII

ECLESALIA

18/06/04

LO QUE CREO QUE CREO

Gonzalo Haya Prats

ECLESALIA

21&23 del 06/04

ES PELIGROSO CREER EN DIOS

Juan Luis Herrero

 

Utopía, Nº 50, junio de 2004

¡50 NÚMEROS DE UTOPÍA!
¡Un sueño refrescante!

EDITORIAL

La llegada de Utopía al número 50 representa un hito importante, un sueño refrescante en las arideces del pensamiento neoliberal. Desde esta atalaya de sus bodas de oro, queremos felicitarnos cuantos hacemos posible este hermoso proyecto y compartir con vosotros, nuestros cómplices y lectores, algunas reflexiones como las siguientes: Se trata, en primer lugar, de verificar lo que está siendo, lo que representa Utopía en las comunidades y ambientes en que se mueve. Os invitamos luego a recordar el “contexto socio-eclesial” en el que ha nacido y en el que (o contra el que) se ha movido nuestra revista. Esto nos ayudará, así lo esperamos, a responder a la pregunta por qué Utopía es como es y no es de otra manera. Y, finalmente, no puede faltar una breve reflexión sobre el futuro de la publicación, sobre los retos y desafíos a los que va a tener que enfrentarse. Una última palabra en esta presentación la dedicaremos a introducir el importante tema de este número 50, el “Consumo Responsable”.

1. Lo que Utopía “está siendo” para sus herederos natos, las comunidades cristianas de base, se refleja suficientemente en la primera sección de este número 50: “Los lectores opinan”. Es estimulante constatar la sintonía que se advierte entre lo que opinan las comunidades y otras personas a título individual y lo que Utopía ha perseguido y ha tenido siempre a gala: ser una revista libre e independiente ideológica y económicamente; ser respetuosa con lo diferente; implicada en lo local pero abierta a los anchos cielos de lo universal; crítica con la injusticia que margina y excluye, pero ofreciendo una propuesta evangélica alternativa para seguir caminando; creativa siempre; directa en la expresión y sencilla en su lenguaje, ¡siempre… que puede! Así piensan, así opinan nuestros lectores y colaboradores. Por nuestra parte, sólo nos resta añadir, para completar lo que “está siendo” actualmente la revista, estos datos: Desde la década de los 90 en que nació hasta nuestros días, Utopía ha aparecido cuatro veces al año con una impresión de 1800 ejemplares y unas 1350 suscripciones. Su distribución llega a todas las autonomías y provincias españolas, y algunos ejemplares, pocos ciertamente, cruzan el Atlántico para asomarse a las américas tanto del Sur, como del Centro y del Norte.

2. El camino recorrido por Utopía merece una mayor reflexión. Porque el camino no sólo “se hace al andar”, el camino también nos condiciona y “nos hace” de una forma determinada. Caminante y camino son tan referentes el uno al otro que resulta imposible desligarlos. Ambos se van haciendo y condicionando, marcando la propia ruta y dejando la propia huella. ¿Podríamos entender correctamente un texto sin echar una ojeada a su contexto? Pues lo mismo ocurre entre camino y caminante. En este mismo sentido, nos resultaría imposible entender lo que es actualmente Utopía sin tener en cuenta el contexto en el que surge y en el que se ha venido desarrollando; difícil apreciar su verdadero peso sin tener presente el “recuerdo” no sólo del proceso que ha venido siguiendo simultáneamente Iglesia de Base -de la que Utopía es su principal medio de expresión-, sino también del entramado eclesial y social en que todo esto ha ocurrido. Recuperar, aunque sea brevemente, esta memoria es lo que hace de Utopía no una mera revista teórica, sino una publicación honesta con la realidad, encarnada y, aunque humilde, testigo y parte de la historia que estamos viviendo. Porque “solamente no cambian los recuerdos”, como asegura el poeta José María Valverde.

Siempre será un riesgo pretender encerrar las muchas caras de la realidad en una sola imagen. Pero a veces es necesario correr este riesgo para dar algún nombre a la realidad de los muchos nombres. Y se nos antoja que, grosso modo, la Iglesia de Base de los 90, ante un sistema político consolidado, fue abandonando el espacio político como lugar de compromiso colectivo para centrarse más directamente en la “esfera de lo social”. La Caída del Muro de Berlín en el 89 fue determinante a este respecto: Rompió la bipolaridad Este-Oeste y colocó en primer plano la otra bipolaridad Norte-Sur que pone de manifiesto la injusticia y los destrozos del empobrecimiento en el mundo. La Iglesia de Base, desde su opción por los pobres, no podía quedarse al margen de esta nueva coyuntura. Y así se ha venido manifestado como “denuncia profética” ante la interminable construcción de una Europa mercantil que se olvida del pueblo marginado y vencido; y como “propuesta alternativa” ante el fenómeno de la globalización del sistema capitalista y la consolidación de la ideología neoliberal que ha hecho añicos no sólo el Estado de bienestar sino el mismo Estado asistencial. Frente al desplazamiento ideológico-político mayoritario hacia la derecha, las comunidades cristianas de base han apostado abiertamente por los movimientos antisistema que propugnan un concepto alternativo de ciudadanía. Las referencias a Chiapas, Seattles y Porto Alegre, con la llegada del nuevo siglo, han propiciado el nacimiento de los Nuevos Movimientos Sociales Alternativos que han hecho posible los Foros Sociales Mundiales dispuestos a encarar directamente el pensamiento neoliberal y la apuesta por “otro mundo posible”. Pues bien, este contexto social y político, en el que ha estado implicada Iglesia de Base a través de las comunidades cristianas, es parte integrante, carne de su carne, de la revista Utopía. Sería difícil entender su trayectoria sin el recuerdo de este contexto.

Pero hay algo más. Simultáneamente en la Iglesia católica -como consecuencia precisamente de la pérdida de esa catolicidad, de su parcialidad con el pluralismo interno y la longevidad de un papado “en funciones”- se va consolidando en esta larga década una tendencia hacia el faraonismo o imperialismo en las formas, al tiempo que un anclaje en la espiritualidad y en la praxis moral más arcaicas y desencarnadas. Ha vuelto en esencia la Iglesia de cristiandad. Y ahora de la mano de Los Nuevos Movimientos Eclesiales (mejor diríamos eclesiásticos): el Camino Neocatecumenal, Comunión y Liberación, los Focolares, los Legionarios de Cristo, la Renovación Carismática Católica y el Opus Dei, entre otros. Nuevos movimientos que, por voluntad expresa del papa y con el expreso mandato pontificio de “recristianizar el mundo”, han sustituido a la vieja vanguardia de “los ejércitos papales” (jesuitas, dominicos y franciscanos), sospechosos para el Vaticano de excesivo celo en la lucha por la justicia y contra el empobrecimiento del mundo. Iglesia de Base, en este ambiente intraeclesiástico, ha sido empujada hacia los márgenes y se ha visto condenada a vivir a la intemperie. Quizás se esté cumpliendo ahora en ella la incomprendida suerte de los profetas. Quizás sea también el único lugar para la profecía y para el cultivo de la “espiritualidad samaritana” de la que son las comunidades cristianas humildes representantes en su doble tendencia: la vuelta a Jesús de Nazaret y el compromiso social con el mundo. De todo esto –imposible ignorarlo- Utopía es un testigo fidedigno.

3. De “cara al futuro”, y sin invadir el terreno sólidamente consolidado ya en otras publicaciones hermanas –Éxodo y Alandar entre otras-, Utopía deberá enfrentar inevitablemente algunos retos. Unos le llegan desde sus propios objetivos fundacionales, otros son fruto de la actual coyuntura. Entre los desafíos internos que afectan a la identidad de la propia revista señalamos simplemente éste: el de su propia función. En este sentido, Utopía tendrá que preguntarse y responder con realismo qué piensa hacer de aquel objetivo, largamente acariciado en los comienzos, de aspirar a ser “vehículo de comunicación, intercambio y difusión… del Movimiento Cristiano de Base en España” (cfr. Editorial del N.0). En realidad, actualmente no lo es, quizás porque tampoco el Movimiento Cristiano de Base aparece visiblemente coordinado. Es más, tenemos la sospecha de que aquel entusiasmo por la coordinación que alentaba en el principio de los 90 se está actualmente debilitando. Y en esta situación, nos preguntamos si podrá volver a ser Utopía un lugar de encuentro y medio apropiado para alcanzar este fin como pudo serlo en la “Asamblea 2000” que ella misma coordinó. Esto por lo que atañe a sus retos internos. Desde fuera y en vistas del auge mediático que está adquiriendo internet en nuestros ambientes (señalamos los medios que nos resultan más familiares: Eclesalia, Religión Digital, Cristianismo y Justicia, Koinonía, et.), Utopía tendrá que hacer el esfuerzo de definir con mayor claridad el lugar donde quiere situarse en esta “guerra” de medios. De lo contrario, se verá sometida a la desagradable erosión que causa el goteo constante de abandonos en busca de una información más rápida, cómoda y gratuita.

Una última palabra sobre el motivo de este número 50. Tratamos del “Consumo responsable”. Entre la hambruna y el hartazgo, entre los pocos que acumulan mucho y los muchos que no tienen para vivir. Del consumo responsable ya hemos hablado mucho en los últimos años en la sección“Vivir de otra manera”. Es quizás la única forma de hacer ese “otro mundo posible”.

Revista Utopía: secreutopia@hotmail.com

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Boletín Encomún, Nº 64, junio de 2004

UNA CONVERSACIÓN EN EL METRO

CRISTINA PLAZA, comunidad de Begoña

MADRID.

Son más de las diez de la noche y en el metro todos los pasajeros llevamos el cansancio en el rostro. En cuanto queda un asiento libre me desplomo en él y cierro los ojos para descansar del jueves largo que he tenido. Me he sentado al lado de un hombre casi cincuentón y a su lado, con alegría y sorpresa se sienta una mujer joven que le saluda y comienzan a charlar. Yo escucho la conversación con los ojos cerrados…

-Hola, cuánto tiempo sin verte

-Sí, ¿qué tal estás?

-Pues vengo del trabajo, aprobé una oposición y ahora trabajo de enfermera en un centro de salud. Tengo turno de tarde pero estoy muy contenta.

-Muy bien, muy bien.

-Qué bien que te haya visto, tengo que hablar contigo pero con este horario, siempre que paso por el despacho está cerrado y no hay nadie… Y los fines de semana pone que está cerrado.

(Ahora ya sé que el hombre es cura)

-Ah, pero no te preocupes por el horario, tú llama al timbre y te atiendo.

-Pues te cuento: me caso y quisiera arreglar lo de los papeles y eso, que no sé muy bien qué tenemos qué hacer: lo del curso, lo de la vicaría y todo lo demás.

-¿Os casáis en la parroquia?

-No, no, nos casamos en… es una iglesia más bonita y ya tenemos la fecha reservada.

-¿Tu novio es del barrio?

-No él vive en Alcalá de Henares. ¿Hay muchos problemas?

-Bueno… depende, ¿dónde vais a vivir?

-Hemos comprado un piso en… (el barrio de al lado).

-Ah, entonces no es problema, le ponemos a él como que vive allí y con la partida de bautismo ya gestionamos todo desde la parroquia.

-¿Y tenemos que llevarlo a la vicaria nosotros?

-No, no te preocupes, ya me encargo yo. Lo que tenéis que traer es tal y tal papel… Pero los puede traer tu madre, que la veo todos los días en misa; se los dáis a ella y que me los dé a mí.

-¿Y el dinero?

-No te preocupes, eso lo hablo yo con tu madre.

-¿Y el cursillo? ¿Hay que hacerlo? Es que estamos muy ocupados, con el trabajo, el piso… ¿cuándo son?

-Pues en fin de semana. Hay en abril, mayo y luego ya en octubre.

-No, en octubre no, que nos casamos en septiembre.

-Bueno, pues yo le digo a tu madre las fechas… o mejor si puedes os pasáis y charlamos un rato.

-Sí, sí, así conoces a mi novio. Él trabaja en…

(Yo he abierto los ojos a lo largo de la conversación. He mirado a la pareja que charla y he visto que la chica habla con aplomo, desparpajo; está solucionando uno de los trámites para casarse. Y he visto que el cura mira al suelo, juega con los papeles que tiene en la mano, habla despacio, como cansado… Cuando terminan de hablar de la boda, trabajos y lugares de vivienda se producen unos segundos de silencio. Pero la chica vuelve a hablar).

-Menuda la habéis montado.

-Montado, ¿el qué?

-Pues con eso que han dicho los obispos sobre la familia y los maltratos…

(Deduzco que habla del directorio de la Conferencia Episcopal sobre la familia, en aquellos días en boca de todo el mundo).

-¿?

-Yo antes iba a la Iglesia, sabes que íbamos todos aunque mi padre y yo ya no vamos. No sé, ya no es como antes, cuando ibas a misa y a la catequesis. Yo pienso que se puede ayudar a la gente de muchas maneras, por eso me hice enfermera. Yo estoy muy decepcionada. Lo que me parece fatal es que la Iglesia hace mucho daño a mucha gente por las cosas que dice. Por ejemplo, antes íbamos a las iglesias a organizar donaciones de sangre y muchas ya no nos dejan.

-Pues a la nuestra antes iban sin ningún problema pero no sé por qué dejaron de ir…

-No sí tu caso me parece muy bien pero hay más; cuando, por ejemplo, opinan sobre los preservativos…

Llega mi estación de metro; a ellos les queda otra más. Sé de qué parroquia son. Les vuelvo a mirar. Él, que iba tan tranquilo, leyendo sus documentos en el metro, ha sido abordado por una feligresa que… quiere casarse por la Iglesia y ya está; no me gustaría estar en su lugar, hablando de las “generalidades” que todo el mundo echa en cara a la Iglesia sin que su interlocutora quiera profundizar más o tenga ganas de escuchar su opinión. Ella sigue hablando, tranquilamente, haciendo que el trayecto no transcurra en silencio. De camino a casa voy dando vueltas a la conversación, a los rostros… y me surgen tantas preguntas: ¿esta buena chica se casa por la iglesia para agradar a su madre, porque queda más bonito o porque recuerda que en algún momento la fe le hizo vibrar? ¿este buen hombre facilita todos los trámites por deferencia a la madre, por cariño a la familia o porque ve una ocasión de evangelizar? ¿cuando una noticia pone en boca de todo el mundo a la Iglesia, los cristianos/as tenemos capacidad de responder a quienes nos preguntan? ¿cuando “atacan” a la Iglesia sentimos la necesidad de defenderla, procurarmos entender lo que dice aunque no lo compartamos o nos apuntamos a atacarla?

La conversación que he escuchado es “de lo más normal”, nada profunda ni teológica, sí muy cotidiana y de barrio. No entiendo entonces por qué me movió tanto, quizás porque me gustaría que las cosas fueran de otra manera…

Boletín Encomún: boletinencomun@ya.com

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Noticias Obreras, Nº 1.361, 1-15 de junio de 2004

LO QUE HAY DETRÁS DE LAS GRANDES SUPERFICIES

SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL OBRERA DE BILBAO

BILBAO.

Noticias Obreras, 01-15/06/04.- Cuando a principios de este curso planificábamos el trabajo del Secretariado de Pastoral Obrera en nuestra diócesis, surgía con preocupación la necesidad de hacer  visible a la sociedad y a la Iglesia la realidad de precariedad que viven amplios sectores del mundo obrero en nuestro entorno más cercano. ¿Mundo obrero? Tal vez esté aquí la primera dificultad. A muchas personas les resulta difícil comprender a qué nos referimos cuando hablamos de mundo obrero, de clase obrera.

Parecen palabras sacadas de los libros de historia. Pero hoy ¿sigue teniendo sentido hablar de mundo obrero? Es verdad que la realidad del mundo laboral ha cambiado mucho. De ahí la necesidad de mostrar esta nueva realidad del mundo del trabajo. Ahí está parte de nuestra labor. Ayudar a hacer presente esa vida, a través de medios sencillos. Contar historias. Reflejar en una hoja informativa, un comunicado, unos materiales de reflexión, en una reunión de grupo..., la vida y la experiencia de personas concretas. Que podamos hablar de lo que se vive en los ambientes de trabajo, de paro, en nuestros barrios, en nuestras familias... Tal vez así reconozcamos que todo lo relacionado con el empleo está determinando gran parte de nuestra vida. 

Si nos fijamos en la Comunidad Autónoma Vasca, las grandes empresas siderometalúrgicas, emblemáticas en otro tiempo, han dado paso a otra realidad laboral. El Sector Servicios, como ocurre en la mayor parte de los países desarrollados, se ha convertido en el principal motor de nuestra economía. En Bizkaia en el año 2000 este sector movió en torno a 1,5 Billones de las antiguas pesetas. Y dentro de este sector, es innegable la importancia del comercio, y más concretamente de las Grandes Superficies Comerciales. Como dato, de los 296.400 empleados del sector servicios, 106.500 lo son de estos establecimientos comerciales. Un ámbito que vivió un aumento de 46 puntos en su actividad económica entre el año 2001 y 2002 en Bizkaia. (Fuente: EUSTAT).

A modo de ejemplo, hemos seleccionado 4 grupos empresariales y las cifras por ellos declaradas a nivel estatal en el año 2002. (Fuentes: CNMV y páginas web corporativas)

¿Qué hay detrás de estas grandes cifras? Al acercarnos a sus informes nos llamaba especialmente la atención el eufemismo con el que se trata la cuestión laboral. En ellos se difumina la palabra trabajador o trabajadora y se emplean expresiones como “colaboradores”, “fuerza humana”. Y cuando buceamos un poco más, aparece como una constante el control de los gastos y su expresión más típica: reducción de gastos laborales. ¿Cómo se consigue esto? Muy sencillo, a través de la precarización y la  subcontratación fundamentalmente. Precarización y subcontratación que tienen nombres y rostros concretos, en su mayor parte mujeres jóvenes. Esas chicas que nos atienden con su mejor sonrisa cuando vamos a comprar, o que nos ofrecen cualquier producto o servicio a la entrada del Hipermercado,  ¡esas mismas! Este es el nuevo rostro de los sectores más débiles del  mundo obrero. Vamos a acercarnos a la experiencia concreta de una joven trabajadora en una gran superficie de Bizkaia. La intención es bien sencilla: cada vez que vayamos a un centro comercial, ser conscientes de las condiciones laborales que se están viviendo ahí.

 “La situación de la gente trabajadora en los grandes almacenes es bastante precaria. Normalmente en estas empresas, más de la mitad del personal es eventual, eso sí, salvo en los puestos de responsabilidad. La pauta que se sigue en la contratación de eventuales es hacerlo de cara a fechas concretas, incluso dándose casos de contrataciones a través de ETT para fines de semana (campaña de Navidad, rebajas, vacaciones,...). Este tipo de empleos suele ser por tandas. Por ejemplo, en el lineal de cajas en vísperas de una campaña fuerte se puede contratar a veinte personas; además, los contratos varían, a algunas personas  les hacen ir sólo los fines de semana, a otras días por la tarde,... Normalmente suelen trabajar una media de 24 horas semanales pudiendo ser ampliadas en cualquier momento si es necesario. Una vez terminada la campaña no renuevan contratos a excepción de unas cuantas que se pueden quedar para cubrir  vacaciones o bajas. Una persona eventual en la zona de cajas puede llegar a acumular un año de trabajo, pero como los contratos son para periodos muy concretos para acumularlo pueden pasar dos años o más al estar siendo constantemente contratadas y despedidas. Cada año en una empresa de este tipo suelen hacer fija a una persona o dos, normalmente es gente que ha entrado con recomendación. De todas maneras, la situación del personal fijo no es mucho mejor: jornadas partidas, cada semana se tiene un horario diferente, se trabajan más o menos horas,...

Otro problema es el de las nóminas, ya que ahora han sido centralizadas y lo que se hace desde el centro de trabajo es mandar al departamento de nóminas un cálculo teórico de las horas que vas a trabajar. Esto supone que si por un casual trabajas más, las regularizaciones se hacen al mes siguiente, por lo cual es prácticamente imposible saber si cobras bien o mal. Esta es la situación de trabajadores en un centro comercial de la cadena Carrefour (pero es extrapolable al resto de cadenas). Sin embargo, en este tipo de centros existe  otro gran volumen de trabajadores que están contratados por medio de empresas de Merchandaising o por las propias compañías distribuidoras que les contratan por horas en la mayoría de las ocasiones y con contratos hasta fin de obra, para reponer sus productos en un centro en concreto. Estos trabajadores se encuentran en una situación mucho más precaria que la gente contratada por la propia cadena, ya que realizando el mismo trabajo, los trabajadores externos cobran mucho menos. Además, como trabajadores externos no pueden disponer de ninguno de los espacios dispuestos por la empresa para los trabajadores. Así, no pueden acudir a la sala de relax donde poder comer, en la mayoría de las ocasiones no disponen de vestuarios y cuando existen es en circunstancias muy precarias (p.e.: el cuarto de la escobas). De la misma manera, no pueden acudir al médico de la empresa, ni utilizar los baños habilitados para los trabajadores. Puede resultar gracioso, pero tras cuatro horas de trabajo, imagínate que para tomar y comer algo te metes en pleno sábado y en hora punta en el único bar que hay en el centro o que para refrescarte y lavarte tras tu jornada laboral tienes que hacerlo en los baños que utilizan los clientes.

En este tipo de empresa existen dos tipos de trabajadores. Por una parte los de la propia empresa, que tienen una situación sumamente precaria, los cuáles, aunque parezca imposible tras años de lucha obrera, son los trabajadores de primer nivel. Por otra los externos, que padecen una situación de mayor precariedad que son fácilmente identificables en los centros de trabajo, ya que no llevan uniforme, pero sí una tarjeta para fichar y un peto bien llamativo que les identifica claramente”.

Desde el Secretariado Diocesano hemos dado a conocer esta experiencia a través de una hoja informativa que difundimos junto con el Comunicad del 1º de mayo. Queremos continuar en esta línea. Ofrecer a través de un medio sencillo, experiencias de vida, situaciones en las que descubrimos como la persona del trabajador, de la trabajadora sigue siendo reducida a mero instrumento. Visualizar, en definitiva,  ese nuevo rostro que hoy tiene el mundo obrero.

Revista Noticias Obreras: noticasobreras@hoac.es

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Revista de Pastoral Juvenil, Nº 411, junio de 2004

CUANDO EL GRUPO NO SIGUE

CRISTINA PLAZA FONSECA, Comunidad de Begoña

MADRID.

RPJ, 06/04. La boda de unos amigos muy queridos nos ha reunido a mucha gente que, hace ya varios años, compartimos un periodo intenso de nuestras vidas: formábamos parte de un proyecto de pastoral juvenil en el que jóvenes de distintas provincias españolas compartíamos, además del proceso que cada grupo llevaba en su ciudad, momentos de encuentro y celebración en convivencias y Pascuas. Al cabo de los años, este reencuentro ha despertado en nosotros mucha alegría, muchos recuerdos y muchas preguntas. Pocos son los que seguimos “metidos” de alguna manera en esto de la vida en grupo o comunidad aunque todos/as reconocemos que aquel tiempo nos ha dejado huella profunda. Ahora que somos ya “adultos” que empezamos a celebrar matrimonios y la llegada de los primeros hijos/as, nos sentimos capaces de hacernos preguntas y aventurar respuestas de por qué se perdió ese “espíritu” que nos mantenía unidos en grupo.

Quisiera compartir en estas algunas intuiciones, pistas, cuestiones a tener en cuenta sobre “la parte final” de un proceso de pastoral juvenil, ese momento en el que el grupo de jóvenes se convierte en grupo de “jóvenes adultos” que empiezan a llevar en serio las riendas de su vida y, por supuesto, de su vida de fe. Hablo no sólo desde mi experiencia concreta como “miembro” de uno de esos grupos sino como eco de las muchas personas con las que he compartido procesos, como animadora de grupos y como formadora de animadores/as. Y hablo también como privilegiada superviviente de un fracaso grupal que encontró otro grupo, otra comunidad, donde compartir vida y fe.

POR DÓNDE HEMOS PASADO

Los procesos de pastoral juvenil tienden a desembocar en comunidades de jóvenes adultos responsables y comprometidos que son capaces de articular su vida de fe en torno a un grupo humano que llamamos comunidad. En este punto de partida situamos a muchos/as jóvenes que participan en los grupos “del colegio” o “de la parroquia” y que van implicándose en reuniones, campañas, excursiones, convivencias, celebraciones, campamentos… Poco a poco se suceden las etapas de la vida y los niños y niñas que un día celebraron la Primera Comunión siguen asistiendo a la catequesis y de repente, como sin darnos cuenta, ya están celebrando la Pascua con sentido y preparándose para la Confirmación. Cuesta mucho llegar aquí y cuesta aún más vislumbrar qué va a ocurrir cuando estos/as jóvenes, tras recibir el sacramento de la Confirmación, no sepan qué hacer en el grupo: ya no hay metas sacramentales, los modelos grupales a seguir no son muy abundantes, la oferta catecumenal es menos atractiva, los/as jóvenes se convierten en adultos/as en la fe y se les pide que actúen como tales cuando quizás no se ha experimentado esa conversión…

Suele coincidir este momento con la llegada de los/as jóvenes a la universidad o al mundo laboral. Este cambio de aires conlleva nuevas relaciones, nuevos horarios, cambios de residencia (muchos/as tienen que desplazarse a otra ciudad y abandonar, al menos los días laborables, su residencia habitual)… En la universidad hay que enfrentarse también a diferentes métodos educativos, nuevos compañeros/as, distintos horarios y ritmos de estudio… Este tornado de novedades puede marear y hacer que más de uno/a pierda el rumbo. Y hay que acomodarse a la nueva situación “manteniendo” lo que ya se tiene de antes: el grupo.

Es ahora cuando el grupo se convierte en obstáculo o en salvavidas, no sólo porque en él se tenga a gran número de amigos/as que comparten el desconcierto de esta nueva etapa sino porque según se sienta uno/a en él se va a dedicar más o menos tiempo, más o menos esfuerzo, más o menos ilusión… y el grupo va a consolidarse o a disolverse.

La experiencia nos dice que muchos grupos terminan aquí su andadura, incapaces de conjugar horarios, épocas de exámenes, intereses personales y proyecto grupal o comunitario. Surgen entonces las preguntas “y si”

-          ¿Y si hubiéramos encontrado un horario que no perjudicara siempre a los mismos (a los que tienen turno de tarde; a los que pasan los fines de semana fuera con la familia; a los que estudian fuera de la ciudad…)?

-          ¿Y si hubiéramos sido más flexibles con las exigencias grupales y en vez de echarnos en cara “tú no vienes nunca a las reuniones”, “tú nunca llegas a la hora”, “tú nunca preparas nada” o “tú no te enteras de nada” hubiéramos hablado de los porqués para ver cómo estamos?

-          ¿Y si nos hubiéramos dado cuenta del desgaste antes y no al final?

-          ¿Y si hubiésemos sido sinceros sobre los intereses que teníamos en el grupo (es más importante que el fútbol pero menos que el cine; prefiero estudiar a perder una hora de reunión…)?

-          ¿Y si…?

La mayoría de estas preguntas no tienen respuesta, podemos imaginarnos algunas pero si no se hacen en el momento oportuno, no se puede retroceder en el tiempo, todo lo que pensemos que hubiera podido pasar “y si” es ficción.

QUIÉNES HEMOS CAMINADO

Antes de llegar a estas preguntas hay que cuidar mucho mucho a cada miembro del grupo; el animador/a ha de ser una persona cercana que ha de mostrarse humana, no debe asumir el grupo como “un trabajo más”... Ya sabemos la importancia que tienen los referentes, los modelos, los ejemplos de personas concretas a lo largo de la vida. El animador/a, siempre referente para el grupo, es una persona con fallos y limitaciones, dudas y contradicciones, felices ideas y creativas soluciones, que también comparte con el grupo parte de su vida y, sobre todo, su fe. Por eso es tan importante señalar que alguien que haya vivido un proceso similar en grupo puede ser el animador/a que mejor sepa compartir con el grupo estos momentos (no vamos a entrar aquí a valorar el perfil del animador/a ideal, sobre todo porque no es real; sí compartiremos nuestra intuición de que el animador/a ha de conocer y darse a conocer al grupo, lo que supone estar dispuesto a compartir mucho tiempo, mucho amor y mucha vida).

Para alguien que comparte su vida de fe en grupo/comunidad será mucho más fácil acompañar un proceso de maduración grupal en el que se tiende a prescindir del animador/a que organiza y dispone para dar paso a una nueva etapa donde el grupo, ya con conciencia de comunidad, se encarga de dinamizar, programar y organizar su proyecto, su programación, sus intereses...

Esto no excluye el acompañamiento puntual, la estrecha relación con el animador/a, la presencia de distintas personas que formen, den testimonio o sensibilicen en determinadas ocasiones.

Siempre es difícil saber cuándo el animador/a ha de retirarse, a veces se presiona antes de tiempo para que el grupo se lance, a veces cuesta abandonarlo por la relación afectiva que se ha creado, a veces no se encuentra nunca el momento porque se ve al grupo inmaduro... Puede ocurrir que si el grupo “desaparece” el animador/a se sienta responsable y se eche la culpa a sí mismo/a (al fin y al cabo, muchos recurrimos a la propia experiencia: cuando yo era animadora de un grupo juvenil creía que lo que más me iba a servir para conectar con el grupo era mi propia experiencia de miembro de otro grupo juvenil; echaba la vista atrás y trataba de recordar qué era lo que me interesaba a mí del grupo a la edad de “mis niños y niñas”).

Nos interesa especialmente no desanimar, no pensar que el grupo que no continúa es un fracaso porque aunque así pueda parecerlo a los ojos de los hombres y mujeres, seguro que no es así a los ojos de Dios: lo importante es sembrar, ya vendrán los frutos… Cada animador y cada animadora de la pastoral juvenil anima lo mejor que sabe y puede; la formación y la técnica son buenas aliadas pero la experiencia y la práctica no responden siempre a las expectativas y eso hay que tenerlo en cuenta.

También la situación vital del animador/a puede influir inevitablemente en la marcha del grupo:

-                 ¿Y si estoy en una crisis de fe y me veo incapaz de transmitir lo que yo no siento?

-                 ¿Y si me traslado por motivos de trabajo, de estudios, de obediencia… a otro lugar?

-                 ¿Y si mis responsabilidades familiares, comunitarias, laborales, estudiantiles… hacen que me sea imposible asistir a las reuniones?

Otra tanda de preguntas “y si” sin respuesta. Lo importante, insistimos, es la siembra, ya vendrán a cosechar...

Para muchos/as jóvenes la ruptura del grupo es un fracaso que se vislumbra insuperable y surgen muchas preguntas

-          El animador/a ¿cómo se siente?

-          Quien desea compartir la fe en grupo, ¿qué hace? ¿dónde busca? ¿qué encuentra?

-          Quien se siente desgastado, ¿cómo se recupera? ¿querrá volver a intentarlo?

-          Quien se siente indiferente, ¿qué hará? ¿no le importa nada de lo que ha pasado?

-          Quien sufre por la ruptura, ¿encontrará la paz?

-          ¿Mantendrán todos/as las relaciones de amistad que tenían?

Podemos comparar la ruptura del grupo con la ruptura de una pareja: después de tanto tiempo juntos, tantos proyectos, tantas vivencias… parece que no queda nada, que hay que volver a empezar de cero y no se tienen fuerzas ni ilusión ni ganas. Las bifurcaciones que salen del camino que hasta entonces se ha recorrido en compañía son muchas pero algo que no se puede negar es que esa etapa de la vida se ha compartido con gente a la que se ha querido mucho.

-          Hay quien querrá borrar totalmente el tiempo que se ha compartido en grupo y no quedará ni rastro en sus comentarios, en sus relaciones, en su pensamiento. Pueden ser hostiles a todo lo que suene a iglesia, grupo, comunidad, fe, cristiano… Pueden considerar la experiencia tan negativa que dejan de saludar a los miembros del grupo cuando se cruzan por la calle y se convierten en grandes desconfiados de la religión (que no es sinónimo de mala gente).

-          Hay quien sigue buscando y buscando en otros grupos, otras gentes, otras reuniones lo que quisiera haber vivido con el grupo de siempre. Este camino puede estar lleno de bandazos, de desalientos, de soledades… pero como dice el evangelio de Mateo, “quien busca encuentra”. Y no pocos son los grupos o comunidades que hoy en día existen como el resultado de disoluciones y fusiones de otros grupos.

-          Hay quien se queda “indiferente”, aceptando que el fin del grupo no es el fin del mundo y que la vida sigue. Se acepta la etapa vivida como una más del crecimiento, como algo que ha ayudado a crecer, que ha tenido su importancia y su validez durante un tiempo y que ahora se ha acabado. El sufrimiento por el fin es el justo y se sigue adelante con la mayor normalidad posible.

¿Y las relaciones entre los miembros del grupo? A veces el daño que produce la ruptura hace que las relaciones personales desaparezcan y no se quiera ver a los demás porque en el inconsciente se convierten en”culpables” de ese final. A veces, pasado el tiempo, las heridas sanan y es posible recuperar las amistades. A veces no se vuelve a saber nada de los demás, las vidas se encauzan en direcciones contrarias y sólo quedan los recuerdos. A veces, las amistades del grupo, unidas también por la fe, perviven en el tiempo y espacio salvando obstáculos y dificultades. Y hay quienes mantienen relaciones con todos/as y siguen compartiendo lo más posible con cada uno/a de sus compañeros/as de camino a pesar de los distintos caminos que cada uno/a recorra...

Y LO QUE NOS QUEDA

No nos es posible saber qué pasará con un grupo cuando empieza su proceso pastoral (¿terminará en comunidad?); tampoco es posible saber qué será de cada uno de sus miembros (¿quién abandonará?, ¿quién será el líder?, ¿qué les pasará en la vida?) y en ocasiones no sabremos si el final de un grupo es un fracaso, un mal menor, algo inevitable o lo necesario.

Lo que sí podemos saber, por experiencia, es que:

-                 Muchos son los llamados pero pocos los elegidos. Y lo que es de Dios no está en manos de los hombres y mujeres. Nuestra tarea es sembrar, como en la parábola de Mateo, y el que tenga oídos para oír, que oiga. La inevitable necesidad de obtener resultados, ser eficaces, ver frutos y sentirnos satisfechos muchas veces no es compatible con el lento ritmo de ver crecer y madurar a las personas y grupos.

-                 El compartir la vida en grupo siempre deja huella; en la mayoría de las ocasiones es una huella positiva. Más allá de que al desaparecer el grupo la vivencia de fe se tambalee, se relaje y se adopten posturas más conformistas, menos comprometidas, más tradicionales (ir a misa los domingos, casarse por la Iglesia y poco más), los chicos y chicas que han pasado mucho tiempo en grupos son buena gente, con conciencia social que impregna sus opciones laborales, con sensibilidad y respeto hacia lo religioso; con carácter filantrópico y humanista, siempre a favor de la persona...

-                 En lo profundo de cada persona sólo se asoma Dios y Él es quien sabe dónde ha preparado el encuentro profundo, cara a cara, con cada una de sus criaturas. Y a lo mejor ese encuentro aún no se ha producido.

Siempre queda mucho camino por delante. Como no se puede retroceder en el tiempo, ahora no se pueden arreglar los “errores” que somos capaces de detectar en determinado proceso grupal. De nada sirven los lamentos, las preguntas “y si” y echar de menos a un animador/a así o asá. El tiempo siempre sana heridas y concede reposo a quien lo necesita; oportunidades para retomar una vivencia de grupo o buscar una nueva comunidad donde compartir la vida y la fe, hay cada día.

Después de los recuerdos y anhelos que suscitó el reencuentro descrito al inicio (la boda de nuestros amigos/as) muchos/as hablaban de intentarlo de nuevo, volver a compartir la vida y la fe en grupo y celebrar el encuentro con Dios. No es fácil pero merece la pena. ¡Que no se pierda la esperanza!

Para más información: Cristina Plaza Fonseca eclesalia@ciberiglesia.net

Revista de Pastoral Juvenil: produccion@icceciberaula.es

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ECLESALIA, 1de junio de 2004

PENTECOSTÉS...

“Quédate también el martes y el miércoles y el jueves...”

MANUEL BATALLA GIMENO, dominico. 28/05/04

SAN SALVADOR (EL SALVADOR).

ECLESALIA, 01/06/04.- En la antevíspera de la solemnidad litúrgica de Pentecostés, me dirijo a Ti públicamente, porque creo que eres Tú quien me está inspirando este sentir y quiero ser testigo de alguna manera de un modo de Presencia tuya.

Esa es la palabra que, a mi parecer, te nombra con más exactitud: Presencia. Como cuando se nombra a alguien, y él o ella responde: presente; porque lo importante no es que nosotros digamos su nombre, sino que él o ella esté ahí, con todo su ser.

Ya sabes que cuestiono las celebraciones rituales de calendario, porque pueden estar llenas de nombres y palabras, sin que exista de verdad la expectante apertura para acoger tu Presencia.

Casi me atrevo a sugerirte que nos muevas ya desde ahora en el centro mismo de nuestro ser, para anhelar tu Gracia fecunda y para llorar tanto Pecado de muerte; para emprender tus caminos de Verdad cotidiana y de Gloria sin espectáculo; para abandonar nuestros senderos de insensatez y muertes fracasadas, para conocer cuándo la vida es humillación y tortura, y cuándo la muerte es el triunfo verdadero de la Vida…

Me atrevo a sugerirte que vengas hoy, aunque todavía es viernes, sin más demora, en el silencio y en la sinceridad profunda y atenta de nuestro anhelo y nuestra necesidad de Ti, y que, si lo deseas, “tomes unas vacaciones” (es un decir, ni se te ocurra tomar vacaciones porque se nos acaba todo) el sábado y el domingo, cuando posiblemente estaremos más entretenidos en nuestras celebraciones, nuestras liturgias, cantos y vigilas, que pendientes de si Tú vienes o no… Pero, eso sí, regresa sin falta el lunes y quédate también el martes y el miércoles y el jueves… y todos los días de nuestra vida y de la vida de nuestro mundo, porque, sin Ti, ya ves lo que hacemos…

¿Sin Ti?... No creo que estemos sin Ti. Pero, ¿cómo reconocer tu Presencia en el ruido incesante de nuestras noches y nuestros días?.. ¿y en las políticas injustas que inspira el Dinero y ejecuta la ambición de unos pocos y la cobarde irresponsabilidad de otros muchos?... ¿y en el consumismo inconsecuente de muchos que nos decimos llamados a saciarnos de Ti y darte a los demás como vida verdadera?... ¿y en la brutal explotación y las marginaciones inhumanas, y las guerras preventivas, y las torturas bestiales, y los espectáculos bochornosos de tantas maldades nuestras?...

¿Vendrás, si te llamamos el día de tu fiesta en el calendario, gritándote a voz en cuello en nuestras asambleas?... ¿Vendrás, si te llamamos cada día, cantando en el susurro o incluso desde el silencio de nuestros corazones todavía asustados, pero siempre anhelantes?... ¿Sembrarás en nosotros el anhelo de Ti, como el más grande anhelo de nuestro ser?...

Tú eres y puedes manifestarte siempre Presencia viva, generosa y fecunda. Pero, no sé si nosotros te queremos de verdad así presente, ni siquiera cuando te decimos que vengas.

En fin, casi me da miedo decir lo que te digo, y sobre todo decirlo públicamente, porque siento que hay poca fuerza y poco fuego en mi corazón, y, quizá, mucho miedo de que vengas realmente y me concedas ser, con autenticidad, testigo de tu Presencia

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ECLESALIA, 3 y 4 de junio de 2004

REFLEXIONES Y BALBUCEOS SOBRE “EL MÁS ALLÁ”

O modo de vivir ‘a tope’ la vejez

JUAN LUIS HERRERO DEL POZO, 02/06/04

LOGROÑO (LA RIOJA)

ECLESALIA, 03/06/04.- “Vivir a tope” es afirmación privativa de jóvenes, se piensa, y sorprende más bien en boca de ancianos, sobre todo cuando se va a hablar del ‘más allá’ de la muerte. Depende de cómo se haya realizado la carrera de la vida. Cuando se ha buscado vivir intensamente (carpe diem), el sprint final tiene posibilidades de recorrerse con brío, no como declive, por más que se acartone la piel, crujan los huesos y se nuble la vista. Lo que no obsta, al contrario, para que se olfatee ya la meta hacia la que se corre como umbral definitivo. Existe una diferencia abismal entre vivir la vejez con mirada apagada de resignación o con paso decidido de plenificación. La vejez goza de las virtudes de una fruta en sazón, otoñal, serena, jugosa, tierna, gratificante. La esperanza le ha ganado la partida al desasosiego, la inquietud o el miedo. La paz interior tiene más fuerza que el deterioro físico. Han permanecido las amistades que no se alimentaban del interés y el mercantilismo. La mirada se torna más tierna que censora. El bien está venciendo al mal y cada día parece más una broma de mal gusto admitir que tal moderado pero indudable gozo naufragará en la frustración. Al contrario, más que aferrarse al consuelo del recuerdo -frágil- que nos dedicarán los vivos nos anima confiar que los asistiremos nosotros siempre con cercana solicitud por más que no funcionen los móviles entre ambas dimensiones. Tal felicidad se puede vivir sin recelo porque se siente como un anticipo. Entonces sí que cobra sentido el encuentro familiar o de amigos en torno a la mesa (la única eucaristía) como anticipo del festín del Reino. El “más acá” vivido a tope da la medida del “más allá”.

Así pues, algo se puede decir del “más allá” cuando se ha tomado en serio el resto de la carrera previa. Laboriosamente en serio: en las primeras etapas, con inevitables pedagogos -a veces embarazosas andaderas y sumisiones sofocantes- ahora ya aligerado el equipaje de es excesivo lastre religioso, con tono de liberación. Se nos había enseñado a desconfiar de la razón y esperar respuestas externas prefabricadas y caídas del cielo. De tal guisa, se mos había distraído del silencio clamoroso de nuestra conciencia, de la “soledad sonora” en la que susurra Dios en lo profundo del ser, desde siempre y a todos. Cuando Pilato preguntó a Jesús por la verdad, de estar presente, la autoridad religiosa hubiera respondido con una algarabía de palabras y definiciones; Jesús, en cambio, como mejor maestro, permaneció en silencio. Con su vida lo había dicho todo. Por mi parte, a ésta prefiero remitirme, pues, en el silencio de mi conciencia, acompañado de tanta gente honesta que ha escuchado el silencio.

Por ello mismo temo cada día más la palabrería sobre todo si se queda en logomaquia. De tal modo que no aventuro sin verdadero pudor estas ya viejas reflexiones, algunas más especulativas de juventud, otras más enjundiosas de la vejez.

Reflexionando desde la razón integral

Para hablar del “más allá” no parto de ninguna afirmación dogmática. Tampoco puedo encerrarme, en plan positivista, en la razón instrumental, en lo empíricamente verificable: nadie ha vuelto a contarnos nada. Pero entiendo que la razón humana ‘integral’, mente y corazón, afincada en los sentidos, no se agota en ellos, permanece abierta y se interesa también por los enigmas del ser pese a que, no siendo éste transparente, el buceo en él no arroje resultados evidentes; es decir, sin ser ‘universalizables’ apodícticamente, tampoco son rechazables y menos indignos de consideración. Pertenecen a ese ámbito de explicación sensata y coherente de las cosas que no constriñe a la afirmación aunque serena la búsqueda y libera el espíritu para la acción.

De qué se trata

Se trata de una tesis muy limitada: es razonable apostar por la permanencia del ser humano más allá de la muerte (tal vez, precisamente a causa de ella); no de la creencia popular tradicional en un retorno a la vida o revivificación del cuerpo, ni ahora ni al final de la historia. Esto sí que choca no sólo con toda verificación empírica, sino con lo sensatamente razonable e incluso con la teología actual no integrista. Dicho de otro modo, sólo afirmamos que, pese a la muerte, la persona como tal no tiene porqué quedar abocada a la inexistencia y que parece más razonable que sea indestructible. La que en la tradición judía tardía y posterior cristiana se ha denominado ‘resurrección’ no es un retorno a la vida entre los vivos, ni un don milagroso y sobrenatural después de la muerte, ni es algo nuevo y específico sólo debido a la resurrección de Jesús. Para el cristiano, ésta no fue un hecho nuevo en la historia y, menos aún, empíricamente constatado en el sepulcro vacío o las apariciones. Pero en la medida en que fue vivida por los discípulos como experiencia interior fuerte, como relectura liberadora del itinerario y fracaso final de Jesús, puede constituir para otros una experiencia recuperable, dadora de sentido y esperanza. Pero no adelantemos etapas. Entiendo, pues, como afirmación razonable que, pese a la muerte la persona es indestructible y pervive de modo plenificado. No sin embargo conforme a la secuencia tradicional: muere lo físico, se libera el alma y se separa y, al final de los tiempos, volvemos todos a recuperar el cuerpo vuelto a la vida. Entiendo antes bien la muerte como enigmática metamorfosis de lo orgánico en lo espiritual, en el mismo instante en que aquella adviene.

La apertura a un mayor sentido.

Esta perspectiva, diferente de la tradicional del imaginario cristiano, responde, a mi entender, a un porqué más inteligible, de mayor sentido y coherente con una razón abarcadora e integral, en lo personal y en lo histórico. De mayor sentido que su negación, aunque ésta parezca avalada por la experiencia sensible. Para ésta todos morimos y no existe ninguna evidencia de que permanecemos después de la muerte, salvo en el recuerdo y las consecuencias de nuestra actividad. Pero tampoco prevalece la evidencia de lo contrario. Más bien, en una comprensión holística del ser humano y de la historia, parece haber mejores razones y mayor sentido y coherencia en la supervivencia de la persona que en su desaparición total.

¿Dónde encontramos ese mayor sentido?

Pienso que existe un dato histórico: todas las culturas lo dan por bueno al actuar con sus difuntos en conformidad con la convicción, o la confianza al menos, de algún modo de permanencia después de la muerte. Hasta la propia tradición hebrea, más ‘materialista’ que sus coetáneas, alcanzó aunque muy tarde (tiempo de los Macabeos) la esperanza de la resurrección. Antes creían en una cierta pervivencia oscura y difusa (el sheol).

Sin duda, tal convicción es un hecho constatable aunque, pudiendo ser ilusoria, no alcanza la categoría de prueba. Podía simplemente significar una finta del instinto vital exagerado, simple repugnancia a lo inexorable de la muerte. Ahora bien, de eso precisamente se trata, de indagar si tal no resignarse a la muerte es pura aspiración ilusoria o si, al contrario, traduce algún mecanismo estructural profundo del ser inteligente ¿Es simple y pura quimera o más bien la manifestación de una necesidad innata de sentido? ¿Algo denotativo y específico del ser inteligente?

Anhelo universal e irreprimible de felicidad.

En este punto es precisamente donde, en los tanteos de las culturas acerca de lo que ocurre después de la muerte, muchos pensadores han detectado una aspiración, un anhelo del ser humano; deseo con frecuencia adormecido aunque jamás superado por cualquier racionalidad, por ser constitutivo de la felicidad perseguida en su plenitud. Un deseo tan hondo que su frustración parece atentar a la misma configuración radical del ser y a las condiciones de su inteligibilidad. En este ámbito es donde reaparece una y otra vez, insoslayable, la pregunta tenaz de la mente por un ‘mayor sentido’: si el ser humano (o la historia) desaparecerán un día y se sumirán en la nada, ¿no parece una contradicción de la naturaleza, un fraude existencial el hecho -no explicable sólo por la cultura- de albergar una ansia irreprimible de supervivencia? ¿no se da mayor sentido en su satisfacción que en su frustración? El argumento, que J. A. Marina opone a González Faus contra la valoración supuestamente engañosa que éste hace de tal deseo, a mi entender yerra manifiestamente el tiro. Marina arguye: la sed no demuestra la existencia de la fuente. De acuerdo, pero un organismo, compuesto casi enteramente de agua y que nunca pudiera saciar su sed por no existir el agua constituiría una contradicción. Estaría tan mal diseñado como un motor de explosión para el que no existiera carburante alguno. El argumento se vuelve en contra del insigne filósofo que es J.A. Marina: es precisamente la existencia de carburante lo que explica un semejante motor. Es Dios, reverso oculto del ‘más allá’, quien no puede hacer emerger dentro de la evolución cósmica (sería una contradicción, si bien se analiza) una mente inteligente y libre que no esté abierta por su esencia a la infinitud del deseo. Dios y ‘el más allá’ entran dentro del mismo paquete de la pregunta existencial por la trascendencia. Se aceptan o se rechazan juntos. (Más a la raíz de la tensión del deseo habría que remontarse a la dinámica de la evolución: ¿puro azar o finalismo? ¿ciego determinismo o ‘mente’ ordenadora (Alfred R. Wallace versus Darwin, Bateson versus Monod)?)

Lo que sí importa subrayar es que tal ‘deseo innato’ no es igualmente perceptible en todos los casos: aparte de que se manifiesta de muy diversas maneras, lo hace con acentos más o menos acusados en cada psicología humana concreta. La conciencia es enormemente modulable: puede arrastrarse por el suelo de lo trivial, obturar su horizonte y limitarlo a lo estrictamente empírico o bien afinarse abriéndose a perspectivas altamente altruistas y espirituales. La conciencia orienta el comportamiento y las opciones de vida pero, a su vez, éstos la condicionan. Así, por ejemplo, no cabe duda que el consumismo, el afán de lucro o la ambición ciegan otras muy diversas modulaciones de la vivencia.

¿Apuesta, pues, por el sentido o por el absurdo?

¿Se puede afinar más en el porqué coherente del ‘más allá’? Opino afirmativamente, aunque sean variaciones de la misma melodía.

La muerte es la experiencia bruta de la finitud; la supervivencia sería la apertura a la trascendencia. Finitud y trascendencia serían los dos extremos de la paradoja de la realidad y traducirían el modo dialéctico que parece exigir la realidad para ser más bien inteligible y coherente que opaca y sin sentido: siempre aspiramos a algo más allá de lo que alcanzamos en la inmediatez. Lo limitado y finito está preñado de deseos y posibilidades de infinito. Sería achatar y reducir la realidad suprimiendo uno de los dos polos que mantienen la dialéctica en tensión.

Otra variante en la que se acrecienta el absurdo frente a la aceptación del sentido es la estridencia intolerable del dolor de las víctimas. Por supuesto que de la mayor parte de las víctimas somos nosotros responsables y sería puro cinismo y abyecta insensibilidad delegar en otros o en Dios, aquí o en el más allá, nuestra responsabilidad. Los agnósticos humanistas sí que dan ejemplo en esto a tantos creyentes perversamente narcotizados (el famoso ‘opio del pueblo’). Pero nuestra incuria irresponsable recae ante todo sobre nosotros mismos porque no puede afectar, de modo irreversible, a los millones de inocentes, víctimas irredentas caídas en la cuneta de la historia ¿No es el mayor de los absurdos pensar que el verdugo triunfará finalmente y de forma tan universal sobre las víctimas? Precisamente porque un ‘más allá’ beatífico sin un ‘más acá’ laboriosamente samaritano es repugnante cinismo, éste último no tolera quedar suplantado por aquel. El ‘más allá’ es sólo despliegue del quehacer histórico y, en cualquier eventualidad, su recuperación y sanación.

Toda esta argumentación responde a una constante de la naturaleza humana inteligente, la búsqueda de sentido. ¿Es posible avanzar algo más en la comprensión del más allá? ¿Se puede dar algún paso ulterior en la resolución de la aporía entre la muerte como hecho ineluctable y alguna supervivencia del ser? Aquí es donde tal vez aparecen más preguntas que respuestas. Pero merece la pena intentarlo. Pidiendo disculpas por la osadía lo haré desde dos ángulos, una lectura sensata del caso Jesús (entre otros) y una reflexión sobre la paradójica vivencia de la vejez.

Cómo la muerte no es meta sino umbral

¿Es la muerte la última palabra de la vida? Cada persona, cada religión ha articulado en un determinado imaginario religioso la expresión de su esperanza en un futuro superador de la finitud y, al parecer, necesitado de trascendencia. El “más allá” es la otra cara del salto a la trascendencia de Dios, pero una transcendencia/inmanencia, un Dios-para-nosotros, sentido último de nuestro peregrinar, reverso del cosmos y su cálido útero nutricio (ver mi art. “La Diosa-Madre o el útero tibio del cosmos”, inédito).

Todas las culturas y/o religiones tienen sus buenos maestros. Para los creyentes cristianos uno de los grandes reveladores del sentido de la historia, personal y colectiva, y por lo mismo revelador de Dios, es Jesús de Nazaret. A Dios no lo podemos conocer en sí mismo: todo lo que digamos más allá de la afirmación de ‘lo que no es’ es huera especulación. De Dios sólo se puede decir ‘lo-que-es-para-alguien’ y, en este ámbito, Jesús ha sido y es como un espejo-de-Dios-para muchos y, en virtud de ello, un manifestador de sentido en la historia. Jesús descubre cómo vive a Dios cuando le trata como “papá” (‘abba’, ¡algo inaudito!), el suyo y el de todos (“mi padre y vuestro padre”) y cómo es justamente esto lo que le empuja a apostar hasta dejarse la piel a favor de los que no cuentan, los huérfanos, los marginados, los pecadores, los vencidos, los pobres. Finalmente Jesús de Nazaret manifiesta la mejor forma de vivir a Dios cuando, mediante nuestro seguimiento de esa su opción de vida, emerge en la historia un poco más de sentido, de alegría y de esperanza y, sobre todo, la urgencia de una apuesta samaritana fuerte. Al cristiano le basta esto que es lo único importante. El resto, teología, liturgias, instituciones, poderes sagrados... más vale mantenerlos a raya y desconfiar, no sea que perturben y desplacen lo único importante. No sirven más que en la estricta medida en que en todo ello se trasparenta la vivencia diaria de la experiencia de Jesús a la que el cristiano suele traicionar demasiado ¿Hemos caído en la cuenta realmente quienes nos pretendemos cristianos de en qué medida el hecho Jesús iluminó la historia y hoy ayuda a interpretarla como preñada de sentido?

El sentido de la “resurrección” de Jesús

ECLESALIA, 04/06/04.-El contenido del ‘más allá’ cristiano se suele vincular a la resurrección de Jesús. Lo acepto aunque no la forma de interpretado: se ha presentado la resurrección de Jesús como el gran milagro apologético, inaccesible a la razón, que avala su mensaje, su vida, el resto de los misterios tradicionales e introduce en el proceso histórico la posibilidad de nuestra resurrección. No es tal mi perspectiva. La resurrección de los seres humanos no es un don añadido a su naturaleza de forma extrinsecista y sobrenatural. Existiría aunque no se hubiera dado el hecho Jesús. Lo que éste aporta es la relectura que de él hicieron quienes le acompañaron, es decir, el plus de sentido de la vida y de la muerte que ellos descubrieron. Ahora bien, este plus de sentido no responde a una nueva y especial revelación sobrenatural desde las afueras de la historia sino a un ‘hallazgo’ de los discípulos por haber vivido tan intensamente la experiencia de Jesús. Un hallazgo como tantos otros de muchos maestros espirituales debidos al progreso y afinamiento de la conciencia humana. La resurrección de Jesús no es, pues, un hecho histórico, iniciador de todas las demás supervivencias del ser humano, conocido por revelación; no es propiamente un nuevo objeto de fe añadido al salto a la trascendencia o aceptación comprometida de Dios al que todo ser humano tiene acceso mediante la simple (¿simple?) fidelidad a la conciencia.

Así, pues, el cristianismo no arranca de una revelación especial de Dios -en el sentido tradicional en que se ha entendido- sino de la experiencia ‘de tejas abajo’ de unas personas, Jesús y sus discípulos. Que no arranque de un hecho revelador extraordinario no impide que la experiencia inicial cristiana constituya una de las mayores contribuciones al progreso humano y que, por ello mismo, sus desviaciones hinstóricas representen una de las más vergonzosas traiciones a la utopía: “corruptio optimi pessima”. Si en algo -en mucho- nos puede servir el cristianismo es en la medida del redescubrimiento de sus orígenes, concretamente de la experiencia interior de la resurrección de Jesús tal como la vivieron sus discípulos.

El impacto de la convivencia con Jesús de aquellos amigos suyos está suficientemente afirmado aunque, tal vez, no siempre ‘saboreado’. La rutinaria repetición de los textos del Nuevo Testamento ha acabado arrebatándoles su mordiente, banalizándolos. En ellos, superada la lejanía de su lenguaje, es posible descubrir una de las cimas más geniales de la historia. Sin duda, no es suficiente la mera crítica científica de los textos. El acceso a experiencias y vivencias humanas fuertes sólo es posible a quien sintoniza con su contenido. En definitiva, sólo el corazón alcanza la hondura de las cosas, se ha dicho. El amor en el marco del silencio contemplativo.

Los discípulos vivieron junto a Jesús de Nazaret una experiencia inaudita. Aquel maestro espiritual habló y actuó con una genialidad desconcertante, sublime: “su paso consistió en hacer el bien” ,“nadie habló como este hombre”, “tú sólo tienes palabras decisivas (de vida eterna)”, ...La búsqueda de sentido había llevado a los hebreos, tan golpeados por el sufrimiento y el fracaso repetido, a concretarla en la esperanza de la salvación de Dios. Sentido soteriológico que es muy universal en el devenir histórico. Los discípulos, en ese contexto, no pudieron por menos de quedar deslumbrados y cautivados por el enfoque que Jesús daba a la realidad más pobre y desvalida, la que les afectaba a ellos y a cuantos más carentes vivían de reconocimiento grupal y de esperanza de futuro. Su reacción por la supervivencia amenazada pudo asemejarse a la que hoy experimentamos algunas personas y grupos al caer en la cuenta del desastre mundial que nos lleva al cataclismo. Aquellos hombres y mujeres sencillos, al convivir tan estrechamente con un maestro fascinante y prometedor, despertaron de su letargo y surgió en su corazón un grito potente: “¡otro mundo es posible!”. A este mundo posible lo llamaron “Reino de Dios”, expresión hoy tan manoseada y devaluada entre cristianos. Jesús les decía cosas que les sonaba a pura utopía pero ¡tan entusiasmante!: “el reino está en medio de vosotros, lo tenéis en vuestras manos”. Sólo la inspiración de un gran poeta épico y lírico podría expresar el torrente de esperanza que se abría paso en aquellos seres humildes y marginados.

 Pero...de pronto todo se viene abajo. A Jesús lo ajustician como a un vulgar criminal. Salta en pedazos la perspectiva de la “buena noticia de liberación aportada a los pobres”...Tan cruel es su desolación que ocultan su blasfemia interior poniéndola en los mismos labios de Jesús: “Padre ¿por qué me has abandonado?”. Ese Padre -Yahvé temible en el pasado- del que habló Jesús a sus atónitos oídos “Mi Padre y vuestro Padre...” se ha desentendido, ha traicionado sus promesas, los ha dejado huérfanos. Duro debe ser para un pobre ser humano experimentar tal sensación de fracaso total y definitivo. Todo ha terminado. “Nos sperabamus...” pero ya no, se acabó. Ante esa realidad, la alternativa era clara: o bien la desesperación (el ‘ahorcamiento’) porque ni Elías (atención al dato: ¡un resucitado!) ni Dios habían acudido en su ayuda, o bien se inicia un lento y casi imposible proceso humano de recuperación de la esperanza, “maranatha” (“ven, Señor Jesús”) que parece ser (Schillebeecks) el punto de arranque de la percepción del Jesús postpascual. La solución de la alternativa dependía del vigor y hondura del impacto que en sus espíritus había producido la experiencia anterior junto a Jesús vivo. Prevaleció ésta. Y fue cobrando densidad la conciencia de que la muerte no era la última palabra de la vida del maestro. Que si le habían quitado la vida sin llevar a término su tarea de liberar a los pobres era inevitable que tuviera que volver porque Dios es fiel a su promesa. Sin ello se quebraba el sentido de toda existencia. Ya sabemos la historia posterior: como eran duros de mollera, se extraviaron por la senda del espiritualismo y la ‘apoliticidad’ (¡tentación constante!) a la espera perezosa del fin de la historia que, como el mismo Jesús, creían próximo. Tardaron décadas en caer en la cuenta de que la llegada del Reino, de ese otro mundo posible, era tarea pendiente que les había sido encomendada. Y en esta tarea se sintieron acompañados por un Jesús vivo, superador de la muerte, mediante la fuerza de su espíritu, como veremos en el apartado siguiente. Todo lo demás, el poético período de las apariciones, es lenguaje literario, intento de expresar la indecible experiencia interior. A muchos nos parece que la vivencia de los seguidores del maestro, consignada por escrito, sin ser única constituye una de las más vigorosas interpretaciones del sentido de la realidad y de su caminar histórico. En vivirla por nuestra cuenta consiste el ser cristiano hoy, en eso y en nada más. El cortejo de interpretaciones, celebraciones y modos organizativos pertenece a nuestra necesidad expresiva y comunicativa. Pero es modificable conforme a los tiempos y culturas. Y siempre hay que estar atentos a no caer en la trampa de que pervierta y devore la vivencia del mensaje de Jesús.

Dar la vida para encontrarla

No abandonamos la paradoja. En el punto culminante del fracaso de Jesús, su muerte, los discípulos descubrieron el sentido de la historia y la esperanza para siempre. Como si fuera preciso perder la vida para encontrarla (algo muy evangélico...y budista) Tengo la impresión de que algo semejante se reproduce en nuestro vivir cotidiano y deviene más luminoso aún en la etapa final de la vejez que, paradójicamente, puede constituir el momento de realizar las cosas realmente importantes.

A primera vista, nuestra biografía muy pronto se transforma en la historia de un declive. La primera señal de alarma ocurrió en la ‘crisis de la mitad de la vida’ (aquel ‘demonio meridiano’) cuando de repente constatamos la enjuta realización de tantas cosas grandes soñadas. De desencanto en desencanto descubrimos que se nos ha ido la vida con el pronto desfallecer de nuestras fuerzas. Hasta que se nos asigna un sillón en el rincón de la estancia para no estorbar a los nuevos protagonistas. La reacción en muchos es de malhumor, crispación o de estoica resignación no exenta de grandeza pero vacía de alegría. Probablemente se erró el camino a la hora de identificar la felicidad.

Por fortuna, no escasean viejos felices. Siempre me sedujo la expresión de serenidad y ternura en el rostro apergaminado de Charles de Foucauld o, en nuestros días, el paso tambaleante de un J.M. Díez Alegría, lúcido, alegre y un poco zumbón, con las maletas siempre preparadas.

Estoy diciendo que no es imposible detectar, a poco que se piense, la paradójica presencia de dos vectores divergentes en la corta vida de la persona. La entusiasta flecha vital del joven no tarda en inflexionar su trayectoria para apuntar irremediablemente al suelo. Es la parábola descrita por lo orgánico, lo físico. Al mismo tiempo, otra flecha parece manifestar posibilidades de continua ascensión. Quien elude el desencanto y la frustración pero, aunque consciente del próximo final no lo vive en mohína resignación, percibe un afinamiento interior, una sana espiritualización, un apaciguamiento de la mente, el gozo creciente de quien ha dado con la auténtica felicidad ¿Quién tiene la última palabra en la biografía humana, la sima de la nada o la vida para siempre? Si es el retorno al cosmos inorgánico, el rostro apacible y esperanzado de un Foucauld sería la expresión de una ilusa quimera ¿Dónde encuentra el corazón humano un plus de sentido? Por supuesto, ninguna evidencia existe a favor de un caso o de otro. Por ello la apuesta por el sentido o por el absurdo no es conocimiento sino decisión ¿Cuál parece más razonable? En el peor de los casos, si todo desembocara en el vacío, me convencen las palabras del doctor Vallejo-Nájera ante la posibilidad de la nada total: “que me quiten lo bailado...”.

Es razonable y saludable apostar por la flecha ascendente del sereno afinamiento del espíritu cuya trayectoria no se va a interrumpir absurdamente ¿Por qué lo espiritual conquistado ha de entrañar menor densidad de futuro que lo orgánico impuesto?

Con estas reflexiones no es preciso encerrarse en la clásica dualidad de cuerpo y alma como componentes separables de la persona, separados de hecho en la muerte, con la pretendida ‘revivificación’ milagrosa, el día final, de un cuerpo reducido a cenizas en la tumba o en el crematorio. El compuesto físico-químico del cuerpo de Jesús quedó definitivamente en el sepulcro, o en la fosa común de los ajusticiados. Varios teólogos lo aceptan ya.

Con ello, no obstante, no parece poderse superar por completo una cierta dualidad materia-mente o materia-espíritu que parece inherente a la interpretación de la evolución cósmica y motor último de ella. La paradoja en el ser humano de un declive orgánico junto a una plenificación ‘espiritual’ nos estaría sugiriendo, tal vez, que la portentosa aventura de la mente, conocimiento y libertad, es al mismo tiempo cumbre del devenir cósmico material y punto de arranque de la construcción plenificante final. Resulta escasamente inteligible reducir el vector ascendente espiritual al simple juego azaroso de las neuronas. La dialéctica entre neuronas y espíritu es irreductible a la unidad total y por ello permanecerá siempre. No tiene por qué resolverse con la desaparición de uno de ambos polos, la materia o el espíritu pero tampoco mantenerse en una perpetua inestabilidad y pugna. También aquí se verificaría que la dialéctica entre tesis y antítesis no se resolvería en la desaparición de una de ellas sino en su convergencia en una síntesis superadora. Parece que la evolución cósmica, desde una perspectiva holística, ha recorrido un complejo devenir hacia la ‘espiritualización’ (a no confundir con su concepción clásica). El punto inicial fue, en el big bang, la materia o la energía (que nos corrijan los físicos). Al cabo de un proceso de miles de millones de años comienzan a emerger los rudimentos de lo vital hasta desembocar en la hominización. A primera vista la secuencia materia-vida-mente indica una prioridad temporal ¿Lo es también óntica? ¿Se explica lo más, la mente, por lo menos, la materia? A primera vista lo parecería. Por idéntica razón (el no-intervencionismo divino) que la vida se explica cabalmente desde la materia sin ninguna intervención creadora de Dios, emergería la actividad espiritual desde lo orgánico en el proceso de hominización. Ninguna dificultad en que todo es un proceso intracósmico. Ahora bien, la necesidad de una mayor inteligibilidad nos lleva a la pregunta decisiva: la evolución desde lo menos, la materia, hasta lo más, la mente ¿se realiza por la virtud y fuerza intrínsecas de la materia o, más bien, en virtud de la acción inherente a su ser, desde el inicio, de un germen espiritual, llámesele teleonomía (Monod), finalismo o ‘mente’ ordenadora...? La respuesta puede ser de talante ‘materialista’ -todo se reduce estrictamente a materia- o ‘espiritualista’ -lo material está intrínsecamente habitado por lo espiritual que es la causa última de su evolución. Nos encontramos de nuevo ante la no-evidencia y la posibilidad de apuesta por un mayor sentido. Es la nuestra: no parece que lo más perfecto se explique adecuadamente por lo imperfecto. Parece más inteligible que “lo espiritual” -sin mayor explicitación- anida germinalmente en la realidad de todo ser y fecunda su despliegue. La magna cosmovisión de Teilhard de Chardin, en sus lineas generales, es coherente y razonable.

Esto supuesto ¿cómo se entendería la mencionada dialéctica de tesis-antítesis-síntesis en la evolución cósmica? Aventuro modestamente un posible hilo conductor. Por la presencia de la ley universal de una finalidad inherente al cosmos o teleonomía (o ‘espiritual’ ordenador) éste va impregnando lo material y acercándolo a él. Desde la materia preñada siempre de espíritu, en la hominización logra emerger éste con vigor. Mas no para distanciarse de la materia, negarla u oponerse a ella (espiritualismo), sino para ir integrándola y conduciéndola a la plenitud de su potencialidad. En el ser humano concreto lo espiritual conduce al ser a la lozanía de la juventud física pero no se anega en ello; la verdadera madurez de lo humano llega paradójicamente después y culmina en la vejez...y la muerte física. Lo espiritual se revela en lo corporal pero, como vector de mayor vigor, lo va integrando poco a poco y espiritualizándolo.

Es como si se produjese un trasvase de energía, a medida que el cuerpo declina, de él hacia su dimensión espiritual. Éste no conoce su plenitud mientras no se hace totalmente cargo de lo orgánico. Este no se reduce enteramente a sus células, que por lo demás desaparecen en su materialidad cada algunos años. Sin embargo se mantiene una identidad: es el mismo cuerpo de la misma persona cuando nace o cuando muere. Cuando esto último ocurre su estructura celular última desaparece para siempre. Pero su identidad profunda ha quedado finalmente asumida por lo espiritual. Y la ‘síntesis’ obtenida queda lograda, potenciada, plenificada en Dios, el ‘más allá’, Alfa y Omega del ser humano. A esto llamaríamos Resurrección, en el caso de Jesús y en el nuestro, al quedar en el mismo momento del tránsito final constituidos plenamente Hijos a la derecha del Padre (carta a los Romanos), cada cual conforme a su biografía.

 Sería la síntesis de la paradoja vital: perder la vida para ganarla. De ella Jesús explicitó el sentido hondo: dar la vida, de golpe o gota a gota, por los más necesitados. Creyentes o agnósticos, ahí la encontramos todos. La perspectiva final, el final de los tiempos, ‘el más allá’, el Omega de la historia consistiría en una plenificación del cosmos devenido espíritu en Dios.(A propósito del ser humano resucitado Pablo de Tarso habló de ‘cuerpo espiritual’; lo mismo valdría decir ‘espíritu corpóreo’).

Puede parecer muy aventurada la presente reflexión pero llega obligada por la opacidad misteriosa del ser y nuestra necesidad de una más cabal ininteligibilidad.

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ECLESALIA, 8 de junio de 2004

EL MISTERIO DE DIOS

MANUEL BATALLA GIMENO, dominico. 06/06/04

SAN SALVADOR (EL SALVADOR).

ECLESALIA, 08/06/04.- Más que de la existencia de Dios, prefiero hablar del misterio de Dios, entendiendo por misterio: aquello que, dejándose experimentar en lo profundo del ser, sembrando anhelo y certeza de plenitud, se percibe como inagotable y trascendente.

No es que no crea en Dios, pero si hablo de “existencia” de Dios, no sé muy bien qué es la existencia, sobre todo si se trata de una existencia eterna, puesto que mi experiencia del existir es una experiencia de existencias caducas, con vencimiento, como los productos que consumimos. Aunque también debo reconocer que las “existencias” que he conocido, a pesar de que han caducado, no han sido esterilidad en mi vida: ya no existen como existieron, pero me han aportado algo y son de alguna manera parte de mi ser. Fueron existencias materiales, como las de los alimentos, y existencias espirituales, como las de las personas, que creo nunca fueron solamente físicas.

Sin el misterio de Dios -quizá mejor, sin Dios experimentado como Misterio y al mismo tiempo hecho Presencia- no encuentro el sentido de mi ser, ni del ser de los seres que han existido junto a mí, ni de lo que espero ser junto a los demás seres.

Hay muchas explicaciones -que debemos buscar e intentar ofrecer y compartir- para el día a día de nuestro existir, pero ninguna de esas explicaciones da razón de nuestro ser, que a fin de cuentas desemboca también en el misterio de Dios. Sin Dios nada somos, aun cuando podamos existir como existencias caducas, con vencimiento, como los productos que consumimos. Quizá nos estemos resignando a creer que somos esta existencia no más, porque es poca nuestra fe en el verdadero Dios, que nadie a conocido, puesto que está siempre más allá de nuestras verdades y, por supuesto, de nuestros dogmas. En ese sentido Dios es inaccesible.

Los dogmas, si se pretende que sean la verdad definitiva, son mentiras, porque así devienen en factores de división y discordia, y Dios no puede ser sino Unidad, Comunión, Amor, Vida… también más allá de las experiencias que podamos tener y las definiciones que podamos dar…

No quiero prolongar más esta reflexión, este balbuceo teológico, que deseo hacer llegar a algunas personas con quienes comparto mi fe cristiana o con quienes deseo compartir la fe… Pero, sí quiero decir que esta atracción del Misterio, esta débil experiencia de la Presencia y este anhelo de Unidad, Comunión, Amor, Vida… me hace relativizar incluso no el misterio de la Trinidad o el misterio de la Humanidad de Jesucristo, pero sí nuestras “claras y verdaderas” explicaciones de las relaciones intratrinitarias o de la manera como en Jesús se unen las naturalezas divina y humana… Más allá de todas nuestras claridades, en la oscuridad del misterio está la luz: Dios es Dios. 

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ECLESALIA, 9 de junio de 2004

DERECHO A DISENTIR

Ante el documento vaticano sobre la Eucaristía

COMUNIDADES CRISTIANAS POPULARES DE GRANADA

GRANADA.

ECLESALIA, 09/06/04.- El Vaticano ha hecho público el documento "Redemptionis sacramentum", en el que se recogen las instrucciones sobre la celebración de la Eucaristía. Aunque, al parecer, el documento suaviza las posturas recogidas en anteriores borradores, que habían generado enfrentamientos entre los sectores conservadores y progresistas de la Iglesia, el texto definitivo contiene normas e instrucciones que desde nuestra condición de cristianos de base no podemos aceptar de ninguna manera. En primer lugar nos parece totalmente inaceptable la postura inquisitorial del documento cuando pide a los cristianos que denuncien ante el obispo a los sacerdotes demasiado creativos

No podemos entender cómo se pretende condenar la creatividad a los seguidores de un tal Jesús que pasó por este mundo dándonos ejemplo de creatividad y derrochando expresividad, llaneza e “innovación” en todos los gestos de su convivencia con los que le seguían. Basta leer los Evangelios para descubrir un Jesús alejado de las normas estrictas ("El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado"); un Jesús cercano a la gente, que no le hace ascos a subirse a una barca o a comer en la casa de los pecadores; un Jesús que no respeta al pie de la letra las normas religiosas y es capaz incluso de resucitar a un muerto en un día prohibido por su religión. No podemos entender que la celebración de la Muerte y la Resurrección de Jesucristo tenga que hacerse de la misma forma en que se ha venido haciendo a lo largo de los siglos sin tener en consideración que las sociedades evolucionan y con ellas evolucionan también las palabras y los gestos con los que expresamos nuestros sentimientos. Ya no nos sirven los símbolos y los gestos trasnochados del misal tradicional que la Jerarquía quiere imponernos. Es necesario, si no queremos estar fuera de onda, expresarnos como creyentes de este tiempo y de esta sociedad con el lenguaje oral y corporal propios de nuestra sociedad del siglo XXI.

La jerarquía de nuestra Iglesia considera abusos graves en la celebración de la Eucaristía situaciones que a nosotros, en cambio, nos parecen grandes aciertos. Así, concelebrar con sacerdotes de otras religiones, aceptar en la celebración a los divorciados y admitir en la comunión a los no católicos son actitudes de apertura e integración que la Jerarquía se apresura a prohibir. Es difícil entender, para el creyente de hoy, la prohibición del abrazo o saludo de la paz, que según el documento vaticano debe ser restringido "a quienes estén cerca". ¿Por qué no entender la eucaristía como la celebración de los valores de Jesús en nuestras vidas: de Paz, justicia, solidaridad, libertad y ahí están invitados todos (creyentes, agnósticos, arrejuntados, casados, divorciados...) independientemente de su condición?¿Por qué no entender que quién concelebra es la comunidad con sus diferentes carismas y con toda la creatividad de la que es capaz? "Solo los creativos se parecen a Dios" ¿Y si fuera cada comunidad la que elige quién preside la Eucaristía?

Como cristianos comprometidos con la sociedad y preocupados por la situación de claro retroceso de la libertad en nuestra Iglesia afirmamos nuestro rechazo a estas normas represivas y restrictivas para la celebración de la Eucaristía. Jesucristo en la última cena lo dejó bien claro :"Haced esto en memoria mía". O nos disfrazamos todos con ropajes propios del siglo I cada vez que nos acerquemos a la Eucaristía y hacemos una cena calcada a como lo hacían los judíos en tiempo de Jesús o cada comunidad deberá de buscar conforme a su cultura la forma más auténtica de celebrar la invitación de Jesús.

Si la Eucaristía no es signo de la memoria subversiva del Cristo condenado por los poderes políticos y religiosos de su tiempo se convierte en un acto mágico en el que los prestidigitadores ordenados convierten ilusoriamente pan y vino en cuerpo y sangre.

Si la Eucaristía no significa celebrar la realidad que vamos transformando en comunidad, con los lenguajes, liturgias, símbolos, músicas, textos y expresiones participativas de todos y todas desde la creatividad de cada grupo comunitario, se convierte en un ritual muerto donde los consagrados que están arriba del púlpito dicen y actúan y los te abajo contestan amén. Este es el triste espectáculo de la mayor parte de nuestras iglesias.

Creemos que ya es hora de que surjan otras voces de cristianos que piensan, sienten y actúan de manera distinta al sentir de la jerarquía. Es hora de disentir y expresarlo sin miedos ni tapujos. Es hora de denunciar el alineamiento de nuestra Iglesia con la derecha y con los movimientos más conservadores (Kikos, Opus, etc). Otro mundo es posible y otra Iglesia también. 

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ECLESALIA, 11 de junio de 2004

LAS MUJERES

ANA MARÍA RODRIGO

ECLESALIA, 11/06/04.- Vivimos en una sociedad culpable y cómplice de grave pecado colectivo de la opresión y desprecio de la mujer. Puesto que la sociedad y quienes tienen la obligación de modificar las estructuras no lo hacen, seremos las mujeres, víctimas de la situación, quienes pedimos perdón en nombre de la sociedad en la que vivimos.

Las mujeres pedimos perdón

-          Pedimos perdón si, cuando hemos hablado de la mujer, no hemos sabido llegar al corazón de quienes nos habéis escuchado.

-          Y más aún, pedimos  perdón si hemos conseguido el efecto contrario, es decir, aborrecer el feminismo e incluso a la palabra feminista.

-          Pedimos  perdón por todas las mujeres que nos hemos equivocado al no saber presentar adecuadamente nuestras reivindicaciones, ¡hace tan poquito tiempo que nos han dejado hablar...!

-          Pedimos perdón por el gran pecado de la humanidad durante toda su historia ante la injusticia que se ha cometido contra la mujer.

-          Pedimos perdón por no haber podido convencer a la sociedad  de que los problemas de las mujeres, sólo por el hecho serlo, son problemas muy graves y que es muy urgente resolverlos.

-          Pedimos perdón porque en ocasiones pensamos que ya hemos conseguido la meta por que las mujeres de nuestro entorno ya lo han conseguido y nos olvidamos de los millones de mujeres que sufren y mueren por ser mujeres.

-          Pedimos perdón porque esta sociedad en la que vivimos no haga lo suficiente para evitar que se siga considerando a las mujeres objeto de explotación laboral por parte de marcas comerciales conocidas y multinacionales.

-          Pedimos perdón porque, después tantos siglos de existencia, muchos hombres sigan utilizando a las mujeres como mero objeto sexual.

-          Pedimos perdón porque los Organismos Internacionales que se dicen protectores de la infancia, no acaben con la explotación sexual de millones de niñas

-          Pedimos perdón porque la pobreza se vaya feminizando a pasos agigantados en torno a la mujer.

-          Pedimos perdón porque la Iglesia Católica tenga una Jerarquía eclesiástica que sigue poniéndonos a  María,  virgen y madre, como el único paradigma al que las mujeres debemos imitar.

-          Pedimos perdón porque esta misma jerarquía no considere dignas a las mujeres para determinadas funciones cultuales y y las considere incapaces para órganos de decisión.

-          Pedimos perdón porque todavía haya mujeres que se conforman con un papel secundario como seres humanos.

En nombre de las mujeres

-          En nombre de las mujeres reivindicamos el poder equivocarnos privada y públicamente..

-          En nombre de la humanidad pedimos y exigimos que no se maltrate nunca más a una mujer.

-          En nombre de la humanidad pedimos y exigimos que nunca más muera una mujer por el hecho de serlo.

-          En nombre las mujeres pedimos que se  nos haga presentes en el lenguaje.

-          En nombre de las mujeres pedimos que no se solape el femenino en el uso genérico del masculino.

-          En nombre de las mujeres pedimos que hagamos un pequeño esfuerzo en este sentido

-          En nombre de las mujeres pedimos que allí donde estemos presentes se diga expresamente.

-          En nombre de las mujeres pedimos que se dé acceso a la mujer a órganos de poder y decisión.

-          En nombre de las mujeres exigimos mayor compromiso político en la erradicación del machismo.

-          En nombre de las mujeres pedimos que el feminismo no sea una moda y mucho menos una broma.

-          En nombre de las mujeres pedimos igualdad en el hogar, en el trabajo y en los salarios

-          En nombre de las mujeres afirmamos que, de la igualdad de género, nos va a beneficiar todos y todas.

-          En nombre de las mujeres afirmamos que el feminismo no va en contra de los hombres.

-          En nombre de las mujeres afirmamos que no queremos ni caridad ni compasión, pedimos sencillamente justicia.

-          Rendimos un sentido homenaje a todas las mujeres y a muchos hombres que han luchado y siguen luchando porque seamos iguales hombres y mujeres.

-         En nombre de mujeres y de hombres soñamos con un inmediato y urgente compromiso de todos y de todas por erradicar la lacra de la desigualdad de género.

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ECLESALIA, 11 de junio de 2004

LAS MUJERES TAMBIÉN COMIERON
Panes y peces, versión femenina y libre

MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@wanadoo.es

“...Sólo los hombres era unos cinco mil(Jn 1-15)”

“... Los que comieron los panes era cinco mil hombres” (Mc 6, 34-44)

“...Los que comieron era cuatro mil hombres sin contar mujeres y niños” (Mt 15, 32-39)

ECLESALIA, 11/06/04.- A los que nos transmiten los hechos sería injusto tacharles de mala fe o de tergiversar y ocultar datos, sencillamente cuentan la historia dentro de los esquemas de la época.

Situándonos en el paisaje, allí había una multitud y, al parecer, en los tiempos de Jesús se podían contar uno, dos, tres, cuatro... y hasta ¡cinco mil hombres!., pero a nivel de “índices de audiencia” –que diríamos en nuestros tiempos-, una parte de esa multitud era invisible. Las mujeres, que por lo menos eran mil -si las matemáticas no engañan y basándome en los datos de los tres evangelistas citados- y que además con toda seguridad llevaban al pecho o de la mano a los niños, no eran visibles por el simple hecho de que socialmente no contaban.

La mujer ocupaba el antepenúltimo lugar en la escala social junto a los niños que ocupaban el siguiente y que siempre iban con ellas y, cerrando la lista, los leprosos y demás apestados.

Jesús, a quien no interesaban ni los índices de audiencia, ni las estadísticas, ni los esquemas sociales, “levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente”.... que debía ser la misma que le produjo pena en otra ocasión... “pues parecían ovejas sin pastor” , vio hombres, mujeres y niños cansados y hambrientos. Su oración se hizo acción, implicando en ello a su comunidad: los despistados y boquiabiertos discípulos que no entendían como se multiplica la comida cuando es compartida.

Las mujeres ayudaron a recoger los restos, seguro, por puro instinto, era el trabajo de cada día; y como –dada su invisibilidad- no iban a “salir en la foto histórica” continuaron guardando “todas esas cosas en su corazón” pues en algún momento habría que contarlas a sus hijos y sus nietos.

En estos, nuestros tiempos, albores del -creo poder calificar- convulso siglo XXI, veo hombres, mujeres y niños hambrientos, sedientos y cansados; unos por exceso y otros por defecto. Depresiones, hastío, miedo a perder el control, aburrimiento, consumismo, violencia... unos; hambre, miseria, falta de educación, guerras, extorsión, enfermedades... otros; y en medio de todo veo signos actuales de multiplicación de panes y peces: proliferación de ONG’s en el tercer mundo y en las líneas fronterizas del primer mundo; gritos y manifestaciones contra guerras e injusticias; misioneros y misioneras dejándose la piel y la vida en la denuncia y en el trabajo; jóvenes que se plantean otra manera de vivir la vida; vuelta a la simplicidad y a la catacumba de muchos cristianos que creen que hay que volver a las fuentes... Podría llenar algunos renglones más pero lo dejo a quien se haya animado a leer esta reflexión. Todos estos signos son como unas pequeñas flores, cuyo nombre no conozco, que nacen en medio de la basura.

 “Había mucha hierba en aquel sitio”, dice Juan en su relato, y al compartir crecieron flores de amor y solidaridad.

¿Alguien duda todavía que las mujeres vivieron en primera persona aquel inolvidable día?. Caminaron, se sentaron, comieron y ayudaron a recoger los restos. Hoy, canalizan su trabajo solidario en asociaciones, ONG’s, hospitales, misiones, centros de acogida, etc., crean y trabajan en pequeñas empresas con ayuda de micro-créditos para alimentar a sus familias en países pobres; las hay que luchan por los derechos humanos. Otras, desde el silencio, sin ser noticia, sacan adelante hogares y familias enteras, limpiando bancos, empresas, hospitales, etc; están también las que dejan sus países de origen para poder mantener a sus hijos... Nuevamente invito a quien lee a que siga la lista.

Jesús se daba cuenta de que estaba bien acompañado porque miraba, viendo. 

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ECLESALIA, 11 de junio de 2004

DÍA DE LA TRINIDAD

MARÍA JESÚS ESTEPA. 06/06/04

CABRA (CÓDOBA).

ECLESALIA, 11/06/04.- Mi Dios Trino, no es un dogma, una teología, una explicación. Mi Dios UNO Y TRINO, sigue siendo el gran misterio de la Encarnación.

Su Trinidad habla de COMUNIDAD, ENCUENTRO, COMUNICACIÓN.

Su UNIDAD, habla de apertura, relación, solidaridad.

Y así, este misterios tantas veces lejano, tantas veces oscuro, no entendido ni captado, hoy se me hace más fácil de acoger, de explicar.

Y no lo hago desde la teología, sino desde la escritura y la Vida.

Y no porque lo haya estudiado o pensado, sino porque se me ha regalado.

Regalo de hace años, pero que se actualiza y se enriquece. Que comenzó con el verso de Sor Isabel de la trinidad: Oh, Trinidad, plenitud a quien adoro.... y se me hizo carne en Juan 14, 23 “ Y vendremos a ella y haremos morada en ella.”

Así es nuestro Dios. Inabarcable, pero cercano. Inexplicable, pero sentido. Inenarrable, pero hecho Palabra.

Hoy quisiera poder estar en todos los templos de este pueblo en el que vivo, tomar la palabra y compartir tu regalo.

Hoy quisiera que el ser mujer no fuera el impedimento para hablar de Ti  y de quién eres, cómo te manifiestas, te haces presente.

Pero soy mujer y no hombre. Laica y no sacerdote.

Y  Tú hoy me animas a que nuestras voces de mujeres que te aman, buscan y encuentran en la VIDA,  puedan resonar en los rincones de las plazas y cocinas, en la escuela, mercado y oficina, en hospitales, gasolineras y escalera, en las cátedras y en  los pasillos, en  la cuna, en a cama y en la litera.

Porque donde está la vida, estamos nosotras y tú nos acompañas, nos estrechas por detrás y por delante, nos cubres con tu palma, nos tocas con suavidad y ternura, e inundas nuestros corazones con el fuego de tu AMOR.

Somos presencia de tu Amor Trinitario y tenemos que ser fieles mensajeras del anuncio recibido.

Iremos a Galilea, se lo contaremos a nuestros hermanos, y ellos aunque incrédulos, volverán al sepulcro y lo encontrarán vacío.

Y aunque no nos crean a nosotras, si verán nuestras obras. Que no serán de Apologética, Filosofía, Retórica,... sino de práctica real de tu acción en nuestra vida. 

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ECLESALIA, 15 de junio de 2004

MEDITACIONES A LA HORA DEL MATE

GUADALUPE ROMERO, laica catequista

BUENOS AIRES (ARGENTINA).

ECLESALIA, 15/06/04.- Mala costumbre esta de tomar mate por la mañana temprano y leer los periódicos. A veces hace que me distraiga tanto que se enfría la hierba, otras me sabe más amargo por lo que leo y últimamente hasta el dulce de leche tiene sabor agridulce.

Ayer fue uno de esos días en que fue una mezcla de todo eso, sumado a las noticias que conmueven por su crudeza, leo en el matutino Clarín que el sacerdote cordobés José Guillermo Mariani, autor del libro "Sin tapujos, la vida de un cura" fue ovacionado durante la misa que diera después de sus polémicas declaraciones a todo los medios locales y nacionales. Ver tanto apoyo de los laicos debe ser que paraliza aun más a la jerarquía eclesiástica porque no se ha escuchado demasiado al respecto.

Me informo por la misma nota que el arzobispo de Córdoba, Monseñor Carlos Ñáñez, el jueves pasado emitió un comunicado de la Iglesia cuestionando y desaprobando la actitud de Mariani, pero ayer en su homilía dominical no lo mencionó si bien se ocupó de felicitar a los sacerdotes que "cumplen esforzadamente con sus tareas y compromisos..." No he leído todavía el libro dado que se agotó la primera edición que fue de muy poco libros lo que nos indica que no tenían mucha expectativa de venta, porque si no fuera que parte de la prensa le diera más importancia, de la que realmente tiene, el relato de las experiencias sexuales de "Quito", como le llaman al cura que tuvo el coraje de publicar sus vivencias, dentro de una institución, que siempre está poniendo mantos de silencio. Tal vez dentro del contexto se justifica que Mariani cuente lo que es más una confesión de la necesidad de afecto que los curas están obligados a reprimir, por una promesa que no pueden romper, si quieren seguir siendo sacerdotes y sí pueden vivir en la hipocresía de vivir experiencias como las que cuenta este cura que ocultó toda una vida.

Creo que no debemos permitir que "el árbol nos impida ver el bosque", si este escándalo sirve para descubrir un libro que ayude a poner luz sobre partes oscuras de nuestra Iglesia, bienvenido sea este "despliegue" periodístico porque de lo contrario el libro tal vez pasaba a dormir en las estanterías de las librerías cordobesas y nos privaríamos de conocer un Mariani que es querido por su gente por ser el que siempre está con los que sufren, es un gran defensor de la Teología de la Liberación, (mala palabra para muchos) y según dichos periodísticos que pueden ser creíbles el libro hace denuncias muy graves de lo que él sufrió dentro de la Iglesia, de la connivencia de parte dle clero con los militares de la última dictadura en Argentina, proponiendo además el celibato opcional para no verse obligados a vivir en la hipocresía cuando se enamoran. No nos dejemos confundir, si leemos el libro y son importantes la denuncias que este cura tuvo el coraje de publicar, estemos o no de acuerdo con que dé a conocer su intimidad, tendríamos que rescatar que su aporte es importante para sacar a la luz lo que la jerarquía se ocupa de ocultar dañando mucho más la institución.

Formo parte de la gran legión de católicos que luchamos desde nuestro lugar por una Iglesia renovada, que camine junto a nosotros, que nos hagan sentir partícipes y no meros espectadores que aceptan mansamente las lentas decisiones de arriba. Aunque hoy ya los periódicos no mencionan al sacerdote cordobés, y esto pase al olvido en unos pocos días más, si vale la pena el libro, creo que es bueno que lo difundamos y demos nuestro solidario apoyo a este cura que sabemos lo mucho que trabaja por nuestra Iglesia. 

Para no amargarme más todavía, tomo con cierto sentido del humor lo que vivimos dentro de nuestra Iglesia y les digo que no perdamos la esperanza los excluidos por pecados "tan graves" como el enamorarse después de un fracaso matrimonial o de haberse consagrado a la vida religiosa por no tener otra opción, si quieren trabajar para el Reino: Tendremos nuestras merecidas "disculpas" dentro de unos siglos porque en el mismo matutino, en la página siguiente leí que el Vaticano revisa la era de la Inquisición y nos recuerda que el Papa en 1998 consideró "oportuno hacer mea culpa" de esa época tan dolorosa, como verán es sólo cuestión de tener paciencia y seguir esperando.

A esta altura de mis meditaciones, el mate ya estaba helado, el dulce de leche pasó de agridulce a estar amargo y para tratar de remontar el día trato de poner todo esto en manos del Señor y me vienen a la mente tantos relatos lindos del Evangelio y me pregunto si Cristo se hubiera manejado con la lentitud de nuestra jerarquía en los conflictos que se le presentaron, a la adúltera seguramente la hubieran ejecutado mientras el Señor hubiera malgastado su tiempo en emitir documentos donde felicitaría y alentaría a las mujeres fieles a sus esposos y hubiera dado mil vueltas al tema para finalmente dejarlo para que lo resuelvan sus sucesores, así hasta llegar a nuestros tiempos donde seguramente se haría un mea culpa y a dormir con la conciencia en paz, se resolvió un espinoso tema de adulterio que llevaba siglos esperando. Pero los actuales son ignorados, los que aquejan a miles de bautizados excluidos en todo el mundo sin compadecerse del dolor que produce no estar invitado a la Cena del Señor. De lo que se sufre al ser excluidos no por el Dueño de Casa, sino por sus servidores. Por algo no hay escritos del Señor, Él estaba demasiado ocupado en consolar, perdonar, curar, compartir y enseñar como para detenerse a escribir documentos, Él simplemente nos ama y perdona. Al fin, creo que este pensamiento cambió mi día y hasta tengo el coraje de sonreír sintiendo que el Resucitado me acompaña cada día a pesar de mis errores. 

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ECLESALIA, 17 de junio de 2004

RETORNO DE LOS OBISPOS CATÓLICOS ESPAÑOLES
A LA MORAL PRECONCILIAR

Declaración de la Junta Directiva de la
Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII

ECLESALIA, 17/06/04.- Apoyada en un proteccionismo jurídico estatal, la Iglesia católica española se erigió durante el franquismo en rectora de los criterios de la moral de todos los ciudadanos, con el argumento de que la ley suprema es la ley de Dios. Ejerció con omnímoda libertad la educación religiosa en las escuelas, no aceptó el matrimonio civil, defendió una moral sexual obsesionada por el sexto mandamiento e impuso un modelo de familia en el que la mujer no tenía los mismos derechos que el hombre; modelo de familia que, como demuestra la experiencia, es un fracaso creciente.

Desgraciadamente para los católicos abiertos a los cambios, el Vaticano II no afrontó el tema de la moral sexual. Lo descartó Pablo VI de la agenda de discusiones. No hubo “aggiornamento” en este punto. Después del evento conciliar, el Papa se mantuvo firme en posiciones morales rígidas, como se comprobó en el tema de la “píldora”, el celibato obligatorio de los curas y la negación del acceso de la mujer al sacerdocio.

En la cúpula de la Iglesia católica prima todavía una moral preconciliar, defendida por los movimientos eclesiales neoconservadores, protegidos por la dirección rígida de la curia romana. El magisterio moral de los obispos, obsesionado por la “revolución sexual” y sus consecuencias, encaja mal en ciertos sectores de la sociedad e insatisface a muchos católicos de distintas tendencias. En lugar de fustigar a la sociedad secular por sus desvíos, podrían mostrar sosegada y cálidamente el sentido de la vida a la luz del evangelio y de Jesús de Nazaret, que es optimista y esperanzador. Es hora de los que los católicos sean libres y responsables en sus decisiones políticas y morales y de que se acepte y se reconozca a la mujer en la Iglesia como sujeto moral y religioso con todas las de la ley y sin discriminación alguna.

Los documentos del episcopado español que abordan el terreno movedizo de las conductas de personas, parejas o familias, son juzgados severamente por amplios sectores de la población española, dado el contenido conservador e incluso fundamentalista que poseen. Los obispos ya no son los dueños de la moralidad pública, como lo fueron en la cristiandad, especialmente en los tiempos del franquismo. Tienen, por supuesto, derecho a opinar, incluso como grupo cualificado, pero sin erigirse en rectores morales de todos los ciudadanos y ciudadanas.

La autoridad moral de los obispos españoles es hoy poco convincente en amplios sectores de la sociedad. A causa de sus rígidos y discutibles posicionamientos políticos y sociales, les falta credibilidad. Según el Informe Jóvenes 2000 y Religión de la Fundación Santa María “falta aliento innovador en las propuestas de la Iglesia”, el liderazgo está en manos de los “movimien­tos conservadores” y ha crecido el enfrentamiento de los obispos con “la sociedad del entorno”.

Textos episcopales recientes y declaraciones de algunos obispos han desencadenado una tromba de rechazos por parte de partidos, sindicatos y organizaciones diversas y ha creado malestar en agrupaciones progresistas cristianas y en cristianos fieles al espíritu del concilio Vaticano II. Hay documentos episcopales que carecen de suficiente aliento espiritual, de carácter profético y de actitud de misericordia. Sobran muchas "certezas" contundentes que exponen y escasea el género interrogativo de los obispos consigo mismos, reconociendo -por ejemplo- que no lo saben todo. A veces hay en su discurso moral conclusiones claramente desafortunadas, como afirmar que la “liberación sexual” es causa de la violencia doméstica o que el uso del preservativo es comparable a la ruleta rusa.

Uno de los focos de mayor malestar que produce el magisterio de los obispos es el relativo al proceso de la “liberación de la mujer”. Las quejas de las organizaciones feministas, fuera y dentro de la Iglesia, son graves y continuas. Las mujeres son vistas en la Iglesia con recelo, descalificación y amenaza, y son tratadas como menores de edad. Carecen de derechos y se sienten postergadas. Los obispos se quejan de que no se les entiende, cuando el reproche que les hacen muchos católicos y católicas es que sus afirmaciones no proceden con nitidez del Evangelio, sino de una tradición religiosa patriarcal, autoritaria y represiva. Esto es justamente lo que pensamos los miembros de la Junta Directiva de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII.

Madrid, 9 de junio de 2004 

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ECLESALIA, 18 de junio de 2004

LO QUE CREO QUE CREO

GONZALO HAYA PRATS, gonzalohaya@telefonica.net

MADRID.

ECLESALIA, 18/06/04.- Nuestras costumbres están cambiando a velocidad creciente. Las costumbres y sus fundamentos.

Lo indiscutible de ayer, hoy es dudoso o falso. Algo indiscutible ayer:“Madre no hay más que una”. Hoy puede haber dos o quizás más: la biológica  -la que dio el óvulo- y la que te trajo al mundo (por no emplear una frase más castiza). Y sin  hablar de clonación.

También en el terreno de la teología, o de la fe. Los exegetas están desmontando el puzzle de los evangelios y de las cartas. Son mosaicos montados con piezas de diversos autores y diversas fechas. ¿Qué es lo que realmente dijo Jesús?

Si todo cambia ¿dónde me apoyo?

¿En la fe? ¿Quién ha dicho que tengo que tener fe y en qué tengo que tener fe? ¿Habló Jesús de fe? ¿o de confianza? ¿Propuso ideas en las que creer? ¿o pidió confianza en el Padre? ¿Seguirle es cuestión de ideas o de actitudes?

Durante mi vida he encontrado muchas personas que creían en la Trinidad  pero no en nuestros hermanos, y otras muchas que creían en los hermanos y no en la transustanciación eucarística. Tan verdad –o más- es que Jesús está en el necesitado como que está en la eucaristía.

La verdadera expresión del hombre no  está en sus ideas sino en su comportamiento. Las ideas son positivas en la medida en que refuerzan los comportamientos positivos; son negativas en la medida en que los falsean. “Las palabras no nos sonrojan”  decía Cicerón; “Las palabras no nos comprometen”  diría yo.

Experimento una base más firme en la que apoyarme. En la que muchos pueden apoyarse. Lo que dice mi conciencia –su conciencia-  y el comportamiento de Jesús. Coinciden como la llave y la cerradura.

Creo que el mismo Jesús nos orientó en esa dirección: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”.  No es que yo me considere limpio de corazón. Mis dudas vienen de mis telarañas. Es que veremos a Dios en la medida en que seamos limpios de corazón, no en la medida en que aceptemos una serie de verdades indiscutibles.

¿Qué hizo Jesús y qué me dice mi conciencia?

Sería muy largo de pormenorizar. Y no se trata de confeccionar un catálogo cerrado sino de experimentar el aliento del espíritu.

Si algo queda claro en los evangelios es la manera de comportarse Jesús ante la gente del pueblo, ante los enfermos, ante los ricos, ante los fariseos, ante los paganos...

La conciencia tampoco es un catálogo - como los penitenciarios medievales- con el que cotejar cada acción. La conciencia  es una célula fotosensible: reacciona ante la luz y ante las tinieblas. No es letra sino espíritu.

Sólo destacaré los puntos cardinales que mi conciencia percibe en la vida de Jesús.

-                 “Pasó haciendo el bien” “los ciegos ven, los cojos andan... a los pobres se les anuncia la buena noticia”

-                 Practicó la religión de su pueblo, pero se enfrentó a los que anteponían la Ley  -o los sacrificios- a la misericordia.

-                 Arriesgó su vida y fue crucificado por enfrentarse a los poderosos.

-                 Creyó en una vida después de la muerte aunque no dijo cómo sería.

-                 Estaba persuadido del amor del Padre y confió en él. Le invocó como Padre aun cuando se sintió abandonado.

Padre, esto es lo que creo que creo... y en tus manos encomiendo mi vida. 

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ECLESALIA, 21 y 23 de junio de 2004

ES PELIGROSO CREER EN DIOS

JUAN LUIS HERRERO DEL POZO, jlherrerodepozo@reterioja.net  

LOGROÑO (LA RIOJA).

ECLESALIA.- La afirmación del título no es hipérbole ni provocación sino alarma sobre los peligros de ciertos modos de entender y vivir equivocadamente la religión. Peligros no hipotéticos sino consentidos históricamente. Es menos peligroso un agnóstico humanista cabal que un creyente equivocado. Como imperfecto seguidor de Jesús pretendo ofrecer una hipótesis de pensamiento, aportación modesta pero sincera en una época de crisis, tanto religiosa como de civilización.

INTRODUCCIÓN

El esquema es sencillo:

Llevamos muchos siglos de una religiosidad no sólo incapaz de impedir que la humanidad se halle abocada hoy a una tenebrosa situación sino, incluso, factor parcial del desastre: la religión, pues, ha sido peligrosa. Primero por haber privilegiado la ortodoxia sobre la ortopraxia, quiero decir, la creencia en dogmas absolutos y liturgias dudosas y secundarias por delante del seguimiento radical de Jesús, única ética cristiana. A diferencia de Jesús, de Dios nos hemos quedado con la verdad y el poder más que con el servicio y el amor.

En segundo lugar, tanto teoría como comportamiento, además de escasamente evangélicos, han sufrido como otras religiones, la carcoma de lo mágico. Es peligroso creer en Dios si no se traduce en vida. Y más aún, si nos equivocamos de Dios, si su imagen está viciada. Esto es muy arriesgado porque las consecuencias son muy graves. Hasta la Ilustración era, tal vez, algo inevitable. Hoy no. Pero la autoridad eclesial y la teología oficial, que modelaron la acrítica conciencia popular, no ha entendido (y menos superado) la crisis de la modernidad ilustrada y se enroca con pertinacia en el retorno al modelo de cristiandad. Ahí anida precisamente el peor fermento de descristianización que tanto lamentan siendo en parte su causa. Por eso, es importante afirmar que la Ilustración, pese a sus otros errores, inauguró un nuevo tiempo-eje, único desde el del neolítico y, entre otros logros, posibilitó detectar el virus mágico sin cuya erradicación parece imposible ‘repensar’ la fe en un paradigma de pensamiento creíble. Tarea ardua porque el núcleo de la magia es metafísico (para lo que ya no estamos entrenados) y porque el pensamiento mágico lo llevamos incrustado, desde los orígenes de la humanidad, en nuestro imaginario religioso subconsciente. Tan subconsciente que es más difícil de lo imaginable salir del viejo paradigma clásico, incluso para teólogos, logrando la necesaria inflexión antropológica del pensamiento. Aunque tal vez existe un camino menos metafísico y más asequible a todos, el de la denostada ‘secularización’, aunque lleve a algunos a la increencia.

Con las siguientes reflexiones sólo habremos removido el principal obstáculo del nuevo paradigma teológico, es decir, la barrera del pensamiento mágico. Lo más enjundioso llegaría después pero no habrá tiempo hoy. A este respecto, me limito a apuntar por dónde habría que caminar: no confío que este paradigma se asuma ni fácilmente ni con rapidez; no nos vamos a poner de acuerdo ni en las iglesias ni entre religiones. El ecumenismo teórico es utópico. Ahora bien, hay algo no puede esperar, la doliente situación humana. Si no nos podemos poner de acuerdo sobre la idea de Dios, hagámoslo en la lucha por el hombre. Apostemos por la ética, por la ortopraxia aunque haya de esperar la ortodoxia. Creo que fue la actitud de Jesús.

1ª PARTE: PELIGROS DE LA RELIGIÓN

Históricamente ha sido fuente de conflictos para la sociedad y de inmadurez, oscurantismo y conciencia esclava dentro de las iglesias. Insisto en algo decisivo: entiéndase que apunto hechos, no reparto responsabilidades morales; describo, no acuso.

La historia de la cristiandad no ofrece ciertamente una demasiado decente imagen del Dios que proclamamos. Sin duda, hay santos, mártires y místicos, sobre todo en la base creyente. Pero con todos los matices que queramos, se podría asegurar que ello ha ocurrido no gracias a sino a pesar de la organización religiosa oficial. La configuración rígidamente jerarquizada, como ninguna otra, de nuestra religión le ha conducido a la obsesión por el dogma y la ley más que por la libertad y creatividad del espíritu. El poder, aunque sea sagrado (‘jerarquía’) es siempre un abuso y no da buenos frutos. Hemos justificado el poder porque lo hemos vinculado a Dios. Ahí comienza la perversión: pretender que se puede ejercer el poder ¡en nombre de Dios!

Verdad y poder ¡ en nombre de Dios!

¡En nombre de Dios! Me temo que el peligro no está en hablar poco de Dios (escrúpulo muy católico) sino en meterlo en todas las salsas. Porque peor que pronunciarlo en vano, es decir, en el vacío o sin contenido, es aderezar con él la ignominia. La ignominia de una historia de diecisiete siglos, desde Constantino, durante los cuales la traición al evangelio de Jesús ha prevalecido sobre la fidelidad a él. Y la génesis de la traición ha consistido en haber secuestrado, en nombre de Dios, nada menos que su verdad y su poder y devastado todo cuanto no coincidía con la única religión verdadera “fuera de la cual -sentenció muy pronto la institución- no hay salvación”. Diecisiete siglos, y aún seguimos, como “martillo de herejes”, defendiendo e imponiendo la ortodoxia ‘a capa y espada’.

Nunca mejor dicho, a capa y espada... y con cárceles, inquisiciones, hogueras, cruzadas, guerras religiosas, intrigas palaciegas, bautizos forzados, conquistas debeladoras de religiones y culturas, mercadeo de esclavos, bendición de cañones...Todavía después del concilio existen juicios sin garantías por parte de la moderna inquisición. Y en el mismo concilio todavía, bastantes obispos negaban la libertad plena de conciencia en virtud de la verdad: “sólo la verdad tiene derechos”, argüían. Poseer la verdad sobre Dios es alzarse con su poder. Y el poder, como dominación -¡ que no servicio!- de unos sobre otros, se hace sagrado, ‘jerarquía’. Este poder ha alcanzado la cumbre de la iniquidad al sacralizar la dictadura monárquica papal en el gobierno y en el pensamiento (infalibilidad) proscribiendo, en definitiva, la democracia en la iglesia. Identificarse con la verdad y el poder divinos, es proyectar sacrílegamente sobre Dios lo peor de nuestro pecado de presunción y prepotencia. Estos no son ya peligros de la creencia sino aberraciones históricas concretas y prolongadas. Hacia afuera y dentro de nuestra propia casa.

La carcoma de la magia

La apropiación de la verdad y el poder de Dios amasados con pensamiento mágico son los dos ingredientes, el uno antievangélico, el otro antropológico, del modelo de cristiandad. Ambos se retroalimentan para engendrar un esperpento: el constructo religioso monumental, constelación de creencias, prácticas y organización pretendidamente suministradas por la revelación directa de Dios. Al hablar de magia, no me refiero al relato mítico, legítimo en cualquier religión, por ejemplo los del paraíso terrenal o el de la infancia de Jesús. El mito, bien comprendido hoy en antropología, es una de las formas expresivas más ricas en contenido y fuerza de la comunicación humana. Lo mágico es otra cosa. Es algo que se esconde agazapado en los subterráneos de la conciencia creyente y que, por ello, resulta más insidioso. Enseguida apunto algunas pinceladas.

Apropiación de la verdad y poder de Dios, pues, amalgamada con pensamiento mágico dan lugar a la siguiente caricatura. La caricatura no miente por el hecho de acusar los rasgos más característicos.

Una fantástica construcción

Dios crea el mundo y al ser humano “a su imagen y semejanza”. A este título nos consideramos legitimados para esbozar el original, la idea de Dios. Pero ahí mismo se asienta la posibilidad de verdad y el riesgo de error, Dios y sus fetiches. Dios construye el ‘gran teatro del mundo’ pero no se fía del todo. Como organizador providente retiene en sus manos los hilos de los actores de la historia. La ‘historia de salvación’. De ésta es, incluso, el principal y más eminente actor. Libre y todopoderoso interviene si quiere o si se lo pedimos. Por libre voluntad introduce en el cosmos al ser humano, al menos, su elemento espiritual, el alma. Todas y cada una. Entre las innumerables razas y pueblos elige una sola como vehículo de su palabra. Y entre todos los humanos selecciona a algunos como intermediarios. Sin duda sólo quien se empeña en ello ‘se condena’, pero sólo él salva a los elegidos con anterioridad a cualquier mérito. Espera millones de años para enviar al más minúsculo rincón del planeta al único salvador de todos. A este efecto, una hebrea, sin enterarse del portento, concibe una criatura tan pura que es preservada de una culpa original. Llegado el momento, ésta, ya jovencita, concibe a su vez virginalmente, supliendo el Espíritu el semen masculino. Todos los demás contraemos aquella culpa original que, no obstante, es perdonada a quienes somos bautizados, incluso sin colaborar y más automáticamente aún a los niños. Dado que la inmensa mayoría de la humanidad no goza de tal privilegio un Francisco Javier y otros muchos se han sentido angustiosamente urgidos por la misión. Como antes los hebreos, ahora los cristianos -los únicos en toda una historia millonaria- han quedado designados, por revelación divina, como portadores de la virtud del único salvador. Hemos recibido explícitamente en herencia un ‘depósito’ de verdades, un número fijo de ritos sagrados eficaces, una organización y unos dirigentes (sólo varones). Estos constituyen el único colectivo en la historia del cosmos que, sabio o inculto, virtuoso o mediocre, goza de la permanente intervención del Espíritu de Dios para que preserve de todo error religioso o moral no sólo a su comunidad sino a la entera sociedad. Tenemos, en la comunidad cristiana, una celebración central portentosa en la que una sustancia inerte desaparece sin parecerlo para transformarse (‘transustanciarse’) en el cuerpo y la sangre de Jesús, según definió ‘ex cathedra’ el concilio de Trento...

No es caricatura, es el dogma, el ‘depósito de la fe’ que ha permanecido inalterable e indiscutido hasta la modernidad. Hoy, mediante eruditas elucubraciones o silencios cómplices van cayendo algunos retazos del constructo secular; un poco a hurtadillas porque la mayoría del pueblo no se entera.

Con este núcleo denso de la religión oficial conviven -¡menudencias ya!- mil creencias y prácticas secundarias, fomentadas, aceptadas o consentidas por la autoridad para desesperación de algunos pastores: devociones que garantizan la salvación, imágenes, procesiones y bendiciones que ahuyentan la tormenta o las enfermedades del ganado, indulgencias que borran ciertos flecos del pecado, exorcismos que expulsan demonios del cuerpo y del alma; clínicas de expertos que filtran supuestos milagros en Lourdes o Fátima; o bien comités de especialistas en el Vaticano rebuscando milagros de personajes que interesa declarar infaliblemente santos o discerniendo las falsas de las verdaderas apariciones que, se entiende, son siempre posibles para la omnipotencia divina... Se han llenado librerías con éstas, a ojos del incrédulo, supersticiones oficiales o populares.

Crisis religiosa

Ante tal cortejo secular de abusos por apropiación de la verdad y el poder de Dios, por un lado, y de construcción mágica global de las religiones cristianas, por otro ¿quién se espanta de que la nave haga aguas por todos los flancos? ¿quién se extraña de la crisis religiosa? Porque, a todo esto ¿en qué ha quedado toda esa carga revolucionaria, genial y entusiasmante, del mensaje del Nazareno? ¿Es o no peligroso creer equivocándose de Dios?

En descargo del no creyente y sea cual sea su seria honestidad de vida, no nos debe extrañar que nuestra historia religiosa y nuestros dogmas le produzcan sentimientos de rechazo o conmiseración. Nos ven crédulos, inmaduros, irracionales y orgullosos. En el extremo opuesto, tal vez entre los oyentes, hay quien siente que mis palabras desestabilizan los fundamentos de la fe. Que no tema, que las deseche. Debemos siempre tolerancia y respeto porque, de todos modos, es posible pensar mágicamente y ser un santo. Pero que no se nos pida prudencia cuando el riesgo hoy es carecer de audacia. Hemos arrojado de la iglesia a mucha gente honesta y no valen demasiados miramientos con miedos, más psicológicos que de fe, a costa de más escándalo para la mayoría. Es objetivamente inmoral esgrimir como misterio de fe lo que es construcción mágica. No se puede hacer comulgar con ruedas de molino al hombre moderno. El abismo entre religión y sensatez se había hecho insoportable.

2ª PARTE: PELIGROS DEL ACTUAL MODELO DE PENSAMIENTO

ECLESALIA.- ¿A qué se debe, a la postre, el abismo entre fe y razón? No en si se acepta o se rechaza a Dios sino en algo previo, en la idea que nos hacemos de él. El Dios indiscutido durante siglos entra en crisis porque el pensamiento ilustrado descubre que no es legítimo poner a cuenta de Dios lo que se explica cabalmente por la simple lógica de las leyes de la naturaleza y de la libertad. Los reyes no gobiernan por la gracia de Dios como tampoco es Dios quien manda la lluvia. La Ilustración descubre la autonomía de lo real, intramundano e intrahistórico, y ello origina la distinción de ciencia y teología, del trono y el altar como adquisiciones irreversibles y da lugar al proceso llamado de ‘secularización’. Un Dios manejando los hilos del cosmos o de la libertad no es de recibo. O bien hay que negarlo o bien hay que descubrir otro paradigma o patrón de inteligibilidad, muy especialmente en su relación y sinergia con cuanto no es él. Éste es el meollo de la crisis religiosa de la Ilustración -de donde arranca el nuevo tiempo-eje- crisis todavía vigente gracias, en gran medida, a la resistencia del viejo molde de pensamiento religioso atrincherado en la teología oficial. La hipótesis que defiendo consiste en afirmar que el molde en el que pensar la relación y sinergia entre Dios y todo lo demás continuará siendo fábrica de ateos o agnósticos si no lo despojamos del virus secular que inficiona toda religión, el pensamiento mágico. Por no llegar a esta raíz algunos teólogos reestructuran la teología tratado por tratado o sector por sector. A mi entender es poco operativo. Es como si taponando agujero por agujero creyéramos destruir el gusano que produce la carcoma. Al contrario, apenas matamos el talante mágico, el resto se deduce con pasmosa sencillez y rapidez.

El pensamiento mágico, piedra angular del viejo paradigma

La debelación del pensamiento mágico me parece, pues, ser la piedra angular del nuevo paradigma teológico. Es imposible desentrañarlo en pocos minutos; me limitaré, pues, a plantear el hilo conductor. Los pasos son los siguientes.

El creyente afirma un Ser supremo como dador de sentido último a todo lo existente. Afirmación tan razonable, al menos, como su negación o simple a-gnosis. Es el salto a lo trascendente que implica afirmación y compromiso, conocimiento y opción de vida, y que constituye propiamente el acto de fe. (Dios sería el único ‘objeto’ de la fe salvo que además nos hubiera enviado algún mensaje o revelación; pero habría que probar taxativamente que esto no es invención humana. Creemos pues en Dios, no a Dios)

Afirmado Dios, toda idea posterior religiosa gravita y depende por entero del modo de entender la relación activa y reactiva entre nosotros y él. Toda teodicea o teología es variación de esta única frase melódica. Pero ¡suma atención! esta relación es algo inédito para nuestro conocimiento que sólo sabe de relaciones entre realidades existentes ‘de tejas abajo’. Ello nos obliga a la máxima precaución. No sea, en efecto, que la relación entre lo Increado y lo creado la entendamos en nuestros moldes habituales del pensar, haciendo con ello a Dios ‘a nuestra imagen y semejanza’; porque en ese mismo instante se nos habría ‘colado’ lo que llamo pensamiento mágico ¿En qué consiste éste? Lamento limitar este tema de corte propiamente metafísico -al que Kant, pese a su genio, nos deshabituó- a unas consideraciones más asequibles aunque reductoras. Así que diré simplemente: el talante mágico del pensamiento consiste en hacer de Dios una causa, un actor más -el más poderoso, sin duda- pero uno más, inmerso en el cosmos y actuando como una causa intramundana actúa en otra. Vulcano lanza la lava por el volcán; Dios corrige la órbita de Júpiter o suple la acción de un antibiótico y sana a un tuberculoso; o separa las aguas del mar rojo o detiene el sol a petición de Josué. Es pura magia endosar a Dios acciones o intervenciones al margen de las leyes creadas por él. Cuando la Ilustración asienta la autonomía de la realidad no podemos volver atrás aceptando un intervencionismo divino. - Si no alcanzamos mayor perspicacia metafísica, quedémonos con la siguiente antítesis: en la medida en que hay autonomía no existe intervencionismo.

Surge una dificultad: con la tesis ‘autonomía sí, intervencionismo no’ ¿no hemos inaugurado un proceso de ‘secularización’ que desemboca en la ausencia total de Dios y de ahí en su muerte o negación? Sin duda, ha sido el itinerario de muchos modernos (deísmo y muerte de Dios). Pero el equilibrio no está en afirmar un Dios providente a costa de la autonomía del ser como hace el talante arcaico y mágico de lo religioso.

Reconozcamos que el ser más profundo de la realidad, incluso la simplemente humana, no nos es plenamente transparente, es decir, es secreto y misterioso. Nada extraño que lo sea su relación con Dios, supuesta su existencia, en cuanto totalmente Otro. Por eso es limitada nuestra posibilidad de metafísica. Algunos han advertido, por ello, que sólo podemos decir de Dios lo que no es y aventurar poco más en forma de paradoja, como dialéctica de equilibrio entre dos extremos opuestos. En el tema de hoy la paradoja consiste en afirmar que la dependencia del Dios creador no niega sino fundamenta precisamente la autonomía de lo creado. En formulación más asequible, afirmemos simultáneamente dos opuestos: Dios presente y Dios ausente. Tan presente que sin él la realidad, carente de humus, se disuelve en la nada. Tan ausente que nuestro ser autónomo, mantenida siempre la dependencia óntica, es la que se construye a sí misma y es responsable de la historia.

Dios presente

Dios no crea el cosmos como el relojero que, hecha su obra, la deja de lado. Dios no lanza la realidad a la existencia para abandonarla a su suerte y desentenderse de ella. Dios la crea y sigue sustentándola en su ser sin lo cual aquella dejaría de existir. Como el feto que, cortado el cordón umbilical, moriría. O como el prisma de cristal que no pudiera existir sin el haz de luz que lo inunda. Son pobres metáforas que sugieren hasta qué grado de hondura Dios es el sustento de nuestro ser, no como algo exterior sino haciéndolo emerger desde él permanentemente a la existencia. Por eso debemos hablar de la máxima cercanía y presencia imaginables. O de Dios como entrega y don de sí total e irreversible. Entrega total porque cualquier limitación sólo proviene del receptor. Sólo el receptor es medida del don. Desde Dios nada más se puede añadir. Ninguna presencia o intervención posteriores (sobrenaturales) tienen sentido porque nada pueden añadir al don total. Con esta intuición se desvanecen todas las presencias e intervenciones divinas de la teología tradicional. Dios cuando se entrega en el acto creador sólo se halla limitado por la creatura que lo recibe. El desplegarse de Dios en ella, en su devenir, depende de la medida y modo que las leyes naturales y la libertad consienten. No hay lugar para ninguna entrega de privilegio por parte de Dios.

Dios ausente

Sí... pero. Apenas afirmada la dependencia fontal de la creatura, añadimos de inmediato el polo opuesto de su autonomía. En el mismo emerger del ser, Dios le confiere el devenir porque el ser no es estático sino estricta evolución: “panta rei”, decía el filósofo, todo fluye o todo es fluir. Un fluir o evolución que no debemos imaginar como una sucesión de incesantes retoques o intervenciones del dedo divino. Apenas afirmada la máxima presencia divina en la evolución, completamos la paradoja que respeta el misterio, afirmando la máxima ausencia de Dios. Es puro antropomorfismo imaginar que, tal vez, algo falte o falle o salga mal y que Dios posteriormente haya de completar, modificar o corregir. O que pudiéramos influir en su voluntad con la oración de petición como si no nos hubiera dado todo con el ser, desde la raíz. La autonomía en virtud del don total de Dios hace innecesaria cualquier intervención posterior. El ser se despliega desde el acto creador como el grano de trigo que encierra en sí de forma autónoma todo su esplendoroso futuro. La metáfora no es metafísica pero apunta a lo profundo. En una palabra, afirmar que Dios es el sustrato permanente del ser es negar intervenciones posteriores en el devenir. Este intervencionismo tiene un nombre: acción mágica.

(Llegado aquí, uno siente una cierta impotencia, la de comunicar una percepción profunda, la impotencia de introducir el pensamiento corriente, apegado a los sentidos, en el crisol metafísico, para purificarlo de la escoria mágica que le es connatural. Si nuestra mente no despega de lo sensible cotidiano, permanece lastrada y adherida al suelo. Sin embargo, de pronto, puede estallar la intuición como cuando decimos ¡ahora caigo! Este ‘clic’ mental o su ausencia da lugar a dos líneas de pensamiento, dos cosmovisiones irreconciliables, dos paradigmas teológicos. Por fortuna, ni siquiera en ello nos jugamos la verdad de que somos capaces. Lo esencial, según veremos, está en otra parte).

La mística es la metafísica del corazón: “soledad sonora”

No niego la dificultad de hincarle el diente a lo metafísico. Sin embargo no es algo inasequible porque pertenece a la experiencia religiosa vital profunda, tal como aparece en la expresión de los grandes místicos de cualquier religión así como en la vivencia de cualquier creyente serio.

¿Cómo se manifiesta en la vida concreta esta dialéctica, esta paradoja del Dios máximo don y presencia y, simultáneamente, gran silencioso y ausente...? Quienes han hecho, de alguna débil manera, la experiencia del Dios indecible, como los místicos, logran balbucearlo. Juan de la Cruz: el amado “pasó por estos sotos con presura/ y yéndolos mirando/ con sola su figura/ prendados los dejó de su hermosura”. Agustín de Hipona decía: Dios es la realidad más honda de mi propia intimidad (“intimior intimo meo”). Ignacio de Loyola afirma así la paradoja: “confiemos en Dios como si todo dependiera de él pero actuemos como si todo dependiera de nosotros” ¿Qué nos están diciendo con éstos y otros contrastes? Que ese binomio Dios-cosmos o Dios-ser humano sólo se expresa dialécticamente. Afirmando una cosa y su contraria: “soledad sonora” (Juan de la Cruz), Dios presente y ausente. (Con menos fuerza y relieve es, por lo demás, la experiencia de toda vivencia creyente auténtica). Los autores espirituales han hablado siempre de momentos de consolación y de desolación, vivencias a no confundir con el sentimiento y la emoción religiosos, es decir, con el movimiento neuronal y menos con estados maniaco-depresivos.

(Decíamos que la fe es la apuesta razonable por el sentido desde la convicción de que el ser pierde su inteligibilidad última, es decir, se desfonda, se pierde, se desvanece en su densidad más profunda como ser si no está enraizado en lo numinoso. Y así...).

Dios es la máxima presencia, el don total, la vida vivificante, la roca de nuestra solidez, la luz iluminante, la fuerza que desde dentro nos empuja a crecer... No precisa intervenir desde fuera quien sustenta la raíz del ser. Ni tiene por qué intervenir en las leyes que presiden su desarrollo quien lo ha creado como preñado de él.

Confianza y soledad

Con estas afirmaciones expresamos la fe como salto a la trascendencia. Ello nos permite asentar nuestra vida entera desde el sentido y en camino hacia mayor plenitud. Pero no nos suministra ninguna evidencia, no añade propiamente ninguna nueva luz, ningún conocimiento suplementario. Al contrario. Lo que inmediatamente aparece en el campo de la conciencia es el contraste entre la confianza sólida proveniente de la apuesta interior por el Dios de quien nos fiamos, y la intemperie y soledad en que recaemos que no nos preservan de la duda ni de la “noche oscura”. (Y esta experiencia paradójica se acentúa, si cabe, cuando nos purificamos del soporte mágico de nuestros patrones religiosos clásicos). En el cristianismo -como en las religiones llamadas reveladas- hemos confundido la íntima y fecunda aunque silenciosa presencia del totalmente Otro con esa “historia sagrada” como cadena ininterrumpida de intervenciones de lo alto que sólo son metáforas. Los apóstoles, después del fracaso de la cruz, hicieron la experiencia interior del resucitado pero sólo acertaban a expresarla mediante relatos de apariciones sensibles. Teresa de Jesús hizo la experiencia interior del fuego del amor y la expresó mediante el dardo de la transverberación. Moisés se conmovió por las penalidades de sus conciudadanos y lo tradujo como orden de liberación venida de Dios. A Dios no se le percibe con los sentidos ni con el intelecto aunque al nombrarlo recurrimos a ellos, es decir, a la metáfora, cuando la reflexión metafísica nos resulta demasiado opaca o ajena. En una palabra, el pensamiento ilustrado abrió el camino al desmonte de lo mágico y, con esto, a la comprensión ‘secularizadora’ de la historia sagrada y de la providencia divina.

(Ahora bien, quienes realizan el trabajo de deconstrucción del viejo paradigma religioso perciben con mucha mayor intensidad el contraste entre el Dios presente y el ausente. Habíamos interpretado la presencia de Dios en todo vertiéndola en el molde de un Dios intervencionista, actor principal dentro de la historia. Sin duda él es lo más inmanente de la historia pero de forma no categorial sino trascendente, dirían los teólogos. Él es el totalmente Otro. Habíamos sustituido a Dios por un fetiche a nuestra imagen. De ello se han nutrido precisamente el agnosticismo y el ateísmo: ante el embate de la razón y del sentido común en la crisis de la modernidad la religión se ha convertido en fábrica de ateos ¿Es o no es en extremo peligroso creer en Dios con el viejo molde de entenderlo?)

(Algunos han iniciado el itinerario del nuevo paradigma religioso ¿Qué es lo que constatan, qué es lo que percibimos en ellos? Un doble sentimiento contradictorio. Por un lado sienten como una liberación interior, un esponjamiento del alma ante una divinidad más fiable: “ya presentía yo, dicen, que las cosas no podían ser como nos las contaban”. Por otro lado, sienten como una desestabilización o vaciamiento resultante del derrumbe de los esquemas de la infancia. Es como quien penetra de nuevo en el viejo templo del que habrían desaparecido las imágenes familiares. A algunos la liberación les produce vértigo y miedo. Al desvanecerse las viejas representaciones de Dios temen quedarse sin él. Creen que se les muere Dios porque no soportan su ausencia).

Apenas hemos percibido a Dios, en nuestra vida, como el gran “presente”, como el ‘tesoro escondido’ único imprescindible... inmediatamente se oculta, se esconde, desaparece de la vista y nos sentimos desamparados. Sobre todo en situaciones de dificultad y sufrimiento, Dios no interviene para sacarnos las castañas del fuego, absolutamente en nada. Y, como constantemente nos asalta la tentación de retornar a la magia del pasado, ¡habremos de ir descubriendo que, anclados por la fe en la roca de Dios, hemos de vivir no obstante “como si Dios no existiese” (“ut si Deus non daretur”), como si todo dependiese exclusivamente de nosotros. La superación de la magia nos devuelve a la verdad aunque no nos ahorre la duda y la opacidad dolorosas de la ‘noche oscura’. Por algo la primera comunidad de seguidores de Jesús leyó el momento decisivo de su itinerario espiritual (el fracaso de su muerte) como ausencia dolorosa de Dios: “Mi alma se estremece hasta morir”...”Pase de mí este cáliz...”...”Dios mío ¿por qué me has abandonado?” La ausencia y abandono de Dios es parte integrante de la experiencia creyente.

CONCLUSIÓN

Es hora de concluir. Como veis, me he limitado a un solo aspecto: es peligroso creer en un Dios a nuestra imagen, ese Dios todopoderoso con cuya verdad suprimimos al disidente y mediante cuyas intervenciones mágicas construimos la historia. Es decisivo descartar lo que no es Dios, pero eso no es todo (no garantiza vivir bien nuestra relación con él). Ya he apuntado que el occidente cristiano ha vivido obnubilado con la ortodoxia. Tres cuartas partes de los anatemas lanzados por la autoridad lo fueron contra supuestas traiciones al dogma más que a las bienaventuranzas. Ahora bien, el evangelio es inequívoco: no seremos juzgados por el credo sino por el pan de que privamos al hermano (Mt. 25) (la ética samaritana) ¿Por qué alarmarnos por la crisis de creencias y teologías? La verdad y autenticidad de la religión no estriba en apostar todas las bazas por ella -siempre existirán diferentes religiones, nunca el cristianismo será universal- sino hacerlo por la tarea humanizadora, la construcción del reino. Nosotros contribuiremos con la experiencia y el testimonio geniales de Jesús. Otros aportarán otros testimonios. Todos deberemos purificar nuestra parte de error y prepotencia. Pero todos, creyentes o no, podemos darnos la mano en una tarea común, la solidaridad samaritana, que hoy es inaplazable porque se nos desangra la humanidad y la madre tierra.

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