16 - Enero, 2003. Querido hermano         

 

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Revista de Pastoral Juvenil

03/01/03

Oración diaria en comunidad

Miguel Atienza Ballano

Diario de Noticias

03/01/03

Evangelio apócrifo

Miguel Izu

La Vanguardia

05/01/03

Futuro plural

Oriol Domingo

ECLESALIA

09/01/03

El Concilio Vaticano II en perspectiva

María Eugenia Sánchez

El País

11/01/03

Soy un teólogo libre

Juan José Tamayo

ECLESALIA

11/01/03

Nota de la asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII

Juan A. Estrada

Europa Sur

13/01/03

Derechos humanos y teología

Juan A. Estrada

ECLESALIA

15/01/03

Querido hermano Tamayo

Xavier Pikaza

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Revista de Pastoral Juvenil, Nº 397, enero de 2003

ORACIÓN DIARIA EN COMUNIDAD

MIGUEL ATIENZA BALLANO

De camino al Monasterio

El hecho religioso actual, aquí y ahora, presenta una gran diversidad de aspectos que llenan de significado todas las palabras del título principal de este artículo, tanto por separado como en su conjunto.

La oración es una dedicación o actividad humana fácil de describir desde lo doctrinal, pero muy difícil desde lo vivencial, y quizá su mejor descripción esté en lo puramente testimonial.

Que esa actividad sea diaria, especialmente cuando vamos a hablar de comunidades, principalmente de laicos, conlleva mucha dedicación, mucha valoración de que aquello es realmente importante, y además ha de ser medianamente realizable, pues lo dificultoso, a la larga, termina por dejarse.

En comunidad, nos da idea de varias personas al unísono en algo, y ahí hay mucho escrito sobre nuestra sociedad actual, donde no es vendible lo colectivo, aunque casi todos hagamos lo mismo a la vez; véase nuestra forma de consumir.

A la vez rezaban y rezan en los monasterios visibles. Pero en los invisibles la cosa no está tan clara; trataremos de aclararlo.

Consideración previa

A modo de consideración previa no pasaré por alto varias cuestiones que no por obvias han de quedar en el tintero. Este escrito es fundamentalmente un punto de vista, una elaboración personal, en parte vivencia comunitaria, tanto de la actividad “oración”, como de la realidad social, cultural y religiosa en que esta vivencia se realiza. Estará, por ello impregnada de aspectos subjetivos, de esos que es difícil evitar, entre los que destaca lo que uno vive y ha vivido, conociendo unas cosas, pero desconociendo otras. Por ello huiré de hacer afirmaciones generales categóricas del estilo “esto es lo bueno”, “esto lo malo”, o “la humanidad camina hacia Sodoma y Gomorra...”  como a veces oímos a algunos responsables religiosos.

En todo caso no ahorraré esfuerzo en argumentar lo que doy por válido. Esto ya supone una opción: la de la crítica, la del análisis, la de cuestionar incluso lo más dogmático, consciente que esta apuesta no es la habitual ni la más común cuando se escribe sobre religión.

Entorno social y cultural

Hay dos maneras de ubicar una cuestión: desde el todo a lo concreto, o se describe lo nuclear y luego se enmarca.

Tomamos el primer camino y nos hallamos a principios del siglo XXI en la España europea, ya mucho más urbana que rural, y enchufados al internet de la sociedad globalizada y globalizadora. Esta palabra nos puede servir de eje descriptivo, ya que casi todos tenemos alguna idea de su significado, aunque muchas veces no coincide ni de una persona a otra, ni incluso en diferentes circunstancias de un mismo individuo.

Globalización nos habla del mundo entero, de diferentes sociedades humanas, culturas y religiones,  no necesaria ni completamente diferentes, y a veces con complejas relaciones. Hallamos influencia de unas sociedades en otras, “inculturaciones”, “aculturaciones”, sin faltar fuertes antagonismos y roces entre ellas. La guerra es tan vieja como el ser humano, pero también la colonización o los intercambios de conocimientos, como nos describen los arqueólogos con la expansión europea del vaso campaniforme o la orfebrería céltica en tiempos prerromanos.

A la globalización hemos llegado tras muchos vaivenes políticos y sociales del siglo XX, que en su segunda mitad desarrolla abundantes y poderosas herramientas de comunicación e información.

Sociedad de la información es un término tópico para definir nuestros días, pero cargado de realidad. Más allá del poder, las armas o el dinero, quien maneja la información controla todo lo demás. Por otro lado no necesariamente la realidad es información, o verdad publica; el número de personas pobres o muy pobres es mucho mayor al de los que vivimos el “bienestar”, pero eso no es noticia, no es información y por tanto es sólo una media verdad de nuestra sociedad. Esto tiene que ver con nuestro tema, pues si millones de personas no importan, como va a ser de interés la oración comunitaria.

Haciendo un poquito de historia, ha pasado mucho tiempo de los movimientos sociales del mayo 68, del Concilio Vaticano II, e incluso cayó hace más de 10 años el muro de Berlín y la potencia Soviética. Con ello se alejaron muchas utopías sociales, culturales e incluso religiosas en la mentalidad occidental, incluida España que ya no lleva tantos años de retraso. No fueron ajenos a los valores sociales actuales unos cuantos años de endurecimiento conservador, tanto en USA como en Gran Bretaña, llegando a hoy donde actuales políticos de izquierdas se inventan lo de la “tercera vía”, que suena más suave que socialismo.

Que tenemos más y por tanto más apegos materiales y culturales lo demuestra la creciente ola de inmigración. Antes apenas existía, y hoy su normalización representa un reto importante.

Entorno religioso

Dice un refrán que si no acomodas tu vivir a como piensas, terminas acomodando tu pensamiento a como vives. Llevémoslo al terreno de lo religioso desde lo social y cultural. Ya no se quiere tanto cambiar el mundo como alcanzar en éste una buena posición. Y la fe tiene también su cometido, no faltando quienes, fieles creyentes, cumplen el precepto dominical e incluso la cuota al mantenimiento de la Iglesia, pero de ahí a un reino nuevo... Son muchas las ocasiones observadas en que la práctica católica de sacramentos es la escenificación y justificación social de la gente “bien”, de los “respetables” de nuestra sociedad, que además, curiosamente, les van bien los negocios económicos.

Uno piensa que algo falla cuando el lucro capitalista, ganar dinero cuanto más mejor, no es pecado reconocido, llegando a aceptarse la dinámica de los paraísos fiscales por parte de los responsables eclesiásticos.

Por otro lado, las iglesias no suelen estar abarrotadas, y entre los jóvenes no suele tener mucho interés lo religioso; y cuando lo tiene, al menos en apariencia, son los movimientos más tradicionales y ortodoxos los que mueven a más gente (véase procesiones, encuentros con el Papa...).

Como en lo social y cultural, ahora es minoritaria la utopía, la profecía (denuncia), los grupos menos jerarquizados, que arriesguen más y estén abiertos al diálogo ecuménico.

Hoy la Iglesia Católica alberga en su seno tradición, pero también algo de inquietud renovadora. Alberga derecho canónico pero también a quienes apuestan por un cristianismo con más sabor a pueblo, a solidaridad, a fraternidad, a la locura del Maestro de Nazaret que le llevó a la cruz por ejercer libremente su religiosidad, y anteponer a los más pobres.

Estas dos posiciones, sólo en apariencia antagónicas, describen el sentir de muchos creyentes. A ellos seguramente hay que añadir otros muchos en un amplio espacio muy influido por los medios de comunicación, el creciente agnosticismo, y la novedad, por la inmigración, de una presencia en aumento de musulmanes y otras confesiones.

Perfil del laicado cristiano

Del mismo modo que antes se mencionaba el término globalización como cargado de actualidad y muy descriptivo para los tiempos que corren, quiero utilizar la palabra “diversidad”.

Diversidad en el sentido más usual de diferencias aparentes, o múltiples maneras de vivir la religiosidad dentro de nuestra religión católica. Podemos asistir a todo tipo de manifestaciones religiosas entre los laicos: unas más tradicionales, otras modernas, artísticas, más o menos rituales, las hay que usan nuevas técnicas como la informática, las hay que vuelven a un sobrio pasado gregoriano, otros sólo de domingo, unos más rurales, otros más urbanos, grupos de jóvenes, comunidades más o menos estructuradas, grupos de oración, ONG´s religiosas, voluntariado diverso con motivación cristiana, catequistas, monitores de grupos ...

Me interesa mucho la diversidad en el sentido en que escribía el poeta León Felipe. Afirmaba que no hay dos caminos similares para llegar a Dios. Y afortunadamente, después de unos cuantos años sin misas obligatorias en latín y con índice casi nulo de analfabetismo, cada uno, cada creyente ya puede y debe buscar ese “su” camino hacia el Creador. Ya no cabe ser creyente por decreto, ni que otro te diga en lo que tienes que creer; madurar implica responsabilidad, y hoy se observan diferentes actitudes, diferentes vivencias, ejercidas con más libertad. En este sentido me gusta más el término seglar que el de laico (del que se deriva laicado). Laico viene de lego, “indocumentado”, frente a los letrados y cultivados que habían estudiado. En cambio seglar viene de “siglo”, el mundo, la sociedad, el que vive entre la gente y es uno más, a diferencia de quien se aleja del mundo hacia la vida religiosa o clerical.

Uno de los frutos de la oración ha de ser la superación de esa supuesta ignorancia del “lego”, para saborear la riqueza del Infinito. Esa riqueza no debe estar prohibida a quienes vivimos en el “siglo”, aunque los monjes puedan aquí llegar mucho más lejos.

Laicado en comunidad cristiana

De los múltiples perfiles descritos de laicado cristiano trataremos de profundizar en quienes hacen una apuesta decidida por enmarcar su vivencia de los valores evangélicos en lo comunitario. La palabra comunidad nos sirve, pero tiene la contrapartida de una cierta ambigüedad en lo que describe, pues se habla de comunidad para realidades políticas, sociales, culturales, económicas y también religiosas. Y entre éstas existen muchas diferencias entre lo que describen las primeras cartas apostólicas en el siglo I, lo que son las comunidades religiosas tradicionales (órdenes y congregaciones), las comunidades parroquiales o diocesanas, las comunidades de oración...

A partir de la pastoral juvenil  de los años 70 y 80, así como de cierta evolución de grupos próximos a algunas congregaciones religiosas se desarrolla el siguiente tipo de comunidad.

Suelen ser grupos de personas jóvenes, que han compartido un proceso pastoral comprometido con el evangelio, pero también con el tiempo que les ha tocado vivir.

En muchos casos no hay nada escrito sobre la estructura que se da a aquello. Caminando se va haciendo el propio camino comunitario, y es el talante del grupo y su sensibilidad lo que va concretando el rumbo, el donde nos mojamos y donde no. Es frecuente su presencia en áreas urbanas, parroquias, colegios y otros proyectos de compromiso social en la calle.

El tiempo y su maduración van marcando diferencias con lo que eran órdenes terceras más comprometidas con lo tradicional, la celebración de esa mal llamada religiosidad popular (mal llamada por ser inculcada, dirigida y ritualista).

Hablamos de gente con cierto nivel cultural, con sentido crítico, incluso muy autocrítico, que asumen con interés la apuesta por que otro mudo es posible. Es gente que ve la comunidad como un espacio de participación en sociedad, que va más allá de una asociación o partido político. Se entiende que el evangelio tiene una dimensión necesariamente comunitaria, hay que compartir, y no nos sentimos satisfechos sólo con el rito dominical. En él se participa y se enriquece llevando la vivencia a la celebración; pero el espacio de lo común queda abierto al resto de la semana.

Lo anteriormente descrito es lo más común a estas comunidades; después unas se integraran más en parroquias, otras en colegios, o en pastoral, en hospitales, residencias de ancianos, barrios marginales, apoyo a misiones o diversos tipos de voluntariado que van naciendo...

Frente a formas laicales preconciliares más jerarquizadas y dirigidas, se va dando un proceso de participación igualitaria donde el sacerdote, cuando está, aparece como uno más o como animador comunitario, pero no necesariamente como su director y responsable último.

No es aquí el rito de los votos el que visualiza la estructura comunitaria, sino más bien la trayectoria que se va recorriendo. Lo anterior no quita en ciertos casos algún tipo de celebración extraordinaria de “paso a comunidad” seglar. Por definirlo de algún modo, ese momento en que se entiende que la andadura del grupo juvenil se quiere convertir en indefinida; el “hasta donde”, Dios dirá.

La oración y el hecho religioso

Rezar es tan viejo como el hombre. Para algunos intelectuales lo religioso es lo que marca una clara diferencia entre personas y animales, de manera más nítida que la inteligencia, pues ésta se atribuye en alguna medida a perros, monos, delfines, caballos...

La celebración religiosa también es muy antigua, pero ya es más elaborada, pues se compone de una serie de signos y símbolos más o menos complejos, que representan la vida cotidiana y lo que se intuye del más allá.

Orar es sencillo. Hablamos de contemplación, de reflexión, de mirada profunda, calmada, que pretende ir de lo cotidiano a lo que permanece, de lo que se acaba a lo que no, de lo finito a lo trascendente.

El miedo a la muerte, esa incertidumbre sobre el otro mundo, y la esperanza de mantener vivos de alguna manera a los que murieron, parecen los principales motivos que hacen desarrollar en el ser humano su intuición sobre el más allá. Se trata de situaciones vitales que acontecen en todos los momentos, lugares y entornos culturales de la historia humana. Acontecen a todas las personas.

No podemos pasar por alto la creciente proporción de personas que afirman su indiferencia, agnosticismo, o ateismo en estos últimos siglos de ciencia y tecnología, y que aparentemente se oponen a la universalidad del sentimiento religioso en todo ser humano.

Pero las preguntas trascendentales siguen en pié, y algunas con más fuerza. El hombre apenas ha cambiado desde que tenemos noticias históricas. El concepto de religión se va transformando con el tiempo, como hecho cultural que es. Pero lo que causa este hecho religioso, lo que podemos llamar religiosidad: inquietud por lo que somos y nuestro destino, hemos de ligarlo íntimamente a la naturaleza humana.

Oración cristiana

La principal forma de oración que ha llegado a nosotros, por entorno cultural y religioso es la oración cristiana. Ésta hunde sus raíces en lo más profundo del judaísmo, si bien, con los siglos toma formas grecolatinas y medievales que le hacen ganar en ritualismo y perder en profundidad personal. La lírica de los salmos era muy sentida por el pueblo judío, pero traducida y trasladada a la Europa de la “Cristiandad” se queda sin contexto, y muchas veces sin sentido, principalmente por esa manía occidental de interpretar todo al pie de la letra, sin apenas capacidad para la evocación, o la sugerencia.

Los primeros siglos de cristianismo apenas diferencian celebración y oración. Ésta era muy importante, si atendemos lo descrito en el Nuevo Testamento. San Pablo con sus comunidades, apenas distinguía una misa de una oración. Celebrar los dones que nos da el Creador era tan importante para ellos como experimentar profundamente ese regalo de la vida y sentirlo en común, afianzando su vínculo fraterno.

Con el tiempo el cristianismo se hace oficial y los poderosos consiguen usarlo como herramienta de poder. Será la nueva religión que de cohesión a los dos o tres últimos siglos del Imperio Romano, y bendecirá las formas de gobierno feudales, medievales, y absolutistas. Todo esto mermará la práctica de la oración libre y fraterna entre la mayoría de los creyentes.

A mitad del pasado siglo el catolicismo occidental apenas promovía otro tipo de oración que rezar el rosario.

Afortunadamente los tiempos han cambiado, y se entiende que para mejor, tanto en cuanto más personas rezan como sienten, reviviendo en muchos espacios ese sentir libre y fraterno de las primeras comunidades cristianas. El Concilio trajo algo de aire fresco y un poco de ecumenismo, el cual nos enseñó que en otros sitios tienen cosas interesantes que nos podrían venir bien

Oración en comunidad

El nacimiento y desarrollo de las comunidades cristianas (católicas) descritas anteriormente, coincidiendo con la apertura postconciliar, les hace integrar la vivencia libre de la oración en su día a día comunitario y personal. No se reniega de formas propias de otras épocas de dogmatismo religioso. Se toma lo que interesa, lo que responde a la realidad que se vive, lo que ayude a hacer mas honda, mas sincera y mejor compartida la oración comunitaria. Y junto a algunas formas heredadas se experimentan otras, principalmente las que vienen de la amplísima y antiquísima experiencia religiosa oriental por parte del budismo, hinduismo y taoísmo.

Junto a textos bíblicos se reflexiona y reza con textos y cantos de otras religiones o culturas, buscando lo que hay de universal en esas formas para llegar al yo profundo y al nosotros comunitario.

La oración en estas comunidades se trata de armonizar tanto en el qué como en el cómo de lo que se vive cotidianamente, intentando romper esa peligrosa dualidad de fe y vida, cada una por su lado, de la religiosidad popular o tradicional. No es fácil, no está de moda, y hay que cargarse de argumentos y de profundas convicciones evangélicas para discrepar de lo criticado, tanto entre lo más oficial como entre lo más profano y antirreligioso.

No está de moda ser creyente, y no está de moda mantener serios vínculos comunitarios entre los seglares. Esto a veces puede provocar un peligroso efecto “gueto” o de ocultamiento de estas vivencias, útiles para enriquecer la religión oficial, tantas veces acusada de caduca y anacrónica.

El esfuerzo por la identidad cristiana y comunitaria desgasta y la oración comunitaria se convierte en fuente de motivación, estímulo, ilusión, recursos y valores. Con ello se afrontan las dificultades, que pueden venir tanto de ámbitos sociales o laborales como también religiosos o familiares, por lo que supone de diferente y crítico apostar por la coherencia y no por el bienestar-dinero unido a lo bien visto socialmente.

Reunirse cada semana para hacer oración. El final de la semana, y un poco más de calma académica o laboral. Saludarse y sentarse en el suelo con luz tenue, unas velas y fondo musical tranquilizador. Unos textos de Tony de Mello, de alguno de los profetas, salmos... y silencio; se siente la compañía en la interiorización. Estoy en mí, en mi yo profundo, y a la vez siento el nosotros, rompo mis dudas subjetivas gracias a quienes me acompañan, pues viven algo parecido a mí. Decimos algo. Compartimos inquietudes y esperanzas. Y concluimos con alguna oración o canto que tiene que ver con nosotros.

Este es un ejemplo de oración comunitaria más o menos común, donde se concreta el marco de valores sociales y religiosos descrito anteriormente. En ello cobra especial relevancia la palabra encuentro. Encuentro con el Creador y con los hermanos; con lo cotidiano y lo trascendente; con lo que me pasa a mí y lo que les pasa a los demás, el silencio, la contemplación, mi esperanza y la tuya.

Pero siendo realistas esto no es fácil de mantener. Muchas comunidades que conozco y que llevan ya unos años pasan por tener responsabilidades familiares, niños, etc, y el tiempo se encoge y se encoge. Y no nos olvidemos de nuestro marco social, donde el tiempo de trabajo también es muy absorbente, y la frecuente ubicación urbana, donde para ir a poca distancia pierdes al menos media hora. Resultado: “esta semana no puedo, y la que viene ya veremos”.

Algo habrá que hacer para, al menos, no perder lo aprendido, no olvidarnos de lo madurado juntos, de lo que enriquece tu compañía y tu punto de vista, aunque a veces sea contrario al mío.

El Monasterio Invisible

El Monasterio Invisible se presenta como una posible alternativa, al menos parcial, a la oración comunitaria semanal cuando ésta se hace inviable por tiempo, distancia, trabajo, disparidad de horarios...

Se puede entender como una propuesta de oración cristiana sin presencia física de quienes me acompañan en esa inquietud contemplativa. Se parece algo a la “liturgia de las horas” que desde hace siglos se hace por parte de los religiosos, como forma de oración universal de la Iglesia.

El Monasterio Invisible es más modesto. Aunque se sienten los valores cristianos como universales, se enfoca habitualmente la forma y objeto del vivir de la comunidad, al estilo descrito para la oración semanal.

Origen. Cayendo en el tópico de las prisas de la moderna sociedad urbana, algo se ha de hacer para seguir sintiéndonos unidos en la oración.

Objetivo. Se trata de superar esas dificultades cotidianas compatibilizando responsabilidades y manteniendo un nexo muy especial.

Fuentes. Las lecturas y motivos de oración pueden ser muy diversos; tantos como situaciones y sensaciones que en ese momento sean compartidas en comunidad. Se usan textos de cualquiera de los numerosos libros que componen la Biblia, especialmente de los Evangelios, Cartas apostólicas, Salmos, Profetas, Apocalipsis; textos más modernos de Tony de Mello, Crishnamurti, Valdés, cartas de algún conocido en África o Latinoamérica; oración de contemplación con iconos, con melodías de Taizé, de Luis Alfredo, de la hermana Glenda, con melodías clásicas o tipo “godspel”, poemas de Santa Teresa o San Juan de la Cruz, dibujoss de Jose Luis Cortés...

Destinatarios. Normalmente los que lo hacen y lo reciben suelen ser los miembros de la comunidad, que son las personas que comparten lo que a veces son inquietudes muy concretas. En ocasiones, esta actividad se comparte con otras personas cercanas a la comunidad, como antiguos miembros o interesados en orar.

Realización. Cada miembro de la comunidad prepara oraciones sencillas para cada día de una o dos semanas. El día de encuentro comunitario se comparte lo preparado para ese día y se reparten fotocopias para los siguientes. En éstos, cuando cada uno en su casa dedique un ratito a la oración, sabrá que es muy probable que otros estén compartiendo esa actividad. Las modernas técnicas de comunicación electrónica permiten enviar el monasterio vía e-mail.

Estructura y extensión. Un par de páginas es suficiente para contener pequeños textos de reflexión o mensajes de oración para una o dos semanas, colocando fecha y día de la semana seguido de lo que se propone para cada día.

Peculiaridades. Personalizar es una palabra muy utilizada en la actual informática para estructurar o dar forma a aquello que se está haciendo. Las oraciones comunitarias también se personalizan aludiendo a cumpleaños, a periodos o aniversarios de la comunidad, periodos litúrgicos, vivencias concretas, problemas o necesidades personales, buenos o malos momentos de alguien...

Desde Begoña, Madrid

En Madrid, en el barrio de Begoña, es donde se forma y toma el nombre una comunidad de seglares que tiene que ver son lo descrito sobre Monasterio Invisible. Sirva este escrito como testimonio comunitario y de quien escribe (vinculado desde hace más de 13 años a esta comunidad).

Se trata de un grupo de jóvenes de los años 80, muy activo en campañas contra el hambre, contra el paro y contra lo que se pusiera por delante; y a favor de hacer cosas por motivar contra la pereza o la indiferencia de un mundo insolidario. Animadores de la misa de las 12, de la pastoral juvenil, y de cuantas fiestas y salidas fuera preciso.

Y en tanta actividad no debía faltar el rincón para el sosiego; un pequeño cuartito que nos dejaron en el colegio-parroquia Nª Sª de Begoña. Decorado son sencillez y los cortinajes que sobraban al salón de actos fue espacio para el encuentro, y semilla de una maduración personal y grupal que aun hoy perdura en la mente y los corazones de algo más de doce personas que siguen aspirando a un mundo mejor.

Cuando la mayoría llega a los treinta y algunos, el tiempo disponible es menor y Mathías, un integrante temporal (dos años), y hombre de oración donde los haya, nos propone iniciar este tipo de oración. Fue hace unos 10 años, momento en que la persona mencionada regresaba a su país, Suiza, desde donde iba a recibir nuestro monasterio invisible.

También otras personas, cercanas en lo afectivo, han querido compartir a cierta distancia durante algún tiempo este vinculo de contemplación.

Siguiendo nuestro turno, lo preparamos para dos semanas, y resulta significativo como cada uno tenemos nuestro propio estilo. Es, por tanto, una forma de expresión, de comunicación, y de conocernos, que de otro modo no se daría, pues al prepararlo todos, no hablan sólo los más charlatanes como suele ocurrir casi siempre.

En nuestro ánimo está el tener este ratito cada día, por la noche, cuando queda poco para ir a descansar y la mayoría de la sociedad se emboba con la caja idem. Y aunque es cierto que no somos tan fieles cumplidores de nuestro monasterio como los monjes visibles, esta actividad tiene un profundo significado para nosotros, nuestras inquietudes, y nuestra propia identidad como creyentes y como comunidad de seglares.

Veamos un ejemplo de monasterio invisible de esta comunidad compartido durante algunos días del pasado mes de mayo:

MONASTERIO INVISIBLE

(Domingo 12 - Sábado 25  de  Mayo  de 2002)

Varias cosas me hacen pensar hoy en la Creación. El ciclo anual de la naturaleza, que en forma de primavera, con toda su vistosidad se manifiesta estas últimas semanas en nuestros campos. El tiempo cambiante (muy variable, con días de calor, de frío, lluvia o viento). Y de manera muy especial el milagro de la vida humana, con toda su grandeza y toda su debilidad en dos mujeres muy queridas de nuestra comunidad

La Creación me parece anterior a cualquier enfoque religioso; nos demuestra la estupidez de las guerras de religión, que desde hace mucho miles de años hasta hoy el hombre no ha dejado de practicar. Cuando todas las personas tomemos conciencia de ser criaturas del mismo Hacedor, habremos dado un gran paso adelante, no sólo en evitar guerras de religión, sino también en la vivencia de una religiosidad, con menos condicionantes culturales, más verdadera, más cargada de esperanza, de alegría y de solidaridad.

Domingo 12: (felicidades Paula)

Dedicamos hoy de manera muy especial nuestra oración a Paula, Marga, Miguel... Compartimos con alegría este cumpleaños, que es celebrar la vida de Paula y el cariño de estos padres, y nos unimos de corazón a esta espera ilusionada, que también es un trocito de Creación.

Lunes 13:“Dijo Dios: “Que exista la luz. Y la luz existió.”

Valoremos nuestros ojos, los ojos de la cara y los ojos de la inteligencia. Nos hizo capaces de tomar conciencia de nosotros mismos, de dejar atrás el caos, la desesperanza.

Martes 14:“Vio Dios que la luz era buena.”

¡Que poco nos han enseñado a conocer y disfrutar de tantos matices y colores con que cuenta nuestro país a lo largo del día y en su ciclo anual; cuanta riqueza cercana ignoramos!

Miércoles 15:“Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.”

Hay una pequeña rapaz diurna, el cernícalo (que con lo bonita que es no entiendo que se use como insulto), que tiene por costumbre aletear fija en el cielo. El autor del génesis usa esta imagen natural para hablarnos de la presencia del creador, que se cierne sobre las aguas del caos aparente de nuestro mundo.

Jueves 16:“... y a la oscuridad la llamó noche. Y atardeció y amaneció: día primero.”

No pasemos por alto que la noche es un elemento presente en nuestra existencia; con esa realidad de incertidumbre tenemos que aprender a convivir. Y no olvidar que tras atardecer, amaneció.

Viernes 17:  “Y llamó Dios a la bóveda cielo

La contemplación del cielo ha suscitado en el ser humano la idea del infinito y de Dios...

Sábado 18:“Y llamó Dios a los continentes tierra y a la masa de las aguas la llamó mar.”

... y añadió con ello diversidad a nuestro espacio vital,  permitiéndonos entre otras cosas variar nuestras vacaciones entre el mar y la montaña.

Domingo 19:“Verdee la tierra hierba verde...”

Aunque en alguna ocasión sea difícil de pronunciar, el color verde es trascendental para la vida. Sin los vegetales, sin la clorofila de los vegetales, ¿qué comeríamos?

Nuestro existir en esta tierra es una rueda en el engranaje de la creación, a pesar de nuestro impacto contra ella.

Lunes 20:“La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.”

Ni el más complejo de los mecanismos imaginados por el ser humano se aproxima a la complejidad y perfección de una sola célula, ni a la diversidad de los varios millones de especies vivas actuales.

Martes 21:“E hizo Dios las dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche y las estrellas.”

Algunos gustamos de conocer y contemplar los astros, y su inmensidad en el tiempo y el espacio aviva en nosotros el íntimo afán humano de trascendencia.

Miércoles 22: “... y vuelen pájaros sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.”

De niños hemos soñado con volar como las aves; de mayores representamos la paz con una paloma y la libertad con gaviotas volando frente a un acantilado.

Que no nos falte nunca esa valiosa sed de paz y libertad que el creador nos imprimió.

Jueves 23:“E hizo Dios las fieras de la tierra según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles del suelo según sus especies. Y vio Dios que era bueno.”

El hombre y las demás especies hemos salido de las mismas manos, del mismo creador; el indio de Seattle nos llamaba hermanos, y Darwin describe como procedemos de otras especies de animales. Pero nos empeñamos en acabar con todo lo demás, como el hermano egoísta que se quiere quedar con toda la herencia. La sensibilidad ambiental aun es muy falsa y superficial.

Viernes 24:“Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó.”

Pero luego vinieron los jefes religiosos y guerreros y distorsionaron esa imagen, de modo que hicieron sus dioses a su propia imagen, para que les sirvieran de excusa para la guerra y manejar el poder. Y por supuesto se olvidaron que el mismo creador hizo al hombre y a la mujer. Y así seguimos.

Sábado 25: “...y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera.”

Pero el hombre moderno no puede cesar ni un solo instante, tiene que seguir ganando dinero para consumir.

Que no nos falten momentos de descanso y de fiesta compartida; de contemplación de tanto como el Creador ha puesto en nuestra mano. Cuando empezamos a tomar conciencia de ello empieza la Bienaventuranza. 

A modo de conclusión

A modo de conclusión, agradeciendo al lector haber llegado hasta aquí, y sin afán de caer en repetición de lo ya expuesto, termino proponiendo:

- frente a la fe dormida y ritual,

- frente a la indiferencia y agnosticismo de nuestra sociedad acomodada,

hagamos una apuesta en una doble visión del mensaje universal de Jesús de Nazaret, a la vez vieja y nueva:

- Despertar con la verdad de lo primero y más importante: la vida y la libertad. Millones de personas, hermanos, hoy siguen sufriendo sin una vida digna.

- Reivindicar lo comunitario, lo profético - denuncia que rompe indiferencias e injusticias; y lo poético, el sentir la vida, lo que lleva al ser humano a su más grande dimensión.

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Diario de Noticias, 3 de diciembre de 2003

EVANGELIO APÓCRIFO

MIGUEL IZU

MADRID.

Jesús reunió a sus doce apóstoles y les dio estas instrucciones. "Pedro, tú serás el primero y guardarás las llaves de mi iglesia; procurarás sentarte entre los poderosos y estar entre los principales de este mundo, para poder difundir mi palabra, ya que predicar a los pobres da poco resultado; dirigirás contra los infieles ejércitos en mi nombre, que el no mata a hierro puede morir por él; gobernarás sobre reyes y emperadores, y harás que tu palabra sea ley. Andrés, te ocuparás de perseguir a quienes no obedezcan la voluntad de mi Iglesia, juzgarás y condenarás a los blasfemos e incrédulos, aplicarás la ley del ojo por ojo y diente por diente, como está escrito; devolverás las bofetadas y castigarás a mis enemigos. Santiago, hijo de Zebedeo, te ocuparás de distribuir los lugares en la mesa, de ordenar los cargos y establecer los honores para los mejores; repartirás títulos y te ocuparás de señalar la autoridad de cada uno; de que los fieles os llamen maestros; de que no predique en mi nombre quien no esté autorizado por vosotros; velarás por que los miembros de mi Iglesia sean sumisos y obedientes a vosotros; te ocuparás también de mantener lejos a las mujeres del gobierno de la Iglesia, al contrario de lo que yo he hecho.

Juan, te ocuparás de escribir libros sagrados, pero no permitirás que cualquiera los pueda leer; utilizarás las lenguas más cultas y convertirás mis parábolas en discursos llenos de ciencia que solamente unos pocos podrán entender; idearás liturgias muy solemnes y poco inteligibles; a la gente sencilla es mejor no complicarle con ideas elevadas; solamente algunos elegidos deberán acceder a las escrituras. Felipe, nombrarás escribas y llevarás registro exacto de los bautizados, de los sacramentos impartidos, de los matrimonios, de las defunciones, y de que todos los miembros de la Iglesia paguen sus tributos puntualmente; te ocuparás de borrar de tus libros los nombres de quienes no cumplan la ley o no sean de los nuestros; quienes no estén con nosotros estarán contra nosotros. Bartolomé, dirigirás las oraciones en público, te ocuparás de que los apóstoles ocupéis los primeros lugares en el templo y todos oigan con claridad vuestra oración, que todos os vean ayunar, dar limosna y cumplir con la ley; harás cumplir rigurosamente con las fiestas y rituales, que no se hizo el domingo para el hombre sino el hombre para el domingo. Tomás, te ocuparás de pedir señales al cielo, de comprobar su significado, de llevar un registro de milagros, curaciones y expulsión de demonios; pedirás testimonios sobre ellos y obligarás a jurar a los testigos en el nombre de mi Padre.

Mateo, ocúpate de la educación de los niños, que dejen de serlo cuanto antes para ser como vosotros; enséñales a ser astutos y a buscar su recompensa por obedecer la ley. Tadeo, te encargo que idees castigos y penitencias para los que quieran obtener el perdón de los pecados; que no piensen los pecadores que mi Padre olvida fácilmente las ofensas y que el reino de los cielos se entrega gratuitamente; ensalza la mortificación y el ayuno, que no os vean comer y beber entre los publicanos y pecadores; sacrificios quiero y no misericordia, mi yugo es duro y mi carga pesada. Simón, ocúpate de levantar grandes templos en toda la Tierra, para que quede de manifiesto el poder de mi Iglesia; que se llenen de obras de arte, y que la riqueza y majestad de los edificios atemorice a los hombres y crean vuestra palabra. Santiago, hijo de Alfeo, llevarás la cuenta de quienes entran en mi reino y los que no; apuntarás los milagros conseguidos por intermediación de cada uno y declararás quien puede llamarse santo; te asegurarás que ni publicanos ni prostitutas aparezcan entre los elegidos del reino; nombrarás santos patrones para todas las actividades humanas, de modo que si los fieles no creen en mi Padre al menos crean en algo. Judas el Iscariote, te ocuparás de que no falte oro, plata y dinero en mi Iglesia; de cobrar los impuestos, de recibir una parte de lo que se pague al César; te encargarás de guardar para el futuro, no seas como los pájaros del campo que no se preocupan de lo que comerán mañana, ni siembran ni recogen, y creas que Dios te alimentará y vestirá cada día".

Cuando Jesús acabó estas palabras los apóstoles murmuraron entre sí: "Por fin entendemos al maestro; estas instrucciones sí que son fáciles de seguir".

(Nota para el año nuevo de 2003: me temo que éste es el evangelio que realmente hemos practicado los cristianos durante dos milenios y, si Dios no lo remedia, amenazamos con seguir poniendo en práctica en el tercero).

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La Vanguardia, 5 de enero de 2003

FUTURO PLURAL

El balance de los acontecimientos de carácter religioso del 2002 dibujan un 2003 caracterizado por la diversidad

ORIOL DOMINGO

BARCELONA.

El balance de los acontecimientos eclesiales y teológicos del 2002 dibujan para el 2003 un futuro plural en las cuestiones relacionadas con la Iglesia y la fe.

Los años 2002 y 2003 están marcados por el atentado del 11 de septiembre. Un día se recogía en estas páginas la pregunta de ¿cómo creer después de Manhattan con un Bin Laden y un Bush que implican a Dios en el conflicto bélico? En este contexto de pluralidad de creencias en Dios, el teólogo Francesc Torralba apelaba al mandato bíblico de no emplear el nombre de Dios en vano y distinguía entre la veterotestamentaria Ley del Talión y el nuevo mensaje de reconciliación predicado por Jesús. El también teólogo Gaspar Mora argumentaba, para rechazar la violencia, que “un cristiano no ha de olvidar nunca que mataron a Jesús en nombre de Dios”, y establecía un criterio para conocer de qué Dios hablamos cuando nos referimos a Dios: “Hablamos del Dios auténtico si respetamos el ser humano. Este Dios es falso si no respetamos al ser humano”.

La pluralidad aparece también en el debate, que se mantiene abierto, sobre las raíces de la vieja Europa. La Convenció de Cristinas per Europa es uno de los grupos que presionan para que las raíces cristianas de la Unión Europea sean reconocidas, junto a las laicas, en una Constitución plural. Pese a que explícitamente se aboga por la pluralidad, hay sectores, incluso católicos, que consideran que el hecho de que Europa tenga unas raíces cristianas no tiene por qué ser reconocido constitucionalmente. En el ámbito eclesial, además, los 40 años del comienzo del Vaticano II han puesto de relieve la validez de su mensaje de un “aggiornamento” (puesta al día) sin fin del catolicismo lo que implica la vigencia de principios como la libertad religiosa, el diálogo, el ecumenismo y el respeto a la pluralidad. Desde el interior de la propia Iglesia católica se reclama una apertura a la pluralidad y al diálogo. Así Giuseppe Pittau, secretario vaticano de la Congregación para la Enseñanza Católica, reclamó en Barcelona que, por fidelidad al Vaticano II, la Iglesia ha de estar abierta a la pluralidad practicando el diálogo en su interior, con los otros cristianos, las otras religiones y todas las culturas.

La misma la Iglesia en España mantiene una pluralidad de posturas en asuntos de especial calado social. Así se manifestaron discrepancias en torno a la valoración de los malos tratos como causa de nulidad matrimonial. Y los obispos catalanes, y es otro ejemplo, se han reafirmado en su documento “Arrels cristianes de Catalunya” que es un texto que discrepa de la última instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal Española en la parte que aborda el hecho nacional y las cuestiones nacionalistas.

La pluralidad de sensibilidades también se da entre los fieles. Miles de católicos, por ejemplo, abarrotaron la plaza de San Pedro, en Roma, en la canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer. Pero, al mismo tiempo, hay sectores católicos que no se identifican con el espíritu del fundador del Opus Dei. Jordi Porta, coordinador de Cristianisme Segle XXI, daba la clave: “En sus dos mil años de historia, la experiencia cristiana ha dado espiritualidades diversas, y que responden a las distintas sensibilidades sobre las que se ha encarnado la fe cristiana”. Hay otros ejemplos de pluralidad, algunos plasmados en libros. El diálogo entre el cristiano Francesc Torralba y la budista Jamyang Wangmo sobre la vida y la muerte. El diálogo entre el jesuita José Ignacio González Faus y el agnóstico Ignacio Sotelo sobre Dios. O el mismo sondeo mundial del Vaticano sobre la pluralidad de religiones y de increencias.

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ECLESALIA, 9 de enero de 2003

EL CONCILIO VATICANO II EN PERSPECTIVA

Texto presentado en un Panel en la "Universidad Iberoamericana de Puebla"

MARÍA EUGENIA SÁNCHEZ, 11/11/02

PUEBLA (MÉXICO).

INTRODUCCIÓN

Desde el 11 de octubre de 1962 en que yo me encontraba entre los 400.000 cristianos que observaban la entrada de los 2.500 padres conciliares que iban a inaugurar el Concilio Vaticano II  y 40 años después, mi visión de la Iglesia, del mundo, de Dios, de mi misma, ha evolucionado considerablemente. Estudios de sociología, de teología, aunados a un compromiso cotidiano de muchos años con los que “sufren la historia”, más la edad, entre otras cosas, fueron modificando esas percepciones y esas experiencias. Pero hay algo, diría yo, intacto, y es mi aguda conciencia de ser Iglesia.

Dicho este preámbulo, me parece que El Concilio Vaticano II, aunque con más de 400 años de retraso -pues hubiera sido muy pertinente para enfrentar La Reforma-  fue un intento de re-elaborar seriamente la identidad de la Iglesia, y por lo mismo de su relación con el “mundo” en el que está inmersa.

1. LA IGLESIA ANTES DEL CONCILIO

Tomando en cuenta rasgos centrales de la Iglesia a lo largo de la historia, y de manera muy simplificada y sistemática, se podría decir que la Iglesia ha pasado por las siguientes etapa en la configuración de su identidad:

Iglesia Fermento en la época patrística

La primitiva Iglesia era poco visible, se construía desde abajo, y se mantenía, no sin dificultades, el principio de eligibilidad de los obispos. La conciencia de ser una comunidad de seguidores de Jesús era el centro de su vida. La visibilidad de esa Iglesia, inserta en diferentes culturas, era un comportamiento ético, el de construir la fraternidad humana. No lo eran ni los templos, ni los ropajes, ni las estructuras administrativas.

Iglesia de Cristiandad a partir de Constantino

Dice un teólogo que en la época de Constantino, la Iglesia optó por el emperador en vez de seguir optando por Jesús, y que pasó de ser una iglesia perseguida a ser una iglesia perseguidora. Probablemente son afirmaciones un poco exageradas, pero sin duda tienen mucho de cierto. Inspirada tal vez en el planteamiento de San Agustín de que la “ciudad celestial” tiene primacía sobre la “ciudad terrena”, la Iglesia se fue construyendo como una institución jerárquica, poderosa, monárquica, gestora del mundo en un ámbito teocrático. Se inculturó en las estructuras del Imperio Romano asumiendo estilos sacerdotales y legales propios de esa época:  el pontífice, el sacerdocio... Más tarde asumió toda la imaginería mágica del mundo medieval europeo, así como sus estructuras monárquicas. Por supuesto que el Espíritu no dejó nunca de actuar, más a través de personas como Francisco de Asís que a través de los Papas.

Esta iglesia de cristiandad se reforzó con el impulso de defenderse ante el proceso de La Reforma. El Renacimiento que habría podido ser un momento clave en la reconfiguración identitaria de la Iglesia y en su retorno a fuentes evangélicas de estructuración, significó un endurecimiento de sus estructuras y de su discurso. La ruptura demasiado rápida entre el Papa y Lutero, quizás por falta de una intervención mediadora como podría haber sido la de Erasmo de Rotterdam, trajo esas consecuencias. El Concilio de Trento que caló en toda la cristiandad gracias más a la Inquisición que a ningún tipo de prédica y convencimiento, habría de marcar a la Iglesia católica de manera decisiva en los siglos siguientes hasta nuestros días. Nuevamente cristianos como Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús intentan renovar desde dentro esa Iglesia y darle un nuevo vigor, aunque poco muevan las estructuras fiundamentales y su identidad misma.

Iglesia a la defensiva, enemiga del mundo

Un nuevo vuelco histórico, la Ilustración y la Revolución Francesa, que atacan a la iglesia abiertamente, llevan a esta última, no a intentar discernir lo ocurrido  y a asumir  las severas críticas del pueblo y de la burguesía, sino a reforzar  su estructura medieval. Esta vez queda encerrada en sí misma y actuando como enemiga del mundo. Pio IX  y su Syllabus son el prototipo de este espíritu que condena la democracia y  la modernidad toda. Y mientras la sociedad secular afirmaba dogmáticamente las verdades de la razón y de la ciencia, la Iglesia reforzaba su dogmatismo institucional e ideológico. Nuevamente la fecunda crítica a la religión y a la Iglesia que impregnaron el Siglo XIX y gran parte del XX, y que podría habernos acercado más al seguimiento de Jesús, es rechazada casi sin ser escuchada. Me refiero, entre otros, a los filósofos de la sospecha: Marx, Nietzche y Freud. Mucho bien le hubiera hecho a la comunidad cristiana  asumir críticas ciertas como la de una religión-ideología encubridora de las contradicciones de la estructura social, una religión alienadora de la conciencia, una religión como proyección de nuestro narcisismo que busca un padre omnipotente, una religión como entristecedora de la humanidad. Una vez más, lo que se defiende es la institución, no la vida evangélica.

2. LOS APORTES DEL CONCILIO

En ese contexto histórico, el Concilio Vaticano II, convocado por ese papa “bueno”, que parecía cura de pueblo y que todos pensaban que iba a ser un papa opaco y de transición, abre las ventanas de la Iglesia y se  propone, esto dicho por el mismo Pablo VI, revisar la identidad de esa institución rebasada por la historia.

16 documentos salieron de esas sesiones convocadas en cuatro períodos. Aún cuando se trata de un corpus heterogéneo, emergen,  a partir del documento sobre la Iglesia ( Lumen Gentium ) y del Documento sobre la Iglesia y el mundo de hoy (Gaudium et Spes), una líneas fundamentales que trastocan, al menos teóricamente, estructuras y visiones precedentes. Estas líneas fundamentales me parecen ser: La concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios, la primacía dada al Bautismo sobre cualquier otra realidad eclesial, la aceptación de la acción del Espíritu de Jesús fuera de la Iglesia, y el énfasis en el compromiso histórico. Estos planteamientos ubican automáticamente a la Iglesia en una posición diferente a las anteriores, y en ese sentido el Concilio  Vaticano II es un “parteaguas”. 

La Iglesia Pueblo de Dios, y la primacía del Bautismo

La Iglesia Pueblo de Dios va de la mano con la afirmación de la primacía de la consagración bautismal. De alguna forma se plantea el condiscipulado como lo llama Pedro Trigo, es decir, que “nos vamos haciendo cristianos juntos” y que “no hay más jerarquía que la santidad” (Trigo, Pedro. (2000)  Espiritualidad cristiana y crisis civilizatoria. En  Sánchez, M.E. (Coord.)  Interioridad y Crisis del Futuro Humano.  Ed. UIA GC. Puebla).  Puede afirmarse,  dirá más tarde Remi Parent, (Parent, Remi.(1987) Una Iglesia de bautizados. Para una superación de la oposición clérigos/laicos. Sal Terrae. Santander) que “la condición bautismal constituye un horizonte insuperable de vida, de inteligibilidad y de acción”. “Nada, absolutamente nada de cuanto se vive, se comprende o se realiza puede ser situado por encima o al lado del sacerdocio bautismal, el cual, en principio, expresa la auténtica medida de la dignidad y la responsabilidad cristiana”. Es precisamente esa renovada concepción de la comunidad cristiana lo que llevó a un aporte especialmente relevante, el de la colegialidad al interior de la Iglesia, lo que permitía re-iniciar una evangelización de las estructuras que la conforman, retomando las intenciones iniciales de la comunidad cristiana primitiva.

La acción del Espíritu de Jesús fuera de la Iglesia

La aceptación de la acción del Espíritu de Jesús fuera de la Iglesia, atraviesa muchos textos conciliares aunque no se explicite de esa manera. Se habla del bautismo de deseo, de  la importancia de la libertad religiosa, del ecumenismo. Estos planteamientos llevan consigo enormes consecuencias. El dogma del Concilio de Florencia de que “fuera de la iglesia no hay salvación” se trastoca, ya sea porque el concepto de Iglesia se vuelve más profundo, ya sea porque se descubre una nueva realidad espiritual a través de la historia. Y entonces, dirá Pedro Trigo, la universalidad del acontecimiento cristiano radica, no tanto en los Evangelios, cuanto en el Espíritu de Jesús derramado ya sobre toda carne (Trigo, Pedro. (2001) Crisis civilizatoria y espiritualidad cristiana. Ed. UIA GC, ITESO). No queda más que pasar de una Iglesia proselitista a una iglesia dialogante y sobre todo escuchante, que asume la secularidad como la posibilidad de descubrir más profundamente la presencia de Dios en la cotidianidad. 

La autonomía del orden temporal y la importancia del compromiso con la historia

El énfasis en la importancia del compromiso del cristiano con la historia acompañado de la declaración de la autonomía del orden temporal, autonomía de la Iglesia, no de Dios, problema complejo y de difícil elucidación, abre pistas teóricas y prácticas que poco a poco irán profundizando esa relación Iglesia-mundo, de esa iglesia que está en el mundo, de ese mundo que está en la iglesia.

Estas vías de reflexión abrieron un camino de re-estructuración de la comunidad cristiana, de profundización del concepto de Iglesia, de profundización de la imagen de Dios, y de re-elaboración de lenguaje.

3. LA CONFLICTIVIDAD POST-CONCILIAR

Pero el paso de la teoría a la práctica generó todo tipo de dificultades y polarizaciones. El Concilio significó a la vez un impacto doloroso y esperanzador que probablemente no se supo manejar. Las corrientes que existían previamente, tanto en el ámbito del clero como en el de los laicos, y que de manera simplista se denominaban integristas y progresistas se agudizaron de diferentes formas, según los contextos socioculturales. Desde líneas como la de Mons. Lefevre, hasta la Teología de la Liberación, se dio un abanico de polarizaciones acerca de la identidad interna de la institución, y de su acción externa. Se enfrentaron verticalidad vs. horizontalidad; transformación del mundo vs. misión “religiosa” con toda la ambigüedad de los  conceptos.

¿Pero cuáles han sido los problemas subyacentes a  esa polarización? Probablemente el meollo de esas disputas estaba y sigue estando en una modificación de la relación sagrado-profano, y en una nueva visión de la acción de Dios en el mundo que desdibuja las “fronteras” de la Iglesia.

4. LOS EJES DEL PROBLEMA

La modificación de la relación sagrado-profano

Es bastante obvio en el Nuevo Testamento, que Jesús trastoca la relación sagrado-profano del Antiguo Testamento y que esa postura provoca reacciones violentas. Jesús afirma ser, en adelante, el único mediador entre el ser humano y Dios. Asegura que ya no hay más Padre que Dios, ni más guía o maestro que El. Afirma hacerse presente en la comunidad, pero sobre todo en los seres humanos excluidos de la misma. Por supuesto que los textos evangélicos son paradójicos y solamente se comprenden contextualizándolos. De la misma manera afirma que está presente en sus discípulos entre los que están los apóstoles, a quienes les pide ejercer en la comunidad una nueva forma de autoridad, la del servicio.

La Encarnación de Dios en la historia  y en la historia de los seres vulnerables, parece revelar que toda la realidad es potencialmente Sacramento de Salvación, que todos somos igualmente hijos del mismo Padre, y que ya no hay más intermediación entre el ser humano y Dios que Jesús. La forma cómo Jesús interpela a los apóstoles acerca del “poder”, indica que la Iglesia está llamada a ser, afirma Torres Queiruga, más democrática que cualquier democrácia social (Torres Queiruga, Andrés. (2002) La Democracia en la Iglesia. Revista electrónica Koinonía).

El Concilio, sin quererlo, pone nuevamente en tela de juicio la sacralización de los dirigentes de la comunidad, y con ello la oposición clérigo/laico en términos de religioso/profano como se ha vivido institucionalmente y psicológicamente. González Fauss, un teólogo jesuita catalán afirma lo siguiente (González Fauss, José Ignacio. (1989) Hombres de la comunidad. Apuntes sobre el ministerio eclesial.         Ed. Sal Terrae . Presencia Teológica. Santander):  “En el Nuevo Testamento, la comunidad de vida que brota de Jesús es lo único “sacerdotal”. Deliberadamente, el Nuevo Testamento evita siempre llamar “sacerdotes” a los dirigentes cristianos, comenzando por los mismos apóstoles. La Iglesia ha de tener y tuvo siempre sus dirigentes, pero esos dirigentes no tienen nada que ver con el hecho religioso del “sacerdocio”, sino con el hecho existencial de la vida entregada de Jesús. La tendencia a sacralizarlos es producto del psiquismo humano. Jesús es el único mediador,  y regresar al tipo de sacerdocio sacralizado del Antiguo Testamento es una constante tentación”, insiste el teólogo.

Remi Parent, un téologo redentorista canadiense comenta (Parent, Remi.(1987)  Una Iglesia de bautizados. Para una superación de la oposiciónclérigos/laicos. Sal Terrae. Santander) que las estructuras actuales de la iglesia niegan la teología cristiana, son teístas pero no cristianas. La relación vertical, de arriba a bajo de: Dios-Jesucristo-Clero (Papa, obispos, presbítero), Misa-Iglesia-mundo, reproduce concretamente ese teísmo y es como la expresión de una dicotomía que desfigura a Cristo mediador. La Iglesia se halla organizada hoy de tal manera que, para justificar sus vicios estructurales, debe de recurrir a una cristología que separa lo que en Jesucristo se encuentra unido. La mediación de Jesucristo es explícitamente negada en el momento en que surge la relación misma que da lugar a que haya un clero y un laicado, afirma el teólogo.

Probablemente esa sacralización inadecuada del clero se ha convertido en un obstáculo a la maduración humana y de la fe del pueblo de Dios, incluido la del mismo clero, pero modificar ese esquema es particularmene difícil, por razones psicológicas y de poder, tanto para los laicos, como para los  clérigos y los “religiosos”.

La indefinición de las fronteras de la Iglesia

La percepción acerca de la acción del Espíritu fuera de la Iglesia,  plantea nuevos retos que cuestionan la religiosidad tradicional al interior del catolicismo. Jesús no solo nos revela un Dios compasivo y apasionado sino que nos revela también, en su misma persona,  y en el programa de las Bienavanturanzas, la identidad más profunda de lo humano. Pero además, dirá Trigo, por su Espíritu que está en el corazón de todo ser humano, nos capacita a la fraternidad más allá de toda frontera. Y si hay Espíritu en el mundo, la vida y la historia poseen valor revelatorio. Y esta realidad interpela a la Iglesia a cambiar profundamente mucho de su discurso y de su organización, si quiere ser fiel al seguimiento de Jesús. Pero esta toma de conciencia, que de alguna forma se expresa en el Vaticano II, ubica a la comunidad cristiana ante la incertidumbre, ante el misterio de Dios, y por lo tanto ante una exigencia de humildad y de búsqueda colectiva que al parecer no ha sido fácil asumir en la vida concreta. ¿Acaso no pudo la Iglesia enfrentar ese desafío? ¿Era necesario regresar a certezas pasadas por razones pedagógicas y para evitar una mayor deserción? Regresar a esas certidumbres del pasado ¿no ha producido otra desbandada silenciosa aún mayor?

EL CONCILIO Y JUAN PABLO II

El Concilio había, pues, abierto grandes posibilidades de empezar a revertir ciertos procesos históricos que alejaron a la Iglesia de la propuesta de Jesús. Evidentemente se trataba de un trabajo lento y largo, pero lo importante era ir caminando en la dirección adecuada. Sin embargo la llegada al papado de Karol Woytila, Juan Pablo II, fue un claro retroceso. Sin necesidad de eliminar los organismos colegiados, los volvió irrelevantes y regresó a la estructura de corte monárquico y  sacralizada que se había refrendado en el Concilio Vaticano I. Ha ejercido la autoridad,  no como el obispo de Roma, comunidad con relativa primacía sobre las demás Iglesias, y utilizada solo en caso de necesidad, sino como un hiper-obispo dueño de una especie de diócesis universal, lo cual no  tiene ningún fundamento teológico. Enfatizó la supuesta misión exclusivamente religiosa de la Iglesia, pero llevando simultáneamente, y con supuestos fines religiosos,  una clara acción política fuertemente ideologizada a lo largo y ancho del mundo. Reforzó un dogma desvinculado de la experiencia de la comunidad cristiana, una moral heterónoma y un culto cosificado, con el consecuente refrendo de la dicotomía clérigo-laico. Hasta en los más mínimos detalles, como el de dar la comunión en la mano, regresó al laicado a su minoría de edad. ¿Es el invierno de la Iglesia? como llamó Karl Rahner a este período del que él compartió una parte. ¿Se podrá retomar el  Concilio? ¿Qué es ser católico hoy? ¿Ser incondicional del Papa o ser incondicional de Jesús con la tensión dolorosa que eso supone?

La búsqueda de una identidad cristiana más cercana al  Evangelio, está vigente. Numerosas comunidades por el mundo lo evidencian. Se trata de comunidades en búsqueda de cómo ser católico hoy. Se trata de comunidades que desean ser fermento de  una iglesia comunitaria, profética, comprometida y contemplativa.

Para ser iglesia  comunitaria ¿Cómo vivir el “nosotros en la fe”, que no es la suma de las fes individuales, ni la dicotomía cléro/laico de la que se ha hablado? ¿Cómo no dejar de estar vinculado sa la herencia del testimonio inicial de los apóstoles, sin quedar sofocados por estructuras y andamiajes no cristianos? ¿Cómo vivir la mediación de la comunidad sin sacralizaciones inadecuadas pero también sin sectarismo insanos?

Para ser iglesia profética y comprometida ¿Cómo vivir en Iglesia de modo a evidenciar que toda la realidad es sacramento de salvación, y que esa salvación se arraiga en la construcción de la fraternidad?

Para ser Iglesia contemplativa, ¿cómo agudizar nuestra alma para descubrir que a través del saeculum se cuela siempre el Espíritu de Jesús y reforzar la convicción de que hay una fecundidad subterránea que trasciende la cotidianidad?

Para ser una Iglesia madura ¿cómo caminar juntos con espíritu ecuménico y ayudándonos unos a otros, cristianos o no,  a crecer?

Para terminar quiero compartir mi convicción esperanzada de que la autenticidad se vive más en los subterráneos de la realidad que en la superficie y que desde los subterráneos, eso que llamamos Iglesia se vincula con toda la humanidad, asumida toda por Cristo.

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El País, 11 de enero de 2003

SOY UN TEÓLOGO LIBRE

El autor, teólogo que acaba de ser condenado por el Vaticano, lamenta que el estudio de su obra realizado por el ex Santo Oficio de la Inquisición haya evitado el diálogo,
al que se declara dispuesto

JUAN JOSÉ TAMAYO

MADRID.

La Congregación para la Doctrina de la Fe me ha hecho el honor de ocuparse de mi obra teológica durante tres años como antes lo hiciera con la de mis amigos Hans Küng y Leonardo Boff. La Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española ha hecho suyos los resultados del estudio. Nunca imaginé que el Vaticano y los obispos españoles dieran tanta importancia a mis investigaciones.

Seguro que ha sido un trabajo concienzudo e intenso, dada la amplitud de mi obra: dos tesis doctorales, cerca de 1.000 artículos en medios de comunicación, más de 2.000 recensiones de libros de filosofía, teología y ciencias sociales, 500 estudios en revistas especializadas, y más de 30 libros. El último acaba de aparecer en la editorial Trotta con el título Nuevo paradigma teológico. Seguro que seguirá dando trabajo por este año a los detectives del Vaticano y de nuestro episcopado.

Mi primera reacción ante las críticas a mi teología no puede ser otra que la del agradecimiento. ¡A cuántos colegas les gustaría que Roma se ocupara de sus libros, aunque fuera para darles un pequeño tirón de orejas y tener la oportunidad de someterse humildemente al veredicto vaticano! Pero no lo consiguen. Y yo, que soy un teólogo libre por opción y convicción desde mis años mozos, que no pertenezco al clero ni dependo de obispo alguno, ni enseño en los santuarios de la dogmática católica, me encuentro con la sorpresa de ser estudiado por parte de la más alta instancia teológica romana y española. Así que ¡muchas gracias! Y no es un cumplido, y menos una ironía, aunque algo de irónico tiene el que se me considere teólogo heterodoxo, cuando yo soy el primero en reconocerlo, siguiendo la invitación de san Pablo. "Conviene que haya heterodoxos" y haciendo realidad la afirmación de Ernst Bloch: "Lo mejor de la religión es que hace heterodoxos".

Pero con mi agradecimiento va mi sorpresa de que se me haya estado investigando sin consultarme y de que se me comunique la existencia de una Nota y de un Informe de descalificación de mis ideas cuando la investigación estaba cerrada. Con lo fácil que hubiera resultado haber mantenido un diálogo entre colegas, aunque no hubiéramos llegado a un acuerdo. Habermas nos ha enseñado que la razón es dialógica, no autoritaria. Lástima que el estudio de mi obra haya sido para condenarme sin oírme, y no para llevar a cabo un debate a fondo sobre las grandes cuestiones debatidas hoy en la teología. Lo hubiera aceptado gustoso, pero no en las dependencias del viejo Santo Oficio, sino en la Academia, con luz y taquígrafos.

Y con la sorpresa, un reproche: que siempre que el Vaticano se dedica a investigar a los teólogos y las teólogas se preocupe de la ortodoxia más que de la ortopraxis. El cardenal Ratzinger sabe que para un teólogo cristiano el Evangelio es anterior al dogma, el seguimiento de Jesús de Nazaret, anterior a la obediencia al papa, el Sermón de la Montaña que el código de derecho canónico y la construcción del reino de Dios, más importante que la edificación de la Iglesia.

Siempre me he sentido muy en sintonía y solidaridad con los teólogos malditos y los reformadores que en la historia del cristianismo han sido. Pero ahora con mayor motivo. Haré memoria subversiva de algunos de ellos. El primero es Jesús de Nazaret, judío reformador, crítico de su religión e iniciador de un nuevo movimiento liberador: el cristianismo. Recuerdo a Arrio (256-336), sacerdote piadoso, que situaba a Jesús en la máxima cercanía de Dios, pero no lo reconocía como Dios para salvar el monoteísmo cristiano. Fue condenado el año 325 en el concilio de Nicea, convocado por el emperador Constantino en su palacio de verano para asegurar la unidad de la Iglesia. No me olvido de Nestorio (fallecido en el año 451), patriarca de Constantinopla, que no reconocía a María como madre de Dios, sino como madre del hombre Jesús de Nazaret. Fue condenado en el concilio de Éfeso (431), privado de toda dignidad eclesiástica y expulsado de la Iglesia. Murió exiliado en el desierto egipcio. Otro heterodoxo fue Prisciliano (350-384), obispo de Ávila, que practicaba una vida ascética rigurosa. Acusado de conducta inmoral y de magia, fue el primer hereje a quien se aplicó la pena capital.

En plena Edad Media nos encontramos con Joaquín de Fiore (muerto hacia 1203), eremita de Calabria y visionario apocalíptico que anunció la utopía de la era del Espíritu. A pesar de que el papa Gregorio IX intervino en su favor, su obra fue considerada subversiva y condenada. El Maestro Eckhart (1260-en torno a 1327) fue una de las cumbres de la mística de todos los tiempos. El papa Juan XXII condenó parte de su obra por herética después de muerto.

No faltaron mujeres acusadas de herejía. La mística beguina Margarita Porete (muerta en 1310) cayó en manos de la Inquisición, que la encarceló. Su libro Espejo de las almas simples anonadadas fue aprobado por tres clérigos, pero fue prohibido bajo pena de excomunión y quemado en la plaza pública por orden de Guido II, obispo de Cambrai. Declarada hereje y relapsa por la Inquisición, fue entregada al brazo secular, que la quemó viva en 1310 en la plaza parisina de Grève ante la presencia de las autoridades eclesiásticas y civiles. Guillerma de Bohemia (muerta en 1281), buscadora de Dios y maestra de vida espiritual, a quien acudían hombres y mujeres pidiendo consejo y consuelo, contó con el apoyo de los cistercienses, que la enterraron en su abadía de Chiaravalle, donde los milaneses la veneraban como santa. La Inquisición, empero, mandó desenterrar su cadáver y quemarlo públicamente.

Juan Hus (1369-1415), rector de la Universidad de Praga, persona fervorosa, y de moral intachable, criticó con dureza al clero y a los obispos ricos y cuestionó las formas de piedad superficial. Defendió una Iglesia desligada del poder temporal. Acudió al concilio de Constanza con una promesa de inmunidad que no se cumplió. El concilio de Constanza lo condenó por hereje y lo entregó al emperador Segismundo, quien le hizo morir sofocado por el humo de la pez.

Lutero (1483-1546) criticó a la Iglesia simoníaca que vendía la salvación a precio de oro, y puso en marcha la Reforma protestante centrada en la subjetividad de la fe, el espíritu comunitario y la primacía de la Biblia sobre los dogmas. Un papa lo excomulgó, León X, y casi cinco siglos después otro papa, Juan Pablo II, pidió perdón por esa condena.

La Iglesia católica fue inflexible con la incipiente ciencia moderna y persiguió a algunos de sus principales cultivadores. Giordano Bruno (1544-1600) fue apresado por la Inquisición y quemado en el romano Campo de las Flores. Galileo Galilei (1564-1642) tuvo que comparecer ante el tribunal de la Inquisición, que condenó su teoría científica por herética en 1633, y vivió su ancianidad bajo la vigilancia de la Inquisición.

El místico Juan de la Cruz (1542-1491) colaboró con Teresa de Jesús en la reforma de la vida religiosa orientada a vivir el evangelio en toda su radicalidad y en clave humanista, en un clima fraterno, con sencillez y sin excesos rigoristas. Carmelitas calzados, algunos seglares y gente armada lo detuvieron y lo encerraron en una celda del convento de Toledo, donde permaneció medio año. Logró huir. Al final de su vida los propios carmelitas descalzos lo persiguieron y difamaron. Fue canonizado en 1726 y declarado doctor de la Iglesia en 1926.

El teólogo y filósofo Antonio Rosmini (1797-1854) puso el dedo en las cinco llagas de la Iglesia: la división entre el clero y el pueblo en el culto público, la insuficiente educación del clero, la desunión de los obispos, el nombramiento de los obispos abandonado al poder secular y el mantenimiento del feudalismo, que ha terminado por suprimir la libertad de la Iglesia, de donde derivan todos sus males. El libro que señalaba esas llagas fue a parar al Índice de Libros Prohibidos. Siglo y medio después, se ha iniciado su proceso de beatificación. ¡Contradicciones de la vida!

Los teólogos modernistas que quisieron compaginar cristianismo y modernidad, derechos humanos e Iglesia, fracasaron en el intento. Uno de los más significativos fue Alfred Loisy (1857-1940), autor de importantes obras exegéticas, entre ellas El Evangelio y la Iglesia, donde puede leerse esta sentencia lapidaria: "Jesús predicó el reino y vino la Iglesia"·

El dominico Chenu (1895-1990) fue procesado por su libro Una escuela de teología: Le Saulchoir, que terminó en el Índice de Libros Prohibidos. En la década de los sesenta participó activamente en el Vaticano II e inspiró la Gaudium et Spes. No le fue mejor a su hermano de orden Congar (1904-1995), que sufrió tres destierros, fue desposeído de su cátedra y tuvo que soportar la censura de sus libros. Unos años antes de morir, Juan Pablo II lo nombró cardenal.

Bernhard Häring, uno de los principales renovadores de la moral católica, se mostró contrario a la publicación de la Humanae Vitae. Desde entonces, fue controlado por funcionarios de la Congregación para la Doctrina de la Fe que lo seguían a todas partes. Escribió una carta al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la que le confesaba: "Preferiría encontrarme nuevamente ante un tribunal de Hitler" a comparecer ante la Congregación romana que le juzgaba. Su proceso, que duró ocho años, fue calificado por el propio Häring de "auténticas tribulaciones", porque coincidió con la aparición de un cáncer de garganta que le obligó a someterse a siete intervención quirúrgicas, seguidas de la terapia de cobalto. ¡Faltó compasión!

Hans Küng (1928) fue llamado por Juan XXIII para participar como perito en el Concilio Vaticano II, siendo muy joven. Quince años después, la Congregación para la Doctrina de la Fe declaró: "Se aparta en sus escritos de la plenitud de la verdad católica y... no puede ser considerado teólogo católico ni enseñar como tal". Casi la misma descalificación que acaba de aplicárseme a mí.

Leonardo Boff fue silenciado dos veces: la primera, por nueve meses, aceptó el silencio; la segunda, por tiempo indefinido, lo consideró una humillación y abandonó la Orden franciscana, no el espíritu de san Francisco. Ivone Gebara también ha sido sancionada por unas declaraciones en torno al aborto sacadas de contexto.

Ahora les toca el turno de las sanciones a los pioneros del diálogo interreligioso e intercultural. Uno ha sido el teólogo de Sri Lanka Tisa Balasuriya, condenado por el Vaticano por sus interpretaciones del pecado original, la divinidad de Cristo y algunos dogmas sobre la María y por su intento de presentar el mensaje cristiano en diálogo con las religiones orientales, mayoritarias en Asia. Fue suspendido a divinis por negarse a suscribir una profesión de fe que consideraba voluntad divina la exclusión de la mujer del sacerdocio. Unos años después, Roma le levantó la suspensión.

Otro de los caídos por mor del diálogo interreligioso ha sido Jacques Dupuis, profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, que vivió y enseñó en la India durante cerca de cuarenta años y ha elaborado "una teología cristiana del pluralismo religioso". La Congregación romana le ha acusado de graves errores contra elementos esenciales de la fe divina y católica.

De este breve recorrido por la historia de la heterodoxia cristiana se pueden sacar algunas lecciones: 1ª. La mayoría de los condenados se caracteriza por una experiencia religiosa profunda, vida ejemplar, compromiso con los sectores marginados y gran coherencia entre pensamiento y práctica. 2ª. Casi todos demostraron fortaleza de espíritu y lucidez de mente, y no se dejaron amedrentar ni por el fuego de las hogueras, ni por las excomuniones, ni por las expulsiones de sus cátedras, ni por las amenazas de castigos eternos, que sólo existen en la imaginación de quienes amenazan. 3ª. Dialogaron con la cultura de su tiempo e hicieron avanzar la reflexión teológica. 4ª. Con el paso del tiempo, muchos fueron rehabilitados, y algunos, canonizados. No puedo estar, por ende, en mejor compañía.

Mantengo la mano tendida para dialogar. Ahora bien, para iniciar el diálogo, me gustaría recordar al cardenal Ratzinger y a sus colaboradores el verso de Antonio Machado: "¿Tu verdad? No. Guárdatela. La verdad. Vamos a buscarla juntos".

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ECLESALIA, 11 de enero de 2003

NOTA DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS JUAN XXIII

A propósito de la nota Informativa de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal Española, sobre el libro del teólogo Juan José Tamayo, secretario de nuestra Asociación, titulado "Dios y Jesús. El horizonte religioso de Jesús de Nazaret" (Trotta, Madrid, 2000, 182 páginas)

ENRIQUE MIRET MAGDALENA, presidente;
JOSÉ MARÍA CASTILLO SÁNCHEZ, vicepresidente;
CASIANO FLORISTÁN SAMANES, vocal. 11/01/03

MADRID.

Nuestra sorpresa es grande por el hecho de que, durante la investigación de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Comisión episcopal española correspondiente sobre el libro, no se haya dialogado con el autor con el fin de aclarar conceptos y razones vertidas en el mismo. Ha olvidado la Comisión que el Papa Juan XXIII fue el gran iniciador del diálogo en el Iglesia, pues creía que tal intercambio daba luz en el camino de la verdad. Y sobre todo hacen caso omiso de la encíclica de Pablo VI "Ecclesiam Suam", en la que pide el Papa que "la Iglesia se hace coloquio", y que este "diálogo debe hacerse sin límites y sin cálculos", cosa que en este caso ha brillado por su ausencia, sin tener en cuenta el espíritu dialogante del Concilio Vaticano II.

Algunas de las afirmaciones de esta Nota son cuestiones que la teología católica actual está debatiendo, porque la expresión de los dogmas es muchas veces perfectible y debe acomodarse a la cultura de nuestro tiempo, como están haciendo muchos teólogos nada sospechosos, hoy elevados al cardenalato por el Papa actual como Karl Lehmann y Walter Kasper. Como teólogos que conocemos el pensamiento de Juan José Tamayo, consideramos totalmente infundada la acusación que le hace la Nota episcopal de negar la divinidad de Jesucristo y la resurrección.

El lector sencillo de esta Nota fácilmente creerá que es un cierto castigo que imponen a Juan José Tamayo, cuando lo único que afirma la Comisión, como conclusión de su confusa Nota, es que Tamayo no tiene misión canónica para enseñar en Instituciones de la Iglesia, cosa que les ocurre a todos los teólogos católicos que no enseñan en ninguna de ellas, sino en otro tipo de Centros no dependientes de la Iglesia oficial. Y afirma sin demostrar que en sus publicaciones sigue Tamayo una trayectoria que se aparta de la comunión eclesial, sin distinguir que algunas de sus interpretaciones en lo referente a la resurrección y a la divinidad de Jescucristo, por otro lado frecuentes en otros muchos teólogos, no coinciden con ciertas ideas publicadas por la Iglesia oficial, pero que sin embargo no son definitivas, aunque las mantengan algunas autoridades en ella. Hay que recordar que Juan Pablo II, en su encíclica "Fe y Razón", pone a muchos pensadores católicos como "ejemplos significativos" y los llama "maestros.. en la búsqueda de la verdad", aunque añade que él no trate de avalar todo su pensamiento, pero de él se "han obtenido considerables beneficios". Y eran pensadores que en su tiempo fueron criticados por la Iglesia oficial, e incluidos algunos en el "Índice de Libros Prohibidos", como Rosmini que lo cita a pesar de ello laudatoriamente el Papa, y muy recientemente ha tenido que confesar el cardenal Ratzinger que fue aquella una medida equivocada. Y, por si fuera poco lo antedicho, Juan Pablo II publicó la Carta Apostólica "Ante el tercer milenio" pidiendo perdón por los errores y persecuciones cometidos por la Iglesia oficial en los veinte siglos de su historia.

Respecto a la Asociación de Teólogos/as Juan XXIII hay que aclarar que, efectivamente, no tiene estatuto canónico sino que, al ser una entidad ecuménica, es una Asociación civil a la que pertenecen teólogos protestantes. Esto es una muestra práctica del ecumenismo que constantemente está favoreciendo y pidiendo el Papa.

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Europa Sur, 13 de enero de 2003

DERECHOS HUMANOS Y TEOLOGÍA

JUAN A. ESTRADA, teólogo y profesor de la Universidad de Granada

Me es evidente que Roma jamás ha buscado ni busca sino una sola cosa: la afirmación de su autoridad. El resto no le interesa sino como lugar de ejercicio de esa autoridad. Salvo un cierto número de casos, representados por hombres de santidad y de iniciativas, toda la historia de Roma es reinvidicación, fundamentación, de su autoridad, y destrucción de todo aquello que no se conforme con la sumisión". Estas duras palabras no provienen de un panfletario ni de una persona marginal a la Iglesia, sino del dominico Cardenal Congar, a propósito de las intervenciones del Santo Oficio de la Inquisición contra él y su teología. El siglo XX ha sido pródigo en teólogos que han protestado contra los procedimientos del Santo Oficio, hoy renombrado como Congregación para la doctrina de la fe. El gran teólogo Bernhard Häring, quizás el moralista católico más importante del siglo, decía poco antes de morir que prefería encontrarse de nuevo ante los tribunales de la Gestapo a pasar por los de la Congregación de la fe, y el conocido Karl Rahner se lamentaba antes de su muerte de haber sido demasiado condescendiente con la autoridad de la Iglesia, además de haber criticado duramente los procedimientos de enjuciamiento de los teólogos.

En el siglo XXI parece que las cosas no han cambiado demasiado. Toda la prensa comenta la dura nota de la Comisión Episcopal de la doctrina de la fe, que condena un libro de Juan José Tamayo, uno de los teólogos más conocidos de España, en nombre propio y el de la Congregación romana. Se le acusa de hereje, de arriano, es decir de negar la divinidad de Cristo, de negar la resurrección, de una actividad teológica incompatible con la de un teólogo católico y de ser presidente de una asociación de teólogos que no tiene aprobación canónica y, "por tanto, no es una asociación de la Iglesia católica".

Se condena un libro escrito hace tres años, sin que haya habido en este tiempo ningún diálogo con el autor sobre su escrito; sin que éste conozca quiénes son los teólogos que han asesorado a la Comisión, ni los informes concretos que han aportado. De nuevo el secretismo al servicio de una Comisión en la que las mismas instancias hacen de fiscal, juez y ejecutor de la sentencia. Exactamente la queja formulada por Rahner hace 25 años. Resulta increíble que esto ocurra en el siglo XXI, pero no hay que olvidar que el Secretario de la Comisión de la Fe de hace quince años afirmaba que los sacerdotes y religiosos autolimitaban voluntariamente los derechos humanos "en obsequio gozoso de los valores del Reino". Esto se aplica ahora a Tamayo, sacerdote secularizado, mostrando que las personas han cambiado al frente de la Institución, pero ésta permanece como antes, al margen de la doctrina de los derechos humanos.

Pero el problema rebasa al teólogo concernido, cuando se afirma que una asociación de teólogos sin aprobación canónica no es asociación de la Iglesia católica. Toda la doctrina del concilio Vaticano II se basa en afirmar que la Iglesia no es la jerarquía, sino la comunidad y que la identificación de la voz jerárquica y la de la Iglesia, sin más, es un error teológico. Aquí se vuelve a la jerarcología, criticada por Congar: sólo es católico lo que tiene aprobación jerárquica. Como las intervenciones de Tamayo son críticas con la jerarquía, reflejando el malestar de muchos, católicos y no creyentes, ante los pronunciamientos y actitudes de los obispos, se le acusa de apartarse de la comunión eclesial, que se identifica con la de la jerarquía sin más. ¿En qué queda el pluralismo que hoy existe en la Iglesia? ¿Qué lugar se concede a la crítica en materias pastorales y teológicas? ¿No hay teólogos afines a la jerarquía que puedan discutir con los disidentes, sin recurrir a sanciones? No hay respuestas e incluso puede plantearse si hay sensibilidad para estas preguntas.

El problema está en que, mientras tanto, la jerarquía va perdiendo credibilidad y plausibidad en la sociedad y en la misma Iglesia. Aumenta el número de personas que no asumen doctrinas oficiales y comportamientos jerárquicos, que a veces se imponen sin ofrecer argumentos que convenzan. Los teólogos cada vez tienen más miedo a pronunciarse sobre temas problemáticos, porque saben que serán castigados. Se instaura así un régimen de miedo y autoridad, que recuerda los finales del pontificado de Pío XII, y se abre espacio a la hipocresía de los teólogos, también de unos pocos obispos, que en privado manifiestan su disconformidad con las líneas de actuación oficiales y en público guardan silencio o las asumen, para evitarse conflictos. No sabemos cuál será el futuro del cristianismo en las sociedades modernas del siglo XXI, pero hay poco que esperar de este tipo de actuaciones, que ni logran convencer ni imponerse. Por el contrario, confirman la constatación del Vaticano II de que los cristianos y eclesiásticos han sido muchas veces culpables del ateísmo y la indiferencia religiosa de muchos de nuestros conciudadanos.

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ECLESALIA, 15 de enero de 2003

QUERIDO HERMANO TAMAYO...

XABIER PIKAZA, Universidad Pontificia de Salamanca

Este viernes, 10 de enero del 2003, he vuelto a despertar perplejo y apenado, y no sólo por las manchas de galipote de nuestras costas, ni tampoco por los anuncios asesinos de la guerra, sino por la noticia de que la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe ha condenado o piensa condenar a Juan José Tamayo por su forma de pensar y de actuar dentro de la iglesia. La “nota” episcopal no ha aparecido todavía, aunque se ha filtrado con toda precisión su contenido. Por eso, antes de que ella aparezca en todos los medios, y con la esperanza de que pudiera evitarse su misma publicación, quiero mostrar públicamente mi perplejidad, mi desacuerdo y mi propuesta.

No quiero ni puedo valorar aquí la teología de conjunto del Juan José Tamayo, discutible, sin duda, en muchos puntos, como todo es discutible en el camino de la vida, menos el diálogo, el amor mutuo y el servicio a los pobres, tal como los ha vivido Jesús y los ha legado a sus seguidores, en una misión de evangelio que sigue abierta sobre el mundo. La teología concreta que viene elaborando J. J. Tamayo puede resultar y resulta, a mi juicio, algo parcial, pero eso debe discutirse y dialogarse en los mismos foros de la discusión teológica. Lo que no se puede hacer es condenarla, como hace esa nota episcopal. Estas son las razones principales de mi perplejidad ante ella:

  1. ¿En qué año estamos? Me parece que la Conferencia Episcopal se ha equivocado de siglo, queriendo mantener (¿controlar?) la unidad de fe de su “rebaño” con métodos de hace dos o tres centurias. Quizá ella olvida que no tiene rebaño al que guiar desde arriba, sino que todos los cristianos somos caminantes libres, dentro de un proyecto de humanidad y de evangelio que Jesús ha querido compartir con nosotros, haciéndonos testimonio de diálogo respetuoso y creador sobre el mundo.
  2. ¿Cómo piensan impulsar los obispos la ilusión y utopía de la vida humana y de la fe cristiana?  Con este tipo de declaraciones tienen perdida de antemano la credibilidad de la inmensa mayoría de las mujeres y los hombres (cristianos o no), que tienden a sentirse vinculados con aquellos que, como Tamayo, acaban apareciendo innecesariamente como víctimas. Quizá en otro tiempo  tuvieran sentido este tipo de declaraciones, cuando la sociedad en conjunto era autoritaria, cuando se pensaba que Dios es un poder que dicta desde arriba lo que somos y debemos hacer. Actualmente, esas declaraciones resultan de antemano contrarias al espíritu de libertad del evangelio y a la madurez de la conciencia humana, propia de la modernidad. Son además contraproducentes y acaban siendo, lo que es peor, una pérdida de tiempos.
  3. ¿Por qué ese miedo a las posibles desviaciones doctrinales? Quizá los obispos no se hayan dado cuenta de que hemos entrado hace ya tiempo en un nuevo “paradigma” o modelo de experiencia humana y religiosa que X. Zubiri, que ha sido quizá con Unamuno el mayor pensador cristiano de lengua castellana de nuestro siglo XX, definía como paradigma de la con-spiración, es decir, de la búsqueda compartida y dialogal de la verdad, que no es propiedad de una persona o grupo aislado, sino don y experiencia de la comunidad de creyentes que caminan inspirados en comunión (eso significa con-spiracion) por el mesianismo de Jesús. Tamayo pertenece, sin duda, a la comunidad de los con-spiradores, es decir, de los que buscan una inspiración evangélica y la ofrecen de un modo audaz, a veces algo molesto, al conjunto de la comunidad cristiana. En esa línea, su voz de espíritu resulta necesaria. Quisiera pensar que los obispos de la Comisión de la fe no actúan simplemente como represores de esa necesaria conspiración del evangelio.

He dicho que no me propongo apoyar sin más todos los planteamientos de Tamayo, ni él querría que lo hiciera, pues creemos ambos, con el cristianismo más profundo, que la verdad del hombre es dialogal y que sólo en el diálogo entre varias personas, en el gesto de amor mutuo, proclamado y ejercido de forma admirable por Jesús (y por otros grandes creyentes o pensadores y pobres de la historia) puede alcanzarse puede alcanzarse en don y utopía del reino. Por eso, en momentos de acusación como estos, quiero destacar tres rasgos importantes de la teología de Tamayo que resultan, a mi juicio, más necesarios ahora que nunca, sobre todo en relación con la experiencia y teología de Jesús:

  1. Tamayo viene defendiendo, de manera consecuente, una visión del Jesús Pobre, al servicio de los pobres y desde esa perspectiva ha escrito sus mejores trabajos sobre teología de la liberación, dirigiendo la Cátedra dedicada a I. Ellacuría en la Universidad Carlos III. El mismo dogma nos sitúa ante el Cristo solidario, el Cristo hermano de todos los excluidos de la tierra, que se expresa a través de una serie de comunidades creyentes que viven, sufren y gozan con los marginados y aplastados de la sociedad. Ciertamente, es necesario defender el “homo-ousios” de Nicea, para seguir descubriendo a Dios en la vida y mensaje de Jesús. Pero, al mismo tiempo, tenemos que destacar que Jesús es “homo-ousios” de una humanidad donde la mayoría son pobres y se encuentran excluidos. Este “segundo” homo-ousios forma parte del primero y se expresa en el compromiso práctico a favor de los pobres, es decir, de todos los sufrientes y aplastados de la tierra. Tengo la impresión de que los miembros de la Comisión de la fe no lo han tenido en cuenta de manera suficiente, pues en ese caso tendrían que ponerse a defender la Doctrina-Praxis de la Caridad, más que una fe separada de la vida.
  2. Tamayo viene defendiendo, también de una manera consecuente, la visión de Jesús Comunitario, hermano de los hermanos. En esa línea se sitúan sus escritos sobre la iglesia en su amplitud y hondura, como experiencia cristiana del Espíritu. En esa línea se enmarcan todos sus esfuerzos por recrear unas categorías y mediaciones dialogales para expresar el sentido de Cristo dentro de una iglesia abierta a todos los hombres. Es posible que en este campo sus escritos queden cortos, como nos está quedando corta una iglesia que parece cerrarse en sí misma, en vez de ser fermento de comunión “para todas las naciones” (si es que se me permite evocar las palabras de Jesús en la “purificación del templo”: Marcos capítulo 11). Ciertamente, la iglesia es un “misterio”, pero la esencia del misterio no consiste en la invisibilidad sino, más bien, en la trasparencia; por eso, una iglesia que no es trasparencia inmediata de comunión para todos los hombres, templo de nueva humanidad, pierde su sentido pascual.
  3. Tamayo se sitúa, finalmente, dentro de una perspectiva racional de apertura comunicativa, de diálogo universal, desde Jesús y con Jesús, hacia las culturas de la tierra. Está convencido de que, precisamente por ser Verdad, la verdad de Cristo no puede imponerse desde ninguna instancia superior, sino que se ofrece y comparte de un modo humilde y gozoso, en el día a día, en el codo a codo, en el canto a canto, de la gran tarea del ser humano, varón y mujer, que es revelación de Dios en su mismo camino humano. Este es un tiempo de comunión sanadora, abierta a todas las culturas y religiones de la tierra, de apertura racional y humana. Tamayo ha intentado trazar las líneas básicas de ese paradigma de comunicación, valiéndose en parte de la filosofía de J. Habermas, como Santo Tomás buscó la de Aristóteles. Es posible que no haya logrado encontrar las mediciones teóricas y prácticas que deben emplearse en este campo. Pero se ha situado en el camino. Quienes quieren cortarlo de antemano corren el riesgo de cerrarse al futuro.

Estoy dispuesto a discutir (dialogar) con Tamayo sobre mil cuestiones, como él sabe, aunque, por los azares de la vida, apenas nos vemos desde hace mucho tiempo. Yo le pondría objeciones mucho más serias que las que le ofrece la Comisión Episcopal, pero lo haría siempre en un nivel diálogo, sin terminar con amenazas y diciendo que su actitud “le aparta de la comunión eclesial”. ¿Qué significa esa palabra? ¿Qué no podremos gozar u orar con él, en gesto de misterio cristiano, desde el Dios de la vida?  ¿Qué no podrá participar más en la liturgia del recuerdo de Jesús y de la esperanza de su reino?

Me gustaría que me aclararan esas palabras que, por otra parte, me hacen temblar, quizá porque soy un cristiano de los antiguos y eso de “separarse de la comunión eclesial” me produce un gran miedo, por lo que significa de excomunión e incluso de procesos inquisitoriales que desembocaban en el asesinato ritual de los pretendidos “disidentes”. El temblor y el miedo no provienen de lo que le pueda pasar a Tamayo, que tiene aguante y amigos y bonhomía y utopía para seguir viviendo, con la ayuda del Dios de la vida. Provienen de lo que le pueda pasar a la iglesia.

He leído hace ya tiempo que, en casos de inquietud y crisis, las instituciones políticas y sociales se “defienden” condenando a los que parecen contrarios, buscando chivos expiatorios y ofreciendo unas consignas muy sencillas de seguridad a sus fieles o súbditos. Eso ha pasado no sólo en las dictaduras derecha o izquierda, sino en muchas otras instituciones de tipo social, religioso y económico. Tengo la certeza de que estas reacciones de condena provienen del miedo. Los grupos que reaccionan así y expulsan a los demás de su “comunión” acaban quedándose sin comunión, pues sólo saben construir cárceles y torres de seguridad, como las que está construyendo, en paralelo con cierta iglesia, un tipo de política de nuestro entorno.

Tengo miedo de esta sociedad y de esta iglesia, si es que buscan así su seguridad, pues terminarán destruyendo a sus “fieles” o quedándose vacías. Gracias a Dios, el Espíritu de Cristo sigue conspirando para bien y luz de la razón humana sigue brillando sobre esta vieja tierra, en caminos y formas que los poderosos de este mundo ignoran o no logran advertir, ocupados como están en la administración de sus propios poderes. Pero no soy puramente “voluntarista”, sino que quisiera que ese espíritu de utopía llegara (y debe llegar) a la misma iglesia oficial. Por eso rogaría a Dios que la Comisión Episcopal de la Doctrina de la fe no diga lo que quiere decir, que sus obispos se vuelvan atrás, que nos anuncien mañana en la prensa que todo ha sido un sueño y que la carta que  de  verdad han escrito a Tamayo es esta:

Dn. Juan José Tamayo, Madrid

16 de Enero de 2003

Querido hermano y amigo Juan José Tamayo: Desde hace tiempo venimos siguiendo, admirando y alentando, tus trabajos como pensador cristiano y teólogo comprometido con la causa de Jesús. Hemos reconocido siempre tu decisión a favor de los más pobres, tu espíritu comunitario, tu búsqueda de diálogo. Nos sentimos también emocionados por tu disposición a presentar  en los grandes medios de comunicación los valores, tareas y exigencias de nuestra común fe cristiana. Ciertamente, hay puntos en los que nos sentimos algo confusos: empleas a veces un lenguaje que no parece el nuestro; además, cuando hablas de Jesús, a veces no acabamos de entender algunas expresiones que utilizas... Pero esas son pequeñas cosas en comparación con el amor que expresan tus escritos, en comparación con la tarea de evangelio que vienes realizando. Por eso, queremos decirte que estamos contigo en esa tarea compartida que consiste en ofrecer un testimonio de vida y evangelio, con gran libertad, en medio de este mundo a veces duro, pero vibrante y emocionado en que nos ha tocado vivir. De todo eso nos gustaría hablar de vez en cuando contigo, y con otros pensadores como tú,  en torno a una mesa de pan y de vino, a la que invitemos también a los pobres. Es evidente que nosotros aprenderíamos mucho y quizá también vosotros, pues hemos corrido el riesgo de andar por caminos muy separados. Pásate un día por aquí y hablamos o dinos donde podemos ir a encontrarte.

Ha sido un placer poder decirte estas palabras y darte gracias por toda tu labor al servicio del evangelio. Te deseamos buen año, que sea muy feliz con tu esposa y con tus hijos, con todos tus amigos y que puedas y podamos seguir realizando una tarea de evangelio. Pide por nosotros. Un abrazo y hasta pronto.

Firmado XX, Obispo Secretario de

Comisión Episcopal de la Doctrina de la Fe

Sería hermoso que la nota de la Comisión Episcopal fuera como esta, seria más cristiano, sería simplemente más humano. Estoy convencido de que un día las cartas y “notas” relativas a la fe serán así entre los cristianos, en diálogo evangélico y racional, en respeto emocionado y comprometido, en comunión con los pobres. Yo, por lo menos, me apresuro, desde ahora, a mandarle esta nota a Tamayo, por si le vale, por si nos vale.

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