12 - Septiempre 2002. En proceso         

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El País

5/09/02

‘Los concilios sólo son peligrosos para los prelados de la curia romana’

Juan G. Bedoya

ECLESALIA

12/09/02

Nuevo concilio ecuménico

Agencia ADITAL

El Periódico

13/09/02

Las campanas tocan a rebelarse

Josep Pernau

ECLESALIA

14/09/02

Informar de un congreso de teología católico

Benjamín Forcano

El País

19/09/02

Teología y lucha de clases

J.A. González

ECLESALIA

21/09/02

¿Otro concilio? ¿Otro Papa? ¿Otra Iglesia?

Juan Luis Herrero

ECLESALIA

23/09/02

Manifiesto final del encuentro ‘Otra Iglesia es posible’

VV.AA.

ECLESALIA

25/09/02

Tenemos la palabra

Benjamín Forcano

ECLESALIA

25/09/02

El terrorismo estadounidense

Fernando Bermúdez

ECLESALIA

26/09/02

Ante el Sínodo Diocesano de Madrid

VV.AA.

El Diario Montañes

26/09/02

Malos tratos y nulidad canónica

Alberto Gatón Lasheras

       

El País, 5 de septiembre de 2002

"LOS CONCILIOS SÓLO SON PELIGROSOS PARA LOS PRELADOS DE LA CURIA ROMANA"

Samuel Ruiz, Obispo emérito de Chiapas (México)

JUAN G. BEDOYA

MADRID.

Chiapas incita a hablar del conflicto zapatista o de Bartolomé de Las Casas, el fiero defensor de los indígenas en la España de la conquista. Pero Chiapas es también el lugar donde, durante 40 años, ha desempeñado su tarea uno de los obispos más legendarios del planeta cristiano, cuya opción por los pobres le ha costado atentados (contra él y su hermana) y disgustos sin cuento. Se llama Samuel Ruiz y está en Madrid para hablar al XXII Congreso de Teología que comienza esta tarde, convocado por la Asociación de Teólogos Juan XXIII.

Los padres de Samuel Ruiz, Maclovio y Lupe, se conocieron en Estados Unidos, a donde llegaron desde México como espaldas mojadas, es decir como emigrantes ilegales. Regresaron apenas casarse y el primero de sus cinco hijos, Samuel, se hizo cura, estudió en la Pontificia Gregoriana de Roma y a los 35 años era ya el más joven obispo de su país. Se ha jubilado en su diócesis de San Cristóbal de las Casas, (Chiapas), donde ejerció el mismo cargo que Bartolomé de Las Casas 500 años antes.

Pregunta. En Europa los obispos suelen tener los sesenta años cuando acceden a esa jerarquía. Ya no hay obispos de 35 años.

Respuesta. Ese defecto de la juventud se me quitó cada día que fue pasando.

P. Me refiero a que la Iglesia es ahora una gerontocracia.

R. Allá, en América, no. Allá hay gente joven, sangre nueva.

P. ¿Por eso se trata de la iglesia más comprometida con los pobres y, también, la más conflictiva para los poderosos?.

R.Todo aquel que opta por el mundo de la pobreza entra en conflicto. Pero la Iglesia tiene que optar. Hay riqueza porque hay pobreza, y hay pobreza porque hay riqueza. La única pregunta que se nos va a hacer al fin de los tiempos es cómo tratamos al pobre. Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber. Por eso, América Latina tiene sus mártires y sus santos. Primero cayeron los seglares; después, otras personas, organismos y demás. También entre la jerarquía que asume esta opción hay mártires, que no son, como antes, mártires de la fe, sino mártires de la justicia. Hoy se muere por optar por los pobres. Y ésa es la opción que tenemos que asumir todos los cristianos.

P. Esto nos lleva a hablar de la Teología de la Liberación.

R. No, no. Esto nos lleva a hablar de amor, de justicia. En Europa están equivocados con la teología de la liberación; creen que es marxista y esas cosas. No. La teología es lo último, primero hay que responder ante la realidad. Le pondré un ejemplo. Salgo a la puerta y encuentro a un hombre prepotente que está dando patadas a un niño y lo va a matar. ¿Qué tengo que hacer? ¿Me pongo a pensar con qué tipo de teología debo hablar a ese hombre para que sea eficaz mi palabra? Cuando yo termine de hacerle esa reflexión, ya lo mató. Antes de cualquier reflexión, tengo que hacer una opción: interponerme, decirle que está matando al niño. Lo que no puedo hacer es sentirme ajeno y decir 'a mí qué me importa que lo mate'. Como ser humano y como cristiano no puedo pasar de largo ante la persona malherida de la parábola del Buen Samaritano, como el sacerdote y el levita, a quienes importa más el templo que atender al hombre tirado en el camino por miedo a contaminarse con lo impuro. La reflexión es un paso subsiguiente. Lo primero es la opción. La teología es el resultado, no el inicio, de nuestro trabajo.

P. Usted participó en el Concilio Vaticano II y ha dicho que fue un concilio europeo, que no fue el concilio de los pobres.

R. No exactamente. Las dos preocupaciones fundamentales del concilio fueron el diálogo con el ateísmo y la unidad de la Iglesia, el ecumenismo. Pero unos días antes de la inauguración, Juan XXIII introdujo una tercera línea: los pobres. La Iglesia es, y debe ser, Iglesia de todos, pero, para los países subdesarrollados, es Iglesia de los pobres. Pero no fue esa la línea seguida. La reflexión sobre la opción por los pobres no estaba madura. En Europa entonces apenas había pobres.

R. ¿Cómo vivió el concilio? ¿Se enteró del conflicto que hubo entre prelados progresistas y prelados conservadores?

R. Fui testigo, pero no fui consciente. El peso de aquella experiencia fue tan extraordinaria, los documentos eran tan reveladores y deslumbrantes, que no comprendimos el mar de fondo. Nos llamaban la iglesia del silencio, de la Conferencia Episcopal Mexicana no habló nadie. Pero no estábamos ausentes; estábamos admirados y pasmados.

P. El cardenal Tarancón ha contado algo parecido en sus memorias. Dijo que se sintió conservador, que no percibió entonces lo que se estaba cociendo allí.

R. Quién no era conservador entonces. Ser conservador era ser observador. Pero, sí, las tendencias que allí se veían, los documentos que llegaban a nosotros, eran reveladores y nos cogieron desprevenidos. Y hubo luchas fuertes en algunos documentos, eso sí que lo vivimos.

P. Por ejemplo, el documento sobre la libertad de conciencia.

R. No, no tanto en ese tema. Eso afectaba sobre todo a los obispos españoles.

P. ¿Lo notaron entonces?.

R. Recuerdo que se distribuyeron documentos en los que se denunciaba que en España había curas en las cárceles por hablar vasco y catalán, pero pensamos que era una calumnia. No sabíamos nada, ya sabe. Franco era una especie de libertador ante el comunismo. Pero supimos que algunos obispos habían suspendido su estancia en Roma para venir a España.

P. ¿A recibir instrucciones de Franco?

R. ¿Se decía eso? No sé, a nosotros algunos de la curia nos quisieron amaestrar, pero no sé qué decirle sobre los españoles.

P. Lo ha contado el arzobispo emérito de Pamplona, Cirarda.

R. Lo único que vimos es que algunos prelados pidieron ausentarse para regresar a España.

[La entrevista se celebra en el el convento de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, en el barrio de Carabanchel Alto. Están presentes el secretario general de la Asociación Juan XXIII, el teólogo Juan José Tamayo, y la religiosa Mercedes García. Ésta relata cómo algunos de esos obispos se reunieron en ese convento con el teólogo González Ruiz para analizar lo que estaba pasando en el Concilio. Y cuenta al obispo que fue Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid, quien hacía de interlocutor ante Franco y organizaba las reacciones que, a voluntad del dictador, debían expresar los prelados de su confianza en el concilio].

P. Usted ha firmado la petición de un nuevo concilio, junto a medio centenar de prelados y miles de católicos.

R. No niego esa firma, pero la relativizo en el sentido de que la iluminación que supuso el Vaticano II no se ha agotado. Pero ha habido una sobrecarga de magisterio pontificio que provoca que algunos documentos hayan perdido impacto. Por eso queríamos llamar la atención sobre la necesidad de nuevas reflexiones. Es la misma reflexión que hizo el cardenal Martini hace dos años.

P. El cardenal de Milán fue criticado por eso con una impiedad asombrosa.

R. También hubo muchos que le defendieron. Muchos.

P. Parece como si la jerarquía católica temiera a los concilios. Como si fueran peligrosos.

R. Sólo son peligrosos para la Curia. Cuando murió en pleno concilio el gran Juan XXIII yo escuché a un monseñor de la Curia rezar por él. 'Que Dios le perdone el daño que ha hecho a la Iglesia con este concilio', rezaba.  

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ECLESALIA, 12 de septiembre de 2002

NUEVO CONCILIO ECUMÉNICO

Grito de esperanza universal

AGENCIA ADITAL, 16/08/02

MADRID.

ADITAL: De América Latina salió la propuesta de un nuevo Concilio como un proceso de preparación. Una idea de América Latina, donde se vive una experiencia nueva y original de ser Iglesia que está viva y que actúa. ¿Cuál es su opinión?

Jon Sobrino: A mí me gusta mucho la propuesta. Y que venga de América Latina me parece importante, también. Creo que si la propuesta viniese de los países de la abundancia, digamos Europa, Estados Unidos, con todo el respeto a la gente buena que hay allí, tratarían ciertos temas importantes, pero en el fondo quizás se reducirían al derecho de las personas en la Iglesia, lo cual es muy importante, por supuesto, pero que siempre está amenazado de aburguesamiento. En cambio, América Latina sigue siendo un continente de pobres y oprimidos, hombres y mujeres, indígenas, la negritud.

Entonces ¿qué significa un nuevo concilio, cuando la propuesta surge de América Latina? En mi interpretación, un concilio es ante todo recoger un gran clamor que hoy ya no tiene los altavoces que tenía en tiempos del Obispo Hélder Câmara, Monseñor Romero -aunque siempre hay voces de profecía y compasión. Se trata, pues, de recoger el clamor que ahí está y de escuchar lo que nos dice a nosotros, seres humanos, creyentes en el Dios de Jesús, en el Dios de la vida: que queremos y estamos dispuestos a hacer para humanizar este mundo, y humanizarnos a nosotros mismos. Yo, así entiendo lo más fundamental de la propuesta de un nuevo Concilio.

ADITAL: ¿Alrededor de qué se debe pensar un nuevo Concilio ecuménico?

Jon Sobrino: Los temas se pueden detallar en concreto de muchas maneras, pero el fondo es América Latina, continente que sigue crucificado. Pero es también un continente que sigue teniendo una palabra de fe para sí mismo y para otros. Esa fe es como ese plus, a más, del espíritu para cambiar las cosas, para humanizar a todos.

Si una Iglesia es cristiana, sigue teniendo fe de que se pueden cambiar las cosas, y que eso debemos hacerlo entre todos los seres humanos. De ahí que es obvio que el Concilio sea ecuménico, cristiana, religiosa y humanamente. Y lo central de ese ecumenismo consiste en coincidir y convergir al menos en una cosa: en la gran compasión ante los pueblos crucificados de este continente y de este planeta, crucifixión que se hace visible de diversas formas, algunas de las cuales hoy reconocemos mejor que antes: la mujer, los indígenas, los afro-americanos, los jóvenes sin futuro, los emigrantes sin patria ni raíces...

Creo también que un Concilio debe evaluar bien qué es lo que ha pasado desde el Vaticano II y desde Medellín, dónde se ha descubierto al Dios de Jesús, no a cualquier Dios, pues de Dios se habla y se canta hoy más que nunca. Dónde se ha descubierto a Jesús y dónde no. Dónde florece su seguimiento y dónde hay un repliegue en la seguridad, hasta en el epicureismo religioso. Y que el Concilio no se olvide, que ha habido mucho del amor mayor, que dice el evangelio de Juan. Mártires, cristianos y seres humanos, que han amado hasta el extremo, sin guardarse nada para ellos. Son los que dan esperanza, credibilidad, dignidad a las Iglesias y, más todavía, a una familia humana a la que quieren reducir la especie, en la que darwinistamente los más fuertes encuentran salvación.

Ese amor mayor está hoy presente en África en medio de inmensa crueldad. Está presente en la India por lo poco que conozco. Ha estado muy presente, a raudales, y muchos lo recuerdan, agradecen y de él viven en América Latina.

Un Concilio debe preguntarse con gran humildad qué hacer hoy con el siervo de Jahvé, con los ochocientos millones que padecen hambre en el mundo, con los dos mil millones que no tienen techo digno bajo el que dormir, con los setenta millones que estarán afectados de Sida en el año 2020. ¿Podemos seguir con la liturgia del Viernes Santo con toda paz leyendo los cantos del siervo de Isaías? Sólo podremos hacerlo si miramos al siervo de hoy con veneración y nos desvivimos para bajarlo de la cruz..

ADITAL: ¿Un Concilio como grito de esperanza universal?

Jon Sobrino: Entonces, esto es para mí el significado del Concilio: mantener la honradez con muestro mundo, desvivirnos por él y recibir e insuflar esperanza. Eso significa recoger el clamor que surge de abajo. Y significa también, aunque esto es más utópico, recibir de abajo el plus, lo más de la fe, y creer que de ese debajo de la historia puede venir salvación, una civilización de la pobreza, como decía Ignacio Ellacuría, que puede traer salvación al mundo de abundancia -que no cree que nada bueno pueda venir de abajo, pues vive bajo la hybris, no bajo la gracia- y también para la Iglesia universal. Ese mundo debe dejarse evangelizar por los pobres, como Jesús que se dejó evangelizar por aquella pobre mujer que echó unos centavitos. En eso consiste la universalidad fundamental de un Concilio.

ADITAL: ¿De nuevo, son los pobres, la referencia primera, como cuando Jesucristo comenzó?

Jon Sobrino: Sí, son la referencia primera, lo que con gran dificultad se mantiene. Por ejemplo, las democracias occidentales ¿ponen a los pobres en el centro de su misión, son ellos la referencia primera? No, por decirlo suavemente. ¿Y la Iglesia? Voy a citar a un europeo Johann Baptist Metz. Dice muy agudamente que al comienzo en el movimiento de Jesús la mirada se dirigía al que sufre, a la víctima, y de ahí la compasión de Jesús. Pero poco después se cambió esa mirada primera y se dirigió hacia el pecador. Entonces la compasión es sustituida por la salvación y por el perdón del pecado, importante, por supuesto, pero que no es lo mismo.

Mantener la mirada de Dios hacia el que sufre, eso es lo fundamental. Y quizás, también la audacia y la humildad de preguntar qué hacer con ese mundo y de dónde sacar esperanza. Eso es para mí la entraña que mueve a anunciar un Concilio con la fe -en medio de oscuridades- de que algo bueno va a salir. No se trata de reunirse por reunirse. No sé si esa fe -no cualquier fe-, pero a la gente pobre, a las víctimas, a veces lo único que les queda es esa fe de que algo bueno puede salir de nuestra realidad. Esta fe, también, es lo que tenemos que recoger cristianos y otros. Y en la medida de las posibilidades entre todos ponerla a producir. Que algo bueno va a surgir de este mundo.

ADITAL: ¿Creer en nuevos cielos y nueva tierra, en la utopía de una humanidad humana?

Jon Sobrino: ¡Mire! Ahora se acerca el aniversario del 11 de Septiembre, y hay que recordarlo con respeto y con dolor por las casi tres mil personas que murieron. Pero ¿qué fe nos proponen, qué esperanza nos dan? Desde aquí, ya lo hemos dicho, enviamos solidaridad a las familias de las víctimas. Pero lo que uno escucha no es ninguna fe, ni ninguna esperanza, sino amenazas del poder que se va a imponer.

Entonces, de pocos lugares viene esa otra visión de la realidad, de esperanza, ese otro ánimo de que entre todos vamos a cambiar este mundo. Y que la utopía -tan desprestigiada- es cosa de los pobres, no del Banco Mundial, ni de Bush. La utopía que nos proponen -aunque no la llaman así- es la de una especie animal humana que sobrevive, donde poco a poco pueda comer más gente -y no está mal. Pero yo espero algo más. Además de una especie animal que pueda comer, espero que llegue a ser realidad una familia humana. Que los del norte no tengan que avergonzarse de pertenecer a este planeta. Que todos sintamos gusto en saber que tenemos hermanos y hermanas en África, en la India, en América Latina y en Europa, Estados Unidos, y en todo el mundo.

Este cambio de perspectivas me parece a mí que es algo que puede poner a producir la fe cristiana junto con otros, y mucha gente lo va a aceptar. Y si hay miedo de eso es que hay miedo de que Dios no es tan dios como lo deseamos. Yo creo que un Concilio debe llevarnos a ponernos delante de Dios, a no tenerle miedo, sino a captar su amor por su mundo y su amor muy especial por los pobres de este su mundo. Y dejarle decir su palabra: ¿qué has hecho de tus hermanos?

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El Periódico, 13 de septiembre de 2002

LAS CAMPANAS TOCAN A REBELARSE

JOSEP PERNAU

MADRID.

Entre el clero y CC.OO., los papeles se han invertido. Por algo será. En sus primeros tiempos de ilegalidad, el sindicato celebraba sus asambleas entre las paredes de una iglesia o un convento, y ahora los teólogos respondones frente al poder han ido a encontrarse en los locales que la organización obrera tiene en Madrid, en los que se ha registrado el hecho histórico de la celebración de un misa. Se explica perfectamente que en los tiempos que corren los teólogos progresistas hayan tenido que pedir acogida al sindicato. ¿Podían esperar acaso que un templo o una congregación de Madrid les cediera sus locales, siendo que en la archidiócesis manda un arzobispo que gusta de celebrar bodas suntuosas, reservadas a la gente de guapura, riqueza y poder, como la de la hija del presidente del Gobierno en El Escorial?

Habría sido un contrasentido que monseñor Rouco Varela, tan amigo de los ricos, de la pompa y el boato, hubiera bendecido una asamblea de teólogos partidarios de la rebelión y la conflictividad frente a los poderosos. Hace 30 años, los sindicalistas sufrían persecución. Ahora, los mal vistos son ciertos teólogos, que con su asamblea parecen entrar un poco en la clandestinidad. En la sede de CC.OO. se han sentido como en casa.

Dios y el dinero son incompatibles y a rebelarse tocan ahora contra los ricos y contra los que les apoyan. Nada de conformismo y resignación, que es lo que predican los curas conservadores y es lo que quiere el centroderecha gobernante. Los teólogos han dado la consigna y, en comunión con los cocos, a uno no le extrañaría que la misa se hubiera dedicado a la abolición del decretazo.  

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ECLESALIA, 14 de septiembre de 2002

INFORMAR DE UN CONGRESO DE TEOLOGÍA CATÓLICO

Carta al director del semanario Alfa y Omega

BENJAMÍN FORCANO, teólogo

MADRID.

Sr. Director de Alfa y Omega:

Si le he de decir verdad, nunca leo el Semanario de Información Católica "Alfa y Omega". Pero, hoy, unos amigos, nada sospechosos de herejía, me lo pasan indicándome con humor lo que el Sr. Gonzalo de Berceo (alias "Paquito" o el "Cardenalito", pseudónimo que usa y del que los congresistas han tenido conocimiento) comenta sobre una frase de Manuel Vázquez Montalbán.

Veo que en el Semanario, Gonzalo de Berceo figura como redactor jefe. Y, ahí la cosa adquiere ya tintes de apologismo tonto. El "cardenalito" no ha leído ni por el forro la rica teología desarrollada en los 21 Congresos de teología, publicados y abiertos a la mente de cualquiera que se acerque a ellos con honestidad. Si el Sr. Gonzalo de Berceo tratara de conocer el espíritu del Vaticano II y guiarse por sus pautas podría leer párrafos como estos:

"La Iglesia necesita de modo muy peculiar la ayuda de quienes, por vivir en el mundo, sean o no creyentes, conocen a fondo las diversas instituciones y disciplinas". "La Iglesia reconoce agradecida que recibe ayuda variada de parte de los hombres de toda clase y condición". (GS, nº 44)

"Capacítense con insistente afán para participar en el diálogo que hay que entablar con el mundo y con los hombres de cualquier opinión". (GS, nº 43).

"El deseo de diálogo no excluye a nadie por parte nuestra, ni siquiera a los que cultivan los bienes esclarecidos del espíritu humano, pero no reconocen todavía al autor de ellos". "Ni tampoco excluye a aquellos que se oponen a la Iglesia y la persiguen de varias maneras". (GS, nº 92).

Sólo desde esta muestra parcial y, más desde la totalidad del concilio Vaticano II, el Sr. Gonzalo de Berceo entendería cuán descolocado está su comentario, el descrédito a que lleva al catolicismo en el mundo actual, los prejuicios de que es prisionero y en los que quiere sumir o mantener a otros.

Estaban, indudablemente, los congresitas a gusto con el Sr. Montalbán y no lo estarían, no puede dudarlo, con Vd. Y los congresistas han demostrado con hechos que se trata de teología, de verdad, y no de la tontez que rezuman sus aparentemente serias palabras. ¿Todo eso es lo que le ha suscitado la celebración y el contenido del XXII Congreso de Teología? ¿No ha sido capaz de captar nada más? ¿Se ha molestado en conocer a alguno de los ponentes (cuántos y cómo han intervenido), en hablar con los participantes, en sumergirse en alguna de sus celebraciones (de la Penitencia y de la Eucaristía), en registrar el magnífico ambiente de convivencia, fraternidad y esperanza?

Está claro que Vd. no ha vivido ni leído nada de estos Congresos, habla de solos rumores, y entonces es lógica su desatinada información. Y un Semanario de Información, y para más INRI en este caso católico, de informar de un Congreso de Teología católico, debe hacerlo  con dignidad y rigor. Lo otro, lo que Vd. en este caso ha hecho, es desinformar, desorientar y sembrar incompresión y división entre católicos.

Le invito a revisarse y a madurar personalmente quitándose fobias en su relación con sus hermanos católicos. Atentamente. Benjamín Forcano.  

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El País, 19 de septiembre de 2002

TEOLOGÍA Y LUCHA DE CLASES

J. A. GONZÁLEZ CASANOVA, catedrático de Derecho Constitucional

El congreso de teólogos convocado por la Asociación Juan XXIII ha tenido como tema central la actitud de los cristianos frente a la actual globalización capitalista. El primer ponente fue el escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán. Sus palabras iniciales fueron: '¿Qué hace un ateo como yo en un congreso de teólogos?'. La pregunta comportaba ya una respuesta que supongo agradecida y satisfecha. A Manolo (todos le llamamos así para demostrar nuestra intimidad con él) no le molesta ser un punto de referencia para ciertos cristianos, igual que al sociólogo Salvador Giner le encanta ser amigo y colaborador de la revista católica El Ciervo pese a su cordial agnosticismo. Está claro que ambos se limitan a respetar y mostrar su simpatía a quienes, en la Iglesia, se declaran y se comportan como gente de izquierda, lo que hace medio siglo se calificaba de 'catolicismo progresista'.

Fue en aquella época, de lucha clandestina contra la dictadura, cuando nació una sincera amistad, personal y generacional, entre los hijos de los dos bandos de la guerra civil con motivo de una camaradería resistente y de unos ideales de revolución social anticapitalista, compartidos por unos y otros entre reticencias mutuas. Si los progresistas increyentes dudaban de la coherencia revolucionaria de los católicos debido a su fe religiosa, éstos últimos temían de los primeros un dogmatismo ideológico insensible a los costos humanos de la revolución que, a la larga y por paradoja, concluyera en una perversión del marxismo democrático original o en una adaptación resignada al sistema imperante, 'dadas las condiciones objetivas', como en la democracia social capitalista. El cristiano que mayor respeto se ganó en este duelo de reticencias por parte de ambos sectores fue Alfonso Comín, hasta que las abandonó, militando en el PSUC y en el PCE cuando estos partidos marxistas adoptaron honestamente y sin ambages el eurocomunismo y se ofrecieron como alternativa a la prisionera socialdemocracia.

El diálogo teológico-revolucionario de Comín y Manolo Vázquez en aquel tiempo -cuando los tres militábamos en el Frente de Liberación Popular, el popular Felipe- y las muchas veces que nuestro amigo ha comentado la importancia y el sentido de la vida y la obra cominianas o 'coministas' hacen del escritor 'poscomunista' un inmejorable referente del diálogo actual entre cristianos y creyentes -agnósticos o ateos- en la dignidad humana y en la justicia para todos sin excepción. ¿Qué hacía M. V. M. inaugurando un congreso de teólogos comprometidos con la lucha anticapitalista actual? Pues sencillamente lo que ha estado haciendo toda su vida, antes, en y después de la caída del muro berlinés. Para él y para muchos cristianos no existe el fin de la Historia ni el experimento soviético monopoliza y aún menos representa el ideal revolucionario, el cual sigue vivo y sobrecargado de las muchas y buenas razones que la globalización liberal añade a las que tanto el uno como los otros compartieron hace medio siglo.

M. V. M., el empecinado, resumió su mensaje teologal recordando la actualidad hiriente de un concepto intencionadamente olvidado y despreciado por los sociólogos al servicio del sistema: la lucha de clases. En Euroamérica, la conciencia de clase y el conflicto interclasista podrán haberse diluido y mitigado en el imaginario colectivo impuesto por la industria ideológica del poder dominante, pero nadie puede negar estos días la gran divisoria nacional e internacional y el enfrentamiento entre los corruptos acumuladores de riqueza ajena y los empobrecidos hasta la miseria y muerte por culpa de tal depredación violenta y a menudo genocida. Tal situación clama al cielo de muchos cristianos en el mundo, que tornan a rebelarse contra ella y se alinean con las propuestas de una diferente globalización, democrática y humana, es decir, anticapitalista. Vuelven a escuchar la palabra de antiguos profetas inasequibles a la teología liberal mientras éstos colaboran de nuevo, sin recelos, con quienes están recuperando la energía espiritual y política que mostraron en España durante el franquismo. Un detalle simbólico pero significativo podría ser el hecho de que si las parroquias protegieron la clandestinidad del movimiento obrero y en ellas se fundaron, como en la de Sant Medir de Barcelona, muchas CC OO, el congreso de teólogos de Madrid se clausuró con una misa concelebrada en el salón de actos de dicho sindicato. Como decía Alfonso Comín, 'la lucha de clases también pasa por la Iglesia'.

El horizonte de una colaboración de los cristianos con los movimientos sociales anticapitalistas se ha abierto extraordinariamente en los últimos años, más allá del antiguo diálogo católico-marxista de los cincuenta y sesenta. A la teología suramericana de la liberación se han sumado la teología feminista y ecologista, que combaten el presente modelo de sociedad machista, violenta, autoritaria, competitiva y depredadora. El 'otro mundo posible' no es sólo el de más allá de este mundo, sino el que se ofrece como alternativa global al neofascismo 'liberal', encabezado hoy por ciertos gobernantes yanquis y europeos, y que cuenta ya con la cooperación, sin dudas o reticencias, entre creyentes en el ser humano, cristianos o no. En nuestro país, los estudios del profesor Díaz Salazar y las propuestas de socialistas como Obiols, Zapatero y Jáuregui nos dan la tónica de esa posible y deseable camaradería. Fuera de aquí, para poner un ejemplo, el secretario de Refundación Comunista, el italiano Fausto Bertinotti, acaba de declarar en este diario, refiriéndose a la necesidad de una nueva izquierda organizada alrededor de los objetivos de la antiglobalización: 'Hay que hacer un mapa con todas las fuerzas alternativas, comunistas, ecologistas, católicos, feministas, que estén a la izquierda de la socialdemocracia europea'.

Me ha gustado ver a Manolo en un congreso de teólogos contestatarios. Me ha devuelto a los años juveniles en que, con él, luchamos juntos Comín, Joan Gomis, Massana, Urenda y tantos otros, cristianos o ateos, pero todos creyentes unidos por una misma fe en la Tierra y en el ser humano de cualquier rincón del mundo. Vox populi, vox Dei.

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ECLESALIA, 21 de septiembre de 2002

¿OTRO CONCILIO? ¿OTRO PAPA? ¿OTRA IGLESIA?

JUAN LUIS HERRERO

LOGROÑO.

Como creyente cristiano y al mismo tiempo ciudadano de este planeta me niego a esa habitual esquizofrenia de vivir por separado ambas dimensiones: creencia/razón, sagrado/profano, fidelidad/libertad, etc... A tenor de esta declaración, me embarco en la peligrosa tarea (¡la Inquisición no está enterrada!) de pergeñar algunas breves reflexiones sobre realidades muy concretas cristianas cuyos efectos no irán sin repercutir en la marcha de nuestra historia ¿No habría sido ésta muy diferente de haber sido otra la historia de la Iglesia? Muchos cristianos piden otro concilio; la hermana muerte nos va a traer otro papa; pese a que el tema cada vez interese a menos gente, al mundo de hoy no le vendría mal otra Iglesia.

La “Corriente Somos Iglesia”, junto a algunos obispos, está promoviendo una campaña a favor de un proceso conciliar que ya sugirió hace tiempo el cardenal Martini. Siendo, a mi entender, una idea sugerente, merecería, no obstante, ser mejor perfilada. ¿Existe en el momento presente la posibilidad de suficiente éxito en la celebración de un concilio ecuménico? El cuerpo de la Iglesia está tan gravemente enfermo que una dosis insuficiente de antibióticos puede provocar que sus males se agraven y enquisten, como ha sucedido con el Vaticano II pese a su buena intención y la mejoría temporal que produjo: a la postre el cuerpo eclesial reformó algo para que todo siga igual... o más bien, peor. Proceso preparatorio sí, pero muy complejo y larguísimo como para que se produzcan las condiciones de posibilidad y de éxito de un concilio realmente ecuménico de pastores y fieles de todas las confesiones.

Pero antes de nada, una pregunta: ¿Puede un concilio al estilo clásico  reformar la Iglesia? Me temo que sería poner el carro delante de los bueyes o construir la casa desde arriba. Con la secular inflacción antievangélica de la autoridad y  del magisterio a que ha dado lugar la inmadurez de los creyentes hemos olvidado los cristianos -nos han hecho olvidar los pastores- que Pablo de Tarso situaba la salvación no en la ley sino en el Espíritu (de Jesús). Fatal olvido que llegó muy pronto, cuando el emperador convocaba un concilio, asentían los obispos y no se enteraban los fieles. Así, a golpe de concilio jerárquico contra cada herejía naciente, el Espíritu no ha podido impedir que haya ido enfermando la Iglesia “oficial” -la que aparece a los ojos del mundo- hasta tal postración que muchos la abandonan, en buena parte, por ella y otros seguimos en este inhóspito hogar a pesar de ella. Por fortuna (o gracias a Dios) nunca ha faltado buena gente en la Iglesia para poner en nuestras manos la Biblia y sorprendernos con un estilo de vida parecido al de Jesús tan cerca siempre de los pobres y sencillos.

Quien echa un vistazo sin prejuicios dogmáticos a la historia de la Iglesia -la que más se ve- ¿qué conclusión saca, que ha estado más sana que enferma o, más bien, la contraria? Papas, obispos y abades, salvo excepciones, han ambicionado el prestigio, se han aliado con los ricos y poderosos y, lo que es peor, se han identificado con el poder de Dios. Grosera o sutilmente, según casos. Es decir, pura traición al Espíritu (de Jesús). Y ¿los fieles de a pie? Segregados de la clase dirigente -sobre todo las mujeres-, sin nunca poder decidir y ser apenas consultados, se mantienen dentro del rebaño, mientras tanto fuera de él sólo hay intemperie. Mas en cuanto llega la primera madurez, no tarda en producirse la desbandada o la cómoda instalación en el pacto con la mediocridad: “yo cumplo con la Iglesia pero que no me complique la vida. ¿El evangelio? ¡Utopías!” Por descontado, con excepciones. En esas estamos todavía. En una palabra, hemos dejado las riendas en manos de las estructuras y de la ley por no fiarnos demasiado del Espíritu, o fiarnos tan mal que le trasladamos nuestra parte de responsabilidad.

En estas condiciones ¿qué se puede esperar de un Concilio como el anterior? Sería caer una vez más en la trampa de una solución desde arriba. La Iglesia se revitaliza, más que cualquier otra institución, desde la base. Y más cuando la tarea es monumental y se imponen no sólo reformas parciales sino una refundición desde la base a la cúspide de toda la estructura. Posiblemente ni en los ámbitos más alertados existe conciencia suficiente de hasta qué profundidades puede y debe llegar esta refundición, indoctrinados como estamos para creer que el esquema de la Iglesia salió de la mente de Jesús y es inamovible. En la macro-estructura actual, gigantesca catedral, sólo un poco de oro y plata pertenece a la experiencia originaria de los primeros seguidores. El resto es vulgar metal y en gran parte ganga. No porque las adquisiciones históricas sean todas superfluas. Muchas, sin duda. Otras deben ser simplificadas, reformadas, refundidas, revitalizadas o adecuadas al tiempo presente. La reforma litúrgica del Vaticano II ¿llegó al fondo o quedó en maquillaje de un fósil? ¿Qué impide, por ejemplo, la recuperación total del ágape fraterno en la Eucaristía? Y al  Derecho Canónico ¿no le bastaría una décima parte? y ¿ésta bien enfocada desde el respeto a los derechos humanos y el sentido democrático? ¿Cómo respetar la pluralidad dentro de la unidad? ¿No tiene ninguna responsabilidad -tal vez la mayor- que reconocer la jerarquía en la excomunión de la Iglesia oriental, en las condenas de la Reforma y de la Modernidad? ¿Fueron acaso divisiones de los creyentes o antievangelismo jerárquico? ¿Qué Iglesia es  hoy la principal responsable del pecado de la división? ¿Qué tiene que ver el estado vaticano, el centralismo dictatorial de Roma, la negación práctica de la colegialidad episcopal, la primacía de jurisdicción y el poder papales con el “servicio de Pedro”? ¿Qué jerarquía hostiga a los teólogos y pastores que pretenden traducir al mundo de hoy un pensamiento cristiano conceptualmente  ininteligible y vitalmente  insignificante? ¿Qué altas jerarquías propician una nueva fractura de la comunidad cristiana, expulsando a una dinámica parte de ella  hasta las fronteras de “su” catolicidad (¡no lo conseguirán!) mientras tales autoridades se identifican con el talante de los movimientos más conservadores (Opus Dei, Comunión y Liberación, Neocatecumenales, Focolari...)? Síntoma de tal fractura es que muchos podemos dialogar con ortodoxos, protestantes, incluso agnósticos, diálogo que es imposible, sin embargo, por estéril, con los conservadores de la vieja neoescolástica, profesores (en paro) de Seminarios vacíos, teólogos de la curia vaticana, etc. porque con éstos las palabras de siempre no tienen el mismo contenido. Fractura dentro de la Iglesia porque la cosmovisión, el soporte cultural (antropológico, filosófico, psicológico, sociológico) de ambos sectores es diferente. Uno de ellos, al igual que el fundamentalismo islámico, ni siquiera ha pasado por el crisol de la Ilustración y de la Modernidad cuando estamos ya en la Postmodernidad.

La tarea, pues, para un Concilio es ingente porque la fractura es casi infranqueable, no tanto por diferencias en la aceptación de Jesús cuanto por pertenecer a cosmovisiones de galaxias mentales diferentes. Este proceso cultural divergente se inició por lo menos en el Renacimiento (el de la separación de oriente-occidente fue otro), echó raíces en la crisis protestante y culminó en la Ilustración seguida de la crisis modernista. Por eso pregunto: ¿Qué podría hacer un nuevo concilio mientras subyazgan las dos cosmovisiones que dieron lugar a las rupturas anteriores?, ¿exponernos a sacar a la luz y consagrar la hoy latente? ¿Qué podemos esperar de un concilio de obispos en su inmensa mayoría cuidadosamente seleccionados por Juan Pablo II, máximo responsable de la actual involución frente a la moderadísima (y en puntos clave ambigua) reforma del Vaticano II?

Me temo que la Iglesia está hoy abocada a un callejón sin salida al menos si la salida la situamos en un nuevo concilio. Mientras no se supere ese abismo de la doble (por lo menos) cosmovisión que más o menos conscientemente separa a los creyentes no podrá haber un lenguaje común para entender (en el sentido de enterarse) lo que unos y otros afirman y pretenden en lo doctrinal, en lo moral, en lo pastoral, en lo celebrativo, y en lo organizativo. Y sería un fiasco. Porque o bien un sector se impondría sobre el otro y se consumaría la ruptura o, por lo menos, habría que caer en la cuenta de dónde se sitúa el “eje” del problema y, aceptando (¡por milagro!) una amplia pluralidad, empezar por donde habría que haber empezado: superar el doctrinarismo y salir del narcisismo eclesial para revitalizar la experiencia evangélica volcándose en la tarea de salvar del desastre al planeta y a la humanidad, codo con codo con toda la gente de buena voluntad, comenzando por dar agua y pan a los miles de millones de pobres del mundo.

A lo largo de los siglos, sobre todo en occidente, la Iglesia ha privilegiado, incluidos los grandes concilios, la doctrina sobre la experiencia vital, es decir la ortodoxia sobre la ortopraxis: las verdades que había que creer, la ley a observar, las jerarquías a las que someterse y los ritos que mantener, todo ello por delante de las auténticas vivencias evangélicas a propiciar en el pueblo cristiano. Podían ser los “herejes” grandes hombres espirituales, al menos tanto como sus detractores católicos, pero eran apartados sin piedad de la comunión visible eclesial en razón de unas formulaciones doctrinales por otra parte de no menor carga complementaria de verdad que la también parcial y unilateral de la jerarquía católica. De nuevo la carreta por delante de los bueyes, la doctrina por delante de la experiencia vivida, la ley por delante del Espíritu. Los resultados de desajuste y distorsión impregnan hoy hasta tal extremo la misma médula del cristianismo que añadido ello al desfase con el pensamiento y la cultura ambientales –divergencia de la cosmovisión y los paradigmas- un eventual concilio, con posiciones tan enfrentadas en su seno, habría de afrontar una tarea imposible. El proceso preconciliar habrá de ser inevitablemente muy dilatado en el tiempo. Y empezar por donde hay que empezar: un renovado aliento vital de la vivencia hondamente humana y evangélica (¿son magnitudes diferentes?). Por ser pragmáticos y estando tan divididos ¿qué es lo que estaría desde ya a nuestro alcance?

La Iglesia se realiza en cada comunidad cristiana y ésta dispone de todos los medios para su reanimación, buscando mantener la comunión posible con las demás, aunque sin esperar permisos de arriba. Repitámoslo: la reforma se hace desde la base en radicalidad de respuesta al Espíritu que late en el corazón de cada uno. Esto se está alumbrando ya en todo el mundo y es un proceso imparable. Entre tanto las viejas cristiandades clásicas se vacían por falta de sangre nueva, por la sangría de las sectas o simplemente por la edad de sus miembros. Sólo se aferrarán al viejo sistema quienes son incapaces de vivir a la intemperie y sacrifican la libertad de la fe a la seguridad del corsé autoritario de doctrinas y leyes. Ninguna religión se libra, en razón de la precariedad humana, del fundamentalismo. Y, ya de pasada, ¿se preguntan alguna vez los jerarcas si procuran mantener la comunión con la Iglesia? ¿O eso se produce mágicamente con el cargo?

¿Así de simple? No. No basta que las comunidades asuman su responsabilidad. Es preciso hacerlo en la buena dirección. Es preciso superar el secular narcisismo eclesiocéntrico. Porque es materialmente imposible resucitar en una pequeña o gran comunidad la auténtica experiencia o vivencia cristiana de la fe al margen de su núcleo más sustancial: el espíritu del sermón del monte (las “bienaventuranzas”) y la piedra de toque de su validez cual es lo que en breve podríamos llamar el talante “samaritano” de aquella escandalosa parábola de la que Jesús dio numerosas versiones. La más profana y desacralizada de las cuales fue el “Tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber...” (Mateo 25).

A millones nos gritan hoy esas mismas palabras gentes pobres y sufrientes que nuestra avidez de dinero, nuestro consumismo hedonista y derrochador y, en general, las políticas económicas genocidas que consentimos (¡por eso somos todos culpables!) arrumban a las cunetas de la muerte. Sin un sobresalto general de conciencia, sin una movilización masiva de creyentes y no creyentes (¡ahí está el auténtico ecumenismo!) no hay solución para este planeta y para esta humanidad herida. A la hora de la verdad seremos juzgados sobre el amor, en versión actual, sobre solidaridad, talante “samaritano” y -acompañante indisociable mientras no hay pan y agua para todos-  austeridad de costumbres...

¿No sería bueno, puesto que no nos entendemos apenas, y ello va para largo, en cuanto a “cosmovisiones” y “paradigmas eclesiales” volcarnos todos en el problema sin duda número uno de la humanidad? Esto sí que merecería un gran concilio: “¿cómo salvar a los hambrientos y sedientos de la tierra y a ésta con ellos?” Con una apuesta por la radicalidad evangélica de vida y aparcando nuestras disensiones intraeclesiales nos situaremos en el sólido terreno en que podrán ser superadas. Cuando existe una crisis grave de supervivencia toda la familia se une y puede llegar a superar las discrepancias secundarias.

El segundo interrogante “¿Otro papa?” es de mucho menor peso pero los católicos lo tenemos a la vuelta de la esquina y, puesto que es insoslayable, tampoco estará de más echarle un vistazo aunque sólo sea en un ejercicio de estrategia para el cambio que más de uno tachará de maquiavélica: la estrategia de, dado el contexto actual, “cuanto peor, mejor”.

Un simple proceso de preparación a semejanza de los que ha habido en muchas diócesis para sus sínodos es insuficiente sobre todo si lo conducen obispos y teólogos oficiales. La Iglesia está encerrada en un corsé que le impide pensar y respirar: con las estructuras actuales habría dos procesos en cada diócesis, avanzado y conservador. Querámoslo o no la Iglesia católica está dividida tanto o más que lo estuvo en la Reforma evangélica. Que entonces el pueblo cristiano no lo estaba -aunque visceralmente necesitado de reforma- pero lo dividió Trento.

Pero vuelvo a la pregunta inicial ¿qué más necesitamos los cristianos para reformarnos desde nuestras comunidades en coherencia y radicalidad de vida según el mensaje de Jesús, modificando lo que hayamos de cambiar sin esperar el permiso de arriba? Que no se llamen a engaño los pastores y, para ello, que hagan en todo el mundo encuestas fiables: el magisterio oficial apenas tiene crédito y el proceso de reforma ya está en marcha en muchas comunidades que reflexionan su vida y fe y celebran el culto y los sacramentos sin pedir permisos al obispo. Las grandes comunidades tradicionales se van vaciando por las sectas o la edad. Será un proceso largo pero inexorable. Moribunda la Iglesia de cristiandad va apareciendo la iglesia “samaritana”, la Iglesia en “diáspora”. Hace muchos años me llegó una frase creo que del teólogo Tillich “Cristo no resucitará más que de la tumba de esta iglesia”. Desconozco el contexto de la frase pero el de hoy la hace verdadera.

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ECLESALIA, 23 de septiembre de 2002

MANIFIESTO FINAL DEL ENCUENTRO "OTRA IGLESIA ES POSIBLE"

Mensaje a las comunidades

ENCUENTRO INTERNACIONAL PARA LA RENOVACIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA, domingo 22 de septiembre de 2002

MADRID, universidad Carlos III de Leganés.

 “Sabemos que entre todos los bautizados reina una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y a la acción común de los fieles en la edificación del cuerpo de Cristo”. - LG 32c - "Los laicos son hermanos de los pastores, todos llamados igualmente a la misión". - LG 33a  (Concílio Vaticano II).

Queridos hermanos y hermanas, les escribimos desde Leganés, Madrid, donde estuvimos reunidos del 19 al 22 de Septiembre del año 2002, en un Encuentro Internacional para la Renovación de la Iglesia Católica. Somos 500 cristianos católicos, entre hombres y mujeres, laicos, religiosas, religiosos y presbíteros. Pertenecemos a 200 grupos y organizaciones de base, venidos de todas las partes de España y de más 30 países del mundo. Tuvimos la alegría de contar entre nosotros, en este encuentro, con la presencia fraterna y humilde de Don Tomás Balduino, obispo presidente de la Comisión Pastoral de la Tierra, en Brasil.

Todos venimos a este encuentro, movidos por nuestra fe y por el deseo de ver a la Iglesia Universal hacerse verdaderamente una red de comunidades al servicio de la Humanidad, especialmente de los millones de personas empobrecidas y excluidas en este mundo. Nos alegramos de saber acerca de las experiencias comunitarias de la Iglesia de Dios en Chiapas, México, en medio de pueblos indígenas, hace cinco siglos explotados.  Escuchamos como la Iglesia nace, cada día, por el poder del Espíritu, en medio de las comunidades de campesinos y de los pobres en Brasil, Ecuador, Guatemala, otros países de Latinoamérica, como en Asia y también en ciudades europeas como Bruselas, Madrid y tantas otras.

Asumimos como nuestra la petición hecha al Papa en favor de un nuevo Concilio y de un proceso conciliar, participativo y corresponsable, firmada por más de 30 obispos católicos y que está recibiendo miles de firmas de apoyo de todo el mundo.

Nos sentimos movidos por el Espíritu para impulsar ese proceso conciliar, en el que ya estamos, como camino de fe y solidaridad.

Proponemos algunos temas que preocupan, hoy, a muchas comunidades y a una gran parte de la sociedad; cuestiones sobre las cuales es necesario abrir el debate y la reflexión serena entre todos los miembros del pueblo de Dios. Entre éstos, subrayamos temas sociales, como la urgencia de una acción profética de las Iglesias al servicio de la Paz y en contra del militarismo y de la guerra; la acción solidaria contra el hambre, que mata a miles de millones de personas y por la justicia e igualdad entre todos los seres humanos, en comunión con la Naturaleza y comprometidos con su cuidado.

Añadimos que es urgente un diálogo entre personas representativas de las Iglesias y de la comunidad científica, sobre los valores éticos de la Biotecnología para hacer frente a la utilización meramente mercantilista de la ciencia.

Para que nuestras Iglesias sean siempre signos del Reino de Dios, creemos importante:

Reflexionar sobre la forma de ser y organizarse como Iglesia en el mundo.

Abrir plenamente las comunidades eclesiales a los pobres, a los migrantes y a las personas moralmente marginadas, como divorciados y homosexuales.

Cumplir realmente los Derechos Humanos en sus relaciones internas y con todos sus miembros.

Reformular los ministerios en su comprensión teológica y en su forma de expresión, abriéndolos a la plena participación de las mujeres, sin que el celibato tenga que ser obligatorio para el cumplimiento del ministerio presbiteral.

Estas cuestiones solo podrán ser profundamente tratadas en una Iglesia renovada a la luz del Evangelio. Que este proceso conciliar reviva la primavera eclesial de los tiempos del Papa Juan XXIII que pidió para la Iglesia lo que hoy todos deseamos: un nuevo Pentecostés.

Les abrazamos con la Paz de Cristo.

Sus hermanos y hermanas del Encuentro Internacional de Leganés.

Anexo

Nosotros, 500 participantes de este Encuentro Internacional para la Renovación de la Iglesia Católica, sentimos una indignación profética contra la política militarista, intervencionista y unilateral del gobierno norteamericano que, despreciando las leyes y tratados internacionales, amenaza con una invasión militar al pueblo de Irak, ya tan sufrido por las consecuencias del embargo que lo oprime desde hace más de diez años. Instamos a nuestras comunidades y a todas las Iglesias cristianas a levantar su voz en pro de la Paz y de la justicia internacional, basada en el respeto a la soberanía de todos los pueblos. Como dice Jesús: “Felices los mansos porque poseerán la tierra. Felices los constructores de la paz porque serán reconocidos como hijos e hijas de Dios, o, en otras palabras, construyendo la paz, hacen la obra de Dios en el mundo” (Cf. Mateo 5, 5. 9).

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ECLESALIA, 25 de septiembre de 2002

TENEMOS LA PALABRA

BENJAMÍN FORCANO, teólogo

MADRID.

Es el momento, todavía, de hablar y de no hacernos cómplices con los propósitos belicistas del Gobierno del Sr. Buhs, y de quienes, dentro de nuestro Gobierno, quieren respaldarle incondicionalmente. El Sr. Buhs no atiende razones, quiere adhesiones. Y seguriá adelante, las consiga o no.

No hace falta enumerar las prácticas que la política exterior yanki, en los últimos decenios, ha venido desarrollando en el Tercer Mundo. Sin ser especialista en historia y sin tener que revolver muchos archivos, salta a la vista el reguero de injusticia, de expolio, de martirio y de degradación que ha dejado en muchos de esos países. Vistas desde Centroamérica y Latinoamérica sobre todo, jalonan la historia invasora y golpista de la Política Estadounidense fechas como 1911, 1912, 1914, 1926, 1972, 1978, 1979, 1992, etc. Un calendario de atropellos, robos y víctimas. Y, como siempre, todo en nombre de la democracia, de la libertad y de los derechos humanos.

Desde el 11-S las cosas se han agravado. Y el frenesí de declarar una campaña internacional contra el terrorismo, lo está envolviendo todo, sin dar tiempo al análisis y a la cordura. Inaudito fue, ciertamente, por lo trágico y espectacular, el atentado contra las Torres Gemelas. Ríos de dolor, de indignación, de solidaridad y de mancomunado esfuerzo surgieron de aquel trepidante y mundializado ataque para combatir el terrorismo.

Pero, la sucesión de los hechos ha provocado una obsesión persecutoria contra árabes y mulsumanes, nuevas legislaciones antiterroristas sin definir el terrorismo y los criterios para identificar a los terroristas, la exclusión del papel de los Estados a intervenir en esa lucha imponiendo mecanismos de control según Derecho. Y, sobre todo, la ola frenética nos viene martilleado con la idea de que el terrorismo amenaza nuestra seguridad y los valores de nuestras civilización y debe ser aplastado ya.

Han sido muchísimos los pensadores, sociólogos, politólogos, humanistas de toda clase que se han cuidado de señalar que el terrorismo no es un hecho puro, de una sola parte; que tiene sus causas; que no es un hecho aciago de fanatismo religioso; que no se erradica con métodos de más injusticia, de más dominio y de más represión; que requiere cambios de la política exterior, en este caso de Occidente, con EE. UU. a la cabeza. ¿Han servido para algo esos análisis? ¿Han obligado a los más poderososos a cuestionar su realpolitik?

El aniversario del 11-S está siendo , por lo demás, ideológicamente, nauseabundo. ¿Pero es que no ha habido, en otros lugares, matanzas recientes, de miles y miles de víctimas, propiciadas en buena parte por quienes ahora nos convocan a universal y conmovida solidaridad? ¿No eran éstos seres humanos? ¿No tenían seres queridos que los dejaron desolados, traumatizados, desesperados? ¿Y no ha habido para ellos un recuerdo, una lágrima, una imagen, un homenaje? ¿No fue un mismo 11 de septiembre el golpe de Estado en Chile contra Allende financiado y apoyado por EE. UU.?

No conozco ningún otro hecho, nacional o internacional, que haya sido preparado con tanto detalle y reiteración de dramatismo, de  sentimientos, de anécdotas, de ejemplos y de imágenes golpeando las 24 horas del día la mente y sentidos de los ciudadanos en una misma dirección y con un mismo larvado objetivo.

La cosa se descubre, acaba por hacerse sospechosa y destila al fín olor repelente. ¿Qué es lo que  pretende el Gobierno de Buhs con tan insistente y machacona manipulación? ¿Habrá quien me explique la uniforme servidumbre de casi todos los "medios"? ¿Quién ha provisto los mensajes, los documentales, las imágenes, los comentarios a nuestros "medios" que se jactan de ser independientes y libres?  ¿Dónde están las voces disidentes, que orienten y nos saquen de ese laberinto convulsionante del terrorismo, que nos hace pedir casi de rodillas al Sr. Buhs, y aliados, que no aguarden más, que intervengan con todo su poderío y eliminen a los terroristas?

Son demasiadas las cosas que, con la nebulosa del terrorismo, nos quieren hacer tragar. ¡Qué bien lo decía EL ROTO en su chiste del 14 de septiembre en El País: " Doctor, le dice una mamá, no consigo que el niño se trague las mentiras sobre Irak en grageas que le recetó". "Pues habrá que ponérselas en supositorios", le contesta el Doctor.!

No es difícil advertir cómo muchos escritores, intelectuales y periodistas bordan el equilibrio, la prudencia y la cautela cuando de este tema tratan. El miedo dicta el pensamiento. Porque aunque es infinito el cúmulo de males que esa nueva guerra nos puede traer, es más repugnante el cúmulo de embustes y claudicaciones que, en información diaria prostituída, prepara esa guerra. Asoman, es cierto, granitos de disidencia,  datos y opiniones que denuncian las oscuras entrañas de los señores de la guerrra. Pero, el estruendo dominante es el fragor de ideólogos que baten nuestro cerebro para que acabemos soñando lo que ellos nos sirven como pasto de forraje (de animal de acarreo) para nuestro alimento.

Somos muchos los que tenemos vida, edad , experiencia y memoria.Y los hechos no se borran ni las intenciones se disfrazan tan fácilmente en un mundo y en unas políticas a las que hoy llega la exploración del conocimiento y del examen. ¿O vamos a seguir diciendo que a los "críticos" les guía el furor inecuánime de la emotividad y no la luz de la razón? ¿Que las prácticas reales, cruelmente operantes y manifiestas de los señores del poder, deben ser disimuladas, o calladas, o aterciopeladas para que no nos torpedeen de nuestros puestos aventajados? ¿Hasta dónde vamos a bendecir esa apisonadora mediática, al servicio por lo general, de los que manejan los negocios, las armas y los intereses de truts, clanes y familias adineradas?

Es mucho lo que se avecina y demasiado lo que nos va a tocar perder. Y es  diabólica la pretensión de hacer de la mentira verdad. ¡Si lo sabemos todos que el recurso al terrorismo - sin dejar de ser real y temible- tal como lo han planteado es un pretexto para colocar fuera lo que está dentro, para ofuscar y ocultarnos al verdadero enemigo, y así presentarse ellos, como los buenos! ¡Si lo sabemos que a ellos les asiste el derecho a tener la bomba atómica, la nuclear , la bacteriológica y cuantas más se puedan inventar, y no a los otros! ¡Si lo sabemos que sólo así, con ellos superarmados, la humanidad sobrevivirá y prosperará, porque los otros -el eje del mal, Irak a la cabeza- son monstruos con ansias de odio y destrucción, los malos que utilizarán sin compasión las bombas para aniquilarnos!    ¡ Si lo sabemos que es urgente, imperioso, inaplazable, controlarlos, desarmarlos, someterlos y de esta manera asegurar que los demócratas, modernos y supercivilizados occidentales puedan mantener su unilateral e invencible supremacía armamentística!

Porque su fuerza , Sr. Buhs, no es la del Derecho sino la de la Fuerza. Sus actuaciones de cada día lo demuestran, quiere ponerse al margen de las leyes internacionales. Vd. es su ley.  Y, así, si Irak, aunque no tenga nada que ver con el atentado de las Torres Gemelas, ni con el terrorismo, osa resistirse a cederles a Vds. su petróleo, ( ¿No tienen bien calculado cuántas son sus reservas?) Vds. podrán persuadirle admirablemente, no con el Derecho, por supuesto,  sino con la superioridad de sus bombas, ese arsenal que Vds. tienen preparado para los que no se les ponen de rodillas. ¿Podrían Vds. hacer lo mismo si Irak dispusiese de las mismas bombas? ¿Y, por cierto, en virtud de que Derecho, Política, Filosofía o Religión pueden Vds. exigir inspectores para controlar las armas de Bagdag y no las suyas propias? ¿Quién les ha autorizado a Vds. a fabricar armas, las más sofisticadas y que, hoy por hoy, sólamente Vds., y algunos más, tienen y pueden disponer de ellas?

Este, considero, es un tema apremiante, objeto de un debate jurídico, ético y político internacional.

Vayamos, pues, al grano. Lo demás se lo cuenta Vd. a párvulos o idiotas, si los tiene.Porque ya es insolente que, de tanto repetirlo, Vds. no logren avergonzarse. Llevan mucha historia recitándonos que su objetivo es el bien de la humanidad, la salvaguarda de la democracia y de los derechos humanos, la conservación del patrominio cultural de la humanidad, etc.

Yo sé que su pueblo es noble y ha luchado y ha logrado grandes conquistas sociales y políticas y tiene razones para sentirse orgulloso y enarbolar esa bandera de la dignidad humana y de su emancipación. Pero, no, de ninguna manera, la política que Vd. y los suyos viene ahora patrocinando. Leo ahora, con regocijo, el llamamamiento "No en nuestro nombre" de intelectuales y artistas estadounidenses contra la guerra. Y acabo de releer artículos de personas muy diversas publicados ayer no más (14 de septiembre en El Pais) de Felipe González, José Vidal-Beneyto, M.A. Bastenier, Germa Martín Múñoz, EL ROTO,... Y todos coinciden en señalar la desfachatez de su política unilateral, arrogante, mentirosa, que presume de no necesitar del consenso ni de la aprobación de la ONU para hacer valer sus interesese imperiales. ¿Todavía se extrañará Vd. de que en el mundo crezca el sentimiento antinorteamericano?

Tenemos la palabra. Podemos todavía los que soñamos con una humanidad única, fraternalmente unida, sacudirnos, salir a la calle, movilizar, concentrarnos, gritar, exigir , parar la locura criminal del Sr. Buhs y de los señores de la guerra.

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ECLESALIA, 25 de septiembre de 2002

EL TERRORISMO ESTADOUNIDENSE

FERNANDO BERMÚDEZ

GUATEMALA.

El terrorismo es la negación de la humanidad. Es la degeneración ética que conduce al ser humano a su autodestrucción. Por eso todo tipo de terrorismo es condenable. Sin embargo, ante los atentados terroristas de los Estados Unidos, la tendencia ingenua es pensar que este país es la víctima inocente, cuando en realidad, la política que ha venido aplicando a nivel mundial es la de un “terrorismo de estado”. Así como nos duele el alma por tantas vidas segadas y tanto sufrimiento en estos actos terroristas, nos duele también la muerte y el sufrimiento causado por las igualmente salvajes intervenciones norteamericanas en todo el mundo.

El lanzamiento por Estados Unidos de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945, donde murieron 300.000 personas, hombres, mujeres, niños y ancianos, ¿no es un acto terrorista?

La intervención norteamericana en China en 1949 al lado de Chiang Kai-Chek, que ocasionó más de  millón y medio de muertos, ¿no es un acto terrorista?

La planificación, a través de la CIA, del derrocamiento de gobiernos democráticos elegidos por el pueblo, reemplazándolos por dictaduras militares, participando en el secuestro y asesinato de sus dirigentes, ¿no es un acto terrorista?

La intervención en Grecia en 1948 apoyando a los grupos neofascistas e instaurando una dictadura militar que perseguía, torturaba y asesinaba a los opositores y llenó las cárceles de presos políticos, ¿no es un acto terrorista?

La invasión de Filipinas en 1950 y la imposición de un régimen dictatorial pro-norteamericano, corrupto y tirano, que culminó con el gobierno de Ferdinand Marcos, ¿no es un acto terrorista?

La intervención militar en Corea del Sur en 1953 para reprimir al movimiento popular progresista y favorecer a las fuerzas conservadoras corruptas y criminales, ¿no es un acto terrorista?

La intervención militar en Irán, en 1953, que derrocó al presidente Mossadegh, electo por el parlamento iraní, después de que éste nacionalizara las compañías petroleras, e impuso a un nuevo presidente amigo de Estados Unidos, el tristemente famoso por su represión, el “Sha de Persia”, ¿no es un acto terrorista?

La intervención en Guatemala, en 1954, que derrocó al presidente Jacobo Arbenz,  electo democráticamente por el pueblo, y el apoyo que dio a los regímenes militares, caracterizados por la corrupción y la represión más brutal que, después, dio origen al conflicto armado que  dejó un saldo de 448 aldeas arrasadas,  200.000 muertos y un millón de desplazados internos, ¿no es  un acto terrorista?

La intervención en el Congo cuando su primer ministro, Patricio Labumba, hizo un recuento de las injusticias cometidas por los propietarios blancos contra la población nativa y trató de nacionalizar las minas. Entonces, el presidente estadounidense, Eisenhower, dio orden de asesinar a Lubumba en enero de 1961, y colocó en la presidencia del Congo a Mobutu, que gobernó el país por más de treinta años con descarada corrupción y crueldad. ¿No es esto terrorismo?

El golpe de estado que Estados Unidos propició en Camboya en 1970, para derrocar al príncipe Sihanouk, provocando una guerra con masivos bombardeos norteamericanos e insurrecciones, igualmente violentas, de los Khemer Rojos, ¿no fue una acción criminal y terrorista?

Las invasiones militares en Siria en 1956, en Líbano en 1957, en Indonesia en 1957, en Egipto en 1958, en Guayana en 1964, en Brasil en 1961, en República Dominicana en 1963, en Timor Oriental en 1975 y en otros muchos países, aplastando sus anhelos de justicia y libertad, ¿no son actos terroristas?

El bombardeo con “napalm” sobre pueblos y aldeas de Vietnam, de 1961 a 1973, en donde se aplicó por primera vez la política de “tierra arrasada”, ¿no es un acto terrorista?

La intervención militar en Chile, en 1973, y el trabajo previo que la CIA había realizado, creó un estado de terror en todo el país: el palacio presidencial  es bombardeado, donde muere el presidente Salvador Allende; los soldados derriban puertas, detenciones arbitrarias, ejecuciones masivas en los estadios, cuerpos apilados a lo largo de las calles, centros de tortura por doquier, libros “subversivos” ardiendo en las hogueras... Más de 3.000 personas fueron ejecutadas, miles torturadas y desaparecidas. El general Augusto Pinochet instaura una cruel dictadura. Este “triunfo” de Estados Unidos, ¿no fue una acción terrorista?

La intervención militar en Nicaragua a partir de 1979, apoyando a los comandos terroristas de la “Contra”, que se propuso destruir todos los programas económicos y sociales del gobierno sandinista, quemando escuelas y hospitales, secuestrando, torturando, colocando minas y asesinando a humildes campesinos. El presidente norteamericano Ronald Reagan llamó a estos comandos “luchadores de la libertad”. ¿No fue esto una acción terrorista?

La  invasión a Granada en 1984, un país de tan sólo 110.000 habitantes, para imponer una dictadura pro-norteamericana, ¿no es un acto terrorista?

Los bombardeos sobre  ciudades libias en 1989, porque su líder  Muammar el Gaddafi, de un modo arrogante, rehusó ser un aliado de Washington en el medio Oriente, ¿no es un acto terrorista?

El bombardeo sobre la ciudad de Panamá en 1989, en el que murieron más de 8.000 personas inocentes en el barrio de San Miguelito y otras 20.000 quedaron sin hogar, ¿no es un acto terrorista?

Los implacables bombardeos sobre Irak, en 1990, por más de cuarenta días y noches, destruyendo viviendas, escuelas, hospitales y devastando ciudades enteras, con armas que vertían uranio incinerado a la población, causando cáncer, envenenamiento de la atmósfera a un grado nunca alcanzado en ninguna otra parte, ¿no es un acto terrorista?

El apoyo económico y militar a los talibanes de Afganistán, desde 1979 a 1992, y el adiestramiento por la CIA de Osama Ben Laden para combatir al régimen pro-soviético, que por primera vez en la historia de aquel país había dado libertad a las mujeres e iniciado una profunda reforma social, ¿no es un acto terrorista?

Las intervenciones en El Salvador de 1980 a 1992 y en Haití en 1987, apoyando regímenes represivos y tiranos, ¿no fueron acciones terroristas?

Los bombardeos sobre Yugoslavia en 1999, destruyendo puentes, escuelas, hospitales, áreas residenciales..., ¿no son actos terroristas?

El entrenamiento contrainsurgente de los militares latinoamericanos en la Escuela de las Américas, ubicada primero en Panamá, después en Fort Benning, Georgia,  donde se les enseña a secuestrar, torturar y matar, ¿no es un acto terrorista?

La guerra de Afganistán, que dio inicio el 7 de octubre del 2001, bombardeando y destruyendo poblaciones enteras, escuelas y hospitales..., en donde murieron decenas de millares de personas inocentes,  ¿no es un acto terrorista?

En Afganistán, los norteamericanos no quisieron dejar con vida a muchos de los talibanes que se rendían. Exigieron que prosiguiesen los combates hasta la liquidación  total de los sobrevivientes. “¡Hay que matar a todos los combatientes, nada de aceptar que depongan las armas!”, exigió Donald Rumsfeld, ministro de Defensa de Estados Unidos (Ignacio Ramonet, El País 4.9.2002). En noviembre de 2002, cinco mil talibanes presos fueron encerrados en contenedores y transportados a la ciudad de Sheberghan.  Más de un millar murieron asfixiados, el resto fueron ametrallados por la Alianza del Norte, en presencia de soldados norteamericanos que también participaron en la matanza, “rompiéndole el cuello a un prisionero” y vertiendo ácido en la cabeza de otros” (Ramonet, El País, 4.9.2002).

Bajo el pretexto de combatir el terrorismo internacional, Estados Unidos está transgrediendo no sólo las convenciones de Ginebra, sino la más elemental razón humanitaria.

Sería interminable mencionar todas las intervenciones y abusos de poder de Estados Unidos a lo largo y ancho del planeta. ¡Cuánta destrucción, sufrimiento y muerte ha ido sembrando en su historia reciente!

Hoy, el presidente norteamericano George W. Bush está decidido a intervenir militarmente en Irak con el pretexto de sacar del poder a Saddán Hussein.  En todo el mundo hay una fuerte oposición a esta iniciativa guerrerista, que podría causar millones de muertos y una tragedia mundial.  Esta actitud hace sospechar que Bush se ha autoproclamado en el gran talibán de occidente.

En el campo ecológico no es menos criminal la postura de Estados Unidos. Este es el país que más dióxido de carbono vierte a la atmósfera (el 25% del total mundial), que es el causante de la destrucción de la capa de ozono y del consiguiente calentamiento del planeta. Sin embargo, se negó a firmar el Protocolo de Kioto, por el cual todos los países se comprometieron a disminuir la emisión de gases tóxicos. Más aún, en la reciente Cumbre de la Tierra, celebrada los primeros días de septiembre en Johannesburgo, Estados Unidos tampoco quiso firmar ningún acuerdo concreto. Este desprecio por el medio ambiente y del futuro de la humanidad, ¿no es una actitud terrorista?

El supuesto autor intelectual del atentado del 11 de septiembre, el religioso fundamentalista musulmán Osama Bin Laden, como decíamos, fue preparado por la CIA para combatir al régimen prosoviético de Afganistán. Washington lo convirtió en un héroe e incitó a los talibanes a tomar las armas  contra los “ateos” comunistas. Pero después se le volteó el cañón. Su política intervensionista y sucia es la causa de fondo de la violencia terrorista que está sufriendo. Esta violencia es la respuesta o consecuencia de su prepotencia económica y militar y de la violencia igualmente terrorista que, bajo fachada de lucha por la libertad, siembra destrucción y muerte en el mundo.

George W. Bush dice que su lucha contra el terrorismo es una acción de justicia.  Nada de eso.  Es una acción de venganza, que genera una espiral de violencia.  Por un norteamericano muerto mata mil árabes inocentes. ¿Acaso todo ser humano, sea norteamericano o árabe, europeo o asiático, blanco o negro, no posee la misma dignidad?  Según Bush, no.  Con este pensamiento y con esta clase de hombres, la humanidad no tiene futuro.

Más aún, hoy Estados Unidos se encuentra en una situación hiperhegemónica que nunca en la historia ningún país conoció. Su fuerza militar es aplastante. Es la primera potencia nuclear, espacial y marítima. Posee una flota marítima en cada uno de los océanos del planeta y cuenta con bases militares en todos los continentes. Después del 11 de septiembre, el gobierno norteamericano tiene luz verde para la puesta en marcha del proyecto conocido como la “Guerra de las Galaxias”, que consiste en militarizar el espacio, colocando en órbita satélites cargados de armas de destrucción masiva. Proyecto verdaderamente monstruoso, porque cualquier fallo humano o técnico o la iniciativa de un fanático podría poner en juego la existencia del mismo planeta. ¿No es esto una institucionalización del terrorismo?

¿Quién le ha dado a Estados Unidos el poder de erigirse en juez supremo del planeta y en policía de la humanidad?  ¿Quién le ha dado el poder de poner en riesgo permanente la sobrevivencia de la humanidad?

Más aún, este país encabeza la fabricación y venta de armamento bélico en el mundo y ha proporcionado armas simultáneamente a bandos en conflicto, tal fue el caso de la guerra entre Irán e Irak. Su industria armamentista exige que haya guerras en el mundo para dar salida a su arsenal, y si no las hay las provoca. Mientras destina sumas astronómicas a la carrera armamentista y proyecta la “Guerra de las Galaxias”, dos terceras partes de la humanidad pasan hambre y carecen de hospitales, escuelas y viviendas dignas de este nombre. Cada misil lanzado sobre Afganistán cuesta millón y medio de dólares. “Toda carrera de armamento se convierte en un escándalo intolerable”, señalaba el Papa Pablo VI ((Populorum progressio, 53).

A nivel económico Estados Unidos es la primera potencia. Washington pesa decisivamente en el seno de las instancias multilaterales que determinan el curso de la globalización neoliberal, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio..., instancias que son la causa principal de la agudización de la brecha entre el mundo rico del Norte y el mundo pobre del Sur, y por lo tanto, del hambre de dos terceras partes de la humanidad.

Sólo cuando el gobierno de Estados Unidos, por presión de su mismo pueblo y de toda la comunidad internacional, tenga el suficiente coraje para pedir perdón a la humanidad por los atropellos causados, “urbi et orbi”, y utilice el diálogo y la negociación como medio político para la resolución de conflictos internacionales, y se globalice, asimismo, la justicia y la solidaridad, se eliminará la amenaza del terrorismo y lograremos un mundo libre y en paz.

Otro problema que cada vez más preocupa a la humanidad es el deterioro del medio ambiente. Estados Unidos es el país que más gases tóxicos arroja a la atmósfera: un 26% del total mundial. Sin embargo, se negó a firmar el “Protocolo de Kioto”, cuando la mayoría de los países lo firmó, por el cual se tomó el compromiso de reducir la emisión de hidrocarburos y asumir otras medidas preventivas. Esta actitud del gobierno norteamericano, ¿no pone en riesgo la supervivencia del planeta? y ¿no es un desprecio a toda la humanidad?

Más aún, este país encabeza la fabricación y venta de armamento bélico en el mundo y proporciona armas simultáneamente a bandos en conflicto, tal fue el caso de la guerra entre Irán e Irak. Su industria armamentista exige que haya guerras en el mundo para dar salida a su arsenal, y si no las hay las provoca. Y mientras destina sumas astronómicas a la carrera armamentista y proyecta la “guerra de las galaxias”, dos terceras parte de la humanidad pasan hambre y carecen de hospitales, escuelas y viviendas  dignas de este nombre. Cada misil lanzado sobre Afganistán cuesta millón y medio de dólares. “Toda carrera de armamentos se convierte en un escándalo intolerable”, señalaba el Papa Pablo VI (Pp.53).P

Autores consultados:

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ECLESALIA, 26 de septiembre de 2002

ANTE EL SÍNODO DIOCESANO DE MADRID

Al iniciar el camino

VV.AA. septiembre 2002

MADRID.

La convocatoria de un Sínodo en nuestra diócesis suscitó entre las personas y los colectivos abajo firmantes la esperanza de que se pudieran abrir en nuestra iglesia local ámbitos de reflexión, encuentro, diálogo y trabajo conjunto.

Ante el escepticismo provocado en algunos de nosotros por los cauces de participación establecidos, solicitamos un encuentro con el Secretario general del Sínodo en el que, además de nuestro deseo de participar, le expresamos nuestra inquietud por la rigidez de las vías establecidas y por la verticalidad con que se estaba estructurando este Sínodo. El encuentro, cordial en las formas, nos dejó bien claro que el marco de la convocatoria ya estaba previamente trazado, se nos prometió que nuestras propuestas e inquietudes serían trasladadas a la Comisión organizadora y que recibiríamos una respuesta. Algún tiempo después nos llegó por correo electrónico el “Reglamento para los grupos sinodales de la fase preparatoria” con el deseo de que pudiésemos encontrar en él cauces de participación para nosotros.

La lectura y posterior análisis de dicho Reglamento y otras informaciones que nos han llegado nos llevan a las siguientes reflexiones:

1. El Sínodo es “un acontecimiento de gracia” y “una expresión de comunión”, una “convocatoria extraordinaria” que persigue, en sintonía con la raíz de la misma palabra, aunar lo disperso (“caminos distintos que se juntan”), caminar juntos los que son diferentes (“gente diversa que marcha unida”). Esto nos parece de enorme importancia, dado que en nuestra diócesis existe una gran pluralidad en las formas de entender, vivir y expresar la fe cristiana. Junto a las más jerárquicas y tradicionales, existen otras formas encarnadas por jóvenes y adultos cuyos itinerarios personales en la maduración de la fe les han empujado a situarse en posturas críticas y disidentes, frecuentemente marginadas por la dirección oficial de nuestra diócesis. Estos grupos se consideran legítimamente Iglesia de Jesús y en algún aspecto pueden ser una dimensión profética. Por eso han saludado con alegría la convocatoria extraordinaria de un Sínodo como un momento verdaderamente propicio, un verdadero “cairós”,  para intentar recrear desde todos los ángulos esa comunión eclesial a la que todos estamos invitados.

2. Pero, desafortunadamente, estos sentimientos primeros quedan luego frustrados por la rigidez que se establece en “los cauces” de participación. Se habla de parroquias y de otros movimientos e instituciones “canónicamente establecidos”. Lo que supone no tener en cuenta la propia y rica realidad de nuestra diócesis en la que históricamente se han desarrollado grupos cristianos y comunidades de base no establecidos canónicamente,  y no por ello menos Iglesia. Según esto, las palabras y buenas intenciones enmascaran, una vez más, la realidad. Y esto nos parece tanto más paradójico cuanto, en la intención del convocante, se invita a participar a todos los bautizados, incluso “a los niños”. Lo que nos parecería digno de toda consideración si el “férreo control” que establecen los cauces no llevara, como nos tememos, a una mayor infantilidad de la diócesis.

3. Nos ha dejado particularmente preocupados la lectura del Artº. 12 punto 2 del Reglamento. Nos parece especialmente grave que las propuestas futuras en realidad no lo sean tanto, ya que "toda propuesta ha de hacerse dentro de la fe, el magisterio y la disciplina de la Iglesia" Y más grave aún que se pueda inferir de la lectura de ese artículo que el patrimonio jurídico de la Iglesia coincide con el Evangelio. ¿Se afirma implícitamente que el disenso con respecto al patrimonio doctrinal, espiritual y jurídico de la Iglesia es considerado contrario al Evangelio?. Si así fuera, tal planteamiento hiere la razón y la sensibilidad de cualquier cristiano que esté atento al aire y a los signos del Espíritu que no está encadenado ni enjaulado en cánones y jurisprudencias y a lo que nos llama siempre es a la audacia del Evangelio. Esto nos lleva a plantear a los responsables de esta convocatoria algunas preguntas como las siguientes: ¿Se busca realmente con el Sínodo "salir al encuentro de los que no creen en Jesús o viven alejados de la vida de la Iglesia", "descubrir y promover nuevas iniciativas evangelizadoras"? ¿Desde dónde?, ¿desde la inmutabilidad del patrimonio doctrinal, espiritual y jurídico?, ¿dejando al margen de las iniciales deliberaciones y trabajos de grupo a los que disienten o presentan voces críticas y propuestas diferentes o alternativa dentro de la propia.

Así pues, desde esta breve reflexión sobre la documentación que poseemos sobre la convocatoria del Sínodo, proponemos:

Finalizamos animando a todas y a todos a seguir reflexionando y dialogando como cristianos adultos en la fe, trabajando juntos desde nuestras búsquedas sinceras por caminos abiertos desde la libertad de ser hijos de Dios.

Coordinadora Somos Iglesia de Madrid

Iglesia de Base de Madrid

Movimiento por el Celibato Opcional de Madrid

Los apoyos pueden remitirse a: "Coordinadora Somos Iglesia de Madrid"

Raquel_Mallavibarrena@mat.ucm.es  

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El Diario Montañés, 26 de septiembre de 2002

MALOS TRATOS Y NULIDAD CANÓNICA

ALBERTO GATÓN LASHERAS

Los abusos físicos, la violencia familiar, el maltrato de muchas mujeres (y de algunos hombres) son no sólo la trágica felonía del opresor que descarga con la mayor mezquindad toda su cobarde brutalidad contra su cónyuge o sus hijos, sino también un acto jurídico indicativo de una posible nulidad matrimonial canónica. Cuando alguien hace blanco de sus frustraciones a su consorte, quien muchas veces por los hijos aguanta lo intolerable, y le causa daño físico y espiritual, además de ser autor de una maldad penada mortalmente por la ley de Dios muestra señales gravísimas de una cruel alteración psicológica que puede originar la nulidad matrimonial en un proceso canónico.

Estas sevicias son motivo tasado de separación matrimonial canónica y, aunque no constituyen de forma directa razón de nulidad, deberán ser valoradas como causa indirecta en los procesos canónicos de nulidad matrimonial porque el Derecho Canónico siempre tiene en cuenta las sevicias o maltrato físico o psicológico como un ataque directo a la misma naturaleza de la unión conyugal.

Los maltratos físicos y psicológicos son contemplados en los procesos de los Tribunales Canónicos como una prueba de posible nulidad matrimonial debido a que: a) Quien ataca física o psicológicamente a su cónyuge no es capaz de asumir el totius vitae consortium (consorcio de toda la vida) que describe el canon 1055,1 del actual Código de Derecho Canónico. b) El hombre o la mujer que hacen a su cónyuge objeto de sevicias y malos tratos lo más probable es que padezca una incapacidad psicológica, contemplada en el canon 1095,3 del mismo Codex canónico, para asumir la intima communitas vitae et amoris coniugalis (íntima comunidad de vida y amor conyugal) que describe como matrimonio el documento conciliar Gaudium et spes número 48 a partir de las definiciones de Ulpiano y Modestino en el Derecho Romano.

Los malos tratos son indicio de una incapacidad psicológica para el matrimonio por parte del agresor y aunque las sevicias no son prueba definitiva de nulidad matrimonial porque necesitarán el auxilio de informes periciales psicológicos que confirmen que se trata de una perversión mental que estaba latente o de facto en el agresor antes de contraer matrimonio, sí son un argumento jurídico para que el Juez canónico persiga la nulidad del matrimonio roto por las sevicias familiares, sean éstas contra el otro esposo, sean contra los hijos. La execrable violencia doméstica no causa por sí la nulidad matrimonial canónica, pero es señal indicadora de una alteración psicológica grave en el agresor que le incapacitará para el matrimonio, haciéndolo nulo si esta morbosidad mental existía ya antes de la unión conyugal.

Desde la doctrina de la Iglesia y del Derecho Canónico, la maldad intrínseca del cobarde matón familiar, además de un vil pecado mortal condenado por Dios, es indicio suficiente para probar con la ayuda de los testimonios y peritajes complementarios la nulidad canónica del matrimonio de quien se ha casado con una bestia rastrera en lugar de con un ser humano.

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