15 - Diciembre, 2002. En Cristo         

MEDIO

FECHA

TÍTULAR

AUTOR

Reinado Social

12/02

María “estaba encinta”, subió a Belén

Dolores Aleixandre

Misioneros Javerianos

12/02

Sueño de Navidad

Javier López Noriega

ECLESALIA

04/12/02

El futuro de Dios en nuestra sociedad

Juan José Tamayo

ECLESALIA

06/12/02

Dinero Dios

Carlos Ribera

ECLESALIA

16/12/02

En la hora oscura del amanecer

Pedro Casaldáliga

ECLESALIA

18/12/02

Somos uno en Cristo

Xavier Pikaza

Diario de Navarra

24/12/02

El nacimiento del Mesías

Casiano Floristán

La Vanguardia

28/12/02

Misa sin musa

José Ignacio Gongález Faus

Diario de Yucatán

31/12/02

Cuento de fin de año

Raul H. Lugo


Reinado Social -Suplemento-, Nº 850, diciembre de 2002

MARÍA, "QUE ESTABA ENCINTA", SUBIÓ A BELÉN

DOLORES ALEIXANDRE, religiosa, profesora de Biblia en la Universidad Pontificia de Comillas

MADRID.

También José, que era de la estirpe y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa, María, que estaba encinta. (L. 2, 1-4)

Dos personajes centran la escena: José y su esposa, María, "que estaba encinta". Una mujer que encierra en su seno una nueva vida es signo de esperanza, fecundidad y apertura al futuro. La experiencia contraria es la de esterilidad que, según la mentalidad de Israel, confina a la mujer en el ámbito de lo inútil, lo improductivo, lo cercano a la muerte. Por eso, cuando los narradores bíblicos recuerdan mujeres estériles recibiendo de Dios el don de la fecundidad, están tratando de expresar lo mismo que cuando hablan del éxodo o de la creación: el paso del Mar sólo pudo ser atribuido al Dios que quiso sacar a su pueblo del oprobio de la esclavitud; fue también su acción creadora la que hizo surgir el mundo del vacío y del caos y algo así acontece en el paso de la esterilidad a la fecundidad: son experiencias pascuales que hacen salir de una situación de muerte e introducen en el ámbito de la vida.

Por eso, la imagen de María encinta, caminando con fatiga hacia Belén, nos invita a descubrir nuestra posibilidad de ser un espacio abierto capaz de ser fecundo, de acoger, guardar, proteger y alimentar la vida.

Sobre José, el otro personaje de la escena, recae la responsabilidad de acoger esa vida frágil de la que María está grávida. Según el Evangelio de Mateo, ha escuchado en sueños: "No temas recibir a María en tu casa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo" (Mt 1,20). Un sueño es un camino que nos conduce a nuestra profundidad y que nos permite descubrir otras formas de realidad que no nos son accesibles en estado de vigilia. Lo que José recibe en el sueño es la llamada a una existencia liberada del temor, a pesar de que la mujer que ha entrado en su vida y va a entrar en su casa, María, lleve en sus entrañas a Alguien a quien muchos calificarán de agitador, blasfemo, poseso o loco. La vida entera de José, el justo, va a quedar desestabilizada a partir de este momento porque, lo mismo que Moisés ante la zarza ardiente, ha sido invitado a acercarse al misterio del Dios hecho hombre. Exteriormente el mundo se queda como estaba, aparentemente nada ha cambiado, si no es este hombre que obedece calladamente a la vocación recibida en sueños.

El mensaje escuchado por José está hoy también dirigido a cada uno de nosotros y, como él, recibimos la llamada a no tener miedo de que María, la portadora de Jesús, entre en nuestra casa. Nuestros miedos podrían consistir en presentimiento de que si Jesús, a través de María, llega a nuestra casa, otros muchos entrarán con él y nos complicarán la vida; el temor de que, si él se pone en el centro, habrá que remover y dar la vuelta a muchas de nuestras viejas costumbres e ideas; el de que esos okupas indeseables que nos invaden y que llevan por nombre egoísmo, insolidaridad, desesperanza..., tendrán que ser expulsados por la ventana.

Quizá tememos también que Dios se adentre en nuestra vida, pero es porque lo nombramos con nombres de extraños ídolos que nos hemos fabricado y que hemos puesto en su lugar: el dios-frente-a-nosotros que nos cierra el paso a una felicidad plenamente humana; el dios-del-más-allá, desentendido y sordo ante nuestros sufrimientos y problemas; el dios-acusador que nos observa escudriñando severamente nuestros pecados y equivocaciones; el dios-contra-nosotros, siempre propenso a enviarnos desgracias y calamidades para probarnos y purificarnos...

Pero, si hoy podemos perder el miedo, es porque Dios quiere ser llamado con otro nombre familiar y próximo: Emmanuel, Dios-con-nosotros; Jesús, Dios-que-salva.Y esa es la gran noticia que en Navidad nos anuncia con júbilo la Iglesia.

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Misioneros Javerianos, Nº 391, diciembre de 2002

SUEÑO DE NAVIDAD

JAVIER LÓPEZ NORIEGA

MADRID.

¿Sabes, Jesús? Tengo un sueño. Uno de mis amigos dice que todas las cosas grandes empiezan por un sueño, que todas las cosas grandes empiezan por el lado más pequeño.Y yo te tengo ahí, delante, pequeño, sollozante, en un comedero de animales porque bueno, en fin, ya sabes, cómo iba a quedar hueco en la posada.

Y el sueño empieza por Ti, por lo tuyo, por tus ganas de decirnos a la cara, mirándonos a los ojos, de tú a tú, que tus planes eran otros, que este mundo puede saber a Dios, que el Padre nos amaba ya antes de nacer y nos amará por todas las eternidades. A cada uno de nosotros que andamos por esta Tierra. Y claro, tenías que venir que verlo, que vivirlor como un hombre más, mezcla de carne y tiempo. Ahorar como un niño más. El principio del sueño.

Por eso, déjame que te cuente mi sueño de Navidad, la de cada uno de nosotros, tú y yo, la de la Navidad de la puerta de al lado, la del país de más allá pequeñas partes de ese gran sueño-realidad de un Dios que es Dios-con-nosotros, más allá de las barreras del espacio y el tiempo.

Misterio de madre

El sueño de una Navidad de familia sentada a la mesa, en Nochebuena, con la bendición de la cena y un recuerdo para los que ya no están. De paseo juguetón de un nieto de la mano de su abuelo, ese cómplice grande de sus travesuras. De cansancio satisfecho de una madre que limpia pañales, inventa un puré y prepara el baño. De madre, ese misterio absoluto que nace con el hijo y que vive junto a él, por encima de él, por debajo... que lo abarca y lo asume.

Una Navidad de beso primero de enamorados, como un secreto furtivo dicho de labio a labio, como una caricia de mano torpe y hormigueo en las piernas. De abstinencia y alivio por una nueva victoria callada, temporal frente a la droga: hoy aguanté, que mañana no me muerda esa bestia.

La Navidad del recluso al que hoy sí, después de tanto tiempo, alguien le mira a la cara como una persona y pierde una mañana para saber de él, sobre todo de su futuro, no de batallitas del talego. La del que sólo por un día, que hay que celebrarlo, puede saltarse el cóctel que mantiene a raya la sombra alargada del SIDA. La del inmigrante que, después de un día agotador de trabajo, puede reunirse con los suyos, saber de su familia del otro lado y divertirse con sus amigos de allá y los de acá, sin importar el país.

Universal

Sueño con una Navidad de luces, Santa Claus y el White Christmas de Bing Crosby en Nueva York. Con la de la sonrisa de una mujer afgana que puede despojarse del burka y contemplar el mundo tal cual es, sin que parezca una película codificada del Plus. Con la de una noche de silencio en la gruta de Belén, sin el estruendo de los asesinatos selectivos de Israel o los hombres-bomba de Palestina. Con la de una noche de jolgorio en las favelas de Río.

Una Navidad que nos dé la primicia del fin del terror en España, que nos atruene con los bailes de tambores del Burundi (el grito de un África que despierta), que nos impregne del olor a currys y samosas de una fiesta en los slums de Calcuta.

Una Navidad que, por fin, también nos regale una Iglesia en primavera, que no sea ya cosa de curas sino de todos, novia del pueblo, testigo inquieto y rebelde, confidente de cada hombre y mujer.

Mis sueños de Navidad. Los que creo leer en tus ojos de niño, Jesús. En tu mirada de nueva humanidad, con la que todo parece contener un secreto y el ahora condensa el ayer y el mañana.

FELIZ NAVIDAD.

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ECLESALIA, 4 de diciembre de 2002

EL FUTURO DE DIOS EN NUESTRA SOCIEDAD

JUAN JOSÉ TAMAYO-ACOSTA. Trascripción realizada por Manuel González de lo más significativo de su conferencia impartida en Málaga el 28/06/02

MADRID.

INTRODUCCIÓN

El Futuro de Dios en nuestra sociedad ha sido un título acertado porque es importante tomar conciencia de que, a través de los medios de comunicación, pastorales y documentos eclesiásticos, se hable más hoy de la Iglesia que de Dios, del futuro del papado que del futuro de Dios, de las crisis de las instituciones que de la crisis de muchos en su fe en Dios. Y Dios es más importante que la Iglesia, aunque ésta con bastante frecuencia se interfiera en su camino, le suplanta y le quita protagonismo.

Y Dios es un tema importante porque es un hecho cultural y porque en muchos de nosotros y en muchos en nuestro entorno lo están viviendo en una experiencia vital, profunda y radical

No quiero en esta charla hacer de adivino sobre el futuro de Dios. Quiero, más bien, hacer un esbozo de análisis socioreligioso de nuestra cultura en relación con el problema de Dios viendo cual es la temperatura de la creencia-increencia. Para a continúan decir algo también acerca del futuro de Dios en nuestra sociedad en los espacios de la mística, la liberación y del diálogo y espiritualidad con las distintas religiones.

1.- EL FENÓMENO DE LA SECULARIZACIÓN

Antes de hablar de la creencia e increencia creo necesario destacar un fenómeno peculiar de nuestra sociedad: la secularización de. Objetiva, de la sociedad e instituciones, y subjetiva, apelación a la conciencia sin necesidad de que ésta se someta a dictámenes superiores, a verdades reveladas, a ideas trascendentes.

La secularización es fruto de un cambio de paradigma con relación a lo sobrenatural. Han cambiado los paradigmas en la astronomía, la medicina, la economía. la política ... también con relación a Dios. Es fruto de conocimientos y maduración de la sociedad. Un fenómeno que se ha venido gestando a lo largo de los cuatro últimos siglos en la cultura occidental Una necesidad histórica que ha durado más de lo debido el hacerse realidad. (Justamente ha supervivido desde el año 380 en que Teodosio el Grande en el Edicto de Tesalónica convierte la religión católica en religión del Estado hasta el Concilio Vaticano II) . La muerte de la cristiandad, de nuestro nacionalcristianismo, era una muerte anunciada. Hoy la secularización se nos presenta como un signo irrenunciable de nuestra cultura. Signo positivo de manera global.

Consiste la secularización en la emancipación de las realidades temporales, es decir, de todos los campos de la existencia humana -el campo del saber, del tener, del quehacer, de la política, la ética, la economía - de la tutela religiosa. En la secularización se vive la realidad humana con su propia autonomía y no precisa de la validación religiosa para que tenga su reconocimiento, su sentido y su orientación

Con la secularización la fe-increencia pasa a ser un fenómeno privado, algo que se mueve en el ámbito interior de las personas y donde tiene su propio espacio es en el culto. La religión y con la religión Dios, ha sido excluido, eliminado del ámbito público tanto social como cultural y político. Dios es una experiencia que se vive en el interior de las personas y en el interior del templo. Ser creyente o no creyente, no se presenta como un valor, ni da ni quita, no es relevante hoy socialmente

Fue reconocida por el Concilio Vaticano II. El Concilio ha reconocido por primera vez en la historia la autonomía de las realidades temporales y ha tomado una postura de diálogo con ellas. Hablando concretamente de ateísmo, más que condenarlo y dar pautas para defenderse e incluso atacarlo, nos hace ver como en su génesis los cristianos tenemos gran parte de responsabilidad y culpa. Y ello, dice, porque los cristianos:

- hemos velado en vez de revelado el verdadero rostro de Dios

- no hemos dado testimonio con hechos de lo que confesábamos de palabra

- y no hemos presentado de forma adecuada la verdadera imagen de Dios.

Consecuencias del fenómeno de la secularización

Desmoronamiento de la cristiandad la principal y más larga encarnación histórica del cristianismo. Con el fenómeno de la secularización la cristiandad ha muerto. Con la secularización la religión deja de ser manifestación social privilegiada. Dios pasa de la omnipresencia a la total ausencia; de la palabra escuchada en todos los sectores sociales, al silencio; de la compañía de Dios a la orfandad; de tener noticias de Dios por doquier, a carecer de información alguna sobre Dios. Dios no es un tema que aparezca en las portadas de periódicos y revistas, ni en los noticieros de los medios de comunicación. El Concilio Vaticano II, en palabras de José María González Ruiz, ha sido la tumba de la cristiandad

Desencantamiento del mundo. Los dioses, los espíritus y los seres sobrenaturales que en otros tiempos poblaban el mundo han dejado de habitarlo. Los únicos pobladores de este mundo son seres visibles y reconocibles. Han desaparecido los ámbitos sagrados: el tiempo sagrado, los lugares sagrados, las personas sagradas, las acciones sagradas, los libros sagrados... se vive la vida a ras de la inmanencia, sin necesidad alguna de apelar a la trascendencia.

La muerte de Dios. No es solo que se ha desmoronado la cristiandad, que el mundo se ha desdivinizado, sino que, a partir sobre todo de Nietsche, parece que cada vez se ve más claro, que Dios ha muerto. Ha muerto el Dios de la religión cristiana, que ha sustentado toda la cultura de nuestro tiempo, y el Dios de las diversas religiones.

La posibilidad de vivir la fe como mayores de edad. Es el aspecto positivo y enriquecedor de la secularización. La secularización ha creado un espacio privilegiado para que las personas creyentes de distintas religiones podamos vivir nuestra fe como adultos, sin tener necesidad de instancias superiores. Nos ha hecho posible vivir la fe desde una perspectiva de subjetividad. Hoy ser creyente exige vivir en el lema de la ilustración "atrévete a pensar" . Pensar, estudiar, confrontar ideas con otros no creyentes o creyentes en otras religiones, hasta llegar a vivenciar una fe que se vive sin acondicionamientos externos, pasando de aceptación de unas verdades y unas prácticas religiosas, de una credulidad infantil dirigida por otros, a una fe personal, subjetiva, vivida en la propia intimidad, fruto de un quehacer interior personal. Una fe abierta y dialogante con otros que se hacen otros planteamientos religiosos y que la podemos vivir dando razón de ser y sentido a nuestra vida

2.- LA CREENCIA-INCREENCIA

El Ateísmo

El ateismo es un acto expreso de negación de un ser trascendente. Es la formalización más radical y más extrema de la increencia No es lo mismo negación de Dios que negación del misterio. El ateísmo no niega la dimensión del misterio, la experiencia de lo sagrado, lo que niega es que esa experiencia abogue necesariamente a un ser trascendente.

La Indiferencia Religiosa

La indiferencia religiosa es uno de los fenómenos más generalizados de nuestro tiempo. Es la actitud de aquellas personas en cuya agenda en las 24 horas del día, en los 7 días de la semana, y en las 52 semanas del año no entra Dios en ningún apartado.

La idolatría

La idolatría no se mueve en el campo de la razón sino de los intereses, sobre todo de los intereses económicos. Es una constante histórica que desde Moisés, pasando por los profetas de la Biblia y últimamente desenmascarada por Jesús de Nazaret, se ha mantenido en los mismos parámetros. Es la mayor perversión de la religión y de Dios. Es la divinización de realidades temporales atribuyéndole los viejos atributos que antiguamente se le daban a los dioses: omnipresencia, omnipotencia, omnisciencia, providencia ... etc. Son creaciones humanas que dominan a todos sus súbditos, inclusos a sus creadores.

Su característica fundamental es poseer todos los poderes de Dios, sin aparecer como Dios, pasando inadvertido su poder divino. Exige, como los antiguos dioses sacrificios, incluso sacrificios humanos.

Hay ídolos en la raza, la etnia, la nacionalidad, la religión vivida de forma fundamentalista... pero hoy el ídolo por excelencia, omnipresente en nuestras vidas y en toda nuestra sociedad globalizada, es EL MERCADO

El mercado es hoy un dios monoteísta que tiene todas las características de un sistema de creencias que sustenta un ser trascendente. Como toda religión tiene sus dogmas: el pensamiento único. Sus textos sagrados: los escritos de los economistas oficiales. Sus lugares sagrados: Bancos, Cajas, Bolsas, supermercados, grandes superficies etc. Lugares que imponen un cierto respeto y que exigen comportamientos y actitudes de humillación propias de los lugares sagrados.. Sus expresiones sagradas: sacramentos o encuentros sagrados. Sus ministros: banqueros, jefes de empresas, economistas. Sus sumos sacerdotes: ministros de economía, de hacienda, los que dirigen los organismos internacionales como el FMI. , BM, OMC etc. Todos ellos pasan desapercibidos porque visten de paisano y la mayoría de ellos nadie los conoce. No dominan territorios sino personas que producen y consumen según sus directrices y sus intereses. Este ídolo, como el de las religiones antiguas, necesita de sacrificios, y sacrificios humanos, como el dios Moloc. Para que el mercado progrese en unos cuantos privilegiados exige el sacrificio de muchos que van quedando abandonados a su suerte en la cuneta. De 40 a 50 millones que mueren a diario de hambre en las exigencias del altar de su economía.

Sacrifica, además, la vida de la naturaleza a través de la tala de grandes bosques, polución atmosférica etc. Necesita, como los antiguos dioses, personal cualificado para defender las islas de sus adoradores y servidores: la policía, los guardaespaldas, los ejércitos... Y de condicionamientos para mantener silenciados y aplastados a muchas personas e incluso países y continentes que no interesan y que son silenciados porque no son relevantes económicamente.

El retorno de los dioses

Es algo que se ha producido contra todo pronóstico. Tuvo lugar a mediado de los años 70, cuando todos los sociólogos de la secularización hablaban de un fin de siglo que acabaría con la religión, algo que se presentaba como justificado y necesario. Me refiero al renacimiento de los fundamentalismo en las tres religiones monoteístas: el Islámico a partir de la revolución de Jomeini; el Judío a partir de los grupos neoortodoxos que implantaron la teología del Pueblo elegido y a partir de esa teología hicieron la vida imposible, negaron el territorio a los palestino y a los que hasta en nuestros días siguen masacrando; y el Cristianismo con un conservadurismo que se ha impuestos en las últimas décadas. La revolución fundamentalista y neoconservadora se ha impuesto en todos los campos y en todos los escenarios mundiales políticos, religiosos y cultural. Comenzó en la década de los 80 controlada y dominada por tres grandes hombres: Juan Pablo II, Margaret Tacheht y Regan y continua con sus más y sus menos hasta nuestros dias. El problema del retorno de estos dioses o religiones es que no resurge en lo que en ellas hay de más auténtico: el espíritu solidario, el amor a los más desfavorecidos, la actitud compasiva etc. sino más bien lo que emerger es la intolerancia, la violencia, la discriminación de género etc.

3.- ¿QUE FUTURO TIENE DIOS?

Ante este panorama tan sombrío, tan poco esperanzador y al mismo tiempo como algo que se nos presenta como fenómeno irreversible ¿podemos hablar de un futuro optimista refiriéndonos a Dios?

No pretendo ser adivino. Solo quisiera, ahondando en lo que de más auténtico encontramos en el cristianismo y en las diversas religiones, me atrevería a señalar estos caminos

Locuacidad del testimonio

El futuro de Dios va a depender más que de las condiciones externas, del ambiente socio-cultural-político, puede ser y va a ser una realidad por la capacidad de las personas y comunidades de creyentes para testimoniarlo y dar razón de él. Creo que es la clave de la bóveda del futuro de Dios.

No podemos esperar condicionamientos externos que ayuden, que creen un clima favorable, para que Dios vuelva a estar presente como antes en la sociedad. El clima de secularización e increencia que existe va a seguir aumentando de forma irreversible. La condición de posibilidad para un futuro digno de Dios en nuestra sociedad está precisamente en el testimonio, en la locuacidad del testimonio, que podamos dar los que nos decimos creyentes.

Creyentes místicos

Rhaner dijo que el Siglo XXI sería místico o no sería. Con esta frase se activaron las reservas más fecunda y más ricas que tienen todas las religiones, que es el horizonte de la mística, como encuentro de la divinidad en la profundidad del ser humano sin intermediarios y en una comunicación directa, personal y confiada. La mística no es solo un fenómeno religioso. El centro de la mística es Dios. La mística es un encuentro con Dios sin intermediarios. En la místicas nos unimos e igualamos los hombres de todas las religiones. Es muy difícil distinguir un místico de una religión y de otra. Nunca en la 20 siglos de nuestra historia hemos conocido una guerra entre místicos, ni siquiera podemos hablar de pequeños enfrentamientos entre ellos.

Fe en un Dios liberador

El Dios al que se llegaba a través de razonamientos filosóficos como los de San Anselmo, el Dios encorchetados en dogmas, credos y definiciones dogmáticas, el Dios que solo se puede entender y al que solo se puede acceder por sus ministros, todos varones, considerados como personas sagradas y revestidos de poderes sagrados, ha pasado definitivamente a la historia. Se impone la fe y el hacer presente en nuestras vidas un Dios con entrañas de misericordia. Es la más auténtica y genuina imagen de Dios que se nos muestra en el Éxodo. "He oído el grito de mi pueblo, he visto su sufrimiento, me he compadecido y voy a liberarlos" Es el Dios de los profetas "que detesta el humo de los sacrificios y las grasas de las ofrendas, para quien el centro de la religión está en "atender a la viuda, al huérfano y al extranjero. Es el Dios del que se habla en la Teología de la liberación.

En una espiritualidad interreligiosa

Vivimos una época de pluralismo cultural. Siempre ha existido, pero nos hemos empeñado en no verlo o, si lo reconocíamos era para descalificarlos y condenarlo como algo idolátrico, fanáticos, personas que estaban en el error, que tenían muy difícil la salvación y ante quienes había que defenderse.

Hoy se impone el respeto a todas las religiones en una actitud de espiritualidad interreligiosa y un diálogo interreligioso. Dios se ha manifestado de múltiples formas y a través de múltiples mediadores y ofreciendo múltiples caminos de salvación. Todo lo que sea reducir las imágenes de Dios, las manifestaciones de Dios, a un único Dios y una única religión es un empobrecimiento del mundo de lo divino y del mundo del misterio. Si queremos que Dios tenga futuro en nuestra sociedad es imprescindible cultivar actitudes de diálogo y de encuentro con otras religiones, de tratar de enriquecernos con lo que de bueno y positivo hay en ellas, de convivencia y propuestas comunes para mejorar la sociedad, de oración en común con todo lo que hay de común, que es mucho, en todas las religiones y personas religiosas.

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ECLESALIA, 6 de diciembre de 2002

DINERO DIOS

CARLOS RIBERA, en www.religiondigital.com   

El pasado martes, a las ocho de la mañana, y en las puertas de la Estación de Autobuses de nuestra ciudad, asistí al despertar de un indivíduo de nacionalidad rumana que había pasado allí la noche. En aquellos momentos la temperatura era de 5 grados. Sabemos que vagan por ahí, que pernoctan en cualquier lugar de la intemperie, incluso en jaulas que fueron habitadas por pájaros exóticos, enormes jaulas abandonadas, como ha sucedido en un parque de Jaén. Tal vez sean ellos pájaros exóticos. Vienen de la vieja Dacia, de las profundidades de los Cárpatos, de las grandes bolsas de miseria de toda la Europa central. Vienen del Rif, del Ecuador, de la sabana africana. De todos los lugares donde el hambre aprieta. Y vagan por ahí buscando trabajo, dinero para sobrevivir. Ya estamos acostumbrados a ellos. Como la miseria está también globalizada ellos son, en cueros vivos de dignidad, la transparencia del sistema, la piedra en el zapato de nuestra conciencia agnóstica o cristiana.

Es un lujo estos días tener un objeto tan inapreciable como la conciencia. Y tan inmaterial. No cotiza en la bolsa de las contingencias del dinero. Lo dijo Horacio con perfecta ironía: "Lo primero es buscar el dinero. Luego vendrá eso de ser bueno". Es en ese axioma moral de la tan perniciosa como materialista institución del dinero en el que coinciden la visión de Atenas y de Jerusalén, de la cultura griega y de la cultura judía, cunas de nuestra civilización occidental. Como coinciden, en el mismo sentido, las grandes religiones que todos conocemos y que, curiosamente, están basadas en la pobreza. ¡Quién lo diría!. ¿Qué se ha hecho de las grandes palabras y las sabias parábolas de aquel cristianismo primitivo?. Olvidadas están como las feroces diatribas contra el dinero de San Juan Crisóstomo, como las invectivas de Sófocles ("Antígona") en la Grecia clásica, como el Evangelio que predicó aquel judío desharrapado cuyo nacimiento, dilapidando dinero, estamos prestos a celebrar mientras vemos tirados en las calles, durmiendo a la intemperie o enjaulados como pájaros exóticos a rumanos, polacos, magrebíes... que vienen por la aceituna o por la fresa, por esa transparente dignidad en cueros vivos que los hizo alejarse de sus casas. ¿Qué nos conciernen esas vidas?. Absolutamente nada.

Estamos acuciados por las compras de Navidad. Alarmados por ese suceso del "Prestige" y la nueva versión galaico-madrileña de la "Escopeta nacional". O pretendiendo alcanzar la autoestima rebajada de nuestro salario de parados comprando un billete de lotería. Para todo se necesita dinero. Para comer se necesita dinero. Oimos por ahí hablar de cifras astronómicas como la fortuna inmoral de Bill Gates o el plan de pensiones no menos inmoral de cualquier patrón de la Banca. ¡Oh, el santo varón de Juan Crisóstomo!. ¿Qué feroces diatribas se le ocurrirían ante tanta abundancia y ante tanta carencia?. Porque el dinero hace siglos que dejó de ser un "inocente valor de cambio" como defiende, con pérfido cinismo, cierto teólogo norteamericano, irritado sobremanera contra la "teología de la liberación", que sostiene justamente lo contrario. Ciertamente, aquel judío desharrapado que contó la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro, se convirtió en un peligro social al condenar la incompatibilidad de la riqueza y el culto a Dios. No vivía en una sociedad como la nuestra. Hoy es perfectamente asumible que se puede servir a la vez a Dios y al dinero. Yo diría más: el dinero, en sí mismo, se ha convertido en un axioma religioso y moral, en el gran credo de nuestro tiempo. Esta es la sociedad del dinero. Lo protege la clase política como regulador injusto del contrato social. Su acumulación desorbitada no sólo no merece condenas morales ni anatemas religiosos sino que aumentan el crédito y la estima de los que lo poseen. "Hambre sagrada de oro"..., que diría Virgilio, el dinero se pega a las conciencias como la uña a la carne. Ni Juan Crisóstomo hubiera sospechado que volvería a ser adorado como el "becerro de oro" e incluso elevado a los altares, santificado como un "Camino" de perfección.

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ECLESALIA, 16 de diciembre de 2002

EN LA HORA OSCURA DEL AMANECER
Circular 2003

PEDRO CASALDÁLIGA

SÃO FELIX DO ARAGUAIA (BRASIL)

Ya van dos años del nuevo siglo XXI y el Mundo sigue cruel y solidario, injusto y esperanzado. Todavía hay guerra y hay imperio, y el imperio ha inventado la guerra preventiva. Todavía el Mundo se divide por lo menos en tres: Primero, Tercero y Cuarto.

El hambre, la pobreza, la corrupción y la violencia han aumentado; pero han aumentado también la conciencia, la protesta, la organización, la voluntad explícita de alternatividad.

Aquel sello místico que Rahner profetizaba para este siglo nuevo aparece, sin duda, con muchos rostros, en confusión y en diálogo también. Las Religiones cada vez más son pluralismo religioso, y habrán de ser convivencia e intercambio. La fe se refracta en mil nombres y mil búsquedas, y la fe convivida fraternalmente será el gran soporte de la esperanza humana.

Dios está a la vista. Está a la vista la Humanidad nueva.

Hay una creciente, incontrolable, ansia de cambio. En mensajes y foros y plataformas la consigna básica es: “!Queremos otra cosa!”. Queremos otro Mundo, porque otro Mundo es posible, y es necesario y urgente. Un Mundo uno, sin primeros ni terceros, sin imperios y sin genocidios, sin lucros sanguinarios y sin exclusiones desesperantes. Queremos otra América, decimos concretamente aquí; sin dominaciones y sin alcas, en fraterna Unión. Queremos otra Iglesia también, sin “clases”, sin centralismos, sin rencillas denominacionales.

En el Mundo esta voluntad de cambio se expresa simbólicamente en el Forum Social Mundial y en los foros regionales. En Nuestra América, el cambio más significativo se llama ahora Lula, con proyección de esperanza para todo el Continente. En la Iglesia las inquietudes están convergiendo en la propuesta de un proceso conciliar, que parecerá inoportuna a ciertos espíritus involucionistas, y que sin embargo traduce muy eclesialmente la voluntad multitudinaria de ser y de hacer otra Iglesia: más al lado de los pobres del Reino, más inculturada, más samaritana, más sinodal, más corresponsable, más fraterna. No es ninguna inoportunidad soñar con el Concilio Vaticano III o con el México I o con el Bombay bien asiático...

La verdad es que estamos cansados de dominación y de falta de transparencia, en las diferentes esferas públicas y en las secretas esferas personales. Este nuestro Mundo y este nuestro pequeño corazón, tan malos al parecer, llevan una profunda carga de buena voluntad, de sed de Verdad, de hambre de Vida y de Dios. Los signos de los tiempos, a pesar de tantos antisignos, son más bien luminosos, esperanzadores. Como dice el proverbio sefardí, “la hora más oscura es cuando está por amanecer...”

En esta Prelatura de São Félix do Araguaia, nuestra adolescente Iglesia particular, estamos de cambio también. Este año completo yo los 75 y, como es de rigor canónico, renuncio a la mitra. Hemos tenido en los últimos meses un período bastante fecundo de “transición”, con las Asambleas regionales y la promulgación del Manual -objetivo, actitudes, normas- que es referencial y guía de nuestra “caminhada”.

En esta hora y con esta breve circular, quiero agradecer, en nombre de todo el Pueblo de la Prelatura y de todo el Equipo  Pastoral, la solidaridad, la colaboración, la presencia, gratuita e incondicional, de tantas amistades e instituciones que vienen acompañándonos y posibilitando nuestra misión y sus estructuras de servicio. En primerísimo lugar, recordamos evidentemente a los/las agentes de pastoral que aquí soportaron “el peso del día y del calor”, y me soportaron a mí. La lista, de agentes y amistades, es demasiado larga para citar nombre por nombre. Dios los tiene escritos todos en el Libro de la Vida. Algunas amistades y entidades nos vienen acompañando desde la primera hora y sobre todo nos han acompañado en las horas de la represión y de la incomprensión. Yo se que nuestras amistades y esas entidades -vosotros, vosotras, ustedes- continuarán siendo amistad, solidaridad, presencia, para la Prelatura de São Félix do Araguaia. Somos ya todos/todas gente de casa, empresa de familia, una parcela, pequeñita pero estimulante, del Reino de Dios “entre el Araguaia y el Xingu, el Pará y el Travessão”.

Personalmente me siento como quien espera en una parada de bus, sin saber bien ni la hora ni el destino inmediatos, pero, en todo caso, sabiendo que continuaremos en comunión el humilde viaje humano hacia la Casa paterno-maternal.

El proverbio sefardí habla de la luz del amanecer; un proverbio universal dice que en la hora del ocaso ninguna luz ofusca... Hago míos en esta hora unos versos de “El hombre de la Mancha”, que me traducen expresivamente:

“Soñar otro sueño imposible.
Luchar cuando es fácil ceder.
Vencer el enemigo invencible.
Negar cuando la regla es vender.

¡Cuántas guerras tendré que vencer por un poco de paz!

Y mañana, si este suelo que he besado
fuera mi lecho y perdón,
sabré que valió la pena delirar
y morir de pasión”.

Y en esta hora, y en todas las horas, valga sobre todo la consigna que las Hermanitas de Jesús nos han recordado, celebrando en la Prelatura sus 50 años de presencia en medio del pueblo Tapirapé: “Gritar el Evangelio con la vida”.

No nos despedimos. Seguiremos unidos, en la Paz militante del Reino.

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ECLESALIA, 18 de diciembre de 2002

SOMOS UNO EN CRISTO

'Me gustaría contribuir a cambiar la estructura de la vida clerical'

XAVIER PIKAZA, Universidad Pontificia de Salamanca

Con inmensa pena voy leyendo, casi día a día, los informes sobre temas de homosexualidad en la iglesia católica, relacionados casi siempre con posibles conductas delictivas del clero, como si este fuera, con el dinero, el tema básico del cristianismo. Desde ese fondo, de manera personal, casi en forma de confesión, me atrevo a presentar en alta voz mis pensamientos, sin más autoridad que la que me concede mi amor a la iglesia y mis largos años pasados de religioso y presbítero, en tiempos de profundo cambio social y religioso. Desde ese fondo, partiendo de mi propia experiencia y de mi cariño a la vida, en su rica y misteriosa, gozosa y dolorosa variedad, quiero presentar en voz alta algunos de mis pensamientos sobre el tema:

1. Dentro de la iglesia católica, la homosexualidad, tanto masculina como femenina, es un hecho, lo mismo que fuera de ella. No es buena ni es mala. Simplemente existe: la vida nos ha hecho así, y así la debemos aceptar, como un elemento de nuestra complejísima y hermosa existencia. Por eso empiezo dando gracias a Dios por los homosexuales cristianos (y no cristianos), especialmente por aquellos que he conocido y querido. Me siento muy contento porque, en medio de grandes dificultades, muchos de ellos han podido salir del armario en que estaban encerrados hasta hace poco, sobre todo en España, para  vivir sin más, es decir, como personas, con sus valores y sus problemas, que es claro que los tienen, como los otros grupos de personas. Si un cristiano se avergüenza de los homosexuales se avergüenza del mismo Dios, blasfema de la vida compleja y hermosa que ese Dios ha creado.

2. Todo el mundo sabe que dentro del clero (y de la vida religiosa) el porcentaje de homosexuales es más alto que en el resto de la sociedad, quizá por el mismo tipo de vida célibe de sus miembros y también por una forma especial de filantropía y de sensibilidad ante la vida que ellos muestran. No tengo porcentajes fiables de la iglesia española, pero sí de la americana, según un libro de D. B. Cozzens (The Changing face of the Priesthood, Liturgical Press, Collegeville MN 2000), que ha sido uno de los responsables de la formación  de los presbíteros católicos en USA, dentro de la mejor tradición jerárquica de aquella iglesia. Cozzens muestra y admite, sin ningún problema, que la mitad de los seminaristas y presbíteros de USA son homosexuales. Eso no es bueno ni es malo, es un hecho y sigo dando gracias a Dios o a la vida por ello. De todas formas, me gustaría que los porcentajes fueran los normales dentro del contexto social, es decir, entre un 10 y un 15 por ciento, de tal manera que en el clero se diera el mismo número de homosexuales y heterosexuales, de hombres y de mujeres que en la vida real exterior. Pero en las actuales circunstancias de reclutamiento clerical eso es imposible: mientras el clero siga siendo como en la actualidad, habrá en su interior una media más alta de homosexuales que el resto de la sociedad.

3. La mayor parte de los presbíteros y religiosos homosexuales han llevado y llevan una vida digna, trabajan a favor de los demás con honradez, son buenos presbíteros de la iglesia, son cuidados profesionales, al servicio del evangelio. Es evidente que tienen sus problemas afectivos, lo mismo que los heterosexuales y que, a veces, sus dificultades de integración social son mayores. Pero también suelen ser mayores sus aportaciones de tipo afectivo, social y espiritual. Le doy gracias a Dios y quiero darles gracias a ellos, sobre todo a los que he conocido y conozco, a los que debo una parte considerable de mi experiencia cristiana.

4. Algunos homosexuales, que son minoría, han realizado prácticas que resultan delictivas, seduciendo a menores, sobre todo allí donde el contexto social resulta más cerrado o asfixiante, en seminarios, internados y grupos juveniles. Pero eso lo sabe todo el mundo y algo semejante sucede también en otros contextos parecidos (lo mismo que en algunos grupos familiares). Gran parte de esos casos, que pudieran acaban siendo delictivos, se resuelven sin necesidad de acudir a los tribunales, con el tiempo, a veces con la ayuda de personas más expertas o amigas (médicos, sicólogos etc). Todos los que andamos por la vida hemos conocido, en familias o grupos cercanos a los nuestros, casos de dificultad que se han resuelto con cierto éxito. Pero en algunos de casos la seducción ha sido más intensa o continuada, de manera que los responsables pueden y deben acabar en los tribunales. Si así fuere, en caso de escándalo que tenga cierta base, sean culpables o no, los clérigos implicados (presbíteros y obispos, religiosos o religiosas) deberían abandonar su función pública, por amor a la transparencia, ya que la vida clerical no es un honor, ni una ventaja, sino un servicio. Pero, abandonen o no su función, ellos deben responder ante la sociedad como el resto de los ciudadanos, sin acudir a ninguna protección clasista o de defensa del grupo.

5. El número de clérigos que han seducido a menores me parece el “normal” según las estadísticas (lo mismo que fuera del clero), tanto en el caso de heterosexuales como de homosexuales. En algunos casos, esa seducción resulta más dolorosa, porque se hace utilizando el prestigio sacerdotal o religioso y se puede herir de un modo más intenso a las víctimas. Conozco algunos casos que han llegado al intento de suicidio (y al mismo suicidio) entre las personas implicadas, sobre todo entre las victimas, y he sentido (siento) una inmensa rabia por ello. Esta ha sido, y quizá sigue siendo, un delito sangrante, pues se supone  que su misma opción evangélica debería haber transformado a los clérigos o aspirantes, haciéndoles hombres y mujeres de gratuidad. Pero, como todo el mundo sabe, la vida ofrece sus dificultades y, en ciertos ambientes de reclusión afectiva, suelen producirse reacciones violentas. Ciertamente, también conozco casos duros intentos de suicidio en ambientes no clericales, por este mismo motivo, con intentos de homicidio contra los pretendidos (o reales) seductores. Sea como fuere, esos casos no deben llevar a la condena del clero en su conjunto, ni de todos los homosexuales que lo componen.

6. No me parece aconsejable que los clérigos homosexuales “salgan del armario” a bombo y platillo, pues en muchas circunstancias, como en el conjunto de la vida afectiva, lo mejor sigue siendo la discreción bondadosa, sin mentiras, pero sin alardes, siempre que no haya habido delitos graves. Por eso, tampoco me gusta que algunos medios de comunicación insistan de manera monotemática en estos problemas del clero, en vez de poner de relieve otros rasgos personales y sociales, culturales y espirituales más importantes de muchos de sus componentes. De todas formas, la que sí tiene que salir del armario, ya, desde ahora mismo, es la estructura clerical, si que es que no quiere perder su credibilidad: ella no tiene que airear sus problemas interiores, pero tampoco ocultar sus problemas. El clérigo, como hombre público en la iglesia, tiene que estar dispuesto a que su vida se conozca. Una estructura institucional, empeñada en defenderse a sí misma, protegiendo su poder y su secreto, es digna de ser condenada y de acabar disolviéndose a sí misma (o de ser abandonada por el conjunto de los fieles), sin más retrasos, para bien del evangelio y, sobre todo, de la sociedad en su conjunto.

7. Considero aberrante, si es que fuere cierta, la noticia que se ha dado en algunos medios de comunicación, donde se nos dice que altas instancias del Vaticano, dirigidas por un Cardenal que ha dirigido el Dicasterio dedicado al Clero, quieren prohibir el acceso de los homosexuales a los seminarios y a las funciones ministeriales de presbítero y obispo. ¿Cómo van a distinguir a unos y otros? ¿Qué van a hacer con los miles de presbíteros y obispos homosexuales que ejercen con toda honradez su ministerio? El tema no está en que los ministros sean homosexuales o heterosexuales (que también pueden ser peligrosos), sino en que ejerzan bien su tarea de evangelio, según la palabra de Jesús y la vida de sus comunidades, en libertad gozosa y servicio humano.

8. Lo que me preocupa no es que haya homosexuales en el clero (que eso es normal, según las estadísticas), sino la forma de vida del conjunto de la iglesia. Estoy convencido de que, al menos en occidente, ha terminado una fase clerical del cristianismo. El celibato de los presbíteros, que ha tenido en otro tiempo una función social, ya no lo tiene: lo que importa no es que el presbítero sea célibe o no, sino si es fiel al amor y a la vida, si es persona de gozo y evangelio, de hondura personal y de servicio cercano y libre a los demás. En esa línea, la iglesia esta perdiendo y tiene que perder su estructura ministerial jerárquica, para convertirse en federación de comunidades autónomas, que sean capaces de elegir sus propios ministros, para toda la vida o por un tiempo, varones o mujeres, célibes o casados, homosexuales o heterosexuales, buscando sólo la fidelidad al evangelio y el anuncio de Dios, es decir, gozo de la vida. El celibato será opcional, para quienes quieran vivirlo como carisma o como resultado de unos caminos peculiares, quedando vinculado de un modo especial con las diversas formas de comunidades religiosas, de tipo carismático. Vincular el celibato a un tipo de poder clerical constituye un riesgo humano, me parece contrario al evangelio, por más que se sigan buscando razones de tipo ideológico o espiritualista.

9. Pasando a otro plano, quiero añadir que casi todos los “cazadores de homosexuales” que conozco son, por desgracia, homosexuales que no admiten su identidad sexual y humana, descargando su resentimiento contra otros compañeros mejor afortunados o más honrados. Jesús no se portó de esa manera. El evangelio le presenta como amigo de publicanos y prostitutas, como un hombre que era capaz de poner como ejemplo a los “eunucos” biológicos o sexuales, hombres y mujeres con dificultad en este campo (Mateo 19, 12). El mismo evangelio le presenta “curado” al amante homosexual del Centurión de Cafarnaúm (Mateo 8, 5-13: ¡No hará falta decir que, en aquel tiempo, los cuarteles eran lugares de homosexualidad habitual, porque los legionarios no se casaban antes de licenciarse, ya de mayores!). Y perdonen los homosexuales y mujeres, si doy la impresión de marginarles, poniéndoles en esta compañía, con publicanos y prostitutas. Dicho esto, debo añadir que en el camino de Jesús no hay diferencia entre homo- y heterosexuales, mujeres y varones..., pues todos somos “uno en Cristo” (Gal 3, 28).

10. Quiero terminar dando gracias a Dios y a la vida por ser lo que soy homo- o hetero- sexual. No me avergüenzo, ni me enorgullezco por ello. Así como soy, tengo unos valores; si fuera otra cosa tendría otros (igual que si fuera mujer; me ha tocado ser varón, me va bien, no me enorgullezco por ello, pero estoy contento, como estaría contento de ser mujer, si lo fuera). No me ha costado demasiado ser lo que soy aunque en mi vida de seminario y después (¡cómo es normal en estos casos!) he debido superar  “tentaciones” de diverso tipo. Pero, en conjunto, las vidas clerical y religiosa se han portado conmigo de una forma espléndida. Por eso, doy gracias a Dios y a todos los que me han recibido y tratado como a persona, aunque ahora, pasados los años, me gustaría contribuir a cambiar la estructura de la vida clerical, por cariño a la vida, por amor al Evangelio, para atravesar con gozo los nuevos y hermosos, pero difíciles caminos de la vida. Por eso, leyendo día a día los problemas que se airean en la prensa (¡evidentemente, con cierta razón!) me gustaría que ella, la iglesia institucional, se trasformara en línea de verdad, aceptando lo que son sus miembros, y en esperanza de evangelio. Quiero que la iglesia, con otros muchos hombres y mujeres no creyentes, abra un camino de humanidad, en esta nueva travesía de la historia que se inicia. Mientras sigo esperando en ello, acabo como empezaba, dando gracias a tantos homosexuales y ahora también a tantos heterosexuales cristianos y clérigos por su servicio difícil, muchas veces menospreciado, al servicio del evangelio.

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Diario de Navarra, 24 de diciembre de 2002

EL NACIMIENTO DEL MESÍAS

CASIANO FLORISTÁN, profesor emérito de Teología Práctica
en la Universidad Pontificia de Salamanca

Ningún historiador solvente niega hoy la realidad histórica de Jesús de Nazaret. Es cierto que las fuentes antiguas de los cronistas romanos y judíos sobre Jesús son exiguas y discutibles. Respecto de su nacimiento, los documentos principales son los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas, que ponen de relieve -de un modo teológico más que histórico- quién es Jesús, cómo nace, dónde nace y de dónde es. Ambos relatos refieren acontecimientos escritos con un ropaje literario libre para tratar de inculcar la fe en Jesucristo de los primeros cristianos.

Sabemos que la comunidad cristiana de Jerusalén estaba formada por convertidos de Judea y Galilea, alguno de los cuales conoció de cerca el ámbito familiar de Jesús. María guardaba en su corazón muchos recuerdos, y después de la muerte de su hijo vivió los avatares de aquella primera comunidad, donde hubo probablemente cristianos procedentes de la región de Belén y Nazaret. No es difícil pensar que en ese medio se transmitiesen algunos recuerdos de la infancia de Jesús. No todo en estos relatos es fantasía narrativa o pura creación literaria. Hay hechos comprobables y comprobados.

Fecha simbólica

Mateo y Lucas no precisan el día y año del nacimiento de Jesús. A las primeras generaciones cristianas les interesó conmemorar la resurrección de Jesús semanalmente, en domingo, y anualmente en la Pascua. La fecha de su nacimiento era secundaria. Jesús fue un judío palestino, hijo de María, casada con José, carpintero, albañil o tallador de piedra. Nació en Belén, entre el año 7 y el 4 antes de nuestra era, en tiempos del emperador Augusto. Creció en Nazaret y fue llamado "nazareno".

La fijación del 25 de diciembre como fecha de su nacimiento tiene que ver con los festejos paganos del solsticio de invierno en honor del dios solar, que según el calendario juliano del año 45 a.C., se celebraban ese día. A partir de ese momento -después de la noche más larga del año, según la opinión de entonces- el sol gana fuerza, luz y calor. Como justificación se recordó que Cristo es "sol de justicia" (Ma. 4,2). Es, pues, el 25 de diciembre una fecha simbólica, es decir, el día del nacimiento del sol se convierte en el día del nacimiento de Jesús.

Los relatos de la infancia muestran que lo ocurrido a Jesús en su vida pública está en su infancia. Jesús fue aceptado por los sencillos (pastores) y extranjeros (astrólogos), desconocido por los sabios de la corte (letrados) y rechazado por los poderosos (Herodes). Es Hijo de Dios pero "nacido de mujer", pobre de bienes y rico de Espíritu, obediente y libre. Los dos relatos muestran la identidad de Jesús: es el Mesías, el Señor, y ambos evangelistas señalan el nacimiento virginal de Jesús.

Los ortodoxos creen que los cuatro "hermanos" de Jesús citados por los evangelios (Santiago, José, Simón y Judas), son hermanastros, fruto de un matrimonio anterior de José, según trasmiten los evangelios "apócrifos". Los protestantes opinan que son hijos carnales de José y María, nacidos después de Jesús.

Probablemente, Jesús no nació en invierno, ya que "había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños" (Lc. 2, 8). En Palestina, los pastores velan los ganados de marzo o abril a noviembre, es decir, en primavera, verano u otoño. El invierno es frío y lluvioso, escasamente apto para que los pastores velen sus rebaños.

Lucas habla de un censo, ordenado por los romanos para todo el imperio, en función probablemente de un nuevo impuesto, censo difícilmente localizable. Todos los súbditos debían ser registrados en su lugar de origen. José y María se pusieron en camino hacia Belén. Era costumbre ir en caravana para que los viajeros se ayudasen entre sí y se defendiesen de posibles ladrones de caminos. Puede que María, embarazada de nueve meses, se retrasase con José y llegasen ambos a la posada los últimos del grupo. Lo cierto es que allí no había sitio y tuvieron que alojarse en el establo adyacente, donde nació Jesús. Algunos afirman que tuvo lugar en un establo por discreción de sus propios padres, al buscar una legítima privacidad.

Cuevas excavadas

Belén era una población insignificante dentro de los confines del reino de Herodes. En la Biblia aparece como lugar donde nació David y donde nacería, según los profetas, el futuro Mesías. Situada hoy en Cisjordania, era en el primer siglo de la era cristiana una aldea con casas de adobe y cuevas horadadas a pico, que servían de vivienda, establo o bodega, como en algunas regiones de España. El albergue en el que José y María no encontraron habitación era quizás una posada de camino, con corrales y cuadras y algunos espacios comunes donde guarecerse.

Hay escasos datos históricos de la niñez y juventud de Jesús, que transcurrió en Nazaret, poblado judío asentado en una ladera de una zona montañosa de Galilea meridional. Excavaciones arqueológicas recientes han descubierto allí un asentamiento muy antiguo, cuyas gentes vivían en cuevas excavadas en piedra caliza. Nazaret distaba unos 6 kilómetros de Séforis, ciudad arrasada por los romanos cuando nació Jesús, pero reconstruida por Herodes Antipas hacia el año 19 d. C. como nueva capital de Galilea. Fue una ciudad próspera, con un gran teatro.

Algunos especialistas opinan que Jesús creció en un ambiente de influencia griega. Puede que trabajara en Séforis, como su padre putativo José. Jesús procedía, pues, de Galilea, que significa "tierra de gentiles". Calificar a Jesús de "galileo" podía significar su origen no judío, ser un judío abierto a las influencias helenísticas o ser un profeta.

La fiesta más celebrada del mundo -al menos del mundo occidental- es la Navidad. Ese día celebramos los cristianos de todo el universo el nacimiento del Mesías.

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La Vanguardia, 28 de diciembre de 2002

MISA SIN MUSA

JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS, responsable académico de Cristianisme i Justícia

Me ha ocurrido a veces que un matrimonio amigo me dijera: “Mira, nosotros por amor a la Iglesia, por fidelidad a ella y hasta por rutina, seguimos yendo a misa los domingos. Pero a los hijos no les podemos obligar a ir. Perderían la poca fe que les queda...”.

Hace poco, una religiosa joven, uno de esos escasos milagros que ya difícilmente se encuentran, me contó que muchas veces, antes de algunas misas, reza “pidiendo a Dios que aquella misa no le haga daño”. A las chicas por supuesto, tampoco se atreve a obligarlas a asistir, con ese panorama.

Como contraste: hace pocos años, en Roma, después de una larga misa cargada de monseñores, de trapos, de parafernalias y de hopalandas, al llegar los concelebrantes a la sacristía, tras las inclinaciones de rigor, se vuelven unos a otros diciéndose: “Una ceremonia verdaderamente principesca...”.

Una golondrina no hace verano. Y sé que no siempre es así. Hasta conocí una parroquia de arrabal donde la gente participaba un poco más y se encontraba más como comunidad de fe. Y lo curioso es que, a aquellas misas, bajaban gentes hasta del centro de la ciudad. Otra vez le comenté a un obispo sudamericano que su celebración había sido muy viva, y me respondió: “Es que el derecho canónico no obliga a cuatro mil metros de altura”. Una golondrina no hace verano, pero varias resultan ya un síntoma. Aquí únicamente pido que, si no se acepta mi diagnóstico, se tomen al menos en serio los síntomas descritos.

Porque mi diagnóstico es serio: la liturgia es hoy una alarmante fuente de pérdidas de fe. Hace años mi colega José María Rovira Belloso alertaba sobre la responsabilidad de una institución como la Iglesia que al menos una vez por semana tiene a su disposición un auditorio numeroso y bien dispuesto. Aquella alerta debería ser hoy una alarma. Y no reclamo éxtasis compartidos ni gratas cenestesias espirituales. El pueblo de Dios es, en este punto, más sensato de lo que parece: sabe lo que dan de sí las cosas, y sólo quisiera salir del marasmo y que se le facilite rezar un poco.

En mi opinión, la reforma litúrgica sigue siendo una asignatura pendiente. La pasada reforma del Vaticano II no hizo más que quitar al rey el vestido del latín, y entonces vimos que el rey “estaba desnudo”. Reconozco que tras el pasado concilio se cometieron muchas imprudencias inútiles, que quizás obligaron a un cierto control. Pero me concederán que la reforma postconciliar parece hecha desde un despacho, sin pensar en ese pueblo de Dios que había de ser su auténtico destinatario.

El resultado es que (pese a mil esfuerzos loables en cantos y guitarras) las misas dominicales son una impresionante inflación de palabras, pronunciadas por un solo actor que igual podría ser una cinta magnetofónica: pocas veces da la sensación de estar dirigiéndose al pueblo o estar dirigiéndose a Dios (cosa desde luego bien difícil), sino sólo de “soltar el rollo” que toca aquel día.

Esta sensación viene arrastrándose hace años. Pero en cuanto alguien intentaba buscar remedio le llovían avisos y amenazas; o denuncias a Roma por parte de todos esos que –como decía Jesús– se dedican a colar la menta y el comino para dispensarse de la justicia y la misericordia. Sería interesante si algún día, obispos y superiores mayores religiosos se atrevieran a reconocer la cantidad de advertencias recibidas de Roma por causa de algunas “imprudencias litúrgicas”. De producirse, abriríamos unos ojos como platos.

Esta es, en mi opinión, una de las causas del mal. Otra es la formación de los sujetos que deben presidir las ceremonias. La obsesión por la “ortodoxia” ha preparado unos presbíteros que saben muy bien lo que no pueden decir, pero no saben qué decir. Las ayudas en forma de materiales distribuidos en librerías o por Internet son insuficientes: la predicación deriva en un moralismo farragoso carente de toda experiencia espiritual. Y entonces se acuerda uno de la profecía que hizo años atrás el mayor teólogo católico del siglo XX (Karl Rahner): “El cristiano del siglo XXI será un místico o no será cristiano, es decir, habrá experimentado algo o no será cristiano”. Así estamos: tendremos quizá mucha ortodoxia pero no es la ortodoxia de la fe, sino la ortodoxia “del partido”.

La solución no es fácil. Se puede hablar de más participación, más creatividad y más entrada a sujetos con un poco de carisma. Pero las soluciones a los problemas nunca se han encontrado dictando normas desde un despacho, sino a través de la búsqueda y la experimentación: mediante ese difícil camino de “trial and error” que es intrínseco a nuestra condición humana.

Decir estas cosas cuesta. Probablemente molestarán a todos: a las autoridades, a aquellos a quienes deberían molestar y a aquellos otros que (en medio del corsé en que están metidos) hacen más de lo que pueden y no deberían sentirse aludidos pero lo hacen. Pero creo que me obliga a decirlas esa “defensa de la fe del pueblo” que Roma esgrime como argumento cuando quiere apalear a un teólogo. Pues me temo que san Pablo repetiría hoy la dura crítica que hizo a la comunidad cristiana de Corinto: “Lo que hacéis cuando os reunís... ya no es celebrar la Cena del Señor”.

Porque actualizar el gesto de aquel “Idealista” que cuando se vió venir encima la condena y la muerte, celebró una cena con los suyos y en ella convirtió el pan partido y el vino compartido en símbolo real de su destino, es algo demasiado serio y estremecedor para ser trivializado en tantas misas que parecen recordarlo todo, menos la memoria de Jesús.

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Diario de Yucatán, 31 de diciembre de 2002

CUENTO DE FIN DE AÑO

RAUL H. LUGO RODRÍGUEZ

YUCATÁN (MÉXICO)

Termina el año y el rito se repite otra vez, como desde hace ya casi quince años. Al atardecer abre el cajón inferior de su escritorio. Saca con cuidado varias carpetas llenas de papeles hasta llegar a lo que busca, una hoja amarillenta guardada allá desde el año pasado. Hace catorce años que viene repitiendo la misma acción, aprendida de los sabios consejos de un amigo entrañable. Sostiene la hoja entre sus manos. Otra vez la sensación de no reconocer su propia letra, de mirar la hoja amarillenta como si hubiera sido otra mano la que escribiera las letras que la pueblan. Mira hacia la ventana: el sol comienza a ocultarse y con sus últimos rayos pinta de nostalgia la habitación. Es hora de soledad y de silencio.

Fue en Monterrey hace ya muchos años. El consejo de Paco, desgranado de sus labios como si fuera una receta, le pareció interesante: “En el último día del año toma una hoja en blanco. Despide el año que termina escribiendo en esa hoja las tres cosas que en aquel momento consideres que nunca harías. Piensa: ‘esto no lo haría yo nunca’ y escríbelo. Tres cosas, una detrás de la otra. Después dobla la hoja en cuatro partes y escóndela en el fondo de un cajón al que solamente tú tengas acceso. Déjala ahí reposar durante doce meses completos. Al terminar el año abre de nuevo el cajón y busca la hoja que escribieras cincuenta y dos semanas antes. Pregúntate si todavía mantendrías las tres frases en la categoría de ‘esto no lo haría yo nunca’. Será la marca de tus transformaciones. Escribe después una nueva hoja que dejarás reposar para el año venidero”.

Ahora está delante de la hoja escrita. Recuerda los cambios que su lista ha sufrido a lo largo de los pasados catorce años. Se sorprende al leer: sólo permanece uno de los elementos de la lista inicial. Otras dos frases han venido cambiando una y otra vez. A veces le parece que su vida es el fehaciente cumplimiento de aquel sobrecogedor poema de José Emilio Pacheco: “Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los veinte años”.

Siente, de repente, que le invade una profunda tristeza. A su edad no queda mucho lugar para la autocomplacencia. Pero no es sólo su podredumbre interna la que lo avasalla. Está cansado del mundo. Se siente cubierto, como el Pípila, con la pesada losa de los males de este mundo. Este dolor, intenso y agobiante, que siente en el hombro izquierdo es el dolor que le produce la pobreza, esa que viene agazapada detrás de siglas rimbombantes: TLC, ALCA, FMI, PPP, OMC. Y, detrás de las abreviaturas, el mismo rostro del niño desnutrido, la casa destechada, los pies sin zapatos y el plato sin comida, y el frío, Dios mío, el frío de una noche sin suéter ni cobija.

La punzada aguda que siente en el corazón es producida por el invierno de la iglesia en todos sus niveles. Le duelen los ritos vacíos y el olor del incienso no logra evitar la sensación de náusea. Detrás de los lustrosos ropajes y los cálices de oro no puede dejar de vislumbrar los dolores de antaño: el dedo acusador sobre los pecadores, las voces acalladas, la libertad y la audacia echadas al cesto de la basura, la forzada unidad exhibida a fuerza de imposición y propaganda.

El torzón de estómago que le sacude en un espasmo proviene de su desazón ante la historia que se repite. ¿No suena, detrás de las amenazas en contra de terrorismo, la misma cantinela de odio y destrucción? ¿No aprenderemos nunca las lecciones de tanta sangre derramada? ¿Hemos de aceptar y celebrar la muerte de inocentes sólo porque ésta sea hecha en nombre de la ‘libertad y los valores democráticos’? ¿No es la publicitada guerra contra Irak un elemento más en la espiral de violencia, en un mundo que se auto proclama civilizado?

Y el martilleo continuo en la cabeza, con su agudo latido espasmódico, lo hereda de su personal fracaso, de su incapacidad de ser apenas humano, de sus esclavitudes personales. Le parece que no hay salida. Es hombre de dolores, varón de sufrimientos. Toma la hoja entre sus manos y la retuerce, la arruga, la tira al basurero. Quizá nunca haya estado más cansado que ahora. Toma ahora una hoja nueva en blanco. Recuerda la receta de su amigo: tres cosas que no estaría uno dispuesto a hacer nunca. Se avergüenza del mundo y de sí mismo. No tiene fuerzas para escribir. Sus ‘nuncas’ han sido demasiado breves. Está cansado de intentarlo.

De repente tocan a la puerta. Necesitan urgentemente su presencia. Apenas tiene tiempo de recoger sus cosas: el maletín, los instrumentos. Le recibe a las puertas de la casa vecina un hombre de barbas. Lo había visto ya en otras ocasiones. Al salir al trabajo lo miraba subirse a su triciclo, enfundado en su overol. Ahora le está esperando a la puerta de su casa. “No pensamos que fuera tan pronto, doctorcito... pero ya se le rompió la fuente y no conseguí vehículo para llevarla a la clínica, ya ve usted que es fin de año...”

La sala de la casa se convierte en hospital improvisado. El niño está por nacer. Mientras ella está en trabajo de parto, el esposo se acerca a la cabecera del sofá y le susurra palabras cariñosas a su esposa. “Ándale, hija, que el niño ya quiere salir, no te amilanes que nos va a traer suerte, ya lo verás...” Y la mujer puja con fuerzas y la criatura sale y empieza a pegar de gritos. El marido, de ojos azorados, besa a su mujer mientras le dice: “¿Ya lo viste, María? ¡es niña y está grandota!” Y se abrazan mientras el doctor termina con su tarea. Después de entregar la niña a su mamá y de dar instrucciones a don Pepe el doctor regresa a su casa. Recomienda a los papás que inscriban al niño cuanto antes en el Registro Civil. “Si era varoncito pensábamos ponerle, como se imaginará, Jesús... pero ya habíamos pensado también un nombre si nos salía niña: se llamará Esperanza, Esperanza de Jesús”.

El doctor sale de prisa. Cuando llega a su cuarto, hace mucho rato que el sol se ha puesto. Por la ventana puede mirar la luna que se empeña en brillar como si fuera nuevecita, acabada de bañar. Sobre el escritorio la hoja en blanco, esperando ser llenada. Revuelve el cesto de la basura y encuentra la arrugada hoja del año pasado. La alisa para revisar las tres frases que parecen escritas por otra persona. Toma la pluma y escribe sobre la hoja nueva una sola frase: “perder la esperanza”, la misma frase, la única frase que se mantuviera incólume a lo largo de 14 años. Hoy la renueva: es lo único que no está dispuesto a hacer nunca.

Dobla la hoja con cuidado y, mientras cierra el cajón de su escritorio, un haz de luna lo envuelve, reverente.

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