09 - Mayo 2002, Iglesia al andar        

MEDIO

FECHA

TÍTULAR

AUTOR

Carta a las Iglesias

05/02

Un nuevo concilio

Editorial

Boletín Salesiano

05/02

El Placer del Bien

Siro López

La Vanguardia

05/05/02

Fe y paciencia de Congar

Albert Manen

El Periódico

07/05/02

Fútbol y teología

Luis del Val

ABC

09/05/02

Entre la cultura y la fe religiosa

Manuel Martín Ferrand

ECLESALIA

10/05/02

Punto cristiano de encuentro de Asturias

Julio Guerrero

ECLESALIA

13/05/02

Iglesia de Valladolid

Foro Millán Santos

La Vanguardia

15/05/02

Gran parte de las actividades de la Iglesia Católica están exentas de pago de impuestos

Mayte Rius

ECLESALIA

16/05/02

“Queremos un nuevo concilio ecuménico”

S.I.M.

El País

20/05/02

Sin paz religiosa, no habrá paz mundial

Benjamín Forcano

El Mundo

25/05/02

Este Papa

Martín Prieto

El País

28/05/02

Por un cristianismo seglar

Enrique Miret Magdalena

Carta a las Iglesias, Nº497-498, mayo de 2002

UN NUEVO CONCILIO

EDITORIAL

Ya lo anunciamos en el pasado número de esta Carta a las Iglesias. 31 cardenales y obispos, casi todos del Sur, es decir, del mundo de los pobres, quieren un nuevo Concilio ecuménico. Así se lo han escrito claramente a Juan Pablo II, y lo han firmado en una petición que está contagiando rápidamente a los hermanos obispos de Brasil, Bolivia, Ecuador, Méjico, Argentina, Perú, Japón. Esto es lo que dicen.

Las personas que firman esta petición, seguidoras de Jesús de Nazaret, solicitan al papa, obispo de Roma, en continuidad con el espíritu del Vaticano que convoque a un nuevo Concilio Ecuménico, que ayude a nuestra Iglesia a responder evangélicamente, en fraterno diálogo con las demás Iglesias cristianas y las otras religiones, a los graves desafíos de la humanidad, en particular la de los pobres, en un mundo en rápida transformación y cada vez más globalizado.

1. Piden que la iglesia universal ofrezca un espacio positivo al diálogo y comunión que se está expresando en una gran parte de la comunidad eclesial. Indudablemente, hay en ello hay un trasfondo profético en contra de la actual tendencia centrista romana, pero la petición va más allá. Es sincera, evangélica y positiva. Y se hace por razones serias. No es una alabanza, sapiencial o postmoderna, al diálogo, sino el reconocimiento de la necesidad y urgencia de conjugar energías, luces y dinamismos, dada la gravedad de la realidad del mundo, es decir, de la creación y familia de Dios.

No se trata, pues, de veleidades, sino de "responder" y de hacerlo entre todos, iglesias, religiones, pues los desafíos de la humanidad –no pequeñas querellas intraeclesiales o intrarreligiosas– son de tal calibre, que hay que movilizar –por hablar gráficamente– el soplo del Espíritu de Dios en toda su humanidad.

El "sueño" del cardenal Martini, que levantó tanto ruido en el Sínodo para Europa en el otoño del 1999, y soñado año tras año por la base del mundo católico, forcejea por convertirse en realidad. "He tenido un sueño", decía entonces el cardenal, el sueño de un nuevo Concilio, un espacio donde, "en el pleno ejercicio de la colegialidad episcopal", puedan "afrontarse con libertad aquellos nudos disciplinaras y doctrinales" tan importantes "para el bien común de la Iglesia y de la humanidad entera". Nudos, explicaba Martini, como la carencia de ministros ordenados, la mujer en la sociedad y en la Iglesia, el papel de los laicos, la sexualidad, la disciplina del matrimonio, la praxis penitencial, las relaciones con las Iglesias hermanas.

"Nos vemos impulsados a interrogarnos –soñaba el cardenal– si cuarenta años después de la inauguración del Vaticano II no se está poco a poco madurando, para el próximo decenio, la consciencia de la utilidad y casi de la necesidad de una confrontación colegial y autorizada entre todos los obispos sobre algunos temas surgidos en esta cuarentena".

Es el mismo sueño que, exactamente un año después del Sínodo, repetía el cardenal Karl Lehmann, entonces obispo de Maguncia, en el curso de la Feria del Libro de Francfort, invocando abiertamente un Concilio Vaticano II. Y sueño también del cardenal de Londres, Basil Hume, muchos años antes: una iglesia más fraternal.

2. Antes que ellos soñaron Jacob, Samuel, José de Nazaret... Y después de ellos soñó Martin Luther King "I have a dream". Se ve que el sueño es lenguaje usado por Dios y por los hombres para decir cosas buenas, "utópicas", como lo es el reino de Dios.

En nuestros días quienes más sueñan son los pobres y las víctimas de este mundo. Estos sueños de los pobres, además de la fraternidad dentro del pueblo de Dios, son los que deben estar en el centro de un nuevo concilio: pobres y víctimas deben ser como el quicio alrededor del cual gira todo lo humano y lo divino, lo secular y lo eclesial.

En ese concilio debe resonar la voz de Africa, y la de una Iglesia universal solidaria con sus víctimas. La voz de los indígenas, sin palabra y sin nombre, y la de todos los temerosos de Dios que pasan haciendo el bien. La voz de los mártires, y el agradecimiento a ellos por parte del mundo de abundancia con cuyo pecado cargan aquéllos. La voz de la mujer, no vengativa, sino jubilosa porque –al fin– en la Iglesia ya no hay varón ni mujer, sino que todos seremos uno en Cristo Jesús.

3. Piensan algunos que pedir un nuevo concilio es cosa precipitada –arriesgada, provocativa, desafiante. Puede ser, pero esta opinión más suena a miedo a que prospere la idea. Pero si en la Iglesia hay un mínimo de sentido común –por no mencionar libertad evangélica– ¿qué de malo tiene ello? Sería un simplismo esperar un concilio de un día para otro, pero sería ceguera no ver su necesidad y no prepararse, desde arriba, la jerarquía, y desde abajo, las mayorías. Sobre todo desde abajo. Y no haya miedo. En 1979, meses antes de su asesinato, Monseñor Romero decidió –él, es decir, desde arriba– escribir una carta pastoral sobre el país y lo que debe hacer la Iglesia. Lo primero que hizo fue preguntar en una larga encuesta –a los de abajo. Leyó con atención, discernimiento y amor las respuestas. La Carta fue suya y de todos. Y le salió magnífica.

¿Por qué no prepararnos todos? ¿Por qué el miedo a lo que hoy nos pueda decir Dios? ¿Por qué no abrirse al seguimiento de Jesús, el que pasó haciendo el bien, consolando a los afligidos, rebosando misericordia hacia todos los pobres y sufrientes? ¿No es eso, en el fondo, de lo que se trata en un nuevo concilio? ¿No será esto bien recibido por la inmensa mayoría de la humanidad de hoy si, junto con otros, lo hacemos los cristianos –aunque siempre quedará la mirada sospechosa y amenazante de los poderosos?

En este número podrá el lector leer algunos de los temas sobre los que bien se puede preparar el concilio: la mujer, la tragedia de la humanidad, la esperanza, el pecado y la gracia en la Iglesia...

En la época de globalización, como dicen, todos los que intentan compartir este deseo de prepararnos cristianamente para un nuevo concilio, eclesiásticos y laicos, son invitados a dar su nombre, sugiriendo también un tema sobre el que quieren llamar la atención, entrando así a formar parte de una especie de "proceso conciliar", de recorrido "participativo y responsable" de largo período que tiene sus raíces en las iglesias locales, en cada una de las diócesis y en cada movimiento o congregación religiosa.

VOLVER ^

Boletín Salesiano, mayo de 2002

El Placer del bien

SIRO LÓPEZ

Madrid

Se nos ha vendido la imagen de que el bien siempre comporta sacrificio, renuncia, privaciones, o lo que es lo mismo: ser bueno es empujar el carro, ser el tonto de la película, tragar todo tipo de rollo adormidero.

Creo que no se trata de ir contra natura cuando se escucha el corazón, más bien al contrario.

Si uno actúa no por ley ni por código moral descubrirá: el placer de escuchar al que sufre la soledad, el placer de ser samaritano en el anonimato, el placer de sentirse limitado, el placer enlagrimado de acompañar a un enfermo, el placer de jugar sin reloj con tu propio hijo, el placer del cansancio al final del día, el placer de abrazar a quien te dice adiós, el placer de amar, el placer de ser amado, el placer de sentirse habitado por Dios y este placer de la vida hace que uno esté dispuesto a darlo todo, hasta la vida. No por renuncia sino por AMOR.

VOLVER ^

La Vanguardia, 5 de mayo de 2002

FE Y PACIENCIA DE CONGAR

ALBERT MANEN, historiador

Yves Congar, estrella del Vaticano II, sufrió algunos años censura minuciosa del Santo Oficio, que puso bajo sospecha parte de sus libros y su doctrina de apertura. En otoño de 1955, el superior general le confinó en el convento de Cambridge sin explicarle por qué. Padeció depresión, pero acató por obediencia. ¿Quién iba a pensar que, años después, sería uno de los mentores del Vaticano II y que el supuesto hereje brillaría como uno de los pocos teólogos y cardenales que llevaron adelante la aventura? Aquel viento del Espíritu Santo, hoy día, a pesar de involuciones y cortapisas, sigue siendo faro de muchos católicos y la palabra conciliar se ha convertido en inequívoca. Poco se sabía de las cuitas de Congar después de la sanción de 1955, pero hace dos años que Étienne Fouilloux publicó una carta de Congar a su madre, que cumplía 80 años. Reproducido por "Documents d'Església" (1/XII/a2001) del monasterio de Montserrat, es pieza clave para conocer los sufrimientos, fe y entereza de Congar. Escribe: "Nos quieren imponer el comportamiento de toda la cristiandad y que es: no pensar en nada, no decir nada... Hay un Papa que no lo piensa todo y al cual todo católico ha de obedecer". Y añade que se ha entrado en un régimen "paternalista" y que se quiere "reducir a los teólogos a comentar sus discursos y sobre todo a no tener la veleidad de pensar alguna cosa". El Papa era Pío XII, y habían reprochado, sobre todo a los dominicos, la vuelta a fuentes bíblicas o patrísticas. "Prácticamente me han destruido. Todo aquello en lo que he creído y a lo que me he entregado ha sido retirado: ecumenismo, enseñanza, conferencias, acción entre sacerdotes, colaboración en ‘Témoignage Chrétien’, participación en congresos", dice.

Congar cuenta a su madre que sentía "inmenso desconsuelo", aunque halló aliento en que Dios nos ha hecho para la trascendencia pero también "para la comunión, el don y la amistad". No obstante, señala: "He de soportar mi mal, he de tomarme mejor mi parte de la cruz de los demás y de la pena del mundo". El conjunto es un documento admirable, que demuestra la profundidad de su fe y esperanza en Dios y en una Iglesia que pasa por épocas en que la política eclesiástica unidireccional se impone.

VOLVER ^

El Periódico, 7 de mayo de 2002

FÚTBOL Y TEOLOGÍA

"Me asombra bastante suponer que la corte celestial anda influyendo en el campeonato de liga"

LUIS DEL VAL, escritor y periodista

MADRID.

Sería tan irracional como sorprendente que los seguidores del Zaragoza acudieran al templo del Pilar a lanzar huevos contra la fachada por haber bajado el equipo a Segunda División, y constituiría un hecho que atraería todo tipo de comentarios y críticas en contra. Sin embargo, parece que los jugadores del Valencia han ofrecido el trofeo a la Virgen de los Desamparados sin que esta ceremonia provoque ningún asombro.

Bueno, pues a mí me asombra bastante suponer que la corte celestial anda influyendo en el Campeonato de Liga, sobre todo después de que muchos de los equipos de fútbol se hayan convertido en sociedades anónimas. Imaginarme a un santo o a una virgen, intercediendo acerca de la Suprema Divinidad para que un equipo obtenga el mejor resultado posible, no sólo en lo deportivo, sino consecuentemente en lo económico, se me antoja tan grosero como que San Juan Crisóstomo o San Braulio o la Virgen de Montserrat estuvieran influyendo para que subiera la cotización de las acciones del Santander, de Iberdrola o de FECSA.

Desde luego, a la luz de la Teodicea no creo que esto pueda sostenerse, pero incluso cuesta suponer que haya teólogos que defiendan esta hipotética intervención. Y, aun teniendo en cuenta que las santas y santos patronos de las ciudades son símbolo de algo más que de lo estrictamente religioso, me llama la atención la complacencia con la que la clerecía recibe estos homenajes y calla ante los agradecimientos expuestos en las ofrendas, otorgando con su silencio verosimilitud a algo que se antoja un tanto extravagante.

El fútbol es en sí mismo una desmesura. Son exagerados los colectivos que arrastra, la repercusión social de sus actos y el dinero que obtienen por su trabajo alguno de sus profesionales. Pero que la desmesura alcance el terreno de lo sobrenatural es avanzar otro paso mucho más cualitativo. Añadir la demasía al exceso hasta rozar el prodigio.

VOLVER ^

ABC, 9 de mayo de 2002

ENTRE LA CULTURA Y LA FE RELIGIOSA

MANUEL MARTÍN FERRAND

Nadie discute, aunque sean pocos quienes se aplican en su conocimiento, la conveniencia del estudio de las Humanidades en la formación básica de las personas. La Historia, y no sólo la próxima, ayuda a entender lo que somos y lo que nos pasa del mismo modo que la Filosofía, además de masajear las neuronas, sirve para descubrir nuestra propia mismidad. Aquí y ahora, en virtud de la dramática ley del péndulo que rige la vida española, hemos pasado de una enseñanza obligatoriamente religiosa, en la que los niños se comían los santos crudos, a otra tan radicalmente laica que han excluido a Abraham, el primero de los patriarcas bíblicos, como antecedente de una cultura que, al margen de las cuestiones de la fe, es imposible entender sin el cimiento del Antiguo y el Nuevo Testamento.

Vivimos otra vez -¡qué cansancio!- el debate sobre la enseñanza de la religión en la enseñanza. Unos quieren convertir las escuelas en catequesis y otros desean prescindir por completo de esa familia del conocimiento. Unos y otros son la cara y la cruz -perdón, el anverso y el reverso- de un mismo disparate. La formación integral de los niños y los jóvenes -también la permanente de los adultos- exige, lo mismo para creyentes que para quienes no lo sean, el estudio y la reflexión de la Ética, entendida como tratado de las obligaciones del hombre, y de la historia y contenido de las religiones, al menos de las monoteístas. No como asignaturas complementarias o marginales, menos aún como alternativas, sino como fundamento y tronco de los conocimientos exigibles a un ciudadano que quiera alcanzar la plenitud de su dignidad. Otra cosa es que, además, los colegios confesionales instruyan en las materias de la fe y de la apologética.

El segundo rey de los hebreos, David, es un personaje de la Historia. Podremos saber por el Primer Libro de Samuel que fue pastor, místico, guerrero y que derrotó al filisteo Goliat y por el Segundo que conquistó Jerusalén, a donde trasladó el arca de la alianza; pero necesitaremos del Corán para conocer de sus habilidades en la fabricación de cotas de malla, el elemento de la fortaleza de su ejército. Es bueno y conveniente que esas cosas se aprendan en las enseñanzas primaria y secundaria y en el bachillerato. Otra cosa, nada dañina pero poco académica, es el sentido espiritual que los católicos, las diversas familias protestantes y los judíos quieran darle a «su» rey David y los musulmanes a «su» Dawud. A lo primero llega la responsabilidad, actora o vigilante, del Estado y debiera afanarse en ello. Lo segundo ya es materia para las familias y los templos. Hay trabajo para todos.

VOLVER ^

ECLESALIA, 10 de mayo de 2002

PUNTO CRISTIANO DE ENCUENTRO DE ASTURIAS  Convocados.net

JULIO GUERRERO

ASTURIAS.

Somos cristianos y cristianas de confesión católica que un día creímos que el Concilio Vaticano II era el inicio de una nueva etapa en nuestra Iglesia, una etapa en la que el Pueblo de Dios sería el protagonista, en la que los autoritarismos dejarían de tener lugar, en la que el peso específico del clero iría dejando de ser una pesada carga para convertirse en un servicio a la comunidad.

Aquí llegamos, pues, los cristianos y cristianas que no soportamos el autoritarismo clerical y que no hemos optado por el abandono. Los que buscamos a Cristo y nos sentimos discípulos de Jesús de Nazaret. Los que nos sentimos Iglesia y queremos compartirlo. Los que trabajamos por la justicia y la paz en un mundo sordo y muchas veces cruel ante las necesidades básicas de los otros. Los que hacemos nuestras las causas de los pobres, marginados y olvidados de este planeta. Los que al leer la Buena Nueva de Jesús de Nazaret gozamos con imaginarla ya cumplida. Y también los que mantenemos la esperanza, los que creemos que Cristo ha resucitado y que su Espíritu sopla cómo y donde quiere, y desde esta fe que es eje en nuestra vida hemos optado por actuar, trabajando desde dentro pero con la libertad y la responsabilidad que Jesús de Nazaret nos muestra en su vida.

Convocados pretende ser un punto de encuentro en Asturias de personas, grupos y comunidades cristianas o con valores humanos afines, personas que buscan en esta vida algo más profundo de lo que se nos ofrece, y que ven en la palabra y actitudes de Jesús de Nazaret una buena alternativa al actual modelo de sociedad, basado en el tener, en el consumir, en el egocentrismo, en la insolidaridad.

Convocados pretende ser un punto de encuento para: Contactar y conocernos. Compartir ideas, proyectos, aspiraciones, acciones, actividades, etc. Avanzar hacia una iglesia de las comunidades, más participativa y democrática, más seglar. Fomentar la solidaridad desde una opción cristiana por los más pobres y oprimidos. Vivir la igualdad de géneros dentro de la Iglesia. Favorecer la reflexión y el diálogo teológicos. Fomentar el diálogo ecuménico y respetuoso entre cristianos de diversas iglesias.

Nos puedes encontrar en http://www.convocados.net

En comunión

"Pedro Casaldáliga, para Julio Guerrero y todo el equipo y todos los convocados-convocadas, un fuerte abrazo de Pascua - Pascua en el tiempo litúrgico y siempre Pascua en nuestra vida -.

Os agradezco la amistad fraterna y la confianza pastoral. No hace falta que os de ningún "nihil obstat". El bautismo es el "nihil obstat" fundamental para todos todas los que queremos seguir a Jesús, siendo Iglesia.

Estoy plenamente de acuerdo con vuestra identidad y con vuestros objetivos. Incluso me alegra veros serenamente rebeldes, "en rebelde fidelidad". Pasando de la protesta a la propuesta. De la irritación desgastante al entusiasmo comprometido. En diálogo siempre; oyendo y hablando; completándonos mutuamente.

En oración, en comunidad, en servicialidad, en solidaridad universal. Viviendo evangélicamente, como personas, como familias, como sociedad, el desafiante cada día.

Os sugiero que añadáis al 7 punto de los objetivos el espíritu macroecuménico de diálogo con las varias religiones. Creo también que habréis de insistir mucho en una actitud abierta y profética hacia los emigrantes.

Otro punto que deben asumir los laicos-laicas conscientes y comprometidos es la misión de ayudarnos al clero para que seamos diferentes. Trabajar sensata y libremente para ir superando todo tipo de clericalismo, tanto el activo como el pasivo.

Preocupaos inteligentemente y con creatividad por la juventud, que merece saber del Dios de Jesús...

No dejemos de la mano los libros y los encuentros de formación, en los diversos sectores de la vida. Ver y oir mejor siempe ayuda a vivir mejor.

Que nuestra opción por los pobres sea también opción por la Pobreza, por la civilización de la sobriedad, por la economía de reciprocidad. Veamos de ser siempre pueblo-pueblo.

Y no olvidéis nunca a los testigos de sangre, nuestros mártires.

Por lo demás, el Espíritu del Resucitado nos acompaña y nos esperanza.

Con un abrazo de hermano viejo, vuestro Pedro Casaldáliga."

VOLVER ^

ECLESALIA, 13 de mayo de 2002

IGLESIA DE VALLADOLID

FORO MILLÁN SANTOS

VALLADOLID.

I.- INTRODUCCIÓN: QUIENES SOMOS Y QUÉ INTENTAMOS

1. Grupos de cristianos de la Diócesis de Valladolid, sacerdotes, laicos, varones y mujeres, religiosos y religiosas, pertenecientes a varias parroquias, comunidades y movimientos de la ciudad y del mundo rural y algunos pertenecientes a organismos diocesanos y parroquiales, hemos expresado nuestro sentir como miembros de la iglesia.

2. Este documento no pretende ser portavoz ni opinión de la diócesis. Nuestro deseo es ofrecer unos documentos de reflexión de cristianos y "corrientes" de la Iglesia, que normalmente no son tenidos en cuenta, ante la nueva etapa de nuestra diócesis y manifestar así la pluralidad que existente.

3. Hemos trabajado sobre doce aspectos de la vida de la Iglesia; unos se refieren a su organización y vida interna y otros a su relación con la sociedad,: 1 Organismos y estructuras. 2 Liturgia. 3 Catequesis. 4 Mundo Rural. 5 Curas. 6 Seminario. 7 Religiosos. 8 Laicos. 9 Economía. 10 Justicia. 11 Cultura y 12 Sexualidad.

II.- LO QUE VEMOS Y SENTIMOS EN LA IGLESIA

1. La primera impresión que da la vida de la Iglesia en la ciudad y nuestros pueblos, es la de tristeza: pueblos sin gente, templos cada vez más vacíos con una media de edad alta de los asistentes. Solemos mantener la religiosidad de siempre, hacemos pequeños planes de pequeñas cosas, aun sabiendo que nada o casi nada vamos a conseguir. La restauración y conservación de los templos nos ayuda a algunos curas a "justificar" nuestra presencia en los pueblos. Da la impresión de que estamos al comienzo del fin de algo. Se constata, con pena, que tampoco hay mucha unión ni deseo de trabajar unidos.

2. Percibimos, en general, falta de esperanza e ilusión en muchos curas y laicos y que apenas sintonizamos con las preocupaciones de la vida de la sociedad. En las predicaciones, celebraciones, orientaciones, grupos y discursos utilizamos un lenguaje extraño, sin responder, en general, a los interrogantes, problemas y situaciones actuales.

3. Echamos de menos iniciativas pastorales y una reflexión teológica y bíblica sobre nuestra sociedad agnóstica, cada vez más técnica y culta, y al mismo tiempo con mayores bolsas de pobreza y exclusión. Son casi desconocidos y apenas se da importancia a los esfuerzos que hacen, como aventureros, pequeños grupos, comunidades o algunas parroquias o teólogos en traducir el Evangelio a la mentalidad del mundo actual.

4. Nuestra diócesis está dotada de un sistema completo de organismos, estructuras, consejos, delegaciones, secretariados, etc. ordenados o recomendados muchos de ellos por el Derecho Canónico. Al mismo tiempo hay una opinión generalizada de preponderancia de lo "jurídico" sobre la vida; falta de adhesión y entusiasmo a los organismos que se ven más como autoridad y poco eficaces; hay sentimiento de que muchos organismos no funcionan, de individualismo frente al trabajo en común, de preferencia de lo sacramental y la práctica religiosa sobre la misión y la reflexión como creyentes sobre la vida.

5. Constatamos que suele entenderse por «Iglesia diocesana», de forma generalizada, las «parroquias y curas». Los religiosos, religiosas y laicado quedan fuera excepto quienes están insertos en el funcionamiento de las parroquias. Al mismo tiempo, tampoco los religiosos y religiosas suelen tenerse como "Iglesia diocesana".

6. Muchos tienen la impresión, de ser tratados como menores de edad, sin capacidad de decisión. La palabra "comunión" no es expresión de comunidad fraterna, sino que encubre adhesión ciega a la jerarquía.

7. Finalmente hay un descontento generalizado y profundo con la gestión económica de la diócesis (por ejemplo la salida a la luz pública del tema de Gescartera y las herencias.) Este descontento es una manifestación crítica que se hace al ejercicio de la autoridad de la Iglesia: falta de participación en las gestiones, ocultismo, negación de responsabilidades, preponderancia, utilización subjetiva del dinero, etc.

III.- LO QUE SOÑAMOS. CAMINOS A SEGUIR

1. Queremos una iglesia diocesana en que las parroquias y comunidades seamos más comprometidas con los excluidos, con la pobreza y los derechos humanos; colaborando con organizaciones y movimientos sociales que, aun partiendo de concepciones diversas, trabajan sinceramente a favor de la justicia. Al mismo tiempo en la Iglesia debemos plantearnos la autofinanciación a base de las aportaciones de sus miembros y renunciar a privilegios económicos.

2. Deseamos una Iglesia más pluralista y democrática en la que haya opciones de participación en los nombramientos del obispo y de los párrocos, que han de estar al servicio de la comunidad. Que se dote de capacidad de decisión a los diversos organismos diocesanos y parroquiales; y que se tenga en cuenta el pluralismo existente entre los creyentes.

3. En la Iglesia debemos aceptar los signos de los tiempos, la libertad de opinión y manifestación, estar abiertos al pensamiento y a las diferentes culturas, lenguajes y expresiones de fe y formas de vida en el campo y en la ciudad, con jóvenes y adultos, con intelectuales y gente sencilla, para encontrar nuevos caminos que nos acerquen a Dios.

4. Es necesario una visión positiva de la sexualidad y sus diferentes opciones, del matrimonio y de los que se encuentran en situaciones canónicamente irregulares, que no sean objeto de discriminación y exclusión para ningún sacramento o de puestos de responsabilidad.

5. En nuestra sociedad de la información y del conocimiento, el cristiano no puede permanecer en la "fe del carbonero". Es indispensable que los creyentes, y aun más los servidores de la comunidad (catequistas, presbíteros, formadores, etc.) tengan una amplia formación (en la Biblia, teología, moral, mística, historia de la Iglesia, etc.), que facilite que la fe sea una opción razonable y fundamental y que el creyente pueda acceder a las vivencias religiosas, sepa discernir, dar razón del estilo de vida y ser fermento en su medio.

6. El presbítero debe ser persona con madurez humana (profesional, social y cultural), militante cristiano en su ambiente, creyente, propuesto por la Comunidad para presidir la Eucaristía y dirigir la Comunidad, y finalmente por la imposición de manos del Obispo, es enviado a la misión. Consecuentemente debe ser normal el acceso a los diversos ministerios (diaconado, presbiterado y episcopado) de hombres y mujeres, célibes o no, que vivan de su trabajo si la comunidad a la que sirven no puede o no cree conveniente liberarles del mismo. Tenemos que procurar que surjan de las comunidades sus servidores, hombres y mujeres, con experiencia de Iglesia en parroquias o movimientos.

7. Es evidente que desde esta perspectiva el modelo de formación actual y de vida el Seminario no tiene ya mucho sentido. Por los resultados de los últimos 30 años la conclusión parece evidente. Esto no implica que hasta el Vaticano II haya cumplido su objetivo.

8. Tenemos que dar más valor y potenciar aquellos núcleos ya existentes, que están trabajando con los pobres y excluidos, en el mundo de la ciencia y de la cultura, o con la juventud, en una pastoral más de frontera y testimonio que de sacramentos y cristiandad.

9. Hay que fomentar equipos de curas que trabajen juntos en Escuelas de Catequesis, en la preparación de los Tiempos Litúrgicos, Campañas Sociales, actividades con jóvenes, ancianos, etc. y fomentar pequeños grupos de laicos comprometidos que podrían ser el futuro de una Iglesia minoritaria, auténtica en la ciudad y en los pueblos.

10. Las órdenes religiosas tienen sus carismas fundacionales y en sus prácticas un depósito de experiencias en el trabajo con las pobrezas, en la espiritualidad y en el terreno educativo que bien pueden apoyar y fecundar tareas diocesanas. ¿No tendrían que compartir sus trabajos, casas, fundaciones, etc. con la diócesis y ésta estar más abierta a las experiencias y los carismas de los religiosos?

11. La administración diocesana elaborará unos presupuestos públicos y una memoria–balance cada año en la que se incluyan las cuentas de todos los organismos y estamentos diocesanos incluso la Casa de Espiritualidad, Curia, Hogar Sacerdotal, Caritas, Manos Unidas y todo tipo de fundaciones. Se debe informar a las Juntas Económicas (que tienen que funcionar en todas las parroquias) y a la comunidad diocesana de los bienes administrados y de los criterios de inversión teniendo en cuenta. de forma preferente, a los desposeídos para los que se debería asignar un porcentaje del presupuesto. Debemos de prescindir cuanto antes de toda asignación estatal para culto-clero católico.

Foro Millán Santos (Justicia y Paz). Leopoldo Cano, 14-1ºB. 47003-Valladolid. 983.290.995 (M.A. Baz) 983.278.383 (J. Centeno).  CENTENO01@grupobbva.net

VOLVER ^

La Vanguardia, 15 de mayo de 2002

GRAN PARTE DE LAS ACTIVIDADES DE LA IGLESIA CATÓLICA
ESTÁN EXENTAS DE PAGO DE IMPUESTOS

MAYTE RIUS

BARCELONA.

La Iglesia católica disfruta de un régimen fiscal especial que la exime de pagar impuestos por todos los ingresos que tienen que ver con el culto o con la actividad religiosa en general. Por el resto de rentas -actividades empresariales, rentas del capital, ganancias patrimoniales, etcétera-, la Iglesia católica tributa conforme a la ley de Fundaciones, que facilita un impuesto del 10% -frente al 35% general- en el tributo sobre sociedades a las entidades sin ánimo de lucro y de utilidad pública.

Este régimen fiscal se deriva del acuerdo sobre asuntos económicos suscrito entre el Estado y la Santa Sede en 1976, en el que entre otras premisas se establece que la Conferencia Episcopal, las diócesis, las parroquias, las órdenes y congregaciones religiosas y sus casas tendrán derecho a "la exención total y permanente de los impuestos reales o de producto sobre la renta y sobre el patrimonio".

El acuerdo establece también que la Iglesia católica no tributará por las donaciones que reciba. De ahí que la Iglesia no pague impuestos por las herencias que le legan, por las colectas que realiza ni por las compras que efectúa de bienes destinados al culto.

Así, por ejemplo, no paga impuesto sobre el valor añadido (IVA) por la construcción de una iglesia, ni por los bancos u ornamentos para ella, y tampoco liquida impuesto sobre bienes inmuebles (IBI) por las casas parroquiales, ni por los locales destinados a labor pastoral.

En cambio, sí tiene que tributar por lo que gane con explotaciones económicas (hospitales o colegios, por ejemplo), por los rendimientos que consiga con sus inversiones, por las ganancias o pérdidas patrimoniales o por las rentas que obtenga de inmuebles cedidos, explica Josep Ramon Serrat, asesor fiscal especializado en tributación de instituciones religiosas.

No obstante, y según explican otras fuentes tributarias, estas rentas también reciben un trato especial, puesto que se benefician del régimen para las entidades sin ánimo de lucro que, entre otras ventajas, soportan un gravamen inferior en el impuesto sobre sociedades.

En cualquier caso, y aunque las limosnas y donaciones estén exentas, la Iglesia está obligada a facilitar información sobre los donativos con derecho a desgravación, lo que obliga a identificar a los donantes. También debe comunicar los pagos y retenciones que aplique y tiene que liquidar el IVA por las compras que realice y que no tengan que ver con la actividad meramente religiosa o con objetos destinados al culto.

VOLVER ^

ECLESALIA, 16 de mayo de 2002

"QUEREMOS UN NUEVO CONCILIO ECUMÉNICO"

Se lo han escrito claramente a Juan Pablo II

SERVICIO DE INFORMACIÓN Y MEDIACIÓN (SIM)

MADRID.

Son 31, son casi todos los obispos del Sur del mundo y quieren un nuevo Concilio ecuménico: así se lo han escrito claramente a Juan Pablo II, y lo han firmado en una petición que está contagiando rápidamente a los hermanos obispos de Brasil, Bolivia, Ecuador, Méjico, Argentina, Perú, Japón...

La íniciativa, escriben en el comunicado informativo, "nace de personas con cargos de eleva responsabilidad en la Iglesia católica, que desean ofrecer un espacio positivo al deseo de diálogo comunión que está expresando una gran parte de la comunidad eclesial". " Las personas fírmatarias de esta petición", prosigue el texto, "seguidoras de Jesús de Nazaret, solicitan al papa, obispo de Roma, en continuidad con el espíritu del Vaticano a que convoque un nuevo Concilio Ecuménico, que ayude a nuestra Iglesia a responder evangélicamente, en fraterno diálogo con las demás Iglesias cristianas y las otras religiones, a los graves desafíos de la humanidad, en particular la de los pobres, en un mundo en rápida transformación y cada vez más globalizado".

El "sueño" del cardenal Martini, que levantó tanto ruido en el Sínodo para Europa en el otoño del 99,y soñado año tras año por la base del mundo católíco, está a punto de convertirse en realidad. "He tenido un sueño", decía entonces el cardenal, es sueño de un nuevo Concilio, un espacio donde, "en el pleno ejercicio de la colegialidad espiscopal ", puedan "afrontarse con libertad aquellos nudos disciplinaras y doctrinales" tan importantes "para el bien común de la Iglesia y de la humanidad entera". Nudos, explicaba Martini, como la carencia de ministros ordenados, la mujer en la sociedad y en la Iglesia, el papel de los laicos, la sexualidad, la disciplina del matrimonio, la praxis penitencial, las relaciones con las Iglesias hermanas.

"Nos vemos impulsados a interrogarnos soñaba el cardenal - si cuarenta años después de la inauguración del Vaticano II no se esté poco a poco madurando, para el próximo decenio, la consciencia de la utilidad y casi de la necesidad de una confrontación colegíal y autorizada entre todos los obispos sobre algunos temas surgidos en esta cuarentena".

El mismo sueño que exactamente un año después del Sínodo repetía el cardenal Karl Lehmann, entonces obispo de Maguncia, en el curso de la Feria del Libro de Francfort, invocando abiertamente un Concilio Vaticano II.

Hoy, después de casi tres años, aquel sueño estimulante en la Iglesia centralista, más unanimista que unida, de Juan Pablo 11, no se ha disipado; ha superado los confines europeos y se está propagando como una mancha de aceite entre los obispos del Sur del mundo.

Todos los que intentan compartírlo, eclesiásticos y laicos, son invitados a poner su nombre en la lista, sugiriendo también un tema sobre el que quieren llamar la atención, entrando así a formar parte de una especie de "proceso conciliar", de recorrido "particípativo y responsable" de largo período que tiene sus raíces en las iglesias locales, en cada una de las diócesis y en cada movimiento o congregación religiosa.

Servicio de Información y Mediación (SIM). Apartado Correos 141. 28529 Rivas. Madrid.

http://www.proconcil.org

VOLVER ^

El País, 20 de mayo de 2002

SIN PAZ RELIGIOSA, NO HABRÁ PAZ MUNDIAL

BENJAMÍN FORCANO, teólogo

MADRID.

Tan cierto como que no habrá paz mundial sin una ética mundial, lo es que no la habrá sin diálogo entre las religiones.

La mentalidad moderna es reacia a este planteamiento, simplemente porque cree que para la solución de los problemas humanos basta el hombre: antropocentrismo. Las religiones, históricamente hablando, desempeñarían un papel de enajenación, de desdoblamiento o de abdicación de lo humano.

Hoy, una posición autocrítica nos hace ver que las religiones han sido ciertamente factor de estancamiento, retroceso y represión del hombre y de los pueblos, pero también lo han sido de renovación y de referencia esencial para asegurar el sentido de la vida humana y los valores de la sociedad. Si miramos a las tres grandes religiones: islam, judaísmo y cristianismo, encontramos en ellas brotes de fundamentalismo y también un espléndido florecimiento de corrientes místico-teológicas que cantan al hombre como artífice racional, creativo, libre y solidario de una nueva humanidad.

En España estas tres grandes religiones fueron capaces de crear en el siglo XV una convivencia pacífica y creativa, de diálogo y libertades compartidas. Y, en la actualidad, son poderosos los movimientos que animan una convivencia ecuménica y planetaria, cohesionadora de lo común.

Por otra parte, científicos y filósofos no dudan en afirmar que es posible, válida y urgente una ética racional, vinculante a escala mundial, pero que ponga en guardia contra los desmanes de un cierto imperialismo tecnocientífico. La auténtica religión no absolutiza la 'diosa razón' o el 'dios progreso'. Y, al ser desmitologizados, no pueden ser reemplazados por otro nuevo ídolo: el mercado mundial.

La irreversibilidad del mundo globalizado en que vivimos nos constriñe a un enfoque de los problemas que sea global y holístico y no sectario y excluyente.

Y, dentro de ese tratamiento, las religiones tienen que seguir dando explicación a cuestiones básicas vitales: sentido de la existencia, problema del mal, dolor, culpa, enfermedad, muerte, más allá, pervivencia, etcétera. Los ateísmos no parece que hayan sustituido a las religiones en esta tarea de clarificar esas cuestiones ni en fundamentar la incondicionalidad de los valores morales.

Las religiones tienen, de cara al futuro, una enorme responsabilidad, porque ellas pueden unirse en la propuesta del bien y dignidad de la persona como principio básico y fin decisivo de todo comportamiento, fundado además con profundidad religiosa. Ellas pueden ofrecer disposiciones, actitudes y 'virtudes' capaces de conducir el comportamiento desde dentro, ofrecer normas de valor moral incondicionales y dar horizontes de sentido frente al vacío de este mundo. Pero, sobre todo, su avance debe darse en el campo de la praxis, con una actuación común, que demuestre su veracidad. Lo importante no es preguntarse si el que sufre tortura, maltrato o marginación es budista, cristiano, judío o hindú, o es nacional o extranjero, sino si es ser humano y se le ayuda y se es solidario con él.

Afirmar que la familia humana tiene una unidad y dignidad común, que es inviolable la persona y la conciencia, que poder no equivale a derecho, que el amor y la compasión son superiores al odio y la enemistad, que resulta obligatorio estar de parte de los pobres y oprimidos y no de los ricos y opresores, de que vencerá al fin la buena voluntad, son valores que nos unen y más importantes que todo lo que nos separa.

La historia, es verdad, carga en la cuenta de las religiones demasiadas guerras y demasiados conflictos, que han demostrado un gran potencial destructivo; pero también disponen de un inmenso poder constructivo y en el mundo entero crece la conciencia, la simpatía y la adhesión a la tesis de que no puede haber paz en el mundo sin paz entre las religiones.

He aquí algunas pautas que podrían hacer surgir esta paz entre las religiones:

1. La autocrítica al interior de cada religión, pues ninguna religión está libre de culpa y la alterocrítica sólo es responsable cuando va acompañada de una decidida autocrítica. Reformadores, profetas y sabios han criticado no pocas veces a sus religiones por apartarse de su esencia originaria y normativa.

2. No todo está permitido, aunque sea propuesto por las religiones. Los fines religiosos no pueden santificar los medios. Por motivos religiosos no se pueden legitimar los sacrificios humanos, quemar herejes, hacer culto de la prostitución, la promiscuidad sexual, ni el imperialismo, ni el racismo, ni el chauvinismo masculino, ni el odio a nadie bajo un pretendido fundamentalismo religioso. ¿Se puede poner precio a la cabeza de un hombre por considerarlo hereje o apóstata?

3. Hay unos derechos y valores humanos que deben ser supuestos y salvaguardados por las religiones. Esos valores (libertad de fe, libertad de conciencia, libertad de religión, democracia, igualdad de la mujer, derecho a la disidencia, etcétera) han sido no pocas veces negados en contra del humanismo moderno. La dignidad y valores humanos deben encontrar derecho de ciudadanía en todas las religiones y recibir de ellas vinculación incondicional.

4. Criterio mínimo coincidente: la dignidad humana con sus consecuentes valores esenciales. Moralmente bueno es lo que posibilita y permite, a nivel individual y social, una vida auténticamente humana. Lo verdaderamente humano se apoya en lo divino.

Lo humano es una exigencia mínima para cada religión y la verdadera religión es consumación de la verdadera humanidad.

VOLVER ^

El Mundo, 25 de mayo de 2002

ESTE PAPA

MARTÍN PRIETO

Es un espectáculo, enervante o deprimente, esta caga de caballería con los huesos polvorientos que dirige el Papa como gritando un último ¡hurra! sobre la conexión búlgara de su tiro en la plaza de San Pedro o iglesias ex soviéticas con 200 fieles y dos curas, en este viaje a ninguna parte contra su propia muerte en el que han de izarle hidráulicamente a los aviones, trasladarle en peanas carromato y leerle las salutaciones para que no se ahogue con sus propias salivas, mirándole todos sin poder deducir de sus ojos decididamente vivos y plenos e inteligentes, si quiere morirse en el camino proclamando su fe como el anunciador de la victoria de Marathon o está subiendo deliberadamente a su Gólgota de artrosis, huesos desplazados, esputos y fisiologías terminales, sin darse tregua ni esperar paz posible habiendo tenido la desdicha de naufragar en la vejez con la cabeza clara.El dolor postrero es innecesario (y cruel) y para morirse no es precisa toda una ferretería de oxidaciones como una parafernalia cierta del sadismo en homenaje a algún dios menor; se debería morir elegantemente en un adiós sobrio sin las humillaciones de esta senectud que Juan Pablo II exhibe no sabemos si como penitencia, ejemplaridad o desafío a la vida o a la muerte. Un día antes de su fallecimiento, a Enrique Tierno Galván le avisaron de que González estaba en el pasillo. Se levantó y vistió hasta con chaleco. También eso es una ética que se nos debe permitir.Papas han muerto en forma horripilante, a manos de venenos tan ponzoñosos que sus cadáveres se descompusieron de inmediato ennegreciéndose y expeliendo ventosidades y regüeldos mefíticos que obligaban a encerrarlos con espanto en sus féretros para enterrar con prisas tanta podre. Recuerdo de mi infancia la agonía de Pío XII, aquel afilado que guardó silencio durante el nazi fascismo y bendecía la artillería italiana que partía para reventar españoles, y que aquí parecía retransmitirse por la radio. Murió de hipo, agotado y destruido, y maldiciendo a los infames o a los comprensivos.Cuando nos muerde el miedo a la senectud, leemos las biografías por el final para encontrar mapas, signos, rutas, en las muertes de los demás, hallando geografías ciegas y sacarinas. Podemos creer ingenuamente que los papas abren las puertas de su propia desaparición como si poseyeran alguna clave secreta dada su condición.No hay tal. El único secreto de la Esfinge es que no tiene secreto, y en la biblioteca vaticana no se guardan oscuramente los libros prohibidos a los hombres. El Papa se está muriendo solo y por televisión, como ningún otro antecesor suyo, y deshaciéndose en decrepitudes infamantes. El Papa, ya pingajo divinamente humano, se está muriendo en público troceando hasta la náusea una vejez insoportable. Hasta para un agnóstico este Papa, con todo esto, parece estar diciendo algo.

VOLVER ^

El País, 28 de mayo de 2002

POR UN CRISTIANISMO SEGLAR

ENRIQUE MIRET MAGDALENA, teólogo seglar

MADRID.

Cada vez hay mayor número de españoles que cuando oyen alguna palabra que viene del mundo eclesiástico les parece que llega de alejadas galaxias porque no toca tierra. Los dirigentes religiosos tienen un lenguaje obsoleto, irreal, que está en las nubes. Y sus consejos y análisis suelen estar con frecuencia salidos de toda realidad. Parecen una especie de extraterrestres que bajan de lejanos astros para hablarnos de algo que resulta incomprensible; porque parece que nada saben de lo que pasa aquí.

Además, sus juicios tienen un tono inapelable. Se nos considera a los ciudadanos ovejas mudas que tenemos que escuchar y seguir ciegamente lo que dicen, porque sus palabras son definitivas. Su hablar no es nada que se parezca al diálogo que pedía el papa Pablo VI, sino un monólogo. Lo que dice la gente, lo que expone la ciencia independiente, los datos de la sociología les resbalan, y se acogen a cualquier clavo ardiendo para decir que son ellos seguidores respetuosos de la ciencia, cuando siguen a algún personaje anticuado hoy superado y hablan de lo que no saben y hay que aceptarlo a pies juntillas.

Es la ingeniería genética, las células madre, los embriones sobrantes, la regulación de la natalidad en un mundo con una explosión demográfica que ellos no saben valorar; o es la prevención razonable del contagio del sida. Y ante esto enseguida sacan a relucir razones de nulo peso para querer defender sus obsoletas decisiones, que llaman morales cuando debían ser llamadas inmorales, por desacertadas a la larga para la humanidad. Y quieren así mantenernos en el periodo cavernícola.

Si sale a relucir en la prensa el deseo popular de la aceptación legal de las parejas de hecho, ponen el grito en el cielo como si la humanidad se fuese a desmoronar. Y si desvelan los medios de comunicación el problema del celibato del clero, y su incumplimiento frecuente en los países donde se hacen encuestas sociológicas serias, se dice que es un problema pequeño, minoritario, que no tiene la trascendencia que dicen muchos comentaristas. Pero eso sí, orillan que se haga entre nosotros una verdadera estadística científica que desvele el problema real; a diferencia de lo que han hecho en Estados Unidos algunos católicos desde su cátedra universitaria para que se conociera la realidad. Hace pocos años se descubrió que la mitad del clero católico cumplía allí relativamente bien el celibato, pero un gran porcentaje no lo hacía así. Los datos concretos fueron investigados y estudiados por el profesor de la universidad John Hopkins de Baltimore, el sacerdote A. W. Richard Sipe. Y descubrió que sólo el 2% lo cumple perfectamente, y el 47,5%, relativamente bien; pero el 31,5% del clero católico vive allí una relación sexual activa, y en una tercera parte de ellos esta relación es homosexual (datos aportados por la agencia de información ADISTA en septiembre de 1990). Y la jerarquía católica prefirió allí callar antes que estudiar el asunto, pagando cantidades millonarias para conseguir el silencio de las víctimas en los casos de abuso sexual, en vez de denunciar a los culpables.

Parece que los obispos están, en este punto y en otros muchos, en una galaxia distinta de la nuestra. Sin embargo, hasta los catecismos católicos afirman algo que nuestros obispos olvidan: 'La fuerza de la pasión sexual, y la gran dificultad que tiene una persona normal para controlar la pasión cuando ha surgido' (The new Parish Catechism, 1980). Por eso dicen que la solución no es el celibato. Ocultan lo que la Iglesia vivió durante siglos con más sentido común que ahora: que el clero fuese casado, como se conserva esa antigua costumbre en el cristianismo oriental, lo mismo católico que ortodoxo. Allí, el sacerdote que vive en el mundo debe estar casado; y sólo el apartado del mundo, el monje, debe ser célibe.

Se esconde que murió Juan XXIII con la preocupación de suprimir el celibato para el clero occidental, pues le confesó a su amigo el filósofo Gilson que exigirlo a los jóvenes sacerdotes 'es una especie de martirio', y pensaba que había voces razonables que 'pedían que la Iglesia los liberase de esa pesada carga' (referencia de Gilson en France Catholique, 7-VI-1963).

¿No tendría que recordar la jerarquía eclesiástica lo que dijo el papa Pablo VI, que 'innumerables problemas de la vida profana son mejor conocidos por los seglares católicos que por el clero..., y son problemas nuevos que no deben ser tratados empíricamente al modo de los antiguos manuales (de moral), sino que es preciso sean considerados a la luz de instrucciones sistemáticas y científicas que los seglares pueden útilmente suministrar' (3 de enero de 1964)? Y dialogar ampliamente, pues 'este diálogo nos hará descubrir elementos de verdad, aun en las opiniones ajenas a la creencia' (6 de agosto de 1964).

Pero aquí en España la jerarquía no quiere el diálogo abierto, sino enclaustrarse entre las cuatro paredes de sus incondicionales, que son una insignificante minoría de seglares, según descubren las estadísticas. Porque de acuerdo con el CIS, en febrero de 2002 sólo la cuarta parte de los españoles cree en el infierno, y la mitad en la otra vida; y siguiendo la estadística de OTR/IS de 1990, el 60,4% de los católicos practicantes no aceptan en España las indicaciones pontificias sobre regulación de la natalidad. Sin embargo, el 95% recibió educación católica y el porcentaje amplio de católicos expuesto antes no ha hecho ningún caso de las enseñanzas recibidas.

Yo soy partidario de que se diera mucha más cancha a los seglares católicos en la Iglesia, y que se dejasen de tanta palabrería los jerarcas haciendo, en cambio, caso de lo que decía hace pocos años el escritor católico italiano Vittorio Messori, que no es sospechoso de progresismo, sino un manifiesto conservador. Sostenía que los obispos católicos, y la Curia romana, hablan demasiado, porque han producido más palabras en los últimos veinte años que en el resto de la historia católica. Estamos los católicos ante una evidente inflación verbal eclesiástica en un lenguaje salido de la realidad; y, entre otras causas, por eso no se les escucha. Y se nos quiere hacer olvidar también que la Iglesia es una 'casta meretrix' según san Ambrosio, y siempre está necesitada de reforma, como decía el Concilio Vaticano II.

Por este doble motivo les pide Messori un periodo sabático de siete años de silencio en el cual se abstengan los jerarcas de hablar y nos dejen que hablemos únicamente de seglares. Y, después de ese periodo, recuperar los Papas la costumbre de los antiguos Pontífices, que solamente escribían cuando más tres documentos en toda su vida papal.

Volveríamos así a la Iglesia de seglares de los tres primeros siglos de la Iglesia, como ha demostrado que lo fue el profesor emérito de Teología, el alemán Herbert Haag.

Y nos iría mucho mejor a los que todavía queremos ser cristianos desclericalizando cada vez más a la Iglesia.

VOLVER ^

Eclesalia-Ciberiglesia no se hace responsable del contenido de los escritos, que aquí se presentan como revista de prensa y servicio de información sobre temas religiosos, ni asume necesariamente las posturas de sus autores.


Para suscribirse/darse de baja:  eclesalia@ciberiglesia.net
(Apunta tu nombre y tu lugar geográfico y eclesial)

Volver a ECLESALIA     -      Volver a CIBERIGLESIA