08 - Abril 2002, Sueños para caminar       

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AUTOR

ECLESALIA

01/04/02

Puestos a soñar

Redacción de ECLESALIA

Éxodo

04/02

Manifiesto sobre el terrorismo de la injusticia

VV.AA.

ECLESALIA

02/04/02

“Serás rehabilitado en el próximo concilio Vaticano III”

Agencia IVICÓN

ABC

02/04/02

¿Deben renunciar los papas?

Juan García Pérez

Diario Sur

05/04/02

¿Dios se ha dado de baja de todas las religiones?

José María González Ruiz

ECLESALIA

08/04/02

“Y porqué se ha muerto el tío”

Antonio Silvestre

El Mundo

14/04/02

El teólogo Miret dice que la Iglesia española es una “santa prostituta”

José Manuel Vidal

ECLESALIA

16/04/02

Experiencia interconfesional y ecuménica por la paz

José Ramón Carballada

ECLESALIA

18/04/02

“Fieles a sus conciencias”

Clelia

La Vanguardia

23/04/02

“Ni yo ni nadie tiene más Dios que otro”

Ima Sanchís

ECLESALIA

24/04/02

Puritanismo cruel

Benjamín Forcano

ABC

24/04/02

Sexo, escándalo y la Iglesia católica

Juan García Pérez

El País

25/04/02

En nombre de Dios

Luis Rojas Marcos

ECLESALIA, 1 de abril de 2002

Está permitida y recomendada la publicación, reenvío y difusión de este artículo

por cualquier medio de comunicación, siempre que se indique su procedencia

Puestos a soñar... La Iglesia de mis sueños

REDACCIÓN de ECLESALIA

Madrid

Imagínate que un buen día de primavera te levantas por la mañana y después de lavarte y desayunar bajas al buzón para recoger el correo. Imagínate que sólo encuentras una revista de la que nunca antes habías oído hablar. Imagínate que después de mirar en su interior te das cuenta de que está fechada en abril del año 2033. Imagínate que en uno de sus artículos encuentras reflejadas todas tus esperanzas de la Iglesia que vives y amas profundamente.

Pues eso mismo es lo que yo soñé hace poco, pero lo más sorprendente de todo es que al despertar me encontré la misma revista que había soñado encima de la mesilla de mi cama, abierta en la página de aquel artículo sobre la Iglesia.

Esta es la Iglesia de mis sueños:

EL PAPA JUAN XXV ANUNCIA SU RETIRADA
EN LA INAUGURACIÓN DEL AÑO JUBILAR

Medellín, Colombia.

Lunes 18 de abril de 2033

Informa: ECLESALIA

En la mañana del día de ayer, primer domingo de Pascua, el papa Juan XXV inauguró a las afueras de Medellín el jubileo del 2000 aniversario de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Desde la ventana de su ordenador personal millones de cristianos de todo el mundo asistieron en directo al acontecimiento. En la plaza de la ciudad colombiana se congregaron miles de personas para escuchar la que hoy sabemos fue su última aparición pública. El papa aprovechó el acto para hacer un repaso a la actualidad de la Iglesia que después del concilio Vaticano III, inaugurado por su predecesor Juan XXIV, se ha visto revitalizada en su fondo y en su forma.

Sus palabras fueron dirigidas en primer lugar al grupo de mujeres ordenadas sacerdotes la semana pasada en distintas ciudades del mundo en presencia de los hijos y esposos de la mayoría de ellas y de los familiares y amigos de las que han decidido vivir el celibato. Como saben es el primer grupo de mujeres que accede al sacramento del Orden después de que el concilio aprobara el diaconado femenino. El Papa Juan recordó a Ludmila Javorova, que el año 1970 fue ordenada sacerdote por el obispo Félix María Davidek, en la antigua nación de Checoslovaquia cuando la dictadura comunista hacía que casi fuera imposible mantener la fe de los cristianos de aquel país europeo. A finales del siglo XX se le negó la validez de su ordenación y ayer el papa Juan pidió perdón por los errores del pasado y abrió el proceso de su canonización a petición popular. Las nuevas sacerdotes procedentes de los cinco continentes, recibieron del papa palabras de ánimo y reconocimiento por la labor desarrollada en estos últimos años a favor de la igualdad de oportunidades para todas aquellas personas que profesan la misma fe en Jesús. Les propuso el ejemplo de María Magdalena, testigo privilegiado de la resurrección, que a buen seguro acompañará los pasos de las 700 ordenadas en su trabajo pastoral.

En la ciudad de Medellín el papa Juan se refirió también a los museos, fundaciones y organismos creados en la ciudad del Vaticano tras su partida definitiva de la ciudad de Roma. Los muchos tesoros y riquezas artísticas acumulados después de tantos siglos de institución eclesiástica poderosa están siendo bien administrados por seglares comprometidos y expertos en gestión de bienes, de tal modo que los beneficios obtenidos por las visitas turísticas están sirviendo desde hace años para propiciar una educación básica en todos los países del planeta. Las diócesis de todo el mundo siguieron el ejemplo del Vaticano hasta el punto de que, hoy en día, la analfabetización ya sólo se encuentra en los libros de historia.

La disminución del poder de la Iglesia en las sociedades modernas ha generado una mayor cordialidad y cercanía con el mensaje del Evangelio. Este año jubilar puede ayudar a que muchas personas descubran las comunidades cristianas de su localidad y empiecen a compartir el Espíritu que las anima. El papa Juan se refirió a todas ellas y las animó a generar a su alrededor ámbitos de fe, esperanza y amor. Los edificios parroquiales albergan multitud de actos culturales y sociales de tal forma que los cristianos comparten en ellos la expresión de su fe junto con manifestaciones artísticas que van desde el teatro clásico a la poesía contemporánea, pasando por la música, las conferencias y los debates más diversos.

En su alocución el papa Juan recordó a los hombres y mujeres que comparten su vida en auténtica pobreza, dedicados a la oración y al trabajo en renovados monasterios y conventos, ofreciendo a su alrededor verdaderas escuelas de paz interior y de retiro espiritual. A estos lugares acuden los que, como la samaritana del relato evangélico, tienen sed de vida verdadera. La vida consagrada resolvió por fin tomarse en serio lo de "volver a las fuentes" recogiendo lo mejor de sus distintas tradiciones. Hoy en día podemos encontrar diversidad de formas de entrega más allá de los tradicionales votos de "especial consagración".

Junto con los patriarcas ortodoxos y los pastores luteranos Juan XXV firmó, a los diez años del concilio, la unidad de los cristianos retirando atribuciones heredadas de sus antepasados tales como "sumo pontífice" y "santidad". El papa es considerado como "primus inter pares", es decir, el primero entre iguales, de tal forma que el Evangelio de Jesús es acogido por todos los cristianos como la fuente de vida y entre todos tratarán de comprender los signos de los tiempos. Existen distintas sensibilidades cristianas pero todas ellas marcadas por la unidad en la diversidad. El papa Juan recordó en la mañana de ayer a tantos hombres y mujeres que en los primeros años del siglo XXI trabajaron por la unidad, de manera especial a las comunidades de Taizé extendidas hoy por todo el mundo

Desde la experiencia de estos veinte años después del concilio Vaticano III, el papa Juan se refirió también a la riqueza que supone vivir el sacerdocio en familia. Si bien la tradición católica oriental veía con buenos ojos que los sacerdotes estuvieran casados, a comienzos del siglo XXI era una práctica perseguida por la ley canónica en todo el occidente católico. Después del concilio se optó por que el celibato fuera opcional y, desde entonces, reconoció el papa, se ha podido experimentar cómo los sacerdotes y obispos casados han contribuido a acercar el evangelio a lo cotidiano, a lo que viven la gran mayoría de los cristianos. Aunque ya el Vaticano III reconoció la valía de los primeros ordenados que apostaron por esta forma de sacerdocio y que fueron excluidos de sus funciones, el papa Juan reiteró la petición de perdón que ya hiciera el concilio.

La estructura eclesial ha experimentado en estos años las ventajas de la relación fraterna y horizontal entre comunidades cristianas, en constante diálogo y búsqueda de lo común, con respeto a la diversidad de experiencias de fe y análisis teológicos. Los párrocos y obispos son elegidos por los fieles como en los primeros tiempos y ya nada impide que cualquier cristiano maduro y responsable, sea hombre o mujer, pueda ser convocado para animar las comunidades cristianas según su vocación en la variedad de ministerios de servicio a la comunidad.

La labor de la Iglesia en la defensa de la Paz y la resolución no-violenta de los conflictos ha sido muy importante en estos últimos años. La Iglesia ha trabajado incansablemente por el respeto a la dignidad humana, por encima de cualquier circunstancia, y por la transformación profunda de las relaciones sociales, para que la paz se asiente sobre una sólida base de justicia, igualdad y libertad para todas las personas y pueblos. El papa Juan se refirió a los conflictos del pasado que asolaron nuestro mundo y se manifestó esperanzado por que los cristianos sigan siendo verdaderos constructores de la paz, paz entre los pueblos y los individuos y paz del ser humano con la creación.

A pesar de la desorientación que causó su decisión de abandonar la ciudad del Vaticano hace quince años, el papa ha visto cómo poco a poco se ha reconocido como un acierto hacer que su sede fuera itinerante. Después de este largo recorrido por la geografía de todo el mundo, al terminar su discurso, Juan anunció su intención de retirarse a su ciudad natal y terminar sus días en la comunidad cristiana que le vio alejarse para tomar el rumbo de la Iglesia.

Ayer comenzó el Jubileo extraordinario por los 2000 años de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. El papa Juan XXV convocará hoy el cónclave de obispos, patriarcas, pastores, presbíteros, teólogas y teólogos representantes de todos los países del mundo y de todas las sensibilidades cristianas, según el número de fieles. Después de que el concilio suprimiera los títulos añadidos de "monseñor" o "cardenal", serán ellos y ellas los encargados de elegir al nuevo o la nueva responsable de animar la fe de la Iglesia.

Ante nosotros un año jubilar para celebrar la alegría de la resurrección de Cristo y la resurrección de su Iglesia, una y verdaderamente universal y llena de esperanza en el futuro.

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Éxodo, Nº 63, abril 2002

MANIFIESTO SOBRE EL TERRORISMO DE LA INJUSTICIA

A propósito de la campaña internacional contra el terrorismo

BENJAMÍN FORCANO, RAFAEL DÍAZ SALAZAR, JULIO LOIS, EVARISTO VILLAR

MADRID.

En medio del conflicto, no se puede ser neutral.

Convencidos de que la humanidad tiene un destino común, de que todos los pueblos poseen la misma dignidad y derechos, de que las relaciones entre ellos tiene que establecerse sobre la confianza mutua, el respeto y la cooperación, deseamos expresar públicamente nuestra palabra, como un aportación más a esclarecer los problemas de las actuales tensiones internacionales.

Nunca en temas de ética, y menos de esta envergadura, se puede ser neutral. El silencio delata por lo menos un implícito asentimiento a lo que está ocurriendo y una pérdida de la actitud evangelizadora profética que debe distinguir a los que siguen a Jesús de Nazaret.

Esta nuestra declaración tiene como base la situación creada entre los países desarrollados y subdesarrollados. Es ya un dato evidente que esta situación no ha surgido al azar, sino como consecuencia de una serie de políticas dirigidas por el egoísmo nacional, el lucro y el afán de dominar a otras naciones. Tales políticas producen marginación, atraso, enfermedad, analfabetismo, pobreza, hambre, exclusión, humillación, sufrimiento, emigración y otros efectos que pesan negativamente sobre los pueblos que se intenta explotar y dominar.

La violencia de las religiones manipuladas

En este sentido, queremos desenmascarar el chantaje que la política occidental, con EE. UU. a la cabeza, pretende producir sobre la opinión pública presentando el fenómeno del terrorismo actual como efecto de un choque de etnias, culturas o religiones.

No negamos la presencia que el factor religioso ha representado en la violencia y en las guerras de la historia, pero tal presencia ha estado no pocas veces manipulada por intereses y poderes políticos, logrando de esta manera que las religiones se apartaran de su misión primigenia de asegurar la fraternidad y la paz.

Los fanatismos religiosos son reales, pero más que originantes de la violencia son las más de las veces derivados de otros factores primordiales. En ese sentido, el factor religioso puede desempeñar una labor de legitimación del fundamentalismo económico más bárbaro. Todavía hay quienes creen que el neoliberalismo es enemigo de la irreligión y que defiende los grandes valores religiosos, cuando en realidad lo que ese neoliberalismo produce es injusticia y, como consecuencia, violencia, represión y hasta terror.

La violencia original y originante de la injusticia

En nuestra opinión, el factor primordial de la violencia es la injusticia impuesta por el capitalismo mundial a través de las multinacionales y otras instituciones en colaboración con poderes económicos y políticos dominantes.

Queremos subrayar que la violencia original y originante, la primera y más importante, es la producida en nuestro tiempo y en tiempos pasados, por la injusticia estructural, que pertenece a los Estados con mayor poder económico y que se vincula con el Orden Mundial, que es el que genera desigualdades entre los pueblos ricos y pobres.

No hay más que reparar en estos datos:

- En 1997 el 20 % de la población más rica del planeta se repartió el 86 % de la riqueza mundial.

- Sólo en 1999 los países endeudados realizaron a favor de sus acreedores una transferencia de 114.600 millones de dólares.

- La deuda externa es un instrumento de guerra contra los países pobres: la deuda de los países pobres es del orden de 2,5 billones de dólares. La devuelven con un cuchillo en la garganta. La de EE.UU. es de seis billones de dólares. Y nadie obliga a EE.UU. a devolverla.

- De los 800 millones de habitantes de Africa, más de 400 viven con menos de un dólar al día y están desnutridos. En el año 2000 las multinacionales invirtieron en el mundo por valor de 1 billón 270.000 millones de dólares. Africa sólo logró atraer un 1 % de esa inversión.

- Mil millones de personas se acuestan todas las noches con hambre. La cuarta parte de la población nunca ha tenido un vaso de agua potable.

- Sólo a causa del sida han muerto 22 millones de personas y hay 36 millones contagiados.

- No es de extrañar que la diferencia entre países ricos y pobres lejos de disminuir haya ido en aumento. En el año 1820 era de 3 a 1; en el 1992 es de 72 a 1.

Es un engaño colosal querer sobrepasar la vista sobre esta realidad y achacarla sin más a episodios de fanatismo religioso. La realidad es como es y no hay más camino para la comprensión y solución de sus contradicciones que mirarla de frente y llamarla por su nombre. Hay políticas que son injustas y execrables, basadas sobre el egoísmo, la dominación y la desigualdad, que niegan la dignidad y derechos fundamentales de las personas y de los pueblos. Esas políticas generan injusticia, provocan miseria y opresión y acrecientan la frustración y el odio hasta la desesperación.

No deja de ser aleccionador y confortante que, a pesar de todas las cortinas de humo, el análisis que hacen la mayor parte de científicos, sociólogos y politólogos va en este camino: no se puede eliminar el terrorismo sin acabar con aquellas situaciones que propician y almacenan injusticia.

Cuando los explotados y sometidos deciden exigir sus derechos y acabar con la injusticia impuesta, entonces la violencia original reacciona con violencia represiva y, llegado el caso, con violencia terrorista. Porque terrorismo, escribe Ignacio Ellacuría, "no es lo que hacen los que son llamados terroristas de antemano, sino que son terroristas los que hacen terrorismo, objetivamente definido como tal". Y, en este sentido, la violencia estructural original actúa muchas veces como violencia terrorista.

La farsa ofensiva del dualismo entre el Bien y el Mal

No podemos admitir que, en contra de la realidad personal e histórica del ser humano, se intente establecer una línea divisoria entre el Bien y el Mal, alistando a unos de una parte (los terroristas) y a otros de la otra (los no terroristas): "Quien no está con nosotros, está con el terrorismo".

Esta afirmación denota una gran simpleza. Por la sencilla razón de que es uno sólo (el hoy emperador del mundo) quien, por sí y ante sí, define quiénes son los terroristas, sin definir antes en qué consiste el terrorismo y porque la definición la hace dándose a sí mismo como exento del terrorismo. Sólo desde esta premisa, se puede convocar una campaña unilateral antiterrorista, en la seguridad de que, quienes la compartan, la obedecerán más por miedo que por convicción.

Conviene señalar hasta qué punto esta postura encubre una actitud de soberbia y desprecio de los demás pueblos, la convicción racista y xenófoba de que su superior nivel de vida les es debido connaturalmente y la blasfema confesión de que esta diferencia abismal se debe, en última instancia a Dios, y es El quien la bendice.

Con un poco de sentido común y una pizca de filosofía se entiende que este planteamiento es burdo. Nunca el Bien y el Mal, tratándose de humanos, se halla de una u otra parte, así puramente. No hay seres que encarnen lo uno o lo otro. Pero a Bush le resulta útil , en el tablero de la humanidad, jugar con el dualismo del bien y del mal, como quien juega con fichas blancas o negras, con la particularidad de que él marca quiénes son las fichas negras. Es el juego peligrosamente insinuante de las palabras, sobre todo a partir del 11 de septiembre de 2001.

La caída de las Torres Gemelas de Nueva York fue un atentado trágico, pero también un pretexto de oro para urdir la campaña mundial contra el terrorismo, es decir, contra el mal. Todo el mundo sabe que ese acto de violencia terrorista no ha sido el primero ni el mayor. Ha habido masacres tan desoladoras como ésta, aunque seguramente menos espectaculares. Pero en este caso señalaba un corte histórico, porque las Torres Gemelas eran el santuario del dios dinero, de la ley del comercio global, del mercado total. Y ese dios fue asesinado , en su propio templo, por quienes hacía tiempo se sublevaban contra su dominio.

En nuestros días el imperio norteamericano, con la cohorte de Estados que le secundan, no toleran que nadie se salga del ámbito de su dios: el mercado total, que debe dominar todos los rincones del mundo.

La muerte de la justicia y de la democracia

La justicia, decía J. Saramago en la conclusión de Porto Alegre, sigue muriendo todos los días. Muchos han confiado en ella, la han esperado en el día a día,

"Como una justicia compañera cotidiana de los hombres, una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético, una justicia que llegase a ser tan indispensable para la felicidad como indispensable para la vida es el alimento del cuerpo, una justicia en la que se manifestase , como ineludible imperativo moral, el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser humano... Si hubiere esa justicia , ni un solo ser humano más moriría de hambre o de tantas dolencias incurables para unos y no para otros. Si hubiese esa justicia, la existencia no sería , para más de la mitad de la humanidad, la condenación terrible que ha sido".

La justicia, la única que acabará con el terrorismo y traerá la paz, nos obliga a ponernos en pie, a revisar el incumplimiento de esos Derechos Humanos hace cincuenta años promulgados, a vivificar partidos políticos caducos y movimientos sindicales burocratizados, a examinar la decadencia de las llamadas democracias y rellenarlas con una participación directa del pueblo, a establecer unas nuevas relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial.

Hace años que las Naciones Unidas establecieron una dinámica de conferencias y cumbres internacionales con el fin de abordar un conjunto de problemas producidos por la asimetría de la globalización, con la convicción de que la lucha contra la pobreza era, además de un imperativo moral, una exigencia práctica para la estabilidad del sistema.

La conferencia intergubernamental celebrada últimamente en Méjico concluyó con el documento de "Consenso de Monterrey", el cual deja poco espacio para el optimismo. En él se exigen claras reformas y se imponen estrictas condiciones a los países pobres, en tanto que a los países desarrollados apenas si se les exige cambios en las instituciones más importantes y que son las que regulan los mecanismos de intercambio comercial y de ayuda a los países más necesitados. La ayuda ( un 0,39 % del PIB como promedio para el año 2006) es inferior a la acordada ya en los 90 (un 44 %). La unilateralidad de los países donantes va a ser la que se imponga, ya que son ellos mismos los que acaparan un 66 % de los votos en el FMI y en otras instituciones. Nadie va a creer que van a hacer efectiva la ayuda para los objetivos de la Declaración del Milenio y que el Banco Mundial evaluó entre 40.000 y 60.000 millones de dólares anuales.

Lamentablemente, gran parte de los acuerdos del pasado han quedado relegados al capítulo de las buenas intenciones y otro tanto va a va a ocurrir con los presentes.

Propuestas para el cambio y mejoramiento

Señalamos algunas propuestas que, de una y otra parte, se sugieren como clave imprescindible para un cambio operativo en el Orden Internacional:

- Acabar con la dictadura de los mercados financieros mediante la creación de mecanismos democráticos planetarios.

- Acabar con el capitalismo financiero que, a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC), decide sin ningún control político la suerte de los pueblos basándose únicamente en el criterio del beneficio y siempre a favor de los más fuertes.

- Acabar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que, después de cambiar su función a partir de los años 70, opera antidemocráticamente, dispone de mecanismos de bloqueo y es el principal responsable del fracaso del desarrollo de los países pobres. El FMI no es reformable: hay que suprimirlo. Y sustituirlo por un sistema de representación rotatoria para todos los Gobiernos del Planeta.

- Acabar con el Banco Mundial (BM) que, con su política inversora, provoca daños irreparables en el medio ambiente. Su política debe ser sometida al control democrático de los parlamentos nacionales y ser objeto de negociaciones transparentes.

- Impedir que, frente a la globalización neoliberal, sectores fundamentales de la vida humana caigan bajo la dinámica y dominio mercantilizador. Vigilar y reglamentar los mercados financieros para que no hagan lo que les da la gana. Controlar los movimientos de capitales , combatir los paraísos fiscales , inspirándose en el impuesto Tobin y hacer realidad la solidaridad con los países del Sur, poniendo fín a los planes de ajuste estructural que deslegitiman a los Estados, devalúan la Soberanía Nacional y someten a las sociedades, no a las élites, a las obligaciones inflexibles del FMI.

Idolatría del dinero o ateísmo religioso

Desde la situación de pobreza, los países del Tercer Mundo difícilmente plantean la cuestión de Dios en términos de negar su existencia como condición para salir de la alienación y permitir que el hombre sea él mismo y recupere sus poderes. En Occidente, sí que el camino hacia la liberación humana se lo hace pasar modernamente por esta negación de Dios.

Sin embargo, el mismo Occidente seguramente sospecha que, tras su decretada muerte de Dios, ha erigido otros dioses que lo suplen y cumplen con sus funciones. Es significativo que los poderes fundamentalmente económicopolíticos se presenten como defensores de la religión y de Dios mismo, cuando en realidad de verdad el dios que ellos adoran es el dios Mammón, venerado secretamente en el santuario de sus negocios.

Este dios materialista es el que representa una negación frontal de la fe cristiana, es la idolatría del dinero, con la injusticia que genera, la que se constituye en incompatibilidad con la fe.

En este sentido, la tarea fundamental de los que creemos en Jesús de Nazaret, es desidolatrizar, pero entendiendo como tal el desenmascaramiento de dioses históricos que, en nuestro contexto actual, configuran y dominan la vida social, sobre todo en su aspecto económico injusto y en otros aspectos que le acompañan como derivación y justificación. La dominación que estos ídolos ejercen se presenta como inapelable, incuestionable e intocable, como si de dioses se tratara, imponen su ortodoxia (ideología) y se alimentan del sacrificio de millones de víctimas.

El planteamiento de Jesús de Nazaret es inequívoco: "No se puede servir a dos señores: la fe en Dios excluye la fe en el dios dinero". Porque los señores del dinero, si logran entronizarse en el corazón humano y en las instituciones del poder, exigen su propio culto, un culto que se convierte, si es preciso, en asesino.

Nos duele que la Iglesia Católica, de la que nosotros somos miembros, y que acumula una sabiduría y experiencia más que seculares sobre la unidad y fraternidad de los pueblos, no haya hecho sentir en estos momentos , con el relieve y fuerza necesarios, la autoridad moral de su enseñanza y la haya ocultado vergonzosamente , dando lugar a una significativa e imperdonable omisión y el consiguiente descrédito entre quienes forman parte de ella y la contemplan desde fuera.

Creemos que, con ser importante los problemas de la moral familiar y sexual , no lo son menos los que se ventilan en el campo de las relaciones socioeconómicas y políticas. Sin embargo, es en las primeras donde la Iglesia muestra una solicitud puntual y extrema y en las segundas un desentendimiento clamoroso que resulta intolerable en las actuales circunstancias.

Denunciamos esta postura pseudocristiana, que rehuye comprometerse en la trama y conflictividad de la historia, como si tal tarea no le incumbiese o hubiera de remandarla para después de la vida. Esta fuga contradice el espíritu del Evangelio. Pensamos que la fe es inseparable de la justicia, de la fraternidad y del amor, que hay que verificar en la historia y sociedad terrenas y que, cuando se procede en sentido contrario, se mutilan aspectos esenciales del mensaje evangélico.

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ECLESALIA, 2 de abril de 2002

“Serás rehabilitado en el próximo concilio Vaticano III”

El teólogo Marciano Vidal habla, casi un año después, del proceso al que fue sometido por la Congregación para la Doctrina de la Fe

AGENCIA IVICÓN

Madrid

Tras casi un año de silencio público ante la Notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el teólogo redentorista Marciano Vidal ha señalado que, “dejando aparte mi caso, deseo y espero que los nuevos planteamientos de la Teología moral, después de la normal criba que hace la historia, pasen pronto a ser patrimonio de la Iglesia” y, con vistas a un juicio de largo alcance, ha recordado las palabras de un colega italiano, que le dijo: “Marciano, no te preocupes, serás rehabilitado en el próximo Concilio Vaticano III”.

En una entrevista que publica la revista Éxodo, Vidal apoya la esperanza de rehabilitación en tres datos: su confianza en el juicio de la historia, “que es el juicio de Dios”, la fe en la sabiduría de la máxima evangélica (“Nada hay oculto que no llegue a descubrirse”) y un artículo que acompañaba a la Notificación vaticana y que publicó L’Osservatore Romano, donde se podía leer: “Se reconoce la necesidad de dejar que las nuevas ideas se adecuen gradualmente al patrimonio doctrinal de la Iglesia, para abrirlo después a las riquezas insospechables que contenía dentro de sí”.

El 15 de mayo de 2001, la Sala de Prensa de la Santa Sede dio a conocer la “Notificación de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos escritos del Reverendo Marciano Vidal C.S.S.R.”, aunque el documento tenía fecha de 22 de febrero del mismo año. En el texto de la congregación que preside el cardenal Joseph Ratzinger se podía leer que “no se enjuicia al autor ni su intención, ni la totalidad de su obra o de su ministerio teológico, sino sólo unos determinados escritos”. Además, la nota vaticana confirmaba que los libros Moral de Actitudes, Diccionario de Ética Teológica y La propuesta moral de Juan Pablo II no podían ser utilizados para la formación teológica por contener “ambigüedades y errores”.

Sin embargo, la Congregación para la Doctrina de la Fe no obligaba a retirarlos del mercado, ni apartaba de su cátedra al autor en la Universidad Pontificia Comillas. Tampoco le imponía un período sabático, ni le prohibía impartir cursos o hablar en público. Sólo en caso de que el moralista decidiera hacer una nueva edición de los libros, debería reelaborar los aspectos censurados de su contenido bajo la supervisión de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española.

“HA HABIDO MOMENTOS DUROS”

Vidal recuerda como “un momento especialmente duro” el proceso al que le sometió la Congregación para la Doctrina de la Fe. “Duro en sí mismo y, además, por haber durado mucho tiempo (desde diciembre de 1997 hasta mayo de 2001) y por haber supuesto mucho trabajo”, señala el moralista al explicar que tuvo que redactar dos informes en respuesta a preguntas de la Congregación. “Sostuve un encuentro en la misma sede de la Congregación, lugar del antiguo Santo Oficio. Gracias a Dios y a algunas personas amigas he podido realizarlo todo con suficiente entereza y con bastante competencia”, evoca Vidal.

“Un momento de particular dificultad fue cuando se me comunicó la Notificación (o sentencia) y se me pidió que la ‘firmara’. Consulté y reflexioné. Me decidí firmarla, en primer lugar, por la peculiaridad de dicha firma. Y, también, por el tenor de la sentencia. En ella no se pone en cuestión ‘al autor (a mí) ni su intención, ni la totalidad de su obra o de su ministerio teológico’. Tampoco se afirma que yo haya cuestionado ningún artículo de la fe ni ninguna otra verdad cristiana esencial”, explica el teólogo redentorista.

No obstante, “me duele que se afirme que mi manual Moral de Actitudes (en cuatro volúmenes) ‘no puede ser utilizado para la formación teológica’, siendo así que ha nacido de la enseñanza y ha sido utilizado por bastantes generaciones de alumnos; pero he aceptado esa decisión”, manifiesta Vidal.

MORAL FUNDAMENTAL Y CUESTIONES DE MORAL

Sobre las dificultades que la notificación vaticana hace de algunos planteamientos en Moral fundamental, Vidal explica que intentó aclararlas durante el proceso, “pero no lo conseguí”, por lo que espera que después de la lectura de la “Nueva Moral Fundamental” (Desclée, 2000) su postura “sea valorada como más completa”.

Por lo que respecta a las cuestiones de moral concreta a las que se refiere la Notificación, Vidal aclara que ha aceptado la decisión de que no hace una hermenéutica correcta de la doctrina del Magisterio eclesiástico, “después de haber expresado, en un documento previo, mi aceptación de la fuerza vinculante de dicho Magisterio, tal como él mismo lo declara”.

“También se me pedía que si quería hacer una nueva edición de Moral de Actitudes tendría que ponerme en relación con la Comisión de la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española. Mantenido ese diálogo he decidido no hacer nueva edición”, declara Vidal.

POSTURA DEL SILENCIO

Casi un año ha esperado Vidal para manifestar públicamente su opinión sobre el proceso al que fue sometido. “Adopté la postura del silencio por varias razones. En primer lugar, porque responde a un talante personal de no agresividad y de preferir una respuesta templada y no violenta ante cualquier situación adversa. En segundo lugar, por motivos de coherencia cristiana, de espiritualidad si se prefiere, ya que considero que el sufrimiento soportado desde la humildad cristiana tiene un carácter salvífico. También lo he hecho porque me debo a muchas personas (alumnos de Teología, religiosas, religiosos, sacerdotes, laicos) que estaba seguro esperaban de mí esa postura”, relata el religioso redentorista.

Asimismo, al recordar su trayectoria académica, Vidal aclara que el trabajo teológico le ha dado más satisfacciones que problemas, y que entre los motivos de satisfacción está “el haber servido de medio para liberar a algunas personas, a grupos y, en cierta medida, a la comunidad eclesial en general” y “el haber contribuido a elevar un poco el pensamiento teológico moral, que en España estaba un poco anquilosado”. En resumen, Vidal se siente “un teólogo realizado, aunque no en plena realización”.

En sus declaraciones a la revista Éxodo, cuyo último número está dedicado al tema de “Ciencia y Ética”, Vidal también aborda precisamente las relaciones entre ciencia y ética, el cambio de paradigma del Concilio Vaticano II, la cuestión de la dignidad y protección de la vida humana, la clonación terapéutica y la bioética teológica, entre otras cuestiones.

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ABC, 2 de abril de 2002

¿DEBEN RENUNCIAR LOS PAPAS?

JUAN GARCÍA PÉREZ S.J. Profesor de la Pontificia Universidad Comillas

MADRID.

Esta cuestión, tal como se plantea desde tiempos de Pablo VI, está expuesta a no pocas sospechas. Como si unos tuvieran prisa por empujar y otros empeño en resistir. El clima nunca es lo suficientemente apacible como para acercarse a una reflexión serena. Si el Papa acaba de ser elegido, el asunto no es de actualidad. Si el Papa está sumamente debilitado o muy enfermo, hablar de dimisión parece herir inmisericordemente el estado de una persona, que suscita compasión y, además, es merecedora de todo respeto.

Confluyen en esta cuestión tres dimensiones: la legal, la histórica y el juicio de prudencia sobre esa decisión.

En el ámbito legal la posibilidad de renuncia está recogida en el Código de Derecho Canónico (párrafo 332,2). Se dice allí expresamente: «Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie». En la Iglesia católica el Papa es la autoridad suprema (no es correcto hablar de autoridad «absoluta») y por tanto no existe un órgano superior ante quien presentar la «dimisión». Basta, como dice el Código, que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente. Juan Pablo II en su Constitución apostólica Universi dominici gregis de 1996, que es la última disposición legislativa sobre la forma de elegir Papas, vuelve a mencionar expresamente la posible renuncia de los Papas: «Establezco que las disposiciones concernientes a todo lo que precede a la elección del Romano Pontífice y al desarrollo de la misma deben ser observadas íntegramente aun cuando la vacante de la Sede Apostólica pudiera producirse por renuncia del Sumo Pontífice...»). Legalmente, por tanto, la renuncia es posible.

Se habla de renuncia «libre». Cierto es que podrían darse algunos casos extremos (piénsese en un Alzheimer o en una situación de coma irreversible). La Sede de Roma, no estaría entonces «formalmente» vacante pero el Papa se encontraría totalmente incapacitado para ejercer su responsabilidad. No son éstas hipótesis imposibles aunque no nos consta que se hayan dado de hecho. Un profesor de Teología, Antonio Navas, en un artículo (Razón y Fe) afirmaba que «se echa de menos en el Código de Derecho Canónico alguna «previsión» para esos casos mencionados».

En el plano histórico la dimisión más conocida aunque no la única es la de Celestino V en 1294. Pietro da Morrone llevó una vida eremítica. Tan así es que por su riguroso ascetismo lo comparaban con los padres del desierto. Se reunió en torno a él un grupo de eremitas, llamados «celestinos», que después se incorporaron a los benedictinos. Fue elegido cuando tenía más de 80 años y aceptó para cerrar un largo período de dos años de sede vacante. Fue hombre de grandes virtudes. Sería canonizado muy pocos años después de su muerte. Pero este Papa, al poco tiempo de haber sido elegido, anunció su renuncia. Para él la responsabilidad del gobierno de la Iglesia implicaba una desviación de su lucha ascética. Cierto es también que tenía poca confianza en los cardenales, cayó bajo la influencia de Carlos II, Rey de Nápoles y se sintió incapacitado para el ejercicio de su misión. Después de pedir consejo a un especialista en derecho, presentó su renuncia. No se le permitió volver a su eremitorio sino que quedó, bajo vigilancia, en un castillo. Dante en la Divina Comedia lo coloca a las puertas del infierno.

Hay sin embargo otras dimisiones menos «edificantes», como las de Silvestre III (s.XI) o Benedicto IX. En el tenebroso s.XI, en el reinado del Emperador alemán Enrique III, el Papa Benedicto IX, del partido de los Tusculani, fue depuesto. El sucesor, Silvestre III, del partido de los Crescenzi, no llegó a durar dos meses ya que también él fue depuesto por los partidarios de su predecesor, Benedicto IX, el cual volvió a asumir la tiara pontificia. Por las presiones de diversas personas, aceptó renunciar pero a cambio de una fuerte indemnización económica que le compensara los gastos que en su momento hizo para conseguir ser elegido. Si se repasan los libros de Historia de la Iglesia se encontrarán varias renuncias de Papas, aunque no todas, afortunadamente, llegan a los extremos incalificables de Benedicto IX.

Juicio de prudencia: ¿conveniente o inconveniente? Los Papas que la Iglesia ha tenido durante el siglo XX, desde San Pío X hasta Juan Pablo II, han sido ejemplares en su conducta personal, por distintas que hayan sido sus mentalidades y estilos de gobernar la Iglesia. Uno está ya canonizado (S.Pío X), otro beatificado (Juan XXIII) y dos (Pío XII y Pablo VI) tienen introducido el proceso de canonización. Esta dedicación de los Papas a su misión de confirmar en la fe a sus hermanos debe ser valorada en toda su grandeza.

Pero los Papas no están por encima de las limitaciones de todo ser humano. Para todos los obispos se dio la disposición de presentar su renuncia cuando llegan a los 75 años. Los cardenales, cuando alcanzan los 80 años, pierden la voz activa en la elección del Papa. Es cierto que los Papas no están sujetos a esas normas. Y que toda posible norma que dictase un Papa sobre la renuncia podría en cualquier momento ser revocada por alguno de sus sucesores. Bien es verdad que hay hechos «significativos» que crean precedentes y la renuncia, indudablemente, sería uno de ellos. Aunque el ejemplo, por llamativo que pueda resultar, tiene poca trascendencia, Pablo VI en un determinado momento renunció al uso de la «tiara» pontificia o a la silla gestatoria. Nos cuesta imaginar que en un futuro próximo algún Papa vuelva a utilizarlas.

Los Papas no están sometidos a la ley que obliga a los obispos a presentar su renuncia. Con todo, las razones que aconsejaron dictar esas normas, ¿son tan inaplicables a los Papas? El peso de la tradición o un fuerte sentido de responsabilidad ¿deben seguir exigiendo inexorablemente a los Papas que permanezcan con el peso de la responsabilidad del ministerio de Pedro hasta la muerte?

Se encuentra aquí el entorno de colaboradores más cercano a los Papas ante no pequeñas dificultades. Son testigos cercanos del doloroso agotamiento de los Papas. Pedirle a esos colaboradores que, además, sean precisamente ellos quienes aconsejen abiertamente una renuncia conlleva un fuerte peso añadido. No nos será difícil imaginarlo si nos hemos visto en situaciones familiares parecidas. Pero si el título primero de los Papas es el de «Obispo de Roma» habría que preguntarse, con amor a la Iglesia y respeto a las personas, si no habrá llegado el momento en que también los Papas puedan acogerse pacíficamente a la norma vigente para todos los demás obispos. No minusvaloramos la tradición ni ignoramos tampoco lo que pueden ser los tramos finales de los pontificados largos. A nosotros nos resultaría inmensamente respetable la figura de un anciano que ha gastado toda su vida activa al servicio de la Iglesia y, llegado a un punto, renuncia a su cargo para que esa pesada responsabilidad, por los procedimientos ya establecidos para la sucesión pontificia, pase a otras manos más jóvenes. Decir esto no es pensar en categorías empresariales de presidente-ejecutivo de una gran multinacional. En la propia Iglesia esta norma se aplica en todos los niveles, con excepción de los Papas. El amor a la Iglesia y el aprecio por las personas se puede expresar de muchas maneras. Una de ellas es la lealtad, aunque no siempre sea comprendida y apreciada por todos y, menos a corto plazo.

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Diario Sur, 5 de abril de 2002

¿DIOS SE HA DADO DE BAJA DE TODAS LAS RELIGIONES?

JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ RUIZ

El genial humorista Roto hacía con cierta candidez esta pregunta ante las múltiples interpelaciones a las que hoy nos vemos sometidos. Ni los teólogos ni los fieles cristianos nos escandalizamos cuando el tema religioso es tratado con humor; pero eso sí, con un humor serio y exento de todo morbo porque a decir verdad, en los últimos tiempos los medios de comunicación social les han dado una demesurada atención a ciertas noticias de tipo religioso, que en realidad no merecían tanto interés. Aún más, frecuentemente había en ello un indiscutible morbo de mal gusto.

La última explicación de este tipo de información religiosa quizá se halle en el subconsciente. Sinceramente, entre nosotros se ha superado aquel viejo anticlericalismo que se manifestaba en un humor de muy mal gusto, que contribuía a perpetuar esas dos Españas, de las que hablaba Antonio Machado. Y ambas, cada una por su parte, nos helaban el corazón.

Recientemente la prensa y demás medios de comunicación aireaban un manifiesto firmado por 71 sacerdotes de la diócesis catalana de Gerona, en el que, con serenidad pero con firmeza, exponen su pensamiento sobre temas todavía tan discutidos como el celibato exigido a los sacerdotes y la ordenación de las mujeres.

Los primero que hay que decir es que no se trata de un tema por así decirlo «dogmático», sino puramente disciplinar. Y en cuanto al celibato, sólo se refiere a una parte del clero católico romano. Hay, en efecto, sacerdotes de estricta obediencia romana que están canónicamente casados y ejercen legalmente su ministerio. El celibato se exigió, y ya muy tardíamente, a los presbíteros católicos de rito latino.

Los de otros ritos no están obligados al celibato, como son los orientales de rito griego, los maronitas, los coptos, los etíopes, etc.

A este propósito recuerdo que, a mediados de los años cincuenta, durante mi estancia en Jerusalén, tuve la ocasión de visitar, en la República de El Líbano, un pueblecito del interior del país, llamado Jarisa. Estaba escondido entre los típicos cedros de la región. Allí me recibió muy amablemente el cura del pueblo, de rito maronita, que estaba casado canónicamente y tenía.. once hijos. Me pude entender fácilmente con él porque hablaba francés con soltura, ya que había estudiado en la Universidad Católica de Beirut, regentada por jesuítas franceses.

La introducción del celibato clerical en el Derecho eclesiástico latino se debió, en último lugar, a motivos económicos. Y es que, dado que la Iglesia poseía muchos bienes, si los clérigos tenían hijos legítimos, éstos heredarían esos bienes y la Iglesia como tal los perdería. Y así vemos algo que hoy nos parece paradójico. Y es que a los clérigos se les «toleraba» más o menos tener «amantes», ya que sus hijos, al no ser legítimos, no tenían derecho a la herencia. Y así en la misma ciudad de Trento el guía, después de haber enseñado la catedral, donde se celebró el famoso Concilio, muestra un palacio adjunto, donde se hospedaban las «amantes» de los obispos.

Remontándonos más arriba, vemos cómo los cristianos de la comunidad de Corinto, al observar que su «ministro», Pablo de Tarso, era célibe, le preguntan si para ejercer el ministerio de evangelizador había que ser célibe. Pablo contesta rotundamente que no «ya que el Señor no dejó dicho nada sobre esto». Eso sí, un celibato libremente asumido sería muy conveniente para la vida difícil de un predicador itinerante como eran aquello primeros apóstoles.

Pero en todo caso también los casados pueden ser ministros, aunque tendrán que superar muchos «conflictos». La palabra que usa Pablo en griego (zlipsis) no significa propiamente «tribulación», sino más bien «lucha».

Por lo que se refiere a la reivindicación de los curas de Gerona sobre la ordenación sacerdotal de las mujeres, tenemos que partir de una afirmación formal que hizo San Pablo dentro del entramado esencial de su teología. Escribiendo a los cristianos de Galacia y en otras ocasiones declaró solemnemente: «En Cristo no hay varón ni hembra ni esclavo ni libre ni judío ni griego».

Se trataba ciertamente de una aspiración, pero que contenía lo más esencial de su evangelio. Pero apoyadas, sin duda, en esta predicación, claramente feminista, algunas mujeres de la comunidad de Corinto, a imitación de las mil sacerdotisas del templo de Venus en Corinto, querían también ejercer un ministerio sagrado en la Iglesia. Pablo se ve en un tremendo apuro frente a estas pretensiones. En el fondo, aquellas mujeres no hacían más que sacar las últimas consecuencias del feminismo paulino; pero, por otra parte, estaba allí la realidad sociológica de una humanidad anclada todavía en un estadio evolutivo que no permitía la inmediata puesta en práctica del eslogan paulino. Por eso, Pablo responde lleno de nerviosismo, buscando argumentos de su buena época rabínica, que en el fondo no le satisfacen a él mismo. Pablo, se deshace finalmente de ellos y da la verdadera razón: «Entre nosotros no se da esa costumbre, ni en las demás comunidades». Se trataba de un freno sociohistórico que había que aguantar por el momento.

Así hay que plantear hoy este problema de la ordenación femenina de la mujer: atendiendo a ‘los signos de los tiempos’, como decía Juan XXIII. Y estos signos apuntan claramente a la apremiante integración de la mujer en los ministerios eclesiales. Las afirmaciones de las jerarquias de la Iglesia hay que situarlas en el contexto histórico de la sociedad en que vivimos.

En una palabra: el informe de los curas catalanes es teológicamente ortodoxo y social e históricamente correcto y oportuno, aunque, como es natural, a muchos les cueste trabajo su asimilación.

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ECLESALIA, 8 de abril de 2002

"Y PORQUE SE HA MUERTO EL TÍO"

La muerte desde la sonrisa

ANTONIO SILVESTRE

MADRID.

Hola Luis: ¿Cómo estás? Supongo que estarás estupendamente, que para eso te fuiste ¿no?

Todavía me acuerdo de como fue todo. El hospital por la noche...y aquella llamada por la mañana. Yo ya intuía lo que pasaba. Estaba solo con los niños y les dije que se vistieran deprisa, que te habías puesto muy malito. Antonio preguntó: "¿Se va a ir al cielo?" "No lo se, le dije, espero que no".

Llegó Pili y nos fuimos al hospital. Todo el camino los niños preguntaban: "¿Y si no le vemos mas?" Y lloraban.

Cuando llegamos, se quedaron abajo, en un parque jugando. Yo subí y ya no estabas. Ni siquiera me pude despedir de ti, ni comentar el siguiente partido del Madrid. Un montón de sentimientos se agolpaban en mi cabeza; rabia, impotencia, frustración...y sobre todo dolor, mucho dolor, un dolor casi físico.

Bajé a buscar a los niños y a Pili. Ella me miró de lejos y la hice un gesto con la cabeza. Los niños, al verme , vinieron corriendo y Antonio me ahorró el trago de tener que decirselo. Me miró y preguntó: "¿se ha ido al cielo?" Comenzaron a llorar los dos, porque ya no te iban a ver mas. "No hay que estar tristes, les dije, porque ahora el tío se ha ido con Jesús, y seguro que va estar fenomenal". Y seguí: "Nosotros nos tenemos que acordar de los buenos ratos que pasamos con él".

Yo no se de donde me salieron las fuerzas para decir aquellas palabras. Pero gracias a Dios me salieron.

Desde entonces, cada vez que me ven triste, a mí, o a mamá o a la tía, nos dicen: “¡No hay que estar tristes! Porque el tío está con Jesús y nos está viendo”. Y lo dicen con ese convencimiento que tienen los niños de que algo es verdaderamente cierto, como cuando piensan en los Reyes Magos.

Ellos si que lo tienen claro, y me han enseñadoque se puede hablar de la muerte como algo natural, que se puede hablar de los muertos sin poner ningún gesto de que hablamos de algo oculto o extraño.

He pensado mucho en la muerte. He pensado que si no lo miras con los ojos de la Fe, estas muertes carecen absolutamente de sentido. Racionalmente, esto no hay quien se lo trague. Aquí te quedas, jodido, pensando en lo que pudo ser y nunca será. Es en estos momentos cuando tienes que echar mano de todo eso que dices que crees. Y afortunadamente funciona. Eso no quita que no estés triste, enfadado. Además, creo que es completamente legítimo y hasta necesario sentirse así. Pero a lo lejos está la esperanza de que de verdad te has ido a un sitio mejor y de que nos volveremos a ver. Y es agradable.

Resulta curioso, toda la vida pensando en que esto de ser cristiano es una forma de vida aquí y ahora, sin tener que pensar continuamente en la famosa salvación, y acabo agradeciendo que tengamos un lugar donde volver a encontrarnos.

Los niños nos preguntan: ¿en el cielo hay playa, hay tiendas? Quizá por ellos ven la muerte desde el lado del muerto, que está en un sitio mejor, y nosotros la vemos desde el egoísmo de la pérdida. Tal vez esa es la verdad. Creernoslo y hacer como Patricia, que cuando, muchas veces rezamos y pedimos por la noche, dice: “Y porque se ha muerto el tío”. Y lo hace sonriendo.

Un abrazo. Hasta siempre.

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El Mundo, 14 de abril de 2002

EL TEÓLOGO MIRET DICE QUE LA IGLESIA ESPAÑOLA ES "UNA SANTA PROSTITUTA"

JOSÉ MANUEL VIDAL

MADRID.

Ha sido el santo y seña de varias generaciones de católicos críticos y libres. Profundamente creyente y siempre iconoclasta, Enrique Miret es el primer laico que ha conseguido la presidencia de una asociación de teólogos y teólogas. Siempre sin pelos en la lengua, no se rasga las vestiduras por los recientes escándalos eclesiásticos, porque sabe que «la Iglesia española es una santa prostituta», que, además no ha hecho sus deberes. ¿La prueba? «España es pagana teñida de cristiana».

A sus 88 años, después de tantas experiencias vividas, de tantas místicas compartidas y de tanta búsqueda interior, este teólogo y bioquímico madrileño se atreve con el tema de la felicidad en un ensayo regeneracionista, titulado Qué nos falta para ser felices (Espasa). Y no da recetas fáciles de los libros de autoayuda al uso. Va al fondo de las cosas, porque está convencido de que «la verdad existe como meta y su búsqueda es lo que nos acerca a la perfección aún siendo conscientes de que no podemos alcanzarla».

Según Miret, las metas que el hombre debe proponerse para vivir una existencia plena son «preocuparse por los problemas que nos rodean, tratar de construir una sociedad más justa, erradicar la violencia, conseguir una convivencia en igualdad de condiciones para todos y hacer del mundo un lugar más habitable».

El presidente de la progresista Asociación de Teólogos Juan XXIII es consciente de que una de las cosas que nos falta para ser felices es derribar «las morales amorales o las obsoletas» y optar por una «moral realista, guiada por una razón vital y humana e independiente». Porque «la moral es anterior a las religiones» y, en contra de lo que suelen decir los curas, «hay que rendir cuentas de los placeres de los que uno se ha abstenido».

«Cerrazón e involución»

Miret se siente «muy católico», pero por eso se atreve a criticar «la cerrazón e involución de la Iglesia española actual, que tiene un 90% de humana y un 10% de divina». Una Iglesia que no valora suficientemente ni lo profano ni lo laico. Una Iglesia que enseña infantilidades como «Dios premia a los buenos y castiga a los malos» y mantiene a los creyentes en la ignorancia, para mejor manipularlos.

Y el teólogo se indigna ante la constatación de que «nos han engañado sobre muchas cosas, para intentar controlar la conciencia de los creyentes con una enseñanza masoquista, con la doctrina del pecado original, del castigo eterno o del pecado mortal».

Por eso, Miret apuesta por una Iglesia purificada y que vuelva a las fuentes del cristianismo primitivo. Una Iglesia «laica y de los laicos». El teólogo es partidario del celibato opcional y de una Iglesia con menos curas o sin curas, porque «en un principio no había clérigos»

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ECLESALIA, 16 de abril de 2002

RELIGIÓN Y PAZ

Experiencia interconfesional y ecuménica por la paz

JOSÉ RAMÓN CARBALLADA, 09/03/02

NIKKI. REPÚBLICA DE BENIN.

Últimamente ha habido muchos accidentes de coches, el último, la semana pasada, con más de 12 muertos: un camión cargado de maíz subía al mercado de Malenville, trescientos kilómetros al norte, en la frontera con Níger, al borde del río. Los que llevaban el maíz viajaban en el camión encima de los sacos. El camión perdió el enganche que amarra el remolque a la parte tractora y se fue por una cuesta abajo, al final volcó en un riachuelo.

Estando así las cosas las autoridades decidieron convocar un día de oración de todos los creyentes: de las religiones tradicionales, de todas las comunidades cristianas y del los musulmanes. Nos invitaron a ir al patio del palacio real, allí se celebraba el congreso de "Su tii dera" (Ayudémonos a nosotros mismos). El programa preveía una serie de actos que iban a durar desde las 9 de la mañana hasta la noche.

No tendría sentido ir a celebrar una misa para dar gusto a los políticos y que viesen todos que la gente de las religiones les apoyan. Por otra parte tampoco tendría sentido negarnos a participar y despreciar la invitación de una asociación muy influyente que nos invitaba por un problema muy grave. una vez que habíamos sido invitados sería darles un desplante feo.

Así que decidimos vernos con la gente de otros cultos y preparar una pequeña celebración. Pusimos a la cabeza a José Saka, el pastor de la Iglesia Evangélica de Benin y nos pusimos de acuerdo en lo que queríamos hacer: en primer lugar éramos conscientes de que los políticos nos querían utilizar para que la gente nos viese con ellos y nos habían convocado a todos separados íbamos a ir juntos y aprovechar la oportunidad para presentar el evangelio a gente que no tiene ocasión de oír la palabra de Dios.

El pastor se conoce la Biblia al dedillo, trabajó años en la traducción al bariba. Cuando alguien propuso otro texto de San Pablo yo estaba pensando: ese texto no va con los que nos escucharán pero como acababa de llegar tampoco quería intervenir demasiado, pero él salió al quite inmediatamente, había tenido el mismo razonamiento y propuso un texto dirigido hacia los políticos para decirles el sentimiento de nuestras iglesias.

Buscamos un texto y el pastor propuso Isaías 1, 17 en el que el profeta dice: "cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, respetad el derecho, proteged al oprimido, haced justicia al huérfano, defended a la viuda...". Ese es nuestro culto, esa es nuestra palabra, eso es lo que podemos decirles tanta gente que tiene mucho cuento y vive y hace carrera con él. Completamos con un versículo del Libro de las Crónicas que retomaba el mismo tema.

En la reunión, un pastor de la iglesia bautista de cierta edad, dijo que a él lo que no le había gustado era que, en la lista, pusieran en primer lugar a los de la Religión Tradicional Africana, no veía por qué razón nos relegaban a segundo lugar. Un "pastorcito" de la Asamblea de Dios, jovencito, con una camisa de cuadros azul y una voz muy fina le contestó que a él eso no le parecía mal: "los dejamos ir delante, la fuerza de la sangre de Jesús lo redime todo, tampoco por eso pasa nada".

Decidimos quienes harían las lecturas, que se leerían en francés y bariba; en cambio las oraciones, cada uno la diría en su propia lengua porque Dios entiende todas las lenguas y todas tienen derecho a expresarse.

Cuando un católico, de nombre Todos los Santos, que es el hombre de la parroquia que, por lo que visto y me dijo Satur está en todas las cosas de iglesia, propuso que rezásemos por los muertos de los accidentes otro pastor jovencito, de los metodistas, dijo que él prefería que rezásemos por los familiares de los muertos y que pidiésemos consuelo para ellos para que no fuese a pensar la gente de los cultos tradicionales que los cristianos adoraban a los muertos. Cuando se repartieron las oraciones, tema, orden y persona que la iba a pronunciar... propusieron que fuese el más anciano el que hiciese esta petición de consuelo por los familiares pues estarán tan dolidos que conviene que sea un anciano el que dirija esta oración para no hacerles daño con la misma palabra y saber darles consuelo.

A mí me toco la primera petición, pedir por la paz y la unidad, rezamos también por los gobernantes, por los jóvenes, los enfermos y, otra idea que no quería obviar el "pastorcito" una petición en la que se hablase del temor de Dios, se la dejamos a él y tan contento.

Como hay algunas diferencias en la manera de rezar el Padre Nuestro quedamos en que lo rezaría uno solo en el micro y los demás levantaríamos las manos. Satur se encargó de la introducción y de la oración de conclusión. El pastor Joseph hizo el comentario de la lectura. Después de nosotros los musulmanes hicieron su oración, medio salmodiando creo que en árabe y un bariba retomaba lo que decían en bariba pero el altavoz era tan malo que no se entendía nada.

Cuando el esquema estuvo listo mandamos una delegación al lugar de la reunión, el patio del palacio real, mientras tanto les saqué un racimo de plátanos a los que quedaban en casa para meter algo en el estómago; pronto volvió la delegación diciendo que ya podíamos ir, que nos esperaban. Allí fuimos, yo en la moto con Satur; nos esperamos unos a otros y después nos colocaron a todos en las sillas que nos tenían reservadas. La celebración se pasó bien; faltaron cantos en condiciones pues no hubo tiempo de avisar algunas corales pero fue algo digno y un testimonio interesante, el de vernos juntos y unidos ante retos tan grandes como son los de la miseria y la dignidad de los pobres: miseria es que aquí todos los camiones que circulan son los que ya se han cansado de circular por Europa y llegan aquí procedentes de los desguaces para llevar una vejez por carreteras accidentadas: no es extraño que rompan y haya tantos accidentes. En principio tienen ITV obligatoria pero parece que muchas veces no presentan el camión, van con los papeles y unos billetes en medio de la documentación.

Me llamó mucho la atención el conocimiento que tienen de la Biblia y el razonamiento sosegado de los que estaban en la reunión, lo mismo que la conciencia de pertenecer todos a la tradición de Jesús de Nazaret aunque algunas de las que llamamos sectas tengan credos muy diferentes del nuestro, ante los problemas de los hombres las diferencias pierden consistencia. Se sentía un grupo de gente de muy buena voluntad, habrá que buscar la manera de tener contactos con regularidad.

Por la noche fui a una reunión de los cristianos en el barrio Danri, la información no había circulado bien y la gente no estaba, así que los pocos presentes nos fuimos a visitar a los que no habían venido, pasamos por las casas a la manera de aquí: entras, muchos saludos y bromas, silencio para tomar asiento, traen un vaso de agua para mojarse los labios y después ya se hacen los saludos ceremoniosos, se da la noticia, se comenta el motivo de la visita... y se conversa. Creo que para no poner en apuro a la gente, no estábamos mucho tiempo en cada sitio, lo contrario hubiese significado que como yo iba por la primera vez debían sacar unas cervezas.

En casa de una señora, Berta, que fabrica aceite de cacahuete, comimos galletas hechas con la fibra (pulpa) que queda una vez extraído el aceite, un poco picantes y ricas. El marido de esta mujer y todos sus hijos son musulmanes pero ella participa en todas las cosas de la iglesia y la respetan. Su marido me comentó que le había gustado mucho la reunión de la mañana, que cuando le propusieron al imán participar en esta oración había gente de su consejo que no estaba por la labor de hacer cosas juntos unos con otros pero él lo tenía muy claro y les dijo que, a ver: ¿no es la muerte algo común a todos? No hay que tomar a la ligera estas cosas, así que decidió ir y participar y en su oración dijo claramente que no se podían poner a parte de los demás, que estas cosas son preocupaciones comunes y no se puede dejar a nadie fuera. "Que lo tengan claro los que tienen tentaciones integristas y excluyentes, por ahí no se va a ningún lado".

Los niños de preescolar

Habían terminado la mañana, la mayoría se habían ido a sus casa y solamente quedaba, jugando en un columpio, media docena de chiquillos que esperaban a un hermano o hermana mayor quer viniese a buscarlos. Se peleaban por colocarse en el columpio y enseñarme sus habilidades.

Me llamó la atención uno que se colgaba de una rama de un mango pequeño y se columpiaba solo, haciéndose el mayor que pasa de chiquillerías.

Al acercarme dejaron corriendo el columpio y vinieron a saludarme, "buenos días padre", "hola, buenos días". Se fijan en mi camiseta, les intriga el dibujo y pregunta uno: "¿Qué es eso?" "Una piragua" No hay piraguas en la sabana y el chaval no conoce, creo yo, la palabra ni el concepto pero hay otro dispuesto a explicar.

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ECLESALIA, 18 de abril de 2002

"FIELES A SUS CONCIENCIAS"

Carta de Clelia a los integrantes del Fòrum Joan Alsina

CLELIA 10/04/02

BUENOS AIRES.

Al grupo de sacerdotes que en Girona tuvo el valor de ser fieles a sus conciencias como lo dice el concilio Vaticano II al expresar el deseo compartido en todo el mundo por una gran parte de la Iglesia Pueblo de Dios.

Perdonen mi demora en llegar a ustedes con una palabra de alegría y agradecimiento por haberse pronunciado valientemente en nombre del Evangelio. En mi nombre y en el de Jerónimo que ustedes conocen y que tantos años de su vida empleó en hacer comprender esas verdades que la Iglesia Jerárquica hoy aún no quiere ver ni aceptar. Si algunos tienen la Gracia de ver, no se animan a ayudar al Papa y ni a la Iglesia, callando, sin abrirse a los Signos de los Tiempos .

Cuando acepten el celibato optativo , el sacerdocio de la mujer y tantas dimensiones evangélicas que debemos recuperar dirán de él que fue el único obispo que viajó por el mundo aglutinando y fortificando a los que aún hoy sufren en distintos países de Latinoamérica y del mundo la marginación y la injusticia , el atropello a los Derechos Humanos que nuestro Papa hoy proclama pero fuera de la Institución sin ver la realidad que vive su Iglesia en su interior.

Para Jerónimo siempre ustedes y los que sufren cualquier forma de persecución religiosa o política fueron su diócesis la Diáspora como él no se cansaba de decírmelo, si bien es cierto que él con su compañía era una fuerza para todos, también es verdad que ustedes fortificaban su lucha.

Algún día la Iglesia de Jesús resucitará y traerá la belleza que encierra su Mensaje. Rueguen para que sea fuerte y la tristeza de su ausencia no debilite mi voluntad.

Un abrazo CLELIA

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La Vanguardia, 23 de abril de 2002

"NI YO NI NADIE TIENE MÁS DIOS QUE OTRO"

Párroco y vendedor de libros en Sant Jordi

IMA SANCHÍS

BARCELONA.

Tengo 57 años. Nací en Granada de familia catalana. Estudié arquitectura y luego me hice cura. Soy marxista, pero no dogmático. Creo en Jesús. Ayudo a niños y jóvenes marginales del barrio de Verdum-Roquetes. Tenemos "esplai", refuerzo escolar... Hoy vendo libros en la Rambla, mesa número 2, para recaudar fondos.

-Dejó usted a la novia y se fue al seminario?

-Mi novia de toda la vida me dio calabazas.

-Lo siento.

-...Pero entonces tuve otra y a ésta ya le dije que en cuatro meses me iba al seminario, y eso hice.

-Bonita despedida.

-Me había apuntado a unos cursillos de cristiandad muy modernos con el fraile Ramón: cantábamos, llevábamos los pelos largos..., era una vida intensa, así que me dije: "Yo, como el fraile Ramón".

-¿Y la utopía ha sobrevivido?

-Yo quería salvar al mundo. Luego te das cuenta de que ya tienes bastante con salvarte a ti. Pero Jesús y ciertos hombres y mujeres que han pasado por este mundo, no necesariamente santos ni cristianos, me siguen pareciendo interesantes modelos.

-Entiendo.

-Ahora me contento con ayudar a los niños y a los jóvenes del barrio de Verdum-Roquetes y alrededores.

-¿Y cómo es el barrio?

-Nace y crece a partir de los años 50. En los 70 es invadido por la droga y se disparan los índices de marginalidad y delincuencia. Todas las familias tienen a alguien en la cárcel o sufren la experiencia de la toxicomanía.

-¿Qué hace usted para ayudarlos?

-Trabajo desde la calle con niños y jóvenes. Organizamos todo tipo de actividades colectivas, hacemos refuerzo escolar y visito a diario a los jóvenes que están en prisión.

-¿Proselitismo?

-¡No! No me gustan los que son capaces de decirte: "Tú eres una oveja descarriada y te voy a enseñar el camino". Creo que Dios es una experiencia personal e intransferible.

-¿Entonces va usted de colega?

-Supongo, ese es mi barrio, aunque yo no soy como ellos. La mayoría de los niños crecen en la calle. Hay un gran fracaso escolar y una gran resistencia a trabajar, no tienen preparación y les es más fácil robar.

-¿Es una cuestión de dinero?

-Yo creo que la razón profunda es la soledad. Tienen una gran dificultad para relacionarse, para poder querer y ser queridos.

-¿Ángeles caídos?

-A mí este cuarto mundo hace que me siga cuestionando la realidad de lo que son los valores, la moral... Creo que la religión ha hecho más mal que bien.

-Viniendo de usted resulta una afirmación fuerte.

-En general las instituciones religiosas poderosas provocan mayor distancia e impotencia en el que ya está machacado por la vida. El que roba, ataca o se pincha no suele saber por qué lo hace. Mucha gente me pregunta: "¿A cuántos ha rehabilitado ya?"

-¿Y?

-Yo no intento rehabilitar a nadie. Sólo ellos pueden hacer el proceso. Pero estoy convencido de que el ser humano sólo si se siente querido y acompañado puede realizarse como persona, y que la vía de la comprensión y la humanidad es la única que puede hacer posible la reinserción.

-Habla como si ese fuera otro mundo.

-Sus reglas son otras, ellos mismos se definen como delincuentes. Yo no digo "pobre chico", pero tampoco digo que el que se droga es un degenerado. Fueron niños sin guía, sin afecto, que lo único que hicieron fue sobrevivir. Cuando yo era joven e iba al baile nos cargábamos de cerveza para ser capaces de sacar a bailar a una muchacha.

-¿Es una cuestión de escalas?

-Sí, los marginales hacen lo mismo, pero con porros o pastillas. Nosotros maduramos, pero su horizonte se acaba al minuto siguiente. Son niños eternos, irresponsables.

-¿Cuántos años lleva visitando cárceles?

-Más de 25 años y tengo relación personal con unos 40 presos y con otros me escribo.

-¿Qué se cuentan?

-Ellos me preguntan por el barrio y me cuentan si ha ido a verles su madre o la novia y los problemas que tienen en la cárcel. Yo procuro hacerles reír. ¿Sabe?

-¿Qué?

-La gente sufre mucho, demasiado. No te acostumbras a la tristeza de esas cárceles. Rige la ley de la selva, como en la calle, pero en un espacio muy reducido, sin escapatoria.

-¿Y cómo aguanta usted tanta presión?

-Tanto yo como la monja javeriana y el otro educador hemos estado haciendo terapia con un psiquiatra durante muchos años. Es importante saber cuáles son tus límites. Esa otra realidad de miseria y sufrimiento impacta mucho, yo hay días que salgo de la cárcel a cuatro patas.

-¿De qué sirve su trabajo en la cárcel?

-El hecho de que yo este allí ayuda a que no vean que "la sociedad" -que es como ellos nos llaman- está en su contra. Soy la esperanza de que alguien los puede querer.

-¿Se siente útil?

-Sí, aunque a menudo me toman el pelo, me engañan, me sacan dinero, me utilizan como lo utilizan todo: a su madre, a sus hijos... Me da rabia, pero no puedo pretender que me cuenten la verdad.

-¿Por qué?

-Porque todo es mentira. Lo único que no es falso son ellos, se comportan como son. No puedo juzgarlos según una perspectiva moral que no conocen.

-¿Y no duda de la existencia de Dios?

-Claro, creer es dudar. Para mí Dios no es una filosofía ni una moral. No es una ideología. Existe como experiencia vital. Ni yo ni nadie tiene más Dios que otro ser humano. En la vida todos buscamos.

-¿Y qué vale la pena?

-Los contenidos, nunca los apriorismos.

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ECLESALIA, 24 de abril de 2002

PURITANISMO CRUEL

BENJAMÍN FORCANO

MADRID.

Llevamos una temporada en que las noticias sobre abusos sexuales por parte del clero son materia de cotidiano comentario y escándalo. A mí, lo que más me llama la atención es la postura de inmisericorde severidad con que se alude a estos escándalos y la naturalidad con que la sociedad encaja una solución mercantilista de los mismos. Al final, todo se resuelve mayormente con una indemnización económica por los daños -más psicológicos que materiales- sufridos por las víctimas.

Es aparentemente contradictorio observar cómo la sociedad que, en estos temas, suele ser larga y permisiva, cuando se trata del clero se muestra dura e intransigente. ¿No será que le devuelve la severidad con que él la ha tratado?

Es malo que las cosas tratemos de resolverlas con simplismo. Ninguna es tal como para clasificarla en blanca o negra, buena o mala. Ni, por supuesto, los abusos sexuales son exclusivos del clero. Pero ha sido el clero el que, además de sentirse en un estado superior por su condición celibataria, ha fustigado con vehemencia los fallos sexuales de la gente. Entonces, es muy natural que, cuando los garantes del orden sexual, lo transgreden, entren en el vértigo airado de los vapuleados. Contra una inmisericordia, otra inmisericordia. Y, así, no.

Es cierto que en la prédica oficial del clero ha habido siempre una insistencia morbosa en los pecados del sexo, pero me atrevería a afirmar que la mayoría lo ha hecho legalísticamente, por hacer cumplir unas directrices que seguramente no les convencían mucho. Había un celo por hacer observar las normas, pero acompañado de miedo y hasta hipocresía, posiblemente inconsciente. Y eso es lo que solivianta a los que tienen que ver cuando cae sobre ellos el látigo de la represión.

En el examen sobre la responsabilidad de tales o cuales actos, nunca se puede arremeter contra el sujeto sin analizar el contexto sobre los que emergen esos actos. De no hacerlo así, hacemos morales pronuciamientos, abstractos, irreales y, con probabilidad, injustos. Yo siempre he pensado que, tras asegurar el cumplimiento de la justicia, hay que procurar que, al que es incumplidor de ella, no se lo trate injustamente. Una pecado, una debilidad, un fallo debe reparse pero no hasta el extremo de aniquilar al sujeto o caer sobre él de tal manera que se desconcozca todo su pasado, a veces meritorio, y se lo hunda vengativa y cruelmente. Esa es una justicia inhumana. Inhumanidad que alcanza, en primer lugar, a los que, casi por oficio, han ejrcido la represión y a los que luego, por revancha, tratan de reasarcirse.

Todos necesitamos ser ponderados en la aplicación de la justicia, porque al fín y al cabo, no sé si podemos presumir tanto de ser más que los otros o de habernos desenvuelto en circunstancias distintas, más adversas para unos que para otros. La condición humana es la misma en todos, sólo que acompañada por circunstancias muy desiguales: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Y todos, uno a uno, comenzando por los más viejos, comenta el evangelista, se fueron alejando.

Nadie aprueba lo que no se puede aprobar. Pero me da miedo, y ya lo hemos sufrido bastante, que no salgamos de ese círculo míope y opresor de la venganza. Por otra parte, no sé a cuándo -si hablamos en términos no sólamente cristianos sino humanos- dejamos la misericordia y el perdón. Y si alguién dice que no los necesita, es un mentiroso, o un soberbio. El perdonar, también cuando de pecados sexuales se trata, es una dimensión humana de las más nobles. Ya es sintomático que , tratándose del magno delito de un golpe de Estado, Carmona tenga la oportunidad de reconcoer públicamente sus errores y perdir perdón por ellos y tal cosa no pueda aplicarse a delitos mucho menores, aunque se trate de personas como un obispo o un cardenal.

Y, como la solución va acorde con el estudio de las circunstancias, es hora ya de que la Iglesia Católica, oyendo el clamor de sus sectores, revise su moral sexual, cambie su norma disciplinar del celibato obligatorio por la del celibato opcional y acepte la sexualidad como un don de Dios , colaborando así a una más positiva y armónica vivencia y convivencia de las personas.

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ABC, 24 de abril de 2002

SEXO, ESCÁNDALO Y LA IGLESIA CATÓLICA

JUAN GARCÍA PÉREZ, S.J. profesor de la Universidad Pontificia de Comillas

MADRID.

EL título resulta provocador. Lo hemos elegido no para acarrear más leña al fuego sino para abordar directamente los repetidos casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes. El Papa ha tomado la valiente decisión de reunir en Roma a los cardenales de Estados Unidos para analizar el problema, buscar conjuntamente soluciones y ofrecerles su apoyo.

Un profesor de teología, James Keenan de Weston (Massachussets), confesaba que han vivido en Boston una Cuaresma impactante y desestabilizadora. El término «vergüenza» recoge los sentimientos en esta noche triste de la Iglesia en EE.UU. El New York Times lo apuntaba también: «Las informaciones que han salido a la luz sobre el abuso sexual en la Iglesia católica difícilmente podían ser más tremendas: niños confiados al cuidado de la Iglesia que sufren acoso y abuso sexual, monaguillos forzados por los sacerdotes a tener relaciones sexuales...»

Los casos son conocidos. A finales de enero un tribunal de Massachussets condenaba a diez años de cárcel al ex sacerdote John J. Geoghan (apartado del sacerdocio en contra de su voluntad). Carga sobre él, después de 30 años de sacerdocio, la responsabilidad de haber abusado de 130 menores de edad. La lista negra se extiende a otras diócesis: Cardiff, Westminster, Bayeux (Francia), donde el obispo de Caen fue condenado a tres meses de arresto por no haber denunciado a un sacerdote culpable, Irlanda, México. Algunos obispos (Estados Unidos, Polonia, Alemania) han presentado la renuncia a su cargo. No hace falta repetir aquí un inventario minucioso. Ante todo esto, ¿qué se puede decir?

Salidas falsas. Frente a estos hechos escandalosos y de intrincada etiología, no se dispone de un cómodo recetario que facilite una batería de medidas de choque. Esta herida profunda supura en el costado de la Iglesia. Nos acercamos a reconocerla con sinceridad, limpieza y sin pretensiones milagreras.

Tres portillos simulan un pasadizo que al final se convierte en callejón sin salida. El primero sería el secretismo. Para que la imagen de la Iglesia (en este caso de la jerarquía y de los sacerdotes) no quedase dañada, a algunos les pareció la «solución» esconderse tras el secreto. Cuando los «casos» han explotado en público, las críticas han apuntado a los cardenales y obispos que «taparon» los casos y se limitaron a trasladar a los sacerdotes de parroquia. Con esto la cadena de abusos ha continuado y no se aplicaron a tiempo los remedios. Al recibir la Iglesia las condenas de los tribunales de justicia, queda invadida por una devastadora marea, que ennegrece su imagen, y además pasa al cobro abultadas facturas de dólares para indemnizar a las víctimas de los abusos. La diócesis de Boston tiene que responder de la conducta desviada de 89 sacerdotes en las últimas décadas y pagar 45 millones de dólares como reparación a las víctimas de James Geoghan. A la vista de los traumas en la psicología de las víctimas, los desgarrones en la conciencia de los padres y los «zarandeos» a las arcas diocesanas, la pregunta de muchos católicos es «¿por qué los miembros de la jerarquía (con su pasividad) nos han llevado hasta esta situación? Más que «tapar» hubiese sido preferible hablar a tiempo con claridad y actuar con energía.

La segunda salida falsa sería el riego por aspersión. No se pretende disculpar esas conductas, algo que sería inconcebible, pero sí una cierta contextualización. Se dice: si las culturas modernas están moralmente corrompidas, no es tan extraño que cosechemos estos frutos. Pero así la responsabilidad se difumina por dispersión y se transfiere al ambiente. Al hacerlo se da un rodeo y no se entra en el nudo del problema. No negaremos el alto índice de contaminación ambiental pero la Iglesia católica, obispos y sacerdotes, tienen en este caso una responsabilidad severa.

Una tercera variante confunde síntomas y clasifica esos casos como secuela inevitable del celibato impuesto. Parece dar por supuesto que si se abriesen a los sacerdotes libremente las compuertas del matrimonio, la marea negra de escándalos no inundaría algunas costas de la Iglesia católica. La hipótesis no resulta muy convincente. ¿Cómo explicar la conducta de personas mayores, principalmente varones, que se apuntan a las rutas de turismo sexual, en las que se organiza un mercadeo sexual con niños de uno y otro sexo? ¿Qué decir de aquellas personas, casadas y con hijos, que han quedado atrapadas en la sex-ducción de la pornografía en Internet? Es innegable que la ley del celibato, junto a su grandeza y generosidad, genera también sus problemas. Requeriría una reflexión más reposada. Con todo no nos parece acertado buscar en ella o creer haber encontrado ahí el foco de gérmenes de esta enfermedad de la pederastia.

Cierto es que la crisis no sólo ha producido frutos amargos y no se olvide que el número abultado de culpables resulta en realidad muy pequeño en relación con los miles de sacerdotes que hay en EE.UU. Esta crisis ha robustecido en muchos seglares católicos de Estados Unidos su cercanía y estima por los sacerdotes. Robert Kieley, profesor de Harvard, convocaba a los católicos a «reparar la Iglesia» y reconoce la entrega «y los esfuerzos de los sacerdotes que luchan cada día para mantener unidas a las comunidades» y el respeto por los sacerdotes en general se mantiene en cotas altas. El periódico The Boston Globe hizo una encuesta y sólo un 4 por ciento de los encuestados tenía de sus pastores una imagen negativa. La voz de los seglares ha sonado con más fuerza y se han formado plataformas de diálogo que han favorecido la comunicación y el diálogo entre los católicos.

Interrogantes. Psicólogos con dilatada experiencia clínica de calidad señalan certeramente que algunos símbolos con un potencial profundamente humano, tales como vida, mujer, madre, sexo, pueden vehicular tanto las aspiraciones más sublimes de la persona como arrastrar a conductas deplorables. Para afirmar que en el clero católico se concentra un porcentaje llamativamente elevado de «anomalías» (no creemos que se pueda afirmar que la pederastia es sólo una forma más de expresión y ejercicio de la sexualidad) habría que realizar un concienzudo estudio comparativo con otras profesiones. Habría que ver si son el sacerdocio y celibato los que de por sí ponen en la pendiente inclinada hacia conductas inequívocamente punibles o si tal vez el sacerdocio es buscado como refugio por algunas personas que no han desarrollado con la necesaria madurez y razonable libertad su propia sexualidad humana.

Ante el futuro se abre una tarea difícil y arriesgada. Los católicos, que experimentamos que el mal y la culpa están dentro de nuestra propia casa, deseamos muy de veras al Papa y a los cardenales norteamericanos un amplio acierto en el análisis de las causas y en la prescripción del tratamiento, que no se puede reducir sólo a medidas urgentes para suprimir los síntomas, sino que tiene que apuntar a plazos largos. ¿Cómo acompañar restauradoramente a las víctimas para que superen los traumas causados y lleguen a una saludable estabilidad emocional? ¿Qué puede hacer la Iglesia para recuperar la credibilidad, no con el fin de poder colgarse medallas que brillen, sino para cumplir más alentadoramente su misión en la sociedad de forma que su mensaje sea orientador y atractivo cuando habla de la vida, de la sexualidad humana o de la justicia? ¿Cómo puede brotar en la Iglesia una mayor cercanía entre hombres y mujeres, entre jerarquía y seglares?

El futuro de la Iglesia, escribió el ya anciano Schillebeeckx, depende de cómo viva profundamente anclada en Dios y desde ahí se haga presente en el futuro del mundo. Esta meta bien merece el interés y la entrega de todos los católicos.

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El País, 25 de abril de 2002

EN NOMBRE DE DIOS

LUIS ROJAS MARCOS, psiquiatra y ex presidente del Sistema de Sanidad y Hospitales Públicos de Nueva York

Desde que los terroristas islámicos suicidas, al grito de '¡Alá es bueno!', estrellaron los aviones comerciales repletos de pasajeros contra miles de almas inocentes, en Nueva York y Washington, el pasado 11 de septiembre, el nombre de Dios se ha convertido en consigna de atrocidades.

En Oriente Próximo, jóvenes palestinos, libro del Corán en mano, explosionan en nombre de Dios bombas asesinas amarradas a sus cuerpos, en restaurantes y autobuses abarrotados de gente corriente. Soldados israelíes disparan sus tanques con ensañamiento contra hombres, mujeres y niños indefensos en sus propias casas. Unos alegan la promesa de Yahveh a Moisés de dar tierra al pueblo elegido; otros, más prosaicos, dicen simplemente que están saldando cuentas de acuerdo con el consejo bíblico de 'lavarse los pies en la sangre del malvado'. Y hace unos días, cuando un periodista le preguntó al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, qué hacía para aliviar la presión de la guerra devastadora en Afganistán y las masacres diarias en Oriente Próximo, el jefe supremo del Ejército más poderoso del mundo respondió, en primer lugar, que '¡Rezar!'.

Lo espeluznante de esta divinización de la violencia moderna es que quienes enarbolan el nombre de Dios para exterminar a sus rivales 'infieles', tienen menos reparos a la hora de matar sin piedad y al por mayor. No les preocupa la opinión pública, ni tienen un programa político que promover. Además, en la mente de estos devotos, matar o morir por la causa divina o en una 'guerra santa' da un generoso beneficio: la garantía de gozar de una vida eterna, placentera y feliz en el más allá.

En estos días, cuando aún no hemos tenido tiempo de comprender la incongruencia y superar la confusión que nos produce tanto violento fanático que emplea el nombre de Dios, ha salido a la luz pública, en Estados Unidos y algunos países de Europa, la existencia de un ejército de sacerdotes pederastas. Durante años, estos clérigos perversos se han aprovechado de su ministerio sagrado para seducir y obtener el placer sexual con niños que a menudo no han cumplido los 12 años de edad.

La explotación sexual de criaturas es una de esas formas de violencia que la sociedad considera 'increíble', quizá porque todavía no está preparada para hacer frente decididamente a este gran problema, tan chocante como real. La sospecha popular es que los abusadores de niños son personas anormales, obnubiladas por la psicosis, las drogas o la ignorancia. Sin embargo, los pederastas suelen ser hombres que no muestran ningún rasgo o comportamiento aparente que nos pueda ayudar a identificarlos. Se caracterizan por vivir secretamente obsesionados con el abuso sexual de menores. Son incorregibles y no sienten remordimiento por sus ultrajes deliberados ni compasión hacia sus víctimas.

Todos los pederastas que he conocido practican una dialéctica cargada de sangre fría y clichés simplistas. A pesar de sus violaciones premeditadas y la crueldad de sus métodos, disculpan sus crímenes con fantasías románticas absurdas. Todos destilan excusas irracionales del inmenso mar de sufrimiento que ahoga a las víctimas de sus persuasiones egoístas.

Los pequeños atrapados en estas relaciones explotadoras se encuentran completamente desarmados ante el cura abusador que, en virtud de su oficio, está encargado de su cuidado espiritual. Adoptan una actitud de entrega, claudican y se desconectan mentalmente de la aterradora realidad. Pronto, estos niños no tienen más remedio que fabricar un sistema de explicaciones que les permita justificar el abuso. Inevitablemente concluyen culpándose a sí mismos. Con el tiempo se deprimen, se aíslan y pierden su autoestima y su identidad. Durante años revivirán las penosas y humillantes experiencias como si estuvieran ocurriendo en el presente. Los detalles más degradantes de los actos sexuales se entrometerán en su vida cotidiana y transformarán su existencia en una interminable pesadilla.

Son días oscuros en muchas diócesis del mundo. Incluyendo en la Santa Sede, donde parece preocupar más el daño a la imagen de la Iglesia que el trauma de las víctimas. Porque, según demuestran los casos que conocemos, no pocos prelados han tolerado, encubierto y protegido durante décadas a estos curas criminales y a sus superiores cómplices, en lugar de denunciarlos, decir la verdad y buscar sinceramente la causa y el remedio de este escándalo.

Pocos dudan de que a medida que se tira de la manta y los afligidos vencen el miedo a delatar a sus verdugos se harán más evidentes y alarmantes las dimensiones epidémicas del terrible mal. Esperemos que no sea necesario que se continúen acumulando las víctimas y el sufrimiento llegue a niveles insostenibles antes de que la sociedad reconozca abiertamente lo que no se puede ignorar más y comience a tomar medidas. Si bien todas las formas de violencia marcan la faz de la humanidad con cicatrices indelebles de dolor, desesperanza y odio, la violencia más nefasta es la mutilación del espíritu de un niño, pues socava el principio vital de la confianza, sin el cual no es posible la supervivencia de la especie humana.

Pienso que en estos tiempos tan tormentosos e inciertos, muchos hombres y mujeres buscamos ávidamente una fuente de paz, serenidad y esperanza. Pero justo cuando más necesitamos el refugio sosegado de la religión, más tenemos que huir de ella y buscar otra tabla de salvación. Desafortunadamente, grupos de violentos y pervertidos han conseguido la metamorfosis de credos de amor y respeto por la dignidad humana en doctrinas de odio y atropello. Quizá, por eso cada día somos más las personas que alimentamos la espiritualidad de nuestras propias voces internas y las convertimos en una fuente de ilusión y de consuelo. Tenemos fe en algo superior que está fuera de nosotros, pero que no llamamos Dios. Es algo que nos ayuda a configurar una perspectiva más amplia, optimista y aceptable de las adversidades y tragedias.

En cuanto a Dios, creo que ha llegado el momento de pedirle que nos salve de sus ministros, portavoces y creyentes.

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