23 - Septiembre 2003. Refundición       

MEDIO

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TÍTULAR

AUTOR

ECLESALIA

01/09/03

EXPERIENCIAS DE COMUNICACIÓN CON ECLESALIA

Mario González Jurado

Alandar

09/03

UN PADRENUESTRO DIFERENTE

Fernando Torres

Mensajero

09/03

CLASES DE RELIGIÓN

Editorial

ECLESALIA

04/09/03

LA GRAN TRAICIÓN DE LA IGLESIA

Juan Luis Herrero

ECLESALIA

05/09/03

RESOLUCIONES FINALES DEL II SÍNODO EUROPEO DE MUJERES

II Sínodo de Mujeres

Vida Nueva

06/09/03

ESCANDALOSO TESTIMONIO

Alberto Iniesta

ECLESALIA

08/09/03

MENSAJE DEL XXIII CONGRESO DE TEOLOGÍA: “CAMBIO DE VALORES Y CRISTIANISMO”

XXIII Congreso de Teología

ECLESALIA

16/09/03

TERESA DE LISIEUX A ESPAÑA

María Lucía Caram

ECLESALIA

18/09/03

DOGMA Y EVANGELIO

Jaime Barcón

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Eclesalia, 1 de septiembre de 2003

EXPERIENCIAS DE COMUNICACIÓN CON ECLESALIA

MARIO GONZÁLEZ JURADO, un lector más de ECLESALIA

MADRID.

Como recordaréis, hace algunos meses la redacción de Eclesalia nos envió a todos sus lectores unas preguntas, para que pudiésemos transmitir nuestras opiniones sobre este informativo, su incidencia en nosotros y la utilización que del mismo estamos haciendo. De las 2.000 personas e instituciones suscritas, dicha redacción recibió nada menos que 252 respuestas, es decir, un 12,6% del total, que le ha servido como realimentación de su tarea a favor de todos.

Al mismo tiempo, a los responsables de Eclesalia se le antojó como buena idea hacer un artículo que, de algún modo, plasmase las grandes líneas y coincidencias expresadas a través de esas respuestas. Para ello, buscaron a un lector más de Eclesalia y amigo (el que escribe) para elaborarlo, con algo más de objetividad y distancia de la que quizá tuvieran ellos. Con gusto y algo de temor acepté dicho encargo, pensando que la heterogeneidad en las respuestas haría harto complicada la elaboración de dicho artículo. Tengo que compartiros que la coincidencia en opiniones y hasta en expresiones me ha resultado muy elocuente y significativa, aunque he preferido no emitir ninguna opinión personal al respecto, dejando que los datos que expongo a continuación, hablen por sí mismos.

El primer aspecto que llama la atención es la diversidad de procedencias de los suscritos a Eclesalia que han enviado una respuesta. Teniendo en cuenta lo que se ha dicho de modo expreso, este informativo llega a: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, España, Filipinas, Guatemala, México, Mozambique, Nicaragua, Paraguay, Puerto Rico, Uruguay, USA, Venezuela; por tanto a cuatro continentes, con prevalencia de América, aunque seguro que, entre los que no han respondido y los que lo han hecho sin decir de dónde son, nos encontraríamos ciudadanos de otros países.

Relacionada con esta diversidad nos encontramos con una gama extensísima de situaciones eclesiales o pertenencias que voy a intentar enumerar (he optado por no citar con nombres y apellidos, ya que desconozco si eso puede suponer un problema para alguien, dado que las respuestas fueron privadas):

Páginas web de contenido cristiano, revistas e informativos cristianos, comunidades cristianas de inserción (de laicos y de religiosos), sacerdotes particulares y grupos de sacerdotes, coordinadores de pastoral en colegios, departamentos de comunicación diocesanos y parroquiales, comunidades cristianas de base, comunidades de órdenes y/o congregaciones religiosas, parroquias en barrios o zonas pobres, equipos bíblicos, corrientes laicales, laicos particulares (docentes, madres de familia, misioneros...), un consejo nacional de mujeres, personas que se declaran ateas, comunidades ecuménicas, misiones cristianas evangélicas, una comunidad de la iglesia presbiteriana unida, institutos de pastoral, grupos de derechos humanos, grupos de trabajo con sectores marginados, compositores de música religiosa.

Dando un paso adelante, sintetizo la imagen que tenemos de este informativo.

Percibimos Eclesalia como una revista de prensa que refleja información de lo que ocurre en la Iglesia y en el mundo leído desde una óptica cristiana, sirviéndose de varias firmas, distintos periódicos y diversas fuentes.

Lo vemos como un informativo “católico”, o sea, universal y englobante. Pero también como un canal en el que se comparte un pensamiento alternativo, una línea librepensante, frente a los que intentan que haya un pensamiento único.

En este sentido, se pueden leer los planteamientos de personas que no tienen acceso habitual a los medios de comunicación pero que tienen mucho que aportar por su formación y experiencia. Algunas de estas personas están marginadas por la Iglesia oficial e incluso amonestadas.

En cuanto a los artículos resultan profundos, equilibrados, propositivos y actuales, por lo que nos aportan reflexiones inquietantes y generadoras de conciencia.

Finalmente, se considera como una puerta de comunicación entre todos aquellos que queremos una Iglesia diferente, como lugar plural de encuentro y de diálogo interreligioso, interconfesional e intraeclesial.

Si nos centramos en el impacto que Eclesalia está causando en todos nosotros, tenemos las siguientes ideas centrales.

Está suponiendo la renovación de nuestra esperanza en que otra Iglesia es posible, lo cual ha sido expresado con metáforas conciliares: “aires de renovación”, “inyección de aire fresco”, “brisa de aire limpio”...

En general, está reforzando nuestros deseos de un mundo nuevo. Y, particularmente, está fortaleciendo el compromiso personal y de las comunidades por ser una Iglesia viva, activa y renovada.

De hecho, está ayudando a que disminuya la sensación de estar solos en la búsqueda de una Iglesia abierta, renovadora, tolerante y auténticamente cristiana.

En el terreno de lo concreto, Eclesalia está ayudando enormemente en la reflexión y formación personales.

Diversos suscriptores resaltan que están obteniendo una información poco accesible para ellos bien por falta de recursos económicos, por estar en iglesias locales muy controladoras o por no hallarse en los cauces habituales de información.

Finalmente, ha generado agradecimiento por la fidelidad en el envío y el hecho de ser gratuito.

Pero además de lo que cada una considera sobre Eclesalia y del impacto que nos está causando, también son múltiples las iniciativas de los suscriptores para aprovechar este material. Se podría decir como comentario general que es casi imposible imaginar cuántas personas acaban finalmente leyendo o escuchando lo que se publica en Eclesalia, porque la dinámica del compartir se hace muy patente en nuestras respuestas. Fijaos en qué diversas ámbitos utilizamos lo que recibimos de Eclesalia:

-          Como instrumento de meditación y participación en reuniones de comunidades.

-          Para clases universitarias.

-          Reenvío por redes universitarias.

-          Reenvío por redes parroquiales.

-          En hojas informativas de parroquias.

-          Difundiéndose entre personas sin acceso a Internet.

-          Para clases escolares.

-          Para preparación de oraciones y celebraciones.

-          Con los catequistas y agentes de pastoral de las parroquias.

-          Para preparación de homilías.

-          Para programas de radio.

-          Para la formación de seminaristas.

-          Para formar grupos de estudio teológico.

-          Para periódicos.

-          En boletines diocesanos.

-          Reenvío por redes personales (libreta de direcciones).

Pasando a una penúltima cuestión tengo que deciros que, aunque la tónica de las respuestas es tremendamente positiva y favorable a lo que se hace en Eclesalia y al modo en que se hace, hasta el punto que, si nos hubiesen pedido puntuarles del 1 al 10, no dudo que la media habría estado muy cerca de la nota máxima, sin embargo, también se han manifestado algunas discrepancias así como diversas sugerencias, con el objeto de enriquecer aún más esta iniciativa. Paso a enumerarlas, dirigiéndoselas cariñosamente a la redacción de Eclesalia como retos para el futuro:

-          Posibilidad de hablar sobre temáticas más regionales.

-          Editarlo en otras lenguas, concretamente portuguesa e inglesa.

-          Alguien opina que la comunicación de Eclesalia, a pesar de servirse de Internet, es unidireccional, que no produce un diálogo y considera que, precisamente, es en el diálogo donde se va haciendo la luz sobre las diversas cuestiones.

-          También hay quien dice que no se oye la voz de todas las partes de la Iglesia, sino que se nota claramente una tendencia en la frecuencia con que salen artículos de opiniones similares o de autores que están en una misma sintonía.

-          Se piden aportaciones sobre celebración / liturgia, experiencias de oración o vida religiosa (temáticas poco tratadas a juicio del que hace esa petición.)

-          Se propone que cada artículo incluya al principio un par de líneas que avance su contenido, con el objeto de seleccionar lo que interesa o no, sin necesidad de leer todo el artículo, ya que andamos justitos de tiempo.

-          Asimismo que los artículos sean más cortos, bajo la premisa de que los excesivamente largos (según el que opina) se leen poco.

-          Se solicita la inclusión de recomendaciones de libros, así como de técnicas para la vida comunitaria.

-          Se sugiere la búsqueda de artículos en los que prepondere lo propositivo sobre lo crítico.

-          Junto con lo anterior, varias personas solicitan que se aumente el número de envíos, pues dicen que, aunque no les dé tiempo a leerlos en el momento, les resulta de utilidad como material de archivo del que echar mano con posterioridad.

-          Y finalmente, una persona reclama conocer al equipo de redacción de Eclesalia.

En fin, redactores de Eclesalia, ¡a ponerse las pilas! Pero también podéis sentiros satisfechos y darle gracias a Dios por el efecto que está causando la semilla que humildemente sembráis día a día, a tenor de las respuestas que habéis recibido.

Y termino este “no breve” artículo, recogiendo las palabras de un compañero anónimo que, a mi juicio, reflejan bastantes de las experiencias que he leído entre líneas, al tener la suerte de conoceros a través de vuestras opiniones. Os dejo con este testimonio (que no es mío, os lo aseguro) y os doy gracias por el entusiasmo y el espíritu que me habéis transmitido.

 “Cuando era un chaval iniciaba mis estudios de teología en la Facultad de Granada... Hoy vivo y trabajo en una diócesis de tantas donde se abre camino el miedo, el silencio, el oscurantismo, el cristianismo más rancio, la defensa del dogma y del orden eclesial, siempre desde miradas uniformantes y excluyentes. Son todo un cúmulo de ideologías y de actitudes y de orientaciones parroquiales arrolladoras donde cada día es más difícil la disidencia. En estas circunstancias vivir aislado es lo peor que nos puede pasar porque la tentación de asumir la situación con mentalidad de derrota y abandonar se hace cada vez más presente. Internet, y vuestro servicio entre otros, se ha convertido para mí en una ventana abierta donde a veces cuando más bajo tengo los ánimos me llega una página que parece que hubieseis escrito para alentarme, para decirme que no estoy solo, que no he perdido el norte, que hay mucha gente ahí detrás, que el Espíritu sopla... Agradezco vuestra presencia acercándome la otra Iglesia, esa en la que creo y la que cada vez extraño más. Animo, un fuerte abrazo.”

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Alandar, Nº 200, septiembre de 2003

UN PADRENUESTRO DIFERENTE

FERNANDO TORRES

MANILA.

Hoy he rezado el Padrenuestro con los niños acogidos en el Pangarap Shelter. No me da vergüenza decir que no me salían las palabras y que las lágrimas apretaban para salir por mis ojos. Pangarap Shelter es un centro para los niños de la calle. Son los niños que viven, es un decir, en las calles de Manila. Son, como tantos otros, los pobres de los pobres. Abandonados por sus familias, maltratados por la vida, juguetes sexuales de adultos sin escrúpulos, dueños de una infancia secuestrada por la globalización, saben más de la vida que yo con mis ya bastantes años encima.  En el centro encuentran su primera familia, su primer hogar. Rezando con ellos el Padrenuestro he sentido rabia, he sentido el dolor acumulado en sus vidas machacadas, he sentido la injusticia tremenda de este mundo que aniquila a los débiles. Pero también he sentido que hay algo más. Al menos, hay un hueco para la esperanza, alguien o algo capaz de crear un espacio de libertad, habitado por la ternura y la misericordia donde esos niños pueden escapar del círculo infernal en el que se han encontrado envueltos.

Salida de lo cotidiano Rezando con ellos el Padrenuestro, me venía a la mente o, mejor al corazón, lo vivido en los días pasados. Han sido días  de contraste que me han sacado de lo ordinario, acompañando a un equipo de televisión que venía a grabar un programa en Payatas,  el basurero de Manila. En realidad es un basurero y un barrio al mismo tiempo. Cinco mil familias, entre setenta y ochenta mil personas, que aquí las familias son muy grandes, viven en y del mismo basurero. Pero no nos hemos quedado en los planos generales. Como decía Emilio, el cámara del equipo, hay que acercarse hasta el primer plano para que la imagen diga algo.  Y vive Dios que nos hemos acercado. Hasta conectar con la mirada de los niños que viven en Payatas y trabajan cada día rebuscando en lo que dejan los camiones, antes de que las grandes máquinas aplanen toda la basura para dejar sitio a lo que traen otros camiones. Una gran ciudad como Manila produce toneladas de basura cada día. Entre lo que se desperdicia hay mucho que se puede reciclar. Hay mucho dinero en juego. Pero no son los niños que vimos los que se aprovechan de esos tesoros. Ellos son los pobres de los pobres. Hay mafias organizadas que ya a la entrada del basurero seleccionan todo aquello que puede ser aprovechable. Para los pobres que viven en el basurero, quedan los últimos desperdicios, lo que ya nadie ha querido. Allí, en las montañas de basura, familias enteras rebuscan, cada uno armado con un pequeño gancho, para encontrar algo que vender y sacar lo necesario para malvivir. Todo depende de la suerte, pero nunca mucho más de lo equivalente a uno o dos dólares por día. Con eso no se puede vivir. Menos mal que no gastan en transporte porque viven en el mismo basurero. Tampoco les resulta muy cara la vivienda. Sus casas están construidas con lo que otros hemos tirado a la basura porque creíamos que ya no valía para nada. Allí, en medio de la basura, los niños. Siempre los niños. Jugando y trabajando. Es, posiblemente, lo único que han visto en su vida: un basurero. Algunos de ellos tienen suerte y van a la escuela por la mañana pero por la tarde tienen que ir a trabajar en el basurero. Parece que es una condena de la que no podrán escapar nunca.

Dejarse mirar Tengo ahora, clavados en mi mente, los ojos de uno de esos niños. Se llama Fred. Trabaja en una tienda de basura, porque llamarla chatarrería sería subirla mucho de categoría. Es uno de los lugares donde los que rebuscan la basura venden lo poco que encuentran. Es afortunado. Gana algo más de dos dólares y medio al día. En la misma tienda le dan de comer los dueños. Allí duerme también. Con ironía triste, muy triste, podríamos decir que está interno.  Su cama son unas tablas lisas colocadas encima de la misma basura. Es casi seguro que es el que más gana en su  familia y que, siendo el mayor de los hijos, contribuye a pagar los estudios de sus hermanos menores. No sé si Fred logrará salir alguna vez de ese círculo infernal de la miseria en que está metido sin saberlo. Probablemente no. En sus ojos hay un cierto peso de tristeza. Incluso cuando sonríe no le abandona la tristeza. Hay más miradas en mi memoria. Pienso ahora en  Charlin y su hija Katy. Las dos trabajan en la basura. El marido está en casa. Nos dicen que está enfermo, que tiene una herida en el pie. Pero cuando lo vemos nos entra la sospecha de que la herida, bien pequeña, no es más que una disculpa para dejar que su mujer y su hija se encarguen del trabajo duro. En casa tienen también tres cerdos. Los alimentan con lo que sacan del basurero. Como se ve, a los pobres la basura les cunde mucho.  Katy, la hija, tiene la cara de la adolescente de quince años que está diciendo "buenos días" a la vida por primera vez. Pero a ella le ha tocado decirlo en medio del basurero. Su inocencia está teñida de nostalgia de otros mundos y otras suertes que quizá ha podido atisbar en la pantalla de la televisión. Pero cuando despierta de sus sueños de adolescente se encuentra con la real pesadilla del basurero en el que trabaja y malvive. Charlin, la madre, tiene una mirada que, sin palabras, nos dice que está resignada en su suerte. Resignada y en paz. Es una mirada triste. Sus ojos me dicen que ella también soñó, como su hija, otra vida, otro mundo. Pero ya sabe que no es posible. El círculo se ha cerrado y no hay salida para ella. ¡Cuántos primeros planos! ¡Cuántas vidas arruinadas! Rezar con ellos y ellas en el corazón el Padrenuestro no es lo mismo. Las palabras "Padre", "Reino", "Pan", "Perdona", "Mal" son clavos y la voz de cada uno de los niños el martillo que me los hunde en el corazón. En realidad, no he rezado yo. Me han rezado el "Padrenuestro", me lo han machacado en los oídos. Y en mi corazón han quedado mezcladas sus palabras con el dolor, la injusticia y la muerte en que han vivido cada uno de ellos. Por eso las lágrimas, por eso la angustia. Ese Padrenuestro me ha exigido un suplemento de fe del que carezco en cuanto salgo de las cuatro paredes de mi confortable vida. Al final, han sido los mismos niños los que me han devuelto la esperanza. No es la misma que tenía antes. Ahora tiene un componente nuevo: sus miradas. En adelante las miradas de los niños del basurero de Payatas y del Pangarap Shelter serán parte imprescindible de mis Padrenuestros. Y decir "Padre" tendrá otro sabor.

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Mensajero, Nº 1.337, septiembre de 2003

CLASES DE RELIGIÓN

EDITORIAL

Veinticinco años han pasado desde la aprobación de la Constitución y todavía no se ha resuelto satisfactoriamente en España «la guerra de la religión». Nos referimos, claro está, a la polémica sobre las clases de religión en la enseñanza primaria y secundaria.

La nueva programación de la asignatura de religión (mayor número de clases en cada curso, obligatoriedad de la misma en sus dos variantes: enseñanza confesional o no, su peso en la media académica del alumno, etc.) ha originado una protesta unánime de la oposición socialista y, en general, de aquellos sectores que defienden la total laicidad de la educación pública. Al gobierno se le ha acusado de obrar al dictado de los obispos, dando así satisfacción a sus insistentes y antiguas peticiones al respecto.

Este desacuerdo hace temer cambios y tal vez nuevos conflictos cuando varíe la actual correlación de fuerzas políticas. Puede que las posturas sean opuestas y poco conciliables, pero hubiera sido mucho mejor llegar a un consenso, por imperfecto o insatisfactorio que fuera, que imponer esta reforma por la fuerza de una mayoría coyuntural en el parlamento.

Es cierto que la actitud de los laicistas ha sido a menudo dogmática, pero no menos que la de los defensores de la religión como asignatura de pleno derecho. La creación y mantenimiento, además, de un cuerpo de profesores paralelo al oficial, dependiendo de la autoridad eclesiástica y sustraído a la normativa laboral vigente, aparte de un fuero que suena a privilegio y a desigualdad, es una inagotable fuente de contenciosos que no beneficia en nada la imagen muy poco positiva que tiene últimamente la opinión pública española de la Iglesia.

Estamos de acuerdo en que el fenómeno religioso y, en concreto, el influjo del cristianismo en la vida de los españoles actuales, sean o no creyentes o practicantes, es de tal magnitud que su conocimiento y reconocimiento bien merece un hueco y no pequeño entre las disciplinas que todo escolar debe dominar, pero de ahí a impartir tres horas semanales de doctrina y práctica católicas en las escuelas públicas o, en su defecto, una asignatura obligatoria dedicada al hecho religioso e incluirla en todos los niveles y cursos parece un tanto excesivo.

Una cosa es conocer en profundidad el fenómeno religioso como premisa para entender la historia social y cultural de nuestro país e incluso su presente, y otra bien distinta es imponer esa materia con una extensión y obligatoriedad que excede lo prudente.

Nos gustaría, por supuesto, que todos los niños y niñas españoles quisieran educarse en la fe de sus mayores y saber mucho más de las creencias y moral cristianas pero, al convivir en una sociedad plural y legítimamente diversa, parece justo, razonable y hasta más cristiano el respeto para los que «no comulgan» con el catolicismo o mantienen posturas contrarias a lo religioso, no imponiéndoles algo que pueda ir en contra de sus convicciones o las de sus padres.

Quisiéramos compartir la alegría de quienes se han sentido, al fin, satisfechos por la nueva regulación de la asignatura de religión en la educación, pero nos tememos que será un júbilo efímero que, a la larga, traerá más males que bienes a la Iglesia. Ojalá nos equivocáramos de medio a medio, pero los maximalismos acaban por suscitar reacciones parejas. Y no es nada bueno someter a los alumnos a un continuo vaivén en asunto tan importante. Más aún, muchos se acercarán ahora a esta asignatura con no poca prevención que –justificada o no– podía haberse evitado de haber conducido el tema con otros criterios y una visión a más largo plazo. Al tiempo.

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ECLESALIA, 4 de septiembre de 2003

LA GRAN TRAICIÓN DE LA IGLESIA

JUAN LUIS HERRERO DEL POZO

LOGROÑO.

La palabra traición es dura y más cuando se habla de gran o alta traición. Jesús, sin embargo, la juzgó posible: “si la sal se desvirtúa...” ¿Qué cristiano, por lo demás, no se ha sentido alguna vez traidor al Evangelio? ¿Qué de hiriente tiene afirmarlo del conjunto de los cristianos, de la Iglesia? Sin embargo, mis reflexiones van, sin duda, a molestar a algunos, sobre todo al estamento dirigente. No obstante quiero dejar claro que sólo pretenden provocar ante lo que considero falta de sensibilidad, ser un grito indignado en nombre del Evangelio -tal vez me equivoque- a favor de los millones de seres humanos que sufren y mueren sin esperanza, en buena medida, a causa de las Iglesias. Soy católico pero me gustaría al mismo tiempo ser musulmán, hindú, taoísta...y, por encima de todo, buen samaritano, sin lo cual lo anterior no sirve para nada.

A estas alturas de casi 70 años de vida nada fáciles, puedo, no obstante, asegurar que me siento sereno y libre, y me considero creyente y cristiano -más que nunca y con todo mi ser- aunque esto ocurre “pese” a la iglesia y no “gracias” a ella. Discúlpeseme tamaña apreciación pero, me apresuro a puntualizar, no atañe a tantos cristianos, del pasado y del presente que admiro sino a la institución eclesial y a la imagen lamentable más oficial que sus altos representantes ofrecen. Un botón de muestra en la España actual: cadena Cope y Popular TV, ambas portavoces oficiosas de la Conferencia Episcopal, son bochornosas en su línea ideológica, sobre todo, en las tertulias de clérigos y otros viejos teólogos conservadores. Tan insufribles se me antojan que casi agradezco el hecho: tantos menos serán sus seguidores y a éstos poco más podrá perjudicar su infantilismo catequético. ¡Santo cielo, que imagen tan deplorable del pensamiento cristiano!

1. Traición global

Entiendo que la Iglesia institucional vive una situación de alta traición al evangelio de Jesús. Así concretan tan seria acusación muchos cristianos y agnósticos, teólogos o laicos, en especial jóvenes: la contradicción de la iglesia con el evangelio se manifiesta en su mensaje catequético, en su oración oficial, en sus celebraciones litúrgicas, vacías y soporíferas, en su organización feudal y autoritaria, en su boato ostentoso, en sus medios oficiales de comunicación irrelevantes, en su pensamiento autosuficiente y actitud altiva frente a las otras iglesias y religiones, en su representación diplomática, en la organización tradicional de sus “misiones” (pese a aquellos misioneros/as cada vez más numerosos que son más buenos samaritanos que repartidores de ritos), etc. Pero se sitúa, por encima de todo, el delito de alta traición a la humanidad más pobre y marginada. No nos engañemos, así piensan muchas personas de buena voluntad a las que me sumo con pesar. No desconozco el sustancial aporte del cristianismo a la humanidad pero estamos demasiado pagados de nosotros mismos como para diluir lo negativo en mil matices por justos que fuesen. Tan honda es la perversión eclesial que más que reforma necesita refundición.

De ahí que si hoy alguna persona, no cristiana, me pidiese consejo para bautizarse, le diría entre otras cosas: “Tu decisión, a mi entender, sólo puede ser moralmente lícita a dos condiciones: 1ª) que estés radicalmente dispuesto a seguir a Jesús, progresiva pero decididamente, hasta las últimas consecuencias sobre todo en cuanto al prestigio, al poder, al dinero, a la entrega a los demás y, muy especialmente, a la lucha a favor de los pobres, y 2ª) que, en esa misma decisión de bautizarte, te comprometas con la misma radicalidad a hacer todo cuanto esté en tu mano a favor de la refundición evangélica de la iglesia. Es más, dudo que sea legítimo comprometerte en la primera condición sin hacerlo en la segunda”.

2. Principales perversiones

En efecto, es muy grave que la doctrina de la iglesia, en su catequesis (su Catecismo Oficial), en su teología (la del ex -Santo Oficio) y en gran parte de sus documentos oficiales esté casi enteramente desacreditada, incluso entre muchos católicos, no ya porque los valores evangélicos, que tal doctrina dice exponer, vayan a contracorriente de la sociedad sino por ser un constructo ininteligible en su formulación e inaceptable en buena parte de sus contenidos por constituir una interpretación religiosa de la realidad tanto al margen del Evangelio como de la sana razón.

Si de lo doctrinal pasamos a lo celebrativo, liturgia y sacramentos, la infidelidad a la intuición fundante de Jesús es igual de manifiesta. La iglesia ha traicionado sus orígenes al recuperar el Templo y el Sacerdocio: en lugar de primar el encuentro comunitario con Dios “en espíritu y en verdad”: la iglesia ha sacralizado y absolutizado mediaciones religiosas propias de una sola cultura, como son tiempos, espacios y lugares sagrados, personas segregadas y rituales particulares de un momento histórico. Al hacerlo, no sólo segrega lo sagrado de la vida, sino que pierde la variada y multiforme riqueza humana del símbolo. Los símbolos son mediaciones privilegiadas de la expresión y comunicación humanas y, precisamente por ello, al igual que las lenguas, varían según las culturas y los tiempos. Fijarlos y encerrarlos en ritos inmutables como ha hecho la liturgia –por haberlos sacralizado- es esterilizarlos. Se adelgaza y apergamina su expresividad humana y, entonces, se recurre a farragosas explicaciones conceptuales que no pueden salvarla. ¿Quién necesita explicar el abrazo de un amigo o una comida de hermanos? Al contrario ¿quién comprende hoy el símbolo de la celebración eucarística? Sólo a fuerza de buena intención y retorcidas peripecias mentales se logra hacer de ella, al menos, un acto piadoso. Cosa muy diferente sería que la visión de las comidas de Jesús (en los textos evangélicos) nos hiciese caer en la cuenta de la carga simbólica de fraternidad trascendente que puede adquirir algo tan humano como el compartir la mesa. Profundizar en lo humano, a través de la palabra y del símbolo, para abrirse a lo divino. El resto es magia.

Todo grupo humano, toda comunidad es algo orgánico y precisa, por estricto sentido común, de unas reglas de convivencia, de una organización que nunca se puede sacralizar; hacerlo sería tanto como transformar el servicio en poder. Y esto es tan inicuo en el estado como en la iglesia. ¿No será ésta la intuición escondida de los movimientos libertarios? En cualquier caso creo que es la de Jesús y la de Pablo de Tarso. De ahí que una de las características originales del Nuevo Testamento sea la “liberación”. Pese a la aparente paradoja entre “organización” y “liberación” son complementarias y aquella existe sólo en función de ésta. Quién lo diría a la vista de la complejísima, oscura, agobiante y esclavizante macro-organización de la iglesia católica con su intrincado Derecho Canónico, su maraña de normas, prescripciones, prohibiciones y rúbricas. ¿Qué cristiano adulto, salvo quien se haya dejado configurar acríticamente por una tradición secular, tiene la impresión de ser realmente una persona “liberada” dentro de semejante “estuche de hierro”? Pablo clamaría hoy: “Hermanos ¿habéis sido liberados por el Espíritu o seguís esclavos bajo la Ley?”.

3. Traición a la humanidad sufriente

Y si volvemos los ojos al núcleo central del mensaje de Jesús que pretendía manifestar el gran Proyecto de Dios sobre la historia humana (lo que Jesús llamaba “el Reino de Dios”), ahí sí que la traición parece escandalosa: ¿en qué ha quedado aquella pequeña y pobre comunidad de sus seguidores y amigos que él soñaba bajo la imagen del buen samaritano, al servicio de los desposeídos caídos en las cunetas de la historia? Quienes, por profesión, han abordado con mínimo rigor crítico la historia del cristianismo, han sufrido, con estupor e inmenso dolor, el desmoronamiento de la gran visión que, de jóvenes, nos habían presentado. Sin duda, es innegable la pléyade de mártires y confesores de la fe, de héroes más anónimos y sencillos, de aportaciones decisivas a la cultura e instituciones humanas. Pero, al mismo tiempo, la iglesia, sobre todo en sus dirigentes y estructuras oficiales, ha defraudado profundamente a la humanidad sufriente: escandaloso y casi permanente maridaje con los poderosos (alianza del trono y el altar) o competición y lucha contra ellos por ese mismo poder; participación en guerras de religión, conquistas coloniales, trata de esclavos, eliminación de culturas indígenas; persecución, torturas y hogueras de la Inquisición; juicios y condenas sin garantías procesales contra incontables teólogos y avasallamiento -¡ esto sí que es intolerable!- de las conciencias mediante una esquizofrenia que las descoyunta entre los dogmas y la sana razón. Innumerables personas han sufrido en la que se dice “mater et magistra” la experiencia de la madre castradora de que hablaba Freud. En buena parte como consecuencia de ello y, sobre todo a partir de la crisis necesaria de la Ilustración (que se repite irremediablemente en cada crisis juvenil), se ha ido produciendo, por goteo o por oleadas, la desbandada de los creyentes. Además del propio drama personal, muchos cristianos hemos vivido el de familiares y amigos que no lo han superado y han cortado con la comunidad cristiana. Ante tales hechos, se nos abren las carnes de indignación y dolor especialmente, creo, a quienes no estamos dispuestos, pese a todo, a renegar de la madre por muy prostituta que sea. Pero retomemos el hilo -después de este desahogo- del fracaso de la tarea primordial del cristianismo.

El presente no es menos obsceno que el pasado. La iglesia sigue siendo, en gran medida, no el solícito samaritano compasivo sino el sacerdote afanoso que soslaya al herido por “las cosas de Dios”. Vivimos un momento de la historia tal vez más convulso que nunca a causa de desigualdades insoportables, injusticias estructurales, democracias anémicas y hegemonía destructiva del poder militar y económico de unas minorías. ¿A qué esperan la iglesia católica y cuantas más iglesias y religiones para atreverse a lanzar a las naciones un grito unánime, estentóreo, gigantesco de indignación no contenida: ¡BASTA YA! Basta ya de tanto expolio de los pobres, de tan crueles sufrimientos, miseria y muerte, de invasiones imperialistas devastadoras, del trabajo de niños y esclavos, de transnacionales y gobiernos corruptos en el Norte y en el Sur... ¿Existe algo más urgente y prioritario?

4. Lo más urgente y prioritario

Cuando arde el monte cercano, dejamos el riego de nuestro césped y corremos hacia el incendio. Si se hunde el barco ¡qué dramática estupidez la de quien se desentendiera por limpiar los cristales del camarote! Un cristiano sensible a la realidad presente está ciego si no advierte que nuestro planeta se colapsa (contaminación, cambio climático, desertización, pérdida de especies animales y vegetales..) y que miles de pobres mueren diariamente a falta de pan y agua potable. Sin mencionar a tantos ancianos que se apagan a unos cuantos metros de nosotros en la soledad de su vieja vivienda. No parece, sin embargo, que todo esto quite el sueño a las altas jerarquías religiosas, ni en sus documentos oficiales, ni en su pastoral diaria, ni en sus celebraciones, ni en los discursos del Papa, ni en su diplomacia. Muchas personas nos aconsejan menos caridad y más justicia, porque hemos priorizado el “asistencialismo” (remiendos en el vestido viejo) sin atajar las causas del mal.

Los cambios estructurales nunca han tenido buena prensa en la iglesia. Aunque, de vez en cuando, mencione el “pecado estructural”, la iglesia institucional ha manifestado casi siempre una especial debilidad por las posturas políticas más conservadoras, es decir, por la derecha, aunque ésta haya sido asesina como en España, Chile y Argentina. Condenó rotundamente el marxismo, sin discernir su vigor profético, y lo combatió con saña (sobre todo Juan Pablo II) hasta derribarlo. Sin embargo, con el capitalismo real, pese a algunas denuncias teóricas, ha actuado más bien con guantes de terciopelo como si sólo sus excesos fuesen reprochables.

5. Ambigüedad eclesial ante el capitalismo

Es lógico, porque la Iglesia, en el fondo, no está convencida de la perversión intrínseca del capitalismo, mayor que la del marxismo. El corazón de éste, pese a sus indudables lagunas, es la utopía de la solidaridad con el pobre; por ello, es recuperable y “bautizable”. Mientras que el alma del capitalismo es el egoísmo individualista (la suma de intereses particulares logra el bien general, decía Adam Smith) y esto lo pervierte en la raíz. No en virtud del mercado, instrumento en sí neutro de intercambio, sino a causa de su desvergonzada y egoísta manipulación (el pretendido “libre” mercado) en beneficio de los más fuertes.

O ¿no es rotundamente evidente que el neoliberalismo actual (capitalismo salvaje) es la causa principal -si no única- tanto del galopante desastre social como del ecológico? Las mentes más lúcidas y grandes analistas -cuando no sacrifican la verdad al interés- lo perciben y denuncian con vigor. ¿Por qué no la iglesia? Es escandalosa piedra de tropiezo, para los cristianos que toman en serio la preferencia de Jesús por el pobre, el hecho de que, en este decisivo “tiempo axial” de la historia, el cristianismo oficial no alce insistente y solemnemente su voz indignada para desenmascarar la maldad del neoliberalismo concreto, el que se encarna en instituciones perfectamente reconocibles (el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), etc.) y, al mismo tiempo y con igual vehemencia, urgir a creyentes y no creyentes (desde lo que le queda de autoridad moral) a movilizarse masivamente en contra de la Bestia moderna del Apocalipsis. No basta escudarse en la “doctrina social” de la iglesia o en declaraciones puntuales que más bien suenan a retórica poco convincente por poco convencida, como un brindis al sol. Tan teórica y tibia es la postura de la jerarquía que muchos cristianos “piadosos” aún no se han enterado de las maldades del neoliberalismo y siguen votando a partidos que lo propician.

A ello se presta la ambigüedad de la institución eclesial, negando con gestos lo poco que dice con palabras. El Vaticano acaba de canonizar a Escrivá de Balaguer -que se compró un marquesado, dando la impresión de buscar estar a la altura de las circunstancias en la fundación de la nueva aristocracia espiritual, el Opus Dei. Pero el papa abandona en un hosco olvido -hiriente contraste- al mártir de los pobres, el obispo Romero, canonizado clamorosamente por los pueblos expoliados de América Latina. Más gestos. Un dedo inquisidor reconvenía al ministro y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal pero la misma mano daba la comunión al genocida A. Pinochet y, en Argentina, el nuncio, luego cardenal, jugaba al tenis con no recuerdo qué alto jefe de la cúpula militar igualmente asesina. Juan Pablo II condena vigorosamente la guerra de Irak y poco después desvirtúa sus palabras con gestos amistosos a uno de los agresores de esa guerra, Aznar, en una enésima visita a Madrid. Media España quedó estupefacta y desolada. Paños calientes y bendiciones a los genocidas y “palo y tentetieso” a los que apuestan por los pobres. Por si fuera poco, la imprenta vaticana derrocha papel en cientos de condenas a teólogos moderadamente críticos y en un torrente de panfletos antisexo (disfrazados de moral medieval) ¡Cuánta pólvora en salvas! Un caso reciente -y ridículo si la humanidad no necesitara otro tipo de magisterio. El ex-Santo Oficio acaba de lanzar una nueva condena desde su interpretación divinamente asistida de lo que es la naturaleza humana: “la unión entre homosexuales va contra el derecho natural” ¿Cómo se le pudo pasar por alto a Jesús este “pecado” que afecta -al parecer desde siempre- al 10% de los humanos? ¿Contra el derecho natural? ¿No declaró exactamente lo mismo hace un siglo un cierto papa respecto a la vacuna contra la viruela?

A más de uno se le antojarán mis palabras excesivamente aceradas. Lo entiendo. Pero hay que conocer las dolorosas vivencias personales de muchos cristianos dentro de la Institución eclesial (que algunos no han podido soportar y la han abandonado) así como la sensibilidad hondamente conmocionada ante tanto sufrimiento humano hoy, moral y físico, por acciones u omisiones de la Iglesia. Hace tiempo renuncié a la fría y pulcra rigidez del alzacuello y prefiero hoy sentir todo mi ser en carne viva. Ojalá la ternura de Jesús de Nazaret me sugiriese palabras más amables, con tal de que no fuesen menos vigorosas. Creo sinceramente que la traición de la Iglesia al Evangelio, su pecado objetivo “contra el Espíritu”, es hoy en los cristianos -no hablo de responsabilidad subjetiva- el de la apatía e insensibilidad ante el dolor de los más pobres, el no ejercicio de nuestra vocación samaritana: y en los dirigentes jerárquicos además (jerarquía significa “poder sagrado” ¡qué aberraciones de nuestra historia!) el de la ceguera, altivez y prepotencia.

6. ¡Detengamos al Imperio!

El cuadro de la situación mundial en este tiempo-eje era ya siniestro hasta hace unos meses. El dinero y el poder (hermanos gemelos), por sí solos, estaban conduciendo a la especie humana y al planeta al abismo. Parecía que las cosas ya no podían ir peor. Sólo un obstáculo se interponía tímidamente en el camino: la relativamente extendida cultura democrática y la aceptación, al menos teórica, de un derecho internacional obligatorio para todos los pueblos. Pues bien, también esto ha terminado. Con descaro, el gobierno de los EEUU, al servicio desde siempre de las minorías opulentas, ahora desenmascara su decisión de Imperio hegemónico, como nunca hasta hoy había existido semejante en la historia. Una nación sin apenas solera, que ni siquiera tiene nombre propio, de la cual todas las demás son o bien vergonzantes vasallos (como España) o enemigos a someter y destruir. Imperio cuyos dirigentes ya han declarado públicamente que no tolerarán ningún otro que pueda competir con él ni alzarse con la hegemonía geoestratégica. Lo venía ya amagando mucho antes del trágico 11 de septiembre cuando decía que “sus intereses” debían ser los de todos los pueblos; hoy lo proclama la camarilla de Bush descaradamente. De un manotazo desdeñoso ha enviado a las Naciones Unidas y todo el Derecho Internacional a los márgenes del sistema y de la organización mundial. La historia retrocede un siglo. La convulsión mundial provocada por el nazismo va a quedar a la altura de un juego de niños comparada con lo que se nos viene encima.

Tanto más cuanto que el nuevo Imperio se viste de democracia: una democracia en la que las instituciones y la voluntad popular están secuestradas por pequeños grupos de poder sin escrúpulos al servicio de su exclusivo beneficio. Una camarilla de vulgares mercaderes, destilando fraude, corrupción y mentira, fomentando el miedo al terrorismo, exacerbando el sentimiento patriótico y manipulando toda la potencia tóxica de los medios de comunicación, ha logrado alinear en orden de batalla la opinión pública del país, ya de siempre un tanto primitiva y gregaria. Se trata de una democracia de bajísima intensidad, simple pretexto y disfraz de una plutocracia insaciable con afán de dominación universal. Nos acecha a todos los pueblos un fascismo pseudodemocrático de alcance imprevisible; y los países desarrollados estamos consintiendo el desastre gracias a nuestro silencio y a nuestros estómagos ahítos. “Laissez faire” mientras podamos consumir. Sin duda, todos los imperios caen, lo mismo el de Felipe II que el de Napoleón, Hitler.o Bush. Pero ¿a cuesta de cuánta desolación y muerte?

Pues bien, ésta es la pregunta clave en cuanto a la última fase de la traición de las iglesias: ¿se harán cómplices con su silencio del neofascismo rampante como lo fueron en la Alemania nazi? De momento no se alza alarma alguna desde esa parte.

Y más que proclamas teóricas, casi siempre imprecisas y ambiguas, parecería necesario, a mi modesto entender, abordar temas y realidades muy concretas. Es preciso quebrar la tradicional identificación entre religión y conservadurismo que actúa como narcótico (“opio del pueblo”) o lavado de conciencia: es urgente que quede manifiesto cómo la profesión del pensamiento, la aceptación de los valores y el seguimiento práctico del estilo de vida de Jesús son radicalmente incompatibles con la participación, colaboración o simple apoyo a instituciones, organizaciones, partidos y movimientos conservadores (incluidos los religiosos) que o bien promueven la teoría y praxis neoliberales, o bien no las rechazan explícitamente. No se puede servir a Dios y al Dinero. Sólo hay, hoy en día, una forma obscena, intolerable, definitiva de ateísmo existencial: matar a Dios en los pobres y excluidos.

7. ¿Cómo rehabilitarse la Iglesia de su traición?

De los diferentes aspectos apuntados sobre la traición de la Iglesia y su rehabilitación, el más urgente, a mi leal entender, es el que saliera al paso -ya queda dicho- del humanicidio y ecocidio en marcha. Y sería preciso hacerlo con datos y nombres de instituciones concretas de hoy. Me atrevo a sugerir algunas pistas sobre realidades inicuas e inmorales sin perjuicio de otras propuestas y formulaciones posibles:

-         El cobro y el pago de la deuda externa, al menos, respecto a los países que se sitúan por debajo de la línea de pobreza establecida por la ONU.

-         Los ajustes estructurales que condicionan los créditos del Fondo Monetario Internacional y privan de los derechos sociales mínimos a la población.

-         Las prácticas de dumping por las que los países ricos subvencionan fuertemente sus productos mientras mantienen barreras arancelarias a los de los países del Sur.

-         El sistema de patentes que afecta a productos de primera necesidad, como ciertos medicamentos, en la medida en que los países pobres no pueden comprarlos.

-         Inviolabilidad del Derecho Internacional y supresión de cualquier impunidad en su violación.

-         Estudio y declaración por el Derecho Internacional de topes a la privatización de algunos bienes básicos, como el agua, el genoma humano, las especies naturales de fauna y flora, la educación, la sanidad, las pensiones, etc.

-         Declaración de la inmoralidad de toda guerra que no sea estrictamente defensiva, y cuánto más de la llamada preventiva.

-         Declaración de la intrínseca iniquidad del capitalismo vigente hoy en la medida en que se funda sobre la omnímoda libertad del mercado que no salvaguarda el bien general, como es el caso en la actualidad.

No se trata, por supuesto, de definir de modo técnico un paradigma social, económico y político, sino de apuntar ciertos temas candentes. Si alguna función resta al gobierno centralizado de la iglesia y a su autoridad moral es bien en esta línea, al menos mientras las iglesias locales asumen sus responsabilidades y despliegan su creatividad.

Sólo he pretendido apoyar la línea del nuevo paradigma de ortodoxia y de ortopráxis de que tanto se habla: todo debe ser repensado y revivido a la luz del evangelio, reinterpretado éste hoy en nuestras culturas, para que ilumine la sana razón de la gente de bien. Razón integral que abarca desde el sentido común a la solidaridad samaritana, desde los hitos filosóficos más importantes a los testimonios humanos más tiernos, desde la oración en la ausencia de Dios hasta las más elevadas experiencias místicas. Es un gran reto.

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ECLESALIA, 5 de septiembre de 2003

RESOLUCIONES FINALES DEL II SÍNODO EUROPEO DE MUJERES

Barcelona del 5 al 10 de agosto de 2003

II SÍNODO EUROPEO DE MUJERES

BARCELONA

PREÁMBULO

Nosotras, más de 700 mujeres provenientes de toda Europa y el mundo: Este y Oeste, Sur y Norte, negras, blancas, de diferentes etnias, orígenes sociales, orientación sexual, fe religiosa, distintas edades, capacidades, medios económicos, reunidas en Barcelona del 5 al 10 de agosto del 2003 para el Segundo Sínodo Europeo de Mujeres, con el tema "Atrevernos con la diversidad (compartir culturas)", nos dirigimos a nosotras mismas y a nuestras respectivas instituciones sociales, políticas, religiosas y a toda la gente de buena voluntad, para expresar nuestras preocupaciones, deseos y compromisos a fin de continuar construyendo la Europa que nosotras deseamos.

Las europeas estamos reinventando, redefiniendo y renegociando nuestra identidad individual y colectiva como identidad abierta, en la emergencia de un tipo de individualismo altruista o colectivo. Esta situación está ensombrecida por el riesgo constante y la incertidumbre. A pesar de que a menudo parece no haber caminos para la negociación en medio del riesgo en que vivimos (desempleo, violencia, desequilibrio ecológico, conflictos bélicos, discriminación, corrupción, miedos, inseguridades.), buscamos alternativas a la situación actual

Padecemos distintos tipos de violencia (sobrecarga de identidad: género, etnia, orientación sexual, religión.; económica, social, política, académica, sexual.) generadora de sufrimiento y rabia. Puesto que no queremos sentirnos víctimas nunca más, decidimos transformar nuestros miedos e iras en pensamiento y acciones creativas.

Las mujeres participamos activamente en los procesos de cambio de Europa. Como parte de su diversidad y en cuanto individualidades colectivas intentamos crear una alternativa al poder establecido y al catastrofismo. Asumimos el proceso de cambio trabajando con él en lugar de resistirnos. Necesitamos forjar un nuevo lenguaje para describir lo que está sucediendo. Impulsamos la emergencia de nuevos parámetros políticos europeas. Ratificamos la resolución del I Sínodo Europeo de Mujeres, con el lema "Las mujeres cambian Europa", que ahora queremos seguir desarrollando.

RESOLUCIONES

I. Ámbito social y económico

Los principios del neoliberalismo se imponen en todas las esferas de la vida. Los objetivos lucrativos del crecimiento económico amenazan con destruir los fundamentos de nuestra existencia, dañan la tierra, multiplican la miseria, e incrementan el número de empobrecidas y empobrecidos, y excluidas y excluidos. Las mujeres somos las más afectadas por este proceso.

Nos comprometemos a

-          Cambiar el sistema dominante de libre mercado por un sistema económico justo y sostenible.

-          Luchar por una mayor calidad de vida, libertad y seguridad económica para todas las mujeres, que haga viable una distribución equitativa de la riqueza y en equilibrio con los recursos naturales.

-          Promover políticas públicas que concilien la vida personal y familiar de las mujeres con el trabajo.

-          Usar razonablemente los recursos de la tierra y pedir a los poderes públicos que escojan las opciones más ecológicas en su funcionamiento.

-          Exigir políticas migratorias que proporcionen a las mujeres mejores condiciones de vida y mayor participación democrática.

II. Ámbito político

Las instituciones políticas ejercen sistemáticamente distintas formas de violencia y discriminación contra las mujeres Nosotras entendemos la política como el arte del consenso construido mediante el diálogo en la diversidad de intereses. Un diálogo que llegue a transformar nuestro comportamiento cotidiano y el de nuestras comunidades. Este tiempo de caos y riesgo nos exige reinventar tantas políticas como respuestas nuevas necesitemos.

Nos comprometemos a:

-          Desarrollar un sistema democrático sobre valores que garanticen la participación real de las mujeres.

-          Denunciar reiteradamente toda discriminación y violencia contra nosotras en el ámbito jurídico, político, sexista, educativo, religioso., especialmente, el tráfico de mujeres y los malos tratos.

-          Apoyar los métodos no violentos para la resolución de conflictos: construir la paz y prevenir las guerras.

-          Denunciar el fundamentalismo religioso y político.

-          Animar y apoyar críticamente el liderazgo político de las mujeres.

-          Construir sociedades abiertas a la diversidad cultural y religiosa.

-          Trabajar en el cambio de las estructuras homofóbicas y heterosexistas en las sociedades, en las instituciones religiosas y en los medios de comunicación.

-          Reforzar las acciones contra la discriminación de lesbianas y de uniones del mismo sexo en la legislación y en las instituciones.

-          Tomar conciencia de la prevalencia y los efectos del racismo en la política, en la economía y en la cultura. Admitimos el fracaso colectivo que supone mantenerlo y nos comprometemos a trabajar para encontrar nuevas formas de luchar contra él.

III. Desarrollo personal e identidad

Somos conscientes de que para descubrir nuestras identidades individuales y crecer como mujeres debemos desarrollar y fortalecer nuestra autoestima, confiar en nuestras experiencias, y tomar nuestras propias decisiones.

Nos comprometemos a:

-          Continuar desarrollando las redes de mujeres que nos ayudan en nuestra vida personal, relacional, laboral, valorando especialmente la solidaridad.

-          Compartir a través de estas redes nuestras experiencias y apoyadas en aquellas que nos precedieron transmitirlas a las nuevas generaciones.

-          Pedimos a las instituciones políticas, a las iglesias y a los centros educativos, a adoptar la perspectiva de género.

-          Exigir a las instituciones políticas y educativas, a las iglesias y a los medios de comunicación, un cambio de estructuras que visibilicen a las mujeres y las integren en los procesos de control y toma de decisiones.

IV. Espiritualidad

Las aquí presentes consideramos que la espiritualidad es central en nuestras vidas, una espiritualidad diversa en su origen y expresión y conectada con nuestra forma de experimentar la vida como mujeres.

Nos comprometemos a:

-          Explorar y compartir en red intereses y necesidades espirituales

-          Acompañarnos y apoyarnos mutuamente en el desarrollo de la autoconciencia y la reflexión

-          Animar a las mujeres de las religiones tradicionales a utilizar aquello que les sea útil y abandonar cuanto les resulte opresivo. Pensar por nosotras mismas con conciencia crítica y desafiar cualquier tendencia de fundamentalismo religioso.

-          Denunciar todas las formas de abuso y, particularmente, los abusos sexuales en nuestras comunidades de fe, y a pedir apoyo y compensación para las afectadas.

-          Celebrar y vivir nuestra espiritualidad en comunidades inclusivas y abiertas.

-          Exigir a las religiones/iglesias:

*         formas alternativas de culto;

*         la utilización de un lenguaje inclusivo, también para la divinidad;

*         que acepten y acojan en vez de culpar y condenar;

*         que permitan acceder a las mujeres a todos los ministerios.

No nos daremos por vencidas, porque por todas partes se escucha el deseo de las mujeres de cambiar y transformar el mundo.

Barcelona, 10 de Agosto del 2003

Para más información: www.synodalia.net

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Vida Nueva, Nº 2.391, 6 de septiembre de 2003

COMO BUENOS AMIGOS

ESCANDALOSO TESTIMONIO

ALBERTO INIESTA, obispo auxiliar emérito de Madrid

Queridos amigos: Desde hace algún tiempo, me vienen resonando de manera especial las dos expresiones que constituyen el centro de la Misa: “Tomad y comed; esto es mi cuerpo. Tomad y Debed; esto es mi sangre". Pienso que si fuéramos consecuentes los que hemos comulgado, deberíamos ir luego por la vida invitando a los demás interiormente: "Tomad y comed; esto es mi cuerpo y mi sangre; mi tiempo, mis cualidades y posibilidades. Podéis devorarme libremente, sin reservas, límites ni blindajes...".

Si todos los cristianos siempre lo hiciéramos así, iqué hermoso, qué llamativo, sonoro y escandaloso testimonio daríamos al mundo, y qué alegres, vivas y fecundas serían nuestras vidas! Lamentablemente, muchos y muchas veces somos inconsecuentes; renegamos de lo que hemos vivido en la Eucaristía; nos negamos y bloqueamos ante los demás y sus problemas, olvidando que Cristo quiere seguir sirviendo a los hermanos en nuestras propias vidas, dando testimonio del Evangelio del amor con obras y palabras.

No se puede decir que en este aspecto no se haga nada en la comunidad cristiana, se hace bastante, aunque no lo suficiente.

Y no siempre se trataría de hacer cosas heroicas ni de solucionar grandes problemas que nos superan totalmente. Pero sí de compartir lo que esté en nuestra mano, estrechando la ajena, con el favor y la sonrisa, con la atención y la acogida; compartiendo el tiempo y el dinero; colaborando en buenas obras por la justicia, la solidaridad, la paz y la fraternidad, etc. Y siempre y sobre todo, dándonos personalmente a nosotros mismos con todo el corazón; con amistad, amor y caridad: “Tomad y comed todos de él; esto es mi cuerpo y esta es mi sangre, que os entrego para lo que se tercie, mientras el body aguante..."

Saludos con el mayor afecto de vuestro buen amigo, Alberto.

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ECLESALIA, 8 de septiembre de 2003

MENSAJE DEL XXIII CONGRESO DE TEOLOGÍA:
“CAMBIO DE VALORES Y CRISTIANISMO”

Madrid, 4-7 de septiembre de 2003
XXXIII CONGRESO DE TEOLOGÍA

1. Estamos viviendo un cambio de era, que ha provocado una verdadera revolución en todos los campos de la existencia humana: biogenética, bioética, informática, política, economía, modelos de pareja, sexualidad y homosexualidad; un profundo cambio los valores, que afecta de manera especial a los jóvenes, e incluso una pérdida de referentes éticos. Esa revolución ha puesto en crisis los valores morales en general, y de manera especial no pocos de los valores que defienden las religiones.

2. La sociedad actual se rige por los principios del neoliberalismo: el individualismo y la negación de la dimensión comunitaria y social de la existencia humana; la  competitividad, el lucro, el propio interés, la acumulación y la idolatría del dinero. Se adora al oro del becerro más que al becerro de oro.

3. Las mujeres son las que se sienten negativamente más afectadas por el modelo económico neoliberal, ya que siendo las que más contribuyen a la generación de riqueza a través de jornadas de trabajo interminables son las que menos disfruten de de ella. Los valores que se imponen en la sociedad son los creados por el patriarcado, que mantiene sometidas a las mujeres, contra las que se ejerce todo tipo de violencia: en el hogar, en las relaciones sexuales, el trabajo, en las calles, en los lugares lúdicos, en las vallas publicitarias, en la educación, en las religiones, en la vida política, en la economía, etc. La violencia contra las mujeres, los niños y las niñas, así como contra los sectores indefensos de la sociedad, es inherente a la ideología del patriarcado y constituye una de sus prácticas habituales.

4. La propia Iglesia católica, sobre todo en algunas de sus jerarquías y de sus movimientos, ha renunciado al anuncio y a la práctica de los valores evangélicos, y se ha instalado cómodamente en el sistema  del que recibe pingües beneficios, y ha llevado a cabo una inversión de los valores hasta hacer irreconocible el mensaje y la praxis de Jesús de Nazaret. Ha sustituido la defensa de la ortopraxis por la ortodoxia, el Evangelio por los dogmas, la obediencia a la autoridad de las víctimas por la obediencia ciega a las autoridades religiosas, la adoración a Dios por la papolatría, la libertad por la sumisión, la fe crítica por la fe crédula, el seguimiento de Jesucristo por la aplicación rígida del Código de Derecho Canónico, el perdón y la misericordia por el anatema; la construcción del reino de Dios por la construcción de una Iglesia jerárquica, haciendo realidad la frase de Loisy: “Jesús anunció el reino y vino la Iglesia”; la defensa e imposición de un único modelo de familia, el matrimonio; la condena de  otros modelos, como las parejas de hecho, y de la homosexualidad calificada como enfermedad, desviación natural y desorden moral. Todo ello apelando a veces a textos bíblicos leídos con cierto tono fundamentalista. Se opone a la experimentación y la utilización de células madres, incluso cuando éstas tienen fines terapéuticos. Bajo el principio de salvar una vida que no tiene futuro, se impide la salvación de muchas vidas, la curación de numerosas enfermedades y la superación del sufrimiento humano. Se pretende imponer a todos los católicos los criterios morales de la jerarquía, sin previo debate interno, y los criterios de un sector del catolicismo a  toda la ciudadanía.

5. Es necesario un cambio de valores en sintonía con las transformaciones producidas en la sociedad, que ha de traducirse en:

6. En América Latina están surgiendo nuevos sujetos históricos que abren nuevos caminos de liberación y reclaman el reconocimiento de los derechos de quienes nunca fueron considerados sujetos: religiones acusadas de supersticiosas, pueblos tenidos por atrasados, razas y etnias sojuzgadas, mujeres doble y triplemente excluidas, comunidades campesinas, indígenas, afrolatinoamericanas humilladas en su identidad cultural.

7. En África se está produciendo un cambio de valores que pretende compaginar tradición y modernidad. Numerosos movimientos de liberación se oponen a la imposición por parte de Occidente de determinados valores y modelos de vida que pretenden eliminar sus señas su concepción comunitaria, y pretenden compaginar la propia identidad cultural y religiosa, abierta al diálogo con otras culturas y religiones, con la lucha contra la globalización neoliberal que excluye a todo el continente.

8. La juventud vive inmersa en una sociedad débil y de riesgo, y en el horizonte de la “cultura de la satisfacción”, ajena en su mayoría a los valores religiosos, pero quizás no a la experiencia de la fe.  Su forma de vida anuncia el nacimiento de nuevos valores y pueden ser la metáfora y la profecía de la nueva ciudadanía.

9. Es necesario llevar a cabo la gran revolución de los valores, que empiece por el propio ser humano y se extienda hasta las estructuras. Una revolución que implica:

10. Con la aprobación de este mensaje, nos comprometemos a ponerlo en práctica en nuestra vida personal, en la sociedad y en las iglesias.

Madrid, 7 de septiembre de 2003

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ECLESALIA, 16 de septiembre de 2003

TERESA DE LISIEUX A ESPAÑA

Visita 150 ciudades

MARÍA LUCÍA CARAM, monja dominica

MANRESA (BARCELONA).

Leo con sorpresa, y casi sin creérmelo, la gira maratónica a la que someterán a la santa de Lisieux, con el objetivo de avivar un nuevo espíritu misionero en la Iglesia. Sé que cuanto voy a decir, incomodará a más de un fiel cristiano, pero no puedo menos, (desde el evangelio y en consonancia con el espíritu de la "pequeña Teresa") que manifestar cuanto me sugiere su ruta por tierras del Estado Español en estas horas "recias" en las que es urgente vivir lo esencial del mensaje de Jesús para anunciar a los hombres y mujeres de hoy, su Buena Noticia de Salvación y liberación integral.

Me temo que nos estamos distrayendo de lo esencial, y que estamos buscando recursos piadosillos para atraer a las masas y entretener al personal, mientras evitamos abordar con entereza temas candentes y urgentes que ayuden a forjar personalidades grandes a la luz del Evangelio.

Si hay algo que tuvo claro Teresa del niño Jesús, fue que el centro de su fe era única y exclusivamente Dios, y por ello vivió y murió, legándonos un "caminito" lleno de sabiduría que a tantos hombres y mujeres ha ayudado en la vivencia de la fe. Pero de un tiempo a esta parte veo con tristeza cómo, en la Iglesia, nos estamos volviendo un poco idólatras, buscamos y hacemos dioses a nuestra medida y alcance, y nos empeñamos en tocar las fibras sensibles del pueblo de Dios para que "algunos" detrás de todo, aparezcan como protagonistas, cuando el único protagonista es Aquel que puede salvar.

Me imagino que Teresa de Lisieux, se sentiría muy incómoda con este "culto a su persona", porque ella bien conoció y vivió el mandato de "Solo Dios es el Señor, y adorarás sólo al Señor tu Dios."... Lo mismo que me imagino le molestaría, al bueno de Juan XXIII, cuando un día de Pentecostés, la Fiesta, nada más y nada menos que del Espíritu Santo, pasearon bajo un sol de justicia su cuerpo embalsamado por la Plaza de San Pedro.

Soy monja contemplativa, como Santa Teresa de Lisieux, y como ella misma lo formuló, "en el corazón de la Iglesia somos el amor", por ese amor, no me atribuyo el derecho de juzgar a nadie, y respeto otros puntos de vista, pero quiero soñar sin pecar de utópica a grado máximo, con una Iglesia (a la que amo) cada vez más evangélica, en la que no existan los amiguismos ni los tráficos de influencia; donde los obispos sean elegidos por su celo pastoral y por su santidad de vida, conforme a las normas y consultas establecidas, y nunca por "devoción" o favor personal de ningún prelado; sueño con una Iglesia servidora de los más pobres, en la que el diálogo con la cultura y el hombre post-moderno sea una realidad, y no un monólogo dogmático de principios y normas morales que no solucionan los problemas de la gente y que dan respuesta a preguntas que nadie se hace.

Sueño con una Iglesia en la que sus miembros sean reconocidos por la caridad y el respeto mutuo, y no por pertenecer a tal o cual movimiento; una Iglesia, pueblo de Dios, en donde todos nos sintamos invitados al Banquete en igualdad de condiciones, y no donde unos se comen los manjares deliciosos y los platos suculentos y dejan para los otros las migajas que no quieren ni los perros.

Que la pequeña Teresa, que supo que la "única indulgencia válida era la del amor", a su paso por España, avive el amor verdadero por el Reino (y no por las añadiduras) de todos los que promovieron su venida, de los que con espíritu sencillo irán a venerarla, y también de los que son responsables de guiar a la Iglesia, para que sean pastores según el corazón de Dios, y no según ninguna ideología, color político o deseo de "perpetuarse en el poder", que siempre ha de ser un camino de servicio, y NUNCA DE HONORES.

Teresa de Lisieux, desde el cielo, (y no desde las reliquias), intecede por nosotros, y haz comprender, a los organizadores de tu venida que "no han de buscar entre los muertos a los que viven"; que "NO ESTÁS AHÍ, PORQUE COMO JESÚS, HAS RESUCITADO Y VIVES EN LOS PEQUEÑOS, EN LOS SENCILLOS, EN LOS LIMPIOS DE CORAZÓN".

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ECLESALIA, 18 de septiembre de 2003

DOGMA Y EVANGELIO

JAIME BARCÓN, de la asociación Proteología

CARACAS (VENEZUELA).

Con razón se ha dicho que los nuevos paradigmas heredan las huellas y resabios de los anteriores. Y el paradigma cristiano, al sustituir al pagano, no es excepción. Cuando en el s. IV el cristianismo se convierte en religión oficial del Imperio Romano no sólo lo hace en una cultura pagana sino que además necesita absorber y en cierta forma "civilizar" a las tribus del Norte y Este de Europa que van conquistando los territorios que eran parte del Imperio. Los dirigentes del cristianismo no tardan en darse cuenta de que el proyecto de sociedad, político si se quiere, implícito en el Evangelio, y que Jesucristo denominó Reino de Dios, sencillamente no era factible en esas condiciones.

Pero toda sociedad necesita de alguna ideología que provea los elementos o supuestos básicos de coexistencia entre sus individuos. Las religiones, ideologías al fin, son las llamadas a llenar ese papel, y como es natural tienen que ser las adecuadas al momento y devenir histórico. Y la caída del Imperio Romano constituye un momento muy especial ya que por su duración origina un vacío difícil de llenar. Es cierto que el Imperio se había formado fundamentalmente por la fuerza y superioridad militar pero hay que reconocer que había suministrado un sistema de justicia, el Derecho Romano, y que había llevado una cierta civilización a tribus y pueblos muy primitivos, naturalmente a costa de la represión inherente a todo proceso de lo que entendemos por civilización.

Es en esas condiciones que el "partido político" de los cristianos -en la terminología de la modernidad- llega al poder. Debió ser obvio a los líderes de la Iglesia que el amor al prójimo que predica el Evangelio iba a hacer poca mella en gente de las caracteristicas de Atila el Huno, por ejemplo. No olvidemos que las ideas teológicas del judeocristianismo eran mucho más adelantadas que las del politeísmo pagano y de los filósofos de la escuela griega. Al fin y al cabo el Dios de Aristóteles era el "motor inmóvil" o primera causa, es decir el Dios arquitecto, a distancia sideral del Dios "ético-social" de Jesucristo o sin ir más lejos del Dios "que oye el clamor de un pueblo oprimido" de Moisés y el judaismo.

Se hacía necesario entonces un compromiso de ideas y creencias. Si se quería que Jesucristo fuese aceptado como el "Señor" había que dotarlo con un nacimiento acorde a las circunstancias. ¿No había sido Moisés rescatado casi milagrosamente de las aguas?; ¿y que decir de Rómulo y Remo, fundadores de Roma, amamantados por una loba?. Cualquier héroe pagano que se respetase era hijo de un Dios y de una mortal. Hoy sabemos, después de la oveja Dolly, que si alguien nace sin intervención de un varón, es un clon y hembra por añadidura. Y además todos somos hijos "naturales" y cualquier distinción entre "legítimos" y "bastardos" es considerada discriminatoria . Pero en el pasado, en el que el proceso de gestación y reproducción de los seres humanos era practicamente un misterio, por una parte, y en el que todo hacía sospechar de una paternidad dudosa en el caso de Jesús, fue necesario recurrir al dogma de la Encarnación mediante un "Espíritu" prestado de la filosofía griega que sustituiría a los disfraces que adoptaban los dioses, de toros y otros animales, de la mitología pagana para fecundar a las doncellas y engendrar héroes y semidioses.

En la misma tónica, y dado que la idea predominante de un Dios en aquella época era la del Señor que mandaba y que había que obedecer, por ejemplo al César, se hizo necesario un proceso de divinización de Jesucristo, que traicionaba una herencia religiosa judia, que desde luego no se encuentra en las enseñanzas de Pablo, y que hubiese escandalizado al mismo Jesús histórico.

Con respecto a los concilios no debe olvidarse que los obispos y padres conciliares pertenecían a las clases dirigentes de la sociedad. A la caída del Imperio Romano, los reyes eran nombrados, o por lo menos ratificados, por sínodos constituidos por los nobles y los obispos, que por lo tanto eran muy poderosos. En ese proceso de alejamiento del Evangelio, por haberse considerado impracticable en aquellas condiciones históricas, y de su substitución por un conjunto de declaraciones dogmáticas, cuando se analizan a la luz de la modernidad inmediatamente se observa la carencia total de criterios de verificación o falsificación, en la linea adelantada por Karl Popper, y ya de amplia aceptación. Es decir, esas declaraciones conciliares, con su ideología implícita, eran impuestas desde el poder -político-militar-religioso- y muy pronto su no aceptación podía acarrear hasta la muerte como nos podría atestiguar el primer mártir cristiano martirizado por cristianos, Prisciliano, decapitado en el año 385 después de haber sido condenado por un concilio que se celebró en Burdeos. Como sabemos, a esa ejecución siguieron muchas a lo largo de los siglos.

Volviendo al problema de la falta de criterios de verificación de las declaraciones dogmáticas, veamos por ejemplo la afirmación de que Dios es Uno y Trino y todos los argumentos utilizados para soportar esa afirmación. Pues bien, argumentos similares podrían adelantarse para sostener un Dios Uno y Penta, incluyendo a las tres Personas tradicionales y agregando al Dios-Madre y al Dios-Logos, por ejemplo, y aquí podemos dejar correr nuestra imaginación sin temor a que alguien diseñe un procedimiento o experimento que contradiga nuestras afirmaciones. Pero supongamos que aceptamos el Dios Uno y Trino y pasemos a considerar el problema de las relaciones entre las Personas de la Trinidad. El Occidente proclama que el Espíritu procede del Padre y del Hijo, lo que no es aceptado por el Oriente, el llamado debate del Filioque. Pues sencillamente no hay manera de decidir entre la validez de los argumentos de uno y otro lado, máxime cuando las especulaciones teológicas parten de la premisa que Dios es un Misterio. También se podría sostener que el Padre procede del Hijo y del Espíritu con la siguiente argumentación. Primero, el Hijo es necesario para conferir la calidad de Padre. Luego es la vida y pasión de Jesucristo lo que se invoca para la divinidad del Hijo que a su vez necesita del Espíritu para poner en sintonía las conciencias individuales que en la reflexión postpascual no permiten que el sacrificio de la cruz quede en el olvido qué es lo que Pablo entiende por Resurrección. De lo anterior concluiriamos que el Dios Padre del Cristianismo procede de la reflexión colectiva sobre la vida, pasión y resurrección del Hijo gracias al Espíritu que anima a los seres humanos. Naturalmente que el argumento anterior es indemostrable como lo son todos los de la Cristología Conciliar o Dogmática.

Pasemos ahora a considerar la doble naturaleza de Jesucristo tal como fue proclamada en Calcedonia. Lo que cualquier psicólogo o neurólogo de la modernidad nos puede decir es que todo ser humano tiene una "triple" naturaleza o campos de la psiquis. El "inconsciente" (el ello) que compartimos con peces y reptiles de los cuales venimos por evolución; el "consciente" (el yo) que compartimos con los mamíferos, y por haber desarrollado una corteza cerebral más compleja podemos hablar de la "conciencia" (el superego o superyo) que sería de especial interés para la Teología Moral por ser el campo de la psiquis que nos permitiría distinguir entre el bien y el mal, todo dentro de un cierto contexto histórico. Naturalmente que estas naturalezas son vulnerables a las criticas "popperianas" que aquí las comparten con todo el quehacer teológico. A esta Conciencia se la asocia con la figura paterna en el desarrollo de la personalidad lo que quizás podría extenderse al Dios Padre, siendo el consciente el Hijo, y el Espíritu la parte del inconsciente que asociamos con el instinto de Eros o del amor que permite la supervivencia y conservación de la especie humana.

Estas consideraciones son altamente especulativas, pero no deja de ser interesante que el desarrollo de la Dogmática estaba en cierta forma anticipando teorías psicológicas que serían planteadas muchos siglos después. Lo mismo podría decirse de las epístolas de Pablo que resultan enriquecidas cuando se las reinterpreta a la luz de la Psicología de la Modernidad.

Pero aun reconociendo las dificultades de intentar la instrumentación de algo parecido a lo que Jesucristo denominó Reino de Dios e ilustró en el proyecto de sociedad que está implícito en el Evangelio -dificultades magistralmente expuestas por el Gran Inquisidor de Dostoievski- no deja de extrañar lo rebuscado de los argumentos y lo traído por los cabellos que son las referencias a la Sagrada Escritura con las que se pretende convalidar las afirmaciones dogmáticas. Si alguien en la comunidad académica pretendiese en la actualidad defender una afirmación con el argumento de que "está escrito" pronto le dirían que el "papel aguanta todo" aunque supongo que si hablamos de la antiguedad habría que decir que es el "papiro" el que lo aguanta. Quizás la Teología tendría que ser más humilde y reconocer que la tan invocada "Revelación Divina" viene siendo lo que en otras actividades mentales se llama "inspiración" y que la diferencia fundamental estriba en que la Revelación apela a un campo muy especial de la psiquis humana como es la Conciencia. En todo caso no se debe olvidar que los escritores bíblicos también eran vulnerables a los intereses de clase … y sexo, como la teología feminista contemporánea bien ha hecho notar.

Pues bien, si aceptamos que a lo que se reduce la Dogmática es a una cortina de humo para ocultar un revolucionario, peligroso y quizás utópico proyecto de sociedad implícito en el Evangelio -y no olvidemos que durante muchos siglos la lectura de la Biblia estuvo prohibida sin autorización, y quizás con razón- no deja de llamar la atención el halo de irrelevancia que tienen todos los símbolos y declaraciones conciliares. Al fin y al cabo de lo que tenemos que responder en el juicio final, ese que todos enfrentamos ante el tribunal de nuestra propìa Conciencia, no es si creemos o no en los dogmas de la Iglesia, sino cual ha sido nuestra actitud y que hemos hecho con respecto al hambre, la sed y las necesidades del prójimo.

Pero la historia, ideales y proyecto de Jesús de Nazareth, que habían quedado relegados a un segundo plano por el énfasis de la Iglesia en el Dogma -y no olvidemos que poner a alguien por las nubes es una forma de sacarlo de en medio- y que habíamos perdido, están siendo recuperados. Sin embargo, para la praxis política, el Evangelio presenta muchas dificultades. Inferir el proyecto de sociedad original del Jesús histórico requiere una buena dosis de imaginación. En primer lugar, porque lo que leemos en Marcos y en Pablo es un enfoque diferente al de Mateo y Lucas, y todavía más con respecto a lo que nos dice Juan. Además, en qué quedamos, ¿tenemos que proceder como los pajarillos del campo que no se preocupan por lo que comerán mañana porque Dios proveerá, o hacer como los administradores, y virgenes prudentes, que guardan el aceite y multiplican los denarios?. Y como nadie está libre de pecado, ¿podría un orden social sobrevivir sin un régimen de sanciones que evitase la impunidad?. Por mucho que nos inspire y emocione el Evangelio tenemos que admitir que para efectos de su instrumentación deja muchos cabos sueltos.

Ahora bien: Aún admitiendo que el Dogma no puede superar las exigencias de coherencia y lógica que impone la Modernidad, ésta a su vez -que en cierta forma ha privilegiado la Razón, la Ciencia y la Mano Invisible con respecto a ese Dios misterioso del Dogma- no ha sido capaz de conducirnos a un estado de cosas satisfactorio, llámese sociedad sin clases o Reino de Dios. Por otra parte, en lo que ha sido muy eficiente es en la construcción de armas de destrucción masiva que pueden acabar con la vida tal como la conocemos en nuestro planeta. Pero la Modernidad también ha traido las herramientas en forma de conocimientos y técnicas que pueden hacer factible la instrumentación de ese proyecto social que Jesucristo denominó Reino de Dios, y que no fue posible en el s. IV. Ahora en el XXI, haciendo de la necesidad virtud, es el momento de considerarlo de nuevo porque puede ser el único que permita nuestra supervivencia.

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